Plaza del Estandarte

Pasaba cerca de la Plaza del Estandarte, cuando repentinamente, el sonido de varios instrumentos empezó a sonar, como si de una orquesta se tratase.

¿Qué demonios? Tanto ruido por aquí... Qué raro -pensé.

Me ajusté la máscara y me adentré en la plaza, aprovechando mi buen oído seguí el sonido hasta llegar a un grupo de gente que, no se si por suerte o desgracia, conocía.
Se dedicaba a bailar, gritar, discutir o simplemente destruir alguna que otra estatua de la plaza.
Me acerqué un poco más al grupo, para que notaran que había llegado.

-Vaya... Hacía mucho que no os veía. ¿Ya os han soltado? Qué pronto, esperaba que os retuvieran más. -dije con un ligero tono burlón.
Miré tras suya, por donde habían venido. Estaba todo hecho un desastre, piedra esparcida por todas partes, escupitajos...

-Yo no tengo nada en contra, pero si no recuerdo mal, os detuvieron por algo parecido a esto. - dije volviendo a mirar al grupo.

-Bueno... ¡Bienvenidos de nuevo a la ciudad de las oportunidades y la libertad! - bromeé - Espero que os acordéis de mi.

Me integré al grupo riendo.
-¿Olvidarme de vosotros? Eso es imposible, cada vez que os juntáis la liáis parda.

Me paré a ver la pequeña pelea que había entre Dama Dibujo y Taimado.
-¿Se puede apostar? -dije riendo - Estas disputas siempre son interesantes.

Hacía meses que no ocurría nada parecido, parece que los únicos que animaban la fiesta habían vuelto, y se hacían notar.

Garrote, como siempre , acababa sirviendo las bebidas, el puesto más aburrido de las fiestas. En el fondo sentía pena por ella, pero siempre que aprendía alguna habilidad nueva la utilizaba sin preocuparme, tenía una mente débil.
Me acerqué a ella y cogí un vaso de vino, mezclado con el licor azul semitransparente que había. Por suerte, podía disfrutar del sabor sin acabar borracho gracias a ese hechizo que leí hace años. Volví al corro que rodeaba a los dos combatientes, una vez ahí, me fijé que a lo alto de un edificio de enfrente algo se movía, pero no conseguía saber bien lo que era.

Parece un niño... ¿Bailando? No recuerdo haberle visto antes por aquí, habrá que informar de esto al amo.

Nia y yo llegamos a la zona por la que solíamos vivir antes. De allí al torreón no debía de haber demasiada distancia. El paseo se estaba hacieno largo, pero no importaba. Tampoco teníamos a donde ir, ni miedo a la oscuridad. Nia quería ir a la plaza donde había aquella terrible batalla petrificada, y hacia allí nos acercábamos. Sin embargo, cuando ya podíamos divisarla a lo lejos empezamos a escuchar gritos y conversaciones de múltiples voces. Allí había gente, y lo peor es que ni Nia ni yo pasamos desapercibidos en la oscuridad. Había bastante gente allí... bueno, algunos tenían rasgos animales, pero me figuré que todos eran antiguos cosechados. Después de conocer a dama Puntada se me ocurrió pensar que sencillamente eran otros que habían sido niños y también vendrían en son de paz. Sin embargo allí parecía estar teniendo lugar una pelea o algo así. Parecían gamberros callejeros, y eso no me gustaba un pelo. Pero tampoco tendrían por qué atacarnos, ¿o sí?
Nia y yo nos aproximamos a las primeras estatuas y observamos a los desconocidos. Con cuidado de que no se note demasiado le susurro cerca del oído.
-Al primer movimiento sospechoso o que parezca que va a haber peligro salimos de aquí levitando, y bastante algo. Espero que no haya que llegar a eso, pero si pasa tendremos que cubrirnos las espaldas

Nia avanzó tras Gael. Parecía una fiesta extraña. Algunos incluso se estaban peleando. Nia observó con más atención al grupo variopinto. Si todos ellos eran cosechados, habrian pasado por lo mismo que ella, y podrían entenderse mejor que con los animales. Nia tragó saliva. No sabia que hacer en esa situación si continuar mirando o acercarse y saludar. Se agarró firmemente a la estatua tras la que se estaba parapetando y asintió a Gael. Sin duda no era un grupo a tomar a la ligera.

Empezó a llegar gente para unirse al grupo, y hubo un pequeño enfrentamiento, que por suerte no fue a mal.

Creo que va siendo hora de dejar esto.

Hice que el vaso volviera solo hasta donde se encontraba Garrote, y se posara de donde lo cogí, y cuando me dí la vuelta vi algo brillar... Llamas.

Ese... Es Gael, le ví en las clases de Sepalian.

No sabía bien qué hacer; presentarme en persona o esperar... Finalmente, después de estar empanado pensando, me acerqué con aire amigable a Gael, pero no estaba solo, la chica medusa le acompañaba.

-¡Hola chicos! - saludé con un tono simpático- ¿Qué hacéis por aquí?

Observamos durante un rato a aquellos personajes, pero estos parecían ignorarnos deliberadamente. Me llevé un susto enorme cuando nos mencionaron, o eso me pareció escuchar a lo lejos, pero nuestra presencia les da exactamente igual, me parece. Y es un alivio saberlo.
-Esto no me gusta -le digo a Nia-. Ya sé que no nos quieren atacar, pero será mejor que nos vayamos... Es tarde y aún hay un largo camino para volver... -Me fijo en su piel, que me parece reseca de más-. Y será mejor que te metas en el agua cuanto antes.
Cuando nos volvíamos para marcharnos una silueta se acercó. Me puse instintivamente a la defensia, pero su pose no era de ataque y se detuvo delante de nosotros. Llevaba una máscara cubriéndole la cara, y en general no podía ver más rasgos de esa persona que su altura. Cuando habló al menos lo hizo con voz de hombre... y lo que no entiendo es por qué nos habla tan amablemente, como si nos conociera.
-Eh... ¿ho... hola? -respondo dudoso-. Nada... dando un paseo, aunque ya nos íbamos. Y... um, perdona, ¿acaso nos... nos conocemos?
Traté de identificar su voz o algún otro rasgo sin éxito. Se me pasó por la cabeza que fuese alguno de nuestros compañeros, de los que no pude llegar a ver cambiados. Pero la rechacé enseguida... hablaba con los de allá como si los conociese de toda la vida, y desde luego esa pandilla no se parecía a nadie de los que yo había conocido.

Sin duda era Gael, algo imposible de olvidar eran sus ojos, todavía poseían ese brillo que tiene todo niño en los ojos, la Luna no le había convertido en un monstruo... Por ahora.

¿Decirle quién soy? Siempre ha tenido ese 'algo' que me llamaba tanto la atención.

-Bueno... Eh... A ver cómo te lo explico. ¿Recuerdas a un chico alto, de pelo azul? ¿Recuerdas a Alec?

Parecía que si se acordaba, y la chica de atrás también, por lo que continué.

-Bien, yo soy Alec. Bueno, más bien Alec era yo, disfrazado. Bueno, son temas muy complicados por los que me he podido meter en muchos líos, el caso es que yo soy la persona que tú conocias como Alec hace unos meses.

Le miré a través de las rendijas de la máscara, no parecía creérselo completamente.
Pensé en quitarme la máscara, pero sería inútil sin hacer los hechizos adecuados antes, así que preferí hacer lo mismo que hice cuando llegó esa nueva cosecha.
Me escondí tras una estatua, ya que después de tanta fiesta no me sentía con fuerzas como para conseguir que funcionase con todos los de alrededor.
Dejando que solo me vieran Gael y Nia, me concentré y en menos de un minuto, con un ligero "PLOF" seguido de una voluta de humo, todo mi cuerpo desapareció un instante para aparecer de nuevo ante ellos dos con el aspecto de Alec, tal y como lo recordarían.

-¿Veis? Espero que sea suficiente para que me creáis -dije seguido de una pequeña risa.

No tardé en volver a mi forma habitual, me ajusté las mangas y el sombrero y me agaché para estar a su altura.

-Mi verdadero nombre es Ilutio. Un placer conocerte de nuevo -dije amablemente.

Nia husmeó al extraño personaje que se les había presentado. No era un olor que reconocía, pero, sin embargo, era indudable el hecho que les trataba como si les conociera. Nia frunció el ceño.
-¿Quien eres?-ladró, algo desconfiada. Y entonces el extraño pasó a presentarse, o más bien, por más raro que suene, a representarse, puesto que los chicos descubrieron que, el desaparecido Alec, no era ni más ni menos que el extraño delante de ellos, solo que se hacia llamar Ilutio, y, al parecer, Alec había sido una ilusión. Nia se colapsó emocionalmente, Alec habia sido el primero que se habia abierto a ella cuando nadie lo habia hecho, y, por eso, le tenia un gran afecto.
-¿Quieres decir...que Alec...está muerto?-recordó las ácidas palabras de su tía cuando era pequeña, espiando desde la ventana.

Tia Bahl escribió:-Tan solo decidselo a la cara, lo de la muerte de la mascota. Esa chica es un poco lenta, asi que no se habrá dado cuenta si quiera que ha muerto...-

Spoiler:

-No...Nia lo sabe muy bien...Alec nunca existió...-Nia se giró en redondo y, con lágrimas en los ojos, se alejó a gran velocidad, moviéndose más por instinto que por necesidad al río.

(Continua en el río)

El personaje parece dudar, pero su tono se vuelve un poco más confidente y me pregunta si recuerdo al chico de pelo azul... Alec. ¡Pues claro que lo recuerdo! ¿Cómo podría no hacerlo?
-¡Alec! ¿En qué te has transformado? -Suelto de pronto, pero él continúa su frase, que resuena por encima de mi propia voz, y me quedo callado de pronto. Le ha dado la vuelta a todo... ¿pero qué...? Retrocedo unos pasos y lo miro fijamente. No puede ser, eso que dice no tiene sentido, Alec, él...
Entonces se esconde detrás de una estátua y sin decirnos siquiera qué es lo que va a hacer toma la forma de Alec con una facilidad pasmosa, como si fuera un simple truco... Alguien que nos engañó, se inventó a una persona. Este no es Alec. Cuando deja de nuevo su antigua forma, me quedo atontado. ¿Es o no es él? Puede engañarnos y hacerlos creer que el es Alec, pero es retorcido, es... en realidad sé de alguna manera que no miente. Su trato amistoso tan propio de él... Pero eso aún se me hace más cuesta arriba, de mis labios solo sale una pregunta en un susurro.
-¿Por qué?
Mientras tanto, escucho también a Nia preguntar algo con confusión. Ella también está afectada por la revelación... tiene razón, Alec nunca existió. La siento volverse y salir a toda velocidad de allí, alejándose en la oscuridad. Su brillo termina por desaparecer rápidamente, y hago ademán de seguirla. Pero a mi espalda sigue el tal Ilutio. Ambas cosas me preocupan. No puedo dejar esto así con él tampoco.
-¿Por qué nos has engañado? -murmuro-. Simplementa has... fingido ser nuestro amigo. ¿Con qué fin? Tú también quieres algo de nosotros... ¿es eso?
No las tengo todas conmigo, pero no puedo evitar preguntar. Si se ofende o algo así estoy perdido... sin embargo no parece querer hacernos daño. Estoy hecho un lío.

Nia se marchó sin darme tiempo a responder, y Gael hizo ademán de seguirla, pero se quedó conmigo.
-Yo... Mi intención no era engañaros, es una palabra inadecuada para el caso... - dije viendo que no lo habían entendido del todo - Lo que hice fue salvaros el cuello evitando poner el mio en peligro. ¿Recordáis al gigante que murió en nuestra primera noche? Le mataron por interferir en la cosecha. Si me hubieran visto con ésta forma, yo estaría muerto por ayudaros.

Y vosotros también. -pensé.

-Alec no está muerto, yo no cambié mi personalidad, quizás un poco para que no me reconocieran. Soy la misma persona, pero con otro cuerpo. Lo único que hice fue ayudaros a sobrevivir en éste lugar. Yo... Yo llevo muchos años aquí. Sé que la criba es dura, yo no quería seguir en éste lugar al ver que me habían engañado. Solo intenté haceros todo más simple, para que, ya que no podíais volver a vuestro mundo, al menos que no os fuera tan dificil vuestra estancia aquí.

Nia desapareció de mi vista, pareció irse en dirección al río. Detrás de mi máscara,en esa cara escondida creada por mi mente, mis ojos dejaron escapar un par de lágrimas. Odiaba mi pasado.

-Comprendo que sea dificil de comprender, pero es la manera más simple que veo de explicártelo. No quiero nada de vosotros, de hecho me encantaría no saber nada de algunos, pero tú, Gael por ejemplo me caiste muy bien, me... me... -no dije qué.

Me recuerdas a él -continué en mi mente.

-Ve con tu amiga, te necesita, prometo ir a donde estés uno de estos días y seguir respondiendo las dudas que quieras. Eres grande Gael.

Dicho eso, desaparecí a su vista, pero simplemente hice que en mi vieran el entorno, algo parecido a mimetizarme. Me alejé y escalé hasta un tejado, donde aún "invisible" me dirigí hacia el río para ver cómo solucionaba Gael eso.

(CONTINUA EN EL RIO)

Alec... Ilutio empieza a explicarse. Entiendo las normas de Rocavarancolia, pero no muy bien por qué querría saltárselas arriesgando su vida. Al mono lo mataron por interferir... por tratar de atacarnos, y aquel extraño gigante que había descubierto al pasear por las mazmorras... también. O sea que lo que me está contandfo es algo que se debe mantener en secreto... y Nia aún no lo sabe. Tengo que ir tras ella y decírselo.
Ilutio dice que no espera nada de nosotros, ¿pero entonces por qué lo hizo? ¿Desinteresandamente? Hace tiempo que aprendí que en esta ciudad nada es desinteresado. Aunque después dice que le he caído bien, aunque no termina la frase. No sé qué decirle, parece sincero. Sin darme tiempo a preguntar nada más me manda ir detrás de Nia, despidiéndose de forma enigmática y desapareciendo sin más. No sé si se ha volatilizado, pero lo más seguro es que esté engañando a mi percepción o algo así.
-Iré a buscarla -le digo al aire, sin saber si él puede oirme todavía-, pero estaré esperándote, quiero más respuestas... quiero saberlo todo sobre esta ciudad.
Después me doy la vuelta y salgo corriendo en la misma dirección que tomó Nia. ¿A dónde puede haber ido? Estaba empezando a secarse, necesitaba agua. Puede haber ido al mar, o al río. El río está más cerca, aunque ella prefiere el agua salda... Apuro el paso, trazando un plan. Iré al río y después bajaré por él hasta el mar para seguirla buscando. El mayor problema es que ya casi amanece y su brillo no me servirá de guía. Para cuando llegue al río ya el sol estará en el cielo.

(Sigue en el Río).

Shizel tenía la impresión que desde que había llegado no había hecho más que correr a toda prisa por las calles. Durante la carrera reflexionó conmocionado sobre las noticias acerca de la inundación de su ciudad.
"No puede ser... Siempre llueve pero no se inunda nada más allá de los puertos... ¿Habrán reventado las presas?"
Tenía que haber sido un monzón espantoso. Ahora que lo pensaba, la casa de Irina estaba justo al lado del lago… Y no sólo la suya, sino que sabía que entre varias personas del Círculo Interno se había puesto de moda mudarse temporalmente junto al lago en épocas de calor...
"¿Qué más me da? Mi casa está en la zona alta", sacudió la cabeza descartando mentalmente aquellos pensamientos. "Y no se van a morir ahogados precisamente. Perderán sus casas y ya está."

Por fin llegó a la plaza, por la que retumbaban aún los ecos de las máscaras de Miseria.
Vacía.
-¡Mierda!- siseó frustrado. Notó el sabor a fracaso en la boca, y no le gustó nada.
Se asomó a un par de calles aledañas, negándose aún a aceptar que había llegado demasiado tarde. Sin embargo al cabo de un tiempo tuvo que resignarse a la realidad: Miseria se le había escapado.

Inmensamente frustrado dio una patada a un cascote cercano, haciéndose a la idea de que tendría que regresar tarde o temprano al torreón con las manos vacías. Fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba rodeado de estatuas, y su enfado quedó olvidado momentáneamente cuando se acercó fascinado a verlas.
Una de las estatuas tenía el porte majestuoso de un rey, lo que le recordó las primeras palabras del pregón.
“Por orden del rey a toda la ciudad...”, recordó. "No estamos solos, ¿pero dónde está la gente?"