Sueño de Caillech

En el Torreón Letargo se notaba un ambiente cálido. Las antorchas mágicas parecían brillar con más fuerza y la comida llenaba la mesa. Habían vuelto de una expedición que Caillech había guiado diligentemente, y aquel día las cestas llevaban el doble de víveres.
Noel le acercó una pata de algún artrópodo, y Alicia estaba encendiendo algunas velas más con magia y calentando una gruesa pieza de carne grasienta mientras Giz la hacía levitar e interceptaba con magia todas las gotas de grasa que pudieran caer sobre el mantel. Mánia estaba sentada frente a ella y miraba hacia algún punto de una ventana cuya visibilidad las hiedras tapaban casi por completo.
Un murciélago flamígero volaba por las cercanías, aunque sin acercarse mucho. Por todo lo demás, el silencio era apacible.
Alguien había dibujado un símbolo mágico en una servilleta medio doblada en una lejana esquina de la mesa, y también había un ramo de hierbajos junto a una vela en un intento de decoración no demasiado estrepitosamente fracasado.

Había sido un buen día y una mejor recolecta de alimentos. Llevé al grupo a la cicatriz monstruosa sin ningún incidente extraño y habíamos vuelto con las manos a revosar de comida. Si mis cálculos no eran erroneos teníamos comida de sobra para no hacer espediciones en los días que viene y hacer algo más pero ¿qué? Yo no era una especialista en eso del tiempo libre. Jamás lo había tenido, siempre tenía algo que hacer en el desierto para llegar a sobrevivir. Y ahora, parecía que tenía un poco de ello, pero ninguna idea de como emplearlo. Podía emplearlo para entrenar, pero meter más horas de las que ya metía no sería saludable.

Miré a mi alrededor, a mis compañeros de Torreón, para ver lo que ellos hacían. Parecían tranquilos. Iba a ir a donde ellos para ver si me ayudaban a hacer unos muñecos de entrenamiento que me fije lo que estaban haciendo. Magia. Volví a mirar el torreón, y vi cosas que no me había fijado anteriormente. Allí donde mirase veía magia, una magia que me estaba vetado, una magia que se encontraba alardeando ante mis narices.

Y yo que creía que había superado esto... solo se había agazapado en una esquina, esperando al detonante adecuado. El cual se presentó en aquellos momentos. Apreté duramente las manos a los costados. No perdería el control, no lo haría. Era mejor que Sezk, maldita sea, era mucho mejor que él. No enloquecería por esto. No y no.

Me volví de espaldas a ellos y me fui al patio trasero, esperando poder escapar de la magia por un momento, para poder tranquilizarme lo suficiente. Esta no era yo, yo era más relajada, yo no perdía tan fácil el control, yo... solo me había tomado con la guardia baja, eso era, solo eso. Ahora debranquilizarme. Cerré los ojos y empecé con ejercicios de relajación.

- Inspira, expira. Inspira, expira. - me decía a mi misma en murmullos apenas audibles.

Eso es tranquilidad. Eso es lo que yo necesitaba. Olvidar la magia. No me haría más que daño a misma de otro modo. Algo que yo deseaba que no ocurriera. Pero, a decir verdad, con cada ejercicio de relajación, me sentía mucho mejor, más yo. Volvía a estar en paz. Solo era cuestión de ignorar la magia, así podría seguir adelante. Siempre había coseguido avanzar y ahora no sería la magia quien me lo impediría. No señor.

Una mano se posó sobre mi hombro. Solo precisé oler su fragancia para saber de quien se trataba, Mania. Para este entonces era capaz de diferenciarlos a todos sin abrir los ojos, solo empleando mi querido nariz. La pequeña quería que entrase, según luego me indicó Noel, porque tenían problemas con una bolsa que, ni con su preciosa magia, podían lograr abrirla. Todos sus esfuerzos habían caido en saco roto. Y ahora venían a mi, preguntándome si yo sería capaz de hacer algo.

- Puedo intentarlo, no os prometo nada, solo que lo intentaré - les dije mientras cogía la bolsa y empezaba a analizarlo para ver la mejor acción para poder abrirlo.

Lo primero que pensé fue en emplear mi espada, pero oyendo que las cuchillas afiladas no habían servido para nada comencé a manipular los nudillos, ya sea empleando mis dedos para liberarlo o mis uñas y dientes para romperlo. Quería abrirlo, lo deseaba. No solo porque ellos me lo habían pedido, que también, sino por mi naturaleza curiosa y por demostrarme a mi misma que, aunque no tuviese magia, podía hacer cosas impresionantes sin la ayuda de esta. No necesitaba nada, solo a mi misma y mis habilidades. Esa era yo, lo demostraría.

¡Si! Yo, Caillech, la desterrada Asreniana, había logrado lo que la magia o los esfuerzos de los demás había sido incapaz de hacer, crear un agujero con mis caninos. Bien por mi. Era útil, a pesar de estar sin magia seguía podiendo hacer cosas que no estaban al alcance de otros. Puede que fuera una pequeña cosa lo que yo había hecho allí, pero para mi fue grande. Fue una demostración para mi misma, una demostración que me dejaba claro que no necesitaba a la magia, que mis propias habilidades eran más que suficientes. Estaba extasiada, estaba contenta, estaba...

Los demás empezaron a agrandar el agujero que mis dientes había creado en aquella bolsa para descubrir su contenido. Con mi fascinación por aquella pequeña victoria me había olvidado de mi curiosidad inicial, pero ahora, siendo consciente de lo cerca que estábamos de conseguir descubrirlo volvía a resurguir.

Yo esperaba ver esas piedras magicas que les facilitaba a los demás hacer magia o algo por el estilo, pero esto... Lo que vi en su interior me dejó con la boca abierta. ¡En su interior había muchos nasen! Empezaba a alargar la mano para sacar a todas esas almas y liberarlos en el jardin cuando vi como empezaban a devorarlos los demás. Estaban comiendo nasens, a diestro y siniestro, estaban comiendo almas. Unas almas que les daban habilidades magicas a quienes los comiera. Hasta Noel había conseguido crear una luz mágica que se asemejaba sospechosamente a Nasandra.

En mi mente nunca hubo vacilación, nunca dudé lo que debía hacer. No importaba la magia que podría conseguir, no importaba el poder, solo importaba el destino de esas almas y el hecho de que no quería que a la mia le sucediese lo mismo. Cogí la bolsa de sus manos y de un manotazo liberé los nasen de sus glotones dedos. Me puse en guardia mientras comenzaba a caminar hacia el jardin para liberarlos en él. Mi mano se había posado en mi empuñadura a modo de intimidación.

- No os permitiré comeros más nasen. No os permitiré volveros como los Ranta, sois mejores que ellos, recordad - les decía mientras daba un paso atras, no quería darles la espalda por seacaso -. Liberaré estas almas y nos olvidaremos de todo esto, ¿estamos? Y por favor, no hagais nada estúpido, no quiero dañaros.

Estaba horrorizada. No había otra palabra que pudiese describir lo que sentí al ver sus ojos. No era porque tuviese miedo de mis compañeros, sino que ya no lo parecían. Parecía que al consumir cada vez más nasen habían matado a las personas bondadosas que yo había logrado ver esos días, para dejar en ellos al mando bestias sin escrúpulos y hambrientos cuyo único objetivo era meterse más nasen entre pecho y espalda. Realmente sus miradas parecían más similares a un Ranta o a uno de esos seres que nos habían atacado que a ellos mismo.

Aún así yo había mantenido la esperanza que hubiese algún resquicio de cordura en ellos, una que les permitiese dejarme marchar y hacer lo que se debía. Me había equivocado. Estaban consumidos por el poder que les ofrecía el nasen, un poder que los había controlado y que quería crecer. No importaba los medios para tal fin y, si para ello debían dañar a la que una vez fue su amiga, tampoco impotaba.

Así fue como Mánia, presa de aquella locura, me arrebató la bolsa rasgandola en el proceso. ¿De verdad había tantos nasen en su interior? Parecía imposible, pero no tenía tiempo de seguir pensando en pequeñeces así. ¡Estaban deborando todo los nasen que pillaban! A este paso no habría alma que salvar, todos los nasen habrían desaparecido. Estaba en una situación comprometida, ¿qué debía hacer? ¿Proter las nasen teniendo que herir, puede que matar también a mis amigos, o dejarles continuar esa matanza perdiendolos así para siempre por la locura de un poder que los convertiría en bestias sin razón? En ambas situaciones salía perdiendo. ¿Qué tenía que hacer?

- Lo siento - susurré cabizbaja mientras cogía el arco. - Creedme, es lo mejor. - les dije intentando convencerme a mi misma en el proceso.

Intenté recordar cada hora de entrenamiento y actué.

Empecé a lanzarles flechas para incapacitarlos hasta que terminé mi munición, en todo momento esquivando sus ataques lo mejor que podía escondiendome tras el moviliario, aunque algunos me alcanzaron. Al ocurrir eso tiré a su alrededor los clavos que había pillado el segundo día que pasé aqui, pensando en una situación como esta, para que retenerlos un poco. La carne humana era débil, eso podría funcionar con ellos, aunque dudaba que en Giz lo hiciese. Al fin y al cabo era un asreniano y nuestra piel era más dura. Saqué mi espada dispuesta a defender a los nasen y a ellos mismos de su locura, mientras me decía que esto era lo correcto, que estaba actuando como debía.

Solo esperaba estar en lo correcto, de verdad que lo esperaba...

Nada funcionaba. Todos mis esfuerzos para incapacitarlos se veían frustrados, mientras que ellos no paraban de atacarme. Mis flechas eran quebradas y desviadas por su magia, mi espada se rompía a cada estocada que daba. Esto iba muy mal. En esa situación no aguantaría mucho más. Mi mirada se trasladó a un nasen. Sabía de una forma de hacerles frente, pero mis principios no me permitían llevarlo acabo. Me preguntaba una y otra vez la misma pregunta: ¿Sería capaz de comer aquello que yo deseaba proteger, aunque fuese uno solo de ellos, solo para proteger a los otros nasen y a mis compañeros? ¿o de lo contrario mantendría todo aquello en lo que creía, confiando unicamente en mi propio poder, aunque ello conllevara seguramente mi muerte? Ya sabía la respuesta.

Era irónico pensar que momentos antes, antes de que esta locura se desatase, yo había querido conseguir el poder suficiente para hacer magia a cualquier precio, y su aunsencia me había dañado. Pero ahora, en frente de mis narices, se encontraba aquello que podría darme lo que había creíado que quería y yo me negaba a cogerlo. Todo lo contrario, yo deseaba dejarlo en libertad, dejar en libertad lo que sería seguramente mi única oportunidad de conseguirlo. No me importó, si aquello era el costo no lo deseaba. Prefería ser yo, una yo sin poderes, que una yo diferente que había sido consumida por ese poder que ansiaba.

Entonces me percaté de algo. El ataque mágico había finalizado. Yo sabía que la magia no era ilimitada, que en algún momento se gastaba, pero no había estado muy segura de si con consumir los nasem seguirían poseyendo esas limitaciones o no. Parecía que por una vez en este día la suerte jugaba a mi favor. Debía apresurarme a dejarlos fuera de combate si quería aprovechar esta oportunidad. No volvería a aparecer seguramente en un tiempo, pues ellos volvian a avalanzarse sobre su sustento magico.

Pero como no, todo el bien biene acompañado por su porción de mal, en este caso bajo la forma de mi peor y más odiado enemigo, Sezk. Él no lo dudo, no queriendome dar oportunidad de ir por los demás. Parecía que los otros no eran los únicos que hoy se habían alimentado de nasem. Tuve que sacar mis dos dagas, la de piedra también. Fue una pelea muy dura. Aunque yo fuese mejor que él en el manejo de las armas, él tenía la magia para equilibrar la balanza. Si quería salir con vida debía jugar sucio, no había lugar para un combate justo en este momento. Con mi mano cogí polvo y astillas del suelo y se lo tiré a los ojos cegandolo y desconcertandolo momentaneamente, no se lo esperaba. Era lo que yo necesitaba. Sin ninguna vacilación le clavé mi daga en donde, según mi libro, debía de estar el corazón.

- Puede que no me agrade la idea de matar o dañar a los demás, pero a ti... es una historia diferente - le dije antes de avalanzarme, no sin cierto dolor por las heridas que ya tenía, tras sacar mi arma hacia mis amigos.

La primera que encontré fue Mánia en mi camino, quien ya había comenzado con su comida. Le di un duro puntapié en la sien derecha, con la fuerza suficiente como para dejarla incosciente por unos momentos sin matarla. El siguiente fue Noel, quien se encontraba cerca de ella. Él se percató de los que le había hecho a ella y empezaba a levantarse para ir a por mi. No le di la oportunidad, le hice dos cortes suficientemente limpios en los brazos para cortar los tendones de allí. No moriría, pero tampoco podría utilizar las manos para atacarme.

- Lo siento - parecía que aquello se había vuelto mi palabra del día.

Al hacerme cargo de los que más cerca de mi estaba me volví hacia los otros para hacer lo mismo que les había hecho a estos dos.