Bahía de los Naufragios

Shizel pasó buena parte de la tarde distraído con detalles nimios, preguntándose por ejemplo hasta dónde llegaba el control de las llamas de Zmey. Hablar con Saren sobre Idris y aquella tarde en blanco a orillas del mar le habían sumido de nuevo en cierta nostalgia de su casa, y por una vez empleó la mayor parte del tiempo en escuchar distraídamente en lugar de formar parte de las conversaciones.

Le alegró comprobar que Branniel se unía al grupo. Ya había aprendido a no hacer preguntas sobre cómo pasaba el tiempo cuando no estaba con ellos; intuyendo, de forma subyacente en el nublino, que fuese lo que fuese le entrañaba dificultades.

-Que tengas suerte- dijo con sinceridad al oír el anuncio de Karime-. Se te va a echar de menos.
"Más gente que se va..." La excursión de la libense no tenía nada que ver con los planes a largo plazo que él mismo albergaba, pero Shizel no pudo evitar que sus pensamientos circulasen de vuelta a ellos. Tenía la sensación, cada vez más fuerte, de que la estancia en Rocavarancolia había sido un tiempo muerto, unas vacaciones de verano que se habían alargado un año, y que tarde o temprano llegaría el momento en el que cada uno regresaría a casa y se olvidaría poco a poco de los demás.
Si lo analizaba, al fin y al cabo, era lo más lógico.

Sigue en la Torre Serpentaria.

-Tenemos lagos -fue su respuesta a la pregunta de Shiz, sonriendo distraidamente-; lagos fríos, y pozas termales escondidas, pero son aguas en las que poder nadar a fin de cuentas.
La conversación con el lacustre discurrió por caminos triviales, pero el skrýmir aprovechó para interesarse por lo que había estado haciendo el selkie, preguntándole acerca de sus tareas en la biblioteca y sobre si tenía intención de unirse a los entrenamientos con los demás cuando acabara su trabajo con Biblios. La respuesta de Saren no fue muy precisa, ya que no sabía cuanto tiempo le retendría el bibliotecario, pero prometió que se lo pensaría y que les diría algo cuando finalizara su contrato. Pasaron el tiempo nadando en paralelo a la costa, a una distancia de la orilla bastante mayor que la que alcanzaban sus compañeros, intercambiando historias hasta que el lacustre le preguntó sobre la cueva que había visto antes.
-Si, esa es -confirmó el chico, con la vista fija en el mimo punto que el otro idrino, observando como algunas figuras salían de ella apresuradamente y de distintas formas.

Siguió a su compañero hasta la orilla, alcanzando al resto de sus amigos y escuchando la historia sobre lo que había pasado. Un escalofrió recorrió la espalda del selkie cuando comprendió que podría haber quedado atrapado ahí abajo si se le hubiera ocurrido entrar. Eso no era así realmente, tanto Shiz como él podían aguantar la respiración durante un periodo de tiempo muy extenso, pero la irracionalidad fruto de su fobia a los espacios cerrados no le permitía pensar fríamente, por lo que no se le ocurría que quedarse atrapado en una cueva marina porque esta se llenara de agua no suponía un problema a corto plazo para él.
-Menos mal que estáis bien -fue lo único que comentó, sentándose junto a la hoguera y tratando de olvidar el asunto.

Bran se les unió poco después de que regresaran los expedicionarios, y el norteño le saludó con entusiasmo, hacía tiempo que no le veía y quería saber como le iba. Cenó junto a sus amigos, disfrutando de lo que quedaba de aquel día, y escuchó las noticias de K con atención, sin tratar de convencerla de lo contrario, resultaba inútil quitarle una idea de la cabeza. Se la iba a echar de menos, aunque si era justo, él tampoco iba a estar muy disponible debido su trabajo, por lo que apenas acusaría la falta de la libense.
-Espero que te sirva de mucho, Alfiletero, y procura no perderte en el camino de vuelta -le dijo con una sonrisa, continuando con la cena y riendo en compañía de sus compañeros hasta que la noche estuvo avanzada y llegó la hora de regresar a casa.

Continúa en la Sede de los Taumaturgos.

En cuanto hubo promesa de comida, Zmey salió del agua y corrió hacia donde estaban los demás. Pilló todo cuanto pudo y más, y se sentó a comer a la sombra, con los pies enterrados en la cálida arena. Pensó en incluirse en algunas conversaciones, pero empezó a sentirse cada vez más fuera de lugar hasta que dejó de hablar y se limitó a escuchar a los demás y comer con algo de desgana. Los demás parecían tener buenas relaciones entre ellos. Los macieleros siempre habían sido un grupo más o menos unido y estaba claro que seguían siéndolo, y sus compañeros habían ido haciendo lazos por su cuenta. Alder estaba completamente integrada en el grupo de Maciel, y la veía bromear como no lo había hecho nunca con él, tal vez por el rango de edad que los separaba. << Karime es tan solo un año mayor que yo...>> pensó con amargura. Durante unos instantes hirvió de celos. La comida terminó y la mayor parte del grupo fue a una cueva cercana a explorar. Shizel y Saren se fueron a nadar, encargándole indirectamente el cuidado de Seon, que estaba dormida sobre la arena, a la sombra de la pared de roca de un acantilado. Zmey se sentó a su lado, le apartó el pelo de la cara, permaneció un buen rato observando su rostro dormido, deseando poder entrar en su cabeza, saber con qué soñaba, hablar con ella. << ¿Por qué me dejas solo?>> Llos demás tardaban en llegar, por lo que empezó a amontonar arena sobre las piernas de la soñadora, humedeciéndola para compactarla, endureciéndola con calor, y moldeándola formando una cola de pez. Una vez acabada, la remató con pequeñas llamaradas a temperatura muy alta para fundir la arena en cristal. Era bastante fácil con esa arena en particular. Llenó la cola con diminutas escamas de cristal, algo desiguales e irregulares, pero que quedaban vistosas de todas formas.

Había acabado su trabajo hacía rato cuando divisó a los demás que ya estaban de vuelta. No oyó la historia que traían de la cueva, pues se que directamente a reunir maderos para hacer una hoguera. Solo necesitó una chispa, y un pequeño empujón para levantar una hoguera decente. En la sombra donde había dejado a Seon no se distinguían las escamas de su cola, pero con la hoguera pudo percibir algunos destellos que el fuego le arrancaba. Sonrió para sí, con algo de tristeza. No se quedó a cenar, se despidió con una disculpa, poniendo el trabajo que el Consejo le tenía encargado como excusa, aunque le habría gustado quedarse hasta que saliese el sol. Pero no estaba cómodo allí, tendría que buscar otras formas de relacionarse que no inclueran a sus viejos compañeros.

Sigue en la Sede de los Taumaturgos.

Seon entreabrió los ojos con un bostezo. Alder le miraba desde arriba con una sonrisa.
-Llevas toda la tarde como un lirón.
- Bueno, - se desperezó- he soñado con la playa.
Su atención se desvió entonces hacia las piernas, que notaba unidas y bajo la presión de arena. Era una cola de pez, con detalles de escamas en vidrio.  Soltó un un “ooh” largo, seguido de una sonrisa tierna, y alzó la mirada hacia Alder, y luego entre la multitud.
-Es cosa de Yrio, pero ya se ha ido.
-Me da cosa deshacerlo.- salió como pudo, destrozando solo lo imprescindible. Quedó el cascarón hueco de la cola, ligeramente derruido en torno a donde había estado la cintura. Aun pudo unirse  a la hoguera y a la charla que siguió hasta que todos se fueron a sus respectivos refugios, contando algunas de las cosas que había visto en sueños. Ka anunció su partida, levantando toda clase de protestas por parte de Alder. Siguió con su explicación, y Alder se rindió.
- No te quejes, si vuelves y ya he estrenado a todos tus chicos.

La noticia de Karime me sorprendió más de lo que preocupó. La chica podía cuidarse de sí misma, así que no me preocupaba que le pasase algo. Iba a echarla de menos, especialmente ahora que había decidido dejar de estar encerrado todo el día en el Templo. «Realmente es normal, ¿qué mejor forma de dominar la transformación que estando con los que son más parecidos a ella?» reflexioné algo apesadumbrado. Yo no tenía esa forma de pasar tiempo con otros trasgos, y de hecho ni siquiera sabía ni siquiera si había otros como yo en la ciudad.

—Buena suerte, te echaremos de menos.

No tardamos mucho en acabar despidiéndonos y volviendo cada uno al lugar donde ahora vivía. Yo fui con la única compañía de la Luna Roja en lo alto, algo menos malhumorado que cuando había llegado.

Sigue en el Templo de los suicidas abnegados.

Las trozos de concha crujieron bajo los pies de Taro cuando probó a caminar tentativamente sobre la arena, y se agachó a mirarlas. Desde allí mismo volvió a alzar luego la mirada para contemplar la inmensidad ante él.
Había visto antes el mar, claro. En fotos.

Más allá de una excursión escolar a la que no había llegado a ir por no estar entre los más destacados, nunca había tenido razones justificadas ni el dinero necesarios para viajar a alguna ciudad central más cerca del litoral. Lo más cercano que había experimentado habían sido simulaciones 3D en clase, y por consiguiente era un poco raro estar allí sin oír al listillo de turno enumerando qué clase de climatología podía encontrarse ni qué fronteras había.

Más que la gran masa de agua, lo que más le llamaba la atención eran los barcos. Más que "retro" podían clasificarse como "antediluvianos", pero ahí residía su encanto. No parecían ser muy seguros para hacer maniobras, pero los que llevaban encallados más tiempo estaban más secos y disponían de más sitios trepables.
Le hizo un gesto de cabeza a Shaco señalándoselos.
-Luego nos podemos pasar.

Archime fotografío aquel suelo formado por trozos de restos marinos y cristales, tal y como comprobó tras agacharse y recoger un puñado. Lo siguiente que fue captado por la cámara de sus gafas fue la formación rocosa cuya estrecha cavidad parecía ser el único acceso a la playa que había tras ella. Su hocico le indicó que el olor de aquel lugar encajaba con las descripciones que conocía del mismo.

El flash que apareció instantáneamente cuando la visión del mar llegó hasta sus gafas, fue el precedente de la sensación de mareo que acompañó dicho avistamiento. El irrense se había acostumbrado al cielo abierto con el paso de los días, pero ello no previno que se viera sobrepasado por la inmensidad que se extendía ante sus ojos, provocando que tuviera que desviar, a desgana, la mirada hacia el suelo. Dirigió varias miradas de soslayo a aquella enorme extensión de agua que tan solo había contemplado mediante vídeos y fotografías.

Mientras en su cabeza se tramitaba el proceso de adaptación a la visión del océano, el irrense dirigió su mirada hacia los primitivos y desgastados barcos cuyos restos flotaban sobre la superficie del mar o descansaban entre los cristales de la playa como si aquel lugar se hubiera empeñado en ejercer de cementerio náutico. Resultaba evidente “bahía de los Naufragios” no había sido el resultado una mera cuestión estética por parte de quien la hubiese bautizado.

La propuesta de Taro, aunque sabía que no iba dirigida a él, captó su atención enseguida, ya que había comenzado a preguntarse qué clase de restos se podrían encontrar dentro de aquellos navíos. Era evidente que Rocavarancolia en la actualidad no recibía suministros por mar de ningún tipo, o probablemente se trataría del puerto peor cuidado y más ineficaz existente en cualquiera de los mundos.

Tras un trayecto bastante largo siguiendo el mapa pudieron apreciar un cielo abierto, sin montañas de fondo ni edificios más altos. Solo faltaba atravesar una abertura entre rocas, a la sombra de lo que hacía rato que podían identificar como unos acantilados. El acceso era pedregoso y algo complicado de transitar, por eso Cío llevaba la vista puesta en sus pies y no la levantó hasta que lo que pisaba pasó a ser arena gruesa y brillante. Entonces supo lo poco fieles que podían llegar a ser las fotografías. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral al contemplar aquella inmensidad que se perdía aún más allá del horizonte. La bahía estaba hecha una porquería, pero aquello no conseguía empañar del todo el momento. Se dejó caer a los pocos pasos sobre la arena, sentándose con la cabeza apoyada en las rodillas. Se había quedado sin palabras, pero tampoco era necesario que dijese ninguna. Tenía demasiado por abarcar con la vista.

A pesar de que los barcos naufragados eran molestos para apreciar la inmensidad del océano, terminó encontrando entretenido también mirarlos. Eran tan variopintos y tantos que bien podrían haber venido cada uno de un mundo diferente y de un tiempo diferente. Los había más modernos, más arcaicos, en mejor y en peor estado. Si tuviera la más remota idea de cómo se podía llevar un barco, le encantaría conseguir uno como fuera y ver lo que había más allá de aquella bahía. Tener delante aquello y pensar en todo lo que había vivido lejos de su mundo lo hizo reflexionar acerca de lo que se perdían los irrenses solo por vivir del modo en que lo hacían. Le parecía incluso triste. No sabía cómo reaccionaría a tener que volver a vivir bajo tierra, pero tarde o temprano tendría que elegir, y ninguna de las opciones era perfecta.

Cío se aferró a sus propias piernas y se mecía suavemente con cada embestida de brisa, que traía olor a salitre y algún que otro grano de arenisca. Estaba silencioso y se sentía en paz, hasta que se le metió un poco de arena en los ojos y empezó a maldecir en voz alta mientras se los frotaba.

Apenas estuvieron en la playa, Xalk echó a correr por delante del resto, curioso como de costumbre.
Se había apuntado a la salida con pocos ánimos, principalmente porque la situación seguía tensa, pero tras recibir respuesta afirmativa su alegría había ido aumentando poco a poco. Hasta le habían devuelto las armas.

Enseguida llegó a la costa, pero no llegó a tocar el agua. En su lugar comenzó a curiosear todas y cada una de las embarcaciones que pudo ver, preguntándose de quienes podrían haber sido, o si alguna habría llevado exploradores.

Sin embargo, su vistazo aleatorio por las diferentes embarcaciones terminó de golpe en una de ellas. 
Era vieja, muy vieja. De hecho ni siquiera tenía alas, pero como piloto que era, Xalkoth reconoció el diseño: Un navío clinger.
Aunque su casco era similar al de cualquier navío de madera, era mucho más estrecho y alargado, con unas proporciones similares a las de una canoa, pero mucho más grande y con varias cubiertas, o al menos así habría sido en sus días de gloria, ya que ahora faltaba la mitad, que seguramente se la habría llevado el océano tiempo atrás.
El clinger no dijo nada. Simplemente se dirigió hacia allí en linea recta y con claras intenciones de entrar a curiosear.

El aprendiz marchaba armoniosamente junto a los demás, bõ al hombro, escudo a la espalda y tarareando otra canción suya. Su destino era la playa y aquello habia llenado de excitación al energético ruso. Cierto era que deseaba que los que se habian quedado en el torreón les hubieran acompañado en aquel día, pero de todas formas, estaba más que animado para aquel dia de picnic en la playa.

Para cuando llegaron, el ruso se quedó boquiabierto. Aunque era ligeramente tétrico y la arena parecia muy afilada para ser cómoda, el agua era el agua y al ver la extensión del mar delante de sus ojos, se quedó callado unos instantes antes de explotar con un grito de júbilo y un salto, batiendo el puño en el aire.
-¡EL MAR!-exclamó.

Para cuando Taro le dijo de ir a visitar los barcos, el joven ruso estaba muy centrado en otra tarea como para contestarle. Se encontraba a mitad de desnudarse. Habia clavado el bõ y el escudo en la arena y, usandolos de percha, comenzó a quitarse ropa, primero la camiseta, despues los pantalones, zapatillas, calcetines y bufanda, que colocó con especial cuidado junto a las demás prendas. Al instante, podian apreciarse dos cosas para loq que se fijasen. La primera, una enormes cicatrices paralelas que discurrian en su pecho hasta llegar al hombro, y la segunda, un colgante de cuerda algo rudimentaria en la que habia colgando lo que parecia una pequeña mano cercenada, posiblemente de mono. Colocó esta tambien delicadamente junto a la bufanda, casi relgiosamente, se retiró de la pila dando pasos hacia atrás y, como si hubiesen accionado un resorte, soltó otro grito de júbilo y echó a correr hacia el mar, tan solo vestido con unos boxer negros con una marca de Batman y sus gafas.
Chapoteando mientras corria, se zambuyó de cabeza y comenzó a palmear el agua a su alrededor. Haciendo señas a los demás para que se unieran, les gritó, invitandoles.
-¡Venid, rápido! ¡El agua no está fría!-aseguró, aunque quizás su umbral de temperatura diferenciaba bastante de el de los demás. Y entonces comenzó a pegar sonoras risotadas mientras nadaba y se sumergia torpemente, jugando con el agua.

Tras un largo rato de haberse emergido, salió a la superficie tan solo con la punta de su cabeza, lo justo para ver que estaban haciendo en la playa y entonces, un gruñidó que afloró como burbujas a la superficie fue lo único inteligible que dijo el aprendiz. Parecia observar a Ri con un aire de impaciencia.

>> Cuanto tiempo está tardando en cambiarse al bañador... Bastante que no ha venido Keiria Knightley. Un día de playa no es día de playa sin bikini shots -3-

El paisaje dejó en silencio a la mayoría. Nero solo habló para señalar que “tenía entendido que el mar era algo más azul que gris, pero será otra de esas peculiaridades de esta bonita ciudad”. Ri escuchó de refilón a Taro preguntar a Shaco por los barcos, pero no solo no estaba incluida en la propuesta, no sentía verdadero interés. Se sentía intimidada por lo vasto del paisaje y la luz pálida del día. En esas condiciones, explorar cosas a medio  destruir se le antojaba más tenebroso que divertido. El humano procedió a desnudarse y se lanzó contra el agua. Decían que el mar era un tipo de syv salado muy parecido al agua e imposible de beber, que estaba en lagos cuyas orillas no se veían. Ri se encontró a si misma dudando si entraba. Al fin y al cabo ella había propuesto aquello solo para ver el mar. Nero había empezado a desnudarse a pesar de que la temperatura de la ciudad no invitaba a ello, y le hizo un gesto con la cabeza.

- No voy a mojar la ropa.-  Lo único que su edeel se había quitado era la camisa. Ri en cambio se deshizo de todo, quedando en ropa interior. El pecho estaba completamente vendado. La albina dejó las prendas dobladas sobre la arena y se acercó al agua. Se arrepintió en cuanto la primera ola tocó sus pies. Estaba tan fría como los baños en el torreón, y no es que ella estuviese acalorada.  El orgullo le impedía retroceder ahora que se había desnudado, y cerró  los ojos antes de avanzar unos pasos hacia dentro. Quizás por eso no vio venir el tirón de Nero y la desequilibró lo suficiente como para caer contra el agua. Salió con evidente indignación, y salpicó la cara de su edeel como protesta, que solo se reía.

El aprendiz se quedó de piedra al comprobar de Nero y Ri habian decidido apuntarse al baño, pero sobretodo cuando Ri se quitó gran parte de la ropa para revelar que usaba unas vendas a modo de sujetador.

>> Ah si... Las vendas... El sujetador de la naturaleza. *asiente* (ﾉ◕ヮ◕)ﾉ*:･ﾟ✧
>> Ajam...

>> Además, si mis ojos no me engañan, creo que puedo imaginar la talla. No es muy grande, pero, como se dice "¡Los pechos pequeños dan estatus!" y no como esos falsas tablas de planchar como Mora ¬_¬ ... La personalidad de tsundere-pettanko la va que ni quelada
>> No creo yo que "pecho pequeño" sea lo que se acomode más a la chica. Más bien diria que son modestos.

>> ¿Modestos como en "Son capullos inmaduros que esconden los pétalos de una bella flor a los que todavia queda por florecer"?
>> Hmm... Tampoco. No creo que a la chica le quede mucho por crecer de todas formas. Me extrañaria vamos.

>> Entonces, ¿qué hay de "Ninguna mujer es fea si se la mira por donde mea"? Juraria que esa frase rimaba pero bueno
>> Basto, pero adecuado según la ocasión. Por cierto, ¿de donde has sacado esa expresión?

>>La vi en un foro español... forocoches creo que se llamaba...
>> ...olé...

Pero entonces el joven ruso fue consciente que en mitad de sus fantasias y debates internos, se habia dejado llevar por la marea y si seguia así se internaria en mar abierto. Nadando con fuerza, batiendo las piernas a gran velocidad, logró vencer a la corriente y acercarse a la playa. Escurriendose entre el cambiante oleaje y sumergiendose en los últimos metros del trayecto, se consiguió colar detrás de Nero y Ri que ya habian empezado a salpicarse entre ellos, para emerger de un salto y abrirse de brazos, volviendose a precipitar contra la superficie del agua con todo su menudo cuerpo extendido para lograr un mayor chapoteo y, en el escaso segundo en el que estaba suspendido en el aire, gritó, por encima de sus pulmones usando una voz grutural y grave.
-¡WAIIIIILOOOOOOOORD!-

Cuando consiguió adaptarse moderadamente a la visión del mar, Archime permaneció unos minutos como extasiado, contemplando el horizonte que no parecía tener fin. Pero desde luego que lo tendría y lo que estaba tratando de imaginar el irrense en su cabeza, era qué había al otro lado. Los barcos allí naufragados eran tan dispares que cabía suponer que co-existía una diversidad considerable en el mundo al que pertenecía Rocavarancolia. Le llamó la atención el hecho de que Shaco y los sinhadres se metiesen en el agua sin dudarlo. Primero porque en Irraria casi nadie sabía nadar. Segundo porque estaba bastante seguro del potencial peligro que escondían aquellas aguas. Si no advirtió a sus compañeros fue porque para que le oyeran debía realizar dos cosas: acercarse al mar, lo cual no entraba en sus planes por el momento, y alzar considerablemente la voz para hacerse oír, lo que no se veía capaz de llevar a cabo. Confiando en que otro velaría por los intereses del grupo o en su defecto que le avisarían si surgía algún problema, se vio inmediatamente interesado en la exploración de Xalkoth, a quien siguió al interior de aquella estrecha embarcación.

El interior estaba casi tan castigado como el exterior y el casco contenía unos centímetros de agua. Por suerte solo era eso, o el irrense no habría pasado del hueco por el que habían accedido al barco. Se adentró prudentemente al principio, pero deseando explorar aquella curiosa embarcación. Vio al fondo un panel de mandos que supuso que formaría parte de la sala de control del navío y quiso acercarse a curiosear. Sin embargo, en lugar de eso, pegó un bote que casi le hace perder el equilibrio al notar como algo le había agarrado el tobillo desde debajo del agua. No le duró demasiado el susto pues enseguida vio que se trataba del esqueleto de una mano. Compuso una leve expresión de frustración y se subió las gafas para después agacharse y apartar el madero que cubría el resto del esqueleto dueño de aquella mano. Tras analizarlo unos instantes, notó que no se trataba de los restos de un mamífero. La forma de aquellos huesos, no obstante, le resultaba vagamente familiar…

Tal vez no se hubiera dado cuenta de la similitud si no lo tuviera justo enfrente, pero el biomecánico se acercó al insecto para posteriormente señalarle su hallazgo.
—Xalkoth, ¿ese esqueleto podría pertenecer a un clinger?

Xalkoth accedió al interior de la nave entrando por un agujero, uno de los muchos que seguramente habría por todas partes.
Si el exterior ya se encontraba en unas condiciones lamentables el interior todavía más. El agua se había filtrado por varios puntos, y la sala de control, que normalmente estaría en la cubierta superior, se había hundido hasta acabar en la cubierta intermedia, en la que estaban ahora.
Emocionado, el clinger estaba a punto de entrar a verla, cuando escuchó la pregunta de Archi. Ni siquiera se había fijado en que alguien le hubiera seguido, así que descubrir al irrense dentro le pilló por sorpresa. Sin embargo no tardó en responder.
-Si, lo es. Aunque tampoco es tan raro. Esta es una nave clinger después de todo-

En otras circunstancias la conversación habría terminado así, pero el insecto estaba emocionado y muerto de ganas de contarle cosas del lugar. -¡Ven anda!- Sin darle tiempo a reaccionar agarró al chico por un brazo y tiró de él hasta llevarle a la cabina, o lo que quedaba de ella.

-No queda mucho de la nave, las alas ya no están, y muchas salas se han hundido o hecho pedazos sin más, pero la cabina parece estar entera, más o menos. ¿Sabes? Yo soy piloto, y manejaba una de estas. Justo en medio de ese montón de palancas estaba la brújula, y a la derecha el altímetro. No logro encontrar el botón de encendido, pero tampoco creo que fuera a responder. Aun en el caso de que el motor funcionara las alas ya no están así que... ¡Oh! ¿Hay algo en concreto que te interese saber? ¡Pregunta lo que quieras! Por ejemplo allí...- Y así seguiría un buen rato a menos que lo interrumpieran o le preguntaran algo.

A Archime no le sorprendió escuchar que se trataba de una nave clinger, teniendo en cuenta que el esqueleto pertenecía a uno de los de la especie de Xalkoth, pero sí se comenzó a plantear como había llegado hasta allí dicha embarcación. Hasta que lo que sí le sorprendió interrumpió su hilo de pensamientos al verse arrastrado por el insecto al lugar que había querido acercarse inicialmente.

El biomecánico analizó los restos del puente de mando tratando de figurarse para qué servía cada cosa, aunque se planteó el preguntárselo directamente al clinger cuando supo que este era piloto de aquellas embarcaciones. No obstante, Xalkoth continuó hablando con entusiasmo y le interesaba lo que le decía, hasta que mencionó las alas y algo encajó en la mente del irrense.
—¿Estos navíos son voladores? —inquirió interrumpiendo finalmente la perorata del clinger—. En tal caso quizás haya llegado hasta aquí a través de los portales entre mundos por los que se dice que nos traen a los cosechados… —teorizó en voz alta. Si tenían alas, el misterio de encontrar un vestigio de otro mundo tan inusual como aquel en Rocavarancolia cobraba cierto sentido—. Imagino que la forma inusual para una embarcación se debe a la aerodinámica —dijo aprovechando el ofrecimiento del clinger a proporcionar más datos.

Archime ni siquiera se planteó esta ocasión por qué había compartido aquellas elucubraciones con el clinger ya que se encontraba absorto en la exploración del barco. Mientras Xalkoth le respondía, el irrense examinó los alrededores de aquella sala de control y descubrió una especie de semicírculo de madera curvado el cual recogió del suelo. Al hacerlo, otro objeto cayó de su interior, produciendo un leve eco metálico sobre la madera podrida. El ingeniero también lo recogió y lo examinó. Se trataba de una primitiva brújula magnética de mano. Con el metal muy desgastado y el pivote de la aguja aparentemente desajustado, pero podía repararse fácilmente. Cosa que sin duda pensaba hacer en cuanto volviesen al torreón. El irrense dio vueltas a ambos objetos en las manos, comenzando a preguntarse a qué habría pertenecido aquel trozo de madera, pues si estaba tallado habría tenido algún propósito.

A Taro no le hacía especial ilusión nadar. Sólo lo había hecho en educación física y su capacidad llegaba para chapotear sin ninguna clase de estilo de un lado a otro de la piscina. Lo suficiente para no ahogarse y para ir a una velocidad decente, pero ya.
"Ni de coña", pensó cuando los sinhadres empezaron a desvestirse. "Hace demasiada rasca hoy." El carabés había vivido toda su vida bajo una cúpula climatizante y la temperatura fresca de Rocavarancolia le parecía demasiado acusada, sobre todo para meterse en el agua.

En un principio se quedó con Cío en la orilla, rebuscando en la cesta que habían traído en busca de algo que le despertase el apetito. Ninguno de los dos era del tipo parlanchín, de modo que la mirada de cada cual vagó en silencio por donde más le interesaba: uno el mar, el otro los barcos.

Ningún navío parecía ser carabés, y si lo había hacía tiempo que ya no era reconocible. A Taro le llamó la atención inmediatamente una embarcación de pequeña envergadura, que no parecía haber sido concebida para largas distancias. O más bien no atrajo su interés la barcaza en sí, sino un mástil bajo que permanecía contra todo pronóstico en bastantes buenas condiciones.

Con un gesto de cabeza al irrense para avisar de adónde iba, Taro fue sorteando con cuidado los escollos que llevaban a la cubierta principal del navío. Procuró recorrer ésta en el menor número de pasos posible, ya que no parecía muy estable. Una vez llegó al pie del mástil pudo comprobar que todo éste estaba tallado con muescas y dibujos. El valor artístico de éstos poco le interesaba a Taro, quien sólo se quedó con que le facilitarían el agarre. "Estupendo."
Se había llevado un bollo irrense para comer arriba. A falta de bolsillos Taro lo sujetó con los dientes para tener las manos libres y empezó a trepar.

Ya le empezaba a faltar el aliento cuando llegó a la cofa. Se encaramó a la baranda y saltó dentro en dos precisos movimientos, y desde allí volvió a otear la playa. Terminó de dar el mordisco al bollo y empezó a masticarlo con tranquilidad allí arriba.

[Tak no estaba para confirmar, si me he colado en algo editadme si no estoy]

Después de que Shaco se lanzase entre ambos, salpicando con todo su cuerpo, Anriel decidió que había sido suficiente. Al girar el rostro no terminó de localizar a la mayoría del grupo y salió del agua directa a su ropa. Cuando   ya la tenía entre las manos se  dio cuenta de que Nero estaba a su lado.

- Tiemblas como un flan.- Nero chorreaba agua y tenía la tela del pantalón pegada a la pierna. No recibió respuesta por parte de su aurva, que solo le miró fijamente unos instantes, sin detener la tiritona.  Anriel estaba en proceso de maldecir  a todos sus parientes, y a los de Shaco, para pasar a insultar a aquel syv helado y luego a sí misma. La tela de la camisa de Nero pasó a cubrir toda su cara, mientras el edeel restregaba esta para secarle.  Después de la brusquedad inicial,  soltó la camisa sobre sus manos.- Vistete o cogeras frío, pero no lo hagas cuando aun estás mojada.
-Tu también necesitarías secarte.
- Y una manta. Pero la vida es cruel.- dijo torciendo las comisuras. Anriel decidió no desaprovechar el gesto de su pareja  y se secó a consciencia antes de ponerse encima la ropa. El frío le había entrado en el cuerpo y no se marchó por aquello.  Al menos no corría mucho viento, y tenía la cabeza seca.
-¿ Donde están?


[A tak, too: si Cio no se ha ido tambien, puedes entender que esa ultima pregunta es para el, si no, queda como una para nero]