Torreón Sendar

Recuerdo del primer mensaje :

Magia:

La divisaron a lo lejos. Una enorme cueva vertical se alzaba desde la tierra, colosal, majestuosa e imponente sobre la calle, y con una vista espléndida sobre esta. Aceleró el paso por curiosidad y esperanza, porque que algo estuviera en mejor estado que las calles que habían atravesado... ya era mucho. Además, no quería seguir hablando de los Hijos de Bakaiar allí, fuera, al descubierto, como si pensar en ellos o mencionarles pudiera atraer al de antes.

Cuando llegaron, sonrió al reconocer un foso, porque le era familiar del hogar, y se maravilló aún más al ver la enorme superficie de madera que lo atravesaba y que conectaba con el edificio.
—No sé si esto es lo que buscábamos, pero tiene buena pinta.

No esperó a los demás. Se había fijado en unos inventos nuevos que sujetaban la madera del foso y que se introducían en la cueva, y quería investigar tanto eso, como el interior como todo lo que pudiera. Se adelantó al grupo y caminó por la lámina de madera con toda la curiosidad del mundo, hasta llegar a la lámina vertical. La reconoció, parecida a las de esa cueva donde despertaron, así que empujó con el hombro hasta que se movió. Y... una vez dentro, se quedó parado en la puerta. ¡Era enorme! ¡Y había un sinfín de cosas sin determinar!  
—¡Esto es alucinante! —exclamó mientras liberaba el camino para entrar.

Le temblaba la pierna derecha, pero de anticipación por querer explorarlo y entenderlo todo. Su mirada saltaba de un artefacto a otro, de una pared a otra, de un punto a otro. Y aún tenía que investigar los hierros que entraban y salían de la cueva y se anclaban a la lámina de madera del exterior. Necesitaba nombres para aquellas cosas nuevas. Ahora sería él quien preguntara a los demás.

Todavía estaban en el territorio lleno de restos que indicaban que algo vivía ahí cuando comenzaron a hablar de la posibilidad de ser observados aparte de perseguidos. Iemai hizo una mueca y decidió no entrar al trapo, aunque sintió que le fallaban las piernas al pensar en aquello. Para más, el articulado echó leña al fuego mencionando que podían salir de aquello sirviendo al monstruo violento.
—¡Eso jamás! —soltó tras oírle, apretando con demasiada fuerza la muñeca de su brazo inmovilizado, aunque pronto agachó ligeramente la cabeza. No quería ser el centro de atención. Pero tampoco quería volver a servir a nadie nunca más. Había decidido que iba a ser libre o si no, no tenía ninguna razón para ser nada en absoluto—. Va… vámonos. No creo que nos haya seguido hasta aquí —trató de corregirse.

Magia, las criaturas que los podían estar persiguiendo y cómo librarse de ellas, además de otros peligros eran las cosas que estaban en boca de todos, pero por suerte primaba la necesidad de encontrar un refugio antes de ponerse a debatir. La gente estuvo de acuerdo en caminar hacia donde se veían edificios más altos en el horizonte, e Iemai esperó que su intuición no se equivocase.

Por el camino se encontraron con que la ciudad cambiaba bastante de un barrio a otro, a pesar de que generalmente no tuviese muy buen aspecto. No parecía haber edificios que se prestasen a ser refugios, por muy diversos motivos, y así fue durante un buen rato, hasta que sus compañeros señalaron un edificio cercano de no demasiada altitud pero que parecía amurallado. De cerca se veía que había sido un torreón y contaba con varios mecanismos de defensa, lo que hizo que a Iemai se le iluminase la mirada.
—Es perfecto —dijo.

El puente estaba bajado, la puerta se podía abrir, y el polvo y ausencia de efectos personales del interior daban a entender que no vivía nadie allí en ese momento, como decía Fleur. Era, sin duda, uno de los refugios. Iemai sintió un alivio inmenso al encontrase bajo techo, protegida, y también al encontrarse en un ambiente más oscuro donde sus ojos se desenvolvían mucho mejor.

La cercana, al igual que los demás, se dedicó a explorar el torreón habitación por habitación, tocando el polvo de los muebles y entornando los ojos para ver de cerca las manchas de las paredes y del suelo. No quiso pararse a examinar demasiado la suciedad o sus orígenes, sino que prefería centrarse en la disposición de las habitaciones y el equipamiento con el que contaban.

En la cocina se cruzó con la chica del abrigo largo, que se quejaba en ese momento de la falta de comida.
—Alégrate. Si hubiese comida a lo mejor entraba el dueño en un rato por la puerta —le dijo llanamente—. Eso, o estaría podrida.
Sabía que no estaba siendo muy amable, pero tampoco lo decía de forma borde. Simplemente le parecía la verdad.

Mientras empezaron a hablar de repartirse los cuartos ella se adentró en uno para buscar si había ropa de cama o trapos, y se alegró de encontrar que contaban con baúles llenos de harapos que les serían muy útiles. Sacó varios retales que en su momento debieron de ser sábanas y se acercó a los demás.
—A mí me da igual dónde dormir, pero estoy de acuerdo en que tenemos que aprovechar para limpiar antes de nada. A los colchones seguramente les venga bien una sacudida. Pero antes… ¿puede ayudarme alguien a inmovilizar este brazo? Creo que está roto.
Iemai palmeó con suavidad su brazo derecho, sin atreverse a moverlo. Le estaba costando mantenerlo siempre en la misma postura, pero era la única en la que soportaba el dolor. Esperaba poder moverse con más soltura una vez lo hubiese inmovilizado e improvisado un cabestrillo.

Cuando Pefka comentó como podían evitar que el camaleón gigante les hiciera daño el rostro de la sudafricana se torció en una mueca de desagrado, transportándola a una época que aunque ella no había vivido había marcado muchísimo a su familia. «¿De verdad acaba de sugerirnos eso?» pensó asqueada, conteniéndose para no decirle cuatro cosas al respecto al krabeliense. Tenía que recordar que no provenían del mismo mundo y que sus costumbres eran por fuerza muy distintas, pero aun así no comprendía como se podía llegar a la conclusión de que ser esclavo era mejor que plantar cara a aquellos monstruos.

Qwara, tras dejar escapar un bufido de enfado, continuó caminando hacia los edificios altos que Iemai había visto en la distancia. A medida que los templos y los excrementos quedaban atrás, su propio enojo desaparecía diluido por el aire limpio que venía del mar, barriendo de su mente la estúpida idea que había planteado el maniquí.
—Pues parece un buen sitio. —murmuró en voz baja algo más tarde, cuando tropezaron con un torreón al que parecían haber arrancado la parte superior de un golpe y que estaba rodeado por un foso.

La morena no era una experta en refugios, pero cualquier estructura con unas medidas de seguridad mínimas que aún siguiera en pie parecía una buena alternativa a vagar por aquella ciudad de noche, así que cuando los demás empezaron a entrar los siguió a través del puente levadizo sintiéndose un poco menos intranquila. El estado de abandono del interior de Sendar indicaba que aquel lugar llevaba meses vacío, lo cual les beneficiaba al no tener que lidiar con inquilinos ofendidos, pero la cantidad de polvo y mugre que lo cubría todo auguraba muchas horas de limpieza. «Y lo mejor sería empezar cuanto antes» se dijo, pasando el dedo índice por el respaldo de una silla y observando con una mueca la pátina negruzca de la yema. Lo de elegir cama en su opinión podía esperar.

Mientras sus compañeros revisaban las distintas habitaciones de la torre, la sudafricana se centró en la cocina y en las alacenas de la misma, pero aparte de distintos utensilios y cacharros no encontró nada útil. En un hueco de la pared, sin embargo, fue a dar con una suerte de escobero que contenía distintos objetos de limpieza, así que se arremangó la camisa y empezó a sacar cepillos, fregonas y trapos.
—Por aquí hay escobas y demás —se dirigió al grupo en general minutos después, tras asegurarse de que Kiki se había ofrecido a ayudar a la cercana con el brazo lesionado—. ¿Hay más cubos para sacar agua del pozo? —le preguntó a la sueca a continuación, sujetándose los rizos con una goma de pelo antes de empezar a trabajar.

Sin esperar a nadie la muchacha comenzó a reunir el polvo acumulado en el suelo de la primera planta en un montón que la seguía por el piso, pero cuando logró comprender la pregunta de Nery's se quedó quieta unos instantes.
—¿Nunca has limpiado nada? —le preguntó alzando una ceja, escéptica, pero decidida a no darle más importancia sacudió la cabeza y se limitó a explicarle por donde podía empezar—. Coge unos trapos y ponte a repasar los muebles como yo estoy haciendo con el suelo. La primera vez en seco para quitar lo mayor y luego humedeces el paño para rematar la faena, ¿de acuerdo? No te preocupes por lo que pueda caerse que luego vuelvo yo con la escoba.

El hijo de lunas les dejó pasar con los ojos muy abiertos y los oídos a tope. Les observó ir de aquí para allá, hablando de esto o aquello del sitio que habían descubierto. Entre varios confirmaron que debía estar abandonado pero al mismo tiempo estaba en condiciones habitables. Para él era todo un lujo, la verdad, y por eso mismo no entendía algunas de las quejas. ¿Limpiar? ¿Provisiones? ¿Repartirse sitios? Esa cueva era enorme y en el suelo cabían todos sin problemas, y siempre podían mover los muebles para hacer más hueco. O ni eso, porque Ulmara descubrió más zonas en el interior. Rua también hizo un descubrimiento que, para él, fue el más importante y novedoso. La estatua del patio no le pasó desapercibida, aunque le hizo arrugar el morro y el entrecejo. ¿Por qué la habrían mancillado? Estaba claro que esas pintadas no eran originales.

Pero volvamos con Rua. ¿Había dicho "pozo"? Fue con ella y luego se quedó mirando el invento. Un muro de piedra rodeaba un agujero en el suelo y una cueva que se perdía en la tierra... No preguntó sino que la observó en silencio. Volvió con la humana al interior, convencido de que aprendería más con el grupo que estando a solas. Otro descubrimiento: "camas".

Pero la chica volvió a salir, y esta vez llevaba un cubo. La observó trajinar en el "pozo" y así aprendió que podían sacar agua con una polea en lo alto de la estructura. <<¡Un problema menos!>> Tendrían para beber y él para lavarse. ¿Era o no era un lujo aquel refugio?

Dentro otra vez. Hablaban de repartirse las camas, pero él lo había entendido a su manera. No sabía qué eran y no entendía por qué se las tenían que repartir... hasta que hablaron de dormir en ellas. ¿A lo mejor llamaban así a los sacos de dormir? ¡Qué bien equipada estaba la cueva!
—Si no hay suficientes, yo puedo dormir en mis pieles. Aquí hay sitio de sobra y la temperatura es ideal —se ofreció mientras señalaba el suelo con la mano—. Y no entiendo tanto problema... Si hay cocina es porque en alguna parte de esta ciudad podemos hallar alimento. Tenemos agua. Tenemos sitio de sobra para todos. Y tampoco está tan sucio... ¡Y hay hasta un foso, como...!

Pero no terminó. Iemai estaba herida y no había sido consciente hasta ahora. ¿Cómo había podido ignorarlo? Lo sintió por ella y se imaginó el dolor que habría estado y estaba aguantando. La emplumada pidió ayuda, pero él no sabía qué podía servirle. En la ciudad de los Nombrados los encargados eran los levynos y él solo seguía sus indicaciones. A los Hijos de Bakaiar también les había visto curar heridas y tratar huesos, pero nunca había participado. Así que se dirigió a la chica con la cabeza gacha.
—Yo... no puedo ayudarte, lo siento.

Sin embargo, algunos sí que podían. Se apartó para no molestar y se propuso seguir explorando. Sería de ayuda, pero en otro lado. Se fijó en las cadenas de metal que entraban en la cueva y que descendían, perdiéndose en el suelo. Debía haber algo más en aquel sitio, así que se separó del grupo. Encontró una escalera.
—¡Esto sube y baja!

Dado que quería investigar el inveto del foso, bajó. Con los ojos como platos, descubrió tres cosas. Cuatro habitaciones con barras de metal en mitad de la entrada, una sala más espaciosa llena de muebles que exploraría después, y por fin, el entramado donde acababan las cadenas. Poleas enormes y algunas de menor tamaño. Lo que no entendía era cómo podía funcionar sin romperse o sin quebrar la piedra de la cueva. Pero lo que tuvo claro era que él solo no podría moverlo, así que dejó de intentarlo y se acercó a la otra habitación... No tuvo que indagar mucho para averiguar qué contenía. Recordó que no hacía tanto habían estado huyendo.

Volvió a subir, muy serio. Si querían defenderse del salvaje hijo de Bakaiar o de las bestias de la ciudad, debían bloquear la entrada y armarse. La limpieza y el repartimiento de sitios para dormir podían esperar, en su opinión.
—Ahí abajo hay muchas armas y una polea enorme que cierra la entrada. ¿Me ayuda alguien a moverla? Estamos expuestos con eso abierto.

La sueca no podía estar más de acuerdo con Iemai y su comentario sobre la comida. No esperaba que la hubiera, pero de tener comida en ese lugar no estaba muy segura de probarla sin más.

-¿No hablaron de no sé qué de una bañeras con comida? Muy higiénico no suena tampoco eso. ¿Quién guardaría su comida en una bañera? Porque dudo que si tenemos una contenga algo de eso y si es así, no sé yo si comería su contenido -aseguró Rua con hastió y confusión, recordando aquella tontería que había escuchado tan carente de sentido ¿Habrían confundido nevera con bañera? Porque si era así, desde luego allí nevera no había ni de casualidad. Si ni siquiera tenían luz eléctrica.

Pensando en aquella incongruencia aun, se encontraba ya volviendo del patio cargando con el cubo lleno de agua, con Pefka junto a ella que por algún motivo le había estado observando todo el procedimiento como si fuese completamente nuevo para él o algo parecido. <<¿No ha visto un cubo en su vida o algo así? >> pensó extrañada por tanta atención. Ya adentro se dirigió a la cocina con intención de hervir el agua no fiándose de beberla sin más, cuando escuchó por igual el comentario de Iemai, anunciando lo de su brazo como a Qwara preguntándole por otro cubo. Por la primera no podía hacer nada y consciente de ello no vio sentido en ofrecer su ayuda, pero con Qwara era un caso diferente.

-Por ahora solo encontré este, no si habrá más en alguna otra habitación o mueble, no me pare a buscar más exhaustivamente. –aceptó la sueca dejando la puerta de la cocina abierta para poder ver lo que hacían en el salón donde andaban claramente empezando a limpiar. Bien, al menos le había hecho caso con eso, las reparticiones de gente por habitación podían esperar a que fueran zonas habitables.

Ya en la cocina con el cubo, echo un poco de agua en una cacerola para lavarla con un trapo y jabón; una vez satisfecha con el resultado ya si la llenó con el agua del pozo tras enjuagarla y secarla. Cuando termino buscó por algo para encender el hornillo que ya tenía carbón y algunos leños maltrechos, dando con más madera y el encendedor. Tuvo que realizar varios intentos para que encendiera y la llama subiese y no se apagase a la mínima, ya que era la primera vez que encendía ese tipo de horno a carbón.

-¡Joder, por fin¡ Creía que me iba a pasar con esta tontería todo el día- exclamó ya exasperada de sus intentos fallidos-Perfecto a hora a hervir esta maldita agua, mi garganta me lo pide a gritos - sonrió con altanera satisfacción dejando el encendedor a un lado y la cacerola en el hornillo para que el agua hirviera. Cogió de nuevo el cubo, volviendo fuera-Queríais agua para limpiar ¿no? Voy por ella. Ah, he dejado agua hirviendo en la cocina, para que podamos beber luego cuando se enfrié, si alguien puede echarle un vistazo estaría genial - dijo Rua sin mucho problema volviendo al patio y encontrándose a Pefka saliendo de una puerta que no había notado antes. Una vez volvió de nuevo con otro cubo de agua para que se pudiese limpiar, escuchó el comentario del maniquí viviente. Alzo una ceja << ¿Hay una jodida armería en este sitio? >> pensó a medias incrédula a medias viéndole sentido. De verdad parecían estar en el medievo en ese lugar. Solo le faltaban los dragones y los caballeros de brillante armadura tan al estilo cliché, porque monstruos ya habían visto más de uno. <<Bueno al menos tenemos con que defendernos, no está mal…Y estaría incluso mejor si alguno aquí tiene algún conocimiento del tema, sino seremos como niños jugando con espaditas de juguetes. Espaditas que cortan mucho >> pensó Rua antes de dignarse a comentar algo al respecto sin muchos tapujos.

- La armería nos va a venir genial…si alguien tiene conocimiento de cómo mierdas se usan las armas del lugar, claro. Si alguien tiene alguna idea que venga y revise el contenido, a ver si hay algo utilizable- dijo Rua claramente ante de dirigirse a Pekka- Voy a ayudarte a cerrar ese puente. Y de nuevo, alguno que vigile el agua de la cocina si no ha hervido ya, si es así, pues eso apartadla para que se vaya enfriando. Aquí os dejó el cubo con agua para limpiar- añadió Rua con tono claro, dejándoles el cubo lleno de agua al pequeño grupo que andaba limpiando para seguir a Pefka hasta el sótano con interés en lo que se había encontrado el maniquí. No creía poder utilizar ningún arma realmente, pero por echar un vistazo no perdía nada. Eso y que extendía el tiempo lo máximo posible para no tener que limpiar demasiado.

Si por ella fuera se sentaría cómodamente en el sofá y dejaría al resto lidiando con toda la mierda, pero era coherente. El sofá seguía hecho un asco y no podía hacer eso y estarse quieta no era algo que tampoco supiera hacer. No le gustaba depender de los demás, aunque fuera para cosas estúpidas, inútiles o que ensuciaran. Incluso si quería evitar limpiar por ella misma lo máximo que pudiera, hacia otras cosas practicas diferentes de todas formas.

<<Tengo que lavarme luego las uñas a muerte>> se recordó revisándolas mientras se acompañaba a Pekka. Por ahora seguía bien, sucias, pero bien, había tenido cuidado hasta ahora para que no se le rompieran y seguirían teniéndolo. Su abrigo seguía aun medio limpio igualmente, pero tenía también ganas de quitárselo, cosa que tampoco se atrevía a hacer con tanta mierda que había. Esperaba que se limpiase rápido alguna superficie para poder dejarlo en ella.

Ya abajo en la armería miró la enorme polea de la que Pefka había hablado con el ceño fruncido. Eso tenía pinta de que iba a pesar lo suyo. Se observó de nuevo las uñas y soltó un áspero gruñido recordando las garras de aquel lagarto psicópata de la plaza. Se estremeció.

Iba a ser un milagro si sus uñas sobrevivían sin quebrarse ninguna en todo ese día, sin duda, pero era un riesgo que correría si con eso ponía una dificultad más al lagarto para que entrase. Rua era de las que pensaba de que las cosas hechas de forma más eficiente era las que hacia uno mismo. Especialmente si había probabilidad de jugarse el pellejo si salía mal.

-Bien, ¡vamos allá y cerremos ese puto puente! – gruño Ru con una mezcla de fastidio y resignación poniéndose manos a la obra de nuevo.

Había caído ahí por borracha estúpida, fijándose en chicas guapas y cayendo en contratos sin leerlos, así que se iba a asegurar de sobrevivir a toda esa mierda sin romperse ninguna uña en el proceso. Era su máximo objetivo ahora.

La humana que parecía no tener muy buena forma física se acercó a ella y examinó su brazo de cerca. Parecía saber de qué hablaba, y eso hizo que los demás le cediesen por completo la tarea de ayudarle. Aunque hasta ese momento Iemai no la había visto cómo una persona de valía, ahora entendía que sus conocimientos eran algo tan importante como ser capaz de correr. Si no hablaba por hablar, al menos.

—Encantada, Kiki. Yo soy Iemai, con el lío de antes no creo que nadie se haya quedado con muchos nombres —le respondió. Se notaba que la cercana se había relajado una vez habían encontrado el refugio—. Puedo aguantar, espero. No me queda otra —añadió con resignación—. El agua del pozo debería estar bastante fresca, a lo mejor sirve para bajar la inflamación. Y en la habitación hay bastantes telas viejas. Mira estas sábanas, no creo que sirvan para mucho más que para hacer trapos —señaló a las que había reunido en su búsqueda por los baúles.

Pefka sabía algo de armas, pero las de la "armería" eran algo distintas de las que estaba acostumbrado a usar.
–Los hijos de Bakaiar saben usarlas mejor para matarse entre ellos, pero yo usaba mi arco y machetes para cazar. Podría enseñaros.

No recordaba por qué no los había traído, pero seguramente se los quitaron para llegar con igualdad de oportunidades al rito de las lunas. Le quitó importancia: tenían un montón ahora.

Después, el kepryno sonrió cuando Rua se ofreció a ayudar con la puerta, pero casi seguido ladeó la cabeza cuando habló de "hervir" el agua. ¡Maldición! Se lo iba a perder si bajaba, mas lo había propuesto él así que se fue con la humana. Preguntaría después. Estaba lleno de dudas y no sabía cuáles serían más prioritarias. Pero cuando bajaban y sobre todo cuando agarraron la polea, se fijó en algo. No obstante, esperó. Quería ver cómo se movía el mecanismo y las cadenas, y escuchar la madera moverse. Estaba maravillado por semejante invento. Conocían las poleas en Krabelin, pero aquella era enorme.

Finalmente, cuando oyó el golpe final al cerrarse y el mecanismo se detuvo, miró a la chica.
–Oye, Rua, esas garras... ¿Son así porque eres mayor que el resto de humanos?

Se refería a las uñas. No todos en el grupo las tenían igual, pero como las suyas destacaban quizá fuera un rasgo de madurez o fertilidad. No les veía utilidad como garras, realmente, pues parecían frágiles, pero sí que podían ser vestigiales o para intimidar antes que desgarrar. Por eso las llamó "garras" y no "garritas", porque no quería ofender. Y tampoco indagó más por no ser pesado, porque también se había fijado en que el artefacto transparente ya no cubría sus ojos. ¿Quizá fuera una parte protectora de la vestimenta de su mundo, para la luz del exterior? Igual que ellos con sus pieles para el clima fuera de Bakaiar.

Escuchar que Pefka sabia al menos un mínimo de como sostener alguna de esas armas y de cómo usarlas ya era un avance.

-Espero que todos tengan al menos el puto concepto de que coger el arma por la zona que corta nunca es la mejor idea, para variar. Eso ya sería un buen avance- comento Rua, pues en verdad lo esperaba, era de sentido común desde luego. Pero teniendo en cuenta que tenían gente que no sabía cómo usar un trapo, no se sorprendería en lo más mínimo. Igual suponía que si Nery’s no tenía ni idea era porque venía de una casa, familia sociedad do lo que fuera que tuvieran el lugar donde venían, donde hacia absolutamente todo por él.

Pobre de él que iba a tener que aprender ensuciándose.

Una vez consiguieron poner la polea en funcionamiento y cerrar el puente, Rua se sacudió las manos mirándose nuevamente las uñas, sucias pero impecables, sin ningún rasguño. Perfecto.

Un grito proveniente de arriba le sobresalto por un momento alertándola, pero viendo que solo parecía andar pidiendo algo para curar a Iemai, Rua se relajó. Estaba dispuesta ahora a subir directamente a la cocina para apartar un vaso de agua para beberse en cuanto se enfriase, cuando la pregunta de Pefka hizo que le mirase inicialmente con un ceja alzada, para seguidamente fruncir el ceño.

-¿Me estas llamando vieja en mi cara? -preguntó Rua con incredulidad ante semejante conclusión del motivo de sus “garras”. << ¿Cómo carajo ha llegado a la conclusión de que soy vieja solo por el largo de mis uñas?>> no tenía ningún sentido para ella. Por ello se cruzó de brazos viéndole fijamente con el ceño fruncido, con una mezcla de fastidio y extrañeza.

Iba a responderle de forma borde, como tan bien sabía hacer, pero decidido cambiar un poco el chip en el último segundo. Pefka era un maniquí andante, el simple hecho de que se hablara y se moviera era de por si una situación extraña para la sueca. Le molestaba un poco que la llamase vieja, por más que entendiera perfectamente que era una muestra de cuan poco sabía sobre los humanos. Decidió cambiar el ser borde por tomarle un poco el pelo y ser mas magnánima, al menos era menos insultante y ella se quedaba a gusto.

-¿Por qué soy mayor? No, claro que no es por eso. La edad no tiene nada que ver- dijo mudando su expresión ceñuda y extrañada por una sonrisa a medias relajándose lentamente la postura. Se coloco una mano en la cintura mostrando la otra mano con uñas naturales de stiletto en dirección a Pefka- Son como un arma en mi mundo. No se llaman garras, sino uñas y contra más largas y bien cuidadas las tengas, más peligrosa eres. Solo las personas verdaderamente dedicadas se las cuidan a tal grado que sean un peligro para el resto. Es como un símbolo de orgullo y de tener clase, pues se necesita mucho tiempo para tenerlas así. -dijo Rua sonriendo con altanería no mintiendo del todo, pero claramente transformando un poco la verdad, un poco bastante la realidad. Pero ya que, solo era un trola más o menos sutil y creíble, no haría daño a nadie, era su cortesía por llamarle vieja.

- Obviamente hacen menos daño que una espada o un mazo, también se pueden quebrar más fácilmente…y cuando eso ocurre es como si perdieras un trozo de tu orgullo de guerrera– aseguró con una voz clara y solmene viéndole fijamente para darle mas profundidad a sus palabras. <<Pierdes tu orgullo de guerrera de la moda, indudablemente. Después de todas las mierdas para cuidarlas y que esten impecables, perder todo el puto tiempo invertido es un 'NO, ME CAGO EN TODO'>> pensó mirando atentamente a Pefka, como le faltaba un ojo, la marca bastante evidente que deformaba parte de su mejilla junto al ojo herido, cosa que le provoco un escalofrió. Su piel se veía realmente inusual debido a esa herida en su cara<<No parece ser suave o plástica como la de los maniquíes que conozco. Bueno claro...debe ser de carne y huesos, pero igual es como extraña la similitud. Igual lo de vieja...¿acaso en su mundo tener uñas largas o pelo largo o cosas así es signo de vejez?>> pensó sustituyendo su fastidio por cierta extrañeza y confusión, mirando atentamente a Pefka tocó con su dedo índice su barbilla, cuidando de no arañarle, notando la extraña textura de su piel. Mostró una sonrisa socarrona al pensar en algo.

El hijo de lunas no se esperaba nada así, aunque tuviera sentido para los humanos. ¿De verdad montaban clases sociales por cómo se cuidaban las uñas y por cómo de peligrosas o inofensivas parecían? No le entraba en la cabeza. Se suponía que eran más avanzados que los Numerados o los Nombrados, ¿pero aun así basaban su división social en algo tan superficial? Indagaría. Tomó nota mental de todo para preguntar más tarde al resto de humanos, porque si era cierto no quería andar ofendiéndoles a todos por si decía algo hiriente para su estatus social. Podía no estar de acuerdo con aquella división, pero era su mundo y él no iba a cambiarles ahora de parecer. Pero no le había pasado desapercibido cómo le miraba Rua, como si fuera superior. No había huido de los hijos de Bakaiar para que volvieran a tratarle así y no les auguraba una buena relación si todos eran iguales.

Justo estaba pensando en pasar de la chica para volver al salón, cuando esta le tocó. La reacción del kepryno fue instantánea. Le apartó el dedo con un manotazo, asustado y confundido, y dio un paso atrás. La mano del manotazo y la otra se prepararon por si tenía que cubrirse la cara o defenderse. Las uñas parecían condenadamente frágiles, pero en tejido blando harían bastante daño <<No pienso perder el otro ojo por una imbécil el primer día del rito>>
—¿¡Pero de qué vas!? Ni tu estatus ni tus uñas te dan derecho a tocarme ni tratarme así, ¿te enteras? Este no es tu mundo, así que los dedos quietos.

¿En dónde se acababa de meter por preguntar por unas malditas uñas? ¿Acaso la otra le estaba amenazando? Hacía escasos minutos que le había hablado de que las usaban como armas, ¿y ahora le tocaba la cara? Por las lunas y el grupo que lo sentía, pero ni su clase social ni el respeto le iban a librar de haberle soltado el manotazo. Y para colmo de incógnitas, había hablado de nosequé orgullo de guerrera, ¿pero antes había preguntado si alguien sabía usar las armas? ¿De qué iba todo esto? ¿Acaso estaba fingiendo en el salón y ahora se mostraba cómo era de verdad? ¿A solas, la muy cobarde? ¿O no estaría él yendo demasiado lejos? No lo sabía. Solo sabía que se había sentido amenazado y que tenía una armería detrás y una humana extraña y desconocida hablando de uñas como símbolo de poder y estatus, pero creía tener razones de sobra para temer por su integridad física.

El manotazo dolió haciéndole fruncir el ceño pero no le preocupó demasiado en realidad, miró fijamente ante su reacción, observando su mano que se iba poniendo mas rojizo por el manotazo. Rua prefería la gente con coraje a lo que se amilanaban al mínimo como sino tuvieran amor propio, así que esa reacción mas que molestarle le pareció mas que adecuada.

Soltó una pequeña risa, mirando al pobre Pefka y su reacción visceral, probablemente le había asustado, pero bueno técnicamente esa era la intención, bromear. Aunque su reacción había sido un poco exagerada ¿quien era ella para juzgar reacciones ajenas cuando se había ofendido porque le dijeran mayor? No tendría sentido.

- Mis uñas son puras decoraciones estéticas, igual que esto, al menos en mi caso y teniendo en cuenta de donde vengo. La Tierra es muy grande -dijo con una sonrisa juguetona, alejando sus manos de el y dando también un paso atrás, para tocarse el piercing del labio para indicar a que se refería- Obvio las uñas arañan como cualquier uña pero mas allá de eso, nada. No significan que tengas estatus, mas poder o ninguna de esas tonterías que dije. - continuo Rua con voz suave a pesar de la tensión de Pefka, sin sonar hostil- Solo estaba bromeando, Pefka - aseguro ladeando la cabeza coan atención, decidiendo que era mejor explicarle.

-Lo que si es cierto es que significa que las cuido bien junto con mi apariencia. También muestran un poco si tienes buena salud o estas bien hidratada -explico algo que si que era verdad- Se ponen frágiles, feas y se rompen fácilmente cuando estas poco saludable o cuando tomas sustancias dañinas para el cuerpo -Pefka parecía provenir de un mundo con poco desarrollo ¿conocerá las drogas? No sabia si existirá el tabaco, que bien que te ponía las uñas asquerosas entre otras cosas- Como drogas o venenos, por ejemplo. -dijo esperando que existiera algo similar en su mundo sino iba a ser un tedio explicarle.

Lo observo con detenimiento pensativa tras eso. La broma había sido hecha y se había medio desquitado un poco, por lo que Rua no tenia razón de ser para seguir el numerito y no explicarle porque había hecho eso.

- ¿Te asuste? Lo siento. Me ofendió un poco lo de "ser mayor que el resto" como si me dijeras vieja, dicho de forma tan repentina y gratuita, cuando es probable que tenga la misma edad que el resto de humanos, por eso dije toda esa tonterías del estatus- añadió con una pequeña sonrisa de sincera disculpa, haciendo cuentas de como se veía cada uno probablemente no se alejaba demasiado de su suposición, tal vez año año arriba o abajo, pero creía que hubiese mucha diferencia de edades.

-Pero tienes razón, no debí tocarte sin permiso, eso es cierto. El golpe es bien merecido. Discúlpame por haberte tocado así- dijo ella observando el dorso de su mano con atención, viendo que estaba bastante rojizo. Su piel al ser tan blanca se coloreaba fácilmente al mas mínimo golpe, de forma incluso que parecía exagerada aunque fuese una nimiedad. Levanto la vista para mirar a Pefka, ocultando sus manos a su espalda con un gesto suave y así apartar esas uñas que parecían incomodarle de la vista para verlo con un actitud y gesto mucho mas suave y tranquilo

-¿Me perdonas por la broma, Pefka? Créeme, te aseguro que no voy con malas intenciones y mucho menos me apetece andar en plan superior a nadie. Ademas, si me creyera con mas estatus que tu ¿Crees que habría sido la primera en ofrecerme en ayudarte a bajar ese maldito puente? - pregunto alzando una ceja de  forma interrogativa pero conciliadora su expresión carente de todo rastro de malicia y mostrando sincera disculpa. No le interesaba tampoco estar a malas con nadie si podía evitarlo, ademas le había gustado comprobar que Pefka distaba ya mucho de ser un maniquí en su mente, puesto y hecho para ser manipulado como se quisiera, lo cual era interesante de ver.

Habia sido una cabrona con el, lo sabía perfectamente, pero su personalidad era así. Aun con esas también sabía cuando retroceder, pensar o disculparse. Era orgullosa mas no insensible, aunque a veces pareciera lo contrario cuando se comportaba como una zorra desgraciada.

Aramara, esto es muy caótico.

Somos demasiadas personas y de mundos que parecen muy distintos. Ahora a oscuras puedo fijarme bien en los aspectos y puedo enlazarlos con algunas de las cosas que escuché antes. Pefka por ejemplo, no solo parece un marisco, sino que parece venir de un plano peligroso; no hay más que verle la cara. Le falta un ojo. El resto son muy iguales a nosotras, las cercanas; tanto que no me sorprende que la recién presentada Kiki sepa ayudar a Iemai mejor que yo misma, a pesar de ser de planos distintos. Lo más raro es la ausencia de picos y plumas, pero todas las siluetas guardan un aspecto familiar.

Sonrío de puro alivio, pues sin querer la había prejuzgado. Me alegra ver que cada uno puede aportar algo, incluso los que no pueden correr (cualidad que me parece esencial en un plano nuevo donde no sabemos con qué clase de seres coexistimos). Me sorprende que algunos se pongan tan rápido a limpiar, cuando ni siquiera hemos mirado las plantas de arriba, pero en el fondo no me sorprende. Yo misma sugerí repartirnos las camas nada más llegar. Es de día, la experiencia es nueva, acabamos de huír de una matanza realizada por seres que han sido secuestrados como nosotros… Estoy un pelín cansada, pero entiendo que lo raro sería que supiéramos exáctamente qué hacer..

Si hay espadas, escudos o lanzas tal vez pueda ayudarles con ellos. Tengo entrenamiento militar, pero me fui del ejército antes de tiempo…. Tal vez otros sepan manejarse mejor con armas que yo y me toque a mí aprender de ellos. Suspiro. Creo que ni toda la formación me habría preparado para esta aventura de locos.

—Voy a echar un ojo arriba.

Mientras Rua baja con Pefka, yo cojo las escaleras en dirección contraria. Subo. Hay algo que no me gusta del lugar, la sensación de que estoy pisando sobre pisado, sobre viejo. Aquí ha habido gente antes, no tiene sentido que no la hubiera, y aun así está vacío, sucio pero listo para nosotros. ¿Qué ocurrió con los antiguos habitantes? ¿Qué ocurrirá con nosotros? Me da un escalofrío, a pesar de que en este sitio no hace ni la mitad de frio que en Alaia.

La primera planta no tiene nada más que cuartos y un par de baños. La bañera me llama a gritos, igual que las camas, pero claro… Ya he visto cómo se saca el agua y tampoco sé si sería buena idea malgastar demasiados litros a cambio de un poco de relax, pues no sabemos la capacidad del pozo. Me estoy resignando poco a poco a unas condiciones infrahumanas.

La segunda planta tiene menos habitaciones, pero mucho más grandes, descubro un par de armarios con ropa vieja. Los abro y los cierro igual de rápido, con una sensación desagradable en lo más profundo de mi subconsciente. Aramara, ¿de quién es todo esto? Me arrodillo frente a una cómoda y hago lo mismo. Mudas, ropa de interior, ¿pijamas? Las tallas me dan a entender que, o bien hubo seres extraplanares más pequeños, o bien los hubo más niños que todos los que estamos hoy aquí. Dioses…

La última habitación tiene una trampilla. Me pongo de puntillas para tirar de ella pero apenas llego a abrirla. Por la rendija se cuela la suficiente luz como para saber que da a una azotea y la cierro de golpe. No pienso salir de ahí, por muy bonito que sea el cielo despejado. Lo último que quiero es mirar de frente al sol y quedarme ciega. ¡Sería inútil!

Cojo de nuevo las escaleras mientras rumio ese pensamiento. No sé cómo no me he dado cuenta antes: había asumido que todos los presentes teníamos los mismos horarios de sueño, pero no he oído ninguna queja por el sol y la gente parecía capaz de manejarse mucho mejor que Iemai y yo con tanta luz. Tal vez la niebla no sea tan común fuera de la Cercanía. Tal vez…

—Oye —digo nada más llegar a la planta baja—. Espero que mi pregunta no sea irrespetuosa, pero ¿sois diurnos o nocturnos?

Aramara, creo que las respuestas me van a doler.

Pefka miró en todo momento a la chica con el ceño fruncido. No entendía nada. ¿Su broma había consistido en ser repelente y en hacerse ver como superior? ¿Cómo podía verlo gracioso? No se lo tragaba. Le olía más a que le había visto inferior o menos avanzado y había aprovechado la situación a solas para disfrutar un poco a su costa. Reírse a su costa. Asustarle, incluso. ¿Para desahogarse por el susto de la plaza? ¿Y todo por preguntar por un rasgo de su especie? <<Menudo ego>> Por algo el hijo de lunas prefería vivir con las bestias, para ahorrarse el contacto social en general y en particular por tonterías así. ¿Y la mención al puente? No era atenuante, de ninguna manera <<De todo esto solo saco en claro que no por ser elegidos son buena gente, y que esa madera se llama "puente">> Suspiró y se pasó las manos por la cara.

No la disculpaba. Ni la entendía. Había notado desde la huida que sus mundos eran más avanzados que el suyo y le había importado bien poco. Lo encajó bien. Era razonable, después de todo, que hubiera variedad. Y podían ayudarse entre sí independientemente de su procedencia, como ya se había visto con el asunto de las armas o la orientación por la ciudad. Pero la humana que tenía delante pretendía que se tomase el tema a broma, cuando él le había preguntado con curiosidad sincera y sin maldad. ¿Una "broma" desde arriba burlándose de sus diferencias? No, gracias.

Sin embargo, prefirió dejar el asunto a un lado y quitarse de en medio. Demasiada atención. Demasiada negatividad.
—Déjalo, anda. No lo entenderías. Me voy con los demás.

Mejor volver con el grupo. No le quería dar tiempo a responder, así que se escabulló hacia atrás mientras hablaba y después corrió a las escaleras sin ninguna discreción. Arriba seguían limpiando y charlando. Captó parte de la conversación al subir y decidió aportar su parte.
—En mi mundo tenemos poca luz en nuestras ciudades y me está costando acostumbrarme a tanta luminosidad, por eso me visteis antes con estas vendas en la cabeza —mientras hablaba, las sacó un momento de uno de los bolsillos de su pantalón para enseñarlas y luego las guardó—. Pero bueno, ¡el clima es una maravilla! —Lo último no venía a cuento del todo, pero pensaba celebrarlo hasta que se acostumbrase. Sin embargo, sí había notado que había quien no lo sentía como tal—. Pero como esa es mi impresión, si alguien necesita de mis pieles para tener más abrigo, que las pida.

Otro ofrecimiento. Todos los que había hecho habían sido sinceros y altruistas, y aunque pudiera desconfiar, les habían elegido juntos y el hijo de lunas creía más en la buena disposición antes que en el recelo. Además, le causaban más curiosidad que desconfianza, y, por descontado, eran hijos de la creación divina, de la naturaleza de sus mundos, y eso pesaba más que cualquier duda o prejuicio ante lo desconocido. Eso sí, no era tonto y por mucho que admirase la diversidad de esas criaturas, les trataría bien mientras lo mereciesen.

Una vez dentro del torreón a medio destruir empezaron a hablar de las elecciones de los cuartos.
- "Estos están locos, ni que estuviéramos en un campamento de verano" - Susurró Toni, no entendía como pensaban en elegir cuartos, en dormir cuando sus vidas estaban en peligro.

Cuando Toni vio a Qwara barriendo mientras hablaba con Nerys  se encogió de hombros.
- A mí ultrame va a dar algo como siga escuchándote- dijo imitando la forma de hablar de Nerys entre susurros - ¿En serio nos vamos a poner a limpiar estas ruinas cuando ni siquiera sabemos cuánto nos vamos a quedar? - no elevó la voz, no conocía a nadie aun como para permitirse ofender a nadie.

- Chicos, intuyo que pensamos quedarnos en esta cosa mucho tiempo ¿no? Esque me niego un poco a ponerme a limpiar todo esto si no nos quedamos- Dijo en voz alta pero mirando a Qwara.

Cuando Toni vio que poco a poco todos se ponían a hacer algo, ya fuera limpiar, discutir entre ellos o inspeccionar, pensó en hacerse un ovillo en un rincón mugriento. Aquel edificio daba sensación de tumba. Los muros respiraban muertos, se notaba que aquellos suelos estaban muy pisados.

- Yo prefiero dormir con humanos, pero dormiré con quien sea necesario. Pero entonces ¿nos vamos a quedar mucho tiempo aquí?, lo digo por empezar a limpiar, aunque igual es preferible buscar  posibles salidas alternativas, por si la cosa no termina bien.

Sarah siguió caminando hasta que lo encontraron, la torre se alzaba entre ruinas, parecía haber vivido momentos mejores, parecía desgastada y con partes destruidas, pero mejor que muchos otros edificios que habían visto. Tenia foso y fuertes muros, quizás con eso sería suficiente…

Siguió a los demás y guardó silencio, el torreón parecía deshabitado, el polvo y la suciedad se había acumulado, tenían razón en que debía ser limpiado, pero prefirió primero mirar todas las salas y habitaciones para hacerse una idea de la situación, observando si había alguna otro acceso al exterior, si había alguna especie de olor extraño y si todo parecía seguro, mirando cualquier cosa que pudiera suponer un problema. Su ultima revisión fue al ático, donde se quedo parada, mirando la ciudad y pensaba en todo lo que había pasado, muchas preguntas buscaban respuesta en su cabeza, llegaban ordenadas y analíticas. Se preguntaba sobre Rocavarancolia, ella sabía porque había venido, pero no porque había sido traída, ¿porque no podían ayudarles?, ¿porque había refugios?, ¿porque estaba todo en ruinas?.Quiso fumarse un cigarrillo, pero miro la caja y vio que no le quedaban mucho y parecía que le tendrían que durar mucho tiempo, así que la volvió a cerrar. Cuando se dio por satisfecha bajó, dejó sus cosas en una esquina y se acerco a ayudar.

Llego a tiempo para escuchar las continuas quejas de Toni que le hacían preguntarse si quizás no hubiera estado mejor que se hubiera perdido en la ciudad. Contestó a Ulmara para iniciar la conversación y acercarse a sus compañeros.

-Soy diurna, los seres humanos lo son como especie…Por cierto creo que deberíamos juntar todo lo que sabemos sobre todo esto, parece que a todos nos han traído por lo que debéis haber visto a la mujer o a otra gente de este lugar, quizás nos venga bien la información.

Sarah sabia que dos cabezas pensaban mejor que una. Y seguramente habrían visto cosas que a ella se le habría pasado.

-Si queréis empiezo yo, creo recordar que se llamaba Akeyo me dijo que venía a por mí, desde un portal de otro mundo, Rocavarancolia, por lo que será muy difícil buscar la manera de irnos, por lo que sí- dijo mirando a Toni con una sonrisa- nos vamos a quedar un tiempo- con intención de que eso le sirviera para ponerse a limpiar sin quejarse-También dijo que no le estaba permitido secuestrarme, venía a recoger a gente con “esencia”. En el discurso nos dijo que hemos sido elegidos para levantar las ruinas de la ciudad y comenzaría un proceso de criba, hasta la Luna roja, supongo que debe ser una medida de tiempo. En el que tenemos que sobrevivir. Parece que la ciudad esta abandonada y llena de monstruos. La magia parece que es real aquí y Akeyo me dio a entender que podremos usarla.

Rápidamente Fleur se sintió desubicada entre las conversaciones que surgían a su alrededor y deseaba buscar ayuda en los ojos de Maila. Pero no tenía problemas en ensuciarse las manos, de hecho era algo frecuente en el convento. Así que sin más siguió las palabras de Qwara hacia Nery´s como si fueran hacia ella misma y se dispuso a limpiar diligentemente. >>Tranquila, Fleur. Parecen saber lo que hacen<<. La chica morena se le antojaba bastante práctica, y la joven que ayudaba a la del brazo herido resultaba útil, además de apacible. No como otros del extraño grupo, con los que le sería más difícil iniciar una conversación. Intentó no pensar en que provenían de otro mundo.

Siguió con la mirada preocupada la dirección de Ulmara, la muchacha de los pronombres. Pero no pareció correr peligro, la planta superior debía ser segura. >>¿Debí haberla acompañado de todas formas?<<. No deberían ir solos a ningún sitio, pero se veía incapaz de tomar ninguna acción que no fuera limpiar la mugre y el polvo del suelo y los muebles, nada de socializar, ojalá pudiera ofrecer algún tipo de ayuda como Kiki. Sería su aspiración. Pero continuó barriendo a buen ritmo y con eficacia, al menos era buena en eso. Más que el chico que hablaba pijo desde luego.

Fleur observó al humano que se mantenía al margen y calificó su forma de actuar en seguida como incorrecta pero ella no era nadie para decirle nada. >>Tiene sentido lo que dice, pero  su forma de transmitir su opinión no es la mejor<<. A menudo ocurría con muchas personas y la francesa había visto varias en su vida, esperaba no encontrar más hostilidad que esa.
Terminó por hacerse un moño rápido con sus dedos hábiles y se dirigió a Nery´s con una voz más aguda en ella de lo normal. Si es que eso era posible. No quería molestar a nadie, pero el trato del chico al del pelo blanco y la inmediata compasión que sintió en el momento la impulsó a salir de su silencio.
-Si tienes dificultades en algo dímelo- dijo mirándole de forma inofensiva con sus ojos azules, luego desvió la atención hacia Ulmara que preguntaba sobre si eran o no diurnos y a Sarah que pretendía poner información en común. Pero no quería responder a preguntas de manera que tuviera que alzar la voz por encima de los demás. Se volvió al chico algo sonrojada y frotando con mayor esfuerzo- no le hagas caso- volvió a decir, refiriéndose al importunado humano que hacía mofa de su forma de hablar- es interesante escucharte- aunque mareoso, pero eso por supuesto decidió guardárselo, y en su lugar mostrar una sonrisa tímida.

Bastó observar la reacción de Pefka a sus palabras para dejar claro a la humana que definitivamente desconfiaba de ella y que claramente no se creía lo que decía. Rua no pudo evitar sonreír para si misma por la ironía del asunto, más ciertamente le dio igual. Pefka no es como si fuese ni un amigo ni alguien importante como para comerse demasiado la cabeza por si entendía o no. Allá él si preferida seguir viéndola con el ceño fruncido y haciéndose posibles películas en su cabeza. <<Casi escucho trabajar los engranajes de tu cerebro mientras me miras con cara de bulldog >> pensó divertida por cómo le miraba con el ceño fruncido.

Lo que si le fastidió un poco fue que se largase sin dejarle responder <<Ojalá te rompas la nariz contra la puerta, cariño, que no me olvido del golpazo en mi mano>> pensó con una sonrisa a medias de irritación. Si, se había disculpado por tocarle, por bromear y todo, pero del golpe en la mano que aun veía rojiza no se iba a olvidar tan sencillamente. Y rencorosa era para rato <<Tch que malgasto de saliva. Pero bah, yo hice mi buena acción del día al darle mis disculpas y con esto he gastado mis reservas de “ser niña buena” de hoy >> pensó pues había sido sincera, al menos en parte, porque igual no le interesaba ganarse enemigos tan pronto, que eso se le daba de putisima madre y en esa situación no era una habilidad muy práctica.

Al final decidió dejarlo pasar, especialmente porque le parecía estar usando demasiado de su importante tiempo en preocuparse por Pefka, así que prefirió centrarse en algo más útil y practico. Reviso un poco por encima la armería, apenas una ojeada pues tampoco sabía manejar nada de allí, antes de subir directamente a la cocina por el agua, apartando esta del fuego y echándosela en un vaso, que limpio previamente, esperando que se enfriase un poco para poder hacer las gárgaras.

Escuchó apenas la pregunta de Ulmara cuando salía de la cocina con el agua <<¿Son nocturnos? Bueno eso explicaría que vayan con los ojos entrecerrados todo el tiempo. La luz del sol es el puto mal encarnado >> para Rua la luz del sol era como un cáncer. Y de no protegerse la piel con ropa, cremas o polvos, eso podía llegar a ser muy literal en su caso, al menos en la Tierra. No tenía aun claro si el sol era igual de dañino en ese lugar, porque a su parecer, tan sensible a los cambios de luz como era, parecía iluminar algo menos. También entendía lo fastidiosa que era la luminosidad excesiva para los ojos, pues lo sufría en carne propia.

<< Tal vez en un futuro, tal vez, si me es recíprocamente útil, te deje las gafas Ulmara. Pero por ahora no me fío de que no acaben rotas a la mínima. No voy a arriesgarme>> pensó Rua observando a Ulmara y Pefka hablar. Y como Sarah no dudo en responder, a lo que la propia sueca añadió algo mas.

-Soy diurna también, pero la luz del sol también me fastidia especialmente la vista, aunque en mi caso es algo personal. Por eso llevaba esas gafas oscura antes, lo que cubría ante mis ojos, por sino sabéis lo que son- respondió Rua antes de salir al patio, una vez el agua se enfrió para hacer algunas gárgaras y así poder por fin quitarse un poco el regusto amargoso de la boca. Suspiró, aliviada.

-Uff, bien, puntos de limpieza incrementándose– murmuro satisfecha. Su humor también mejoró algunos puntos al no sentir aquel regusto asquerosos en su boca. Volvió adentro dejando el vaso en la cocina y viendo a la gente limpiar con mirada analítica ¿Podría seguir escaqueándose de la limpieza? Lo ponía en duda.

Por suerte de alguna forma logró librarse porque Sarah volvió a hablar, poniendo sobre la mesa lo que sabían hasta ahora. Rua frunció el ceño buscando hacer memoria.

Medio se acordaba de su conversación con Akeyo y también de aquel condenado contrato que firmó <<Si que mencionó algo de que era especial y mostró un truco extraño. Y esa rata que echaba humo verde >> lo recordaba medianamente bien, lo cual era un milagro teniendo en cuenta como andaba en ese momento. Igual había detalles de lo dicho por Sarah que no le sonaban del todo.<<Lo que sí que recuerdo bien, fue que le eché la caña y que amablemente me mando a paseo>> se acordaba bien de eso, pero no si mencionó algo de una Luna roja. Prioridades inútiles a la hora de recordar tras una borrachera. Eso era muy suyo.

Sarah siguió hablando de cosas que Rua de verdad no recordaba y tanta información que tener en cuenta y que le parecía importante, empezaba a darle migraña. Especialmente cuando aquella chica trataba el tema como quien habla de cosas cotidianas del día a día.

<< Claro que sí, eso de que acabar siendo traída a una ciudad de monstruos, para pasar algo como una criba hasta la llegada de una luna roja e ir aprendiendo magia en ese tiempo, es lo que hago todos los días entre mi desayuno y la hora de la merienda. Todo muy casual...>> pensó frustrada, tenía la impresión que iba a saturarse con tanto exceso de información.

Respiro hondo, buscando centrarse en lo más importante, aunque todo le parecía un buen punto a tratar.

-También me encontré con Akeyo y también me dijo algunas de esas cosas, la mayoría no las recuerdo muy bien porque andaba borracha en ese momento- secundó Rua sin vergüenza alguna en afirmar que no poseía la misma cantidad de información. Continuó con las palabras de Sarah como base inicial para decir su punto- Luna roja y magia dijiste ¿no?. Lo primero no sabemos cuánto tiempo podría ser, suponiendo que es una medida de tiempo, así que tocara averiguarlo de alguna forma o mínimo descubrir que mierda es. Y lo segundo, suena por ahora inalcanzable incluso si llegase a ser cierto, pues eso aún está por verse- continuo la sueca, cosa que aún no las tenía todas consigo, si era sincera, se cruzó de brazos con calmada seriedad. Rua era soñadora, pero para según qué cosas tenía la cabeza y los pies muy bien puestos en la tierra- Igual pienso que antes de centrarnos en eso, hay algo más importante: La comida- dijo con seriedad buscando centrarse y organizarse mentalmente y no irse mucho por asuntos que por el momento no tenía apenas información, no podría tratar y que en principio quedaba como un "posible".

- Somos doce en una torre donde no hay comida, con un lagarto psicópata allá afuera y sin saber qué es exactamente eso de las bañeras con comida de las que hablaron en el discurso. Habría que ver también como tratar con eso. Porque de nada servirá informarnos de esa Luna roja o de esa magia sino obtenemos el sustento por el camino- añadió con suavidad, mirándoles con atención. Tal vez fuese una corta rollos del horror por no ser muy soñadora con esa de la magia y demás, pero Rua iba a lo práctico y útil en esa situación. No había magia o luna roja que valiera, si te morías antes de dar con cualquiera de ellas- Ah, no digo que este mal poner lo que sabemos en la mesa, no me malinterpretéis. Pero solo es un recordatorio para que no olvidemos las prioridades actuales, que nunca viene mal. - indicó Rua con voz tranquila, encogiéndose de hombros.