Taberna del Mago Tuerto

Caminar por Rocavarancolia sin miedo era una sensación rara y agradable a la vez. No es como si pudiera fiarse de la ciudad aún, pero por lo menos sentía haberse ganado el respeto de esta sobreviviendo.
A pesar de que iba mirando a todas partes, no prestaba especial atención a nada en concreto. Cuando Enredo le habló estaba algo despistado mirando al cielo, cosa fácil de notar cuando no había dejado de enviar sensaciones de curiosidad.

«Jace. Soy... ¿era? de Estados Unidos.»—se llevó una mano al pecho mientras una chispa de nostalgia se incendiaba en él. ¿Hacía cuanto no le preguntaban por la Tierra? A parte de las historias que compartía con Sekkeh, no había mencionado su lugar de origen con mucha gente más. No lo pretendía, pero por lo bajo se preguntó si Enredo habría sido un humano como él. En seguida más sensaciones que inspiraban calma le hicieron llegar.— «¡A mi no me pidas perdón por eso, hombre! El ambiente estaba cargado, sé que no ibas con malas intenciones. Roaxen se pone siempre un poco...»

Varias palabras se amontonaron deprisa: nervioso, irascible, pelmazo, coñazo, idiota... sin llegar a elegir ninguna en concreto.
Giró la muñeca deprisa, como si pasase lista mientras pensaba adjetivos. Finalmente se encogió de hombros.

«Y más después de toda la mierda que nos ha pasado hoy, hah.»—habría sonreído de forma infantil de haber podido, pero a cambio se limitó a darle unas palmaditas en el hombro al brujo. Se contuvo en acariciar al panda rojo que iba con él.—«¡Muchas gracias por traerme, tío! Supongo que con esto te debo más de una.»

La música gritaba a Jace entrar. Ya podía imaginarse bebiendo cerveza, aunque el no tener cabeza le hacía debatirse muchas cosas. Con pensamientos de agradecimiento y un gesto de mano se despidió de Enredo, entrando con prisa y nervios en la taberna.

Las primeras impresiones no fueron las que imaginaba. Un "¡¡HOSTIA!!" fue lo primero que pensó, cosa que más que probable enviase a todos los presentes y por ello se tuviera que esforzar por hacerse pequeño y pasar desapercibido. Por suerte no muchos repararon en él.
Se fijó en toda la clase de seres que gritaban y cantaban allí, en los músicos en el escenario, en que el suelo estaba pegajoso por las bebidas derramadas y aunque se habría sentido tremendamente asustado tiempo atrás... coño, ahora llevaba la cabeza bajo el brazo.  
Al ver a la otra dullahan no muy lejos suya su humo ascendió casi como un signo de exclamación. Se acercó a ella y al grupo con una mezcla de incertidumbre, gusanillo y emoción. No pensó nada destacable hasta estar cerca suya.

«¡E-Ey, dama Estribo!»—Alzó un brazo, acomodándose la cabeza. —«¿He tardado mucho? Veo que os lo montáis bien.»

El chico les vió enseguida. Marsi le señaló una silla vacía para que pudiese sentarse.

- <<No has tardado, tranquilo. Me alegra que al final hayas podido venir. ¿Quieres tomar algo? Hace un tiempo que trabajo aquí a tiempo parcial, así que puedo invitarte>>

Marsi estaba bastante orgulosa de poder al menos pagarse sus propias copas, e invitar a sus amigos. Ya no tenía que depender de Mikk o del violinista.

-<< La persona que quería presentarte está ahí>>- señaló al violinista, que tocaba sobre el escenario. Se había quitado la chaqueta y arremangado la camisa y bailaba con Mikk con una alegría un tanto sospechosa. A Marsi se le escapó un poco de vergüenza entre los pensamientos- <<Vale... es posible que haya bebido un poco. Pero él me ayudó muchísimo cuando me transformé, y me ha dejado su libro sobre dullahans para que te lo de.>>

Le puso delante un libro que había visto mejores tiempos, encuadernado en piel negra sin título ninguno y mal encuadernado.

-<< Aquí viene todo lo básico; las estirpes, los objetos vinculados, las monturas... Cuidalo bien porque como le pase algo a este libro iré a por ti>>- señaló a Jace con un dedo cargado de amenaza, pero inmediatamente relajó el gesto y dejó escapar una risita- << Bueno si tienes cualquier duda puedo responderte yo, a él aún le quedan un par de canciones.>>

Habían llegado con tiempo y tomaron asiento en cuanto consiguieron secarse, Dhelian a su estirge salir de debajo de la capucha, subiéndose sobre el filo de la mesa donde comenzó limpiarse las plumas. El nuevo dullahan no tardo en llegar y le sonrió al verlo aparecer, dejando a su amiga explicarle lo que necesitaba antes de decir nada no queriendo interrumpir.

-Es bueno verte de nuevo, soy Evelhan Kaw, por si no te acuerdas de mi nombre. Puedes decirme Kaw o Evelhan, como prefieras -dijo saludándole con la mano, mientra la estirge dejaba de acicalarse las plumas y miraba con sus ojillos negros la cabeza de Jace con especial atención. Dhelian le dio un golpecito en el pico sabiendo lo que pasaba. Estaba interesada en la cabeza de este o mas concretamente, en sus ojos- Haz el muerto -dijo sonriendo con buen humor y el pobre pájaro le miro ofendido, pero lo hizo cayendo plomo con la patas hacia arriba, perdiendo toda la dignidad y mirándole mal. o todo lo mal que poda mirarle un pájaro cabezón. Dhelian sonrió acariciando su barriga con un dedo antes de dirigirse de nuevo al dullahan.

-En cuanto puedas deberías poner tu cabeza a buen recaudo en un bolsa sin fondo o en algún lugar donde llevarla, para no llevarla todo el tiempo bajo el brazo -comentó mirando esta y sonriendo amigablemente- Aunque con nosotros aquí nada va a pasarle, bienvenido a la ciudad de lo borrachos- añadió tomando un trono de cerveza de caramelo y haciendo un gesto al bullicio que tenían Mikk y el violinista.

Tomo asiento justo como dama Estribo le indicó, sin pegar la espalda al respaldo en expresión de curiosidad.

«¿De verdad puedo pedir algo?»—la imagen de una cerveza fría le hizo vibrar el cuerpo y el corazón. Se moría por una, pero tan pronto como lo pensó cayó en la primera pregunta que tenía que hacerle a la dullahan.—«Espera, ¿cómo se supone que bebemos nada si no tenemos boca? ¿Con embudos o algo así?»

Soltó una risa al imaginárselo, la cual se fue apagando progresivamente. Ya no era solo bebida, sino comida. ¿¡Tendría que dársela a alguien para que la masticase, o inyectársela en vena!?
La imagen del otro dullahan bailando en el escenario le quito cualquier duda de un golpe. Si bien se quedó hipnotizado mirándole, volviendo a reírse al notar la vergüenza que emanaba dama Estribo. El que debería de ser su maestro ya le caía bien. Nadie podía ser mala persona bailando de aquella manera después de haber perdido la cabeza.

Con la mano libre, sujetó el libro que le había ofrecido la joven. Jace encontraba agradable lo hecho pedazos que se encontraba, su textura y, de haber podido oler más allá de la mezcla que se condensaba en la taberna, seguramente le habría gustado el olor a viejo que emanaba. Lo abrió por una página al azar con un movimiento rápido de muñeca, examinando con determinación la parte que había caído: las monturas. Cuando dama Estribo le señaló, sus hombros se tensaron, haciendo que cerrase el libro para luego dejar escapar una risa similar, quizás algo más nerviosa por no saber que tan en serio lo decía.

«Lo pillo, protegeré el librito como si fuera mi propia cabeza. ¡Esto junto con la libreta y el boli, debe ser navidad en Rocavarancolia!»

Justo en ese momento se fijó en la figura que tenía a un lado. Le reconoció al momento, recordando más bien tarde que no podía exactamente sonreír. De igual forma, su buen humor se habría estado enviando a los que le rodeasen en ese instante, y más después de observar lo adorable que le resultaba la estirge.

«¡Sí, claro! El de los pájaros guays.»—trató de quedarse con su nombre, fallando en el intento.— «Creo que me quedaré con Kaw. Es más fácil de recordar... y suena a pájaro.»

Como si fuera una voz de fondo, Jace comenzó a repetir en voz baja y en tono agudo "caw caw" varias veces. Terminó apoyando la espalda, dejando el libro con sumo cuidado sobre la mesa y la cabeza sobre el regazo, poniendo su atención de nuevo en el escenario.

«¿Y no tendréis una de esas bolsas de sobra, por casualidad?»—tiró de un mechón de pelo de su cabeza, marcando el ritmo de la música con un pie.— «¡Quiero entrar en la ciudad de los borrachos oficialmente sin pensar en la cabeza!»

Si la bruja había sido más feliz que en aquella noche, no se acordaba. La Luna, la sorpresa a Marsi, su intercambio tan especial, sus dos mejores amigos... Y como si eso fuera poco, ahora estaban en la Taberna con la música que parecía a punto de reventar el local, la bebida recorriendo el aire y la locura generalizada causada por la Luna presente en cada rincón. Marsi se las había apañado para hacer algunas horas en la Taberna y les había invitado, lo cual mejoró bastante las perspectivas del concierto: de pensar en pasarlo con la garganta seca a hacerlo con una jarra de cerveza en la mano... y algo de picar, lo cual era todo un logro. Pero aún había más cosas que mejorasen la noche: el violinista y Mikk tocaban y cantaban de forma inmejorable, pero la forma de bailar de algunos le hacía reír.

¡Y encima iban a conocer al nuevo dullahan! Más a fondo, claro. Llegaría de un momento a otro... Y mira por dónde, mientras charlaban y bromeaban apareció por la puerta con la cabeza bajo el brazo. Se le antojó gracioso y curioso cierto detalle: ¿no eran tres los que vimos en la Taberna cuando Saren le dio la bolsa a Marsi? Creía recordar que sí, pero ni estaba segura ni era realmente importante... Pero algo tenía que hacer el chico con su cabeza. Le caía majo, por cierto. ¿Terrícola, aparentemente friki y que no dejaba de enviar reacciones de lo más alegres? ¡vendido!

— Hey, ¡bienvenido! Si alguien te lo ha dicho ya, aquí se usa el Dama Tal-nombre-femenino, pero yo prefiero que sea Onyx a secas, ¿vale? —saludó.
—Ni hablar. Su Magnífica Emperatriz Suprema Onyx. Si le llamas de otra forma, te las verás con nosotras —bramó una onyce-serpiente enroscada en su brazo izquierdo.
— Chico, te presento a mis onyces. No les hagas mucho caso. Si te molestan, perdónalas, pues no saben lo que hacen —le dijo entre risas. Después de oír su pregunta, sin embargo, se le ocurrió algo—. Bolsas no, pero te puedo hacer una para esta noche y hasta que vuelvas a Letargo con mis onyces. Mientras yo esté cerca no correrá peligro la "bolsa"... No suena muy práctico, realmente, ¿no? —se encogió de hombros y miró a sus dos amigos.

Marsi le hizo un gesto a Jace cuando Alice le propuso lo de la bolsa de onyces, como diciendo ''Ni de coña, no es buena idea''. Solo de pensar que esas cosas pudieran estar en contacto con algo tan valioso como la cabeza de un dullahan se le ponía la piel de gallina, de hecho, le dio un aviso a su amiga en un canal privado.

-<< Claro que puedes pedir lo que quieras, si no sabes el qué yo te recomendaría una cerveza de mi tierra.>>- le hizo una seña al trasgo y le mandó la orden por telepatía.- << Y no te preocupes por beber y comer, solo tienes que acercarte lo que sea a la niebla y ella se encarga.>>

Como demostración, dio un trago de su bebida. Tan pronto se acercó a donde debería estar su boca, la niebla comenzó a evaporar el contenido de la jarra. Hizo lo mismo con un trozo de yuca. Las volutas despegaban pequeños bocasdos y la comía se deshacía en humo.

- << Te advierto que si lo haces muy rápido o te vuelcas algo en el corte del cuello puede ser desagradable, puedes embotarte los sentidos o quedarte momentáneamente ciego>>

Marsi se volcó una vez una taza de té y tardó en que todo dejase de oler a hierbas.

La naga había vuelto a la sede lugar donde se cambió de ropa por algo más elegante y limpio y se trató las heridas que había sufrido durante la pelea. No eran heridas graves, y lo cierto era que tampoco creía que se le fuesen a infectar con un buen cuidado y gracias a la magia.

Se puso una camisa escotada, desde la fiesta en el pub había desarrollado preferencia por aquel tipo de vestimenta para fiestas, y estaba claro que el día de la luna era bastante especial.

No tardó mucho tiempo en cubrir la distancia entre la sede y la taberna, a pesar de lo voluminoso de las nagas el que pensase que eran lentas moviéndose se iba a llevar una desagradable sorpresa. Abrió la puerta del bar y entró con tranquilidad, escuchó la música y sonrió, lo que tocaba el violinista siempre era de su agrado.

No tardó en localizar a sus amigos y al extraño que estaba sentado con ellos, se acercó silenciosamente e iba a darle un susto al chico cuando vio que era un dullahan, así perdía toda la gracia.

-Sabía que os encontraría aquí - comentó acomodándose sobre su cola.- ¿Un novato? - la pregunta era retórica, no le hacía falta que se lo confirmasen.- Encantada, me llamo Surásara - se presentó con un gesto de la cabeza y una sonrisa. Se acercó a la barra y pidió una hidromiel dejando las monedas sobre ella.

Tesón

¡La de vueltas que dio Tesón para llegar a Maciel! De hecho, todavía no llegaría. Sobre todo por culpa de su curiosidad. Se cruzó con criaturas nunca vistas, inteligentes o no, y alucinado y muerto como estaba, se había acercado a todas y cada una de ellas (sin arriesgarse demasiado, claro, pues desde Siloco no se fiaba de la magia), y en algunos casos incluso le habían dejado preguntarles qué eran o qué hacían. Cierto estruendo en cierta zona de la ciudad le había llamado bastante la atención: la Taberna. Sabía que un sitio así significaba mucha gente apiñada, y eso podría ser bastante peligroso: si alguien quería encerrarlo en magia y divertirse a su costa, nadie le defendería. ¡Pero estaban tocando música! ¿Cuánto hacía que no escuchaba música? Tenía que entrar. Si antes lo había denominado estruendo, cada vez que oía, escuchaba más, más le gustaba. Era un estilo, mejor dicho, eran estilos y formas de tocar totalmente desconocidos para él, totalmente raros, pero le hechizaron.

Y lo hizo. Quiso atravesar el techo o la pared por mera costumbre y por estar levitando justo encima, pero por educación aprovechó que alguien salía para entrar por la puerta. Eso sí, tuvo que esperar, pero lo hizo bien pegado al muro para escuchar lo que pudiera. Se embelesó tanto que varios clientes entraron y salieron sin que se enterara, de hecho. Una vez dentro, sabedor de que si se fijaba en la clientela saldría huyendo, se fijó solo en el escenario donde dos machos tocaban y bailaban. Le sorprendió que uno no tuviera cabeza, tanto que por reflejo se giró para preguntar si aquello era normal, pero sus dudas murieron al ver a otros descabezados en una mesa cercana... <<¡Son las sombras de antes! ¡Ni caso! ¡Vuelve a mirar a los músicos!>> Volvió a girarse de cara al concierto y con el paso de los minutos se permitió cerrar los ojos para prestar toda la atención que pudiera a las canciones. Con algunas acabó hasta emocionado hasta el punto de seguirlas moviéndose lentamente, siempre unos centímetros sobre el suelo. Si un rato antes se había sentido amenazado, ahora le importaría bastante poco que el mundo reventase con tal de escuchar la música hasta el final.

-Kaw esta bien, no te preocupes -respondió Dhelian sonriendo viéndolo curioso. A pesar de estar prácticamente transformado y haber perdido la cabeza, de forma literal, digería bastante bien su situación actual, adaptándose bastante rápido por el momento. Aunque bueno, ayudaba que estuviera Marsi ahí y seguramente sus compañeros de torreón.

Cuando Alice menciono a alas onyces llevando la cabeza de Jace la miro de reojo. Capaz estas en ataque de  jugueteo les diera por lanzar la cabeza a la cicatriz cuando Alice no mirase, sabia que su amiga lo decía de buenas, pero el desconfiaba un poco de onyces en ese aspecto. Eran sombras maliciosas y traviesas.

-Ya tengo curiosidad en saber cual sera tu montura ¿hay algún animal que te gustaría tener? -preguntó Dhelian mirando a Jace curioso- Podrías tener suerte, aunque creo que eso va por estirpes ¿no? -añadió mirando a Marsi para confirmar pues en eso no estaba muy puesto. En esa llegó Surasara y el brugho la saludo, momento que la estirge aprovecho para ponerse de pie e indignada, le dio la espalda.

Después de tanto tiempo sin relacionarse más que con los de su torreón, Jace se sentía levemente atacado en ese momento. Su cerebro estaba hecho un lío con tanto nombres y tantas transformaciones, a la cual más extraña, cosa que por desgracia estaba dejando bien clara al no controlar lo que pensaba y lo que transmitía a su alrededor.

«Onyx. Como el pokémon. Emperatriz Onyx...»
Una imagen mental poco afortunada cruzó su mente al oír su nombre, incapaz de quitársela de la cabeza tras ver que la acompañaban serpientes. Después, la aparición de la naga empeoró la situación un poco más, ya que lo primero que pensó el dullahan fue: «Wow, está buena.»
De haber tenido mejillas le habrían ardido en el momento, pero lo único que pudo hacer fue hundirse poco a poco en su asiento y rezar acompañado de improperios porque no le hubieran oído. Por desgracia, la risa de algunos le dejó claro que no había sido así.

Antes de que pudiera responder que la idea de la bolsa de onyces le inspiraba poca confianza, o siquiera poder presentarse en condiciones, dama Estribo le adelantó con un gesto lo suficientemente claro como para rechazar la propuesta. Se reincorporó despacio y se separó el cuello de la camiseta del cuerpo, guardando además la recomendación sobre "como no beber" de dama Estribo en un sitio seguro de su olvidadizo cerebro una vez recibió la cerveza.

«Haha, gracias... pero prefiero cargar con la cabeza por ahora entonces.»— fue a hacer un gesto para apartarse el pelo de la frente, como solía hacer al estar nervioso, pero recordó tarde que su cabeza ya no estaba allí. Una risa se le escapó al darse cuenta.— «Mi nombre es Jace.»

Hizo tal como la dullahan le indicó, acercando con cautela la jarra a donde hacía escasas horas había estado su boca. Para su sorpresa, el sabor de la cerveza seguía allí... y un gritito agudo de alegría resonó en su mente.

«¡ME CAGO EN LA PUTA, ECHABA DE MENOS ESTA MIERDA!»—golpeó el suelo con una pie repetidas veces, como si fuera Tambor en las pelis de Bambi. Después, soltó una risa contagiosa. No sabía como la Heineken, pero podría decir que era un billón de veces mejor.
Las palabras de Kaw le hicieron volver a tierra, de especial buen humor por notar el sabor que más echaba de menos.

«Entonces sí que lo de la montura viene con lo de perder la cabeza de verdad, ¿huh? ¡La rehostia!»— imágenes de varios animales cruzaron su mente en un flash rápido: leones, pumas, hienas, un murciélago gigante, incluso un pepino de mar y un canguro. No le gustaban demasiado los animales grandes, pero si el que iba a tener era como "Carabobo" e iba a obedecerle... que demonios, como si era una araña gigante, que lo iba a recibir con gusto.— «No me atrevo a hacer apuestas y que me toque un perro salchicha después. ¡Aunque lo cierto es que cualquier cosa me va a molar, creo!»
Dejó la cerveza sobre la mesa y ojeó el libro hasta dar con alguna página que hablase de monturas, a su vez centrado en dama Estribo por posibles respuestas rápidas sobre estas.

Marsi estalló en carcajadas sin poder evitarlo, tanto por los pensamientos que escapaban de la mente de Jace como de su reacción al probar la cerveza.

-<< Bueno, yo de monturas recientes solo sé de la mía propia, y de la de una asesina a sueldo que decían tenía un dragón. No puede haber más que un heredero de cada estirpe viviendo a la vez, y por lo general el siguiente en la línea de sucesión, por llamarlo de alguna forma, tarda unos años en aparecer, así que puedes descartar esos dos.>>

En ese momento los músicos hicieron un descanso. Mikk saltó del escenario y fue a la mesa donde estaban ellos.

-Vaya, otro chico sin cabeza, parece que la familia crece. ¿Cómo estás chaval? ¿Feliz con tu recibimiento? Soy Mikk. ¡Oh, joder, como mola tu chupa!

Le fue a estrechar la mano a Jace, no sin antes casi perderla, pues le había intentado quitar la jarra de cerveza a Marsi, y esta había hecho aparecer un puñal de humo para poner distancia entre el hipnotizador y su bebida. El violinista también se acercó, con una copa en la mano. Como siempre, hizo aparecer su diálogo sobre él, sin querer usar la telepatía.

-''Bienvenido a Rocavarancolia, me alegra ver a otro de los nuestros tan pronto. Por favor, no dudes en preguntarnos lo que sea si tienes dudas.''

Cuando Sekk entró en el edificio estaba calado hasta los huesos, pero al ulterano no parecía importarle demasiado. Aún tenía una expresión sombría y apenas prestaba atención a su alrededor, pero el ambiente animado del local le devolvió a la realidad de forma brusca. Había avanzado en la dirección que le había dicho Irianna hasta que, contra todo pronóstico, se había encontrado con un ciudadano de Rocavarancolia: un tipo sombrío que ocultaba su rostro con una capucha. Le había preguntado dónde se encontraba la taberna y, afortunadamente, se lo había indicado con voz rasposa, pero no se esperaba para nada aquel ajetreo. ¿Donde había estado aquella gente durante los últimos siete meses?

Si el aspecto monstruoso de algunos parroquianos le sorprendió no se reflejó en su expresión y, por el contrario, empezó a buscar a Jace con la mirada, estirando el cuello mientras caminaba para otear por encima de los presentes. Tan concentrado estaba en su tarea que no se percató del enorme minotauro que le salió al paso, echándole una jarra de cerveza por encima cuando chocó con él por accidente.
—Deberías mirar por donde vas, imbécil —gruñó el bovino, dedicándole una mirada burlona de superioridad—. ¿Acaso tienes dinero para pagarme la consumición? —preguntó, hinchándose por momentos con aire amenazante.

El berserker le miró con expresión confusa, intentando comprender lo que acababa de pasar, pero cuando empezó a asimilarlo una chispa de rabia incontrolable prendió en su mirada. Apretó los puños con fuerza, dispuesto a partirle los cuernos a aquel tipo, pero cuando fue a replicarle algo más importante llamó su atención.
—No me jodas… —susurró, reconociendo al americano sentado en una de las mesas por su cazadora. Su cabeza no estaba sobre sus hombros, pero aquel detalle no parecía afectarle demasiado—. ¿Cómo es posible? —preguntó en voz más alta, olvidándose del minotauro y pasándole de largo para acercarse a la posición de su amigo. Le acompañaba un pequeño grupo de desconocidos, dos de los cuales compartían su ausencia de azotea, pero el intara estaba demasiado pasmado como para fijarse en ese detalle.

Jace estaba atento a dama Estribo, asintiendo con cortas reverencias al no poder hacerlo con la cabeza. La imagen mental del dragón le puso el vello de punta, más si le añadía la información de que pertenecía a una asesina en sueldo.
¿En eso podía convertirse él?
Iba a tener una montura. Tenía dos veteranos para enseñarle, un libro entero sobre su nueva especie y compañeros. De lo poco que había ojeado del libro, al parecer aprendería a invocar objetos... y entre ellos armas.
Una chispa que no recordaba tener se avivó en su interior. El miedo que había sentido hasta ahora fue engullido de golpe por la emoción: la emoción de aprender a infundir terror a los monstruos que les habían mantenidos encerrados y a solas en un torreón cuando aún eran normales, la misma sensación que le recorría el cuerpo cada vez que había ganado una pelea a puñetazos en las calles bajas de Nueva York.

Jace sintió volver a ser él, aunque hubiese dejado de ser humano.

Antes de que su adrenalina se contagiase alrededor más de la cuenta, Mikk y el violinista interrumpieron. Dama Estribo le causaba cierto respeto, pero no tanto como el violinista. No habría sido capaz de explicar porqué, pero Jace se levantó de la silla para estrechar la mano con la que no sujetaba la cabeza a los dos. Una sensación agradable le recorrió ante la forma de hablar del primero.

«Wow, haha, gracias. A mi me mola tu nombre. ¡La verdad es que no me puedo quejar! El trato que he tenido ha hecho que perder la cabeza haya merecido la pena.»—rió, agradeciendo mentalmente el ofrecimiento del dullahan mayor—. «¡Mi nombre es Jace, encantaaaaaaaa- —su cuerpo se giró despacio a otro lado—. ...do.»

La mente de Jace se puso a funcionar a toda velocidad, perdiendo por completo la concentración en los veteranos para dar a paso un aluvión de pensamientos. Sekkeh acababa de entrar en la taberna, y de que mejor forma que molestando a un minotauro por su paso. Caminó hacia él con cierta duda en cuanto supo que se había percatado de su presencia. Una risa nerviosa aumentaba de volumen a medida que se acercaba a él con la cabeza en trance bajo su brazo. Tras estar frente a él, dejó de pensar por un instante.

«Raro de cojones, a que sí.»— su risa se calmó, dejando que su lenguaje visual fuese lo más sincero posible—.«Menos mal que no te has muerto, capullo.»

Pasó un brazo por encima del hombro de Sekkeh tras de golpearle con suavidad, esperando que no gritase a continuación o le apartase de un empujón. No tuvo que mirar atrás para ver al molesto minotauro.

«¡O-Oye, somos nuevos en esto! ¿Vale? No se lo tengas en cuenta...»— a continuación pensó como si hablase en susurros —.«Eh, ¿cómo se paga aquí y de donde saco el dinero para pagarle al tío-toro?

Lo cierto es que no le importaba. Alejó a Sekkeh rápido del minotauro para llevarlo junto a los veteranos, suponiendo que ahí estarían más seguros. Ahora sí que era incapaz ocultar su emoción, y no podía dejar de enviar mensajes y preguntas al rubio sobre como estaba, como había llegado hasta allí e incluso a decirle repetidas veces que se alegraba muchísimo de verle despierto.

Marsi vio al chico rubio entrar con aire despistado. No lo conocía, pero a juzgar por la reacción de Jace pensó que seguramente sería uno de sus compañeros, uno de los desaparecidos por los que les preguntaron en el torreón, tal vez. Tuvo el impulso de llevarse las manos a la cara cuando el novato chocó con un tipo enorme y con pinta de malas pulgas.

El violinista le puso a Mikk la mano en el hombro justo después de que Jace se levantara, confirmando que lo conocía.

-Si, creo que será mejor que me ocupe yo.

Los dos chicos volvieron a la mesa... con el minotauro detrás. Mikk lo interceptó, pasándole la mano por el hombro y haciendole dar la espalda a los novatos.

-Eyyyy, no te pongas así, hombre, es solo un novatillo. ¿O me vas a decir que en tu primera Luna eras la personificación de la gracia?- había un brillo antinatural en los ojos del brujo que nadie pudo ver, pero sí que pudieron notar el cambio en su voz. Una vibración mágica, la entonación perfectamente ensayada para provocar un efecto. Y estaba funcionando, el minotauro se calmaba por momentos- Vamos a la barra a buscarte otra copa, y pelillos a la mar.

-Er... sí, vale.

Era dificil que aquella criatura se perdiese en la multitud, pero cuando Marsi decidió que estaba lo bastante lejos saludó al recién llegado. El violinista hizo lo mismo, advirtiéndole que debían tener cuidado.

-''Hay muchas criaturas en esta ciudad que no toleran a los neotransformados tan bien como nosotros''

La naga se carcajeó con los pensamientos de Jace.

-Gracias chico - le respondió.- Y no te preocupes, estoy segura de que no eres el único que lo piensa aunque seas el único que lo expresa - se rió con ganas antes de tomar un sorbo de su bebida.

Saludó a Mikk y al violinista al verlos acercándose. Con la llegada del intara se sorprendió un poco, nunca lo había visto pero el nuevo dullahan parecía reconocerlo así que dedujo que sería un compañero de criba. Cuando se acercó lo observó con más detenimiento, había visto gente rubia en la ciudad, pero aquel pelo sumado a sus ojos sólo podían significar una cosa. Aunque si era cierta el pobre pelo de aquel chico...

-Me llamo Surásara - le dijo al intara acercándose a él, no dijo su lugar de procedencia ya que para el neotransformado debería estar claro.- Me alegro de que haya un compatriota más en la ciudad. ¿Quieres sentarte a tomar algo con nosotros? - le ofreció con un gesto.

La risa de Jace resonó en su cabeza, sobresaltandole visiblemente, pero al comprender que debía ser su forma de comunicarse ahora que no tenía boca se sintió algo estúpido.
—¿Muerto yo? El que podría pasar por un cadáver ahora mismo eres tu, pardillo. —le respondió con una media sonrisa, realmente aliviado de verle de tan buen humor a pesar de todo lo que había ocurrido aquella noche. Recordar lo de Sigrún volvió a ensombrecer sus pensamientos, pero el bombardeo telepático por parte del dullahan le mantuvo con los pies en la tierra y lo siguió hasta la mesa de los veteranos. La firmeza de los hombros del humano bajo su brazo se le antojaba un tanto irreal dada la situación, pero le apretó la clavícula con ligereza para transmitirle seguridad.

Cuando Mikk pasó a su lado e interceptó al minotauro, el ulterano recordó el encontronazo que había tenido con el susodicho segundos antes y volvió a tensarse, dispuesto a defenderse. El brujo, sin embargo, convenció al gigantón de que no merecía la pena y se lo llevó a la barra. Sekk parpadeó confuso, sorprendido de que lo hubiera calmado con tanta facilidad, pero cuando el violinista le advirtió de que debía de tener más cuidado su genio volvió a encenderse.
—¡Pero si ha sido él el que me ha tirado su bebida por encima! —gruñó con el ceño fruncido, goteando cerveza sobre el suelo. La presencia de Jace y el temor a volver a perder la razón, no obstante, evitaron que su enfado fuera a más—. Vale, vale, seré más cuidadoso de ahora en adelante, no es que pretendiera llegar buscando pelea... —aseguró, respirando hondo para tranquilizarse—. Lo cierto es que quería disculparme cuando he chocado con él, pero entonces me ha hablado de esa forma y he olvidado los buenos modales. —trato de justificarse. Ni siquiera él comprendía aún la facilidad con la perdía la paciencia.

Sacudió la cabeza tratando de despejar sus pensamientos y procedió a disculparse con los presentes.
—Siento la escena, de verdad, y gracias por evitar que fuera a más. En cuanto tenga dinero os invito a tomar algo para compensarlo, ¿de acuerdo? Me llamo Sekkeh Reikayame, por cierto, pero con Sekkeh es más que suficiente —se presentó, tendiéndole la mano a los veteranos—. Estaba preocupado por este individuo, pero veo que en realidad se lo estaba pasando en grande —añadió con una sonrisa, palmeando con fuerza la espalda de su compañero—. Estoy bien, de verdad, y he llegado caminando: un tipo raro me indicó el camino —respondió a grandes rasgos a las preguntas del neoyorquino—. Yo en cambio me alegro de haberte encontrado de una pieza... o de dos en su defecto. —se permitió bromear, dedicándole una mueca burlona.

Cuando la naga se presentó confirmó lo que ya había podido deducir al ver su pelo y sus ojos: era ulterana, como él, concretamente de Ibolia. Sekk se llevó la mano a las puntas de su cabello muerto en un gesto inconsciente, preguntándose como siempre que veía a otro de su especie que debía pensar de su aspecto.
—Eeeeh… bueno, supongo que una rápida si que puedo tomar —aceptó algo nervioso, retirándose el pelo mojado del rostro y echándoselo hacia atrás—. ¿Lleváis mucho tiempo en la ciudad? —preguntó a los presentes en general, tratando de no mirar con demasiada atención la cola de su compatriota.