Bahía de los Naufragios

Saren no sabía si reír o maldecir ante la venganza de Alder, una amenaza que la peliverde le había dirigido hacía tanto tiempo y que al final había cumplido. Mientras el norteño pensaba en la forma de devolvérsela, la sinhadre se alejó hacia la orilla a toda prisa, aprovechando la ventaja y llamando a los demás, ella también había visto la cueva. Sin demasiada prisa, el chico nadó hacia donde estaban sus compañeros, escuchando su conversación por el camino y conteniendo la risa, llegando justo cuando Stefan hacía una apreciación culinaria sobre si los idrinos eran helados secundado por la peliverde.
-Te pille -dijo, aprovechando que estaba distraída e iniciando un ataque de cosquillas. No duro mucho, y una vez satisfecho se alejó corriendo una distancia prudencial para evitar represalias, observando en la lejanía la entrada de la cueva. Parecía que la idea había gustado y se habían apuntado unos cuantos a la excursión. Tanta gente ahí dentro iba a reducir el espacio bastante, un espacio ya pequeño de por si, lo que disminuiríaría aun mas la maniobrabilidad. Mientras pensaba en esto, una sensación de incomodidad ante la idea de tener tanta tierra encima empezó a calar en la mente del norteño, haciendo que perdiera su expresión relajada.

No tenía su piel a mano, pero curiosamente la idea de ser incapaz de trasformarse al estar rodeado de fría piedra empezaba a angustiarle.
-Creo que vais a tener que prescindir de mi agradable compañía -anunció sonriente, girándose hacia los demás y tratando de apartar la sensación de agobio de su mente-. Mi amiga claustrofobia no quiere que vaya a jugar con vosotros a la cueva, y se enfadara mucho si no le hago caso en esto, lo siento mucho -se disculpó, rascándose la nuca con gesto azorado, en cierto modo el iba a proponer aquella excursión antes de que se le adelantara Alder.

Pronto el grupo que iba a explorar la cueva se puso en marcha, y la playa se quedó un tanto vacía. La sensación de agobio aun acosaba al norteño, así que se acercó al agua y se sumergió un rato, ascendiendo luego a la superficie y quedándose a flote mientras observaba el cielo. El agua que le rodeaba poco a poco calmo su angustia, y el movimiento del oleaje bajo su espalda terminó de relajarle. Había sido una buena idea aquel día de playa y el selkie aun esperaba que durara unas horas más.

La loba miró al trasgo y sonrió para segundos después, adornar su cara con una mueca burlona.

- Mientras no vengas acompañado de tus nuevos compañeros de casa… - comentó.- Espero que estés con ellos por obligación. Me molestaría profundamente que los hubieras preferido conscientemente a nosotros. Al final no fuimos tan malos compañeros.

La licántropa no tardó en despedirse del nublino. Tenía algunas cosas que hacer y habían comentado lo necesario, a su parecer. Aunque se quedó con las ganas de preguntar sobre el templo y cómo había acabado ahí. Luego de pensarlo, decidió que, cuando volviera, indagaría más sobre el asunto. Por el momento, sabía que su amigo era capaz de cuidarse y no debía preocuparse por su seguridad ya que confiaba en él, aunque no tanto en los habitantes de aquel templo.

Los siguientes días siguió con su rutina, presionándose más en el control de los instintos, ya que no quería descontrolarse en la playa en compañía de todos sus amigos. También dedicó mucho tiempo al estudio de la manada y de su raza y, para su desagrado, se vio obligada a dejar de lado por el momento el entrenamiento con armas.

Aquel día, se había despertado algo tarde culpa del entrenamiento intensivo del día anterior que la había dejado bastante cansada. La libense no se dio cuenta de la ausencia de la mayoría de sus amigos en la sede hasta que no bajó a desayunar y enseguida recordó que aquel día era el elegido para ir a pasarlo a la playa. Mientras maldecía su despiste se desvistió para sujetar su ropa con la boca mientras se transformaba y echaba a correr por la ciudad en dirección la bahía.

Supo que ya llegaba cuando oyó el comentario de su amiga. La licántropa no tardó mucho en aparecer casi al galope por el pasaje sin detenerse hasta llegar al agua a la que se tiró salpicando a cuantos estuvieran a su alrededor, para luego emerger del agua convertida ya en humana.

- ¿He oído algo de chupar idrinos?- comentó con una sonrisa inocente mientras recogía sus ropas que flotaban en el agua ya que las había soltado al transformarse.- Siento llegar tarde, ya sé que habéis sufrido mi ausencia, pero mejor tarde que nunca. ¡Ya estoy aquí!- anunció por si alguno no se hubiera dado cuenta.- Y respecto a lo de chupar idrinos… todavía no he tenido la oportunidad de, digamos, profundizar en la cata. Pero espero que, si está de acuerdo, mi buena amiga me de unas clases al respecto.- comentó sonriendo y rodeando el cuello de Alder con un brazo.

Al verlos movilizarse, preguntó y le dieron una vaga explicación sobre lo que pretendían explorar. La aventura siempre llamaba poderosamente a la libense, pero dudó unos instantes al ver que no todos iban a participar.

- Mmm,… - reflexionó en voz alta.- ¿Dos idrinos o aventura, tío bueno y una peliverde?- Miró a los dos grupos mientras se mesaba una barba inexistente. Segundos después, asintió con la cabeza, agarró a DL del brazo y lo arrastró detrás del grupo de exploración.- Ven, Tirachinas, tienes que compensar la balanza.- le dijo con convencimiento, para luego girarse hacia los idrinos.- ¡Volveremos enseguida, no me echéis mucho de menos y no hagáis nada que yo no haría!

Shizel despidió a los exploradores sin más prolegómenos, y se rió a mandíbula batiente cuando Karime prácticamente arrastró a DL en dirección a la cueva. No hizo esfuerzo alguno por detenerlos y en su lugar exclamó tras ellos con tono socarrón:
-¡No te dejes el flotador, DL, te va a hacer falta!
No obstante las palabras de Saren le dejaron estupefacto, y por un momento creyó no haber oído bien. ¿Y lo decía tan tranquilo?
Fuese norteño o no, en cualquier parte de Idris confesar que se sufría de algo así era equivalente a confesar que uno poseía una tara mental. Shizel le dirigió una mirada inexpresiva durante un instante largo, pero no comentó nada al respecto. La única respuesta educada ante algo así era ignorarlo.

Los minutos siguientes los pasó aún tumbado con los ojos cerrados, aspirando el aire salino y con el ruido de las olas como lo único que recibían sus oídos. No era el mismo silencio artificial que había instalado en su habitación de Serpentaria con un hechizo. Era más natural, y quizá por eso en él se descansaba mejor.
Abrió los ojos justo a tiempo para ver un saco volador que surcaba el aire en dirección sur. Por el bien de su cordura decidió que se trataba de Tap, lo que significaba que la playa ahora solo la ocupaban Saren y él, además de una durmiente Seon y de Zmey.

El agua templada (para él) ya había contribuido a resquebrajar la fina capa de escarcha de su piel, y posteriormente la sal marina había hecho su trabajo y había derretido buena parte del resto. Shizel bufó al darse cuenta y después de estirarse para deshacerse del anquilosamiento regresó al agua.
-¿Te apetece que nos metamos un poco mar adentro?- le preguntó una vez salió a la superficie-. A los demás parece que les dé miedo avanzar más de donde hacen pie...
"Y eso significa que en realidad no saben nadar." Los chapoteos sin técnica de la mayoría eran equivalentes a eso a ojos idrinos.

Saren flotaba sobre las aguas sin pensar en nada en particular, absortó en el sonido de su propia respiración y en el de las olas rompiendo en la orilla. Su mirada era vidriosa, señal de que su conciencia estaba muy lejos, y apenas si prestó atención al saco que se alejaba volando de la bahía. El conjunto en si era relajante, lo que después de tanto entrenamiento y trabajo era de agradecer, y la amplitud del mar y del cielo abierto hacían que el norteño olvidara su intención previa de entrar en aquella cueva. Le había interesado en cuanto la había avistado, y aun le interesaba, pero el idrino era impulsivo en ocasiones, y tendía a olvidarse de lo mal que lo pasaba en sitios cerrados, lo que limitaba sus ansias aventureras.

El selkie solo llevaba el pantalón oscuro que se había puesto aquella mañana, el resto de su ropa estaba en la playa, pero a pesar de que llevaba un rato en el agua fría no parecía acusar la falta de temperatura. Para el chico el clima estaba bien, caluroso incluso, acostumbrado a las bajas temperaturas de su tierra natal, el norteño echaba de menos las nieve y el hielo. Se había preguntado muchas veces si el invierno llegaría a aquella ciudad en algún momento del año, pero llevaba mucho tiempo allí y el clima apenas había variado, lo que hacía que la posibilidad fuera muy remota. El tenue sonido de la escarcha resquebrajándose anunció la llegada de Shiz y devolvió a Saren a la realidad antes de que el lacustre hablara. El selkie parpadeo para aclarar su vista y miro al skrýmir pensativo, echando un vistazo a la playa, donde dormitaba Seon.
-¿Crees que es buena idea dejarla sola? -inquirió, poniéndose en pie y estirando los brazos tras su cuello como calentamiento, pero se rectificó al ver al piromante también-. Vale, no dije nada, Zmey esta cerca, con la empanada que llevo no me había percatado -sonrió, terminando los estiramientos y echando un vistazo al oleaje.

El norteño no sabía que se podía esconder entre aquellos barcos hundidos, pero estaba seguro que fuese lo fuese, no sería bueno, no en aquella ciudad. En cualquier caso le daba igual, siempre podían defenderse, ya no eran simples cosechados, y en el peor de los casos les quedaba huir por patas. Saren se encogió de hombros y salto hacia delante, sumergiéndose y empezando a nadar mar adentro.

Shizel aún mantenía activo el cordel de alarma que había trazado en torno a sí al llegar a la playa, el cual estaba programado para detonar cuando algo que superase un tamaño X lo traspasase. El idrino era consciente de que no todos los peligros de Rocavarancolia estaban a simple vista, pero era lo mejor que podía hacer.

El norteño era el que más cerca estaba de seguir su ritmo, y Shizel se dio el gusto de por fin nadar a una velocidad decente. Bucear no le gustaba tanto: estaba acostumbrado a hacerlo en lagos cristalinos, y no en el mar sucio y revuelto de Rocavarancolia. Perder de vista la costa le ponía nervioso por la misma razón, y al llegar a una distancia respetable los dos idrinos se dedicaron a nadar en paralelo a ésta. Ahora a un ritmo más relajado, el skrýmir le preguntó a Saren cosas triviales. Entre ellas preguntó con cierta picardía si era un norteño de quita y pon, ya que al vivir en las montañas al lacustre se le hacía raro que hubiese aprendido a nadar. Aprovechó para ponerse al día con él más en profundidad, y de paso preguntarle si cuando se le acabase el trabajo extra con Biblios se plantearía unirse a las prácticas grupales en el anfiteatro.

En cierto punto a medida que caía la tarde Shizel divisó una abertura en las rocas de un acantilado cercano que le llamó la atención.
-¿Ésa es la cueva de la que hablaste?- le preguntó a Saren. Fue entonces cuando de ella empezaron a emerger una figura tras otra, algunas a trompicones y la mayoría levitando. El idrino cruzó con el norteño una mirada de preocupación y se adelantó nadando.
-¿Qué sucede?- llamó en voz alta. A aquella distancia empezaba a reconocer a algunas de las figuras. Si DL había tenido que cargar con Alder para sacarla de la cueva en lugar de hacerlo ella sola, era que había pasado algo.

-Anda que bien, si vienen a recogernos,- dije bajando para estar justo por encima del agua,- Nada grave, la cueva comenzó a inundarse a pesar de haber marea baja. Otra de las trampas de la ciudad, además no había nada importante dentro. Pero vamos chicos, que os habríais sentido como peces en el agua si hubierais ido.- me reí por mi propio chiste.

Avanzamos hasta la zona en que estaba el resto de la gente y decidí no tocar más agua por el día de hoy. Me dedique sobre todo a hacer un castillo de "arena", aunque al final lo deje derrumbarse y busque algo de madera con la que hacer una hoguera. Dejé que Zmey fuese el que prendiese el fuego maravillándome por el poder controlar un elemento como el fuego. Puse las brochetas levitando encima del fuego y les iba dando vuelta para que se hicieran bien, también puse mas carne y queso a fundirse.

-Una pena no tener malvaviscos para hacer mientras contamos historias de terror, ¿no te parece?- le comente a Yttria mientras estaba entretenido en hacer la cena.

Cuando por fin estuvo todo listo y la noche se cernía sobre nosotros los volví a llamar a todos para la cena.

Pasé los cuatro días con algo de mal humor, practicando casi sin salir de mi habitación. No solo estuve practicando magia, para lo que fui un par de veces al anfiteatro, también intenté mejorar por mí mismo mi autocontrol. No tuve mucho (más bien ningún) éxito en esto, especialmente porque mi depresión crónica se había convertido en malhumor a tiempo completo. Agradecí profundamente la llegada del día de la playa, a donde fui bien alimentado para evitar problemas. El que cada vez me costase menos comer (y que en un nivel casi subsconciente disfrutase haciéndolo) me preocupaba, pero intentaba ignorar este hecho lo máximo posible.

Llegué más o menos a la vez que otro grupo que, al parecer, había ido a una cueva cercana que se había inundado. «Típico de Rocavarancolia...» pensé, algo divertido al comprobar lo rápidamente que había cambiado de opinión sobre la ciudad, bastante normal teniendo en cuenta lo que había pasado. La tarde pasó apaciblemente, remojándome sin adentrarme demasiado porque nunca había sido un buen nadador, y también pasando el tiempo apaciblemente con el resto, ayudando a aligerar algo mis ánimos.

- Yo nado como un perro.- Informó con una sonrisa, respondiendo a la pregunta de Atol, como si ese dato tuviera algo de relevancia en lo que estaba sucediendo.

Mientras todos salían por sus medios, la libense se transformó en loba, forma en la que sabía que tenía más fuerza para salvar la distancia contra marea. Durante su salida, notó como si algo la empujara facilitándole el trabajo, pero al darse la vuelta solo encontró a Atol levitando tras ella, por lo que achacó la sensación a su imaginación y su todavía poca costumbre de sus posibilidades lobunas.

Cuando por fin consiguieron salir, la loba comenzó a sacudirse el agua de encima, procurando salpicar a DL al oir sus palabras y echó a correr por toda la playa mientras el foner la perseguía, riendo por su enfado.

- ¿Qué pasa? ¿Ahora te crees humano para ir queriendo despellejar lobeznas indefensas por ahí?- le gritó por encima de la cabeza mientras no dejaba de correr.- Además, un bañito siempre viene bien. El agua es buena, no hace daño, solo quiere ser tu amiga. ¡Deja que el agua sea tu amiga!

La licántropa estuvo toreando algún tiempo al cambiante para luego meterse en el agua y hacerle la burla desde ahí, ya que el foner no parecía decidido a volver a entrar en ella. Finalmente, volvió junto al grueso del grupo dejándose caer en el suelo convirtiéndose de nuevo en libense y permitiendo que el foner la pillara. En ese momento, vio que Branniel había llegado y lo saludó revolviéndole el pelo con una sonrisa.

Había llegado el momento de dar su comunicado, ya que había decidido irse al día siguiente y no podía retrasar más el informarles. Cogió una de las brochetas, le dio un gran bocado y comenzó a hablar.

- Chicos, tengo que daros una noticia.- dijo sonriente. No quería que se la tomaran como una mala noticia cuando para ella iba a ser una experiencia.- Muchos ya sabéis que se me ha ofrecido un puesto en el ejército de Rocavarancolia y que tengo que pasar una prueba antes de que me admitan. No pretendo fallar y para eso necesito dominar lo que soy al cien por cien. Por eso he decidido irme una temporada.- Espero reacciones unos segundos y luego continuó.- Volveré, no os preocupes, no os desharéis de mí tan fácilmente. Simplemente me voy una temporada a vivir como una loba completa con la manada que vive a las puertas del castillo. Por lo que he leído probablemente no me acepten, pero ya sabéis que yo no acepto no por respuesta.- comentó con una sonrisa.- Si me necesitáis, sabréis donde encontrarme y no os voy a mentir y negar que en la distancia no estaré controlando que os encontréis bien, pero que sepáis que no vais a volver a verme en esta forma hasta dentro de mucho, mucho tiempo.

Atol
El foner no sabría bucear, pero se sirvió de la magia y, sin que pudiera evitarlo, salió levitando e intangible con Alder. <<Agh>> Por otro lado, K salió sola, en forma lobuna. Así que no me quedó otra que imitar a DL y, bajo el agua, ir impulsando a la loba cuando me parecía que iba demasiado despacio. Por fin, salimos de la maldita cueva y llegamos a la orilla, donde yo obvié a cualquiera que se acercase. Me mosqueaba ver a los demás corriendo, ya fuera por el agua o por el "suelo". Había leído que las uñas volvían a crecer, pero ese no era el remedio sino que debía aprender a moverme.

Pero no era el momento: estaba anocheciendo y mi vista empezaba a fallar. Por suerte, Zmey preparó una hoguera. Cogí un leño, lo puse a secar, y luego lo prendí en esta. Ya estaba preparando mi cena cuando K se dirigió al grupo, anunciando que se iba una temporada. Cuando acabó, me apresuré en terminar de masticar y dije:

-Comprensible. Pues te deseo suerte y lo mejor con esa manada. Demuéstrales lo que vales. Aunque se te echará de menos, podré vivir con eso.-la animé, y añadí.-Yo haré lo mismo. Quizá, antes o después de que vuelvas, esté preparado para superar esas pruebas.

No añadí más, no lo consideraba necesario. Ni tan siquiera lo de que tenía que hablar con ella sobre Libo. No, no quería preocuparla con eso. Cuando volviera, hablaríamos. Ahora, acábate ese filetón de colaespina y, en un rato, a casa a descansar. Hay mucho trabajo por delante.

Jack
Estaba oculto en la noche, agazapado en una de las afiladas rocas que surgían del mar y donde encallaban los barcos. Había llegado poco después de que salieran de la cueva y ahí me había quedado a escuchar, inadvertido. Eso sí, estaba empapadísimo, pero me vino bien el agua fría para relajarme tras la visita a los Subterráneos. Y, también, el hecho de ver a los novatos divertirse. Pero no me fui cuando se fueron, no. Me quedé un rato más, aunque cambié de localización. En efecto, trepé a lo alto del faro como acostumbraba. Charlaría un rato con Yip si estaba y luego volvería a casa...

Coger a Karime fue una autentica complicación, en su forma de loba era imposible cogerla y aun mas difícil si se metía en el agua a la que ya DL prefería evitar por lo que quedaba de día. Finalmente consiguió atraparla, aunque mas bien fue que la libense se dejo atrapar, pero ya para ese momento con tanta carrera su humor había mejorado considerablemente y con ello vino algo, una cosa que había estado rondando su mente pero que necesitaba el permiso de la libense así que aprovecho ese momento antes de la cena. Tuvo en cuenta el momento en el que Karime explico que se ausentaría un tiempo para aprender a ser una loba antes de preguntarle por lo bajo.

-Karime, me gustaría que me hicieras un favor. Ya se que te ausentaras un tiempo y me preguntaba si tengo tu permiso para usarte de modelo en un entrenamiento que pretendo hacer - dijo mirándola esperando que le diera permiso cosa que accedió haciéndolo sonreír y darle un abrazo enorme antes de soltarla y bromearle- Suerte en la reunión lobuna, seguramente dejaras tanta marca como aquí -añadió entretenido sabiendo que Karime podría valerse perfectamente sola y esperaba que en verdad tuviese suerte en lo que pretendía. Tras eso se dispuso a comer mientras bromeaban un poco, el tenia muchas cosas que hacer y en ese tiempo esperaba poder realizar todas las posibles dentro de sus capacidades. Seria complicado lo sabía, como casi siempre pero no pensaba rendirse en sus planes, ademas con suerte no tendría problemas con cierto idrino. Pasaron un buen rato mas allí cenando y observando la fogata que Zmey había encendido con su fuego, no fue hasta bien entrada la noche finalmente abandonaron la playa. Tenia decidido empezar su entrenamiento ya seriamente a partir del día siguiente, tenia muchas cosas por hacer.

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La gente se acercó y se puso alrededor de la hoguera mientras cogían la comida para cenar. Vi a Skarog empezar a hacer su propia cena y la escena me puso un poco triste por dentro. <<Sé que no nos hablamos y demás, pero despreciar la comida de esa forma..... Si cocinara mal todavía>>.

Escuche las palabras de la libense y le deseé buena suerte en su misión. Acabamos la cena en cordialidad, apagamos el fuego, limpiamos lo que quedaba y nos dirigimos a casa por ese día.

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Shizel pasó buena parte de la tarde distraído con detalles nimios, preguntándose por ejemplo hasta dónde llegaba el control de las llamas de Zmey. Hablar con Saren sobre Idris y aquella tarde en blanco a orillas del mar le habían sumido de nuevo en cierta nostalgia de su casa, y por una vez empleó la mayor parte del tiempo en escuchar distraídamente en lugar de formar parte de las conversaciones.

Le alegró comprobar que Branniel se unía al grupo. Ya había aprendido a no hacer preguntas sobre cómo pasaba el tiempo cuando no estaba con ellos; intuyendo, de forma subyacente en el nublino, que fuese lo que fuese le entrañaba dificultades.

-Que tengas suerte- dijo con sinceridad al oír el anuncio de Karime-. Se te va a echar de menos.
"Más gente que se va..." La excursión de la libense no tenía nada que ver con los planes a largo plazo que él mismo albergaba, pero Shizel no pudo evitar que sus pensamientos circulasen de vuelta a ellos. Tenía la sensación, cada vez más fuerte, de que la estancia en Rocavarancolia había sido un tiempo muerto, unas vacaciones de verano que se habían alargado un año, y que tarde o temprano llegaría el momento en el que cada uno regresaría a casa y se olvidaría poco a poco de los demás.
Si lo analizaba, al fin y al cabo, era lo más lógico.

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-Tenemos lagos -fue su respuesta a la pregunta de Shiz, sonriendo distraidamente-; lagos fríos, y pozas termales escondidas, pero son aguas en las que poder nadar a fin de cuentas.
La conversación con el lacustre discurrió por caminos triviales, pero el skrýmir aprovechó para interesarse por lo que había estado haciendo el selkie, preguntándole acerca de sus tareas en la biblioteca y sobre si tenía intención de unirse a los entrenamientos con los demás cuando acabara su trabajo con Biblios. La respuesta de Saren no fue muy precisa, ya que no sabía cuanto tiempo le retendría el bibliotecario, pero prometió que se lo pensaría y que les diría algo cuando finalizara su contrato. Pasaron el tiempo nadando en paralelo a la costa, a una distancia de la orilla bastante mayor que la que alcanzaban sus compañeros, intercambiando historias hasta que el lacustre le preguntó sobre la cueva que había visto antes.
-Si, esa es -confirmó el chico, con la vista fija en el mimo punto que el otro idrino, observando como algunas figuras salían de ella apresuradamente y de distintas formas.

Siguió a su compañero hasta la orilla, alcanzando al resto de sus amigos y escuchando la historia sobre lo que había pasado. Un escalofrió recorrió la espalda del selkie cuando comprendió que podría haber quedado atrapado ahí abajo si se le hubiera ocurrido entrar. Eso no era así realmente, tanto Shiz como él podían aguantar la respiración durante un periodo de tiempo muy extenso, pero la irracionalidad fruto de su fobia a los espacios cerrados no le permitía pensar fríamente, por lo que no se le ocurría que quedarse atrapado en una cueva marina porque esta se llenara de agua no suponía un problema a corto plazo para él.
-Menos mal que estáis bien -fue lo único que comentó, sentándose junto a la hoguera y tratando de olvidar el asunto.

Bran se les unió poco después de que regresaran los expedicionarios, y el norteño le saludó con entusiasmo, hacía tiempo que no le veía y quería saber como le iba. Cenó junto a sus amigos, disfrutando de lo que quedaba de aquel día, y escuchó las noticias de K con atención, sin tratar de convencerla de lo contrario, resultaba inútil quitarle una idea de la cabeza. Se la iba a echar de menos, aunque si era justo, él tampoco iba a estar muy disponible debido su trabajo, por lo que apenas acusaría la falta de la libense.
-Espero que te sirva de mucho, Alfiletero, y procura no perderte en el camino de vuelta -le dijo con una sonrisa, continuando con la cena y riendo en compañía de sus compañeros hasta que la noche estuvo avanzada y llegó la hora de regresar a casa.

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En cuanto hubo promesa de comida, Zmey salió del agua y corrió hacia donde estaban los demás. Pilló todo cuanto pudo y más, y se sentó a comer a la sombra, con los pies enterrados en la cálida arena. Pensó en incluirse en algunas conversaciones, pero empezó a sentirse cada vez más fuera de lugar hasta que dejó de hablar y se limitó a escuchar a los demás y comer con algo de desgana. Los demás parecían tener buenas relaciones entre ellos. Los macieleros siempre habían sido un grupo más o menos unido y estaba claro que seguían siéndolo, y sus compañeros habían ido haciendo lazos por su cuenta. Alder estaba completamente integrada en el grupo de Maciel, y la veía bromear como no lo había hecho nunca con él, tal vez por el rango de edad que los separaba. << Karime es tan solo un año mayor que yo...>> pensó con amargura. Durante unos instantes hirvió de celos. La comida terminó y la mayor parte del grupo fue a una cueva cercana a explorar. Shizel y Saren se fueron a nadar, encargándole indirectamente el cuidado de Seon, que estaba dormida sobre la arena, a la sombra de la pared de roca de un acantilado. Zmey se sentó a su lado, le apartó el pelo de la cara, permaneció un buen rato observando su rostro dormido, deseando poder entrar en su cabeza, saber con qué soñaba, hablar con ella. << ¿Por qué me dejas solo?>> Llos demás tardaban en llegar, por lo que empezó a amontonar arena sobre las piernas de la soñadora, humedeciéndola para compactarla, endureciéndola con calor, y moldeándola formando una cola de pez. Una vez acabada, la remató con pequeñas llamaradas a temperatura muy alta para fundir la arena en cristal. Era bastante fácil con esa arena en particular. Llenó la cola con diminutas escamas de cristal, algo desiguales e irregulares, pero que quedaban vistosas de todas formas.

Había acabado su trabajo hacía rato cuando divisó a los demás que ya estaban de vuelta. No oyó la historia que traían de la cueva, pues se que directamente a reunir maderos para hacer una hoguera. Solo necesitó una chispa, y un pequeño empujón para levantar una hoguera decente. En la sombra donde había dejado a Seon no se distinguían las escamas de su cola, pero con la hoguera pudo percibir algunos destellos que el fuego le arrancaba. Sonrió para sí, con algo de tristeza. No se quedó a cenar, se despidió con una disculpa, poniendo el trabajo que el Consejo le tenía encargado como excusa, aunque le habría gustado quedarse hasta que saliese el sol. Pero no estaba cómodo allí, tendría que buscar otras formas de relacionarse que no inclueran a sus viejos compañeros.

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Seon entreabrió los ojos con un bostezo. Alder le miraba desde arriba con una sonrisa.
-Llevas toda la tarde como un lirón.
- Bueno, - se desperezó- he soñado con la playa.
Su atención se desvió entonces hacia las piernas, que notaba unidas y bajo la presión de arena. Era una cola de pez, con detalles de escamas en vidrio.  Soltó un un “ooh” largo, seguido de una sonrisa tierna, y alzó la mirada hacia Alder, y luego entre la multitud.
-Es cosa de Yrio, pero ya se ha ido.
-Me da cosa deshacerlo.- salió como pudo, destrozando solo lo imprescindible. Quedó el cascarón hueco de la cola, ligeramente derruido en torno a donde había estado la cintura. Aun pudo unirse  a la hoguera y a la charla que siguió hasta que todos se fueron a sus respectivos refugios, contando algunas de las cosas que había visto en sueños. Ka anunció su partida, levantando toda clase de protestas por parte de Alder. Siguió con su explicación, y Alder se rindió.
- No te quejes, si vuelves y ya he estrenado a todos tus chicos.

La noticia de Karime me sorprendió más de lo que preocupó. La chica podía cuidarse de sí misma, así que no me preocupaba que le pasase algo. Iba a echarla de menos, especialmente ahora que había decidido dejar de estar encerrado todo el día en el Templo. «Realmente es normal, ¿qué mejor forma de dominar la transformación que estando con los que son más parecidos a ella?» reflexioné algo apesadumbrado. Yo no tenía esa forma de pasar tiempo con otros trasgos, y de hecho ni siquiera sabía ni siquiera si había otros como yo en la ciudad.

—Buena suerte, te echaremos de menos.

No tardamos mucho en acabar despidiéndonos y volviendo cada uno al lugar donde ahora vivía. Yo fui con la única compañía de la Luna Roja en lo alto, algo menos malhumorado que cuando había llegado.

Sigue en el Templo de los suicidas abnegados.