Conversación en el salón

Prácticamente todos se habían ido ya a los cuartos, así que tenía el salón prácticamente para ella sola.  Se suponía que ir a Rocavarancolia era un privilegio, un honor, y en su lugar tenía un torreón lleno de polvo y ropa viejísima. No es que quisiera volverse a casa, no era una cobarde, pero sí quería buscar un mejor sitio donde vivir, con ropa bonita y camas decentes. Si no se había ido ya al cuarto era precisamente por evitar pensar en el colchón ese.

No iba a poder dormir bien en esas condiciones, pero tampoco es que hubiera mucho que hacer. Podía bajar a la armería y buscar algún arma que le convenciese más que la primera espada que había cogido, pero tampoco quería llevarse otra decepción como todas fueran igual de malas, y ya se estaba poniendo en lo peor viendo el panorama.

Por la puerta del patio no tardó en aparecer el ser peludo de nombre largo, que había salido fuera hacía poco. No parecía tener muy buen aspecto, y eso que hasta hacía poco era de los que menos convencidos estaban del secuestro y afirmaba que la diosa Matka le había elegido.

Le miró, sin saber muy bien qué decirle. Normalmente ni se hubiera molestado en dirigirle la palabras, ni a él ni a casi ninguno del grupo, pero visto que iban a tener que convivir durante un año ya podía ir haciendo el esfuerzo.
—Eh, Sche…¿Zenyak? Lo siento, no llegué a quedarme con tu nombre. ¿Estás bien?

Colmillo entró lentamente, cabizbajo y agotado. Y distraído como estaba en su propio drama, no se percató de la presencia de Kalna hasta que la tuvo a un par de metros y ella le habló.

-¡Hostia, puta, joder! -exclamó dando un salto del susto y con todo el pelo erizado-. Joder, perdona, no te había visto y me he asustado y… perdona -terminó pasándose una mano por la cara con cansacio y dejándose caer en el sofá como si fuera un fardo-. No, no estoy bien -contestó suspirando con la cabeza entre las manos.

“Por supuesto que no estoy jodidamente bien. Voy a estar aquí, en este mundo de mierda sin estrellas ni otros vittya durante un puto año. Tú pareces estar de puta madre con la idea, pero yo no” pensó para sí mismo, sin querer ser realmente hostil con ella porque realmente Kalna no tenía la culpa de que él estuviera aquí y, francamente, porque también le daba un poco de miedo.

-¿Todos se han echado ya a dormir? -preguntó mirando alrededor al percatarse de que eran los únicos ahí-. ¿En tu mundo también os acostáis tan pronto o más tarde como en el mío? -le preguntó con curiosidad, ignorando activamente el elefante en la habitación-. Y es Szczenyak en realidad... Joder, ¿sabes qué? Realmente puedes llamarme como te salga del coño. Quiero decir, me he dado cuenta que a la mayoría se os hace un poco jodido pronunciarlo, así que no me importa si lo destrozáis y me llamáis como os venga bien. A estas alturas, me conformo con que no me llaméis por un puto insulto. Un listón jodidamente bajo el mío -resopló con amargura.

Con desgana echó la cabeza hacia atrás sobre el respaldo y dejó que su mirada se perdiera en el techo.

-No es como si tú me fueras a insultar, supongo. Por ahora solo han sido algunos humanos y tú pareces una tía cojonuda -siguió medio divagando.

La realidad es que no había hablado en absoluto con ella, pero no había sido directamente hostil con él ni ofensivo y tampoco parecía dispuesta a dejarle pasar una al mocoso. Además, de alguna manera se daba un aire a su hermana Susi y el vittya estaba completamente dispuesto a aferrarse a cualquier parecido con lo conocido.

-¿Tu nombre era Kalna, hija de Mánide? ¿Como si fuera un título o es todo el nombre? ¿En tu mundo usáis siempre el completo o puedo llamarte simplemente Kalna? Tú no te cortes en decirme si lo digo mal, tampoco quiero cagarla.

No es que hiciera falta que lo hubiera dicho, porque se notaba en sus gestos lo mal que estaba. No entendía cómo hasta hacía tan poco parecía…¿orgulloso? De que Matka le hubiera elegido y ahora tuviera ese derrotismo encima, pero a lo mejor era que estaba de acuerdo con lo que decían los otros del secuestro. No iba a preguntarle por educación, pero tenía curiosidad por ese cambio.

—Sí, ya se fueron todos. En Libo nos acostamos después de medianoche, pero aquí no hay campanas que lo marquen, creo. No me pareció oír las de mediodía tampoco… No sé si eso es antes o después que ahora, la verdad —era difícil guiarse sin aquel marcador del horario. A lo mejor podía acostumbrarse, pero por ahora le costaba determinar qué hora era.

Atendió a la pronunciación del nombre, incrédula de que de verdad se conformase con que no le insultasen. ¿Cómo podía valerle eso? Que te llamasen por tu nombre era lo más mínimo de lo mínimo. ¿Es que en su mundo no tenían nada de orgullo? ¿No quería que le tratasen bien? «Szczenyak», se repitió a sí misma para no olvidarlo.
—La verdad es que no entiendo esos insultos. No sé qué es un perro, ni un chucho, ni nada de eso. Que aunque lo supiera no te insultaría, pero…¿puedo preguntarte qué es? No tienes que responder si no quieres —era extraño. Nunca había visto nada parecido a Szczenyak. Airi al menos parecía más humanoide y lagartos había visto, pero no conocía nada con lo que comparar a Szczenyak. Tampoco es que quisiera ofenderle, pero tenía demasiada curiosidad como para no preguntar.

»Con Kalna vale. Nos presentamos con el nombre de nuestra madre, y los hombres con el de su mujer cuando se casan, pero fuera de ahí vale solo con mi nombre. Mi Madre es la duquesa de Vitech, pero el título no me corresponde a mí —«Aún». En verdad no es que le importase demasiado que supieran quién era su madre o no, porque allí de poco valía, solo hacía falta ver que tenían que vivir en un cuchitril, pero ya que había mencionado lo de los títulos no iba a ocultar que venía de la familia de la que venía.
»¿En tu mundo solo usáis un nombre?

Colmillo frunció un poco el morro al oir que ella también tenía unos horarios parecidos al resto del grupo, absurdamente molesto por tener que añadir algo más a la larga lista de cosas en las que era el único.

-Perro es… en realidad perro en sí no es un insulto, es… Joder, esto es difícil -exclamó frunciendo el morro y ladeando una oreja con concentración-. A ver, los vittya descendemos de los lobos, ¿vale? -explicó, pero al no ver ninguna chispa de reconocimiento en la mirada de Kalna, decidió seguir-. O, bueno, ¿un lobo sería un vittya animal y salvaje? Uff, joder, nunca he tenido que explicarle a alguien qué era un lobo, esto es jodido -se quejó pasándose la mano por la cara-. El caso es que, bueno, perro no es exactamente un insulto. Es, más bien, una forma de llamar a los vittya menos… más… Ugh, mierda -gruñó molesto, porque no se le ocurría una manera de describirlo que no le hiciera sentir un poco asqueado-. Más mezclados. Los que tienen rasgos más alejados de los lobos. ¡Pero no es algo malo! ¡Muchos de mi familia lo son! Joder, yo soy mestizo, aunque claramente soy zawodny. ¡Pero mi abuelo era Salvaje del Páramo! Y algunos de mis hermanos también lo son, aunque la mayoría somos zawodny… Joder, a lo que voy. Perro no es un insulto en sí, pero puede convertirse en uno según tu tono o, bueno, si lo usas en alguien que no es un perro. Y yo no soy un perro. Joder, no tengo nada de puto perro en mi, así que no sé de dónde coño esos humanos se han sacado que parezco un perro, pero me está empezando a tocar los cojones mucho.

Al recordar las ofensas, Szczenyak se enrabietó de nuevo y apretó los puños con fuerza, pero no tardó mucho en relajar las manos y resoplar cansado, sintiéndose peor en nombre de familiares suyos que ni siquiera estaban ahí para sufrir el acoso, de lo que se sentía por sí mismo.

-Y, bueno, chucho es… una forma jodidamente chunga, agresiva y amenazante de llamar a un perro. Joder, creo que lo he oído más veces salir de la boca del puto crío esta tarde que en toda mi vida y eso que mi familia ha sufrido bastante el racismo -comentó recostándose de nuevo, preguntándose un poco por qué estaba compartiendo eso con la chica. “Quizás si le caigo bien, amenace al puto crío de los cojones para que se calle y pueda tener un jodido año en paz” pensó, amargándose de nuevo al recordar que tendría que estar ahí un año completo.

La verdad es que a estas alturas Colmillo se sentía agradecido de que, aparentemente, en los mundos de estas personas no existieran los zorros o animales parecidos y no lo hubieran identificado como uno. Ya le estaban molestando lo suficiente los insultos infundados, si llegaban a darle donde le dolía no creía ser capaz de superar el primer día. Aunque no es que estuviera siendo un paseo por el campo.

-Bueno, sí, nosotros solo nos presentamos con el nombre, que yo sepa -contestó agradecido por la distracción, entendiendo en cierta manera la idea de identificarse como hija de alguien, pero no mucho la de identificarse como esposo de alguien-. Si te sirve de algo, mi madre se llama Macierzyn -dijo con una media sonrisa en su torpe intento de empatizar con Kalna-. Eh, hmm, ¿qué es…? ¿Qué es una duquesa? ¿Es algún tipo de… jefa de pueblo? ¿O profesión?

No sabía qué era un lobo, así que la explicación tampoco estaba ayudando demasiado, pero hizo un esfuerzo por entenderlo. Había muchas palabras nuevas y confusas, pero le pareció que ya había preguntado demasiado como para además tratar de entender que era un zawodny, un Salvaje del Páramo y todas esas cosas. Asintió ante sus explicaciones, viendo que el choque cultural para Szczenyak estaba siendo bastante grande…Y dioses, lo del racismo con lo de “chucho” ya tenía que ser horrible. Le recordaba un poco a como el crío había usado con ella una expresión que no pensaba repetir sobre su madre.

—En mi mundo no tenemos lobos, ni nada así. Creo que lo más parecido que tenemos son felinos —le enseñó el tatuaje del muslo, por si acaso no sabía lo que era. Visto que en Libo no había gallinas ni lobos ni perros ni nada, ¿por qué en los de los demás iba a haber felinos?

Y ahí estaba de nuevo el choque cultural. Agradecía el esfuerzo de decirle el nombre de su madre, aunque poco importaba cómo se llamase porque allí no tenía sentido usarlo. ¿En su mundo no tenían nobleza?
—Algo como jefa de pueblo, pero de una región más grande. El título suele heredarse, eso sí —explicar que podía haber casos en los que se podía retirar el título y toda la política de Libo al respecto era innecesario y aburrido.  

Miró a la pared, sin saber bien cómo seguir llevando la conversación. No estaba acostumbrada a hablar con gente fuera de un círculo muy concreto, así que estaba perdida. No iba a poder preguntarle por joyas, por ropa, por armas posiblemente tampoco…Ah, espérate, antes había mencionado…
—¿Tienes muchos hermanos? Por cómo hablas parece que tienes una familia grande —no sabía si el concepto de familia era el mismo, porque ella tenía a su Madre y a Velia. Y bueno, todos los andróginos de su Madre, pero con ellos la relación variaba demasiado —. Yo solo tengo una hermana.

Lo último que se habían dicho era una despedida bastante seca, porque Velia aún seguía con uno de sus enfados porque Kalna se creía mejor que ella. En aquel momento estaba empezando a echarla de menos.

A Colmillo de alguna manera le entristeció un poco al saber que en el mundo de Kalna no había lobos, pero se animó al instante cuando puso que sí había felinos.

-Guau, que dibujo tan cojonudo -exclamó observando el felino en su muslo con admiración-. En mi mundo también son así, pero sus colmillos son más largos. ¿Eso es natural o te lo has dibujado tú?

El vittya asintió conforme con la explicación sobre el significado de duquesa, entendiendo que quizás así se llamaba a los jefes de una zona concreta y que era un puesto hereditario. La política era algo que le interesaba más bien poco y que nunca le había afectado realmente, ya que ellos eran nómadas, así que agradeció que la explicación fuera corta y se cambiara rápidamente de tema a algo mucho más interesante.

-¡Joder, sí! -exclamó con una sonrisa tan grande en la cara que se veían perfectamente sus dientes, emocionado por poder hablar de su familia-. ¡Y tan grande! Soy el pequeño de 28 -contestó riendo un poco en expectación por lo que diría Kalna, ya que el número era, sino imposible, bastante sorprendente-. Mamá era hija única y tanto ella como Nana y Yaya siempre habían querido tener una gran familia, pero la vida nómada dificulta un poco la adopción y además en aquel momento Nana y Yaya estaban muy centradas en sus trabajos… El caso es que al final solo tuvieron a mamá. Papá siempre dice que mamá solo sabe vivir en extremos -divagó riendo por la broma familiar casi olvidando con quién conversaba por lo calentito que le estaba dejando poder hablar de ellos-. Ya ves, papá venía de una familia con números más normales, él es el mayor de 10.

Por un momento, Colmillo estuvo a punto de preguntar si eran solo dos porque la madre de Kalna había tenido solo una camada pequeña o porque había decidido adoptar a dos, pero al momento la imagen de su nana reprendiéndole por ser un maleducado apareció en su mente y decidió aplacar su curiosidad.

—Ah, gracias. No, normalmente hay gente especializada en hacerlos, eh… es con tinta, se daña la piel para que no se vaya —imaginaba que en su mundo no tendrían, por eso de estar cubiertos de pelo, y ella tampoco sabía explicar mucho mejor cómo iba el procedimiento.

Pareció haber acertado con el tema de la familia, porque aquella sonrisa no parecía fingida, y se le notaba la emoción en la voz. Era al menos un alivio haber sabido leer eso bien, porque estaba harta de tanto choque cultural: era la única libense y se notaba.
—¿Veintiocho? —se llevó una mano a la boca, sintiéndose una maleducada — Perdón, es que… En mi mundo lo normal es uno o dos. A veces tres, pero…
No le cabía en la cabeza que “números normales” fueran diez hermanos, pero tampoco quería indagar más, porque sabía que sería muy maleducada. Tenía demasiadas preguntas, y muy pocas de ellas que se viera capaz de hacer en alto. Había tenido una crianza demasiado estricta como para ir preguntando detalles de vidas ajenas y no considerarlo una falta de respeto. ¿Cómo vivían? ¿Sus hermanos seguían viviendo en casa? ¿Su gobierno no les ofrecía alquileres asequibles para que pudieran irse?

»Sois un montón. ¿Puedo preguntarte en que trabajan? Mi madre ya lo sabes, y mi hermana aún está estudiando. —su madre, su padre, sus hermanos. Le daba igual. Solo quería rellenar el silencio y que, con suerte, le resolviera por voluntad propia alguna de las dudas que no le iba a formular en alto.

Colmillo frunció un poco el morro ante la explicación del dibujo que llevaba en la piel, sopesando si compensaba lo bonito que podía quedar con el daño causado. “A lo mejor duele poco, ¿pero y si te aburres del dibujo?” se preguntó vagamente.

-Joder, ¿tan pocos? -exclamó con las orejas y la cola tiesas por la sorpresa, aunque luego bajaron rápidamente cuando se sintió avergonzado por su reacción-. Quiero decir, en mi mundo hay gente que decide tener pocas camadas o solo una o adoptar a pocos niños, pero… ¿tan pocos niños no hace que seáis, bueno, pocos? No me malinterpretes, ¿eh? No quiero decir nada malo de tu mundo ni nada solo que… bueno, hay gente que muere joven, hay algunos que deciden no tener hijos,... Joder, lo siento, solo que no se me ocurre cómo podéis tener suficiente población -terminó de forma nerviosa rascándose detrás de una oreja en confusión.

Para Szczenyak la idea de que la norma fuera tener familias tan pequeñas le estaba pareciendo más extraño que los yodas de los que Connor había hablado.

-Oh, bueno… -dudó ante la pregunta-. Joder, es raro oir esa pregunta. Normalmente llegamos a los pueblos todos juntos y es totalmente obvio lo que somos así que es la primera vez que me la han hecho -le explicó sonriendo con nostalgia-. Somos feriantes. Mi familia y yo viajamos de pueblo en pueblo por los tres continentes con nuestra feria ambulante. Bueno, no todos trabajamos estrictamente en la feria, pero todos trabajamos para la feria al final -siguió con una sonrisa cada vez más amplia, casi olvidando por un momento que ya no se encontraba en Zemlya-. Y tenemos de todo. Cuentacuentos, comerciantes, músicos, artistas, talladores,... Mis hermanos Kusny y Dosto venden la ropa que ellos mismos hacen. ¡Ellos me hicieron esto! -señaló con alegría su camiseta y pantalones-. Este color lo consiguieron gracias a que mi hermana Barwnyk hace tintes y pigmentos de colores preciosos. Oh, y mi hermana Cukiernyk hace los mejores dulces. Joder si me comería ahora uno de sus pastelitos -exclamó relamiéndose-. Y, bueno, yo… Yo tengo un puesto de puntería -confesó un poco avergonzado sabiendo que poco antes le había dicho a todo el grupo que era muy malo con el arco y su puntería no era la mejor-. Mi sobrino Cronetyak y yo llevamos el puesto juntos. Son juegos simples: el cliente paga y les damos cuatro dardos o cuatro aros y tiene que acertar a los distintos objetivos. Según el número de objetivos que acierta se puede llevar o no un premio. Es bastante divertido. La gente se pica, compiten y celebran cuando ganan cosas chulas, aunque requiere de cierta habilidad y no todos ganan. Y, bueno, algunos de los que no ganan no saben asumir muy bien cuando la cagan e intentan echarnos la culpa a Cronet y a mi, pero su madre, mi hermana Susi, es una Salvaje del Páramo bastante grande e impone que te cagas y como ella y su mujer Freyja son las principales cazadoras de la caravana, cuando la feria está abierta normalmente se dedican a mantener la seguridad así que, bueno, al final no es tan jodido como podría ser.

A medida que Szczenyak hablaba, su ánimo y alegría iban disminuyendo en su voz, en una mezcla de recuerdos amargos y nostalgia agridulce. “Joder, si el puto crío ya me dijo esas cosas a mi, ¿qué mierda horrible le habría dicho a Cronet de haber estado aquí?” pensó no queriendo ni imaginarlo.

-¿Y tú? -preguntó rápidamente no queriendo darle más vueltas a la posibilidad-. ¿Trabajabas en algo a parte de en prepararte para heredar el puesto de tu madre?

Kalna se encogió de hombros. No sabían cuántas personas eran en todo Libo, ni tampoco en el mundo de Szczenyak como comparativa. Que hubiera mencionado camadas le recordaba a los felinos, y a lo mejor por eso tenían tantos hermanos. En Libo solo tenían un hijo cada vez, o dos en algunos casos, así que a lo mejor sí eran muchos menos. Tampoco era que supusiera un problema, o no que ella hubiera notado que eran poquísima población.

Atendió a la explicación de todo con más interés del que esperaba tener. Para ella no había sido obvio el contexto anterior, porque no conocía a nadie más de la familia del vittya y no tenía referencia alguna de por qué viajaban o como. Que fueran feriantes tenía todo el sentido, y aunque no se estaba quedando con los nombres, porque estaban siendo demasiados, parecían ser más simples que el de Szczenyak. La verdad era que a pocas ferias había ido ella, fuera de hacer acto de presencia cuando tocaba junto a su Madre y a su hermana. Juntarse con el populacho no era precisamente algo que le hiciera ilusión. Sí que le había hecho ilusión ir muy de pequeña, cuando todos aquellos puestos y colores eran una novedad, pero aquello quedaba tan lejano.

Que precisamente el puesto del vittya fuera de puntería cuando les acababa de decir que no se le daba muy bien era irónico, pero no iba a ser Kalna la que lo dijese. Su puntería tampoco era demasiado buena, y aunque sabía usar el arco lo evitaba a toda costa. Seguía siendo una espinita que tenía clavada, la de que Velia le superase en ese aspecto.
—A mi hermana siempre se le dieron bien esos juegos… —dijo en a penas un susurro. Sabía que Velia se quedaba en las ferias más de lo estrictamente necesario y a veces volvía con algún premio tonto. Era una tontería, pero ahora que iba a pasar un año sin volver a verla, y sin que los otros libenses a los que habían cosechado estuvieran allí, empezaba a sentir lástima por no haberse despedido en condiciones.

Sonrió cuando Szczenyak le preguntó por ella misma. Quitarse de la cabeza a su hermana era agradable, porque a fin de cuentas la que había sido digna, la que importaba, era ella. Podía hablar mucho tiempo sobre que se estaba preparando como posible heredera al trono, pero tampoco es que el vittya hubiera tenido idea de qué era una duquesa y mucho menos sabría qué era una reina.
—Acabé el servicio militar obligatorio y decidí seguir en el ejército. Por eso sé usar armas —. Nunca había habido dudas de lo que hacer. Era lo que debía, lo que haría estar orgullosa a su madre y que por tanto la llenaba de orgullo a ella también. No había habido en su cabeza ninguna otra opción que no fuera esa —. No es que estemos en guerra ni nada, pero sigue siendo importante en mi mundo.

Colmillo frunció el ceño ante la explicación de Kalna, no entendiendo en lo absoluto a qué se refería con servicio militar ni con ejército.

-¿Y qué es eso? ¿Es algún tipo de escuela que te enseña a usar armas? -preguntó curioso, no entendiendo muy bien para qué aprendería a usar armas si no era para cazar además de defenderse-. ¿Guerra como grandes peleas, dices? ¿Son habituales en tu mundo?

Realmente esperaba que esto no fuera un tema delicado para Kalna, ya que tenía mucha curiosidad por su oficio. Era la primera ¿persona? que conocía que usaba armas, pero no el arco, algo muy poco habitual en Zemlya.

Parpadeó un par de veces con incredulidad. Era una cosa que en el mundo de Szczenyak no hubiera nobles, ni las mujeres tuvieran las posiciones de poder que les correspondían ni nada de eso, pero que no supiera lo que era un ejército sonaba tan alienígena (y de manera literal) que se había quedado en blanco.
—Algo así, sí. Las hubo hace mucho tiempo, pero ya no. Te enseñan a usar armas y.. bueno, ahora sirve como seguridad —y para más cosas, pero tampoco quería entrar en detalles difíciles de explicar. Tampoco iba a decirle que tenían carros de combate ni nada de eso, porque si no tenían ejército no sabría qué era uno.

El pasado de Libo lo conocía de sobra, pero tampoco creía que a su interlocutor le interesara demasiado. Seguro que Velia le hubiera soltado una perorata larguísima sobre los conflictos político-militares de antes de la unificación, pero por suerte para ambos ella no estaba allí. Y aún así Kalna no dejaba de sentir que esa conversación la tendría que estar teniendo su hermana, porque al menos le interesaría un mínimo los temas que salían, y ella estaba condenada a mantener una fachada educada.

—¿No habéis tenido nada parecido en tu mundo? Quiero decir, si no es un tema delicado…

Colmillo frunció el morro ante las palabras de Kalna. Que su mundo tuviera una escuela obligatoria solo para preparar a la gente para tener grandes peleas lo hacía sonar… beligerante.

-No que yo sepa -contestó encogiéndose de hombros-. Por lo que yo sé en Zemlya no ha habido grandes peleas de ese tipo. Y si las ha habido, no se registraron.

Por un momento, Colmillo pensó en la posibilidad de que hubiera pasado, pero se hubiera ocultado, pero en seguida vio que aquello era absurdo, ¿por qué se ocultaría una gran pelea? ¿Y por qué habría una gran pelea en un principio?

-Mi madre ha sido profesora y kamishibais en los tres continentes, así que seguramente lo sabríamos -concluyó sin dudar-. ¿En tu mundo es muy común? Oh, bueno, ¿es delicado? -copió su pregunta algo inseguro.