Gesta nº2: Buscando a Lobi

Recuerdo del primer mensaje :

Una mañana, un par de meses después de la "aventura" para reparar el medallón por el que se comunicaban, tanto a Chromsa como a Adam les llegó un mensaje a la mente de su querido maestro y caballero: -¡Buenos y heroicos días! Una ciudadana ha requerido de nuestro auxilio con la máxima brevedad posible. Si no es mucho problema, esta tarde me encontraré a las afueras de Serpentaria para explicaros la situación y ponernos en marcha.- El fauno fue en seguida a ver al ruso y, dado que ninguno tenía problema con ello, decidieron prepararse para la misión de su mentor.

Llegado el momento, después de haber descansado y tomar lo necesario, ambos salieron del torreón para encontrar al caballero observando con cierto interés el edificio. Estaba tan enfrascado en ello que hasta que no se acercaron con un -Hola Erknest- no se dio cuenta de que habían llegado.

Adaptando rápidamente su porte, les devolvió el saludo: -¡Ah, hola! Bien, me alegro que hayáis sido puntuales. Mejor que os cuente los detalles para comenzar cuanto antes.- Acto seguido empezó a contarles su nuevo encargo mientras buscaba algo en su alforja. Chromsa le dejó hablar y atendió todo lo posible. -Veréis, una pequeña ciudadana habló conmigo hace unas horas para que la ayudara a buscar a su mascota. Al parecer un par de días antes se escapó de su casa y, aunque ha buscado por los alrededores, lamentablemente no ha tenido éxito. Así que nos ha encargado a nosotros, firmes justicieros de Rocavarancolia, encontrarlo.-

Justo al acabar la frase encontró lo que buscaba y lo mostró a los dos transformados. Era una pañoleta morada con algunos bordados dorados en forma de filigranas. -(Que bonito)- pensó el ochrorio a la vez que lo observaba y seguía con los ojos algunas de esas decoraciones.

Erknest no tardó en explicar qué era: -Me ha dado un pañuelo que solía ponerle. Según tengo entendido, puede que sea necesario para algunos hechizos que puedan rastrearla. ¿Conocéis alguno?-

El ruso se acercó al instante y comenzó a examinar las heridas del animal. Tal vez fuera por la presencia del ochrorio que una persona más no acabara de ser problema para el lobo a esas alturas, pero en cuanto tocaron su pata trasera emitió un quejido y volvió a estar más tenso. -Está bien, está bien. Tranquilo.- lo consoló el ochrorio acariciándolo con suavidad.

A la vez que Erknest se acercaba poco a poco, Chromsa escuchó los resultados del examen de su pareja. -Ya veo... Ojalá que no sea muy grave, pobrecito- contestó. Entendía la preocupación del ruso, al fin y al cabo aunque tuvieran similitudes no era lo mismo curar animales. A la pregunta no acabó de prestarle atención, pues llevaba un poco escuchando una especie de zumbido acercarse.

Erknest solo pudo empezar con un "Pues" antes de que el brujo preguntara con curiosidad señalando algo que revoloteaba encima de él: -¿Qué es eso?- Por el aspecto le parecía un pájaro muy pequeño, aunque no había visto nunca uno parecido. Chromsa lo siguió con la mirada, al igual que el caballero cuando pasó a su lado. Para cuando creían que se había ido, el ochrorio lo notó encima de uno de sus cuernos. Estaba sorprendido con la velocidad de aquella ave y, aunque no era capaz de ver todos los matices, parecía bastante bonita y colorida.

La voz hizo mirar a héroe y escudero mirar de nuevo a la boca del callejón. Erknest... se impresionó ante el tamaño del extraño y empezó a temerse lo peor sin tener ni idea de sus intenciones. El ochrorio también le impresionó, pero la forma de dirigirse al pajarito le dejó claro que no suponía ningún peligro. -(Ramiro... Es un nombre bonito)- pensó mientras se incorporaba intentando no mover la cabeza para no espantarlo de su sitio, al igual que hizo que sus hojas no pasaran cerca de él. Después habló al desconocido: -Hola. ¿Por casualidad sabe si hay algún veterinario cerca? Estábamos buscando a este lobo y al encontrarlo hemos visto que estaba herido.

El zumbido encima de su cabeza no pasó desapercibido para Adam, revolviendo un poco su cabeza en busca de su orígen. En un principio lo confundió con una abeja, le resultaban especialmente desagradables y eso lo sobresaltó un poco pero a ver al pequeño pajaro se alivió.

—Parece un colibrí —sugirió por el aspecto del animalillo, al menos era muy similar a uno. Iba a decir algo más pero en la boca del callejón una enorme sombra lo interrumpió. Por así decirlo Adam estaba bloqueado por el tamaño de ese desconocido, incorporándose como un robot.

—H-holaaa —alcanzó a decir atropelladamente, en un tono de cobardía extrema. No quería creer que fuese peligroso, asi que hizo lo mismo que Chromsa—. S-si, tiene una pata lastimada y nos gustaría a alguien que lo ayudase si es posible —continuó calmándose del susto poco a poco.

-Oh, qué coincidencia tan agradable -contestó con un cierto deje de emoción en la voz a pesar de que esta siguió siendo suave y pausada, a la vez que juntaba sus manos y las separaba como si hubiera querido dar una palmada, pero se hubiera acostumbrado a que todos sus movimientos fueran lentos y tranquilos-. Parece ser que todos nosotros nos hemos encontrado en el momento oportuno. Permitidme que me presente. Mi nombre es Edén Damkinea, atlante y veterinario -continuó haciendo una reverencia que hizo crujir algunas ramas de su cuerpo haciendo corretear a un pequeño ratoncito por una liana desde su cadera derecha hasta su hombro izquierdo, donde se escondió bajo una hoja-. Y él es Ramiro, mi compañero de aventuras -continuó señalando el colibrí que seguía posado sobre el cuerno del fauno-. El resto son bastante tímidos y no les gustan los extraños, ya les disculparéis -terminó abarcando con su mano la totalidad de su cuerpo-. Bueno, vamos a echarle un ojo a este pequeño amiguito. No estoy seguro de si podré ayudarlo aquí mismo puesto que no llevo mis materiales y utensilios conmigo, pero si no tenéis objeción en acompañarnos, nuestra casa no está muy lejos.

Sin pausa pero sin prisa, el atlante se acercó al grupo y tras esperar amablemente a que le hicieran espacio, se agachó al lado del lobo, el cual se inquietó un poco, pero en seguida se relajó afectado por el hechizo que lanzó Edén.

-Tranquilo, pequeño, solo quiero ayudarte -susurró calmadamente antes de lanzar un segundo hechizo de diagnóstico. Tras unos minutos en los que Edén se tomó su tiempo para valorar el daño volvió a hablar, dirigiéndose esta vez hacia los humanoides-. Como sospechaba, no es algo sencillo que pueda tratar aquí. Si estáis de acuerdo, podéis acompañarnos a nuestra casa, que no está muy lejos. Puedo llevar yo al paciente, pero si lo preferís podéis llevarlo vosotros sin preocuparos por agravar la herida. Le he lanzado un hechizo de inmovilidad a la zona afectada, por lo que es seguro transportarlo.

El extraño parecía emocionado por aquel momento a pesar de sus movimientos calmados. El atlante, ahora ya presentado como Edén, le parecía al ochrorio bastante interesante y, desde luego, parecía tener la mejor de las intenciones. -Encantado de conocerte, Edén.- dijo con una creciente sonrisa para continuar mirando hacia arriba para intentar ver al pajarillo: -Y a ti también, Ramiro.- Luego pasó a presentarse: -Yo soy Padre Foresta y él es Erknest, el Caballero Ciervo, nuestro mentor.- Incluyó al caballero también, ya que éste estaba todavía seguía algo tenso ante la altura del atlante. Consiguió levantar la mano con una sonrisilla nerviosa mientras recuperaba la calma.

El humano le dejó paso para que avanzara hasta el resto y Chromsa le hizo sitio para que atendiera al lobo con comodidad. Cuando el brujo lo tuvo más cerca pudo apreciar al completo la apariencia del veterinario. Multitud de plantas de distintos colores crecían por su cuerpo, dando la sensación de que fuera un jardín andante. Y no solo eso, si no que entre las hojas y enredaderas vio aparecer fugazmente algún escarabajo y otros insectos. -(Vaya, es precioso)- pensó admirando el milagro que era ver a una persona así. Rocavarancolia nunca dejaría de sorprenderle, desde luego.

El ochrorio observó el procedimiento de Edén con cierta curiosidad. No le resulto difícil ver la maestría a la hora de manejar la situación que tenía el atlante. -(Me imagino a Adam dentro de un tiempo con la misma soltura)- pensó recordando todos los esfuerzos que estaba haciendo el ruso para hacer medicina. Atendió al diagnóstico un poco preocupado, esperaba que no fuera demasiado grave el estado del animal. -Por supuesto, te acompañamos-

Erknest, ya repuesto de la impresión y habiendo escuchado todo, se acercó al lobo y exclamó: -Tranquilos, me encargo de transportar al pobre animal. Es lo menos que puedo hacer como héroe después de su inestimable ayuda, conciudadano.- Se agachó para poder sujetarlo con seguridad y, en un inicio, estuvo a punto de caer al no estar en la mejor postura.

-Si no puedes con él podemos encargarnos nosotros.- se ofreció preocupado el ochrorio al ver que le estaba costando mantener al animal.

-Ah, no, no os preocupéis. Puedo con él sin ningún problema, tengo más fuerza de la que parece- le respondió el caballero orgulleciéndose de sus capacidades. Para fortuna del resto, acabó de agarrar bien al animal y, de momento, parecía que sería capaz de llegar hasta la clínica con él.

El ciudadano hablaba con una tranquilidad que se te pegaba y por todo lo que dijo no parecía una amenaza en absoluto. Desde luego han tenido suerte al encontrar a Edén, un veterinario que parecía tener mucho apego por los animales que poblaban su cuerpo. Adam estaba fascinado por la fisionomía de los atlantes, parecía todo hecho de barro, rocas y vegetación; y todo su ser era como una suerte de madriguera. Conforme se acercaba pudo ver más de cerca y apreciar los detalles de Edén, era enorme y a su vez se apreciaba gentileza en sus gestos.

—Yo me llamo Adam, encantado —se puso algo vergonzoso, tardó un poco en presentarse por su curiosidad indiscreta. Miró todo el proceso, iluminado por el experto y se le fue dibujando una sonrisa de asombro por quien tuvo delante—. ¡SI! ¡Te acompañamos! Si… podemos claro —afirmó con unos ánimos bastante encendidos, ver el tratamiento en persona le hacía ilusión y se le veía de lejos. No quería desaprovechar la oportunidad.

Erknest parecía no tener problema en transportarlo, aunque por todo el camino Adam tuvo un ojo encima de él por si acaso.

Edén asintió hacia sus nuevos conocidos y se alejó del lobo para que el Caballero Ciervo, Erknest, pudiera recogerlo y transportarlo. Una vez todos estuvieron dispuestos, emprendió la marcha a su habitual velocidad lenta con Ramiro revoloteando tras él e interactuando con algunos de los pájaros que habían hecho su nido en los hombros del atlante y cuyo canto amenizó el paseo.

Sin pausa pero sin ninguna prisa y completamente en silencio, Edén les guió por algunos callejones antes de pararse ante una casucha aparentemente destartalada y con un cartel de madera toscamente tallada en la puerta que rezaba "Edén Damkinea, veterinario aquí y donde sea".

-Sean bienvenidos a nuestro humilde hogar -indicó el atlante abriendo la pesada puerta y agachándose para cruzar.

A diferencia del exterior, el interior se veía descuidado de una manera más natural que ruinosa, aunque se podía apreciar claramente como todos los tabiques que separaban las estancias habían sido tirados a bajo de manera que lo que antes era una entrada, salón, cocina y despensa, actualmente era una única habitación que se distribuía en una gran mesa alta rodeada de estanterías con libros, botes de cristal y otros utensilios que era claramente la zona de trabajo, y la cocina en la que solo había algunas alacenas bastante vacías, cuatro fuegos y una mesa redonda con cuatro sillas. Si bien toda la estancia parecía adaptada a la altura del atlante, destacaba el hecho de que tanto la mesa redonda como las sillas como la escasa vajilla que se podía ver, compuesta solo por algunos platos, tazas y cubiertos, eran todos de tamaño medio y parecían ser usados muy de vez en cuando. Además, toda la pared lateral de la estancia y aparentemente de la casa había desaparecido y se había sustituido por una cortina de enredaderas y lianas que separaba el interior y el exterior.

-Bien Erknest, ¿serías tan amable de dejar a nuestro paciente sobre la mesa, por favor? -indicó Edén señalando la gran mesa alta-. ¿Queréis un té o algún refrigerio? No tenemos mucho ya que recibimos pocas visitas, pero estoy seguro de que algo podremos ofreceros mientras me encargo de nuestro pequeño amiguito.

En cuanto Erknest acomodó al lobo, los cuatro partieron hacia la clínica de Edén. Iban tranquilamente, siguiendo al veterinario entre calles y calles. Chromsa se fijó en Ramiro, revoloteando por todas partes, y en los pájaros que cantaban sobre los hombros del ciudadano. Mientras andaba, se acercó unas cuantas hojas e intentó ir formando una réplica del colibrí con ellas. Cuando Edén se paró, el pajarito de hojas estaba listo, aunque no había quedado tan bien como podría. Ya iba teniendo práctica con algunas figuras, pero era la primera vez que intentaba aquella y, aunque se asemejaba, era mejorable.

El ochrorio miró con curiosidad la fachada del edificio, más rústica que la del resto de ciudadanos que había conocido. Pasó al interior siguiendo al atlante y se encontró con la gran estancia principal de la casa. Le recordaba vagamente a sus días en el torreón Silente, aunque tenía un toque acogedor a pesar del aspecto algo descuidado del sitio.

-Por supuesto- respondió Erknest a la petición y se acercó al instante para dejarlo con suavidad. Al menos dentro de lo posible, porque el cansancio le había hecho mella durante el trayecto y, aunque consiguió que no fuera así, poco le faltó para caer junto al animal encima de la mesa. -Ya está... Ha sido... pan comido- se jactó entre jadeos.

Chromsa por su parte hizo revolotear a su creación junto a Ramiro y contestó al ofrecimiento: -Muchas gracias. Acepto un poco de té si no es molestia, tampoco me gustaría quitarle tiempo si no se encuentra demasiado bien- Estaba algo preocupado por lo que le pudiera pasar al lobo. Conocía algunas enfermedades de los tritones de carga, pero aquello no podía compararse en absoluto. Por supuesto tenía ganas de saber más sobre Edén y no le importaría quedarse a charlar un rato, le estaba cayendo bien, pero el bienestar del animal era prioritario para él.

El caballero respondió con un: -Vale, claro- ya sentado en una de las sillas mientras recuperaba el aliento.

Adam se paró ante el hogar de Edén, fascinado. Mientras abría la puerta, el pegaso estaba viendo exterior para luego ver el interior, todo invadido de naturaleza. Rocavarancolia no le dejaba de sorprender—. Con permiso —dijo al poner un pie dentro. El interior por muy “dejado” que fuese tenía un aire acogedor y familiar. Dejó paso a Erknest sin apartar la mirada del estudio. Se moría por preguntar, por saber más de todo pero no quiso agobiar al grandullón con tanta curiosidad de golpe.

Esbozó una sonrisa con Erknest, quien parecía agotado por cargar al animal. Miró a la criatura en la mesa, con ganas de ver el tratamiento. Alzó la mirada para atender al ofrecimiento de Edén.

—Me encantaría un té también si no le importa —añadió de buen humor. Con algo de cosa se acercó al atlante, de cerca se apreciaba más su tamaño—. Eh, disculpe. ¿No le importaría que me fijase en el tratamiento? Estoy curioso por aprender medicina si le soy honesto —nadie le quitaba la vergüenza de decir eso, algo rojo—. Me encantaría saber como trabaja un veterinario en Rocavarancolia.

Edén sonrió amablemente al caballero ciervo cuando recostó al lobo sobre la mesa e indicó con su mano a los tres la dirección de la mesa redonda y las sillas para que se sentaran si querían.

-Por favor, no dudéis en acomodaros -dijo mientras llenaba la tetera y la ponía a calentar en el fuego.

Al ver el fuego cerca, algunos de los animales que vivían en el atlante comenzaron a inquietarse, pero Edén los ignoró mientras se movía por la cocina sirviendo en la mesa redonda tazas, platos, cucharillas, galletas, pastas, miel, azúcar, leche y distintas latas con diferentes tés.

-Por favor, servíos cuanto queráis y tanto cómo queráis. Y si necesitáis cualquier cosa solo tenéis que decírmelo -continuó mientras servía el agua hirviendo en cada una de las tres tazas.

Una vez su necesidad de hospitalidad estuvo satisfecha, Edén se volvió hacia el lobo, que había estado anestesiado y tranquilo desde que lo había encontrado, y procedió a prepararse para el tratamiento.

-Oh, pero por supuesto, Adam, nada me complacería más que mostrar mis conocimientos -contestó con serenidad, pero claramente a gusto con la idea-. Puedes colocarte ahí y mirar simplemente o, si quieres, puedo ir diciendo en voz alta todo lo que estoy haciendo, los hechizos usados y el procedimiento empleado si crees que eso te va a resultar más enriquecedor.

Cuando Edén les indicó las sillas Chromsa decidió sentarse en la más cercana a la mesa de trabajo. No es que estuviera justo al lado, pero le permitiría ver tanto al atlante como a Adam mientras el primero curaba al animal. Tenía también algo de curiosidad por ver cómo trabajaba, pero no quería tampoco agobiar al ciudadano en su labor.

-Muchísimas gracias, Edén.- dijo con una sonrisa cuando le sirvió su taza. Mirando los distintos botes, reconoció uno al instante que le sorprendió. Era una variedad ochroria, que en su casa solían tomar a la tarde. Sin dudarlo lo echó a su taza junto a un chorreoncito de miel, sin nada dulce quedaba algo fuerte para su gusto. Solo el olor ya le recordaba a la granja, dándole calma y nostalgia.

Mientras esperaba a que se diluyera un poco, tomó algunas de las pastas a la vez que observaba la estancia, al atlante y al pájaro de hojas revoloteando por los alrededores. Mirando de nuevo las lianas y enredaderas, además del aspecto del veterinario, le surgió una duda que no pudo evitar preguntar: -Perdón si interrumpo, ¿pero por casualidad también eres agricultor o jardinero? Me he fijado que las plantas están en muy buen estado.- Cierto era que podía ser algo propio de su transformación simplemente, pero siendo el primer atlante que conocía tenía curiosidad.

Erknest, mientras todo pasaba, consiguió recuperar el aliento y se preparó una taza de té con el primero que encontró. Aunque más que en eso, su atención se centró en las pastas, que estaba comiendo a puñados para recuperar fuerzas.

—Si pudieses explicar el procedimiento sería genial, gracias —respondió con gratitud, acomodándose el cuello de la camisa y esbozando una sonrisa—. Intentaré absorber todo lo que me enseñes y procuraré no molestar.

Tras la declaración de intenciones, el pegaso agarró una de las tazas y con delicadeza se sirvió unas hojas finas de color rojo. Olía muy bien conforme removía el agua caliente junto a un poco de azúcar, agarrando la caliente superficie de la taza con sus dos manos.

Dando unos pocos sorbos se incorporó en cuanto Eden iba a ponerse manos a la obra. Luego le agradecería por la deliciosa taza de té. Se acercó a uno de los estantes, con todo tipo de libros, utensilios y frascos con útiles.

—Vaya colección de libros —admiró observando detenidamente, sorbiendo el té de vez en cuando. Quería quedarse con los títulos para ver si podría encontrar copias—. Yo suelo leer muchos libros de medicina, especialmente de anatomía sobre los transformados. Es curioso como depende mucho de eso, del… cuerpo de cada uno —se detuvo pensativo—. Recuerdo haber leído un artículo bastante largo sobre los licántropos, su transformación animal da bastantes quebraderos de cabeza ya que depende de lo que sean varía el tratamiento, claro —añadió mientras se puso al lado del veterinario, observando en ocasiones a la criatura.

No le pasó inarvertida la pregunta de Chromsa. Las plantas invadían el lugar, incluso en el propio Edén. No le extrañaría que tuviese una afición de ese estilo, todo el lugar era verde y vivo.

Edén asintió suavemente hacia Adam y procedió a comenzar con el tratamiento del lobo. El atlante fue nombrando todos los hechizos que iba lanzando y el por qué, intercalando las razones de tomar ese procedimiento y no otro, y algunas curiosidades o datos a mayores sobre heridas o enfermedades similares poniendo incluso ejemplos en ocasiones.

-Sí, estoy de acuerdo. Pasa algo similar, pero un poco más complejo, con las transformaciones que incluyen distintos rasgos animales. O con las quimeras genemánticas -contestó a la observación de Adam, contento con tener con quién habla de uno de sus temas favoritos-. La anatomía de cualquier ser originario de cualquier mundo vinculado es ciertamente interesante, pero la anatomía en Rocavarancolia es un estudio fascinante de posibilidades. Hay ocasiones, por ejemplo, en que una misma medicina no afecta de la misma manera a dos individuos con la misma transformación, pero originarios de distinto mundo y viceversa. Si lo deseas, una vez terminemos de ayudar a este amiguito, puedo recomendarte algún libro o incluso prestarte uno de los míos.

A continuación, Edén se volvió hacia las estanterías y comenzó a recoger algunos botes de cristal de los que fue recolectando distintas hierbas mientras decía sus nombres y usos.

-Bueno, sería osado de mi parte afirmar que soy jardinero ya que no me dedico a ello ni he hecho de ese trabajo mi oficio -contestó tranquilamente a la pregunta de Padre Foresta mientras molía en su mortero la combinación de hierbas-. Pero tampoco sería totalmente verídico decir que no lo soy. Como altlante, soy capaz de plantar, germinar y hacer crecer casi cualquier tipo de planta en mi cuerpo. Se podría decir que soy mi propio jardín. De hecho, algunos de los tés e infusiones que os he ofrecido vienen de plantas dispersas por mi cuerpo -siguió explicando señalando alguna de dichas plantas-. Pero también es cierto que el espacio me resultaría escaso si limitara mi plantación a mi propio cuerpo y más teniendo en cuenta que me gusta ser mi propio proveedor -siguió divagando mientras añadía algo de agua a la pasta que había conseguido mezclar en su mortero-. Veo que tu interés también viene dado de alguna manera por tu transformación -dijo señalando con una amable sonrisa al pájaro de hojas que revoloteaba en la estancia, pero sin dar indicios de realmente conocer su transformación-. Si cruzas esa cortina de enredaderas podrás acceder a mi jardín. Puedes recorrerlo tanto como desees, pero agradecería que respetaras su integridad y a sus habitantes en la medida de lo posible.

Una vez hubo terminado la pasta, siguió explicando sus movimientos para Adam y terminó vendando la pata del lobo con una tela limpia y desinfectada para ello.

El ochrorio atendía curioso al ruso y al veterinario. Ver a Adam tan entusiasmado con la explicación del atlante le alegraba mucho. -(Vas a ser un gran médico, no tengo ninguna duda)- pensó risueño mientras daba un sorbo al té. Tan rico como recordaba. -Uhmm...- lo saboreó dando otro sorbo.

Edén empezó a responder la pregunta del brujo. Las capacidades de Edén le sorprendieron muchísimo, que su piel fuera un buen sustrato le parecía curioso, aunque reconocía que se le haría raro si tuviera ese poder. Erknest, por su parte, estaba tomando algo de su té cuando el atlante mencionó aquello. Con los ojos como platos e inmóvil aún con la taza en la boca, se horrorizó al ver que las hojas que había echado se parecían demasiado a unas que crecían en su espalda. Con la mayor calma y disimulo, pero aún con los ojos desencajados en dirección a la espalda del atlante, dejó la taza y no volvió a tocarla en todo el tiempo que estuvieron allí. Se conformaría con las pastas.

La mención al pajarillo que había hecho le sacó una sonrisa al fauno. -Bueno, en realidad solo la ha impulsado un poco más. En mi mundo era granjero, así que tengo bastante experiencia con plantas. De hecho conseguí montar un huerto en el torreón en el que estábamos con unas cuantas semillas.- explicó animado. Cierto era que fue de las bañeras de donde consiguieron más comida, pero aún así se sintió orgulloso de que el huerto hubiera funcionado con ayuda de todos.

Miró hacia la cortina cuando el veterinario mencionó el jardín. Teniendo en cuenta el aspecto del ciudadano, tenía mucha curiosidad por aquel lugar. Seguro que sería precioso y, por lo que había dicho, parecía que también habría más animalillos. Lo pensó un momento y respondió: -Me encantaría visitarlo, pero no quiero abusar de su hospitalidad. Por supuesto que tendría cuidado, pero prefiero ir cuando Lobi esté curado y podamos ir los dos, si no es molestia. Así podríamos compartir técnicas para el cuidado de plantas.-

Adam procuraba no hacer mucho ruido sorbiendo con la taza e intentando no interrumpirlo entre pregunta y pregunta. Miraba detenidamente cada gesto de Edén, grababa en su mente cada hechizo y recordaría cada realizado en el tratamento del animal. De vez en cuando el atlante regalaba sabiduría general sobre medicina y Adam asentía con un brillo realmente especial en sus ojos. Le encantaba verlo trabajar y demostró ser un narrador excelente, notaba como con cada dato, cada pizca de conocimiento lo llamaba a querer ejercer ese trabajo, un médico que ayude a quienes más lo necesiten.

Disfrutó mucho la respuesta de Edén sobre las transformaciones, sonriendo ante la lógica respuesta. Era lógico, un daeliciano o un enderth no recibiría el mismo tratamiento que un terrestre o un ochrorio. Cada uno tiene cuerpos únicos, sumando a lo que se hayan transformado. Atesoraría esa información.

—¡C-claro me encantaría! ¡Prometo devolvérselo sin falta! —agradeció más enérgico que lo acostumbrado. Se aseguraría de recoger alguno que no le importase demasiado a Edén en cuanto hayan terminado con la visita. Además así tendría una buena excusa para volver.

Siguendo con la clase improvisada Edén, mientras recogía hierbas, explicó un poco su función de jardinero para responder a Chromsa. Le pareció muy curiosa la transformación del veterinaro, fascinante por así decirlo. Tal y como dijo el propio ciudadano, era un jardín en sí mismo con todas sus plantas y animales. Lo que explicó acerca las infusiones provocó que Adam hiciese una búsqueda a toda velocidad por todo el cuerpo de Edén cuando no se diese cuenta, suspirando de alivio al no encontrar nada parecido a lo que se estuvo bebiendo. Sería raro.

También mencionó un jardín. Admiró como todos sus productos los crecía él, tanto en su cuerpo como en el jardín. Viendo la mezcla no cabía duda de que eran productos de calidad y que mejor forma de saberlo que hacerlos crecer tú mismo. Otra lección que se apuntaría el pegaso, dado que de agricultura algo le enseñó su pareja quien explicó a Eden su oficio como granjero. Parecía animado y eso dibujó una enorme sonrisa en Adam. Le debían un montón al ochrorio por hacer crecer ese huerto en el Torreón Silente, eso los abasteció de unos buenos ingredientes.

Luego de eso seguiría atendiendo, habiendo terminado Edén con la pata del lobo envolviéndola con tela.

—¡Ha sido impresionante! Estoy sin palabras, gracias Edén. De veras muchas gracias por dejarme ver el proceso, he aprendido muchísimo con usted. Se nota la experiencia, espero llegar a su nivel como médico —“médico”, se llenó la palabra con ello, con orgullo por querer serlo algún día—. Y también espero no haber sido de molestia con tantas preguntas, la curiosidad me pudo esta vez —admitió sonrojado de la vergüenza, mirando a Chromsa arrastrando ese sentimiento entremezclado con ilusión. Tampoco quería entretenerlos demasiado pero se lo estaba pasando genial.

- No es en absoluto abuso de hospitalidad si lo estoy ofreciendo desde un inicio -contestó a Padre Foresta mientras se aseguraba de que el lobo estuviera bien inducido en un sueño reparador-. Si me das unos minutos puedo acompañarte al jardín. A ti y a quien quiera unirse, por supuesto. Solo necesito un momento para encontrar los libros que quiero prestarle a tu amigo -contestó señalando a Adam antes de dirigirse a su estantería más abarrotada.

Con cuidado, pasó la mano por los distintos libros considerando cuáles serían más adecuados para el futuro médico.

-Con esa dedicación, no creo que vayas a tener ningún problema en llegar al nivel que te propongas -le contestó a Adam mientras sacaba uno de los libros y lo dejaba sobre la mesa antes de seguir con su búsqueda-. Y en absoluto eres una molestia. Tu entusiasmo es, de hecho, muy bienvenido. No suelo tener invitados que no sean animales y plantas, ya que soy más un veterinario a domicilio, y la mayoría de las personas está poco interesada en los procedimientos. Estoy muy contento de poder compartir y mi conocimiento e intercambiar opiniones y datos con alguien tan interesado en el tema como yo.

Con tranquilidad, Edén reunió los cuatro libros seleccionados, de distintos tamaños y grosores, y se los entregó a Adam con cuidado.

-Estos son lecturas magníficas y muy completas. Creo que podrías encontrarlos gratamente interesantes -le explicó-. Por favor, tómate la libertad de ojear mi estantería de libros. Si deseas llevarte alguno más, estaré encantando de prestártelo junto con estos, pero realmente pienso que estos cuatro son el mejor punto de partida.

Con movimientos lentos, pero constantes, el atlante terminó de limpiar y guardar los utensilios usados para el tratamiento del lobo y, una vez hubo terminado, se volvió de nuevo hacia sus invitados.

-Muy bien. Este pequeño amiguito se encuentra en un sueño reparador. Una vez salga de él estará como nuevo, ya que la herida no era algo serio. Mientras tanto, por favor -dijo indicando con una mano hacia la cortina de enredaderas para que Padre Foresta, y quien quisiera de los otros dos, le siguiera hacia el jardin.

Lo primero que pudo llamar la atención sobre el jardín es que su tamaño no era mayor que el patio de cualquier torreón, pero era decididamente más verde incluso que aquellos que tenían huerto. La vegetación era caótica, salvaje e indomable, pero el había cierta armonía en el conjunto que evocaba paz y tranquilidad. Lo único que resaltaba entre tanto verde eran las losas de piedra que había en una esquina del jardín indicando claramente la presencia de tumbas.

Ante la respuesta de su anfitrión esbozó una sonrisa más calmado. -Claro, no hay prisa. Gracias Edén.- dijo asintiendo. Tenían todo el tiempo del mundo y viendo el entusiasmo del pegaso con las lecciones del atlante no quería interrumpirles.

Tanto él como el caballero tomaron alguna pasta más y el ochrorio terminó su taza de té mientras atendía a la conversación de los dos médicos. Con tantos libros el ruso iba a poder ampliar bastante sus conocimientos y, aunque no era del todo una especialización a la que querría dedicarse, el brujo no podía negar que le entraba la curiosidad por todo lo que le había contado su pareja. Era una suerte que Edén hubiera aparecido, no solo ya por el bien del animal sino porque habían conocido a un ciudadano muy amable y más que dispuesto a ayudarles.

Poco después el atlante terminó de recoger todo y comunicó que el animal se encontraba bien. -Gracias a la Acromía que no le ha pasado nada, su dueña estará muy contenta cuando se entere- suspiró aliviado levantándose de la silla.

Erknest se levantó también, añadiendo altivo: -Ciertamente. Le comunicaré la gran proeza que ha realizado aquí. Como salvaguarda de Rocavarancolia se lo agradezco de corazón.-  Ya que el resto iba a salir a ver el jardín, no iba a quedarse allí sentado esperando, más teniendo en cuanto que ya había recuperado fuerzas.

Los tres siguieron entonces a Edén y cruzaron la cortina de enredaderas. Nada más posar la mirada en el lugar, Chromsa se sorprendió. -Oh, vaya. Es precioso- exclamó observando todo a su alrededor. Se adelantó un par de pasos para ver mejor el espectáculo de plantas que había en el lugar. No era demasiado grande, pero la diversidad de plantas (algunas las conocía, otras no) y su distribución le daban un equilibrio fascinante para el ochrorio. Se pasaría la tarde allí, recorriendo una y otra vez el corto trayecto y...

Notó entonces las losas que había en la esquina. La felicidad pasó a un segundo plano cuando entendió a lo que se había referido el atlante. -(¿Son los habitantes, verdad?)- pensó algo entristecido. No pudo evitar pensar en el montículo en el que descansaba Qirra, igual que aquellos desconocidos. Sin apartar la mirada de las tumbas, y dudando un poco al principio, dijo: -Lo... Lo siento. ¿Eran tus compañeros?- La pregunta no iba con ninguna malicia, sino por confirmar que, por desgracia, Edén había tenido que sufrir lo mismo que ellos.

El pegaso no se esperaba obtener prestados esa clase de libros con tanta faclilidad. Respetó mucho la confianza que Edén tendría en él como para obsequiar temporalmente material tan valioso, o al menos Adam le daba un gran valor. Sostuvo los libros sintiendo los halagos en profundidad, orgulloso de sí mismo por dar un paso tan importante. Los libros pesaban pero nada de eso importaba, estaba eufórico.

—Prometo leerlos bien. Los estudiaré mucho —prometió asintiendo con la cabeza, deseando absorber todo el conocimiento que tendrían dentro de sus páginas.

Echando un último vistazo al lobo dormido, siguió a Eden y a sus dos compañeros. Estaba al fondo, mirando por encima para no molestar demasiado. El jardín no ganaba en tamaño sino en riqueza, era hermoso y vivo, caótico pero con un orden que cobraba sentido en un global. Adam iba a acompañar el comentario del fauno pero pudo ver finalmente las tumbas. Eso le regaló una dosis de realidad, bajando la mirada cuando Chromsa se disculpó.

—L-lo siento Eden —habló. No sabía quienes eran realmente pero la muerte la sentía, más si para el atlante tuvo el significado suficiente como para erigir tumbas.