Biblioteca Mágica

Roaxen Tenvrai

Entrando a aquella ruina de edificio el ulterano se llevó una grata sorpresa. Una enorme biblioteca. De no ser por el polvo que cubria el lugar, el capellán se encontraria dando salititos de alegria. Rodó con los ojos ante los compentarios de los demás y se adentró solo a examinar las estanterias. Los lomos de los libros contenian una variada y estrambotica cantidad de títulos sin sentido, como manuales para criar criaturas inexistentes como recetarios de pociones y libros de historia. Aquello era, sin duda, un evento fuera de toda casualidad. El destino les llamaba a aquel lugar.
El capellán se abrió de brazos ante las estanterias con una amplia sonrisa feliz. Comenzó a hablar en voz alta, como llevaba varios dias sin hacer.
-¡No puede ser sino que la suerte nos sonrie en este día! ¡Aun por todos los percances acontecidos, he aqui la cultura y el saber recopilados! ¡Bizarros libros sin duda, pero el saber sigue siendo el saber!-
Alargó una mano y cogió un libro que rezaba "Recopilación de la Historia de Rocavarancolia" La historia se redactaba y usaba, principalmente, para esparcir la cultura general entre la gente, para dejar claro a las futuras generaciones de los errores del pasado y como no volver a cometerlos, y aun así, la historia se repetia inexorablemente. Aquel libro bien podia contener parte o todas sus respuestas de los puntos débiles de aquel infesto lugar. El conocimiento podia ser un gran arma.

Cogito Ergo Sum escribió:♚ El conocimiento es poder, si. Pero el poder requiere sacrificio.

Cuando el grupo llegó al edificio, Kimbra dejó que los demás teorizaran sobre la función de este y se decidieran a entrar mientras ella observaba las calles colindantes en busca de bestias que cazar o algún tipo de planta, pero no vio nada destacable. El grupo ya había procedido a entrar en el edificio, así que Kimbra no tardó en seguirles. EL espacio interior hizo que la engendro frunciera el ceño. Aquel lugar estaba repleto de mesas y aquellos extraños muebles que sus compañeros llamaban estanterías, todas ellas repletas de gordos cuadernos. Aquellos cuadernos no se parecían mucho a los que ella conocía, hojas repletas de dibujos con los que explicar la composición y creación de los ungüentos, pociones y venenos. Ahí, los cuadernos eran más parecidos a los llamados libros de los Seguidores de Lakra que, según Ekatechs, eran cuadernos que contenían historias y relatos que algunos Hijos de Lunas escribían con la intención de que pudieran trasmitirse de forma correcta. “Como los cuadernos de pociones pero con historias” concretó la engendro.

Con cautela, Kimbra se acercó a una de las mesas donde un libro estaba abierto por la mitad, mostrando un largo texto enmarcado por alguna que otra miniatura bizarra. Kimbra intentó leer la primera palabra, pero le resultó imposible. Aquellas páginas no contaban con ninguno de los caracteres que Irianna y Varsai le habían enseñado. Kimbra se preguntó si acaso no le estaban enseñando el idioma correctamente, pero lo descartó rápidamente. Teniendo en cuenta que al principio ninguno de ellos se entendía entre si y solo pudieron comprenderse tras beber en la fuente-amuleto, cabía la posibilidad de que alguno de los ciudadanos de aquel lugar, sino todos, no hubieran bebido de la misma agua y, por lo tanto, contaran con idiomas diferentes a ellos.

Con esfuerzo, la engendro intentó leer la portada de otro de los libros que ahí se encontraban, pero, aunque aquel sí que contaba con su idioma, las palabras que mostraba eran demasiado largas y complejas para que pudiera leerlas correctamente dado su nivel.

Enfrascada como estaba observando las estanterías apenas era consciente de los comentarios que se sucedían a su alrededor y tan solo supo que Varsai quería decirle algo porque la varmana se hizo notar. Asintió con una leve sonrisa a la balera antes de volver su atención hacia el lomo de un libro que rezaba “Rocavarancolia en el tiempo”. Antes de que pudiera examinar su contenido, no obstante, una voz desconocida la devolvió bruscamente a la realidad en la que se encontraban y observó perpleja como aquel hombre similar a un humano flotaba en medio del aire sin parar de hablar. Sin duda era un mago.
—Disculpe, ¿es usted…?
Trató de dirigirse al hombre cerrando el libro que tenía entre manos y acercándose un paso hacia dónde estaba, pero la ignoró por completo y continuó explicándoles las normas de la biblioteca, por lo que la idrina se limitó a escuchar al presunto bibliotecario hasta que, tal y como había llegado, desapareció. Irianna contrajo el rostro en una mueca de contrariedad: habían perdido la oportunidad de obtener información de algún habitante de la ciudad. Aunque parecía claro que el supuesto bibliotecario no tenía intención de dedicarles un solo minuto de más de su tiempo.

Se giró hacia sus compañeros con expresión pensativa una vez volvió el silencio a la sala. Que no pudiesen cambiar de libro era una lástima, pero de que a ninguno le pasase nada malo se aseguraría personalmente, por lo que desestimó con bastante facilidad la amenaza implícita en la última norma.
—Deberíamos poner en común lo que queremos llevarnos, para evitar repetir temática.
A continuación apoyó sobre la mesa cercana el ejemplar que ella tenía entre las manos y empezó a ayudar a Jace a devolver a su sitio los libros que estaba recogiendo tras haberlos tirado en un sobresalto cuando el hombre flotante se dejó ver. El título de uno de ellos captó su atención y lo apartó en lugar de colocarlo en el estante para echarle un vistazo una vez hubiese terminado.

Roaxen ya había decidido llevarse un libro de la misma temática que el que le había interesado a ella en un principio, por lo que renunció a su ejemplar no sin molestarse internamente: no estaba muy segura de que el xolnita fuese a compartirlo. La idrina tenía claro que necesitaban llevarse algo que les ayudase, ya que muchos eran los conocimientos que podían ofrecer los volúmenes guardados en una biblioteca, aunque había empezado echar de menos el leer una historia y el ejemplar que había tenido en sus manos hasta poco antes era lo más parecido que podía cumplir ambos requisitos. No obstante, aquel ejemplar de portada verde cuyo título rezaba simplemente “Hechizos” podía ser una elección adecuada si contenía lo que prometía. Lo abrió para examinar su contenido, encontrándose con que apenas entendía lo que allí se representaba mediante dibujos de manos y palabras ilegibles. Aunque no tardó en encontrar unas anotaciones en el lenguaje de la fuente que parecían tratarse de guías para comprender lo que ponía, absorta una vez más.

Entre las primeras páginas del libro llamó su atención un dibujo poliédrico sobre el que había una explicación en un idioma incomprensible pero que tenía una anotación al pie en la que se podía leer “cristal cargador”. Irianna permaneció pensativa largos segundos, tenía la sensación de que había visto algo como eso en otra ocasión, pero no era capaz de recordar con claridad de qué se trataba. Además el término “cristal cargador” no le era completamente desconocido aunque tampoco lograba acordarse de en qué contexto lo había podido oír.

Decidió que tal vez lo mejor sería darle más vueltas en el torreón y dedicarse a continuar curioseando las estanterías. Fue entonces cuando se fijó en Kimbra, quien no parecía saber qué hacer.
—¿Has encontrado algún libro en un idioma legible? Te puedo ayudar a elegir uno para llevarte si quieres —se ofreció.
La hija de lunas no habría visto ningún libro en su vida y probablemente no pudiese siquiera hacerse a la idea de la gran variedad de conocimientos que se encontraban a su alcance en aquel momento.

Desconcierto y confusión. Es lo que siento ahora mismo. Y rabia por tener lo anterior, demasiada.
Paseo la mirada por los incontables tomos que me rodean, permanecen colocados rigurosamente, esperando a que alguien los tome. >>No todos, pero estoy casi segura de que algunos se tratan de otra trampa camuflada.<<.
Suspiro. Me paso la mano por mi frente, ahora, perlada de gotitas de sudor que indican mi nerviosismo, y el calor que empiezo a notar en mi cuerpo.
-Tranquila.-susurro con voz temblorosa.-tranquila. Esto no es nada.
>>Pero si que lo es. Hay que descubrir el fin de todo esto, de que nos hayan dejado entrar. Porque no creo que permitieran acceder a una panda de niños a una biblioteca, en caso de que se tratara de eso, de un lugar que solo guarda libros. Hay algo mas...sí. Debe de haber algo más...<<
Me rasco la barbilla, pensativa, rebuscando en cualquier esquina o hueco entre los libros algún monstruo, alguna pista, o una trampa.
Avanzo lentamente hacia la pila de libros más cercana, mirando constantemente a ambos lados. Un paso más y me sitúo a medio metro de la estantería.
Extiendo el brazo con cuidado de forma recta, tenso la cara y flexiono un poco las piernas en posición de alarma. De alerta.
>>Así.Venga, ya lo tienes.<<.
Mi mano se acerca a uno de los libros, lo suficiente. Amago como si fuese a cogerlo, para activar cualquier tipo de mecanismo defensivo. Pero no pasa nada. Para mi asombro, no pasa nada.
Repito el proceso varias veces hasta comprobar con seguridad que la trampa no se activa hasta que no se entra en contacto con el objeto.
Gesticulo con la cara, enfadada. Con velocidad me desnudo uno de los pies. Con cautela, y despacio, apoyo la punta del calzado sobre el lomo del libro. Permanezco varios segundos a la espera de alguna reacción. Antes de volver a colocarme el zapato compruebo que no tiene ningún tipo de parásito o líquido venenoso.
>>Quien sabe.<<.

Vuelvo a un área más cercana al resto del grupo. Lo suficientemente cerca de Roaxen. Lo suficientemente cerca para ver lo que ocurre después. Lo suficientemente cerca, como para casi echar a correr por la puerta.
Pero no veo que la intención del resto sea volver. No. Ellos le escuchan. Y lo más conveniente sería que yo también le escuchara.
Así que casi me da un vuelvo al corazón cuando el ser flota sobre nuestras caras de estúpidos. Estúpidos por pensar que estaríamos solos en el edificio. Por un momento pienso que nos va a atacar, pero habla impasible, casi de forma cansina, como si estuviera aburrido de vernos actuar.
Tres reglas. Solo tres.
Un libro por persona. >>¿Teníamos pensado llevarnos algún ejemplar?<<
Libro por periodo de prueba. >>Que supongo que se referirá a libro por  este año<<.
Y la tercera me hace tragar saliva. Impondrán un castigo si es devuelto con daños. >>Castigo...<<
Y desaparece sin más. Como los otros dos de la plaza. Sin tiempo a preguntas. Sin respuestas.
Me coloco bien el tirante izquierdo de la camiseta y me golpeo con una suave palmada en la pierna. >>¡Acabo de desaprovechar una oportunidad increíble¡ ¡Puede que ni siquiera se vuelva a repetir¡ ¡Podría haber preguntado por Doce¡.<<
Sigo hasta el punto en el que se ha desvanecido y me afirmo a mí misma que ha debido de hacer algún truco. O magia. Porque el pasillo se extiende a lo lejos. Con normalidad.

Irianna propone una idea. La primera idea con la que no estoy muy convencida de compartirla. >>¿Llevarnos libros? ¿Para qué? Si no podemos entenderlos.<<.
Pero por pasar desapercibida y no decantar entre mis compañeros vuelvo al lugar donde sometí a mi pequeña prueba de seguridad a la “Biblioteca”. Ahora con más rapidez escojo el libro anteriormente tocado y lo abro por la primera página. En la que se ven varias frases escritas en idioma no entendible. Solo encuentro una palabra que si entiendo, es como si fuese un apunte, no estaba puesto con el resto de los textos. >>Botánica.<<.
Lo compruebo y efectivamente se pueden ver con claridad algunos bocetos de plantas que nunca había visto.
Coloco mi elección de un color verde oscuro sobre la mesa en la que Irianna ha puesto su elección.
-Botánica. Creo.

Dejo el libro incomprensible e inútil donde lo deje, no entiendo porque están en otro idioma ¿ Es que los de esta ciudad son estúpidos? ¿ Para qué nos hacen cambiar nuestro idioma si después no lo podemos leer? Entonces me asalta una duda a la cabeza. ¿ Si volviéramos a beber de la fuente recuperaríamos nuestro idioma? Podría ser, a lo mejor la fuente también funciona a la inversa, y a lo mejor hasta conservamos este nuevo.... por desgracia.

Como el aburrimiento me mata por dentro, me propongo ir explorando más a fondo la biblioteca. Voy revisando cada libro: su título, su portada... incluso con mucho esfuerzo obtengo la fuerza de voluntad para abrirlo.

No me complace ninguno, o no se entienden o son muy aburridos. Los que si entiendo los leo por encima y hablan de botánica, historia de la ciudad.... Dado que no tengo algún favorito me decido a llevármelos todos, mirando a distintos lados para que nadie vea mi pequeño crimen.

Pero entonces aparece, una persona, de la sorpresa se me caen todos los libros al suelo con un sonoro estrépito. Miro a cada uno un poco avergonzado, aunque parece que están más pendientes a la persona desconocida, pongo una posición defensiva ante el extraño. Que hable no significa que sea pacifico.

Tres normas. Recojo todos los libros que hay desperdigados por el suelo, y al alzar la cabeza veo un tomo gris lleno de polvo. La curiosidad me puede y el libro acaba en mis manos. Como debo respetar las normas cojo este viejo y polvoriento libro gris con detalles dorados. ¡ Es un libro sobre las armas de Rocavarancolia!

Leo páginas salteadas con mis ojos emocionados: el libro define la finalidad del arma y de que material está hecho. Ansioso por leerlo paso a paso espero con impaciencia a que los demás hagan su elección.

Ruth ha elegido uno de botánica, Roaxen de historia e Irianna sobre magia. ¿ Magia? Seguro que explica como hemos llegado a este mundo.

Siguiendo los pasos de Ruth digo: -Armas. Mientras lo levanto en el aire para que los demás lo vean.

La joven balera se paseaba entre las estanterías mirando los libros tratando de encontrar uno que fuese legible, no estaba teniendo mucha suerte. Al cabo de un rato tropezó con algo y cayó al suelo sin hacerse mucho daño. Varsai se reprendió a si misma mentalmente por despistada, a continuación miró y vio un libro tirado en el suelo, estaba claro que se había tropezado con él. La niña se puso en pie y recogió el libro, con el que algo debía ir mal pues pesaba bastante más de lo que parecía, colocó el tomo en el hueco que había entre unos libros y no pudo evitar fijarse en un libro que estaba al lado.

El volumen era de color rojo y tenía unas letras doradas que rezaban "Dragones", lo que impulsó a Varsai a sacar el libro de la estantería no fue su vivo color, si no que era el primer libro que se encontraba del que entendía el título. Al examinar la portada la chica pudo encontrarse con un lagarto de color negro, ojos fieros y la mandíbula abierta en lo que ella creía un rugido. <<Se parece a Rasqa, ¿serán familia?>> pensó la niña antes de abrir el libro. Al pasar las páginas se encontró ilustraciones de seres que tenían cierto parecido al de la portada, pero a veces se diferenciaban por el color, el numero de alas, el número de patas y más cosas que la niña no apreciaba al primer vistazo.

Con el libro a cuestas volvió donde el grupo a tiempo para ver a un hombre desaparecer tras unas estanterías.

"¿Ese era el bibliotecario?" preguntó más por cerciorarse que otra cosa. "Yo quiero llevarme éste si no os importa." Escribió enseñándoselo a la gente, realmente no había buscado mucho más a fondo y aquel libro le había gustado, la razón era que el libro estaba lleno de ilustraciones y aquellos seres que se describían en él la habían encandilado. Se dijo a sí misma que luego se lo enseñaría a Rasqa para ver si reconocía a alguno.

Permaneció pensativa unos instantes cuando Kimbra le dijo que como ella era su maestra cualquier libro que eligiese en su lugar estaría bien. En parte tenía razón y, aunque le hubiese gustado hablarle sobre las posibilidades que tenía para elegir una vez las elecciones de sus compañeros le confirmaron que había variedad, la idrina era en aquel momento consciente de que habían pasado bastante tiempo fuera. Le gustaría quedarse por muchas horas más en aquel lugar, pero los que se quedaron en el torreón se preocuparían innecesariamente. <<Y la gran mayoría de lo que hay aquí no puedo leerlo, de todas formas>> pensó con cierto desencanto mientras recogía el libro de magia bajo el brazo y se dirigía de nuevo hacia la estantería.

—¿Nos falta algo importante? —se preguntó a media voz mientras se mordía el labio inferior y se sujetaba la barbilla observando el estante ante sí.
Irianna buscaba lomos legibles, aunque ya había visto libros que, si bien la portada se encontraba en un idioma desconocido, el interior estaba en el idioma de la fuente al menos en forma de anotaciones de traducción. Se estaba empezando a marear de pasear la vista tan rápido entre tantos símbolos indescifrables, hasta que se dio cuenta de que acababa de saltarse una palabra reconocible y desplazó la vista rápidamente hacia su derecha.
>>Creo que esto era lo que nos faltaba —afirmó con una leve sonrisa triunfante mientras sacaba el ejemplar de su sitio.

Abrió el libro sobre la mesa y les mostró a los presentes, satisfecha por ver que se trataba de lo que prometía.
—Podemos examinarlo más detenidamente en el torreón. Pero, mirad, si la biblioteca es esta —señaló el edificio marcado como tal en el mapa—. Nuestro torreón se llama Letargo. —Siguió el recorrido con el dedo enguantado hasta colocarlo sobre el edificio en cuestión—. Con la ayuda de estos mapas podremos buscar al resto —se dirigió especialmente hacia Ruth esgrimiendo una sonrisa afable: sabía que la niña había estado muy preocupada por el resto desde el primer día—. De hecho… Creo que sería una buena idea llevarles a ellos otro libro como este para dárselo. ¿Te importaría, Jace? —se giró hacia el humano mayor entonces: era el único que todavía no había escogido su libro después de que Rasqa apareciese con lo que parecía un compendio sobre la fauna de la ciudad—. Les pediremos que te saquen el libro que quieras a cambio.

Los libros y Jace no eran precisamente mejores amigos. Ni siquiera amigos a secas, y como mucho, conocidos. Leer no era su pasatiempo favorito, pero las pocas veces que lo hacía se solía quedar con todo. A la hora de estudiar, el chico no era tan tonto como parecía.
Sin embargo, muchos de los libros que le llamaban la atención de esa biblioteca estaban en otro idioma, reduciendo sus posibilidades de interés a "libros con dibujitos".
Mientras estaba en su trabajo de recoger los libros que había tirado al suelo con la ayuda de Irianna, rebuscó algún libro que fuera de su interés por las estanterías más bajas. Algo como un bestiario le gustaría, pero aquello del castigo no sonaba nada bien. Siendo Jace el responsable, el libro que se llevara estaría mucho más seguro en la cocina de un pirómano que en sus propias manos.
Decidió desistir en su búsqueda, considerando pedir prestado el libro a cualquier otra persona del torreón. Miró en silencio el libro de Varsai, notando que empezaba a sonreír como un niño pequeño. «¿Un bestiario de dragones?»
Sacudió la cabeza en lo que Irianna mencionó su nombre.
— Ah, ¡claro! —asintió efusivamente, quitándole importancia. Paró en seco— Esperad, ¿hay más gente en otro torreón? —sonrió levemente, sintiéndose idiota por no saberlo y haber dicho que sí tan deprisa. De todas formas, no cambió su respuesta.— Por mi bien. Lo único que me interesaría sería un bestiario, o un libro como el de Varsai.
Lanzó un vistazo a esta, señalando el libro.
— Si me lo prestas luego, trato hecho.

La niña hojeó los libros que habían escogido el resto, se mostró conforme con la temática, parecían libros útiles aunque lo cierto era que no le interesaban demasiado. Terminó su escrutinio cuando Jace habló.

"Sí, hay más gente. Suponemos que en un torreón más cercano a donde nos despertamos, nos separamos hace un tiempo por culpa de un escarabajo gigante."

La niña sonrió al humano cuando le pidió el libro prestado para leerlo, estaba contenta por que así tendría alguien con quien comentarlo. Por eso no dudó en decir que sí.

"Claro, nos lo podemos turnar si quieres."

Recogieron los libros y cumpliendo las normas que al parecer había dicho el bibliotecario salieron rumbo al torreón.

Sigue en el Torreón Letargo.

- eh Hal, ¿crees que podremos hacer magia cuando encontremos los libros?- dijo, a la entrada de la biblioteca. Dentro, el tamaño del edificio y los pasillos de estanterías se le hicieron intimidantes. No supo por donde se suponía que debían empezar. Hubiera estado muy bien esperar a que decidieran otros, pero por una cuestión de orgullo acabó por vagabundear por su cuenta. Había demasiados libros de lomos borrados o titulos incomprensibles. Encontró algunos interesantes, pero de utilidad relativa y una gran cantidad de titulos macabros. Tuvo que pensar seriamente si considerarían que llevarles uno sobre cocina de gusanos y artropodos era divertido o de muy mal gusto. Lo dejó con desgana de vuelta.

Al final, volvió a cruzarse con el carabes. Como su busqueda había sido completamente improductiva, se le unió, enseñandole los hallazgos curiosos por hacer como que estaba prestando atención.

- Eh, ¿"Magia y necromagia"?

Estuvo el resto del camino callado, con una mano en el mango del machete durante todo momento. La visión de la cicatriz y su teoría (en buena parte cogida por alfileres, admitía) le habían puesto los pelos de punta. Pero la reflexión final antes de cruzar el puente le había despertado más. No sabía nada, y aquello provocaba que debían suponer que sólo ellos (el grupo) eran elementos seguros, y que todo el resto de la ciudad podía ser una amenaza. Al recordar los gusanos y los roquenses tuvo ganas de maldecir entre dientes. Bien pensado no había nada que fuera seguro allí.

—Sí... algunos al menos. Sería muy raro que nadie pudiera.

La visión de la biblioteca lo dejó completamente patidifuso durante un momento. Ya había estado preparado, claro, pero no esperaba que el lugar fuera tan, bueno, gigantesco. Hileras e hileras de estanterías repletas de libros se extendían en todas direcciones. Soltó un silbido bajo, pensando que aquello parecía casi un museo, cuando fue interrumpido por la visión de la primera persona que habían visto en Rocavarancolia desde el discurso. Ni siquiera pudo decir nada, sin embargo: les explicó las normas que ya le dijeron los letarguinos y se esfumó tan rápido como llegó.

Negando mentalmente fue perdióndose entre las estanterías, no tardando mucho en encontrar la estantería donde estaban los libros de magia. Los ojos le brillaban, y ni siquiera la bufanda lograba ocultar su amplia sonrisa. Quizás simplemente era por haber reencontrado algo que había tenido toda su vida y que le había hecho su existencia muy cómoda, pero se encontraba sencillamente pletórico.

No tardó mucho, para desgracia de su ánimo, en descubrir algunas formas en las que los rocavarancolenses habían titulado sus libros. Había títulos desde Los mejores hechizos para hacer crecer tus plantas devoramascarienses, que prefería no descubrir qué seres eran; hasta Magia roja, negra y ámbar: la esencia del caos un complicadísimo libro con montones de diagramas que era completamente incapaz de descifrar. Entre medias también había títulos prometedores como Genialidades púrpuras, pero al curiosear había comprobado que, según los efectos que describían los dibujos, aquellos hechizos sólo interesarían a bufones (a bufones rocavarancolenses, eso sí).

—Ese título...

Apenas susurró cuando Arik lo leyó, pero lo cogió y lo abrió por una página al azar. Después de pasar unas cuantas llegó a una con enorme dibujo que ocupaba toda la página que describía lo que tenía que ser algún complicado hechizo de resucitar grupos de muertos. Con un escalofrío lo cerró y lo devolvió a la estantería.

—Demasiado complejo, demasiado inquietante, demasiado todo —recitó de carrerilla, alejándose. Sospechaba que tendría que hablar con sus compañeros sobre los límites de la magia, pero tampoco estaba deseoso de hacerlo.

Cuando se giró para volver a mirar libros un título le saltó a los ojos. Magia básica para no morir (demasiadas veces) en Rocavarancolia. Era un poco socarrón, pero al abrirlo e ir pasando las páginas le dio la sensación de que parecía muy útil. A los hechizos les acompañaban ilustraciones de sus efectos: había de curación, diversos tipos de hechizos ofensivos, magia defensiva... El catálogo parecía, en general, bastante completo, con alguno que otro no siendo muy (o nada) claro acerca de sus propósitos, pero en general extremadamente útil.

Estar en la biblioteca lo calmo un poco, la mitad de la expedición había transcurrido sin percances. La criatura advertida hizo su aparición, no se comporto de manera peligrosa, solo les explico las reglas y desapareció.

Cada cual comenzó a leer los lomos y a buscar algo de interés, la magia era el objetivo. pero una duda asaltó a Emmit, si varios habían ido, no seria bueno incluir algún otro tipo de información aparte de los conocimientos mágicos, tenía pensado que un libro que hablara sobre los lugares de Rocavarancolia sería una herramienta útil, además que si hallara un bestiario por lo menos tendrían conocimiento sobre que encontrar y en algunos casos, realmente pocos como combatir contra las sorpresas indeseadas.

Necesitaba hablar con Hal, no quería desperdiciar la visita, pero tampoco pasar por encima de las necesidades del grupo.

Ayne disfrutó en cierto modo al presenciar las reacciones de algunos al ver la gran grieta. Se encargó de anunciar lo que era en cuanto la divisó más adelante, antes de que se pudiera ver siquiera la maraña de huesos que era su fondo. Seguía dándole escalofríos aquel lugar, pero ahora al menos sabía lo que se iba a encontrar.

Pasado el momento de tensión por tener que cruzar la grieta, se dirigieron a la biblioteca todo lo directamente que pudieron gracias al mapa. Se trataba de un edificio impresionante. Impresionantemente entero, también. Siguió a los demás a su interior, creyendo que no iba a ver nada que no lo impresionase por haber escuchado ya lo que se iba a encontrar, y aun así equivocándose un poco. Admiró lo enorme del edificio, lo infinito de las hileras de estanterías y, por último, alucinó con la actitud del bibliotecario. Esperaba más de su primer encuentro en bastante tiempo con un rocavarancolés. «Explica todo con prisa y desaparece dejándonos con la palabra en la boca… Muy profesional. Creo que ya no recuerdo ni la mitad de lo que ha dicho». Estaba tan molesto como decepcionado.
—Bien… Voy a echar un vistazo por aquí. Gritaré si pasa algo —añadió en tono de broma.

Después se alejó, saltando de la mirada de lomo en lomo, buscando alguna indicación de qué contenían las estanterías o secciones, sin éxito. Comenzó a caminar más deprisa, pensando que, con lo grande que era el edificio, tardaría una barbaridad en encontrar lo que buscaba para Eara. Los nombres de los libros le decían más bien poco, y eso cuando le decían algo, porque no podía entender una gran parte de ellos. ¿Qué sentido tenía tener todos aquellos libros mezclados? «Fastidiar, está claro». No se paraba demasiado en aquello que no le interesaba, pero parecía haber libros de lo más extraño y de lo más macabro entre montones de títulos insulsos y comunes.

Después de una aburrida eternidad a su juicio, encontró el primer libro que parecía tratar de remedios medicinales caseros, había tres alineados con títulos semejantes. «Técnicas curativas», decía el primero que extrajo de la estantería. Suficientemente fiable. Al abrirlo, sin embargo, terminó por dejarlo rápidamente donde estaba y pasar al siguiente, aún con los ojos abiertos como platos. Al menos el título del que sacó a continuación hacía alusión directa a plantas «Sanación. Vegetación endémica». Perdió un valioso tiempo examinando los dibujos de ese libro y las complicadas fórmulas que venían en él, hasta que finalmente confirmó que pertenecía a una colección dedicada a la alquimia con plantas de un mundo al parecer muy rico en vegetación valiosa.

Comenzó a acumular fracasos rápidamente. Cada libro era inútil con lo que disponían en ese momento. Tal vez Eara sí hubiera sabido sacarles jugo, pero lo dudaba. Quizá cuando hubiesen explorado más la ciudad sirviesen de algo. Por el momento, estaba claro que no. Y así regresó a la entrada de la biblioteca, sin nada entre manos y molesto por su fracaso.
—¿Habéis encontrado algo útil? Yo no. Podría echaros una mano si me decís en qué —dijo a los que tenía más cerca.

Consiguieron llegar ala biblioteca sin percance alguno, la visión de esta para Samika no supuso nigua tipo de impresión. Era incapaz de ver lo alta que eran las estanterías o la cantidad exorbitante de libros que allí se encontraban. Aun así si que se sobresalto cuando escucho un voz desconocida explicando las normas de la biblioteca, no estando lo suficientemente cerca del ente en cuestión para verlo. Ya habían sido avisados de las rarezas del bibliotecario pero aun así ver que se tomaba tan en 'serio' su propio trabajo le daba que pensar. "Mas que bibliotecario parece un simple guardián, porque no ayuda en nada" pensó acercando a la estantería mas cercana paseando apenas sus dedos por los volúmenes incapaz de leer las letras impresas e intentando notar si alguna de ellas existían en relieve para facilitarle la lectura, pero no había manera. Los pocos libros que encontró con cierto relieve, o eran de un idioma que no parecía entender o intentaron morderle, como ocurrió en una de las ocasiones, para su real susto.

-No veo un pimiento, ¿no podría escribirlo en letras mas grandes o al menos profundizar?-refunfuño Samika tras tomar un libro cualquiera cuyo contenido le era desconocido, pero que al menos no había intentando morderle, intentando cercarlo lo máximo posible a sus ojos en un intento de leerlo, con resultados nulos. Las letras eran demasiado pequeñas y también demasiado estilizadas, como patitas de araña, para su visión que necesitaba un mínimo de tamaño y de espesor-Mis pobres ojos...- susurro dejando el libro en su lugar. Cogió dos o tres libros mas con idénticos resultados, algunos había que tenia una letra mas o menos visible si se acercaba el libro casi al punto de comérselo, pero no estaban en un idioma comprensible. Intento varias veces con varios de tipos de libro tozuda en no rendirse en encontrar algo que ella al menos pudiera utilizar. En su infructuosa búsqueda encontró uno que contenía imágenes pero tan solo ver una al azar le provoco nauseas haciendo que lo cerrara de golpe y lo devolviera a su lugar. Decepcionada volvió con el resto.

-¿Alguien podría echarme una mano para buscar un libro con imágenes? No puedo ver los títulos por mas que lo intento y las pocas letras que consigo poder ver me bailan, volviéndose ilegibles -explico Samika con un leve puchero frustrado por no poder encontrar nada, maldiciendo su visión y ya de paso que en la ciudad no existiera algo similar al braille. Al menos el encontrar ese libro inquietante con dibujos le había dado una idea de que podría ser útil para ella y el resto- No se si servirá, pero tal vez un libro de criaturas de la ciudad o algo así. Es posible que haya mas cosas alla afuera como el escarabajo...no estaría mal tener algo que pueda ayudarnos enfrentarnos en el caso de que no podamos huir. Así que...¿alguien me presta sus ojos un rato? - pregunto con una leve risa por el comentario, irónico en cierto modo, pues de ojos iba la imagen que había visto en el libro anterior.

Emmit recorrió varias estanterías, vio mucho títulos que le llamaron la atención, pero un recuerdo lo mantenía enfocado; su amigo Ergot necesitaba recuperar la confianza para poder adaptarse mejor y por el momento los intentos de ayudarlo no habían funcionado muy bien.

recorriendo varias estanterías más comenzó a leer títulos relacionados con plantas, hasta que uno le resulto interesante "Hierbas y plantas, guía de herbología" lo tomó y comprobó que que mostraba que plantas se podían encontrar en Rocavarancolia, así como un anexo que mencionaba plantas de mundos vinculados, no entendió lo de los mundos, pero con eso le bastaba, le podría mostrar a su amigo que si existían las plantas.

De regreso vio a Samika que intentaba buscar y al no dar con nada pidió ayuda en voz alta, dando una sugerencia de un tema que era importante un bestiario, dio marcha atrás y continuo con la búsqueda, pasadas quince estanterías dio con algo que sonaba cerca a lo que se necesitaba y la convicción fue real al pasar las paginas en la que los dibujos eran los protagonistas encontró la ilustración de un escarabajo gigante. Con los dos libros en manos se dirigió al grupo entregándole el bestiario a Samika.

El edificio fue una grata sorpresa. Estaba en mucho mejor estado que la mayoría de edificios que había visto en la ciudad, y su aspecto también resultaba más agradable a la vista.

El interior era anticuado y polvoriento, pero la luz que entraba por las cristaleras resultaba agradable. Twixy's ya empezaba a alejarse del grupo para bañarse en los reflejos de cristal cuando apareció el bibliotecario. Se le escapó un chillido agudo, y casi saltó en el sitio. Ni siquiera se quedó a escuchar todas las normas, fue a perderse entre las estanterías, indignada por la repentina aparición del espectro.

Al principio solo quiso ver cómo era el edificio, cómo estaba decorado, si habría alguien más. Luego algunas cubiertas llamaron su atención. Entre los libros viejos de tapas enmohecidas había algunos cubiertos con piedras brillantes incrustadas, grabados metalizados, relieves... Sacó algunos de sus estantes, solo para devolverlos a su lugar en cuanto los vio escritos en idiomas que no comprendía, o con palabras demasiado complejas, demasiados pocos dibujos.

Encontró una caja de madera con algunos tomos finos apilados, cogió uno que sobresalía y lo abrió por el medio. Había un figurín de una criatura que no reconocía, pero que llevaba un vestido maravilloso. Fue hojeando los distintos tomos. Parecía un recopilatorio de ilustraciones de moda de distintos mundos vinculados, pero las anotaciones y los títulos no eran legibles para ella. Se guardó los que más le gustaron bajo el brazo y siguió mirando por la misma zona. Podía oír las voces de sus compañeros a lo lejos a volúmenes normales, moviéndose entre las estanterías. Aún encontró una guía de maquillaje y otra de alquimia para ''brujos'' y hechizos de modificación corporal. Según se fue acercando a los demás, recordó que había ido principalmente a buscar magia, y dio una vuelta más a ver si daba con algún libro de hechizos, como los que Hal había mencionado. Se quedó embelesada con el primero que pudo leer por un solo hechizo: hechizo de costura. Siguió mirando y siguió encontrando: hechizos de corte, luces de colores, olores. << Podré supertener perfumes de nuevo...>> pensó ilusionada.

Cuando llegó a la entrada, llevaba en los brazos una pila de libros que había recopilado entre los de magia que le habían gustado, los de moda, los de maquillaje, los que tenían ilustraciones bonitas, uno de peinados con tentáculos...

-¡No me hiperdecido!- dijo angustiada.