Botica de la náyade

Recuerdo del primer mensaje :

De camino a la botica iba pensando en lo extraña que había sido la fuga de Noel y Vac. Antes de salir, cuando por fin se dio cuenta de que ninguno de los dos estaba por allí, subió al cuarto de Noel y tras llamar varias veces entró al entender que estaba vacío. Así era, y la ventana aún seguía simplemente arrimada. La cerró meneando la cabeza y salieron todos del cuchitril, no sabiendo si iban a volver pronto o no. La fuga de aquellos dos le dio que pensar durante el camino. Con todo el trajín de la llegada de los frivy's no había vuelto a pensar en lo de Noel y Wen de aquella mañana. Noel tenía derecho a tomarse un respiro ese día, pero quizá le dolía un poco no haber sido él quien tratara de animarlo, le hubiera gustado hacer algo, y sin embargo ni siquiera creía ser capaz de encontrar dos palabras seguidas para empezar a hablar con él de lo que sea que hubiera pasado. En cambio Vac... con Vac estaba en buenas manos, sin duda, pero le seguía pesando que pudiera parecer que él se había desentendido.

No prestó atención a los frivy's más que para mirar con curiosidad sus caras ante todo lo nuevo que se les venía encima. Ellos no tenían la culpa de que los hubieran traído, pero solo habían sido un incordio, arruinando aún más una mañana de por sí arruinada. Gael se frotó la sien allí donde le palpitaba horas atrás, como si nunca se hubiese tomado la infusión de Vac, y trató de apartar los pensamientos del estilo «vaya mañana de mierda» y similares.

Cuando llegaron al mercado, Gael les pidió a los demás que se adelantaran o le esperaran, porque tenía que hacer algunas compras. El dinero no era mucho, pero le sirvió para comprarse una aguja curva de sutura e hilo de dos tipos diferentes, ambos resistentes. No le duraría mucho, pero confiaba en que pudieran hacer alguna misión más pronto.

Gracias a la adquisición se encontraba un poco de mejor humor cuando llegó a la botica de la náyade. Su mirada recorrió todo el local parándose en los pequeños detalles que aún faltaban por restaurar. No eran quienes para decir mucho, los del cuchitril, pero allí todavía hacía falta un buen repaso, y seguramente se estaba encargando Nia sola. Claro que ahora le llevaban un par de esclavos para ayudarla con el trabajo. Buscaron a la náyade por el local, y siguiendo su voz la encontraron en el patio charlando con dos viejy's. Gael se paró en seco, fastidiado por no haberse dado cuenta de aquella eventualidad. No habían pensado que a ella también podían haberle ofrecido esclavos y ahora... había demasiados. Miró a Adara de reojo, sin saber muy bien qué hacer.
-¡Buenos días! -saludó de todos modos-. Has escogido un buen local para la botica. Oye, por cierto, si necesitas ayuda más días para cualquier cosa avísame. -Estuvo a punto de hablar por todos, pero no quería meterlos en líos, así que dejó que se ofreciese quien estuviese dispuesto-. Sabemos bien lo que es tener que poner a punto una casa vieja.

La ángel negro le explicó a continuación que le habían traído los esclavos que les habían ofrecido en el cuchitril para que trabajasen en su botica.

<<¿Un brazo? Eso no se pierde en un experimento de laboratorio. ¿Que diablos le habrá pasado?>>. Me pasa unas pinzas de laboratorio y las cojo resuelto, aunque al oir lo que me pide mi voluntad flaquea un poco. <<Si no fuese por que está mal de verdad creería que esto es otra prueba>>.

-Esto te va a doler,- nada podía decir que ella no supiese ya,- lo siento de antemano.- y sin pensarme mucho lo que tenía que hacer localicé una parte que seguramente serviría. Respirando hondo acerqué las pinzas, apreté y tiré.- ¿D-dónde dejo la muestra?

Dama Urticaria

La ulterana no se inmutó cuando el chico le arrancó el trozo de piel. Al instante, se volvió a vestir comedidamente y se giró. De entre la faja sacó una pequeña probeta que descorchó con los dientes y se la tendió al chico para que depositara la muestra en ella. Una vez lo hizo, volvio a taparla con el corcho y la dejó en un calientaplatos cercano. Suspirando, se giró hacia el humano.
-Bueno. ¿Qué me has traido?-preguntó, entrecerrando los ojos.

Urticaria sacó una probeta, la descorchó y yo metí la muestra dentro, dejó la probeta en un calientaplatos y no perdió el tiempo, segundos después volvió a preguntarme acerca de lo que me había mandado.

-Lo tengo aquí,- dije rebuscando en mi zurrón, saqué la botella que contenía la sustancia y el mortero, dejé ambas cosas sobre la mesa y expliqué.- Me costó más de lo que imaginaba pero creo que lo he hecho bien, la verdad no me esperaba que algo de tan sólo tres ingredientes fuese así de complicado.

Examiné a la chica y empecé a preguntarme si la magia curativa no podría arreglar lo de su brazo. Lo cierto es que no sabía si las náyades se regeneraban o no pero tenía que ser a la fuerza más rápido usando magia. O quizá no tenía ningún tipo de arreglo y eso se viera por donde se viera era una putada.

Nia

Dejó el mortero junto a otros parecidos tras lanzarle un hechizo de limpieza y volvio con Stefan. Le pidio que le abriese la botella y entonces se lo llevó a la nariz. Le dedicó dos olisqueos y, finalmente, metió su dedo meñique en el caldo y se lo llevó a la boca. Saboreandolo unos instantes, compungio la cara un instante para acabar frunciendo el ceño.
-Podria estar mucho mejor, la verdad.-comentó, algo desagradada.-Importa poco, aun estás empezando.-dijo.

Esta vez sacó una rueda de queso blancuzco, unas bayas rojilas y un trozo de corteza de pino fresco.
-Al igual que el primero de los acertijos, pero simplificado. ¿Cuál dirias tu que es el más comestible, para estar seguro que no esta intoxicado o emponzoñado por alguna arte oscura?-

Hice lo que me pidió la ulterana y cuando mencionó que podía estar mejor me limité a encogerme de hombros y responder:

-Nadie lo hace a la perfección en la primera vez. Mejoraré, todo es practicar.- La observé sacar comida y ponerla sobre la mesa y después hizo otra pregunta, como si fuese la misma prueba de la ultima vez.- ¿Algún día dejarás de ponerme a prueba? Simple curiosidad.- sin embargo respondí a su pregunta.- Si tuviera que elegir una de las tres cosas elegiría la corteza de pino, parece fresca y sé que es comestible. En cambio no sé nada de esas bayas y bien podrían ser venenosas. El queso en cambio está elaborado, lo que me hace pensar que sí podría haber sido emponzoñado por algún arte oscura. Es lo que creo que podría ser.- sentencié.

Nia

La ulterana parecia estar troceando unos pequeños dados de algún tuberculo que Stefan desconociese. Mientras el chico seguia su explicación, la ulterana se fue hundiendo más y más de hombros. Cuando la dió por finalizada, suspiró, con cierto cansancio. Siempre habia pensado que enseñar a alguien iba a ser facil, pero nada llegaba a ser realmente fácil en la vida. Aún le quedaba mucho que aprender y que estudiar si queria llegar a usar la alquimia. Y, por supuesto, lo más importante, era que debia aprender el valor del sacrificio que exigia aquella ciencia.
La ulterana abrió la boca al fin para corregirle cuando sonaron pasos bajando por las escaleras, que rechinaban. Eran pasos pesados y con cierto trote que indicaba una cojera.
La alquimista se asomó por la esquina del sótano y vió al cocodrilo portando una caja de considerables dimensiones con ambas manos. Tenia el hocico lejos de ella, debido a que desprendia un olor considerablemente desagradable e iba buscando a la ulterana, llamandola a gritos.
-¡Urticaria! ¡Ha llegado un paquete para ti!-entonces logró alcanzar a ver a la ulterana y la dejó encima de la mesa con un estruendo.-El sensor no ha detectado nada, pero tampoco ha querido quedarse muy cerca de ella, ¿Quieres que la abra yo por ti?-le preguntó el cocodriloforme sonando más preocupado que una simple sugerencia.

Pero la niña ya no estaba escuchando, tenia sus ojos fijados con terror en algo que solo ella veia en la caja, un icono, emblema o, mejor dicho, un sello del remitente, rodeado de una potente magia para que solo el destinatario lo reconociera. Le empezó a temblar la mano a la niña entonces y, mordiendose el labio, contestó.
-No. Ya la abro yo.-
Entonces se giró hacia Stefan y, con cierto nerviosismo, se dirigió a él.
-La clase concluye hoy prematuramente. Para mañana, estudiate la obra Marco Bragadino y sus contemporáneos europeos.-le informó y entonces habló para los dos.
-Necesito estar a solas.-les instó, para que se fueran. El cocodrilo no dijo nada, sabedor del humor de la niña aquel día y se giró sin más saliendo del sótano por las escaleras.

Parecía que la ulterana iba a responder cuando apareció el cocodrilo por las escaleras cargando una caja bastante grande.

-Vale, ya nos vemos mañana entonces.- respondí tranquilo, subí escaleras arriba detrás del cocodrilo.- Bueno, pues nos vemos. Adiós.- me despedí y puse rumbo a la biblioteca, lo que quería la chica que leyese de seguro no lo iba a encontrar en la biblioteca de serpentaria.

Sigue en la Torre Serpentaria.

Nia

Cuando los dos abandonaron el sótano, la ulterana tejió un hechizo de insonorización y bloqueó la puerta, cerrandola con pestillo. Entonces, abrió la caja, con cierta dificultad. Un pesado tanque, como el de una pecera se mostró ante ella. En vez de estar lleno de agua, tenia una especie de biogel verdoso y, dentro de este, flotando, estaba su brazo derecho, perfectamente conservado. Cogido en su mano, habia una pequeña capsula con un suero rojizo. La superficie del tanque estaba rallada de tal manera que habia palabras grabadas en la superficie. Cuando Nia las leyó, se mordió el labio de rabia.

??? escribió:

"Como ya he terminado de usarlo, te lo devuelvo, niña. ¿Te gusta mi nuevo suero anti regenerativo? Lo he hecho especialmente para ti, querida. Encontrarás que-"

Nia no leyó más, buscó un martillo quirurgico que tenia en una mesa cercana y, de un mazazo reventó  el duro cristal, empapadnolo todo con aquel biogel verdoso. Extrajo su brazo y, con cierta complicación, abrió uno a uno los dedos, liberando la cápsula. Preparó su contenido en una jeringa y lo inyectó en la herida. Casi al instante, sufrió una fuerte sacudida, que la hizo derribar unas bandejas con instrumentos. Y, entonces cayó al suelo, sufriendo numerosos espasmos y, sobretodo, dolor. Aullaba de dolor. Sentia como si hubiera metido el brazo en lava candente. Se arrancó las vendas con cierta rudeza para comprobar como, poco a poco, la zona malsana iba desapareciendo. Pero el dolor no hacia más que aumentar. Con lágrimas en los ojos, se llevó el brazo izquierdo a la boca y mordió para soltar parte del dolor. Aquello le hizo sangrar violentamente por este, debido a la potencia de su mordedura, pero en parte palió el ardiente dolor que sentia en el muñón, mientras la piel que lo rodeaba comenzaba a burbujear y la regeneración natural volvia a su curso, devolviendole en escasos minutos la totalidad de su brazo, completamente nuevo.
Aun cuando terminó el dolor, la ulterana permaneció tumbada en el suelo, con la respiración agitada, con lágrimas por toda la cara, destrozando su maquillaje, el brazo izquierdo cubierto de sangre seca y, por último, con un soberbio cansancio que no se arregló hasta que, un rato despues volvió a su cama, tras haber limpiado y archivado todos los componentes que habia en la caja, así como el devolver a su antiguo brazo a la stasis, conservándolo.

Nia

Al siguiente dia, la botica se habia levantado algo lugubre. Cierto era que tanto el frivy como el cocodriloforme mostraron genuina alegria por ver a la ulterana de una pieza, habia algo en la mirada de la niña que no se habia curado. Aquella mirada, con unos ojos muy expresivos normalmente, ahora estaba cargado de un vacio agobiador. Que la chica posase los ojos sobre ti te helaba la sangre. Fuera lo que fuera, era tan siniestro como peligroso, cosa que el cocodriloforme intento rondar, pero que solo lograba a cambio evasivas y discusiones a lo largo de todo el dia. No fue sino que, hasta la tarde, hubo un cambio en la niña.

-No... Ya te he dicho que no es nada. Tuv-

El guerrero de los machetes la corto, cansado de dar vueltas y mareos de la boticaria.
-Mira, no se que ha pasado, pero no eres la misma de hace unos dias. Sea lo que sea en lo que te hayas metido, en esta ciudad tan chunga, me da igual, sinceramente, mientras me sigas pagando, pero como guardaespaldas tuyo no puedo protegerte de lo que no se que quiere dañarte, que por lo visto es bueno en lo que hace, porque impidio que te saliese el brazo de nuevo todo un dia.-

La ulterana alzo las cejas ante la percepcion del cocodriloforme. Sin duda era mucho mas astuto de lo que aparentaba. Las mandibulas del guerrero chasquearon unos instantes antes de continuar hablando.
-Solo digo que, como tu guardaespaldas debo saber si puedo hacerle frente cuando vaya a por ti, o no.-

La niña no se hizo de rogar y le contesto al instante, posando aquella mirada gelida que le dio un escalofrio en la columna del lagarto.

-No. No puedes. Ni yo tampoco.-se froto los brazos con el nerviosismo de alguien que quiere entrar en calor.-Esta... Esta loco, genuinamente loco. Privado de toda razon. Ese hombre, funciona al ritmo de su propio tambor, uno macabro y hueco, vacio de toda emocion, hecho de pieles curtidas de personas...-

El enorme lagarto guardo silencio unos segundos, ante las palabras de la niña.
-Le damos caza. Conozco a un puñado de gente por el precio justo, pondran bajo tierra a quien sea.-

El frivy, que habia estado escuchando la conversacion sin aportar mucho, vio el momento y aprovecho para poner en palabras su idea.
-¿Y llamar a los supercuchitrileros?-

La mirada que se gano del cocodrilo solo fue correspondida por las palabras de la ulterana.
-No. Ellos estan fuera del asunto. No deben enterarse.-
El cocodrilo, sin embargo, hablo, refiriendose a Nia.
-Todos tienen trapos sucios en esta ciudad, no lo olvides.-

La ulterana parpadeo un instante, antes de contestar, con cierto autoridad en su voz.
-No niego que los tengan. Solo digo que no quiero que sepan los mios.-[/color]

Volví a la ciudad tan rápido como pude y lo primero que hice fue encerrarme en la biblioteca mágica hasta que encontré lo que necesitaba saber de la enfermedad, no me gustó lo que encontré pero tenía remedio, el problema radicaba en que aún poniéndome a estudiar en serio necesitaría al menos tres meses de práctica para poder tratarla, y me daba que aquella mujer no tendría tanto tiempo. Sólo se me ocurría una persona a la que pedirle ayuda.

Pasando por la torre recogí el musgo que iba a ser un regalo en principio y que ahora iba a usar como moneda de cambio. Me dirigí a la botica y entré en la sala. Miré al cocodriloforme y le saludé.

-Buenas tardes Matanza, ¿dónde está la maestra? - pregunté, aunque no me hizo falta su respuesta pues vi al frivy irse a la trastienda seguramente a avisarla.

Tenía prisa cierto, pero si intentaba metérsela a los demás las cosas acabarían yendo peor seguro.

Nia

El cocodriloforme no se movió de su palanquín, cómodo como estaba. Tan solo le dedicó una mirada a Stefan antes de rodar con los ojos y guardar silencio. Pronto llegaria ella, él no era un mayordomo y tampoco es que le apeteciera moverse. No aquel día de pereza extrema.
De la trastienda salió Nia. Parecia haber vuelto de algún evento importante y estaba a mitad de desmaquillarse, pues se habia olvidado de parte de la máscara  en la mandíbula. Vestia un largo vestido flotante que daba la impresión de ser elastico y hueco, lleno con líquidos de colores azulados y morados, fluctuando como una pecera gigante. Llevaba un intrincado recogido con peinetas de plata engalardonadas con zafiros. De hombros al aire, se recogió las faldas y flotó hacia Enredo, con una mirada extrañada como curiosa.
-¿Enredo?-preguntó educadamente.-¿A qué debo esta visita? Justo estaba cambiandome a algo más cómodo...-

Traté de no fijarme en exceso en el vestido que llevaba la ulterana, los había visto más estrafalarios pero aún así....

-Necesito tu ayuda Dama Urticaria, necesito un remedio para una afección pulmonar y tú eres la única a la que puedo acudir - le expliqué la situación y saqué la caja en la que llevaba el musgo - No espero que me ayudes gratis, por eso te traigo esto - dije abriendo la caja - Sabes lo que es, es raro y caro, y espero que sea suficiente pago la verdad.

Nia

La ulterana fue frunciendo el ceño lentamente a medida que la explicación del humano avanzaba. Cuando terminó y sacó el musgo, la ulterana suspiró. Hizo una señal al frivy y este se acercó a Stefan para ofrecerle un asiento.
-Voy a cambiarme. No tardo nada. Y guardate eso.-dijo la ulterana sin más y volvió a dentro. No llego al minuto y la niña ya estaba de vuelta, con los brazos cruzados. Llevaba un yukata simple de color celeste adornado con oleaje más oscuro. El obi era de color azul marino y llevaba grabada varias runas.
-¿Porqué quieres salvar a esa nublina, Enredo?-le preguntó entonces con una severa mirada.-¿Le debes la vida o tienes algún interés para con ella?-

Esperé a la boticaria sentado en una silla que el frivy me había traído, no tardó mucho la verdad. Negué con la cabeza cuando me preguntó si era por interés o por pagar una deuda.

-Nada de eso, y respecto a por qué quiero ayudarla... Bueno, eres mi maestra, supongo que puedo contártelo - dije mientras pensaba cómo empezar.- Podría decirte que es porque puedo, por un deseo egoísta de querer jugar a ser Dios, para que me deban un favor, o por simplemente lo gratificante que sería saber que la vida de alguien está en mis manos. Pero todo eso sería mentira -suspiré- Lo cierto es que forma parte de una familia. Yo perdí a mis padres a una edad temprana y no quiero que a otros niños les pase lo mismo - hice una pausa - De todas formas, ¿está mal desear ayudar a la gente que lo necesita? Si puedo hacer algo para ayudar ¿no sería correcto hacerlo?

Nia

Lentamente, la ulterana parpadeó tras el monologo del humano. Cruzada de brazos como estaba, habló.
-No puedes salvar a todo el mundo. Ni por un momento pienses que puedes.-

Se giró, entonces, levitando entre los estantes de la tienda. No tardó mucho en encontrar un tarro de un color verdoso y sellado. Volvió con él y se lo entregó a Stefan. La etiqueta ponia "para el estres y la ansiedad".
-Deberias tomarte eso, cada ocho horas, dos cucharadas diluidas en agua.-

Se puso detrás de la mesa y comenzó a escribir mientras hablaba.
-Digamos que la salvas. A esta mujer y haces que vuelva a estar con su familia. ¿Sabes la cantidad de gente que sufre al día? Gente que padece enfermedades terribles y que no puede pagarse los medicamentos más simples. Millones. Miles de millones. Quizás más, con tanto mundo vinculado. Y ni tu ni yo podemos hacer nada para remediarlo. ¿Eres capaz de vivir con eso o solo piensas salvar a la gente en apuros que aparezca delante de ti?-

Sin embargo, se habia pasado de dura, así que procuró explicarselo de otro modo y lo hizo con una historia.
-Hará un tiempo ya... Más de un año creo, me presenté delante del consejo. Por aquel entonces, la botica no era tan grande, apenas estaba empezando, pero tenia su pequeño rincón de la fama en esta ciudad y pronto se me subió un poco a la cabeza: Fui a ver al consejo.-
De la nada apareció el frivy y les sirvió a ambos dos tazas de té con ambrosia. La ulterana se lo agradeció con un gesto y prosiguió su historia.
-Mis intenciones eran bastante honestas y, yo creia que justas. Ayudar al prójimo.-dio un pequeño sorbo de su té. Estaba caliente.-Les propuse instalar un pequeño botiquin de emergencia en cada torreón de cosechados para prevenir heridas graves, infecciones o, en el peor de los casos, muerte. Totalmente gratis, sacado de mi propio bolsillo. ¿Su respuesta? Se rieron de mi. Delante de mi cara, se desternillaron e intentaron explicarme a mi sobre como la cosecha endurece y que esta lleno de retos y peligros. Descontando el hecho de que posiblemente ninguno de ellos haya abierto un libro de medicina en su vida o sepa de la existencia de la cantidad de parasitos mortales que hay en la ciudad, me trataron como a una cria ignorante e insulsa y que deberia volver al mar.-Volvio a beber de su té, tranquilamente.
-Por suerte no lo hice, pero sin duda aprendí una valiosa lección. Aquí, la amabilidad se considera debilidad, sin duda y actos caritativos como el que tú me estas pretendiendo son un riesgo y un peligro para cualquiera con dos dedos de frente.-
El retintineo de la taza se escuchó y Nia procedió a acabar su, hasta ahora, su monólogo.
-Imagínate que la salvas. Bien. Entonces hablan de tí, quieras o no. Te llaman de salvador y, teniendo en cuenta el espíritu nublino, tienes dos opciones. La primera, que no les vuelvas a ver en tu vida y que tu actuación ese día quede como una leyenda en los anales de la historia. La segunda, volver. Esta opcion es tanto imprudente como suicida. El caracter nublino es, si me preguntas a mi, tedioso y pegajoso. Volveran a necesitarte en el futuro. Quizás no sea la madre o el padre. Pon que es la hija. Y tú vuelves a aparecer y les vuelves a salvar. Ahí ya no lo podrán ignorar. Tendrán amigos y familia y estos se pondrán enfermos tambien y volveran a suplicar a tus pies que les salves. ¿Entiendes como acaba esto, verdad? Ser un ciudadano rocavarancolés es, despues de todo, una responsabilidad.-
Acabó su té de un sorbo corto.
-Esta no es una ciudad para la amabilidad, Enredo de la Tierra, y harias bien en recordarlo.-

Paró ahí y reflexionó. No se le ocurria ninguna otra manera de explicarselo al humano pero, por otra parte ¿de verdad estaba intentando convencer a Enredo o solo intentaba convencerse a si misma de lo que tantas veces habia intentado ya? Quizás se debia a que compartia aquella moralidad inestable con el humano.

-No he dicho que pueda salvar a todo el mundo.

Quise protestar cuando la ulterana me puso delante un bote de cristal con un contenido verdoso. Leí la etiqueta y fruncí el ceño.

-No estoy estresado, ni sufro ataques de ansiedad. No necesito esto.

Escuché la historia de la náyade y cuando terminó de hablar decidí hablar yo.

-¿Por qué no podemos hacer algo para cambiar esa situación de la que hablas? Salvaría a cuantos me fuese posible, eso lo tengo claro - dije en respuesta, no había acabado sin embargo.

-La idea no era mala, el problema es que el consejo está un poco anticuado para mi gusto - murmuré para mi.- Es una estupidez creer que la amabilidad es sinónimo de debilidad. Yo no soy como el resto de habitantes de esta ciudad que se regodean en la muerte y el sufrimiento de gente ajena, y nunca seré como ellos. He visto este patrón repetirse en la Tierra, gente en nuestra historia que quiso sobresalir, gente que era diferente, gente buena a la que el resto desechó solo por tratar de ser mejores personas, ¿y sabes qué Urticaria? Mucha de esa gente marcó un antes y un después en la historia de mi mundo, de ellos también se rieron, muchos fueron ajusticiados por pensar distinto, y sin embargo, si nadie quiere que la situación cambie nunca lo hará, debe haber alguien dispuesto a intentarlo siquiera para conseguir ese cambio.

-Está bien, si tienen familia y amigos también los salvaré, no necesito ningún tipo de lujo, ni ser alabado o respetado para querer ayudar al resto. Y si ser ciudadano rocavarancolés significa tener que volver la mirada y hacer como que no veo a gente sufriendo entonces no quiero pertenecer a esta ciudad. No me importa el estatus que tengo, de hecho a ojos de muchos no soy mas que un simple novato y no me tienen en cuenta, la situación no será muy distinta a la de ahora.

Hice una pequeña pausa.

-Puedes negarte a ayudarme con esto por supuesto, y si es así lo hare yo solo. Elegiré el camino más largo y difícil si así puedo ayudarles, qué importa que sean novatos, esclavos, veteranos o simple gente que vive en algun lugar de un mundo vinculado a éste, siguen siendo personas. Y lo cierto es que puede ser una visión muy ingenua, pero me da igual, no pienso claudicar por la presión social.

-Gracias por el té -me di la vuelta con intención de irme a la biblioteca para sacar los libros necesarios en caso de que la boticaria no respondiese.

Nia

Cuando el humano fue contestando, la mirada de la ulterana fue envejeciendo más y más. Era como mirar a un bizarro espejo del pasado que reflejaba como era ella en el pasado. Sacó la pipa y la encendió. Dando un par de caladas, pudo soportar el resto de la diatriba del humano. Cuando terminó, dió a ver que aun así esperaba ayuda de la ulterana.
-Esto no es tu planeta, Enredo. La ciudad te matará si crees que con buenos actos llegaras a hacer un cambio, sobretodo, si intentas hacerselos a sus perros falderos. Les gustan que esten así por un claro motivo.-dió una larga calada.-Esta conversación, por supuesto no la hemos tenido. Has venido a tomar el té un rato y ya te vas y no has mencionado nada de ir en contra de la ciudad o al menos yo no he oido nada.-se acarició los labios con el extremo de la pipa, como meditabunda unos instantes.-Matanza te mostrará la salida, ahora, si me disculpas...-
La ulterana se levantó con el semblante cargado de cierto aire sofisticado, como si estuviese ofendida de que el misero humano intentase arrastrarla a su plan suicida usando para ello la extorsión moral. Sin embargo, la ulterana no volvio a la trastienda. Volvió a internarse entre los estantes. Pasó por uno de caoba e inspeccionó lo que parecia ser un dosificador de asma de entre otros tantos. Buscándo la etiqueta, inspeccionó el producto para gruñir de insatisfacción y elevar la voz hacia el frivy, lo suficientemente alto para que Stefan la oyese.
-Este Remedio de Anuro para gargantas Enranadas está caducado. Tiralo.-le dijo al frivy mientras se lo tendia con elegancia.
-¿C-Caducado?-respondió el frivy dudoso.-Pero si lo superepuse aye-
Fue cortado por la dueña.
-He dicho caducado, si. Tíralo.-
Y sin más, se giró y se adentró flotando elegantemente en la trastienda, meciendo levemente su pelo recogido con una mezcla de orgullo personal y complicidad mientras daba alegres caladas a su pipa. El frivy captó la indirecta y salió por una puerta trasera, donde estaban las basuras, a la espera de Enredo.