Antiguo Mercado

Guardo el nombre de a ordesa en su registro mental para acordarse de ella en el futuro. Según había podido llegar a entender cambiar el nombre no era un simple acto de modificar la forma en la que eres llamado, es en cierta forma simbólico, ya sea para querer encajar en la ciudad o para dejar tu vida atrás. El había pensado varias veces en cambiar el propio pero no se le ocurría nada. Su nombre evidenciaba demasiado que era foner para cualquiera que haya conseguido tener contacto con su mundo. Y siendo que en la actualidad solo había dos foner transformados, que el supiera, era muy cantado. No le convenía demasiado con su transformación.

-No, ya verifique que es realmente ella, espera un segundo iré por el pedido -añadió guardando ambas copias antes de entrar por la puerta que daba al almacén donde busco el pedido que venia con un numero de serie. No tardo demasiado en encontrarlo tomándolo con cuidado y volviendo al mostrador. Se trataba de un vestido que parecía haber tenido su mejor época y aunque Heiss había podido repararlo hasta volverlo decente y vestible, la tela era bastante vieja y usada. Era evidente que había sido remendado varias veces. Llegaría un momento que ni siquiera las hábiles manos de su jefa, y sus utensilios de costura hechizados, podrían reparar aquello sin tener que hacerle un cambio total

-Bien, aquí esta -respondió al volver. Realmente agradecía no tener que preocuparse nunca por la ropa, era un gasto que se ahorraba con un cuerpo como el suyo.

-DL, ve por lo que te pedí antes- se escucho la voz de Heiss desde la otra habitación sorprendiendo un poco al cambiante.

-Pero hay un cliente aquí aun- dijo DL extrañado por aquello ya que su jefa aun ni había salido, solo le hablaba por la puerta entreabierta.

-Que vayas- gruño la asreniana haciéndole suspirar largamente y mirar a Saria Omen en disculpa dejando el vestido, saliendo desde detrás del mostrador mientras murmuraba cosas sobre jefas alcohólicas, yendo por el vital licor de Heiss. Tras su marcha la enorme guerrera salio del cuarto que usaba para trabajar clavando sus ojos amarillos en la pequeña ordesa- Espero que traigas suficiente dinero. La vieja Fina me debe ya bastante.-añadió la guerra con su tono hosco habitual, viéndose realmente imponente y enorme en comparación al mostrador y a Saria Omen.

La ordesa se acobardó un poco al escuchar el tono de la lagarta, pero logró que sus temores no salieran al exterior y alzó la cabeza, devolviéndole la mirada con firmeza. Fina ya le había avisado del carácter de esta señora y sabía que no tenía nada que temer (mientras no la maldijera sin querer). Saria metió la mano en su marsupio con mucho cuidado y sacó una bolsa llena de monedas de oro.

—Ahí va la cantidad exacta —dijo al tiempo que alzaba el brazo de forma ridícula. Y no era para menos, porque aquella mole de escamas medía como dos Sarias. Entre eso y que la mala sombra quedaba bajo el mostrador, ya podía no perder el temple de nuevo—. La vieja te manda saludos y dice que te pases cuando quieras a charlar—añadió antes de que se le olvidara.

Saria Omen respiró hondo y rezó internamente para que Fina no se hubiera equivocado al contar.

La guerrera se quedo unos segundos mirando fijamente ala menuda Saria antes de tomar la bolsa con el dinero con una peculiar delicadeza en alguien con una fisonomía tan intimidante. 

No respondió inmediatamente sino que se tomo su tiempo en contar el dinero sabiendo de buena cuenta que DL tardaría aun un poco en llegar. No le interesaba que el cambiante se enterara de sus asuntos con Fina, a no ser que fuese necesario.

- Esa vieja loca...-gruño Heiss como simple respuesta con sus ojos amarillos fijos en las monedas de la bolsa. Conocía a Fina desde hacía algún tiempo, era una viejecita aparentemente inofensiva y amable, pero si había sobrevivido tanto tiempo en esa ciudad, por algo seria. No es como si fuese fácil vivir sin problemas en ese lugar, por muy separado del mundo que fueras los problemas siempre te terminaban llegando quisieras o no. Pero bueno el negocio era el negocio y no le pagaban por preguntar- Falta dinero -sentencio Heiss de forma contundente, clavando sus ojos en Saria y dejando caer la bolsa sobre el mostrador y se explicó.

- Hubo mas trabajo del pensado originalmente, pero como no tuve tiempo de avisar, no pediré mas dinero. Me bastara si Fina me da algo de su chatarra que este en un estado medio decente - añadió Heiss mirando a Saria, esperando a ver que como respondería la enviada de Fina a aquel 'pequeño' problema que tenían entre manos.

Saria torció el morro al escuchar a la gran lagarta. <<¿Y quién no está loco aquí?>> se jactó mentalmente. Lo que no le hizo tanta gracia fue escuchar que faltaba dinero. Fina le había dado la cantidad exacta y la mala sombra desconfió. Algo le olía mal y su mente trazó enseguida mil y una teorías sobre como Fina la había engañado o como Heiss se estaba aprovechando de lo inexperta que era. Por suerte no tardó demasiado en oír lo que había pasado en realidad, o probablemente la ordesa hubiera gafado a la guerrera para escapar corriendo.

—Está bien —Saria relajó un poco la expresión y destensó las orejas. Fina no tendría problemas en ceder chatarra a cambio de un trabajo como aquel—. Se lo haré saber. Probablemente la veas pronto por aquí. ¿Puedo llevarme eso entonces o se la entregarás tú la próxima vez que la veas?

Las ganas de irse de aquel lugar no hacían más que incrementarse, aquella mujer le daba miedo.

La asreniana ignoró la tensión de Saria, concentrándose únicamente en lo que le interesaba: Finiquitar aquel negocio y poder por fin volver a su querida fragua.

- Si no desea venir, puedo mandar a mi empleado por ello- ofreció Heiss sabiendo que aquella vieja no era de mucho salir, por algo estaba aquella pequeña novata allí en vez de ella-Está precisamente para eso, ir por la mercancía - añadió con leve gruñido característico y algo impaciente, señalando con un gesto de su cabeza hacia la entrada por donde DL había desaparecido antes y por donde no tardaría en aparecer, por su bien-Díselo y que envíe un lacayo -finalizo guardándose el dinero, segundos antes que DL atravesara la puerta de la tienda trayendo consigo el alcohol que mantenía a Heiss viva y de buen humor.

-Aquí esta -suspiro DL con resignación viendo curioso que aun estaba allí Saria, entregándole la botella a la asreniana que no importándole que estuviese un cliente allí bebió un largo trago, pasando su lengua por sus labios antes de clavar sus ojos en DL, gruñendo.

-Eres lento. Dale el vestido -fue lo único que le dijo dándose la vuelta con intención de volver al trabajo, mirando por encima del hombro a Saria-Espero la respuesta - añadió metiéndose en el cuarto dejando tras de si a un confundido DL que la vio desaparecer tras la puerta que daba a la fragua para luego mirar a Saria con confusión.

-Eh, supongo que esta bien, toma. Espero que nos veamos de nuevo pronto y que Heiss no te haya asustado demasiado-respondió DL sonriendo con cierta duda, entregándole el vestido. Aun le confundía el hecho de que Heiss saliera a hablar con un cliente voluntariamente, si la fragua casi parecía su segunda casa. Solo la había visto en ocasiones muy puntuales y en esas ocasiones el se quedó en la tienda. El cambio de parecer le era extraño, pero bueno, Heiss era muy reservada con sus cosas.

—Tranquilo, he visto cosas peores —explicó Saria para evitar confesar que sí que le asustaba un poco el temperamento de la lagarta. La ordesa cogió el vestido alzando la mano para que llegara a la altura de DL y se lo colgó del antebrazo, lo suficientemente doblado para no arrastrarlo al caminar—. Te veré si te acercas a la chatarrería de Fina —su tono era cordial, pero serio. Lara no tenía problemas con DL, pero rehuía de forma sistemática de mantener demasiado contacto con la gente—. Gracias y buenos días —añadió finalmente, antes de acercarse a la puerta dando unas zancadas tan grandes como podía.

No dudaba de sus palabras, el también había visto gente, y cosas, peores que Heiss, pero aun así no dejaba de ser imponente incluso cuando no hablaba. Ya ni decirlo si lo hacia. Lo sentía un poco por la pequeña ordesa.

-Lo tendré en cuenta, puedes pasarte cuando quieras también. Heiss no suele salir a menudo. También esta la Sede, si alguna vez necesitas algo- añadió como ofrecimiento para intentar aligerar un poco esa posible tensión hacia la asreniana, ya era cosa de ella si quería tomar su oferta alguna vez o no. No tenia mayores confianza con Saria como para decirle algo mas, tan solo era algo de cordialidad con esta, no tenía nada en contra con ella o con su cosecha en general, por lo que tampoco tenia necesidad alguna de ser arisco. Al contrario podía ser algo diferente, los nuevos siempre tomaban diferentes camino en cuanto a tratar a al gente de la ciudad. Algunos los culpaban de sus males y atacaban, otros los ignoraban e iban a lo suyo y los últimos simplemente, se adaptaban y convivían.

Se despidió finalmente de la ordesa, aun le tocaba trabajo con el lidiar, pues el de ella no era el único pedido que le quedaba hacer durante aquel día. Esperaba realmente volver a verla pronto, su presencia le producía un peculiar sentimiento, tal vez por haber visto por primera vez, el sufrimiento de una madre.

Shizel no recordaba haber quedado tan agotado mágicamente desde su primera Luna Roja. Llegó como bien pudo a Serpentaria, demasiado desgastado en todos los sentidos como para acusar el impacto de la decisión que acababa de tomar. Durmió de un tirón hasta bien entrada la tarde del día siguiente.

Se levantó con una sensación extraña, como si todo el día anterior no hubiese sido más que un sueño. No tanto porque se le antojase irreal, sino porque no se sentía diferente. Aquel despertar no le infundía la sensación de haber comenzado una nueva etapa de su vida, sino que se asemejaba a cualquier otro dentro de las paredes de Serpentaria.

Se quedó un momento en silencio, reflexionando. Había tomado su decisión, y no había llegado a despedirse definitivamente de nadie dado que aquélla había sido únicamente la visita preparatoria. Pero aún así había contado sus planes a determinadas personas, y supuso que era mejor hacerles saber cuanto antes, con discreción, su nueva postura al respecto. Se vistió en silencio y sin espacio alguno a duda encaminó sus pasos al mercado, a una tienda conocida.

Localizó a Heiss atendiendo el mostrador, en una rara coincidencia dado que solía anidar en la forja.
—Buenas tardes. Estoy buscando a DL, si puede disculparle unos minutos. En caso contrario me bastaría con dejar un recado.

Heiss observó atentamente al idrino, dándole la bienvenida con un simple gruñido al percatarse de que no era un cliente. Aunque seguramente de serlo le habría dado la bienvenida del mismo modo, la mayoría de sus clientes conocían ya su forma de ser.

Que alguien fuera a buscar expresamente al cambiante en la tienda, daría que pensar, pero ella no se metía en la vida de su empleado. Si ese idrino era amigo o enemigo le era indiferente, mientras no molestara. 

-Esta haciendo un encargo, no debería tardar en volver, aunque con el nunca se sabe -respondió la asreniana tras el mostrador siguiendo con lo que hacía: Moldear a mano desnuda y con simples herramientas un brazalete, o mas concretamente tallando los detalles de este, con un delicadeza curiosa en alguien tan grande. Ya que debía estar allí mientras el cambiante volvía al menos hacer algo útil- Puedes dejar tu mensaje sino quieres esperar, le diré cuando llegue -añadió Heiss con un tono algo seco aunque tranquilo.

Shizel lo pensó un poco. El cambiante y él no habían intercambiado palabra desde su último intercambio tenso durante la visita a la Tierra. Pensándolo bien, era posible que DL no quisiera verle. El idrino no quiso acorralarle en su lugar de trabajo, y pensó que de hecho era mejor no haberle pillado allí, aunque hubiese podido evitarle con la excusa de que tenía mucho que hacer.
—No se preocupe, gracias, no es urgente —ya nada lo era. Después hizo un añadido con sencillez—. Dígale solamente que me quedo.
Salió de la tienda, y se demoraría un poco en el mercado. Aquella sensación de falta de prisa se había extendido al resto de cosas que tuviera que tratar.

Tenía todo el tiempo del mundo.

Por suerte Shizel no espero, pues DL no llego hasta casi media hora después agotado, convertido en trasgo y cargando una armadura que pesaba un barbaridad para alguien cuya fuerza no era igual a la de un trasgo real.

-Creía que no llegaba- murmuro sin aliento dejando la armadura sobre el mostrador apoyándose en este ante la mirada de Heiss, que solo miraba la pieza de armadura y lo ignoraba a el, al menos su estado.

-Llegas tarde ¿No puedes hacer un encargo tan sencillo?- fue lo único que le dijo y DL alzo la vista mirándola con frustración mientras recuperaba de nuevo su aspecto habitual y anodino con el que solía estar en la tienda, cabello oscuro y piel clara, así como ojos castaños. Simple y normal.

-He llegado lo mas rápido que pude teniendo en cuenta que el cliente estaba en la otra punta de la ciudad. Esa armadura repele la magia, o su dueño es un maldito o esta hecho de algún material raro. He tenido que traerla a pulso y pesa como un demonio - protesto DL recuperando lentamente el aliento mientras Heiss solo miraba atentamente la armadura que tenia algunas abolladuras bastante importantes-Por mucho que me pueda imitar, no tengo la fuerza de un trasgo o la tuya -murmuro como si fuese evidente, aunque intuía que estaba siendo ignorado de todos modos- Pudiste enviar al carguero, el si ees un trasgo. -añadió DL viendo, no sin un ligero tic nervioso, como la guerrera cargaba la dichosa armadura como si fuera liviana para entrar en la forja y repararla. Con lo que el había sufrido para llevarla y eso que había conseguido moldear decentemente su musculatura, sino habría tardado media hora mas.

-Excusas. No tengo que pagar a un extra teniendo a un cambiante aquí. La próxima vez llega antes, no me importa como -respondió Heiss con un leve gruñido y DL suspiro resignado, no discutiéndole y metiéndose tras el mostrador. Tendría mas resultados intentando razonar con un muro de hormigón. Menos mal que la paga era buena. 

- Vino alguien a buscarte -dijo la asreniana secamente desde el interior de la forja, yendo al grano y sobresaltándolo pues no esperaba que fuese a hablarle de nuevo- Un idrino de cabellos blancos. Te dejo un mensaje: "Me quedo" – añadió concisa para luego simplemente centrarse en arreglar la armadura. 

DL no necesitó más que un segundo para saber que hablaba de Shizel y lo que implicaba aquel mensaje. No sabía muy bien como sentirse al respecto, pues llevaba ya algunos días sin hablar con él, más bien lo evitaba. Ya no podía seguir haciéndolo. Con suerte mas tarde y con mas calma, iría a hablar con el a Serpentaria e intentaría aclarar algunas cosas. Si es que podía.

Uno vino desde Serpentaria, el otro desde el Castillo. El primero llegó tranquilo y, como era ya costumbre, se procuró aquello que necesitaba comprar aquel día. El otro llegó a medias malhumorado, a medias ilusionado. Tan pronto parecía un viejo cascarrabias como un crío con un juguete nuevo. Por un lado le molestaba que los dirigentes de la ciudad hubieran sido tan poco serviciales, pero por otro le habían dado una pista: el mercado.

Y allí se encontraron semejantes dos. Tesón pululaba entre tenderetes, cotilleando y escuchando la algarabía de conversaciones de todo tipo que llenaba el ambiente. Skarog iba veloz pero tranquilo, parando solo donde sabía que tendrían lo que necesitaba e intercambiando algunas palabras alegres con los comerciantes o con algún conocido entre puesto y puesto. Quizá no se habrían cruzado literalmente si uno hubiera ido más despacio u otro más rápido, o si el primero se hubiera parado a cotillear más o el otro a conversar menos. Físicamente era imposible que se cruzaran, de hecho, pero por puro azar el uno atravesó al otro... ¿O fue al revés? Con fantasmas nunca se sabe.

El helión ni se percató, pues el encuentro había sucedido justo cuando esquivaba a una enorme viandante. Vio un hueco libre por el que escurrirse entre el gentío y sin ser consciente de ello dio con el fantasma. Si el roquense hubiera sido corpóreo, habría acabado fácilmente en el suelo dada la velocidad a la que iba el otro, pero en su lugar se quedó pasmado en el sitio. La estupefacción le duró tanto como tardó en abrir el pico, girar sobre su flotante figura y gritarle:

—¡EH, TÚ! ¡MIRA POR DÓNDE ANDAS!

Casi se podría decir que el vozarrón le golpeó en la nuca al helión, pues apenas había pasado un segundo entre que lo atravesara y proferirlo el otro. El libense se detuvo en el sitio e hizo algo que provocó que el gentío hiciera espacio a su alrededor. Tesón no se dio cuenta de ese detalle, por lo que se acercó (apenas tuvo que avanzar unos pasos) y volvió a hablarle:

—Sí, tú. Tú que te has parado. ¿Te parece bonito ir atravesando fantasmas? No es que me importe pero no me acaba de gustar.
—Ah...

La muchedumbre se calmó al oír eso y volvieron a caminar como minutos antes. Lo que los había alarmado era que Skarog había preparado las uñas, por si acaso. En cuanto dijo aquello, el helión tranquilizó los brazos y se giró, curioso, pasado el susto.

—Pues ni le vi, fantasma. Mis disculpas.
—Me llaman Tesón, cegato.
—No le vi, mis disculpas. ¿Algo más? —masculló el helión mientras empezaba a girarse.

Pero el otro se adelantó
—Pues sí. ¿Compras por aquí a menudo?
—Claro.
—¿Y has visto a fantasmas trabajar por aquí?
—No muchos... No recuerdo ahora. Mire, tengo que irme.

Y ahora sí, se giró del todo y retomó su camino. Pero el otro no le dejó ir sin más sino que, presto, le atravesó y se le colocó delante.
—Oye, espe...

El helión le ignoró y volvió a atravesarlo calle abajo, pero Tesón hizo honor a su deseo y le siguió.

—Solo quiero preguntarte si les viste trabajar en algo.
—Ya te he dicho que no.
—Si fueras un fantasma, ¿de qué trabajarías?
—No tengo ni idea. Pero seguro que tú no encuentras trabajo; todo el mundo te mira.
—Y a ti también, impertinente. Ya no soy un simple cosechado, ya no...

Eso le descolocó. ¿Quién diría aquello sino alguien que se hubiera transformado recientemente y se le hubiera subido a la cabeza como al helión le ocurrió? Pero no era época de Luna, no todavía, y no le sonaba ningún roquense en cosechas anteriores. Tampoco es que conociera a todos los cosechados pero...

—¿De qué cosecha eres? —inquirió mientras bajaba el ritmo.
—De esta. Morí hace pocos días.

El helión le miró de hito en hito y parpadeó un par de veces. No se lo creía. Tanto era así que lo tomó a broma.

—Muy gracioso.
—Mis compañeros están todavía de cosecha. Yo era de Maciel. Me ahogué en el pozo al intentar salvar un libro de magia que se me había caído. Y luego los muy idiotas me tiraron a esa horrible brecha de huesos. Por eso estoy buscando trabajo, porque esto es un aburrimiento.
—Sí, claro... Pero cómo va a ser aburrido ser un fantasma. Vale que no puedes hacer nada físico, pero puedes explorarlo todo. Imagina explorar el mar, o los Subterráneos, o el desierto y lo que pueda haber más allá. O intentar alcanzar la Luna cuando sea su época.
—Pero eso ya lo sé. Yo digo trabajo. Algo que sea útil. Ya que voy a vivir aquí, por lo menos que sirva de algo.
—Nadie se ha aventurado por los sitios que he dicho y ha vuelto. Si no ando mal informado no puedes morir, así que podrías explorar e informar de todo lo que descubras.

Algo se encendió en la cabecita emplumada del roquense. Era muy fácil, demasiado. Podía explorar y a la vez convertir esos viajes en un servicio útil. Podría estar entretenido con algo eternamente y que a la vez sirviera de algo. Ni se aburriría ni se sentiría inexistente, un mero fantasma sin motivo para existir que vagara eternamente. Claro, tendría que encontrar alguien a quien la información que recogiera le fuera útil, pero si el grupo de Letargo tenía un libro de mapas, ¡alguien había hecho el mapa! Por tanto alguien estaría dispuesto a colaborar. Tendría que ir a ese edificio infernal para hablar con ese al que llamaban bibliotecario e informarse. Tenía que saber quién escribía esos libros. Así que se elevó en el aire para buscar el edificio, pero entonces cayó en algo: el impertinente.

Para cuando volvió al nivel del suelo, el otro había desaparecido. <<¡Será impertinente! Bueno, si pasa por aquí a menudo se lo puedo agradecer otro día>> Otra cosa era que el roquense recordara agradecérselo, que conociéndole...

Tesón sigue en la Biblioteca Mágica

El helión, en efecto, se había aburrido y se había marchado. El emplumado incorpóreo se había quedado en silencio apenas unos minutos, pero para Skarog fueron demasiados. En cuanto se mezcló de nuevo entre el gentío y reanudó sus compras, pensó también en cómo abordaría a los irrenses de la última criba para que le sirvieran de guía en Irraria. Sería la primera vez que iba con novatos a algún mundo vinculado. Su primera vez fue con Matt en Asrena y fue algo así como su primer empleo temporal. Quizá aquellos dos irrenses quisieran cobrar de alguna forma u otra... Pero todo era negociar. Y el helión negociaría. Pero primero tenía que llegar a la Torre Serpentaria, donde vivía uno de ellos.

Y así como se encontraron, se separaron y se marcharon cada uno por su sitio. Algunos transeúntes negaron varias veces con la cabeza cuando vieron alejarse al fantasma, otros se reían al recordar el apuro en que había metido en apenas unos segundos al herrero, mientras que los más desconfiados comentaban con qué rapidez el helión había preparado sus uñas y lo que podría haber pasado de haber disparado algún hechizo y que este golpeara a alguien por accidente al atravesar al fantasma. Por suerte aquel día de negocios continuaría tranquilo al menos un poco más.

Lara salió de uno de los establecimientos con una sensación de amargura que no le cabía en el pecho. Creia que había crecido, que había madurado y que la vida de Fina no le importaba tanto como lo útil que le estaba siendo. Pero el vacío que sentía al saberla muerta era real y a la mala sombra le estaba costando aguantar el llanto. Empezaba a entender que solo había una razón por la que había podido matar gente hasta ahora: la lejanía. Las personas cercanas le seguían doliendo y aquello le abrumaba. Se sentía débil y al mismo tiempo sentía que la unica forma de superar esa debilidad la debilitaría aún más. <<No puedo aislarme aún más...>> se decía.

La ordesa se cubrió la cara con una capa negra con un par de agujeritos para las orejas y agachó la cabeza, intentando esquivar a la multitud que ocupaba aquel lugar. Los días posteriores a la luna atraían el jaleo como la luz a los mosquitos y a Saria Omen eso solo la agobiaba. Necesitaba espacio y un sitio menos ruidoso que aquel, sus oídos le iban a explotar a aquel ritmo.

Apoyada sobre el bastón coronado con los huesos de los niños, la mala sombra se abrió paso y dejó un par de regalitos en forma de caídas desafortunadas para aquellas personas que más interferían con su escapada. <<Te he dicho que te apartes, calvo gilipollas>> Saria Omen aprovechaba cada oportunidad que tenía para dedicar insultos a los viandantes.

Había acudido junto con Kin, Keiria y Kudryavka al mercado. Su mudanza se acercaba cada vez más e iba a necesitar empezar a canjear más rádem para obtener divisas rocavarancolesas habiéndose hecho ya una idea acerca de la economía en la ciudad. Fue mientras se dirigía hacia un puesto en el que solicitaría una tasación del metal que llevaba consigo cuando se fijó en la presencia de una figura que atrajo su atención. En un principio no supo por qué, pero al cabo de cuatro segundos sospechó el motivo. Aquella persona de baja estatura cuyas orejas peludas asomaban a través de la capa oscura que vestía era o se parecía demasiado a alguien a quien conocía pero no había vuelto a ver desde hacía mucho tiempo. De hecho habían intentado averiguar si se encontraba bien, con nulo éxito. El irrense se detuvo y llamó la atención de quien estuviese más cerca de él en ese instante.
—Si no hay otra mala sombra de origen ordés en la ciudad, hemos hallado a Lara —comunicó mirando en dirección a la ordesa.
El ingeniero quería confirmar que lo era así como ganar tiempo para que fuese algún integrante del grupo quien decidiese qué debían hacer en aquella situación. El kairós no sabía cómo se debía proceder ante el reencuentro con una vieja amiga que no había dado signos de querer mantener el contacto.

Aquella tarde había accedido a acompañar a Archi al mercado junto a los demás para dar una vuelta. Dado que no tenía dinero, siempre que iba lo hacía por acompañar a alguien, pero era un ambiente diferente en la ciudad y por eso en cierto modo le gustaba pasearse por allí. Caminaba distraído, ojeando lo que podía ver de los puestos desde donde estaba, cuando Archi lo sacó de su ensimismamiento con la simple mención de una mala sombra. Buscó durante unos instantes, un poco perdido, en la misma dirección en la que miraba el kairós, y encontró una figura bajita, con el pelo y las orejas de Lara, que además tenía el característico marsupio de los ordeses. A pesar de llevar la cara tapada, sería tremendamente sorprendente para el irrense que aquella fuese otra persona.«No puede ser… ¿dónde se había metido todo este tiempo?». Aun así, lo más importante para él en aquel momento era que estaba viva. El por qué había desaparecido pasó a segundo plano, y dando un paso adelante, alzó la voz sin pensar.
—¿Lara, eres tú?
No se le ocurrió, hasta después de haber hablado, que llamarla podía haber sido una imprudencia, aunque tal vez la ordesa ya los había visto o lo habría hecho en muy poco tiempo. «¿Y si escapa de nosotros?» se preguntó, preocupado.

La noticia que acababa de recibir la ordesa ayudó a que no fuera consciente de quienes se encontraban frente a ella. Vio unos pies acercarse y se vio tentada de lanzarle mal de ojo al suelo, pero oyó su nombre, su antiguo nombre, de una voz también antigua que reconocía perfectamente. La mala sombra alzó la cabeza, clavó sus ojos amarillos en la figura frente a ella y comprobó que recordaba bien: Cio. Seguía igual que hacía un año, tras la luna, ¿quizás en mejor forma? Saria Omen dio un paso hacia atrás, su cuerpo le pedía huír, pero su mente estaba teniendo problemas para dar la orden.

—¿Qué haces aquí? —preguntó primero, disparando las palabras a una velocidad de vértigo y en voz baja. Un vistazo tras Cio le permitió reconocer a Kud, Keiria y Archi tras él. Los ojos se le humedecieron. La vieja Lara se alegraba de verlos, a pesar de que su intuición le advertía de que mantenerlos cerca era peligroso para ellos—. Ya no soy Lara, mi nombre ahora es Saria Omen —la mala sombra miró hacia los lados y suspiró. Acababa de cerciorarse de que los porcentajes seguían en su sitio. No existía una posibilidad anormalmente alta de que pasara nada.

>>¿Podemos ir a un sitio más tranquilo? —pidió entonces.

Quería hablar con ellos, saber que estaban bien. Pero lejos de la multitud.

Keiria caminaba junto a sus amigos sin prestar demasiada atención a la conversación, pues observaba ensimismada los puestos junto a los que pasaban evaluando la mercancía que ofrecían. No había acudido a aquella pequeña salida con sus compañeros con intención de comprar nada, por lo que no llevaba demasiado dinero encima, pero estaba empezando a arrepentirse de ello.
—Tengo que venir un día de estos a echar un vistazo a esa tienda... —murmuró para si, recolocándose el parche en un gesto inconsciente.

El comentario de Archi la bajo de las nubes en un instante, devolviéndola a la realidad de forma brusca. La kitsune, nerviosa, buscó entre la multitud en la dirección en la miraba el kairós, y cuando dio con aquella figura tan familiar el aire que había estado conteniendo se le escapó por completo. Kin fue el primero en reaccionar, llamándola por su nombre, y aunque en un principio pareció que tenía intenciones de huir dio la impresión de que se lo pensaba mejor. La pelirroja no podía creerselo: después de tanto tiempo por fin habían dado con ella.
—¿Donde quieres ir? —se apresuró a preguntar, dando un paso en su dirección con intención de abrazarla. Se lo pensó mejor, no obstante, temerosa de asustarla del todo.

La muchacha esperó una respuesta, impaciente, cambiando el peso de su cuerpo de un pie a otro. Se había quedado con el nuevo nombre de la ordesa y pretendía utilizarlo, pero le apenaba que hubiera decidido abandonar el suyo. No se la podía culpar teniendo en cuenta todo lo que había pasado durante la criba, no obstante, y se cuido de no expresar su opinión en voz alta.