Biblioteca Mágica

Antes de salir, y como ya era habitual, se colgó el alfanje al cinto. Estaba de buen humor ese día y le apetecía mucho salir, sabiendo que la ruta era segura. Lo que no le apetecía tanto era meterse en el torreón de los otros, pero esperaba que la visita a la biblioteca fuese lo suficientemente productiva como para compensar.

Esa vez la caminata se le hizo más corta, pero tuvo ganas de sentarse un rato al llegar de todas formas. Se apoyó un rato en una de las mesas mientras veía a sus compañeros separarse por diferentes pasillos. Después él mismo se internó entre las estanterías, dando con Archi, que miraba todos los libros de una sección, aparentemente sin encontrar lo que quería. Ojeó esa sección pero, sin interés en ella, siguió adelante, hacia donde creía que estaban los hechizos. Esperaba encontrar entre ellos explicaciones sobre cualquier diferencia que pudiera haber a la hora de hacer magia entre dos personas distintas. Fue consciente de escuchar las pisadas y voces de algunos de sus compañeros alejándose o acercándose, pero él estaba demasiado enfrascado en su búsqueda. Para empezar, no era nada fácil encontrar libros que entendiese, pero aun cuando lo hacía, no tenían la información que él buscaba.

Enfrascado en el monótono pasar de páginas de un tomo grueso y polvoriento, escuchó el grito de Archi en algún lugar cercano y algo cayendo. Eso le hizo dejar el libro en su hueco y asomarse tras una estantería a ver qué le había pasado al otro irrense. Lo encontró manoseando algunos libros sobre una mesa, pero estaba claro que fuese lo que fuese lo que había sucedió, no era nada importante. Se iba a alejar otra vez cuando la salmodia de levitación le hizo quedarse donde estaba, mirando aquel hechizo, aquel estúpido hechizo que no podía hacer, no sabía si carcomido por la envidia o solamente curioso. Entonces Archi volvió a la mesa, con los libros, y decidió acercarse a preguntar qué había ido descubriendo. En cuanto hubo dado unos pasos para acercarse, el biomecánico le vio y expuso lo que tenía entre manos.
—Pues que otro lo saque. Útil es.
Prefería no sugerir que podía ayudarlo con las fotos antes de pedírselo a nadie, no fuera a ser que terminasen de verdad soñando con el sonido del obturador sin necesidad. Por suerte para ambos, la aparición de Xalk solucionó el problema en un instante. Cío ni se molestó en tratar de averiguar a qué se refería el clinger con su referencia al peligro, empezaba a estar muy acostumbrado a que siempre saliese con cosas del mundo feliz en que vivía. Si hubiese algo de auténtico interés, sabía que no reaccionaría de aquel modo tan infantil. En vez de responder directamente al insecto se volvió de nuevo hacia Archi.
—Aparte de esto, ¿tienes alguna novedad sobre la magia? He intentado encontrar qué podría pasar con los que no conseguimos hacer magia, pero los libros de hechizos no traen nada sobre eso. —Sabía que al clinger era una tontería preguntarle, pero seguramente no lo era con el resto de sus compañeros aún desperdigados por el edificio.

Un bucólico aprendiz trotaba por las calles de Rocavarancolia con una ingenua sonrisa dibujada en su cara. Cualquier salida era bienvenida para él y aquella era más que bienvenida ya que podria volver a la biblioteca y buscar otro comic que birlar por debajo de las narices del bibliotecario. Internamente, reia debido a su excelente plan.
Para cuando llegaron a la biblioteca y tocó separarse, el chico se giró hacia el grupo y les habló, mientras se alejaba haciendo moonwalk.
-¡Voy a mirar a ver si encuentro algo sobre el sistema Kamino!-a continuación, mientras no detenia su baile, se cruzó de brazos y habló, usando un tono de voz más serio, en un acto que podria recordar a un anciano.-No me puedo creer que el Consejo Jedi o la República no tenga datos de este sector en el Espacio Salvaje...-
Y entonces el aprendiz se sumó a la búsqueda de más cómics.

Archime dedicó una mirada neutra a Cío que en realidad era de agradecimiento por haber expresado directamente lo que él no era capaz. En ese momento, además, llegó Xalkoth explicando lo que, aparentemente, no había en el pasillo del que acababa de salir. Acostumbrado al extraño comportamiento del insecto y seguro de que si sucedía algo malo se enterarían, el irrense tan solo prestó atención a la parte de sus palabras que más le incumbían. Observó atónito al clinger unos instantes antes de hablar.
—De acuerdo —fue todo lo que dijo.

A continuación Cío volvió a hablarle y el interés del biomecánico por lo que preguntó se activó enseguida, ya que precisamente el segundo libro que había estado intentando se trataba de alguno que versase sobre ese tema.
—Mi intención es buscar algún manuscrito que trate los aspectos más fundamentales de la hechicería con el fin de poder dar respuesta a dicha cuestión —le explicó al otro irrense—. Ya que dispondré del diccionario en el torreón, proseguiré con dicha búsqueda —anunció mientras se levantaba para continuar revisando estanterías.

Una nueva búsqueda exhaustiva que le llevó una cantidad considerable de tiempo fue llevada a cabo meticulosamente por el biomecánico. Había ido apilando diversos libros que podrían contener la información que buscaba y cuando tuvo en su poder una cantidad razonable de ellos, se sentó para analizar su contenido. Enseguida pudo descartar la mayoría, por unos motivos u otros, y tan solo tuvo que examinar más detenidamente dos ejemplares. En el primero de ellos, un volumen de tamaño medio que llevaba por título “Fundamentos mágicos para magos despistados”, halló un párrafo que llamó decididamente su atención. Los ojos del ingeniero escrutaban aquellas líneas con avidez, convencido de que había encontrado una noción relevante en más de un sentido. Al terminar la lectura, observó a su alrededor buscando a alguien en concreto y, como no se encontraba a la vista, decidió ir en su búsqueda. Por el camino colocó de vuelta en su sitio exacto los manuscritos que había despojado de su lugar y, mientras se afanaba en dejar uno de ellos exactamente en la misma posición que se encontraba, divisó a Taro en el pasillo.

Volvió casi corriendo a por el libro que había dejado en la mesa y se acercó con él abierto por la citada página al carabés.
—Taro, ¿qué datos conoces acerca del proceso de traspaso de energía? —le inquirió señalando con uno de sus dedos metálicos el párrafo en el que se explicaba aquel proceso de cesión de magia a un usuario de la misma.

El libro enjaulado de Lara no habló, pero desde luego reaccionó a su voz. Sus tapas se abrieron y de ellas emergió un marcapáginas de tela en forma de lengua bífida, el cual exploró tentativamente las mejillas de la ordesa. Sus páginas empezaron a hojearse solas, dejando que la cosechada vislumbrase que estaban estampadas con coloridos dibujos de todo tipo de insectos. Dibujos tan cercanos a la vida que en muchas ocasiones estaban efectivamente vivos, ya que un gran porcentaje de ellos eran ni más ni menos que muestras reales de insectos atrapados entre las páginas por medios mágicos.

"El libro insectívoro para insectívoros" era un detallado compendio sobre la fauna mencionada en su propio título, principalmente porque además de explicar con exquisito detalle aspectos sobre dichos animales había sido encantado para buscar y capturar cualquier nuevo ejemplar que se cruzase en su camino. Lo que buscaba en el pelaje de Lara eran liendres, mosquitos o cualquier espécimen exótico que devorar.

Desencantado al descubrir infructuosa su búsqueda volvió a hacer descender su "lengua", y ahora que estaba despierto se dedicó a recorrer a saltitos el fondo circular de la jaula, visiblemente inquieto.


A Taro no se le había ocurrido nada que pudiera interesarle buscar, o más bien no había tenido ganas de enterrar la nariz en una docena de libros polvorientos cuando probablemente cualquiera de los irrenses estarían encantados de hacerlo en su lugar: seguro que andarían buscando exactamente lo mismo. En su lugar había encontrado una sección de libros mordedores y había pasado el rato metiendo el dedo entre los barrotes para tentarlos a ver qué pasaba, preguntándose qué clase de magia habían usado exactamente para darles vida. El juego terminó cuando uno de los libros decidió poner toda la carne en el asador y de una soberbia embestida había derribado la jaula para susto de Taro. El carabés decidió en ese momento que era hora de volver con los demás y volvió a guiarse fuera del laberinto de estanterías.

-Necesitas ser de D para arriba si quieres hacerlo arrancar, pero puedes absorber energía de cualquiera, y es como el hechizo más simple que hay- respondió a Archi cuando se le acercó. Hizo una mueca. Recordaba haber hecho de pila en algunos juegos de infancia, cuando competir por las cosas aún tenía gracia.
Si Archi le pidió más detalles se los proporcionó lo mejor que pudo. Una vez estuvieron todos listos se pusieron de nuevo en marcha, botes de miel a cuestas.

Sigue en el Torreón Letargo.

Cuando el libro se acercó y le restregó el marcapáginas por la cara, lejos de asustarse, Lara le dejó seguir, con los ojos brillantes de la emoción. Vale, no había cogido un libro mentor, había cogido un libro mascota, pero.... <<Por toda la Suerte, ¡acaba de darme besitos! Qué cosa más adorable... No puedo no llevármelo>>.  Rodeó la jaula con ambos brazos y saltó de la silla al suelo. <<Qué clase de ser monstruoso ha sido capaz de dejar encerrado a este pobre animalibrillo aquí...>> se preguntaba. <<Las mascotas tienen necesidades, hay que sacarlas a pasear y darles mimos... Malditos desalmados, los masters estos de pacotilla, que dejan objetos no inanimados con sentimientos en unas tristes jaulas!>>.

—¡Pero qué mono eres!—exclamó—. Yo cuidaré de ti, corazón—y fue hablando con el libro mientras caminaba por los pasillos en busca de sus compañeros. Cuando dio con el resto del grupo, alzó la jaula y dijo toda emocionada—: Mirad que pedazo de pasada de libro vivo me he encontrado, chicos. Por fin tendremos mascota en la torre y no esos pajaruzos feos.

Si alguien le pusiera alguna pega, Lara se pondría terca y echaría a andar con su nuevo tesoro en dirección a la salida.

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Le satisfizo saber que Archi se sumaría a la búsqueda al haber encontrado ya quien cogiese el diccionario. Se quedó cerca mientras sacaba libros, tratando de encontrar él también otros que sumar a la pila o simplemente ayudar con lo que hiciera falta. Estaba ansioso de dar con cualquier pista. Pasó un buen rato dedicado a ello, tanto que empezó a cansarse de no obtener nada útil y cuando se quiso dar cuenta se había embobado con un libro en otro idioma que tenía unas ilustraciones de monstruos muy detalladas y curiosas. Le habría encantado saber qué ponía solo para saber si eran ficticios o reales. Que Archi se pusiera en movimiento fue lo que logró sacarlo de su modorra, y aunque se acercó a tiempo para escuchar su conversación con Taro, no le vio relación alguna con lo que buscaban y perdió el interés.

Lara no tardó en aparecer cargando una jaula. Tenía dentro un libro, y este se movía, tal como anunciaba la propia ordesa. Lo primero que pensó era que no parecía muy buena idea llevarse aquello, ni útil. Había visto otros libros extraños y su primer impulso había sido evitarlos. Pero, al final, decidió que le daba igual, porque no tenía la menor intención de acercarse a la jaula. Se encogió de hombros al terminar de hablar Lara y se volvió hacia Xalk con una sonrisa aviesa «ya teníamos mascota, mujer» y siguió caminando con los demás hacia la salida.

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—Hmf… —musitó Archime ante la explicación de Taro.
Si cualquiera podía proporcionar energía mágica en realidad aquel proceso no podría usarse para demostrar nada. ¿O tal vez sí? Confirmó con el carabés que efectivamente así era y realizó una foto del párrafo donde se explicaba el funcionamiento del traspaso. Fuese o no relevante para lo que estaba buscando, sin duda resultaría útil.
Sus compañeros querían irse ya, así que tuvo que interrumpir su búsqueda. Había vuelto a sumergirse en las páginas del libro de fundamentos mágicos, pero no estaba sacando nada en claro que pudiera ayudarlos. El irrense estaba convencido de que tenía que existir algún criterio por el cuál los elegían, al fin y al cabo eran muy pocos representantes de cada mundo, especialmente teniendo en cuenta que por los datos que había podido obtener de sus compañeros, algunos mundos como Humania contaban con mucha más población que Irraria. Frustrado por la falta de datos una vez más, devolvió el tomo a su sitio antes de volver junto con sus compañeros para dirigirse a la salida, echándole de vez en cuando miradas curiosas al ejemplar enjaulado que portaba Lara 37.

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Tap entró a la biblioteca poseyendo una mochila. Era fea y vieja y probablemente la unica razón por la que el poltergeist se hubiera hecho con ella es que su dueño la hubiera tirado. Pero a Tap le daba igual calzar esa que una de último modelo. Dentro un puñado de espinas de cactus, venenos, su libreta y utensilios de escritura. En uno de los laterales colgaba una daga.

Nada más ver al bibliotecario, le dio un papel que rezaba "Irraria" y se dejó guiar. En cuanto llegaron a las estanterias pertinentes, Tap comenzo a lanzarle libros a Pablo con relativa poca fuerza. Las veces que aplicaba más no eran sin querer, pues sabía que Pablo también habia ganado resistencia con la Luna.

Tap tenía demasiadas ganas de partir, por lo que en cuanto dieron con un libro con dibujitos y mapas,  se lo guardó y espoleó a Pablo para que salieran.

"Vamos, bebesangre. Que nos espera un buen paseo. Primero de aquí al portal, luego del portal a Ío".

El entusiasmo que sentia por la excursión le hacía casi avergonzarse, pero por suerte, no había razón para disimularlo. Al fin y al cabo, las mochilas no destacaban por su expresividad.

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La escenita de un vampiro entrando en una biblioteca mágica siguiendo a una mochila voladora, que encima no era más andrajosa porque se haría pedazos, sin duda sería cómica para cualquiera que lo viera y que no supiera de poltergeists o de Tap “Si supieran de él entonces o bien huirían (raro) o nos atacarían salvajemente (mas probable). En fin veamos que encontramos”

Lo que encontré fue a un repoblador invisible al que le dio por usar libros como proyectiles de artillería, y a mi como blanco.
No es fácil leer mientras te tiran cosas, pero lo conseguí. Me centré sobre todo en las normas, ya que imaginaba que el poltergeist pasaría de ellas olímpicamente y me tocaría arreglar estropicios. “Ya puede no liarla”

-Si, sé por donde se va, pero espera a que termine de mirar esto al menos.
No esperó, y pronto tuve la mochila atizándome en la cabeza para meter prisa. “Tu mismo, pero como montes una ya puede ayudarte a arreglarlo la mochila, porque yo desde luego  no”

Puede que las mochilas no destacaran por su expresividad, pero los botes que pegaba esta decían muchas cosas. “Por lo menos está feliz, aunque siga igual de inaguantable. Piensa que podría ser peor. Fuerza, todo sea por el vil metal”

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Si en algo coincidían los dos sinhadres era en la tranquilidad que les transmitía la biblioteca, incluso cuando era la primera vez que Yoel estaba allí. Dejaron los libros a devolver sobre el mostrador, donde como de costumbre no había rastro del bibliotecario. Zmey le explicó a Yoel más o menos cómo iban las secciones, señalándole principalmente las estanterías donde estaban las novelas que solía llevarle para que estuviera entretenido.

-Yo no estaré muy lejos, si necesitas algo de mi llámame, sino ya vendré a buscarte cuando toque irse.- Y dicho esto desapareció entre los estantes.

Yoel caminó unos pocos metros, parándose cada dos por tres para inspeccionar los distintos ejemplares, dejando la mayoria al segundo por estar escritos en alguna lengua incomprensible para él. Llegó a la sección llamada ''Libros de la Tierra''. Zmey le había explicado que la Tierra era uno de los otros mundos de los que traían cosechados, y de donde venían la mayoría de las historias de caballeros que tanto le gustaban. Echó una ojeada pero los arguentos de los libros eran muy parecidos entre sí, y se acabó alejando hasta dar con una sección de libros más gordos. ''Ciencia humana'' rezaba un gran letrero, y justo debajo de un estante cercano otro rezaba ''Estudio del alma''. Cogió un libro al azar, lo abrió por el índice, y empezó a leer con avidez.


Por su parte, Zmey se había ido a la sección de hechizos ofensivos, pasando por la de alquimia para coger una guía ligera de pociones de metamorfosis. Había leido sobre quimeras de fuego, mencionadas de pasada en uno de sus tratados de magia, y sabía más o menos que debían ser la versión letal del intento de susto que había lanzado contra Alder. Estaban por encima de su nivel... por el momento.

La biblioteca parecía muy vacía esa mañana, pero a aquellas alturas Shizel conocía lo suficiente sobre la distribución del edificio como para saber que podría estar teniendo lugar en ese momento un congreso en la parte trasera sin repercusiones en la delantera.

Con los efectos de la implantación logomántica aún retumbándole en la cabeza lo último que le apetecía al idrino era leer. Se limitaría a localizar un par de títulos que pudieran serle útiles, comprobar que estaban a su nivel y marcharse a la torre a dormir.

La amplia sección dedicada al mentalismo no parecía estar de acuerdo con aquel plan de brevedad. Shizel resopló contrariado y cogió un tomo al azar que parecía asequible a sus conocimientos. Intentó leer el primer capítulo y bastó un minuto para que empezaran a enmarañársele las letras. Soltó un gruñido bajo y lo dejó a un lado, dejando que la migraña remitiese.
En ese momento se percató de la presencia de Zmey a poca distancia. Como no parecía concentrado leyendo sino que también parecía buscar algo, consideró que ser educado no hacía daño.
-Buenas, Zmey- saludó en voz baja mientras repasaba los títulos de la balda frente a él. Seguían estando en una biblioteca después de todo-. No te he visto mucho últimamente.
Habían cambiado cosas en él, no solo al ojo estético sino en aspectos como el porte. Shizel sólo había tenido ocasión de ver al piromante de pasada, cuando iba a la sede a tratar lo que fuese con DL, Karime o Saren, y por eso esos cambios eran más evidentes que para quien había tenido ocasión de verlos de forma continuada.

Zmey se sobresaltó ligeramente al oir su nombre. No se había percatado de la presencia de Shizel, concentrado como estaba en descifrar un cántico de desolación del grimorio que había elegido. Lo primero que le vino a la cabeza fue la relación del idrino con Alder y Seon, y con sus demás compañeros de cosecha, y la posibilidad de que también estuviese resentido con él. No había hostilidad en su voz, no obstante, así que bajó sus defensas y trató de no parecer tenso, al fin y al cabo, Shizel le había rescatado de RR y Timmy. Mantuvo ese recuerdo en su cabeza.

-No socializo mucho ultimamente- respondió con un intento triste de sonrisa- Salvo con los libros y los muñecos de entrenamiento de la Sede. -cogió un ejemplar más ligero, de hechizos un poco más corrientes y empezó a ojearlo- A tí tampoco te he visto mucho. Oí de pasada que estuviste un tiempo fuera.

A pesar de no relacionarse mucho con sus compañeros de refugio, sí que pasaba tiempo en las zonas comunes, por lo que a veces oia conversaciones ajenas y comentarios.

Cuello tenso, falta de fuerza en las mejillas al esbozar una sonrisa. Como llevaba haciendo desde que llegó a Rocavarancolia, Shizel ignoró esos signos como si no se hallasen allí.
-Los de la Sede disfrutáis de variedad, entonces- comentó de forma casual mientras volvía a descartar otro ejemplar-. Los de Serpentaria solo socializamos con los libros.
Frunció el ceño al sacar de una balda lo que a todas luces parecía un libro de cocina. "¿Qué hace esto en mentalis...? Ah", pensó asqueado, y lo devolvió a su lugar. La página por la que había abierto explicaba con excesivo detalle cómo preparar sesos de nublino a la mariscada.
-Idris- se limitó a decir ante la siguiente observación de Zmey-. Una visita corta.
Otros le habrían hecho preguntas y por eso había evitado darles detalles, pero tenía la sensación de que al piromante se lo podía decir sin más, precisamente porque para él era un tema de pasada.
Volvió a dejar el siguiente libro en la estantería con un bufido. En lugar de evitarle la migraña rebuscar entre los títulos se la estaba agravando. Se frotó la sien con disimulo.
-¿Buscas algo en concreto? Quizá tengas más suerte que yo.

-Idris...- el nombre le produjo una sensación desagradable. Sin saber muy bien por qué, comentó en voz muy baja-Yo estuve en Sinhdro hace poco...

El libro que había cogido estaba demasiado desordenado y parecía una guía orientativa para crios más que un libro de hechizos propiamente dicho. Se fijó en que lo había dejad en su estante al mismo tiempo que Shizel dejaba el suyo con una mueca de asco. Amagó una risa.

-Busco magia afin a mi dominio- comentó- He estado dedicándole más tiempo a los entrenamientos físicos porque digamos que me facilita el control del fuego... Y recientemente me he metido con alquimia, así que estoy descuidando la magia.- estaba notablemente menos tenso. Miró al idrino mientras se masajeaba las sienes- ¿Estas bien? ¿Qué has venido a buscar tú?

Shizel alzó una ceja cuando Zmey mencionó su propia visita a Sinhdro, en una clara pregunta de "¿Y...?" que sería fácil de ignorar por el piromante si lo veía oportuno.

Negó con la cabeza cuando el brujo hizo referencia a su malestar, indicando que no era nada importante.
-Cualquier manual básico de mentalismo que no esté escrito ni en dialecto prehistórico ni para gente que lleva años practicándolo. Si es en tebeos y con dibujitos mejor- resopló. Lo había dicho en broma pero la perspectiva se le antojaba crecientemente apetecible.
Por precaución se abstuvo de mencionar sus planes con RR en la conversación: no había tenido ocasión de comprobar si el tiempo que sinhadre y foner habían pasado juntos les había acercado de alguna forma o todo lo contrario.
-Si buscas magia afín al fuego te sugiero empezar por hechizos térmicos- dijo distraídamente mientras hojeaba un librito que por fin mostraba indicios de ser prometedor-. Los hay bastante más complejos que calentar ollas, y el calor aparece naturalmente cuando hay fuego- lo había leído en el libro que había consultado para mantener a raya la escarcha de su cuerpo antes de su primera noche en la habitación de Alder.

Zmey se quedó en silencio unos segundos, como meditando en las posibles aplicaciones de hechizos térmicos más allá de para lo que los usaba diariamente. Pareció dar con un par de ideas interesantes, pues se le escapó una sonrisa maliciosa.

-Gracias, buscaré lo que me has dicho. Por cierto, Biblios ordena los libros a propósito para putear a los cosechados. Suele poner los más difíciles al alcance y los sencillos a veces incluso los esconde,y tengo entendido que los cambia con cada visita...

Pasó por intento de índice del volumen que tenía en las manos y al no encontrar nada que le agradase lo cerró, y se acercó a la estantería donde estaba Shizel. Calculaba que ordenaría los libros por dificultad, alternando direcciones con cada estantería, y posiblemente con cada estante. Zmey iba a la biblioteca a menudo, a horas variadas, por lo que había coincidido conel bibliotecario más de una vez. Había descifrado su sistema a base de observar y contrastar, pero no siempre le funcionaba, pues el bibliotecario también disfrutaba tomándole el pelo. Por suerte para él, ese día no iba a quedar mal.

-Creo que este podría servirte- dijo agachandose para coger un tomo no muy grueso del úlimo estante de abajo. Se había ido a la otra punta de la sección de mentalismo.- No tiene dibujos pero parece escrito en una lengua comprensible- sonrió tímidamente al tendérselo.- Hmm ¿te importa si te pregunto por qué te ha dado por el mentalismo? ¿Vas a especializarte o curiosidad?

Él no quería especializarse exactamente pero el camino que iba a tomar en la magia era bastante obvio. Conocía su potencial y pretendía explotarlo todo lo que pudiera, pero tampoco descartaba otras ramas.

-Sí, lo sé- Shizel suspiró. Durante la cosecha solía venir mucho y creía haber empezado a cogerle el tranquillo, pero desde que tenía acceso al estudio de Serpentaria se había acostumbrado a que existiese un orden racional entre las categorías de libros-. Pero hace tiempo que no vengo a menudo.
"Ya podía Saren seguir trabajando aquí y hacer de guía."

"Tiene buena pinta", pensó mientras echaba un vistazo preliminar al tomo que Zmey le había pasado. Los ejemplos usaban sujetos humanos por lo que para sus experimentos iniciales con las ratas no le sería demasiado útil, pero cuando pudiese avanzar a pruebas más complejas sería un buen texto de referencia. Por su parte, el librito que había cogido mientras hablaba con el piromante resultaba ser un diccionario de términos especializados que estaba redactado en un tono tan condescendiente que Shizel se sentía insultado mientras lo leía, pero que le venía realmente bien.
-Con esto creo que ya tengo todo lo que necesito- declaró el skrýmir cerrando con decisión ambos ejemplares. Su cabeza le agradeció dejar de hacer esfuerzo mental, aunque fuese ligero. En la sonrisa que devolvió a Zmey se traslucía algo de alivio-. Gracias.

La siguiente pregunta del brujo le cogió por sorpresa, y se lo pensó un poco antes de contestar. No se había planteado especializarse en nada en concreto ni había tenido la sensación de que fuese necesario centrarse en una sola rama de la magia. Sólo... tenía la impresión de que si le echaba tiempo suficiente lo acabaría sabiendo todo. Lo quería todo, de hecho.
-Ninguna de las dos cosas en realidad- acabó por decir-. Necesito solucionar unas cosas en casa, y hacerlo pasa por estudiar mentalismo, no queda otra. Es una rama muy delicada y por eso prefiero documentarme bien y practicar primero con seres más sencillos- se quedó pensativo un ratito más dándole vueltas al tema de la especialización para al final echarse a reír en voz baja-. No, imposible. Elegir una rama de la magia y renunciar al resto me partiría el corazón.