Plaza de los Colaespina

La cara de Rena es un poema. Sus compañeros estaban espantando a los encapuchados como quien espanta moscas, era algo surrealista.

La escena de las ratas le revolvió el estómago, los chillidos de las crías le taladraban los oídos, y seguramente soñaría con ellos esa noche. Se acercó a la cría que había salido de su madriguera y, algo reticente, comprobó que efectivamente había muerto. Hizo una mueca, se habían librado de las ratas, pero no se sentía mucho mejor. Se levantó para recoger las cestas y recolocarse el escudo.

-Ahora sí, nos vamos, ya hablaremos de esto en el torreón.

Su tono no aceptaba réplica, ella volvería a Letargo la siguieran o no.



Sigue en el Torreón Letargo

Milo estuvo inconsciente durante unos segundos, pero cuando volvió en sí el rostro borroso de Rox flotaba por encima suyo. La coreana intentaba sonreír, pero solo acertaba a esbozar una mueca, y su expresión logró arrancarle una débil carcajada al irrense.
—Si tuerces tanto la boca se te va a dar la vuelta —comentó, haciendo una observación sin mucho sentido mientras trataba de incorporarse sin resultado—. Necesito… —empezó a pedir mientras su compañera rebuscaba en sus bolsillos, pero cuando ella misma dio con el bollo se calló y le dio un bocado al mismo, evitando por muy poco morder los dedos de la medio australiana.

El hacker empezó a notar el efecto del azúcar de inmediato, pues su visión empezó a despejarse, pero aún tardó unos minutos en sentirse con fuerzas para ponerse de pie. El mareo remitía poco a poco, pero la sensación de debilidad no se terminaba de ir, y ahora que era consciente del todo de su estado empezaba a sentirse incómodo. No sabía que le había hecho exactamente aquel encapuchado, pero estaba seguro de que el desmayo se debía a su enfermedad, y nunca le había gustado que los demás estuvieran al tanto de la misma.
—¿Me echas una mano? —preguntó al final a regañadientes, apoyándose en la muchacha para recuperar la vertical.

Debía de tener un aspecto horrible, pues los lugares en los que aquel ser le había atravesado y acertaba a ver tenían una tonalidad muy similar a la de los moretones. Esbozó su media sonrisa habitual, sin embargo, y trató de orientarse para regresar al torreón.
—¿Tu estás bien, Rox? —inquirió de repente, recordando que ella se estaba enfrentando sola a aquel engendro segundos antes de que él perdiera la conciencia—. No te ha tocado, ¿verdad? —preguntó preocupado, observando a su compañera con detenimiento. A primera vista parecía estar ilesa, pero no se quedaría tranquilo si no se lo confirmaba.

—¿Me voy a tener que acostumbrar a que digas tonterías en momentos graves?
Esta vez esbozó una sonrisa más creíble seguida de una risa, conteniéndose el darle una colleja en la nuca. En ese estado le daba miedo hasta quitarle un pelo al irrense. Por suerte, el dulce pareció funcionar, lo cual dejaba dudoso al humano sobre que tipo de daño provocaban los fantasmas. ¿De verdad los fallos de energía eran cosa suya y se curaban con azúcar, o había algo más? Lanzó un vistazo rápido a las heridas, apartando pronto la mirada incómodo por su aspecto. Le preocupaba mucho, no solo él, sino como hubieran salido los demás parados. Rezaba porque estuviesen bien.

En el momento en el que el moreno pidió ayuda, Rox asintió y le hizo poner un brazo sobre sus hombros para ayudarle a levantarse y caminar. Si su compañero daba indicios de ir a caerse, no dudaría en sujetarle.
El peso del brazo mecánico le resultaba extrañamente natural, aprovechándolo como una buena excusa para observarlo de cerca.

—¿Ah? —pestañeó varias veces, sorprendido por la pregunta, tardando unos segundos en responder. Era él quien estaba herido, después de todo—. Sí, no te preocupes. Ni me rozó. Al final tenías razón, solo había que espantarlo. Pero oye... soy yo quien debería preguntar eso. ¿Estás bien? ¿Te duele? Tienes... un montón de marcas.
Aunque Rox fuese precisamente el tipo de gente que se preocupa por el resto sin importar su propio estado, era incapaz de encajar a esa actitud en otra persona hacia él. Rodó los ojos y negó con la cabeza, sonriendo de forma burlona.
—Mira que ir a decirme eso el que ha sido atravesado por un fantasma...

No sabía que era peor, si buscar un camino nuevo y tener la posibilidad de perderse, o volver sobre sus pasos a riesgo de encontrarse a más encapuchados. Dar con el resto de sus compañeros era lo único que inclinaba la balanza a, al menos, intentar la segunda opción y asomarse por la calle principal. Estaba vacía, por lo que parecía la mejor vía por la que volver.
Aún tenso, sujetando su arma y dando pasos lo menos ruidosos posibles, parecía que lo mejor para quitarse de la cabeza todos los rataspines muertos era, irónicamente, uno de los temas que más le costaba tocar. Además, tenía que aprovechar la oportunidad.

—Oye, Milo. Por curiosidad, eeeh... ¿Crees que soy una chica? —se rió con suavidad lo mejor que pudo, tratando de enmascarar que estuviese nervioso—. Creo que antes me trataste de ella. No es que vayas muy desencaminado, aunque bueno... —hizo una mueca, moviendo la cabeza—. Es un tema algo complicado entre los humanos.

Varias risas, primero flojas y luego algo más sueltas, más para sí mismo que para el otro. Le resultaba muy irónico como le daba mucho menos miedo hablar de eso delante de alienígenas que delante de humanos. Ser de distintos mundos quitaba carga a posibles prejuicios como los que había (y hay) en la Tierra, y si podía evitar que el moreno le tratase de "ella" delante del resto de terrícolas, al menos por el momento, mejor. Le explicaría todo de pe a pa con tal de ahorrarse cualquier malentendido.

—No, no me duele… o eso creo —respondió dubitativo, rotando el hombro derecho y esbozando una mueca de desagrado—. La sensación de inflamación generalizada es molesta, pero no dolorosa… —masculló, mas para si que para su compañera. Notaba la piel tirante en las zonas en las que el encapuchado le había tocado, y lo cierto era que el color enfermizo que se había extendido por la misma en diferentes grados no resultaba alentador, pero lo primero era llegar al torreón. Una vez estuvieran en lugar seguro podría examinarse las heridas con más detenimiento.

Avanzaron unos metros en silencio, demasiado concentrados en encontrar el camino de vuelta como para entablar una conversación anodina, pero el irrense notaba que a la coreana le rondaba algo por la cabeza. El chico renqueaba a su lado con un brazo por encima de sus hombros y podía intuir su tensión, pero no sabía si se debía a su situación actual o a lo que fuera que se le pasara por la cabeza en aquellos instantes. Fue la propia Rox la que le sacó de dudas cuando volvió a abrir la boca.
—¿Acaso no lo eres? —preguntó ligeramente sorprendido, tratando de no mirar los restos de colaespinas muertos que les rodeaban en aquel momento. En su voz no había ninguna inflexión rara, solo sincera curiosidad—. No se porque, pero me dio esa impresión cuando nos conocimos en aquel edificio ruinoso… —comentó, justo antes de que la muchacha le dijera que era un tema complicado.

Acababan de llegar a la zona en la que se habían separado del grupo y el norteño se detuvo para otear alrededor con nerviosismo, pero al no ver a ninguno de aquellos encapuchados su respiración se relajó un tanto. Tampoco había rastro de sus compañeros, sin embargo, y aquello le tenía bastante preocupado. Daba por hecho que habían corrido en dirección al torreón, pero hasta que no les viera con sus propios ojos no se quedaría tranquilo.
—¿Quieres explicármelo? —preguntó dubitativo, regresando al tema de conversación cuando retomaron la marcha—. “Complicado” es mi segundo nombre. —añadió con una sonrisa ligera, pensando de forma fugaz en su vida en Irraria.

A pesar de la respuesta del irrense acerca de que se encontraba bien, Rox no le quitaría el ojo de encima. La cantidad de esqueletos de colaspinas dejaban bastante claro la capacidad de los encapuchados, y aunque dudaba de que las heridas de Milo fuesen a empeorar ahora, seguía teniendo la sensación de preocupación encima.

Su pregunta y su expresión de sorpresa no hicieron más que sacarle una sonrisa. Estaba acostumbrado a esas reacciones; la que realmente le preocupaba era la siguiente a su respuesta.
—No... —empezó a negar con la cabeza, pero fue deteniéndola para moverla en círculos, dubitativo. Se encogió de hombros, o al menos lo intentó, ya que seguía con el brazo del otro sobre estos—. Bueno... Sí pero no.
La ausencia de ruido, encapuchados y compañeros de torreón le instaba a seguir caminando, suponiendo que de haber llegado ya a techo seguro, estarían preocupados por ellos. No había mucho que ver, pero esos instantes de silencio le sirvieron para tratar de ordenar mentalmente como explicarle a un extraterrestre su género. No debería de ser mucho más difícil que explicárselo a un australiano de granja.
Miró a Milo cuando este volvió a hablar, tomándolo como el pistoletazo de salida. Cogió aire y asintió, sonriendo con suavidad a la forma de este de quitarle peso al asunto.

—Claro, Mister Complicado. A ver, urrr... Supongo que en Irraria habrán dos géneros asignados también... el femenino y el masculino, ¿no? En la Tierra va así. Lo que pasa es que hay gente que nace, por así decirlo, con el cuerpo equivocado. Que no se siente a gusto con su sexo o género de nacimiento y decide cambiarlo. Es decir, yo... soy estricta y biológicamente una chica, pero hay días que no me siento como tal. —se detuvo para ordenar ideas y tomar aire. En todo rato miraba al cielo o al suelo, gesticulando con la mano libre— Lo mío se llama género fluido. Hay días que me identifico como una chica, otros, como hoy, como un chico, otros que soy ambos o ninguno... No es sólo por cuestión de gusto o vestimenta. Hay chicas que se consideran poco femeninas y siguen siendo chicas. —suspiró, nervioso porque se riese de todo lo que estaba diciendo—. Quizás suene un poco raro. No me suele importar el género que usen en mi, de hecho no me importa que me trates de "ella", aunque, eh... con el resto prefiero solo ser un chico. Entre los humanos hay bastante rechazo aún. Por eso... no sé como se lo tomarán Hyung, Drake o Ain, y prefiero no hablarlo delante de ellos en concreto, no todavía.

Pateó una piedrecita del medio, distrayéndose con ella. Lo cierto es que le daba mucho más miedo su reacción de lo que aparentaba.

—Siempre caen burlas o alguna que otra pregunta incómoda. En la Tierra casi todos los adultos lo veían fatal, y otra tanda de jóvenes también. He aprendido a que no me importe lo que opinen los demás, pero... Oye, ¿te estoy dando mucho la lata, verdad? —le observó de reojo y sonrió, riendo para destensarse. Con todo el discurso habían avanzado bastante, y Rox supuso que les faltaba poco para llegar.

Spoiler:

Milo escuchó en silencio la explicación de su compañera, comprendiendo sus palabras mucho más rápido de lo que su interlocutora pensaba. Como ella misma había dicho en Irraria tenían la típica identidad de género binaria, identidad que aunque Milo no lo supiera no estaba tan diferenciada como en la Tierra, pero también existían y se reconocían muchos otros géneros. Que Rox le contara todo aquello le halagaba, pero en cierto modo no comprendía del todo lo difícil que le estaba resultando, y en cualquier caso desde su punto de vista no era algo que se debiera tratar con incomodidad.
—¿Darme la lata? —preguntó sorprendido—. Para nada, aunque debo decir que me siento algo decepcionado… —comentó dubitativo—. Yo me esperaba una historia de terror sobre alienígenas suplantadores de cuerpos a tiempo parcial, pero resulta que lo más extraño que hay en ti es esa nariz tan rara que tienes. —aclaró esbozando una sonrisa burlona.

A pesar de todo apretó el hombro de la medio australiana con suavidad, dejando claro que por muy payaso que aparentara ser en realidad tenía todo su apoyo con aquel tema. Era evidente que no quería hablarlo con sus compatriotas y él no pensaba irse de la lengua, pero ahora que estaba al tanto tendría que estar más pendiente de sus palabras cuando conversaran en público.
—Género fluido, ¿no? Lo recordaré sin problemas —aseguró convencido sin dejar de sonreír, volviendo la vista al frente y prestando atención de nuevo a todo lo que le rodeaba—. Creo que tenemos un término similar allá en Irraria… —murmuró, más para sí que para Rox, justo antes de identificar por fin el torreón Letargo a lo lejos.

Le pareció adivinar desde la distancia que el puente estaba bajado, lo que posiblemente significaba que el resto de letarguinos había alcanzado el refugio sin problemas. El hacker quería creer que de verdad habían llegado sanos y salvos al torreón, pero mientras no lo viera con sus propios ojos no podría asegurarlo. Inconscientemente apretó el paso a pesar de lo aparatoso de su estado.
—Sería un puntazo que hubieran preparado ya la comida, ¿no crees? —comentó con tono despreocupado, mostrándose mucho más seguro de lo que en realidad se sentía.

Mike miró al cielo al oír aquella extraña voz anunciando comida repugnante. Al principio le costó creer que estaba viendo una enorme bañera flotando por el cielo, y más aún cuando vio que iba capitaneada por un espantapájaros del que procedía la voz que iba cantando aquellas asquerosidades.

Mientras miraba al cielo, Mike oyó ruidos de huesos moviéndose. Girándose en la dirección de la que habían salido aquellos enormes bichos, pudo ver como varios de ellos se metían en el río de huesos y algo parecía empezar a comérselos. No necesitó ver más para saber que tenía que salir de allí cuanto antes, y como no se le ocurrió un plan mejor, decidió seguir el último consejo del chico del pelo rosa y seguir a la bañera en dirección noreste.

Tras un buen trecho a trote, Mike dejó atrás la Cicatriz y se relajó un poco. Se mantuvo a paso ligero pero sin llegar a correr, para no perder de vista la bañera y conservar fuerzas por si acaso necesitaba salir corriendo más tarde. Al cabo de un rato pudo ver a la traidora y a la otra chica entrando a una pequeña plaza en la que parecía estar a punto de detenerse la bañera, pues había ido reduciendo su velocidad paulatinamente. Al menos eso parecía.

Mike se acercó a la plaza haciendo gestos hacia las chicas, cuando de pronto varias figuras envueltas en capas rojas se acercaron a la chica de las trenzas hasta rodearla.

-¡No os acerquéis! ¡No quiero que me protejáis! -gritó la chica.

Mike no supo si se refería a la traidora y a él o a aquellos seres. Antes de que pudiera reaccionar, los seres encapuchados atacaron a la chica, y en apenas unos segundos, esta cayó muerta al suelo, hinchada y necrosada.

"Ahora sí que estás jodido". A Mike le vinieron a la mente las palabras que hacía un par de años le había dicho el cabecilla de una de las pandillas más violentas de Hell's Kitchen, cuando tuvo la mala suerte de robarle a uno de aquellos pandilleros. Fue en aquel momento en el que recibió el navajazo que casi le deja sin ojo derecho.

Esa fue la primera vez que la realidad de Rocavarancolia se mostró de primera mano ante Mike, y en aquel momento supo que las cosas no iban a ser más fáciles que en su barrio.

Guille seguía a la luciérnaga, pero se dio cuenta que su luz estaba perdiendo intensidad, hasta que la luz se apago y la perdió entre las calles y las ruinas. No pudo distinguir a donde fue, así que se puso a buscarla, las voces que seguir sin entender provenían del cielo ,ahora eran mucho mas claras. Mirando a su alrededor se dio cuenta que se encontraba en una plaza rectangular, rodeada de casas prácticamente derruidas, pudo distinguir dos figuras humanas, al acercarse pudo verlas con mas claridad y las interpreto como  un pirata (Mike) y un fantasma (Hiss). Camino hacia ellos y les pregunto.

-Perdón señor Pirata, ¿Sabes por donde ha ido una luciérnaga con una  flor en la cabeza...-( En Español) Fue entonces cuando se dio cuenta de lo que había en el suelo, al principio no lo reconoció, parecía una criatura roja e informe, pero  tras  unos segundos se dio cuenta que era una figura humana.

-...-Intento articular alguna palabra, pero su boca no le dejo, su cerebro estaba ocupado formulando demasiadas preguntas  "¿Que es?¿Es real?¿Que le pasa?¿Esta enferma?¿Esta dormida?¿Porque esta roja?¿Se va a poner bien?¿Esta...muerta?" se quedo parado mirando el cadáver, Guille jamas había visto a nadie muerto, no parecía real, parecía un muñeco, deforme e hinchado, pero un muñeco. Se quedo parado, con la vista clavada en el cuerpo, era algo que el cerebro de un niño no podía interpretar.

La sinhadre salió cargada con su arco y las dos espadas cortas que había elegido de la armería, confiada debido a su entrenamiento diario con aquellas armas. Nunca había vuelto a salir a por comida desarmada, después de que el grupo hubiese vuelto con heridas debido a aquellos encapuchados, aunque no los habían vuelto a ver. Hasta ese día. A lo lejos se podía intuir las figuras rojas de lo que habían descrito sus compañeros hacía varias semanas y, ya que se encontraban en el mismo lugar, Adru no tuvo dudas acerca de su identidad.
—¡Han vuelto! —Exclamó con sorpresa echando a correr en dirección a la plaza antes de que nadie pudiese decir nada—. ¡No volváis a hacerle daño a los colaespinas! ¡Ya hemos encontrado la magia y os vais a enterar!

Según se acercaba, sin detenerse en ningún momento y clamando todo aquello enfadada, había empezado a alzar el arco y a preparar una flecha. La primera se le había caído al suelo, pero frenó en seco a varios metros de los encapuchados, en parte debido a que había reparado en la presencia de las otras personas, y esa vez sí pudo afianzar el proyectil tensándolo sobre la cuerda. Cerró un ojo para apuntar, hábito del que todavía no había conseguido desprenderse, y dirigió el arma en dirección al círculo que formaba el enemigo.
—¡Tened cuidado! ¡Quieren robarnos la magia y hacen daño! —Les advirtió a aquellos niños desconocidos, ignorante de lo que habían presenciado momentos antes ya que los cuerpos de los encapuchados tapaban el cuerpo de su campo de visión en aquel instante.
Sin pensárselo más, Adrune disparó una flecha. Tanto si acertaba como si no, seguiría disparando hasta que hubiese ahuyentado a los malvados o alguien la detuviese por algún motivo.

Ningún colaespina les sale al paso cuando entran en la plaza, lo cual no es buena señal. Rena se puso en guardia en cuanto vió a los encapuchados, no le dijo nada a Adru, la sinhadre conocía el riesgo.


-Detrás de mi, no os alejéis- le dijo al resto.

Dieron un rodeo para acercarse a las cestas manteniendo las distancias con los encapuchados, fue Ain quien le avisó del cuerpo en el suelo. Rena corrió hacia él sin pensar. Un último estertor, tal vez aire que había quedado dentro del cadáver, salió por sus labios hinchados cuando lo levantó. Era imposible saber de qué mundo vinculado había venido, estaba irreconocible. Había otros dos, parecían terrícolas a simple vista, una de ellas ya echaba mano a la comida de las cestas. Rena apretó los dientes. Aún sujetaba el cadáver, no se atrevñia a soltarlo, sentía que si lo soltaba todas las posibilidades de que se levantara se desvanecerían, aunque no hubiese realmente ninguna. Le temblaba el pulso, pero no la voz.

-¡Eh, vosotros!- gritó- ¿De dónde habéis salido?

''¡Esa comida es nuestra!'' estuvo a punto de añadir. Entonces vio al crío. No se había fijado en él, era tan pequeño, perfectamente podría tener la edad de Nime, pero estaba claro que no tenía su arrojo. Quería ponerse en pie e ir hacia él, queria también quitarle la comida a los dos desconocidos; su comida, pero no quería soltar el cadáver.

El trayecto fue tranquilo, tal vez demasiado tranquilo conforme fueron acercándose a aquella plaza donde aquellas, rataespinas o colaespinas, o como se llamaran, siempre parecían. Ni siquiera podían ver a las criás de siempre y conforme andaban aquello empezó a incomodar seriamente a Pam, pues la ultima vez que vieron un descenso tan obvio de aquellas criaturas fue cuando aquellas capuchas rojas  aparecieron por primera y única vez. Única hasta ahora.

Fue lo primero que Pam vio al llegar ala plaza anda mas capto su atención, espantada ante la visión de aquella masa roja en movimiento y que aprecian no prestarles atención, aun recordando lo que podían llegar a hacer con el mas mínimo roce. Cundo dijo aquello en el torreón deseando no volver a toparse con aquellas capuchas rojas, no eran palabras invitándolas aparecer precisamente. Pam empezaba a tener la sospecha de que contra mas deseabas algo, ya fuese que ocurriera como sino, mas probabilidades parecía haber de que se le diera la contra. Estaba gafada.

Aquellas criaturas le inspiraban un temor evidente, habiendo sido perseguida por una de ellas, no podía evitar sentir la inquietud de que volviera a ocurrir y esta vez, por error o infortunio, se acercaran mas de la cuenta. Tal vez por eso la reacción de Adru, disparándolas con sus flechas, pudiendo atraer su atención, le hizo rechinar los dientes << ¡No hagas eso, maldita sea! >> pensó escondiéndose un poco mas tras Milo, sujetando firmemente su en su mano, por mas que sabia ya que eso no servia contra esos seres. Recordaba , por lo que Rox y Milo habían contando y por sus propias experiencias, que atacando a una capucha roja que te perseguía esta huía, pero cuando no lo hacía...y era alguien ajeno...no parecía tenerse la misma suerte. Por suerte Adru no provoco algo catastrófico y Pam apenas se encontraba suspirando de alivio, cuando vio por fin lo que antes no había podido ver por culpa de aquellas criaturas.

La visión de aquel cuerpo hinchado, rojizo y deforme, un cuerpo que poco o nada quedaba de lo que había sido originalmente. << Ese es el grado de poder de esos seres...yo pude acabar así >> no pudo evitar pensarlo, sintiendo el sudor frio bajando por su espalda, viendo a Rena correr en dirección al cuerpo, tomándolo entre sus brazos. Algo inútil, era imposible que alguien sobreviviera a eso. Pam no sentía lastima por ese...quien fuese, tal vez fuese egoísta pensar así, pero prefería que fuese ese desconocido el que cayera y no ella misma. No sentía lastima y no sentía apego alguno como para pensar mas allá de que era algo desafortunado acabar de esa forma, era una muerte horrible.

Se acercó a Rena y al cuerpo, percatándose al fin de que aparte de ese cuerpo deforme de lo que antes fue una criatura pensante, había tres personas mas, chicos si su definición de genero no estaba confundida y que lucían parecidos a Rox o Ain, aunque tampoco podía asegurar nada a esas alturas. La mona del queso les miro frunciendo el ceño, confundida, notando como cogía las cosas de sus cestas, cosa que no le hizo ni pizca de gracia << ¿Quienes son esta gente? Lucen hechos un asco... ¿y ese pequeñajo? Parece tener la edad de Eitne >> todo aquello no tenia sentido ¿de donde habían salido? No parecían monstruos habitantes de la ciudad, sino gente como ellos, aunque bien podría ser algún tipo de engaño dado que no tenia sentido alguno que parecieran ahora...no...que hubieran sobrevivido hasta ahora estando en vete tu a saber donde.

No soltó su cuchillo, firmemente agarrado dentro de su delantal, viéndolos a los tres fijamente esperando ver alguna reacción a la pregunta de Rena. Pues si como sospechaba, que tampoco lo aseguraba, eran como ellos, quedaba ver si habían llegado a beber de la fuente mágica << Que teniendo en cuenta lo que han tardado en dejarse ver, mucho sentido de la orientación no deben tener como para haber siquiera llegado a esta>> pensó analizándolos con suspicacia.

El primer trozo de bollo le dio al irrense en la nuca, pues le pilló totalmente por sorpresa, pero el segundo lo atrapó con la boca sin problemas y le dirigió al medio australiano una mirada inquisitiva.
—¿Y este ataque tan gratuito? —inquirió con fingida indignación. La mención de la magia, sin embargo, impidió que continuara con la broma—. ¿Qué habéis hecho qué? —preguntó con una media sonrisa, preguntándose si había escuchado bien. La curiosidad que reflejaban sus ojos traicionaba su aparente tranquilidad.
Tenían que darse prisa, sin embargo, o cualquier bestia podía llevarse su comida, así que dejó las averiguaciones para más tarde y salió con sus compañeros al exterior guardando silencio.

El norteño estuvo pendiente de Adru durante todo el trayecto, pues estaba más que acostumbrado a sus impulsos explosivos y su talento para correr riesgos inecesarios, pero cuando llegaron a la plaza la sinhadre se adelantó antes de que pudiera impedírselo.
—Maldita sea —murmuró para sí, siguiendo sus pasos con el resto de letarguinos mientras observaba los alrededores con atención. En cuanto avistó a los encapuchados el irrense se acercó a la pelimorada para cubrirla, preocupado porque sus flechazos llamaran la atención de aquellos seres, pero estos, por suerte, prefirieron alejarse. La visión de lo que habían dejado atrás marchito cualquier expresión de alivio y le provoco un horrible escalofrío—. No vuelvas a alejarte del grupo, Adru. —murmuró unos instantes después, su expresión mucho más seria de lo habitual mientras la sujetaba por el hombro.

Para cuando Rena se lanzó sobre el cuerpo sin vida y lo tomó en sus brazos como si aún se pudiera hacer algo por ella, el norteño ya se había percatado de la presencia de los tres humanos. Eran, presumiblemente, los compañeros del cadáver que su compatriota sujetaba entre los brazos: un niño y dos adultos. La chica humana no parecía muy afectada por la perdida, sin embargo, y ya estaba echando mano a la comida de las cestas sin ningún tipo de reparo.
—Menuda sangre fría... —murmuró el norteño, dirigiéndole a Hiss una mirada entre incrédula y asqueada. La pregunta de Rena resonó en la silenciosa plaza como un cañonazo y Milo se acercó a ella y a Pam tirando de Adru con suavidad. Mantuvo a la sinhadre a su espalda, pues quería evitar que se acercara a los desconocidos en uno de sus habituales ataques de imprudencia, y cuando llegó a la altura de la peliverde se posicionó a su lado por si las cosas se ponían feas. No parecían una amenaza, pero en aquella ciudad nunca se era demasiado prudente.

En la salida Rox prefirió no hablar demasiado para evitar montar mucho jaleo. No por la rutina podían bajar la guardia. Todavía notaba el cansancio del hechizo, así que independientemente de eso no estaba como para ponerse a tirar cohetes.
Especialmente con el jaleo que se estaba montado en la plaza. Era consciente de lo que estaba pasando, pero su cuerpo y su mente trabajaban en planos diferentes. Los encapuchados había vuelto, y en cantidades generosas. Sabía como espantarlos gracias a su experiencia anterior, pero el recuerdo le congeló las extremidades. No esperaba volver a verlos más. Al darse cuenta de que Adru salía dispara en la peor dirección posible, ochenta insultos diferentes se le vinieron de golpe a la cabeza. De su boca lo único que salió fue un ruido de sorpresa antes de articular palabra.

—¡Adru! —su tono era de alerta y severidad. Se aferró con fuerza a su alabarda, haciendo el ademán de ir tras ella, solo deteniéndose en cuanto vio la distancia demasiado pronunciada. Apretó los dientes para murmurar más para sí que para que se le oyera—. ¿Es que no piensa?

Al ver que había personas en la plaza su tensión y dudas no hicieron más que aumentar. Siguió al resto de cerca, vigilando en todo momento cualquier movimiento de la sinhadre. Milo la detuvo, cosa que agradeció internamente. En esos momentos podría haber regañado a Adru en diez idiomas diferentes, mas la alarma de Ain respecto al cuerpo le hizo olvidar momentáneamente el enfado. Cuando Rena lo cogió en brazos se le descompuso el cuerpo. Aquellos moratones... ya los había visto antes.
Un escalofrío le recorrió la espalda, obligándole a apartar la mirada a los pocos segundos. No quería pensar en lo que acababa de ver, en si estaba muerto o en si eso es lo que les podría haber pasado a todos tiempo atrás, pero cuanto más lo rehuía más lo tenía en mente. La voz de la irrense le hizo volver en sí, fijándose ahora en detalle en los desconocidos. Hasta que no vio al niño pequeño no bajó su alabarda.

—Humanos... Creo que son humanos. —las preguntas se acumulaban rápidamente: ¿desde cuándo estaban en Rocavarancolia?, ¿cómo habían sobrevivido todo ese tiempo? Dio varios pasos al frente, posicionándose, tratando de verse lo menos amenazante posible para el niño, pero lo suficientemente seguro de sí mismo para los dos mayores—. ¿Entendéis lo que decimos?

Su cerebro llego a una conclusión " Es un muñeco, no es real, no tiene sentido, debe ser falso, es un títere feo".

Mientras se colocaba el gorro intentado así colocarse las ideas y librarse de los pensamientos que habían rondado por su cabeza, pudo escuchar unas voces que gritaban hacia su dirección. Hablaban en un idioma que el niño desconocía, musical a la par que complejo.

Fue a girarse para ver de donde provenían, cuando una flecha se acerco a su dirección. Parecía venir de una chica de apariencia humana; una india apache que claramente había tenido un terrible malentendido en la peluquería. En ese momento un Cyber-Pitbull humanoide se acerco corriendo hacia el muñeco del suelo. Parecía el personaje principal de un libro de ciencia ficción. Mientras Guille intentaba procesar toda la información que estaba llegando su cabeza, vio llegar un mecha-Husky  y alado un Alien-TraigoLaPaz con unos penetrantes ojos morados. Una estrella del rock de esas que le gustaban a su hermano y de las que decía que tenían mucho suaj, fuera lo que fuera eso, se acerco y le pregunto algo. Y en ese momento fue cuando lo entendió todo "   los aliens, los aliens han venido por mi ". De un momento a otro comenzó a correr con la manos en alto. Sin saber muy bien hacia dónde ir se dedicó a correr en círculos sin sentido, agitando las manos.

-AAAAAAAAAAAAAAHHH!!!...- gritó hasta que tropezó y cayó de una manera completamente ridícula y dolorosa, ya que no le había dado tiempo a protegerse la cara.