Biblioteca Mágica

Una explosión, confusión, movimiento, dolor… Todo a la vez y sin orden alguno.

Para cuando Vlad recuperó la plena conciencia de su entorno, una serie de extraños acontecimientos se sucedieron sin orden ni concierto. Estaba encima de la mujer sin cabeza, y por improbable que pudiera parecer, notó sus labios en los suyos. Pero antes de que pudiera recomponerse y sacar partido de la situación, lo empujó hacia atrás y le puso una espada en el cuello. Cuando apretó se percató de que algo más le dolía. Le había abierto una herida. Y, poco después, tras una sarta de amenazas y vejaciones verbales, le congeló la erección. Y todo esto en unos segundos, y seguía sin entender qué demonios sucedía. Qué divertido.

Cuando al fin la mujer se largó, se levantó torpemente, llevándose la mano a la herida, maldiciendo por lo bajo. Una cosa era la dominación y el sadomasoquismo, y otra muy distinta que te intenten decapitar. A aquella chiquilla alguien le tenía que enseñar autocontrol, modales y algo de humildad. ¿Quién demonios la había enseñado aquellos modales, un mandril epiléptico? Mientras resoplaba y pensaba en cómo le podían haber desmembrado, recayó en Mánia. La explosión; le podía haber pasado algo. Y él estaba allí pasmado cómo un idiota. Maldición.

Sin preocuparse de su herida ni de por qué demonios estaba mostrando tanto interés por otro ser vivo que coexistía con él en el mismo universo, buscó ávidamente con la mirada a la muchacha. Cuando finalmente la halló dando tumbos, con clara expresión de desorientación y con una herida sangrante en el cuello, corrió hacia ella.

Sin preocuparse de que pudiera abrirlo en canal, la abrazó con ambos brazos para evitar que perdiera el equilibrio.

-Perdone señorita. ¿Está bien? Oh Dios…-decía con tono acelerado y nervioso al contemplar la herida en la cabeza. Los conocimientos de medicina de Vlad se podían escribir en el dorso de un sello, y quedaría espacio para hacer un dibujito chistoso. Pero tenía claro que:

a) Las heridas en la cabeza no eran buenas.

b) La sangre es un líquido rojo que le corre a uno por dentro. Mala cosa, si no corre por dentro.

Pensando a toda velocidad, intentó recordad aquel hechizo que la misma Mánia le había enseñado a usar en el torreón y lo formuló a toda velocidad. Le hubiera gustado creer en algún dios al que poder rezar para que funcionara.

-¿Se encuentra mejor, señorita?- preguntó, aun sosteniéndola en brazos, acariciando con cuidado su piel blanca y saboreando su olor mientras contemplaba preocupadamente sus preciosos ojos de amatista.

Alguien le pasa un trapo... Parece que Mánia había acertado con su observación sobre el chico pez; no estaba nada muerto, de hecho caminaba y todo, y le había dado algo con lo que limpiarse la sangre. Mánia cogió el trapo sin dar las gracias y se limpió la sangre, bufando al notar cómo le pringaba le pelo... ¡¡Iba a necesitar otro baño por tercera vez ese día!!

-No sé lo que ha sido- respondió- Tan solo vi una luz que venía de arriba y... Había una mujer amenazando al conde... -era la primer avez que se refería en voz alta a él con su título... Preocupante...

A lo lejos dos figuras se movían, seguramente Vlad y la mujer. Vio a esa mala furcia sacar un espadón y disponerse a matar al hombre. Mánia iba a gritar hasta que comprobó cómo la guerrera le perdonaba la vida a Vlad, pagándola con sus genitales... Gritó igualmente. En la cultura de Libo, eran una parte importante de tu cuerpo de la que debías sentirte orgulloso. Patearlos era una cosa pero... inutilizarlos? Y sobretodo, ¿inutilizarlos cuando ella podía buscarles alguna utilidad? No era justo. Una rabia posesiva se apoderó de la andrógina, un sentimiento similar al de los niños mimados cuando rompen sus juguetes a pesar de que ellos mismo los maltratan. Cuando la tipa se marchó grabó su imagen en su mente, desechando a Cail y convirtiéndola en su nuevo objetivo. << Te alcanzaré... Algún día...>>

El abrazo de Vlad le pilló desprevenida. Por un momento no supo qué hacer; alzó una garra y la pasó por la espalda del conde haciendo un corte largo y fino hasta la rabadilla, pero no tenía fuerzas para nada más. El movimiento repentino había hecho que se marease aún más, y por una milésima de sengundo simplemente se quedó quieta y se dejó hacer... Pasado ese periodo y ya recuperada, empujó a Vlad (muy a su pesar) y se recologó las garras.

-Hmmm Habrá que hacer algo con eso... ¿no?- preguntó señalando su erección congelada. Podría hacerlo ella misma, para devolverle el haberle curado la herida, pero no le quedaba nada de magia... Ella, que había vivido rodeada de lujos y sin dar un palo al agua, se sentía frsutrada cuando era incapaz de hacer... lo que sea. ¡¡Odiaba no tener magia!!

Vladimir notó cómo la estrecha herida se abría en su espalda. Se limitó a suspirar agitadamente de placer mientras ejecutaba el hechizo. Cuando terminó y comprobó que la herida había cerrado, retrasó la separación entre ambos, sin atreverse por la tensión del momento ha avanzar, pero aprovechando para disfrutar de cerca de Mánia. Atesoró en sus pulmones hasta la última partícula del olor personal de la muchacha y, con el pretexto de comprobar el estado de la herida, acarició con cuidado su pelo y su cuello.

Llegado el momento de la separación, no pudo si no suspirar de nuevo, ahora con un matiz de resignación, mientras guardaba las distancias con la chiquilla. Siguió aun así chequeando cada milímetro de su cuerpo con la mirada cuando llegó a sus oídos la sugerencia de remendar su herida por golpe bajo. Se sorprendió de que la chiquilla estuviera tan al tanto del estado de su erección, cosa que, por cierto, lo excitaba enormemente. Aunque todos sus pensamientos indecentes no le producían más que punzadas heladas estratégicamente localizadas para producir los mayores daños posibles. Era consciente de que si lo dejaba así, el tejido se gangrenaría y tendría un verdadero problema. Los íncubos sin genitales no tenían demasiado futuro profesional ni vital.

Después de meditar el problema con fría lógica (dado que el órgano que soportaba todo el peso de su raciocinio estaba en perfectas condiciones para hacer cualquier cosa adjetivada con “frío”), decidió aplicarse de forma sutil, cuidadosa y progresiva un hechizo térmico para ir modulando su temperatura hasta volver a la normalidad. Supo que estaba en perfectas condiciones cuando sintió el irrefrenable deseo de lanzarse sobre Mánia y devorarla. La sonrisa maquiavélica, que había retornado a su rostro, fue buena prueba de ello.

Fue entonces, privado de otros estímulos externos más llamativos, cuando tomó verdadera conciencia de que estaba sangrando por el cuello y la espalda. Pero por el momento podían aguantar. Le dolía la cabeza, estaba excitado, molido, excitado, cansado y excitado. No tenían dónde dormir en una ciudad llena de peligros sin protección alguna en medio de la más extraña de las noches.

-Señorita…Necesito una copa.-confesó el íncubo mientras se frotaba el caballete de la nariz.

Tomó su saco de armas y el diario para luego volver a girarse hacia la muchacha.

-Considero que lo mejor sería que buscásemos un lugar dónde alojarnos. Así que, si usted no tiene inconveniente, sugiero que comencemos enseguida.

Y se plantó así ante Mánia, sangrante, cansado y equipado con todo su equipaje, a la espera de que su acompañante decidiera.

Mánia notaba como el conde se tomaba su tiempo para separarse de ella... El suspiro de placer le arrancó un escalofrío y por un instante sus defensas cayeron hechas añicos... para volver a recomponerse en un instante. Aun así un pensamiento permaneció en su cerebro, rondándole y acosándole << ¿Ha sido por el corte...?>> A Mánia le divertía torturar a sus muebles y sus sirvientes, su ama le había enseñado como tratarle, como divertirse a su costa y ella recordaba perfectamente las distintas reacciones de cada criado cuando ''jugaba'' ocn ellos. Algunos estallaban en lágrimas pidiendo clemencia y otros sncillamente querían más... Y Mánia no sabría decir cual de las dos era más entretenida.

Ladeó la cabeza, perdida en sus pensamientos y recuerdos que cada vez la turbaban más y más. La propuesta que le hizo (más la segunda que la primera) le pareció una buena idea. Estaba agotada y confundida, habían ocurrido demasiadas cosas en un solo día y tan solo soñaba con un lugar donde echarse a dormir un rato... a ser posible suave y calentito. Pensó en volver a Letargo, donde se habían quedado algunas de sus cosas, como sus libros de hechizos, sus zapatillas de oro o su calavera roja... Pero no quería encontrarse con Caillech...

-Muy bien, vámonos de aquí- dijo, acercándose antes a la mesa donde en un principio habían estado los libros. Estos estaban repartidos por el suelo y tardó bastante en dar con el que buscaba... un mapa de la ciudad- Hay una taberna por aquí- Mánia se fijó en que había tambien un burdel cerca- Podríamos ir...

Sin esperar respuesta se ajustó las garras una vez más, con uno de los tomos rojos bajo el brazo y echó a andar fuera de la biblioteca a paso demasiado lento para su gusto.

Sigue en la Taberna.

Saco la cabeza del agua de forma repentina al notarme rodeado del líquido. ¿Por qué estoy durmiendo en una bañera? Ah, claro. Sí, la Luna Roja, las membranas, casi me asfixio... Recuerdo claramente la explosión que no fue una explosión, y que Vlad y Mánia se fueron a algún sitio (¿una taberna, puede ser?) inmediatamente después del suceso. A partir de ese punto mis recuerdos están un poco dispersos. ¿Que hice después? ¿Seguí leyendo algún libro de esos sobre hechizos absurdos, miré alguno de magia curativa? ¿Practiqué algún hechizo concreto? Lo que sí tengo claro es que, fuese lo que fuese lo que estaba haciendo, me dormí mientras lo hacía. Supongo que si no lo recuerdo es porque carece de importancia. Al menos tuve la decencia de dejar los libros que iba sacando en su sitio, por lo visto.

Estiro los brazos, evitando mojar nada importante, y miro hacia unas estanterías cercanas. Puedo ver la luz del sol filtrándose por las ventanas, mezclada con ese tono rojizo al que no me termino de acostumbrar, lo que quiere decir que he dormido de forma continua e ininterrumpida, lo cual es hasta cierto punto bastante beneficioso para mí. Aunque la próxima vez debería dormir en un sitio más normal. Solo tengo que salir un poco del agua para recordar el hechizo que encontré sobre humedad, el cual reviso rápidamente en el diario y realizo sobre mí mismo. Terminaré haciéndolo por costumbre si sigo así.

Mi idea era revisar esos libros sobre magia curativa, dejarlos en su sitio y volver a Letargo sin llevarme nada, a ver que tal les iba al resto, dado que no tuve la oportunidad de verlo. Solo vi a mucha gente extraña en el salón, eso es todo. Como he pasado toda la noche aquí encerrado y con la luz del sol será fácil volver a Letargo, decido quedarme un poco más. Solo unos minutos, quizás un cuarto de hora, para buscar posibles textos que puedan serme útiles de aquí en adelante. Tengo muy vistos los hechizos absurdos relacionados con líquidos, pero no me vendría mal volver a mirar los tratados de curación de ayer, dado que mi memoria no está por la labor de colaborar conmigo hoy. Empiezo a recoger los pocos libros que dejé ayer sobre la mesa y a abrirlos por las páginas que más me interesaron: simples indicaciones sobre como realizar hechizos predeterminados por quien sea que escribiese el libro, guías prácticas sin el más mínimo contenido teórico. Supongo que la teoría puede esperar, pero cuando le ponga las manos encima me será muy útil para conocer el funcionamiento de esto a lo que llaman "magia". Quién sabe en qué se basa, de donde obtiene sus energías, cuáles son los métodos que los magos o usuarios de la magia aplican para manipularla de una u otra forma. Así se han creado los hechizos, mediante el uso de una teoría previa, ¿no? Claro que, puede que me equivoque.

Mientras paso páginas o no leo nada, pienso en lo de hacer levitar la bañera. Sabía que me recordaba a algo. Las bañeras de suministros que han ido repartiendo comida por toda Rocavarancolia durante los últimos... ¿cuántos meses llevamos aquí? Da igual. Por un lado, parece el mismo método, pero por otro, tengo la sensación de que se trata de algo completamente distinto. Aunque la idea en sí es buena, supongo que tuvo algo que ver para que me decidiese por usar la bañera en aquel momento. El truco de la bañera, buen truco. Si solo pudiera mejorarlo según mis necesidades... Sí, puede que tenga algo en mente. Solo necesito algún sitio donde plasmarlo. Tomo el diario y el trozo de carbón, pero me detengo antes de hacer nada.

"¿Cómo vas a diseñar con un trozo de carbón?", me pregunto a mí mismo. Y tengo razón, el resultado sería... horriblemente ilegible e impreciso. Necesitaré útiles de escritura y/o dibujo para este tipo de cosas. Tendré que hacer un esfuerzo y retener la imagen en mi memoria, en la cual no tengo mucha confianza. Ahora, a seguir buscando esos hechizos de curación...

Apenas tardo unos minutos en llegar a la biblioteca, consolado de saber que mi olfato sigue igual que antes del cambio. Aunque realmente podría haber llegado incluso sin él, pues el camino es fácil. Al contrario que otras veces, en esta ocasión entro flechado al interior, sin recrearme en la magnífica fachada o en las estanterías que se prolongan hasta el final de la habitación. Huelo varios olores familiares, como el de Mánia y Alphonse, pero en estos momentos lo importante es encontrar libros con el porqué de todo esto y cómo pararlo, si es que es posible ya, cosa que empiezo a dudar seriamente.

Tras echar un vistazo a algunas secciones que no recordaba de la primera vez que vinimos, acabo encontrando varios libros que me pueden ser útiles. Sus títulos y sinopsis hablan de los efectos de la luna en las cosechas y la variedad de transformaciones conocidas hasta ahora. Lo cual no hace más que reforzar mi idea de que juegan con nosotros, pues parece que nos tratan como a hortalizas.

Me acerco a la mesa más cercana a mí y, tras depositar todos los libros en pila, me siento al lado de estos, sobre ella, utilizando una silla como reposa pies. Tras cerciorarme varias veces de que no hay nadie sospechoso a las vistas, comienzo mi periplo informativo, pasando a ojo todos y cada uno de los libros. Tardo varios tomos en descubrir un libro con ilustraciones que recordaban bastante a lo que debía ser yo en estos momentos con la gola y otros varios tomos más en encontrar un diccionario para traducir lo que ponía en el libro, pero al final consigo la información que venía buscando: Según los libros, era algo así como un goliat, lo que no sabría describir exactamente, y la gorguera parece servirme para absorber rescoldos de los hechizos ajenos y cargarme de magia. << Así que este es mi precio... >>. Me digo mientras acabo de leer las peculiaridades de mi transformación. Al parecer la luna roja actúa como detonante de todo tipo de cambios, pues en el mismo libro había encontrado a seres de inmenso tamaño, hombres planta y otros monstruos indescriptibles. Por lo tanto, en cuanto tengo memorizado todo lo que necesito sobre mí, comienzo a buscar la transformación de Noel, por si hay alguna forma de aliviar sus dolores. Tan solo despego la cabeza de los libros de cuando en cuando, para verificar que me encuentro solo.

Supuestamente debería ser capaz de realizar el hechizo curativo más simple. Porque es simple, es decir, no es nada complicado comparado con otros mucho más complejos que he visto de pasada. He elegido uno simple por ser fácil de memorizar y no necesitar de mucho estudio, algo que tener a mano para situaciones difíciles. También es verdad que solo puedo suponer que funcionará, porque tendría que herirme para comprobarlo y ahora mismo no tengo las ganas suficientes como para cortarme y curarme a mí mismo después. Sería absurdo, aun contando con energía de sobra. No tanto como absurdo. Sería más bien incapaz de hacer algo de ese tipo si no fuera completamente necesario, y creo que ya tendré oportunidades para probarlo.

Bien, terminadas las labores de búsqueda de hechizos, apuntado lo que tengo que apuntar en el diario de forma bastante poco delicada con un trozo de carbón, lo cual probablemente me induzca a error más tarde, y dejados todos los libros en sus lugares correspondientes para alivio del señor bibliotecario, que no sé si habrá vuelto ya, me dispongo a salir. Sí, solo tengo que recordar donde estaba la salida. En este tipo de casos, primero me pongo en camino y después decido por donde ir, así que guardo mis cosas en la bolsa, cojo la lanza y hago a la bañera avanzar lentamente entre las estanterías. Debería haber tomado puntos de referencia la noche anterior. Claro que siendo todo tan monótono... podría habérmelas arreglado con algún libro colorido u organizaciones poco usuales de estanterías. Pero al final termina dando igual, porque no me extrañaría en absoluto que la disposición de esta absurda biblioteca cambiase en periodos regulares de, pongamos... ¿media hora, una hora? Puede que un día. En el poco tiempo que llevo pensando en ello y con algunas teorías interesantes al respecto*, y seguramente cerca de la salida, termino llegando a un "claro" entre las estanterías. Para mi sorpresa, el claro está habitado por una extraña criatura de apariencia pacífica, que posiblemente se haya abalanzado sobre esos pobres libros. Un segundo vistazo desde una distancia prudencial me revela un dato, cuanto menos, bastante inesperado.

-¿Giz?-pregunto a aquél que me da la espalda.

La bañera levita sobre el suelo a una velocidad de pocos centímetros por segundo en su dirección. ¿Es Giz? Claro que es Giz. Ahora que me fijo, su apariencia es inconfundible, al menos para alguien que solo ha visto a dos individuos de su especie. Oh, perdón. Tres. Aun así, no recuerdo que Giz tuviera... esa cosa, sea lo que sea, colgando del cuello. Le da una apariencia extraña e inquietante a la vez que sigue manteniendo su relativa normalidad. La forma más correcta de explicarlo es que el añadido no desentona con su apariencia física lo más mínimo.

-Buenos días.-le digo cuando he terminado de dar la vuelta a la mesa, una vez me encuentro frente a él, con toda la normalidad del mundo.- ¿Buscando algo?

Por supuesto que anda buscando algo. Por supuesto que sé que es lo que busca. Estará buscando lo mismo que busqué yo anoche, información sobre lo que es ahora. Y para qué le voy a decir quién soy, tampoco he cambiado tanto. Si yo he sido capaz de reconocerle a él, no creo que cueste mucho que se cumpla a la inversa. Tengo confianza en sus capacidades deductivas, o sus herramientas naturales de identificación.

"*: Teorías tales como que la biblioteca solo existe cuando uno la esta viendo. Eso supondría que al girar una esquina todo lo que se deja atrás deja de existir y se van creando nuevas secciones de biblioteca mientras se va avanzando, así como que un mismo lugar dentro de la biblioteca nunca es igual, a no ser que esté siendo observado de forma continua. Esta teoría posiblemente esté influenciada por el principio de incertidumbre, y lo único que Alphonse podía pensar de su teoría es que se trataba de algo sumamente cuántico. Alphonse dejó de pensar en ello inmediatamente por temor al riesgo de que su mente no pudiera soportar semejante razonamiento e implosionase sin dejar rastro."

Entro en la biblioteca con el libro de cocina bajo el brazo. Al cerrar la puerta detrás de mí siento algo de alivio al dejar la brisa atrás. Miro el libro, tratando de recordar donde debía dejarlo y levanto la vista hacia las estanterías. Lleva en la torre casi desde la última Luna, creo que ya tengo más o menos una idea de casi todas las recetas que trae. Hacía tiempo que quería devolverlo, pero estando la nueva cosecha por la ciudad prefería evitar encontrarme con ellos. Si hubiese sido ahora cuando me cosecharon creo que me habría pasado más tiempo aquí, en la biblioteca, que en ningún otro sitio. Pero recuerdo demasiado bien el miedo que me daba la ciudad, y para nada era infundado, pero aun así...
Mientras flotaba perdido en mis pensamientos llego al estante de cocina y me elevo hasta el último estante para empujar el libro entre los demás. Cuando lo hago, empiezan a llegarme unas voces, al parecer no estaba solo en la biblioteca. Me acerco un poco, oculto por las hileras de estanterías y escucho con más atención. Sean quienes sean, deben de ser de la nueva cosecha, por lo que puedo escucharles decir. Me asomo con timidez tras una estantería y lo primero que me llama la atención es que hay una bañera. Dentro de ella va un chico al que no conozco, y parece haberse convertido en algún tipo de criatura marina, me recuerda a un tritón o algo parecido. Creo que no conozco su transformación. Y sentado ante una mesa está alguien a quien sí conozco. La luz roja ya no lo cubre en la oscuridad, y aunque ya no está débil como la noche de la Luna, puedo reconocerlo fácilmente. ¿Cómo era su nombre...?
-¡Giz! -digo sonriendo mientras agito un brazo. Espero no haberlos interrumpido en algo muy importante-. ¿Te encuentras mejor? -De pronto me doy cuenta de que tengo que estarlo confundiendo. Cuando me conoció yo no tenía para nada este aspecto-. ¡Perdona! Deja que me presente de nuevo. Soy Koval, con mi verdadero aspecto, quiero decir. Perdón si os he asustado -añado mirando ahora para el otro chico-. ¿Estáis leyendo sobre vuestras transformaciones? -me acerco tímidamente pero con curiosidad. A mí también me gustaría conocer los detalles de sus transformaciones, pero no sé hasta qué punto se pueden fiar de mí. Espero que tampoco piensen que los estoy engañando.

Mientras hojeo uno de los libros en busca de la transformación de Noel, noto algo acercándose a mi espalda y no por el olor o por el ruido, sino más bien por una sensación que escapa a lo que entiendo por sentidos a día de hoy. Se parece más a un cosquilleo recorriendo mi nueva pieza de artesanía lunar alrededor del cuello. Ahora que lo pienso, no es la primera vez que lo noto, en el patio ayer sentí algo parecido con la chica alada o cuando el chico brillante me curó. Trato de ordenar mi memoria y pronto llego a la conclusión de que esto es lo que el libro anterior llamaba "mejora de la percepción mágica" de mi transformación, lo que me proporciona cierto alivio. Me giro tratando de no parecer muy alterado y observo como se acerca a mí lo que ahora es Alphonse, metido en una bañera. La gola se despliega sola, mientras pasan por mi cabeza las posibles intenciones de su acercamiento. Sin embargo, al recordar que él entró al tiempo que nosotros me hace recapacitar.

-Busco cosas-respondo en un tono seco, impropio de mí. Pero pronto me doy cuenta y recapacito, explicándole lo que hago-. Quiero enterarme del por qué de traernos aquí y transformarnos en seres excéntricos. Se están burlando de nosotros, Alphonse, eso está claro. Y aunque yo mismo reconozco que esto-le señalo la gorguera-puede serme útil, no sé hasta qué punto las transformaciones de todos sean igual-hecho otro vistazo alrededor para asegurarme de que nadie nos está escuchando y continúo hablando-. Esta mañana he tenido que dormir a Noel para evitar que se retorciera de dolor en el suelo-añado a modo de ejemplo en un tono entre serio y preocupado- y ayer nos encontramos a Ethan muerto en el patio. Se había tirado desde la...-paro de hablar de una forma un tanto repentina después de tener la misma sensación de antes, seguida de mi nombre pronunciado en voz alta y un olor a quemado con un matiz dulzón que recuerdo reciente, aunque no consiga asociarlo de primeras.

Un borrón azul llameante se acerca a nosotros por el aire y pronto va adquiriendo la apariencia de un muchacho joven humano. La voz me suena y se presenta como Koval, el chico brillante del otro día, a pesar de que no se le parezca demasiado y el olor me traiga malas impresiones. La gola se despliega y repliega varias veces como en un tic nervioso y acabo cerrando el libro y saltando de la mesa. Echo mano al carcaj y apunto con él en dirección al chico. Acabo de recordar de que me suena su olor.

-Hueles a muerto-le recrimino cortántemente, ignorando sus preguntas y su aparición amistosa. Ni me fío de él, ni me lo creo en absoluto, ni quiero hacerlo en un principio-.Tú... Tú sabes algo acerca de todo esto y me lo vas a explicar-me sorprende escucharme tan amenazante, pero no me retracto ni me echo para atrás-. No pienso dejar que nadie más muera en este sitio.

Al acercarme veo cómo la gola que le ha salido al asreniano se repliega, Giz parece inquieto. Entonces empieza a moverse a toda velocidad, cerrando el libro y sacando una flecha de su carcaj para apuntarme. Solo me da tiempo a retroceder medio metro antes de quedarme paralizado ante la flecha. Me quedo donde estoy, tenso, sosteniédole la mirada tratando de no mostrar miedo. Pero estoy seguro de que lo puede ver en mis ojos, igual que veo yo ahora la determinación en los suyos. Ya no parece el recién transformado débil al que ayudé.
Hueles a muerto. Eso me espeta. Su tono de voz me hiere más de lo que quiero reconocer. Hubo un momento en que me parecía que jugar con los muertos estaba mal, ¿lo estaba? No, ¿por qué debería? Incluso Noel lo dijo, los muertos, muertos están, lo que importa es lo que han sido. Titubeo sin darme cuenta, pero el asreniano ya está hablando de nuevo. Cuando dice la última frase es cuando termino de entender por qué se ha vuelto tan agresivo. En realidad sus intenciones no son malas. Pero las mías tampoco, y no sé por qué se ha puesto así.
-Cálmate, te explicaré lo que sé. -Alzo las manos delante de mi pecho en señal de rendición, pero no sé si en su planeta la entenderán del mismo modo-. Soy como vosotros, me transformé con la última Luna, no sé más de lo que sabréis vosotros dentro de un año. Todo lo que sé sobre la Luna y las transformaciones está en los libros -digo señalando a las estanterías que nos rodean-, aunque es difícil encontrar lo que se busca. No hay mucho más que esto, la Luna saca lo que somos realmente... esto ya estaba aquí antes. -Me miro las manos mientras abro y cierro los puños. Para mí no fue una verdad difícil de asimilar-. Ya nada volverá a ser igual, pero la transformación da poder, si tus amigos son listos sabrán arreglárselas para seguir viviendo. No sé cómo explicarlo, pero ahora sois parte de la ciudad, le pertenecéis y os pertenece. Y si aceptáis los refugios que nos ofrecen, aún podréis seguir comiendo gratis una temporada. -Fuerzo una sonrisa para tratar de quitar hierro al asunto. Cuando parece que ya no voy a añadir nada más convierto mi voz en un susurro-. Y disculpa el olor a muerto. No puedo evitar ser lo que soy.

Las palabras de Koval me hacen sentir una fuerte punzada en un punto entre el estómago y el orgullo. "No puedo evitar ser lo que soy", ha dicho. Mi cuerpo pierde toda la rigidez y la tensión previas, dejo caer la flecha con la que apuntaba al chico a lsuelo y me me apoyo sobre la mesa, tirando algunos libros de los que había apilados. << ¿Esto es lo que hemos sido siempre? >> Echo una ojeada rápida a las escamas brillantes de la gola, que contrastan enormemente con el cambio de ánimo que acabo de sufrir. De ser cierto todo, no tiene sentido buscar una forma de revertir esto.

Me tapo la cara con las manos, mientras le doy vueltas a toda la nueva información, y miro de reojo primero a Alphonse, que se había tragado todo este espectáculo lamentable por mi parte, y a Koval después, al que parece que he hecho sentir mal con mi comportamiento. << Yo no soy así >>. Y ya no me refiero a nada físico, sino a mis modales rancios, a las amenazas y a la tontería de ver maquinaciones y complots donde no los hay. Me quito las manos de la cara y saco otra flecha del carcaj, haciéndola girar en la mano.

-Yo…-comienzo a hablar sin despegar la vista de la flecha-. Siento lo que te he dicho, Koval-al percibir el olor a muerto había pensado que tal vez hubiera tenido algo que ver con la muerte de Ethan, pero la imagen de Cai comiéndose el cuerpo me hace recapacitar. Ahora ella debe de oler igual y no se lo recriminaría. No he sido nada justo-. Normalmente no soy así-le explico sin intentar excusarme por lo que he hecho antes-. Pero bueno, había venido a buscar algo con prisa y ahora sé qué no hay algo alguno que buscar-comento con una sonrisa triste, tratando de cambiar de tema. Retiro la atención de la flecha que aún gira entre mis dedos y, tras un vistazo, cojo uno de los libros con ilustraciones, donde me había parecido ver un ser semejante a Noel-. Debería irme, no sea que me necesiten en el torreón-esto último me lo digo más a mí mismo que al resto. Guardo la flecha, me levanto cabizbajo y me dirijo a la puerta.

Sigue en el Torreón Letargo.

La actitud de Giz cambia tan de repente que casi me sobresalto. Deja caer la flecha y respiro aliviado mientras veo como una pila de libros sobre la mesa se desmorona. Parece confuso... me imagino que no es fácil que salga la Luna y que todavía no sepas lo que va a pasar. Nosotros jugábamos con ventaja.
Cuando veo a Giz sacar otra flecha del carcaj no noto que lo haga con actitud amenazante. Parece demasiado pensativo, incluso mientras habla. No le interrumpo mientras se explica, se ha disculpado. Tal vez he sido brusco, no lo sé. De pronto le noto incluso triste. Al despedirse rápidamente se empieza a alejar sin aparentar tener ni pizca de ánimo. Miro de reojo al otro muchacho y sin saber qué hacer murmuro una despedida y trato de ir tras el asreniano.
-¡Giz, espera! -le digo cuando lo alcanzo al salir de la biblioteca-. No es tan terrible, ¿sabes? -Miro a los lados incómodo. No creo que termine de fiarse de mí, pero por algún motivo necesito que no me vea como un enemigo. Tal vez sea por lo que sentí cuando los vi a todos en el torreón y se llevaban tan bien... incluso hacían bromas en un momento como ese. Y si comparo eso con mi soledad en los últimos meses me hacer sentir hasta celos de nada en particular-. Quiero decir... las transformaciones... duelen, extrañan, te cambian... pero lo acabarás entendiendo, creo. Y cuando te acostumbras te das cuenta de que lo necesitabas, incluso que te habrías vuelto loco sin el cambio. No sé explicarlo, pero... bueno, quizá es diferente para cada uno. -Miro a mi alrededor y veo por dónde seguimos avanzando. El torreón no está lejos de aquí-. Siento haberme acercado así en la biblioteca, siempre he sido demasiado confiado. Creo que ni pasar por cien cosechas va a cambiar eso. -Suspiro-. De todas formas... si queréis saber algo más sobre cualquier cosa en la que pueda ayudar estaré en Serpentaria. Me figuro que pronto os darán la contraseña para entrar. La puerta está hechizada.
Me quedo callado entonces sin saber si apartarme de su camino y volver a la torre sin más. Posiblemente lo esté aburriendo con toda esa parrafada. Igual no es el mejor momento para insistir una y otra vez en lo de las transformaciones. Trato de sonreír de forma más despreocupada y me siento en el aire con las piernas cruzadas.

Sigue en el Torreón Letargo.

-Eeeeh... ¿Giz?-pregunto sin nadie que pueda responder.

Para cuando me doy cuenta, tanto Giz como el chico brillante al que Giz se ha referido como "Koval" han desaparecido de mi ángulo de visión. Sí, sí, "despistes puntuales y sin importancia". En cuanto Giz ha insinuado que nos estaban utilizando, mi mente ha desconectado completamente del mundo. Teorías conspiratorias, planes ocultos, personas que todo lo controlan desde las sombras. Mi mente pasa a ser un hervidero de teorías absurdas, sin relación entre sí y sin mucho sentido por si solas. Todo esto, sumado a las anteriores teorías sobre el discontinuo existir de la biblioteca, me ha hecho perder un tiempo considerable. Claro, cuando me alejo del trance ya han debido de pasar varios minutos, y por qué no, cuarto, media hora. O puede que solo esté exagerando.

De todas formas, tengo que pedirme a mí mismo un poco de concentración, pues todavía estoy un poco ausente. Es como si... como si pensase demasiado en cualquier tontería que se me ocurre. Necesito un poco de autocontrol. Reviso mis alrededores para asegurarme de que no se han sucedido cambios importantes durante mi prolongada ausencia y redirijo la bañera hacia la salida.

Una vez en el interior, me despido con un gesto silencioso de la biblioteca y busco a lo lejos Letargo. Me ayudo de la altura de la bañera para localizar el torreón. Sí, allí a lo lejos, calles más abajo. Giz y el tal Koval deben de haber llegado ya sin mucha dificultad. Y seguro que están compartiendo toda la información que ha encontrado Giz con el resto, ¡sin mí! No les puedo culpar, últimamente no me centro en lo que estoy haciendo, ya ni hablar de mi concepción del tiempo y su continuidad.

Dirección Letargo, viento favorable, sin nubes y con una Luna Roja lanzando su luz carmesí sobre Rocavarancolia. Que bello paisaje se me presenta. Lo único que cambiaría, el tema del viento. Cuanto menos viento, mejor.

Sigue en el Torreón Letargo.

Desde la noche en que llegamos a la Biblioteca hasta hoy no sé cuántos días habrán transcurrido. Solo que yo he estado trabajando sin descanso, ayudado la mayor parte del tiempo por Elunin (mientras no estuviera dormido). El nublino me ha sido realmente útil este tiempo, ya que necesitaba un sujeto de prueba para las runas que encontré. Runas exclusivas de sangre, encerradas en un libro sangriento, del cual solo he estudiado lo más básico. Y por supuesto, copiado.

Spoiler:

Me sé los dibujos prácticamente de memoria... Elunin se los sabrá también, así como sabrá que funciona a la perfección esto de las runas: la sangre que he ido almacenando en las prácticas era suya. Bueno, solo han sido dos prácticas. Entre tanto he tenido que ir a la taberna y traerle comida para reponer su sangre. También he tenido que limpiar, ya que pasada una hora las runas descargan su contenido y se puso todo pringado de sangre maloliente. He leído más adelante que esa misma sangre se podría hervir con otra runa y usar su liberación como arma. Y ni contar lo raro que se siente cuando la sangre robada pasa a mi ser a través de mis manos... No es delicioso, pero la sensación se derrama desde las manos en lugar que desde la boca. Es raro pero... Buah. Pero de momento con esto tengo suficiente. Sin embargo, me estoy empezando a hartar de esta espada... Necesito dagas. Dos o dos duales, lo que sea. No puedo luchar en sólido y en humo con una espada y escudo, me frena. Necesito velocidad, toda la que pueda. ¡No llevo ni armadura! Una runa en cada cara de la hoja de la daga, dos dagas... Y si además son dagas dobles mucho mejor. Ah, sí, Elunin apuntó que el efecto sería aún más mortal si tienen un filo serrado o con muescas. Hablando del nublino...

Cuando le localizo le contemplo dormir en la silla, con los brazos cruzados sobre la mesa y la cabeza reposando en estos. Ni rastro de las dos heridas que le hiciera, así como de los mordiscos. Nada. También sugirió ir a la cicatriz o al mercado. Creo que mejor será la cicatriz. <<< Gratis >>> Decidido. Esperaré a que se despierte y luego partiremos a buscar las dagas. Y creo que el libro nos lo llevamos al Burdel. Quizá a Adara le interese, iré a la Sede luego a contárselo...

Sigue en el Burdel de Dama Espasmo.