Gesta nº1: Una reparación tormentosa

Obviando algunos recados y quedadas para ultimar algunos detalles para formalizar su posición como escudero, la primera "misión" catalogada como tal por Erknest ocurrió una mañana. El día antes Chromsa había salido a pasear por los alrededores de Serpentaria y al volver encontró una nota pegada al lado de la entrada. Al abrirla, vio que se trataba de un documento que buscaba ser de gran solemnidad sin mucho éxito y decía así:


En cuanto entró al torreón buscó a Adam y le explico la situación mostrándole la carta. Ambos decidieron prepararse para el día siguiente y salieron a una hora prudente hacia el Palacete.

No tardaron demasiado en llegar y vieron que el Caballero Ciervo les esperaba cerca de la entrada del edificio. En un principio no se había percatado de la presencia de los dos neotransformados, ya que estaba enfrascado en limpiar lo que Chromsa supuso que era una mancha en la armadura del antebrazo. En cuanto se acercaron, el ochrorio le saludó con ánimo: -¡Buenos días! Ya estamos aquí, espero que no hayas tenido que esperar demasiado.- y fue entonces cuando Erknest los vio.

Rápidamente dejó su tarea y adoptando un aire más propio de él, respondió: -¡Ah, Chromsa, Adam! No os había escuchado llegar, me alegra ver que sois buenos con el sigilo. Y no os preocupéis, llegáis justo a tiempo.-

Adam estaba tomándo una taza de té dentro del torreón, pensando en sus cosas. De un momento a otro, Chromsa se le acercó con lo que era una carta. El fauno se lo explicó por encima mientras el pegaso ojeaba la carta, parecía importante por lo que estaba escrito. Recordaba el artefacto, preguntándose cómo se repararía ese objeto mágico. Igualmente tenía ganas de ir, asi conocerían a otra persona más en la ciudad. El pegaso manifestó su afirmativa a Chromsa, preparando sus cosas para el día siguiente.

Llegaron con relativa rapidez al sitio y Adam llevaba consigo por si acaso la cimitarra que Neariel le obsequió. Lamentaba no llevar su escudo ya que se lo dejó en le torreón y encontrar otro parecido iba a ser un engorro. Erknest parecia empeñado en quitar lo que parecía ser suciedad en su armadura, tanto que ni se percató de la presencia de ellos dos.

—¡Buenos días!  —añadió amablemente siguiendo a su pareja.

Erknest se incorporó, respondiendo a los saludos y extrañamente elogiándolos por su sigilo.

—Es un alivio —añadió con un suspiro ya que se quedó dormido en la mañana y Chromsa lo tuvo que despertar. Pensó que no llegarían a tiempo—. Y bueno, ¿es muy grave lo que le ha pasado al artefacto? —dijo ya entrando en el tema que los reunió a los tres, curioso por ello.

-Me alegro. Nos hemos dado prisa por si acaso.- añadió el ochrorio al alivio de Adam. A pesar de que el ruso se hubiera quedado dormido, la verdad es que no iban mal de tiempo. En su caso, fue más la emoción por ver a dónde iban a ir para reparar el amuleto.

-Bueno, no soy un experto en artefactos mágicos, pero tengo cierta seguridad en que no debe ser demasiado complicado para solucionarse.- respondió al pegaso. -Si os parece bien puedo explicaros que falla mientras nos dirigimos al lugar. No tiene demasiadas visitas pero está muy ocupado siempre, así que es mejor llegar temprano.- añadió.

-Claro, sin problema- asintió el brujo. Sin más dilación dejó que Erknest tomara la delantera y los guiara entre las calles de Luna Alta mientras escuchaba con interés lo que le ocurría al artefacto.

El Caballero Ciervo, sacó el amuleto para ilustrar mejor la explicación: -Veréis, estando en una de mis patrullas habituales noté un ligero golpe en el zurrón donde lo suelo llevar. Al abrirlo para ver si todo estaba en orden saqué el medallón comunicador y vi que un par de los cristales tenían pequeñas grietas y que algunos símbolos se habían emborronado un poco. ¿Los notáis? Aquí y en este otro.- Les señaló las gemas dañadas y los símbolos.
A Chromsa le costó un poco ver las grietas, eran bastantes finas y en una gema pequeña se le complicaba aún más. -Entiendo. Sí, creo que las veo- dijo.

—Claro, por supuesto. Se comprende —Adam aceptó en seguir a Erknest, caminando detrás junto a Chromsa.

Por lo que estuvo oyendo, el artefacto dependía de unos simbolos. Le pareció curioso su funcionamiento aunque se paró a pensar en lo delicado que puede ser ese sistema como para que unas grietas de ese tamapo tan pequeño lo deje estropeado. El pegaso localizó rápido las grietas, señalándolas con cuidado.

—Éstas de aquí, ¿no? Oh vaya, que mala suerte, parecen resistentes —opinó, a sus ojos esas gemas no parecían que pudiesen ser agrietadas fácilmente—. Espero que ese anciano le de un arreglo, la verdad es que son joyas muy bonitas —su color junto a los grabados les daban una apariencia mística que le agradaba—. ¿Y como es ese señor, si se me permite la pregunta? —aunque Erknest a veces no mostrase demasiada confianza para Adam, la verdad es que seguía teniéndole respeto por veteranía tal y como lo demostraba al dirigirse hacia él.

-Pues sí. Para ser cristal es más resistente de lo normal, aunque imagino que se debe a las modificaciones que les hizo- dijo a las palabras del pegaso. Siguió: -Podrá. Os aseguro que es muy hábil para estas cosas, este amuleto es nada comparado a los cachivaches que tiene en su casa.-

Chromsa escuchaba la explicación y comenzó a imaginarse como de grande sería la colección de aquel ciudadano, debía de ser impresionante ver tantos artefactos en un mismo sitio. Además, si un amuleto pequeño permitía mandar mensajes a su mente desde la distancia, ¿qué no podrían hacer mil y un objetos más grandes y complejos? Se sumó con curiosidad a la pregunta que formuló su pareja: -Cierto, ¿quién es exactamente?-

La respuesta no tardó en llegar. -Pues... Es un sabio bastante curioso. Hasta donde sé se encarga de reparar y crear todo tipo de artefactos, aunque con la cantidad de libros que tiene no me extrañaría que estudie algo más también. Vive cerca de aquí en un palacio pequeño, algo austero comparado con las maravillas que se ven por aquí. Puede parecer un poco duro al principio pero es buen tipo, seguro que os cae bien. Además, juraría que os conté que es también un transformado doble como nuestro camarada- explicó con confianza, diciendo lo último seguido con un movimiento de cabeza que buscaba señalar al brujo. Añadió finalmente con un poco de orgullo: -De vez en cuando requiere de mis servicios para encontrar algunos componentes. Como buen caballero, es todo un honor ayudar a tan distinguido señor por el bien de Rocavarancolia.-

Cada frase embelesaba aún más al ochrorio. Recordaba que lo había mencionado un par de veces, pero nunca le había hablado en detalle sobre su colaborador. Si Erknest a los ojos de Chromsa era ya un veterano, el anciano debía haber pasado décadas fácilmente en la ciudad. Por todo lo que contaba debía ser todo un pozo de sabiduría tanto de Rocavarancolia como de los artefactos mágicos y además compartían un caso similar con los dones de la Luna. -¡Vaya! Suena como alguien muy interesante para conversar y aprender. Me dan muchas ganas de conocerlo- dijo con entusiasmo.

La descripción que Erknest soltó sobre el tipo interesó al pegaso, lo imaginó como una persona sabia y apañada. Además vive en un palacio, lo cual le daba aires de elegancia, y si dijo que era algo austero tambien se le veía humilde. Realmente Adam estaba glorificando al anciano, teniendo muchas ganas de conocer a tal persona.

Además contaba con la condición de transformado doble. Nunca había visto a otro como su pareja, imaginando combos de su lista de posibles transformaciones que memorizó en sus estudios. Pensó que quizás sería un brujo como el fauno.

—Parece ser una buena persona, tal y como nos lo estás describiendo. Conocerlo será un privilegio —tuvo la cabeza hinchada con sus propias expectativas, quizás podría aprender algo de ese sabio que aporte a sus propios estudios—. ¿Y en qué se transformó el sabio? ¿Es algo que podemos saber? —preguntó finalmente producto de su curiosidad, dándole algo de cosa por su propia condición de transformación de riesgo pero no creía que fuese algo malo hacer el intento de preguntar.

El ochrorio pudo ver que el entusiasmo por conocer al veterano era común con Adam. -Pues sí. Creo que al ciudadano más antiguo que hemos conocido hasta ahora.- dijo y se cruzó de brazos algo dubitativo mientras seguía: -Al menos si no contamos a aquel esqueleto... Bueno, liche creo que dijo. No estoy seguro si contaría como ciudadano.-

Erknest por su parte soltó una pequeña carcajada y comentó: -¡Jajaja! Ciertamente es de los más antiguos que hay. Alguna vez le he oído decir que en los tiempos de gloria de la ciudad era importante, o algo así. Así que, sí, es un honor tan grande como formar parte nuestras gestas para llevar la justicia a Rocavarancolia y el resto de mundos.-

Ante la pregunta el héroe se llevó una mano a la barbilla y pensó por unos momento mientras golpeaba con el índice su boca. -Pues... Nunca le he preguntado al respecto, aunque sé seguro que por una parte es un centauro. Cualquier humano los ha visto alguna vez en libros, series o películas, así que no tengo la menor duda de que es uno de ellos. La otra... no terminó de saber qué es, aunque tengo el presentimiento que es brujo de algo.-

La descripción llamó la atención de Chromsa, primero porque en teoría podría ser un brujo como él y segundo porque esa descripción se le hacía familiar. ¿Pero dónde la había visto? Antes de que pudiera pensarlo demasiado, el caballero anunció con ánimo: -¡Ah, es justo aquí!-

El fauno miró a la izquierda, a la casa ante la que se había parado Erknest. Era una casa grande con un jardín (si bien no había rastros de hierba y como mucho había algún árbol muy viejo sin hojas) antes de la entrada que podría categorizarse como un palacio pequeño. Solo tenía una segunda planta aparte de la de entrada, aunque se podía ver a su lado izquierda una torre. Fue una de las cosas que le llamó la atención, además de que buena parte del lado derecho estaba acristalado y que la entrada tenía cierto porte monumental a pesar de estar hecha en madera y piedra, al igual que el resto del edificio. En el frontón de la entrada estaba dibujado un símbolo de 10 puntas que había visto muchas veces por la ciudad.

-Vaya... No es lo que esperaba pero aún así es impresionante- exclamó mirando todas los detalles de la vivienda. -¿El interior será igual? Parece que vaya a ser más espacioso de lo que parece.-

—Oh dios, esa cosa. No sé, ¿quizás? —aportó a lo que Chromsa recordó con cierta repulsión. Ese liche fue el primer peligro que enfrentó cara a cara y esa experiencia a la par que extraña fue angustiosa para él por la herida que le hizo al ochrorio en la muñeca. Esperó que, al menos y si hay algo de bondad en ese montón de huesos, el liche estuviese agradecido con Chromsa por liberarlo de esa bolsa.

Cambiando de tema, Adam atendió al caballero. Pues sí que parecía importante el sabio que, como Erknest dijo, es un centauro. Si él no sabía lo que podría ser había bastante posibilidades de que fuese un brujo, son los que menos cambios manifiestan desde luego. Sería un caso muy similar al de Chromsa, entonces.

Al fin llegaron al palacio. El pegaso en sus adentros se imaginó algo bastante más grande pero no dejaba de ser un hogar decente, con su torre y todo. Además el aspecto exterior general le daba un porte místico.

—Se ve acogedor en parte—Adam manifestó una sonrisa boba, le hizo un poco de gracia que Chromsa tuviese otras expectativas pero él tuvo un sentimiento similar así que se guardó la gracia para sí mismo—. ¿Aquí vive el sabio, Erknest? —preguntó mientras se estiraba la camisa para que no estuviese tan arrugada, no pudo negar que estaba algo tenso y emocionado de conocer al sabio. Compartió esos sentimientos en una mirada a Chromsa, alzando las cejas.

Después de observar con curiosidad la fachada de la casa palacio, miró a Adam al hacer su pregunta. El ruso estaba alisándose la camisa y, por la mirada que le hizo, entendió que estaba algo nervioso con la situación. El ochrorio también lo estaba, aunque ello no le impidió devolverle una sonrisa tranquilizadora. Tras ello, observó rápidamente si su propia ropa estaba bien, al igual que sus hojas. -(Parece que todo está en orden)- pensó aliviado.

-En efecto, mi querido escudero. Este es el palacio que veníamos buscando. Y sí, el interior es bastante espacioso dadas las proporciones de nuestro camarada.- dijo con su ánimo característico. -Si estáis listo vamos a llamar.-

Chromsa asintió y los tres pasaron al interior del recinto, atravesando el pequeño "jardín" por un camino empedrado y subieron una escalera baja de madera hasta quedar en el porche de madera. Los tablones crujían un poco, aunque no parecían ser demasiado viejos. Los tres quedaron frente a un portón de madera negra decorado solamente con un llamador de plata y alguna figura en relieve del mismo material. Lo que más le llamó la atención al ochrorio era un cristal azulado que estaba incrustado en el techo, que brilló ligeramente en cuanto Erknest puso el primer paso en el porche.

Pensaba en qué función podría tener cuando el héroe llamó a la puerta exclamando: -¡Buenos días, mi estimado conciudadano! ¡Soy yo, Erknest, el Caballero Ciervo! Tengo unos asuntos que tratar con usted, si es tan amable de abrir. Son de una gran importancia para el mantenimiento del orden en Rocavarancolia.- Si aquello le pilló un poco de sorpresa, que el brillo del cristal se intensificara cuando el veterano llamó puso un poco en tensión al brujo. Por precaución, evitó que sus hojas pasaran cerca de él, no fueran a dañarse.

Tras varios segundos de silencio, el brillo del cristal volvió a la normalidad, lo cual volvió a calmar al ochrorio, y poco después la puerta comenzó a abrirse. Además, a Chromsa no le costó por su mejor oído, pero si el resto afinaba el oído podrían escuchar antes de que se abriera la puerta un ligero suspiro de resignación.

Adam en cuanto tuvo permiso del caballero le siguió cruzando la entrada del seco jardín, fijándose en el moribundo árbol que lo decoraba. Le entristecía que la vegetación no fuese para nada abundante en la ciudad, todo estaba demasiado mustio para su gusto.

Cuando Erknest puso un pie en las tablas de madera crujieron lo suficiente como para que el pegaso tantease primero sus pisadas. Para su alivio eran más resistentes de lo que aparentaban y subió junta al caballero ciervo. El brillito del cristal asulado no le pasó desapercibido, fijándose en él cuando Erknest se presentó ante el sabio. ¿Era una especie de cámara mágica?

El brillo intensificado del cristal sucedió justo cuando terminó de hablar Erknest y Adam entrecerró los ojos. No notaba nada raro en el cuerpo y lo percibió inofensivo, quizás el cristal analizaba lo que tendría debajo. Al cabo de un rato el cristal dejó de brillar y la puerta se abrió un poco.

El ligero suspiro no pasó inadvertido por Adam, fijando la vista en la puerta.

—Buenas… —dijo con todo el nervio del mundo—. ¿Se puede? —no quería irrumpir de primeras, esperando a que Erknest tome la delantera.

El ochrorio no terminaba de entender del todo bien ocurrido, pero no era demasiado difícil deducir que la puerta se había abierto solo cuando el cristal había terminado de cumplir su tarea fuese cual fuese. Fijó la vista con toda la atención del mundo a la puerta, hasta que estuvo abierta por completo. Seguía en tensión, la cual se esfumó en cuanto vio que detrás de la puerta... no había nada. Adam preguntó, pero no se escuchó ni un solo sonido del interior. El ochrorio parpadeó perplejo, desde luego había escuchado un suspiro, pero allí no se veía ni un alma. -¿Es... cosa de m-?- llegó a intentar preguntar antes de que Erknest confirmara su teoría.

-¡Excelente deducción! Es uno de sus trucos, no tiene que abrir la puerta el mismo. Vamos, pasad, no hay ningún peligro.- dijo mientras entraba. Aún con cierto recelo, el brujo miró a Adam para comprobar si estaba listo y siguió al caballero. El interior era curioso: tenía un aire antiguo y, aunque podría dar la sensación inicial de que estaba descuidado, mantenía un equilibrio que le daba un toque extrañamente acogedor. La luz que había en la sala provenía de las ventanas apuntadas que se veían desde la fachada, haciendo que hubiera la luz necesaria para pensar que había alguien viviendo allí. Para Chromsa sí que estaba un poco más oscuro de la cuenta, así que tardó un poco más en acostumbrarse a la luz hasta poder ver mejor. -Debe estar arriba. Es donde tiene su estudio.- explicó Erknest mientras comenzaba a subir por una escalera ancha que tenían justo delante.

El fauno miraba con curiosidad en todas las direcciones mientras seguía al veterano. Algunas habitaciones tenían la puerta cerrada, aunque una de las que estaban abiertas (principalmente por la ausencia de una) era un salón en la planta baja que llegaba hasta la zona acristalada. Por la distancia no lo veía demasiado bien, pero estaba seguro de que había un par de estantería, divanes amplios e incluso una chimenea. -Es un sitio curioso, desde luego. - comentó sin pararse. A mitad de camino comenzó a escuchar algunos sonidos metálicos que no sabía identificar y que se intensificaban a medida que se acercaban a la habitación a la que Erknest les guiaba.

Después de subir a la primera planta y girar a la derecha, entraron en una habitación amplia que destacaba por dos cosas: la gran mayoría del techo y las paredes que daban al exterior estaban acristaladas y la multitud de distintos artefactos con todo tipo de formas y tamaños que había desperdigados por varias mesas, en repisas junto a distintos tomos o incluso colgando del techo. La vista lo dejó con la boca abierta, aunque no llegó a decir nada antes de que una voz tronara: -¿Cuántas veces tengo que repetirte que no quiero volverte a ver por aquí si no te llamo antes? Algún día me vas a hacer perder la paciencia.- La voz pertenecía al anciano del que les habían estado hablando. Justo al final de la habitación, un centauro cuyo color consistía básicamente en distintos tonos de gris y blanco, tanto en el pelo de su parte animal como su ropa, estaba enfrascado en arreglar uno de los artefactos en una larga mesa de trabajo. Cuando se giró Chromsa pudo ver que, a pesar de su avanzada edad, mantenía un porte que aseguraba que tenía tanto poder como en su juventud. La barba perfectamente recortada, una melena corta grisácea que flotaba muy ligeramente y una mirada seria dejaban claro que el ciudadano no se parecía en nada a Erknest. De hecho, si no fuera porque confiaba en el caballero y que ya sabía qué era un caballo gracias a sus compañeros, aquellas palabras que parecían un trueno y la mirada igualmente inquisitiva que les ofrecía habrían hecho que su instinto hubiera tomado totalmente el control y hubiera salido corriendo de allí. De momento solo estaba muy nervioso y esperando que de verdad no fuera a más. -¿Quiénes son? No me suena de haberlos visto contigo antes- preguntó mirando tanto a Adam como al ochrorio.

El brujo, reuniendo toda la calma posible, consiguió levantar una mano a modo de saludo y decir: -Ho-Hola, en-encantado de conocerle. Me llamo Padre Foresta.- Ya no era solo su porte estoico y algo intimidante, había algo en el ambiente que le ponía nervioso. No lo notaría en un principio, pero algunas de las hojas que pasaban cerca del centauro se movían en dirección contraria después de que algo azulado apareciera por unos instantes. Además, había algo en su imagen que le resultaba familiar, ¿pero por qué?

El pegaso se sorprendió del nivel de magia que habría que requerir para abrir la puerta no estando de cuerpo presente, al menos detras de ella no estaba el sabio. Obedeció a Erknest y lo siguió dentro de la casa ajena.

El interior denotaba cierto aire de antigüedad pero era agradable a la vista, al pegaso le atraía ese tipo de decoración aunque estuviese ligeramente descuidado. Adam miró arriba de las escaleras, pensando en qué clase de persona sería el sabio al fin y al cabo. Miraba tal y como su pareja a todos laos, no dejando hueco por observar. No veía demasiado los sitios más alejados por la ligera oscuridad aunque se apresuró en seguir a Erknest, no quería ser maleducado cotilleando tanto un sitio ajeno.

Al subir las escaleras Adam se quedó a cuadros por el pedazo de sitio que escondía aquel palacio. Espacioso cuanto menos, lo que más destacaba era unas ámplias cristaleras que adornabas las paredes que daban al exterior y el techo. Toda clase de artefactos que parecían ser mágicos poblaban las mesas junto a pegraminos, libros y demás cosas que eran propias del sabio que Erknest les describió.

De pronto una poderosa voz invadió el ambiente que impresionó al pegaso, mirando al fondo de la habitación para ver al centauro. Su pelaje y cabellos grisaceos y blancos denotaban una avanzada edad pero no por ello no dejaba de verse imponente el anciano. Parecía molesto con el caballero ciervo y Adam llegó a esquivar la penetrante mirada del centauro y a mirar culposamente a Erknest, nervioso de que los haya metido en un lío incómodo. Esa inquietud aumentó cuando el propio sabio preguntó por ellos dos.

Adam esperó a que Erknest respondiese adecuadamente a esa cuestión pero Chromsa se adelantó, presentándose con muchos nervios. El pegaso suspiró aire por la nariz, apoyando una mano en el hombro del fauno en un intento de calmarlo.

—Encantado igualmente. Emm… Y-yo soy Adam y somos los escuderos del caballero Erknest —vaya que sí intimidaba ese anciano—. Hace poco que nos transformamos, somos… nuevos por aquí por así decirlo —respondió pausadamente, pensando bien sus palabras.