Conversación en el salón

Recuerdo del primer mensaje :

Prácticamente todos se habían ido ya a los cuartos, así que tenía el salón prácticamente para ella sola.  Se suponía que ir a Rocavarancolia era un privilegio, un honor, y en su lugar tenía un torreón lleno de polvo y ropa viejísima. No es que quisiera volverse a casa, no era una cobarde, pero sí quería buscar un mejor sitio donde vivir, con ropa bonita y camas decentes. Si no se había ido ya al cuarto era precisamente por evitar pensar en el colchón ese.

No iba a poder dormir bien en esas condiciones, pero tampoco es que hubiera mucho que hacer. Podía bajar a la armería y buscar algún arma que le convenciese más que la primera espada que había cogido, pero tampoco quería llevarse otra decepción como todas fueran igual de malas, y ya se estaba poniendo en lo peor viendo el panorama.

Por la puerta del patio no tardó en aparecer el ser peludo de nombre largo, que había salido fuera hacía poco. No parecía tener muy buen aspecto, y eso que hasta hacía poco era de los que menos convencidos estaban del secuestro y afirmaba que la diosa Matka le había elegido.

Le miró, sin saber muy bien qué decirle. Normalmente ni se hubiera molestado en dirigirle la palabras, ni a él ni a casi ninguno del grupo, pero visto que iban a tener que convivir durante un año ya podía ir haciendo el esfuerzo.
—Eh, Sche…¿Zenyak? Lo siento, no llegué a quedarme con tu nombre. ¿Estás bien?

Colmillo frunció un poco el morro ante la explicación del dibujo que llevaba en la piel, sopesando si compensaba lo bonito que podía quedar con el daño causado. “A lo mejor duele poco, ¿pero y si te aburres del dibujo?” se preguntó vagamente.

-Joder, ¿tan pocos? -exclamó con las orejas y la cola tiesas por la sorpresa, aunque luego bajaron rápidamente cuando se sintió avergonzado por su reacción-. Quiero decir, en mi mundo hay gente que decide tener pocas camadas o solo una o adoptar a pocos niños, pero… ¿tan pocos niños no hace que seáis, bueno, pocos? No me malinterpretes, ¿eh? No quiero decir nada malo de tu mundo ni nada solo que… bueno, hay gente que muere joven, hay algunos que deciden no tener hijos,... Joder, lo siento, solo que no se me ocurre cómo podéis tener suficiente población -terminó de forma nerviosa rascándose detrás de una oreja en confusión.

Para Szczenyak la idea de que la norma fuera tener familias tan pequeñas le estaba pareciendo más extraño que los yodas de los que Connor había hablado.

-Oh, bueno… -dudó ante la pregunta-. Joder, es raro oir esa pregunta. Normalmente llegamos a los pueblos todos juntos y es totalmente obvio lo que somos así que es la primera vez que me la han hecho -le explicó sonriendo con nostalgia-. Somos feriantes. Mi familia y yo viajamos de pueblo en pueblo por los tres continentes con nuestra feria ambulante. Bueno, no todos trabajamos estrictamente en la feria, pero todos trabajamos para la feria al final -siguió con una sonrisa cada vez más amplia, casi olvidando por un momento que ya no se encontraba en Zemlya-. Y tenemos de todo. Cuentacuentos, comerciantes, músicos, artistas, talladores,... Mis hermanos Kusny y Dosto venden la ropa que ellos mismos hacen. ¡Ellos me hicieron esto! -señaló con alegría su camiseta y pantalones-. Este color lo consiguieron gracias a que mi hermana Barwnyk hace tintes y pigmentos de colores preciosos. Oh, y mi hermana Cukiernyk hace los mejores dulces. Joder si me comería ahora uno de sus pastelitos -exclamó relamiéndose-. Y, bueno, yo… Yo tengo un puesto de puntería -confesó un poco avergonzado sabiendo que poco antes le había dicho a todo el grupo que era muy malo con el arco y su puntería no era la mejor-. Mi sobrino Cronetyak y yo llevamos el puesto juntos. Son juegos simples: el cliente paga y les damos cuatro dardos o cuatro aros y tiene que acertar a los distintos objetivos. Según el número de objetivos que acierta se puede llevar o no un premio. Es bastante divertido. La gente se pica, compiten y celebran cuando ganan cosas chulas, aunque requiere de cierta habilidad y no todos ganan. Y, bueno, algunos de los que no ganan no saben asumir muy bien cuando la cagan e intentan echarnos la culpa a Cronet y a mi, pero su madre, mi hermana Susi, es una Salvaje del Páramo bastante grande e impone que te cagas y como ella y su mujer Freyja son las principales cazadoras de la caravana, cuando la feria está abierta normalmente se dedican a mantener la seguridad así que, bueno, al final no es tan jodido como podría ser.

A medida que Szczenyak hablaba, su ánimo y alegría iban disminuyendo en su voz, en una mezcla de recuerdos amargos y nostalgia agridulce. “Joder, si el puto crío ya me dijo esas cosas a mi, ¿qué mierda horrible le habría dicho a Cronet de haber estado aquí?” pensó no queriendo ni imaginarlo.

-¿Y tú? -preguntó rápidamente no queriendo darle más vueltas a la posibilidad-. ¿Trabajabas en algo a parte de en prepararte para heredar el puesto de tu madre?

Kalna se encogió de hombros. No sabían cuántas personas eran en todo Libo, ni tampoco en el mundo de Szczenyak como comparativa. Que hubiera mencionado camadas le recordaba a los felinos, y a lo mejor por eso tenían tantos hermanos. En Libo solo tenían un hijo cada vez, o dos en algunos casos, así que a lo mejor sí eran muchos menos. Tampoco era que supusiera un problema, o no que ella hubiera notado que eran poquísima población.

Atendió a la explicación de todo con más interés del que esperaba tener. Para ella no había sido obvio el contexto anterior, porque no conocía a nadie más de la familia del vittya y no tenía referencia alguna de por qué viajaban o como. Que fueran feriantes tenía todo el sentido, y aunque no se estaba quedando con los nombres, porque estaban siendo demasiados, parecían ser más simples que el de Szczenyak. La verdad era que a pocas ferias había ido ella, fuera de hacer acto de presencia cuando tocaba junto a su Madre y a su hermana. Juntarse con el populacho no era precisamente algo que le hiciera ilusión. Sí que le había hecho ilusión ir muy de pequeña, cuando todos aquellos puestos y colores eran una novedad, pero aquello quedaba tan lejano.

Que precisamente el puesto del vittya fuera de puntería cuando les acababa de decir que no se le daba muy bien era irónico, pero no iba a ser Kalna la que lo dijese. Su puntería tampoco era demasiado buena, y aunque sabía usar el arco lo evitaba a toda costa. Seguía siendo una espinita que tenía clavada, la de que Velia le superase en ese aspecto.
—A mi hermana siempre se le dieron bien esos juegos… —dijo en a penas un susurro. Sabía que Velia se quedaba en las ferias más de lo estrictamente necesario y a veces volvía con algún premio tonto. Era una tontería, pero ahora que iba a pasar un año sin volver a verla, y sin que los otros libenses a los que habían cosechado estuvieran allí, empezaba a sentir lástima por no haberse despedido en condiciones.

Sonrió cuando Szczenyak le preguntó por ella misma. Quitarse de la cabeza a su hermana era agradable, porque a fin de cuentas la que había sido digna, la que importaba, era ella. Podía hablar mucho tiempo sobre que se estaba preparando como posible heredera al trono, pero tampoco es que el vittya hubiera tenido idea de qué era una duquesa y mucho menos sabría qué era una reina.
—Acabé el servicio militar obligatorio y decidí seguir en el ejército. Por eso sé usar armas —. Nunca había habido dudas de lo que hacer. Era lo que debía, lo que haría estar orgullosa a su madre y que por tanto la llenaba de orgullo a ella también. No había habido en su cabeza ninguna otra opción que no fuera esa —. No es que estemos en guerra ni nada, pero sigue siendo importante en mi mundo.

Colmillo frunció el ceño ante la explicación de Kalna, no entendiendo en lo absoluto a qué se refería con servicio militar ni con ejército.

-¿Y qué es eso? ¿Es algún tipo de escuela que te enseña a usar armas? -preguntó curioso, no entendiendo muy bien para qué aprendería a usar armas si no era para cazar además de defenderse-. ¿Guerra como grandes peleas, dices? ¿Son habituales en tu mundo?

Realmente esperaba que esto no fuera un tema delicado para Kalna, ya que tenía mucha curiosidad por su oficio. Era la primera ¿persona? que conocía que usaba armas, pero no el arco, algo muy poco habitual en Zemlya.

Parpadeó un par de veces con incredulidad. Era una cosa que en el mundo de Szczenyak no hubiera nobles, ni las mujeres tuvieran las posiciones de poder que les correspondían ni nada de eso, pero que no supiera lo que era un ejército sonaba tan alienígena (y de manera literal) que se había quedado en blanco.
—Algo así, sí. Las hubo hace mucho tiempo, pero ya no. Te enseñan a usar armas y.. bueno, ahora sirve como seguridad —y para más cosas, pero tampoco quería entrar en detalles difíciles de explicar. Tampoco iba a decirle que tenían carros de combate ni nada de eso, porque si no tenían ejército no sabría qué era uno.

El pasado de Libo lo conocía de sobra, pero tampoco creía que a su interlocutor le interesara demasiado. Seguro que Velia le hubiera soltado una perorata larguísima sobre los conflictos político-militares de antes de la unificación, pero por suerte para ambos ella no estaba allí. Y aún así Kalna no dejaba de sentir que esa conversación la tendría que estar teniendo su hermana, porque al menos le interesaría un mínimo los temas que salían, y ella estaba condenada a mantener una fachada educada.

—¿No habéis tenido nada parecido en tu mundo? Quiero decir, si no es un tema delicado…

Colmillo frunció el morro ante las palabras de Kalna. Que su mundo tuviera una escuela obligatoria solo para preparar a la gente para tener grandes peleas lo hacía sonar… beligerante.

-No que yo sepa -contestó encogiéndose de hombros-. Por lo que yo sé en Zemlya no ha habido grandes peleas de ese tipo. Y si las ha habido, no se registraron.

Por un momento, Colmillo pensó en la posibilidad de que hubiera pasado, pero se hubiera ocultado, pero en seguida vio que aquello era absurdo, ¿por qué se ocultaría una gran pelea? ¿Y por qué habría una gran pelea en un principio?

-Mi madre ha sido profesora y kamishibais en los tres continentes, así que seguramente lo sabríamos -concluyó sin dudar-. ¿En tu mundo es muy común? Oh, bueno, ¿es delicado? -copió su pregunta algo inseguro.

—Kami…¿shabais? —no había oído aquel concepto nunca. Estaba siendo una conversación muy curiosa, porque Libo y como quisiera que se llamase el mundo del vittia no parecían parecerse en nada.

No se creía que pudiera existir un mundo sin guerra, sin lucha por poder. Al menos que fuera su madre la profesora le daba cierta sensación de cercanía, porque que no tuvieran distinción de género en sus mundos todavía no le terminaba de entrar en la cabeza.
—No, no lo es. Fue hace mucho tiempo, cuando Libo aún se dividía en tribus. Había peleas por recursos, por poder… Al final unas tribus acabaron ganando y eh… —estaba claro que no iba a entender el término “conquistar”. Era como hablarle a una pared, excepto que tampoco podía enfadarse porque no es que ella estuviera entendiendo mucho más que él —gobernando sobre las demás.  

Suponía que tampoco iba a entender por qué seguían teniendo ejército entonces, pero tampoco ella tenía una respuesta clara. Suponía que por costumbre, por continuidad histórica, porque probaba lo valientes que eran.
—Pero no todo el mundo entra en el ejército, solo es obligatorio para las hijas de las gobernantes, y solo un tiempo… Mucha gente se dedica a otras cosas —no iba a volver a sacar el tema de la división de tareas por género. Ya había tenido bastante la primera vez.

Colmillo hizo un ruido confundido ante la pregunta de Kalna.

-¿No tenéis kamishabais? -preguntó frunciendo el morro-. Son como… teatros, pero pequeños y para los niños y no están fijos en ningún pueblo. Se representan cuentos educativos y esas cosas. Es divertido y a la vez los cachorros que viven en pueblos pequeños aprenden -explicó frunciendo el morro de nuevo, aunque esta vez porque no sabía si se había explicado bien.

Cuando Kalna comenzó a explicarle lo de las guerras en Libo, algo en la parte de atrás de la cabeza le picó incómodo. Algo así sí le sonaba. Cuando no era más que un cachorro, a veces se escapaba de sus padres cuando estaban lo suficientemente distraídos con sus nietos bebés y se iba a ver a su nana y su yaya trabajar. Amaba especialmente ver como su nana usaba su don y leía las cartas y las tabas, pero también le gustaba escuchar de su yaya sobre hierbas y medicinas, y sobre Zrogie y lo que llevó a los kwanza a la extinción. Siempre pensó que eran cuentos fantásticos y un poco tontos, sobre todo porque a su padre no le gustaba mucho que su yaya pusiera ese tipo de ideas sobre los kwanza en su mente, pero al escuchar a Kalna no pudo evitar pensar que aquellas guerras en busca de poder no eran tan distintas de esos cuentos.

-¿Y qué tipo de trabajos tenéis? -preguntó queriendo apartar esos pensamientos de su mente, pero agarrando con fuerza de forma inconsciente el hueso de su yaya que llevaba al cuello-. Supongo que no todo será prepararse para la guerra en Libo, ¿no?

Negó con la cabeza ante la pregunta, pero al menos con la explicación entendió a lo que se refería. Sonaba a algo arcaico si lo comparaba con las escuelas de Libo, mucho más regladas, pero había dicho que también tenían profesores así que igual tenían los dos sistemas. Seguía sintiéndose fuera de lugar en la conversación, como si la que tuviera que estar allí fuera Velia y no ella. Szczenyak no entendía de armas (o no demasiado), no sabía lo que era ser noble, y venían de mundos muy distintos. Pero Kalna no tenía ganas de irse a dormir, y una conversación era mejor que ninguna, por poco que el tema le interesara en el fondo.

—Tenemos… un poco de todo. Grandes artesanas del metal, arquitectas que hacen edificios preciosos; artistas de todo tipo… Y hay un montón de tiendas, y sitios donde comer en las ciudades. También tenemos médicas muy buenas. Oh, y también se cultiva la tierra para conseguir alimento, y en las ciudades con costa hay pescadores… —un breve silencio— Habéis dicho que allí cazáis, ¿no? En Libo tenemos animales domesticados, la gente los cuida y luego se aprovechan sus recursos.

Se le escapó una sonrisa nostálgica. Había ido a Rocavarancolia esperando la misma grandeza, pero solo había encontrado piedra gris y ruina. Pensar en todo lo que estaba perdiendo, aunque fuera solo de manera temporal hasta que pudiera volver a Libo, la hacía hasta echar de menos las cosas más tontas. Y se había dejado tanto en el tintero que…
»¿Que tenéis en tu mundo? —preguntó por educación, aunque en el fondo sí que tenía algo de curiosidad por ver cómo de distinto era el lugar del que venía.

Colmillo ladeó un poco la cabeza al escuchar a Kalna. Todo parecía... bastante normal. Todos los trabajos de los que la libense hablaba parecían bastante razonables y el vittya se preguntó cómo dos especies tan distintas como las suyas podían ser tan similares.

-Pues un poco lo mismo, la verdad -contestó a su pregunta, sintiéndose más cómodo que antes al poder identificarse, al menos, con los oficios-. Todo lo que has dicho lo tenemos en Zemlya, pero no solo usamos animales domésticos para aprovechar sus recursos, también tenemos los que usamos para que ayuden a cazar o para espectáculo, como las aves rapaces. ¿Tenéis aves rapaces en Libo? Porque parece que compartimos la mayoría de oficios, pero nuestros bichos son bastante diferentes -comentó sonriendo un poco, curioso por los raros animales de ese otro mundo donde no parecía haber lobos.

Por suerte para ella, resultaba que en el mundo del vittya los trabajos eran parecidos. Estaba relativamente segura de que sería como con los humanos y no tendrían diferencias de género, pero al menos estaba dentro del terreno conocido y no pasaba con los dichosos lobos, o perros, o…esos animales tan raros que tenían. Asintió levemente con la cabeza para dejar claro que entendía todo lo que estaba diciendo.

—¡Sí! En la zona de las montañas hay unos quebrantahuesos rojos preciosos, por ejemplo. Aunque es verdad que el resto de nuestros animales no parecen parecerse a los del resto de mundos —hacía unas horas Rick le había explicado qué era una gallina, y desde entonces estaba añadiendo nuevos animales a un bestiario que se formaba siguiendo lo que su mente imaginaba por las descripciones que le daban, lo cual hacía que probablemente no se pareciera en nada a lo que realmente eran.

»¿En Zemlya tenéis gallinas también o es solo cosa de Humanilandia?

Quizás si la conversación hubiera sido hacía unas horas, Colmillo se habría reído de la pregunta de Kalna, pero a estas alturas el hecho de que en Libo no hubiera gallinas le parecía del todo normal.

-Sí, sí tenemos gallinas. Supongo que es algo que tenemos en común Zemlya y Humanilandia, igual que Zemlya y Libo con los felinos -contestó señalando el tatuaje que le había enseñado antes-. Pero teniendo en cuenta lo distintos que somos, me sorprenden más las coincidencias que las diferencias.

Por un momento a Colmillo se le ocurrió una posibilidad que no se había planteado. Kalna había hablado de pescadores y animales domésticos de los que sacar sus recursos, pero no recordaba que hubiera especificado en ningún momento si comían o no carne.

-¿Qué coméis en Libo, por cierto? -preguntó con curiosidad-. ¿Coméis también carne, cereales, verduras y esas cosas?

Asintió a las palabras del vittya, entendiendo perfectamente a lo que se refería. Habiendo tantos mundos, encontrarse que algunos de ellos tuvieran cosas similares era algo mucho más sorprendente que las diferencias que pudiera haber, por mucho que estas llamasen la atención a primera vista. Si uno se paraba a pensarlo fríamente, era más raro que compartiesen animales entre mundos muy lejanos entre sí a que en algunos de estos mundos los habitantes inteligentes fueran, por ejemplo, lagartos bípedos, por muy contraintuitivo que pareciera en un primer lugar.

Que Szczenyak sacara el tema de la comida hizo que le volvieran a rugir las tripas. No haber comido nada en todo el día no ayudaba a una conversación que traía recuerdos de casa y que le hacía preguntarse qué clase de comida habría en un sitio como ese y si conocería alguna de su propio mundo cuando se la dieran.
—Sí, comemos todo eso. Y muchas setas, en mi mundo hay un montón —bostezó, más por agotamiento que por tener sueño realmente. A lo mejor tendría que pensar en irse a intentar dormir pronto.

Colmillo escuchó perfectamente el rugido de las tripas de Kalna y estuvo a punto de soltar una risa por ello, si sus tripas no hubieran contestado de la misma manera. Con las orejas bajas por la vergüenza, el vittya miró hacia otro lado mientras se rascaba la cabeza con incomodidad por su propia tontería.

-Nosotros también tenemos setas, sí -contestó, sin poder reprimir bostezar justo después de que Kalna lo hizo, de la forma exagerada y despreocupada que siempre le salía y que dejaba ver hasta el último de sus dientes-. No sé si lo llamaría "un montón", pero tenemos, sí. Y también las comemos.

Aunque el zawodny estaba realmente cansado y hambriento, claramente estaba siendo incapaz de que el sueño viniera a él, por lo que a pesar de los bostezos agradeció la presencia de Kalna y la conversación sobre sus mundos que estaban teniendo. No solo porque le permitía hablar de su familia y las cosas que conocía, sino también porque le dejaba aprender sobre Libo, compararlo con Zemlya y darse cuenta de todas las cosas cotidianas y habituales que para otros eran extrañas y nuevas.

Cuando ambos se quisieron dar cuenta, había pasado la mayoría de la noche y Kalna decidió finalmente retirarse a su habitación. Colmillo, una vez solo, pensó que quizás estaba lo suficientemente cansado como para quedarse dormido por fin y, tras remolonear un poco en el sofá que había elegido esa noche como cama, terminó sucumbiendo al sueño bocarriba, despatarrado y con la boca abierta.