Gesta nº2: Buscando a Lobi

Recuerdo del primer mensaje :

Una mañana, un par de meses después de la "aventura" para reparar el medallón por el que se comunicaban, tanto a Chromsa como a Adam les llegó un mensaje a la mente de su querido maestro y caballero: -¡Buenos y heroicos días! Una ciudadana ha requerido de nuestro auxilio con la máxima brevedad posible. Si no es mucho problema, esta tarde me encontraré a las afueras de Serpentaria para explicaros la situación y ponernos en marcha.- El fauno fue en seguida a ver al ruso y, dado que ninguno tenía problema con ello, decidieron prepararse para la misión de su mentor.

Llegado el momento, después de haber descansado y tomar lo necesario, ambos salieron del torreón para encontrar al caballero observando con cierto interés el edificio. Estaba tan enfrascado en ello que hasta que no se acercaron con un -Hola Erknest- no se dio cuenta de que habían llegado.

Adaptando rápidamente su porte, les devolvió el saludo: -¡Ah, hola! Bien, me alegro que hayáis sido puntuales. Mejor que os cuente los detalles para comenzar cuanto antes.- Acto seguido empezó a contarles su nuevo encargo mientras buscaba algo en su alforja. Chromsa le dejó hablar y atendió todo lo posible. -Veréis, una pequeña ciudadana habló conmigo hace unas horas para que la ayudara a buscar a su mascota. Al parecer un par de días antes se escapó de su casa y, aunque ha buscado por los alrededores, lamentablemente no ha tenido éxito. Así que nos ha encargado a nosotros, firmes justicieros de Rocavarancolia, encontrarlo.-

Justo al acabar la frase encontró lo que buscaba y lo mostró a los dos transformados. Era una pañoleta morada con algunos bordados dorados en forma de filigranas. -(Que bonito)- pensó el ochrorio a la vez que lo observaba y seguía con los ojos algunas de esas decoraciones.

Erknest no tardó en explicar qué era: -Me ha dado un pañuelo que solía ponerle. Según tengo entendido, puede que sea necesario para algunos hechizos que puedan rastrearla. ¿Conocéis alguno?-

El ochrorio atendía curioso al ruso y al veterinario. Ver a Adam tan entusiasmado con la explicación del atlante le alegraba mucho. -(Vas a ser un gran médico, no tengo ninguna duda)- pensó risueño mientras daba un sorbo al té. Tan rico como recordaba. -Uhmm...- lo saboreó dando otro sorbo.

Edén empezó a responder la pregunta del brujo. Las capacidades de Edén le sorprendieron muchísimo, que su piel fuera un buen sustrato le parecía curioso, aunque reconocía que se le haría raro si tuviera ese poder. Erknest, por su parte, estaba tomando algo de su té cuando el atlante mencionó aquello. Con los ojos como platos e inmóvil aún con la taza en la boca, se horrorizó al ver que las hojas que había echado se parecían demasiado a unas que crecían en su espalda. Con la mayor calma y disimulo, pero aún con los ojos desencajados en dirección a la espalda del atlante, dejó la taza y no volvió a tocarla en todo el tiempo que estuvieron allí. Se conformaría con las pastas.

La mención al pajarillo que había hecho le sacó una sonrisa al fauno. -Bueno, en realidad solo la ha impulsado un poco más. En mi mundo era granjero, así que tengo bastante experiencia con plantas. De hecho conseguí montar un huerto en el torreón en el que estábamos con unas cuantas semillas.- explicó animado. Cierto era que fue de las bañeras de donde consiguieron más comida, pero aún así se sintió orgulloso de que el huerto hubiera funcionado con ayuda de todos.

Miró hacia la cortina cuando el veterinario mencionó el jardín. Teniendo en cuenta el aspecto del ciudadano, tenía mucha curiosidad por aquel lugar. Seguro que sería precioso y, por lo que había dicho, parecía que también habría más animalillos. Lo pensó un momento y respondió: -Me encantaría visitarlo, pero no quiero abusar de su hospitalidad. Por supuesto que tendría cuidado, pero prefiero ir cuando Lobi esté curado y podamos ir los dos, si no es molestia. Así podríamos compartir técnicas para el cuidado de plantas.-

Adam procuraba no hacer mucho ruido sorbiendo con la taza e intentando no interrumpirlo entre pregunta y pregunta. Miraba detenidamente cada gesto de Edén, grababa en su mente cada hechizo y recordaría cada realizado en el tratamento del animal. De vez en cuando el atlante regalaba sabiduría general sobre medicina y Adam asentía con un brillo realmente especial en sus ojos. Le encantaba verlo trabajar y demostró ser un narrador excelente, notaba como con cada dato, cada pizca de conocimiento lo llamaba a querer ejercer ese trabajo, un médico que ayude a quienes más lo necesiten.

Disfrutó mucho la respuesta de Edén sobre las transformaciones, sonriendo ante la lógica respuesta. Era lógico, un daeliciano o un enderth no recibiría el mismo tratamiento que un terrestre o un ochrorio. Cada uno tiene cuerpos únicos, sumando a lo que se hayan transformado. Atesoraría esa información.

—¡C-claro me encantaría! ¡Prometo devolvérselo sin falta! —agradeció más enérgico que lo acostumbrado. Se aseguraría de recoger alguno que no le importase demasiado a Edén en cuanto hayan terminado con la visita. Además así tendría una buena excusa para volver.

Siguendo con la clase improvisada Edén, mientras recogía hierbas, explicó un poco su función de jardinero para responder a Chromsa. Le pareció muy curiosa la transformación del veterinaro, fascinante por así decirlo. Tal y como dijo el propio ciudadano, era un jardín en sí mismo con todas sus plantas y animales. Lo que explicó acerca las infusiones provocó que Adam hiciese una búsqueda a toda velocidad por todo el cuerpo de Edén cuando no se diese cuenta, suspirando de alivio al no encontrar nada parecido a lo que se estuvo bebiendo. Sería raro.

También mencionó un jardín. Admiró como todos sus productos los crecía él, tanto en su cuerpo como en el jardín. Viendo la mezcla no cabía duda de que eran productos de calidad y que mejor forma de saberlo que hacerlos crecer tú mismo. Otra lección que se apuntaría el pegaso, dado que de agricultura algo le enseñó su pareja quien explicó a Eden su oficio como granjero. Parecía animado y eso dibujó una enorme sonrisa en Adam. Le debían un montón al ochrorio por hacer crecer ese huerto en el Torreón Silente, eso los abasteció de unos buenos ingredientes.

Luego de eso seguiría atendiendo, habiendo terminado Edén con la pata del lobo envolviéndola con tela.

—¡Ha sido impresionante! Estoy sin palabras, gracias Edén. De veras muchas gracias por dejarme ver el proceso, he aprendido muchísimo con usted. Se nota la experiencia, espero llegar a su nivel como médico —“médico”, se llenó la palabra con ello, con orgullo por querer serlo algún día—. Y también espero no haber sido de molestia con tantas preguntas, la curiosidad me pudo esta vez —admitió sonrojado de la vergüenza, mirando a Chromsa arrastrando ese sentimiento entremezclado con ilusión. Tampoco quería entretenerlos demasiado pero se lo estaba pasando genial.

- No es en absoluto abuso de hospitalidad si lo estoy ofreciendo desde un inicio -contestó a Padre Foresta mientras se aseguraba de que el lobo estuviera bien inducido en un sueño reparador-. Si me das unos minutos puedo acompañarte al jardín. A ti y a quien quiera unirse, por supuesto. Solo necesito un momento para encontrar los libros que quiero prestarle a tu amigo -contestó señalando a Adam antes de dirigirse a su estantería más abarrotada.

Con cuidado, pasó la mano por los distintos libros considerando cuáles serían más adecuados para el futuro médico.

-Con esa dedicación, no creo que vayas a tener ningún problema en llegar al nivel que te propongas -le contestó a Adam mientras sacaba uno de los libros y lo dejaba sobre la mesa antes de seguir con su búsqueda-. Y en absoluto eres una molestia. Tu entusiasmo es, de hecho, muy bienvenido. No suelo tener invitados que no sean animales y plantas, ya que soy más un veterinario a domicilio, y la mayoría de las personas está poco interesada en los procedimientos. Estoy muy contento de poder compartir y mi conocimiento e intercambiar opiniones y datos con alguien tan interesado en el tema como yo.

Con tranquilidad, Edén reunió los cuatro libros seleccionados, de distintos tamaños y grosores, y se los entregó a Adam con cuidado.

-Estos son lecturas magníficas y muy completas. Creo que podrías encontrarlos gratamente interesantes -le explicó-. Por favor, tómate la libertad de ojear mi estantería de libros. Si deseas llevarte alguno más, estaré encantando de prestártelo junto con estos, pero realmente pienso que estos cuatro son el mejor punto de partida.

Con movimientos lentos, pero constantes, el atlante terminó de limpiar y guardar los utensilios usados para el tratamiento del lobo y, una vez hubo terminado, se volvió de nuevo hacia sus invitados.

-Muy bien. Este pequeño amiguito se encuentra en un sueño reparador. Una vez salga de él estará como nuevo, ya que la herida no era algo serio. Mientras tanto, por favor -dijo indicando con una mano hacia la cortina de enredaderas para que Padre Foresta, y quien quisiera de los otros dos, le siguiera hacia el jardin.

Lo primero que pudo llamar la atención sobre el jardín es que su tamaño no era mayor que el patio de cualquier torreón, pero era decididamente más verde incluso que aquellos que tenían huerto. La vegetación era caótica, salvaje e indomable, pero el había cierta armonía en el conjunto que evocaba paz y tranquilidad. Lo único que resaltaba entre tanto verde eran las losas de piedra que había en una esquina del jardín indicando claramente la presencia de tumbas.

Ante la respuesta de su anfitrión esbozó una sonrisa más calmado. -Claro, no hay prisa. Gracias Edén.- dijo asintiendo. Tenían todo el tiempo del mundo y viendo el entusiasmo del pegaso con las lecciones del atlante no quería interrumpirles.

Tanto él como el caballero tomaron alguna pasta más y el ochrorio terminó su taza de té mientras atendía a la conversación de los dos médicos. Con tantos libros el ruso iba a poder ampliar bastante sus conocimientos y, aunque no era del todo una especialización a la que querría dedicarse, el brujo no podía negar que le entraba la curiosidad por todo lo que le había contado su pareja. Era una suerte que Edén hubiera aparecido, no solo ya por el bien del animal sino porque habían conocido a un ciudadano muy amable y más que dispuesto a ayudarles.

Poco después el atlante terminó de recoger todo y comunicó que el animal se encontraba bien. -Gracias a la Acromía que no le ha pasado nada, su dueña estará muy contenta cuando se entere- suspiró aliviado levantándose de la silla.

Erknest se levantó también, añadiendo altivo: -Ciertamente. Le comunicaré la gran proeza que ha realizado aquí. Como salvaguarda de Rocavarancolia se lo agradezco de corazón.-  Ya que el resto iba a salir a ver el jardín, no iba a quedarse allí sentado esperando, más teniendo en cuanto que ya había recuperado fuerzas.

Los tres siguieron entonces a Edén y cruzaron la cortina de enredaderas. Nada más posar la mirada en el lugar, Chromsa se sorprendió. -Oh, vaya. Es precioso- exclamó observando todo a su alrededor. Se adelantó un par de pasos para ver mejor el espectáculo de plantas que había en el lugar. No era demasiado grande, pero la diversidad de plantas (algunas las conocía, otras no) y su distribución le daban un equilibrio fascinante para el ochrorio. Se pasaría la tarde allí, recorriendo una y otra vez el corto trayecto y...

Notó entonces las losas que había en la esquina. La felicidad pasó a un segundo plano cuando entendió a lo que se había referido el atlante. -(¿Son los habitantes, verdad?)- pensó algo entristecido. No pudo evitar pensar en el montículo en el que descansaba Qirra, igual que aquellos desconocidos. Sin apartar la mirada de las tumbas, y dudando un poco al principio, dijo: -Lo... Lo siento. ¿Eran tus compañeros?- La pregunta no iba con ninguna malicia, sino por confirmar que, por desgracia, Edén había tenido que sufrir lo mismo que ellos.

El pegaso no se esperaba obtener prestados esa clase de libros con tanta faclilidad. Respetó mucho la confianza que Edén tendría en él como para obsequiar temporalmente material tan valioso, o al menos Adam le daba un gran valor. Sostuvo los libros sintiendo los halagos en profundidad, orgulloso de sí mismo por dar un paso tan importante. Los libros pesaban pero nada de eso importaba, estaba eufórico.

—Prometo leerlos bien. Los estudiaré mucho —prometió asintiendo con la cabeza, deseando absorber todo el conocimiento que tendrían dentro de sus páginas.

Echando un último vistazo al lobo dormido, siguió a Eden y a sus dos compañeros. Estaba al fondo, mirando por encima para no molestar demasiado. El jardín no ganaba en tamaño sino en riqueza, era hermoso y vivo, caótico pero con un orden que cobraba sentido en un global. Adam iba a acompañar el comentario del fauno pero pudo ver finalmente las tumbas. Eso le regaló una dosis de realidad, bajando la mirada cuando Chromsa se disculpó.

—L-lo siento Eden —habló. No sabía quienes eran realmente pero la muerte la sentía, más si para el atlante tuvo el significado suficiente como para erigir tumbas.

Edén sonrió complacido con la admiración de sus nuevos amigos por su jardín, del que se sentía especialmente orgulloso. Ramiro, con un revoloteo feliz, se adentró más adentro entre las plantas y se perdió de vista rápidamente.

-Si, ahí están enterrados mis compañeros de cosecha -contestó con una sonrisa amable-. Fue en este mismo edificio donde pasamos la criba juntos y donde, irremediablemente, fueron muriendo uno a uno. Al final, solo quedé yo, pero Ramiro me hizo compañía todo ese último periodo -explicó sonriendo en la dirección general en la que había desaparecido el colibrí-. Pero no tenéis por qué sentir su muerte. Fueron gente increíble y maravillosa a la que les llegó su día y ahora sus cuerpos nutren increíbles y maravillosas plantas que, a su vez, tienen el potencial de nutrir a otros seres vivos igual de increíbles y maravillosos. Cuando los enterré ahí fue para llorar sus muertes según sus costumbres y nuestras capacidades, pero ahora me alegro de haberlo hecho o nunca hubiera podido presenciar en lo que se han convertido. Para mi ellos ahora no están muertos, ellos son este jardín.

A la primera palabra de Edén se giró para escucharle mejor. Pudo ver también que a Adam también le había afectado el descubrimiento de las tumbas e incluso Erknest había aparcado su extraña jovialidad un poco. A pesar de la tristeza inicial, Chromsa entendía las creencias del atlante y al final acabó por tener una leve sonrisa de optimismo y calma: -Seguro que fueron grandes amigos, Edén. Y la verdad es que coincido contigo.-

Miró de nuevo hacia las tumbas, recordando inevitablemente por unos instantes sobre quien iba a hablar: -Hace unos meses tuvimos que despedir a una amiga y no hay día que no se la eche de menos... Pero la Acromía nos da la vida de nuevo cuando volvemos a ella, así que estoy seguro que volveremos a verla algún día igual que tú con este jardín. No se cuándo ni en qué forma será, pero confío en ello.- Una de sus hojas pasó frente a los ojos del fauno, en concreto el colibrí que había hecho antes. Hizo que se posara en su mano y se giró hacia los tres: -No me había dado cuenta hasta ahora, pero mi dominio refleja eso también. Controlo hojas muertas, que normalmente solo se pudrirían en el suelo.- El pajarito se deshizo y las hojas empezaron a adoptar otra forma mientras continuó: -Pero soy capaz de darles una nueva función, una nueva vida. No niego que pueda ser algo dolorosa, pero en el fondo la muerte no es un final, es más un hasta luego- Una sonrisa cargada de añoranza, pero no tristeza, acompañó a la nueva figura que ahora revoloteaba tranquila por el jardín: un pequeño lagarto alado.

Erknest, escuchando aquello, no pudo evitar esbozar una sonrisa tierna. -(Ojalá sea así, Chromsa)- pensó.

Las sospechas de Chromsa resultaron ser ciertas y Adam dejó ir una exhalación silenciosa. La explicación de Eden provocaron una ligera congoja que fue incrementándose poco a poco dentro del pegaso. Eran compañeros de criba, tal y como sus compañeros fueron para él. Y sentir que Edén fue perdiendo poco a poco sus compañeros le despertó una gran empatia, tuvo que ser doloroso. El atlante aportó su positiva filosofía sobre la muerte de ellos, tomando el jardín como un bonito legado que perdura hasta el día de hoy.

Adam ocultó que se le humedecieron los ojos, era muy sensible a la hora del final. La muerte lo asustaba y temía todo lo relacionado con ella. Se sintió debil. No pudo articular palabras y se limitó a escuchar las palabras de Chromsa, tan sabias que podrían competir con las de Edén. Acarició con su mano relajada las suaves hojas secas que revoloteaban en el aire, entendiendo el símil. Echaba de menos a Qirra, presenció su horrible muerte a manos de ese monstruo. Iemai, esa mujer tampoco sobrevivió a los horrores de la ciudad. Mijail... Sin embargo rezó, imploró que todo lo que su pareja dijese fuese cierto, que las palabras de Edén lo guiasen a tomar ese sentimiento, ese miedo, y superarlo. Eso lo hizo esbozar una sonrisa ante la pureza que tenía delante.

—Añoro muchísimo a los que faltan, espero que tengáis razón y estemos siempre juntos de una forma u otra —se aferró a la mano del fauno, ahogando un poco esa pena disimulando lo mucho que se le quebraba la voz. Seguía con los ojos húmedos pero su sonrisa fue genuina. Miró a Erknest, Chromsa, a Edén y a un punto no específico. Ahí lo tenía claro, las vidas son valiosas y su muerte, un legado que hay que tomar y aceptar—. “Mijail. Espero que veas bien que haré lo correcto, estés donde estés querido amigo” —pensó mirando hacia arriba tomando aire, prometiéndolo con todas sus fuerzas.

-Efectivamente -asintió el atlante ante las últimas palabras del fauno-. Limitar la muerte a un fin es perderse todos sus matices y prácticamente quitarle su función y significado. En la mayoría de mundos se trata a la muerte como algo maligno cuando la realidad es que la muerte carece de moral. No es buena ni mala, solo es un estadio más del ciclo de la vida, tan importante como el nacimiento es -explicó extendiendo el brazo para que Ramiro, que ya había revoloteado todo lo que quería por el jardín, pudiera apoyarse de vuelta-. Claro que esto no significa que esté mal añorar a los que, bajo la premisa de que la muerte es el fin, ya no están -añadió mirando a Adam, no queriendo que su explicación se entendiera como un menosprecio a sus sentimientos-. Como ya he dicho, en la mayoría de mundos la muerte se trata como algo maligno o, incluso si no es así, cada uno tiene visiones concretas que se alejan de permitir que el ciclo de la vida fluya de forma natural o que, directamente, no son conscientes de este hecho. Todos hemos aprendido e interiorizado una relación con la muerte que a veces nos es difícil desarraigar de nosotros mismos incluso si racionalmente hemos cambiado nuestro pensamiento al respecto. Yo sigo añorando a mis compañeros, pero me gusta pensar que, al igual que Padre Foresta con sus hojas muertas a las que les da una nueva vida, aquí incluso después de la muerte pueden ser algo más de lo que les hubieran permitido ser en sus mundos de origen.

Todo aquello había calado en el ochrorio, pero pudo ver que Adam también. El terrestre se puso a su lado y no le negó en absoluto la mano. Es más, al ver su expresión el fauno se enterneció más y le hizo una caricia a la mano de su pareja. Era una carga siempre presente la que llevaban desde la muerte de Qirra, pero tenía claro que la de Adam llevaba tiempo siendo mucho más pesada desde hacía más aún. Miró al cielo igual que él y posó de nuevo la vista en las tumbas, justo cuando el lagarto de hojas revoloteaba cerca de ellas.

Al principio la mantuvo allí mientras Edén empezó a hablar, pero Chromsa no tardó en mirarlo para prestarle más atención. Estaba de acuerdo con lo que decía, al fin y al cabo era muy similar a lo que se pensaba en su mundo. Recordaba también la conversación que había tenido con Fleur sobre el cristianismo y de cómo los buenos iban al cielo según su creencia, además de que ya en Silente hubo distintas ideas sobre el tema cuando enterraron a Qirra. -Tienes toda la razón.- asintió al atlante.

Se fijó de nuevo a su alrededor, en la belleza del jardín. Incluso Erknest se acercó un poco para observar de cerca algunas de las flores más vistosas y olerlas. A Chromsa se le pasó una idea porla cabeza y la preguntó al instante: -Edén, ¿te parecería bien que viniera más veces por aquí? La verdad es que me encantaría aprender a plantar y cuidar jardines y me gustaría aprender de tí. Puedo ayudarte a mantenerlo mientras, claro, y te puedo dar algunos consejos con plantas ochrorias.- Teniendo en cuenta que Adam iba a volver a devolver los libros en algún momento, esperaba que el atlante no tuviera problema con su petición. Al brujo le caía perfectamente y, viendo el lugar, le encantaría hacer lo mismo. Quien sabe, tal vez podría dedicarse a ello si se le daba bien.

Adam asintio a la mirada de Edén, comprendiendo su punto y aceptándolo. La muerte no deja de sera algo inevitable, es algo natural y, quiera el pegaso o no, estará ahí. Sonriendo aceptó la idea. Nunca ha sido de pensar que había un cielo o algo así pero ver las plantas, tan verdes y llenas de vida…

—Lo comprendo, tus palabras no pueden ser más ciertas —apoyó a Edén junto al fauno, estando más en paz con su tormenta interior mientras miraba al pajarillo posarse en el atlante con una sonrisa cálida.

—Y también quiero decir lo mismo. Ya que voy a volver alguna vez para devolverte este material, me encantaría que me enseñases algunas cosas útiles sobre medicina y así tratar a animales que lo necesiten —se sumó a Chromsa, ayudaría muchísimo aprender cosas de un veterinario y encima Edén era una persona maravillosa. También le pareció tierno que el fauno fuese tan dedicado a la agricultura, era de admirar.

Edén miró a su jardín con nostalgia, recordando los pocos y breves momentos de alegría vividos con sus compañeros de criba, pero también con satisfacción al ver como esas maravillosas personas nutrían ahora un basto jardín.

-Oh, pero por supuesto -contestó animadamente a la pregunta del fauno-. Mi puerta siempre estará abierta para vosotros, nuestros nuevos amigos - dijo señalando a los tres mientras Ramiro revoloteaba sobre sus cabezas-. Estaría encantado de intercambiar conocimientos y saberes con los dos juntos y por separado. Y podría ser aquí o no el lugar que vosotros quisierais. ¿Tenéis alguna residencia permanente o sois de los que viven en las torres designadas por el consejo? He de confesar que nunca he entrado a una de ellas, ya que mis circunstancias tras la criba me empujaron más a quedarme aquí, ¿pero supongo que tienen jardines? La realidad es que no lo sé, pero si los tienen podría enseñarte en tu propio jardín, Padre Foresta. Y a ti Adam puedo avisarte, si lo deseas, cuando tenga algún cliente por las inmediaciones de tu vivienda para que puedas observar y, más adelante, participar si te parece bien.

Erknest no quiso dejar pasar la oportunidad y se sumó al resto, con su altanería propia: -Mi estimado conciudadano, tenga por seguro que si alguna vez necesita ayuda del grupo del Caballero Ciervo, estaremos más que dispuestos a servirle.-

Chromsa se alegró al ver el entusiasmo del atlante por volver a verlos en otra ocasión, más que dispuesto a enseñarles. -Muchísimas gracias, Edén. Eres muy amable.- dijo con una amplia sonrisa. El veterinario le había caído de maravilla y desde luego no tenía problema alguno en que fueran amigos. De hecho, de los ciudadanos que había conocido tras la transformación era con el que más cómodo se sentía.

En cuanto a las preguntas, el brujo no tardó en responder: -Sí. Adam y yo vivimos en la Torre Serpentaria desde hace unos meses. Si algún día quieres venir de visita estás más que invitado, aunque tendrías que avisarnos para te abriéramos la entrada. Tiene un hechizo de protección que solo permite pasar con una contraseña.- Aunque, ¿y Erknest? A pesar que llevaban un tiempo siguiendo sus andanzas, nunca habían visitado su casa. Chromsa miró al caballero esperando su respuesta al atlante.

El joven héroe captó la idea y explicó: -En mi caso tengo mis aposentos en una casa cerca del Barrio de los Mil Dioses, pero puedo volar hasta cualquier otro sitio que haga falta.- Al ochrorio no le sonaba aquel lugar y el nombre le llamaba la atención. Tal vez algún día se pasara por allí de visita.

Pasando a la segunda pregunta, el brujo lo pensó por un instante por si se equivocaba, pero contestó: -Ojalá tuviera, pero no. Ni siquiera tiene un patio como el que teníamos en Silente.- Le daba cierto apuro que pudiera estropear el jardín durante su aprendizaje, pero a no ser que hubiera algún sitio más tendría que ser allí mismo.

Después de que Chromsa diese detalles sobre donde vivían ellos dos, Erknest por fín reveló donde se situaba su hogar. No le sonaba el sitio pero se le escapó una sonrisa, pensando cómo podría ser la casa del caballero ciervo. Se anotaría pasarse a visitar a su maestro en algún momento, ya por curiosidad.

Lo que sí le ablandó de verdad fue la enorme generosidad de Edén, ya que aunque no tuviese huero se ofreció a atender a domicilo a Chromsa sobre ello. A Adam le brillaban los ojos de ilusión ante la propuesta del atlante.

—¿De verdad? N-no sé como pagarte tanta generosidad. Puedo dar algo a cambio si así lo necesitas —ya le daba muchísimo apuro recibir sin dar nada de vuelta, dejando caer que estaba más que dispuesto a pagar como sea sus valiosas lecciones.

Edén asintió amablemente ante la afirmación del Caballero Ciervo y sonrió en respuesta.

-Tened por seguro que si en algún momento llego a necesitar ayuda, seréis los primeros a los que acudiré.

Si bien el atlante nunca había vivido ni visto por dentro ninguna de las torres cedidas por el consejo a los nuevos transformados, ni tampoco los refugios usados durante las cribas, sí conocía los nombres de estos por lo que le sonaron todos los nombres que le dio Padre Foresta.

-Lamento que no tengáis un jardín en vuestro nuevo hogar, pero siempre es posible encontrar un sitio donde hacer crecer la vida -dijo de forma animada el veterinario-. Puedes comprar algunas macetas o jardineras en el mercado y empezar tu propio proyecto de jardín. Así pueden viajar contigo con mayor facilidad hasta que te asientes en un lugar donde puedan tener su propio espacio en tierra firme -propuso como alternativa y luego miró a su jardín con un suspiro-. Si algún día yo me voy de aquí, ciertamente será una mudanza larga y complicada.

Algunos pajarillos, cansados del día, volvieron a sus nidos en los hombros de Edén y trinaron alegres antes de hacerse bolita unos contra otros y dormitar, lo que generó que las siguientes palabras de Edén fueran en un tono más bajito, respetando el sueño de sus inquilinos.

-Oh, no, por favor. No necesito ningún pago. De hecho, el intercambio de conocimiento y la amistad es suficiente pago para mi, si quieres verlo de ese modo. Créeme, Adam, que tu compañía será lo único que te pediré.

Chromsa no podía negar que compartía el apuro de Adam, le daba un poco de corte recibir tanto buen trato de parte del ciudadano desinteresadamente. El ochrorio había ofrecido a cambio su ayuda a falta de dinero por el momento, pero parecía que con lo primero bastaría.

La alternativa que le dio le gustó mucho. Unas macetas no serían demasiado caras y para las lecciones vendría bien empezar por algo más controlado. Además era justo lo que había dicho Edén, podrías trasladarlas cuando tuviera una casa. Era un objetivo muy a futuro, pero llegaría el momento y él lo estaría esperando con ganas. -Sí, es buena idea. No tiene que ser difícil encontrar unas cuantas de buen tamaño. En cuanto las tenga vendré.- dijo bastante animado. El comentario sobre la mudanza le hizo mirar de nuevo a su alrededor. Sí, le llevaría mucho tiempo si lo hacía solo. -Bueno, si llega a pasar podría ayudarte, si te parece bien. Es lo mínimo después de todo- añadió sinceramente con una agradable sonrisa.

-¡Justo como decía! Puede contar con nuestra compañía llegado el momento- se sumó Erknest con orgullo. Chromsa vio como los pajaritos estaban empezando a recostarse en los nidos del atlante, así que por si acaso su mentor seguía hablando le hizo un gesto para que bajara el volumen.

El brujo sonrió con la respuesta que dio al reparo del ruso. Después de que el chico contestara, dijo: -Muchísimas gracias por todo, de verdad. Eres muy amable. Ha sido toda una suerte encontrar a un nuevo amigo, bendita sea la Acromía.- Cierto era que no llevaba mucho tiempo que se conocían, pero tenía claro de ahí saldría una larguísima amistad.

Aunque la tarde estaba siendo muy agradable, Erknest fue el primero en recordar que tenía otros asuntos pendientes. -En absoluto querría acabar con esta charla, pero deberíamos llevar a Lobi con su dueña antes de que anochezca. Me rompe el alma saber que sigue esperando noticias de su amiguito perdido.- anunció (más bajito).

Ciertamente, la idea de Eden para Chromsa le pareció muy buena. Tener macetas debe ser una actividad la mar de entretenida, ademas de que son muy decorativas y fáciles de transportar. Sonrió al Edén y al fauno en cuanto el último parecía muy animado con la idea.

—Me apunto a ayudarte, nos has hecho un gran favor a todos —se sumó a ayudar al Atlante con una gran y animada sonrisa, poniendo sus brazos en jarra. Se le escapó una tonta risa con la intervención de Erknest, al fin y al cabo todos estaban muy animados.

—Eden, eres un sol de persona. Espero verte muy a menudo y así aprendemos mucho, sobre todo yo de ti —dijo con total sinceridad al atlante, lo tendría como una gran amistad que pocas veces tendría en su vida. El caballero ciervo, sin embargo, llamó la atención de todos—. ¡Uy es verdad! Jaja, por poco me olvido. Ha sido una visita tan buena que no pude evitar perder de vista al amiguito.

Adam se acercó y acarició con dulzura, aun seguía profundamente dormido. Siendo delicado, lo alzó entre sus brazos sintiendo el pelaje de aquella criatura tan magnífica y desconocida para él. Pesaba lo suyo pero tampoco era nada que no pudiera levantar haciendo uso de sus anchos brazos. Fue acercándose poco a poco a la salida.

—Vamos a llevarlo a casa Eden. Se que me repito como ninguno pero… muchísimas gracias —hizo una suerte de reverencia con la cabeza, indicando el gran respeto que tuvo al veterinario en todo momento. Salio con lentitud del sitio, teniendo una sonrisa de oreja a oreja—. Ya lo llevamos a la casa de la dueña que, ¿dónde vive por cierto? —preguntó a Erknest sin ceder su sonrisa, estaba de un humor muy muy bueno.