Agencia de investigación Nifelyre

Toni pegó un respingo cuando escuchó a autodenominarse como novata.
— ¿Leerá la mente también? Tengo que tener más cuidado con lo que pienso — pensó — Shhh calla que si lee la mente te está leyendo ahora también, imbécil — se autorregañó.
Se quedó mirando la sonrisa de Dama Enigma hasta que los movimientos de sus compañeros lo despertó. Sin decir nada, apartó la mirada de la anfitriona, se amarró más fuerte el cordón que le sujetaba el pelo y se levantó. Salió por la puerta sin despedirse y se encaminó hacia la Biblioteca, tenía que investigar más sobre los distintos dominios que tenían aquellas criaturas. ¿Le habría leído la mente?
Ya de camino, pensó momentáneamente que había sido grosero no despedirse, pero en cuanto volvió la vergüenza, la idea de que sus pensamientos podrían ser escuchados devoró cualquier atisbo de diálogo interior.

Irianna

—Muchas gracias —le sonrió a Fleur cuando alabó su casa—. Espero poder tener alguna noticia pronto. Esta misma tarde hablaré con Kirés lo primero.

Aquel grupo de neotransformados, aunque claramente alicaídos y preocupados por las circunstancias, le habían resultado agradables y le aliviaba que hubiesen decidido confiar en ella a pesar de haberles explicado que su experiencia práctica era inexistente hasta ese momento. Le llamó bastante la atención el chico humano que no había vuelto a decir nada una vez habían pasado al interior, ya que había notado algo extraño en su lenguaje corporal justo antes de que se fueran, siendo además el único que no se despidió. Prefirió no darle muchas vueltas: teniendo en cuenta el motivo por el que habían ido en su busca tampoco era de extrañar que pudiera sentirse nervioso o sumido en pensamientos poco halagüeños.

No es que ella misma estuviese muy confiada de poder solucionar aquel misterio, porque algo le decía que había implicadas personas potencialmente muy peligrosas si sus suposiciones sobre que dichas desapariciones pudieran estar relacionadas con los sucesos que traían al Consejo de cabeza desde hacía meses resultasen ser correctas. Cierto era que tratándose de Rocavarancolia podría haber diversos motivos, pero al haber transcurrido tanto tiempo desde que las primeras personas hubieran desaparecido… No pintaba muy bien.

Suspiró una vez había vuelto al interior, animándose mentalmente a no desesperar tan pronto, y dedicó unos segundos a reflexionar acerca de qué debería hacer, quedándose parada en el pasillo mientras volvía a permitir que la niebla que había absorbido antes abandonase su cuerpo y la envolviese. Estar rodeada de su dominio tenía un efecto calmante que le ayudaría a pensar con mayor claridad. Dirigió su mirada hacia el cuaderno donde había tomado las anotaciones y finalmente se movió: tenía que pasar a limpio aquella información y recopilar al menos información básica sobre algunas de las transformaciones que le eran desconocidas, pues cualquier detalle podría ser de ayuda en la búsqueda.


Lethe

Estaba claro que sus compañeros tampoco querían dejar de buscar a los desaparecidos a pesar de la advertencia: parecía que poco iban a tener que hablar al respecto, porque desde luego no iba a ser ella quien les llevase la contraria. Ya no había nada más que decir por el momento, por lo que siguió a dama Enigma en dirección a la salida.
—Yo también hablaré con él en cuanto regresemos y le puedo decir que tienes intención de visitarle esta tarde —le dijo en referencia al Paladin.
Con tantas personas despidiéndose de palabra, la enderth decidió limitarse a asentir en respuesta a la despedida de dama Enigma. No podía decirse que hubieran asegurado que iban a obtener algún resultado ni mucho menos, pero al menos sentía que habiendo acudido a una persona con más experiencia que ellos, que incluso habiéndose autodenominado como novata parecía como mínimo contar con recursos para ejercer su oficio, habían hecho… algo. Al menos algo diferente, porque con sus búsquedas al azar estaba ya bastante claro que no iban a ninguna parte.

Después de la juerga y de pasar su tiempo de descanso, recuperarse y volver a tener fuerzas para seguir buscando, decidieron ir a ver a Irianna. Sinceridad la conocía por haber compartido jefe, el vampiro, y agotaría todas las opciones posibles en la investigación de su amiga y de tanta gente que se había esfumado. Así pues, volvió a quedar con Tay para ir ambos y ver cómo iba la cosa. En todo el camino hacia la agencia, la roquense apenas dijo palabra, perdida en sus pensamientos y, a la vez, obsesionada con atravesar con la mirada todo lo que hubiera a su alrededor por si podía discernir el menor atisbo o rastro de que su amiga hubiera pasado por allí.

Sin embargo, cuando llegaron fue ella pla que se adelantó a llamar y presentarse a viva voz.
—¡Somos Sinceridad y Tayron, Enigma!

La idrina se encontraba en su despacho, revisando los datos que había recopilado hasta el momento y suspirando fuertemente. Había organizado y clasificado toda la información primero, y después sobre el terreno una de las primeras cosas que había hecho había sido intentar seguir el rastro que fuese desde el Torreón Sendar y los refugios, empleando algunos hechizos así como su niebla. El resultado había sido completamente nulo, y tampoco encontró huellas de la wendigo más que en la puerta de Serpentaria. Ese rastro sí lo había podido seguir durante unos metros, en realidad, pero luego terminaba abruptamente en medio de la calle. Tenía cada vez más claro que iba a necesitar hacerles una visita a los mercenarios de la brecha…

El sonido del timbre le sacó de sus pensamientos de golpe y se apresuró a bajar a la puerta utilizando la intangibilidad y levitación para tardar menos. Antes de abrirla, una voz familiar le anunció desde fuera de quién se trataba, por lo que no le pilló por sorpresa ver a la argos una vez lo hizo. El chico que la acompañaba en cambio, era la primera vez que lo veía, pero estaba bastante segura de quién era: tanto la propia roquense como Neil le habían hablado de él porque iba a ser su sustituto en la plantación de Jack. Sabía su nombre y poco más, pero reconoció también los cambios de su transformación como los de un lémur.
—Buenos días, Sinceridad. Y… Encantada, Tayron. Yo soy dama Enigma y si no me equivoco vas a ocupar mi antiguo puesto en el Macetero —le dijo sonriente y extendiendo una mano para estrechársela a modo de saludo—. Pasad, por favor. ¿Qué os trae por aquí?

Dependiendo de si habían ido a preguntarle algo acerca de la plantación de la bodega o por su nuevo trabajo les conduciría o directamente a la cocina o a su despacho. En esa ocasión había absorbido su niebla automáticamente al escuchar el timbre después de la experiencia con el grupo de neo transformados.

La borrachera y la juerga con su amiga estuvo mucho más que bien. Pero tras la resaca tocaba ponerse las pilas. Puede que Mónica corriera peligro y no se perdonaría que le ocurriera cualquier cosa porque procrastinara demás.

Fue justo eso lo que los llevó a ambos ante la Agencia de Investigación Nifelyre. Al igual que la roquense él tampoco medió palabra alguna hasta el encuentro con la bruja ni siquiera cuando quedó impresionado por la madera pintada de color verde pálido. El verde siempre era buena opción y si no que se lo dijeran a él.

—Tayron, encantado —dijo, estrechándole la mano a la chica y teniendo unos segundos de retardo por lo mucho que le recordaba a Siete al ser una idrina. ¿Dónde se habría metido el fauno?—. ¡Sí, eso me han dicho! Espero no cagarla mucho en el macetero...  ¿Hay mucha faena? —preguntó con formalidad. Vaya, qué guapa era.

Luego se internaron a la entrada. El lémur ojeó todo con curiosidad, desde el paragüero hasta el perchero de la pared. Terminó resoplando, temiendo que llegara el momento en el que por fin decían el motivo de acudir hasta un lugar como aquel.
—Verás... Dama Enigma... venimos por un caso. Nuestra amiga... está desaparecida —ladeó la cabeza hacia la argos con pesar, le dolía verla tan taciturna—. Creo que es mejor que lo cuentes tú, Sincy.

La roquense no conocía la casa de su ex-compañera de trabajo y le habría gustado comentar esto o aquello, pero iba frustrada por la desaparición de su Espejitos y también llena de pensamientos intrusivos que le acusaban de no esforzarse lo suficiente. Le costaba convencerse de que no podía hacer mucho más y sería eso mismo lo que expresaría en alto. No se paró a sentarse en el despacho ni comentó nada sobre el trabajo en La Bodega.
—Perdona que vengamos así sin previo aviso, Irianna. Pero es justo lo que dice Tay. Mónica, una amiga nuestra de la cosecha, y mi mejor amiga con diferencia, desapareció hace un tiempo. No sabemos nada de ella, nada en su habitación indica qué podría haber pasado o a dónde podría haber ido, y no he podido dar con ella pese a haber sobrevolado la ciudad una y otra vez con mi visión de argos.

Traía una bolsa con enseres de la chica, por si podían resultar de ayuda. Sobre todo, notas, un cuaderno que bien podría haber sido un diario, y ropa. Fue sacando las cosas sobre la mesa y finalmente tomó asiento. No se imaginaba a la bruja olfateando como un depredador pero quizás podía dar con algún rastro gracias a la magia.
—He traído esto por si sirviera de algo con algún hechizo. La verdad, no sé, pero es que no sabemos qué más hacer.

Notó algo extraño en su lenguaje corporal cuando Tayron le estrechó la mano. Alguna clase de ¿extrtañeza? No sabía a qué podía deberse, pero por los siguientes signos y su forma de hablar, no parecía que tuviera que preocuparse por ello. Quizás nunca hubiese visto a un idrino antes.
—Seguro que lo harás bien, si Neil y Sinceridad te recomiendan es porque eres adecuado para el puesto —le dijo con una sonrisa—. Faena hay bastante, sí, y vas a tener que aprender muchos hechizos relacionados con el cuidado de los cultivos, pero Erika es una maestra excelente y muy paciente. Aparte de que en tu caso también te puede ayudar Neil incluso fuera del horario de trabajo, claro —le respondió a su duda.
Además, sabía que lémur era una transformación que contaba con capacidades mágicas mayores que las suyas incluso, por lo que esa ya era una ventaja inicial. Siempre le había llamado la atención la transformación de Tayron, pues en cierto modo compartía características con los brujos sin llegar a tener un dominio total sobre los fantasmas.

Pero ahí se terminó la conversación sobre la plantación, porque enseguida le explicaron el motivo exacto de su visita, por lo que su rostro se tornó más serio, acorde con el de sus visitantes. Les indicó que la siguieran entonces hasta su despacho y les pidió que tomaran asiento frente a su escritorio. Atendió a su explicación mientras ella preparaba encima de este las partes de los documentos que había recopilado del grupo de neo transformados que intuía que podría querer mostrarles al humano y la roquense.

El cuaderno donde tenía listados los datos de los desaparecidos lo cogió de inmediato en cuanto la argos comenzó a explicar la situación y apuntó a “Mónica” en la lista. A continuación observó los objetos que le mostraba y asintió.
—No sois los primeros que vienen a pedirme que busque personas desaparecidas. Mirad —giró hacia ellos el cuaderno en el que acababa de escribir, señalando con su pluma todos los nombres que precedían al de su amiga—. Estas personas son transformados de la última Luna, y sus compañeros acudieron a mí en busca de ayuda. —Les señaló otra de las hojas que había en la mesa donde se veía claramente una huella dactilar. Quizás Sinceridad no supiera lo que era, pero estaba segura de que Tayon la reconocería como tal enseguida—. Esta es la huella de la wendigo de esa lista. Seguro que puedo sacar también una huella clara de Mónica de alguno de estos objetos… Bueno, suponiendo que tenga huellas dactilares. Como mínimo servirán para tener un rastro más claro que poder seguir. Habladme más acerca de ella: su especie, su transformación, cuándo desapareció y si sabéis a dónde se suponía que había ido ese día. Debo confesar que de momento los rastros que he intentado seguir hasta ahora no conducen a nada o a puntos completamente muertos; pero cualquier nuevo detalle podría ser clave.

Si bien la tal Mónica debía de llevar al menos un año en la ciudad, pues suponía que había sido compañera de criba de Sinceridad y Tayron, seguía siendo lo bastante nueva como para que no se rompiese ese patrón que compartían los desaparecidos.

Mantener una charla trivial con la detective acerca de la plantación sirvió para que Tayron se relajara y apartara de manera momentánea los pensamientos más oscuros de su mente. Lo cierto es que le hacía especial ilusión conversar con la persona que había ocupado lo que sería ahora su puesto... pero no quería faltarle el respeto a Sinceridad ni a Mónica. Acudieron a la agencia por otros motivos.
—De puta madre... si hay faena es para mí —se limitó a comentar, no sin dirigirle una sonrisa agradecida y sincera por lo agradable que le resultaba su trato.

El lémur si tomó asiento con cuidado observando que la argos prefirió quedarse de pie. Su amiga parecía nerviosa y el belga esbozó una mueca lastimera. Escuchar el relato de nuevo y verbalizarlo en voz alta no debía ser fácil. Sinceridad estaba siendo muy valiente. Vaya cojones tenía la tía.

Él por su parte mantuvo un silencio tácito ante la explicación de la bruja. Enterró la cara un poco en las manos con pesar cuando dio a entender que no parecía un hecho aislado y sus dedos negros quedaron posados en su frente, recogiendo algunos mechones esmeralda hacia atrás.

—Sí... claro —dijo, dispuesto a ayudar en lo que fuera. Necesitaba que concretaran su especie, y ahí entraba él pudiendo ser más explícito que la roquense—. Es de mi mundo... vamos... que es humana. Vino de España, no sabría decirte de donde exactamente... ah y la Luna la transformó en una bruja de los espejos. De los demás... ni idea de cuándo desapareció ni a dónde se dirigía. Yo tenía menos relación con ella. Tengo... —rectificó nervioso al haber hablado en pasado sin darse cuenta.

El lémur se revolvió en su sitio, dándole vueltas a la cabeza y pensando en los nuevos y sus respectivas desapariciones. No los conocía de mucho pues se alojaron en el otro refugio pero le sonaba algunas caras.
—Dama Enigma... —susurró, no se le escapó que su verdadero nombre era Irianna, pero no se había presentado con ese nombre para él así que seguiría usando el profesional—. Todo esto tiene mala pinta... ¿No?

La roquense no recordaba casi nada de lo que les estaba pidiendo Enigma. Si acaso hubiera podido acordarse de algo, había sido obnubilado por la realidad: más gente había desaparecido, ya estaba confirmado. Podían olvidarse de que fuera un caso aislado o un accidente relacionado solo con su amiga, y definitivamente podían olvidarse de que apareciera con vida si había más gente perdida por la ciudad y no solo nadie sabía nada de ellos sino que la investigadora no había tenido suerte. Por eso se mantuvo callada. Todo su optimismo y energía para buscarla habían quedado sepultados bajo una gran piedra con el nombre de la ciudad inscrito. Solo volvió a hablar cuando Tay dijo lo último.
—No, Tay, no pinta bien. Si ha desaparecido más gente... no podemos hacer nada, alguien capaz de ir a por tantos ciudadanos se escapa a mis posibilidades de dar con ella... o de pensar que podamos encontrarla, con o sin ayuda —se lamentó.

>>Y lo siento, Enigma. No recuerdo a dónde podía haber ido Mónica al desaparecer, ni qué tendría entre manos esos días. Un día estaba en la Sede desayunando conmigo... y a la mañana siguiente ya no apareció en todo el día. Ni los días siguientes. La busqué con mi visión... y no estaba. Y luego la busqué por los barrios cercanos y más tarde la buscamos Tay y yo... y nada. Ni rastro. Lo que me da mucho miedo es que se haya caído en algún espejo extraño o desconocido... o que haya quedado a oscuras, porque podía esconderse en los reflejos. Pero en los de la Sede no está, o le habría visto alguien.

¿Podría sobrevivir ahí sin comer, siquiera? No quería ni imaginársela atrapada en un sitio así, de por vida, pero hacía tiempo que le rondaba esa posibilidad y había llegado la hora de expresarlo en voz alta.

Anotó todos los datos que le ofrecieron ambos. El dominio de Mónica era uno muy curioso, y por lo que decía Sinceridad cabía la posibilidad de que en su caso le hubiese sucedido algún problema con los espejos. Tenía que leer a fondo sobre los brujos de los espejos, pero se hacía una idea por las cosas que decía la roquense.
—Si ese fuera el caso es más que probable que exista una forma efectiva de rastrearla, pero tengo que investigarlo —le aseguró a la argos.

Los miró con comprensión ante el desánimo que mostraban ambos y respondió directamente a la pregunta del lémur sin muchos rodeos. Al contrario que sus primeros clientes, ellos ya tenían algo más de experiencia en la ciudad y no iba a mentirles.
>>Pinta bastante mal. Pero todavía tengo esperanza de que se pueda hacer algo… He empezado por lo básico y el no obtener ningún resultado no es precisamente alentador, pero aún hay opciones —añadió para Sinceridad—. Tengo que hacer una visita a unos amigos que tal vez puedan ayudarme y después empezaré a interrogar a personas en lugares donde sé que puede conseguirse información de todo tipo. Si averiguo algo sobre Mónica seréis los primeros en saberlo.

A continuación, igual que había hecho con las huellas de la wendigo, les explicaría a Sinceridad y Tayron el proceso que iba a emplear para sacar su huella dactilar, preguntándole al lémur si él había tocado alguna de aquellas pertenencias y a ambos si sabían si podrían haberlo hecho más humanos.
>>Aunque no pueda tomar muestras de otras personas, acabaré dando con una huella que sea probablemente suya por la frecuencia con la que aparezca y la forma de coger alguno de estos objetos… —explicó algo distraída tras emplear el hechizo que le permitía ver las huellas.

Tayron escuchaba a las dos chicas apesadumbrado. Se revolvió varias veces en la silla, visiblemente incómodo por no saber qué decir e impotente por no saber qué hacer. Agradeció la sinceridad de la detective, eso sí, él siempre prefería recibir una verdad terrible a una bonita mentira.

—Gracias... —le dedicó cuando la bruja afirmó que serían los primeros en enterarse si había cambios en la investigación. En aquel punto casi prefería que Mónica estuviera atrapada en un espejo cualquiera. Al menos en ese caso significaría que no estaba muerta, y que su amiga no había perdido a uno de sus mayores pilares en la ciudad. Tayron rozó los dedos de la argos con los suyos, en un gesto de cariño y para preguntarle con la mirada si se encontraba bien.

Después se dispuso a contestar de la manera más automática y pragmática de lo que fue capaz. No podía dejarse llevar por sus emociones ahora, toda información era vital.
—Eh sí... lo siento... sí que he tocado algunos objetos —chasqueó la lengua, contrariado—. No se me pasó que pudiera contaminarlos o algo así... y la verdad no tengo ni puta idea de si alguien más los ha tocado... siempre fue un misterio para mí si mantenía contacto o no con otra peña.

El lémur desviaría su atención hasta un punto fijo de la pared, en principio sin ganas de continuar hablando. Pero sus labios obedecían a su mente resolutiva y no a su corazón afectado. Se dijo que aunque a él le parecieran cosas estúpidas quizá para Dama Enigma no lo fueran, ya que ella era la experta en la materia.
—Mmm bueno... no sé si está relacionado o no... pero los fantasmas suelen saber ciertas cosas. Casi siempre están de aquí para allá y a veces me he servido de ellos para poder encontrar a alguien que no andaba muy lejos por pereza a conjurar hechizos de búsqueda —esbozó una mueca de desagrado—. Cuando los necesitas te rehuyen y cuando más quieres estar solo te dan el coñazo. El caso es que... no he parado de preguntar y ninguno de ellos sabe absolutamente nada. Es como si a Mónica... se la hubiera tragado la tierra. Me parecía aún más raro... por eso lo he dicho.

La argos magnético atendió la conversación, apesadumbrada. No lo veía claro, ni siquiera aunque dieran con la chica atrapada en un espejo se la podía imaginar... viva. No quería volver a llorar por nadie. Otra vez no. Y cuando la investigadora les explicó el procedimiento para buscar huellas y así buscar su rastro... Sinceridad estaba a punto de romperse ella misma, como si le hubieran dado un mazazo a su realidad. Se calló porque no quería decir en voz alta lo que sentía entonces, la culpa que cargaba desde que la chica había hablado. Pero para rematar, lo de los fantasmas pudo con ella.

¡Estupendo! ¿Podía haber obstaculizado el trabajo de la bruja con sus manazas? Era cierto que la roquense no podía saberlo entonces... ¿pero qué más daba? No quería molestar en ningún aspecto de la investigación y era justo lo que había hecho. ¿Y si no aparecía solo por su maldita culpa? ¿Y si...?
—Yo... lo siento, Enigma. Lo siento muchísimo. Más de una vez he cogido alguna... prenda suya, ¡o sus cuadernos! Y me he abrazado a todo lo que he podido, ya no recuerdo a qué exactamente —Se le rompía la voz según se explicaba, hasta que al final se le escaparon las lágrimas por algunos cuantos. Si incluso habría llorado sobre algunas de sus camisetas... ¡joder!—. La echo muchísimo de menos, era la única forma de tenerla cerca. Lo siento muchísimo, yo no quería... ¿y si no la encuentras por mi culpa?

Estaba hecha un desastre de plumas mojadas por culpa de las lágrimas que caían aquí y allá, pero se intentó serenar tragando saliva y después se envaró. Estaba enfadada con ella misma, ella la primera.
>>. ¡Si hace falta, traeré por el cuello a cualquiera que haya tocado sus cosas para que puedas descartar nuestras huellas!  —remató, convencida de ayudar como fuera, incluso aunque tuviera que arrastrar a cien personas al despacho de la nebulomante. Si lo había entendido bien, solo tenía que conseguir un catálogo de huellas para descartar.

La nebulomante hizo un gesto con la cabeza para asegurarle a Tayron que no pasaba nada.
—Es normal que no lo pensases. Tú estás aquí y puedo tomar tus huellas para descartarlas, además… —mientras hablaba empezó a nuscar el material que había usado con Amira en la visita de los neotransformados y lo colocó sobre el escritorio—. Si no te importa, coloca tu mano encima de la hoja. Saldrán tus huellas dactilares muy claramente sobre él. Solo las necesito para comparar: luego podemos destruirlo o puedes quedártelo de recuerdo si quieres.
A juzgar por su lenguaje corporal, a la otra chica parecía no haberle hecho especial gracia cuando le pidió sus huellas a pesar de que no puso impedimento, por lo que le aseguró al lémur lo mismo que le había dicho a ella.

Lo que explicó a continuación sobre los fantasmas… No hacía si no añadir más leña a la suposición de que las cosas no pintaban nada bien.
—Por supuesto: toda información me es útil, Tayron —le aseguró con una leve sonrisa—. ¿Crees que algunos podrían mentirte? No conozco del todo bien qué tipo de relación tiene un lémur con los fantasmas, pero si se parece en algo a los dominios de seres vivos diría que es una posibilidad…

No pudo añadir nada más a aquello, porque su atención fue a parar por completo a la argos, quien de pronto se había puesto extremadamente nerviosa. La idrina se preocupó incluso antes de que empezase a hablar, viendo en su lenguaje corporal un malestar considerable. Se levantó del asiento y rodeó el escritorio rápidamente para acercarse a ella y ponerle una mano sobre el hombro.
—¡No, no, cálmate, Sinceridad! No has causado ningún problema —le dijo con suavidad pero en tono claro y firme—. Es muy posible que solo con las huellas de Tayron ya sea capaz de encontrar las de Mónica. Las tuyas ni siquiera pueden generar dudas: no eres humana así que son muy diferentes. Mira: te explico todo el proceso para que te quedes más tranquila. Vamos a ver qué encuentro.

A continuación hizo lo mismo que en su primera visita y sacó la solución que permitía que las huellas se viesen sin empelar el hechizo, explicándoles también que gracias a este ella las veía con mucha más claridad. Lo echó por todas las pertenencias y encontró enseguida las huellas de Tayron por comparación.
—No sé si para vosotros es fácil de ver a simple vista, pero estas son tus huellas —le dijo al lémur colocando el papel donde había impreso las suyas cerca de una de las marcas que había en las pertenecías de Mónica—. Veo también lo que deben ser las huellas de Sinceridad —señaló algunas—. Y no hay muchas más. De hecho, creo que solo hay otras huellas humanas, y además aquí en la parte posterior del cuaderno... —señaló las huellas de hasta siete dedos que se veían con claridad en ese lugar—. Estas son de Mónica seguro, porque así es como habrá sujetado el cuaderno muchas veces —hizo ella misma una demostración, con sus guantes puestos—. Las seguiré comparando con las de las otras prendas porque si puedo tener sus diez huellas con la mayor claridad posible, mejor. Pero solo con esto ya sería suficiente.

Esperaba que con eso la roquense se calmase.
>>Si no os importa, ¿podríais dejarme sus pertenencias para que las examine y os las devuelvo en cuanto haya sacado todo lo que pueda ser útil de ellas?

Ver a su amiga tan afectada provocaba sentimientos negativos en Tayron, quien a pesar de estar intentando mantener la calma desde que Mónica había desaparecido... veía su ímpetu truncado. Se sentía impotente, incluso torpe e inútil. Agradeció las palabras de Dama Enigma y su sonrisa leve ante cualquier tipo de ayuda, pero aquello no le consoló todo lo que hubiera querido.

Era la misma pregunta una y otra vez que se pronunciaba con eco en las esquinas más recónditas de su mente. ¿Para qué servía él? ¿Por qué tenía algún tipo de control sobre los fantasmas cuando sus amigos podían transformarse en cualquier cosa, controlar metales o volverse de piedra? No deseaba tener ninguna jurisdicción con las personas que se quedaban atrapadas entre dos planos. Demasiado tenían encima como para que llegara un niñato a mangonearles.

—Sí... —respondió de manera escueta, y encogiéndose de hombros en un gesto que dejaba claro lo poco orgulloso que estaba de sus propios avances en la investigación—. Supongo que sí, no dejan de ser personas. Así que pueden mentirme perfectamente. Quizá podría haber ordenado que me dijeran la verdad pero... mierda, no se me ocurrió.

Llegados a ese punto el lémur acataría todas las peticiones de la detective sin rechistar, quería dejar todos los cabos atados en sus manos, porque era una profesional y porque una parte de eso le hacía sentirse más aliviado. Así que aceptó dar sus huellas, y más tarde asintió con la cabeza ante darle las pertenencias de la española para que le echara un vistazo.

Sintió algo de lástima por la chica, quizá estaba acostumbrada pero lidiar con un misterio y dos chavales apesadumbrados a la vez era un coñazo.

—Gracias —se sinceró, escuchar todas las explicaciones paso a paso de lo que la bruja hacía era agradable, así podía centrarse en algo que no fuera el incesante martilleo de la desesperación.

La roquense no se calmó ni fue capaz de volver a serenarse hasta después de que Irianna hubiera terminado de hablarle. Había sido consciente de la mano en su hombro y se lo había agradecido apretándole su mano con la suya, pero le tomó tiempo y esfuerzo escuchar a la idrina por completo en los minutos siguientes. Aún se demoraría un poco más en tranquilizarse mientras ella les hablaba y les enseñaba las huellas. Cuando llegó el turno de las suyas, asintió en silencio. Estaba recuperando la respiración pausada a la que estaba acostumbrada y el nerviosismo iba menguando. Fue capaz de hablar, por fin, a la hora de pedirles los objetos personales de Mónica. ¿Los echaría de menos? ¿O quizás le vendría bien para empezar a coger distancia?
—Puedes, sí, claro. Coge lo que necesites. Y cuenta con nosotros en todo momento. Y Tay, si tus fantasmas te vacilan... puedes amenazarles con obligar a mi paisano Tesón a perseguirles —le dijo al chico, más en broma que otra cosa, para animarle también. Le palmeó una pierna mientras se dirigía a él—. Estamos juntos en esto y puedes apoyarte en mí, Tay, pase lo que pase; no lo olvides. Y muchas gracias por todo, Enigma. Siento lo de antes... pero gracias por escucharnos y explicarnos.

Asintió ante la respuesta de Tayron: tenía mucho sentido.
—Es lógico que no pensases en ello. De todas formas imagino que te sería difícil saber si te están mintiendo u obligarles a decir la verdad. Existen pócimas de alquimia que permiten sonsacarle a alguien la verdad, pero dudo mucho que funcionen con fantasmas. Las que yo conozco no, al menos —explicó con un gesto que pretendía decir algo como “lo siento, es lo que hay”.

Les sonrió a ambos cuando le dieron las gracias, notando que realmente sentían esa gratitud en su lenguaje corporal. Estaba aliviada también de haber conseguido calmar un poco a la pobre Sinceridad. Incluso hizo un chiste acerca de cierto roquense fantasma con el que había compartido criba. Le había impactado mucho conocer los detalles de su fallecimiento en su día, pero no había vuelto a encontrarse con él y la verdad era que hasta que no lo mencionó la argos en ese mismo instante, prácticamente no se había acordado más del asunto.

Notaba que Sinceridad dudaba un poco al pedirle si podía quedarse con las pertenencias, pero de palabra aceptó sin reservas.
—Te las devolveré muy pronto: no me llevará mucho extraer la poca información que puedo sacar de ellas —le aseguró para tranquilizarla todavía más—. Gracias a vosotros por confiar en mí… No estoy segura de si obtendré realmente algún resultado, pero voy a dar lo mejor de mí —añadió con absoluta sinceridad.

Les acompañaría hasta la puerta y les despediría deseándoles suerte. Después ella seguiría con su trabajo, empezando por examinar las pertenencias de Mónica para poder devolvérselas a la argos cuanto antes.

Tayron torció el gesto ante las palabras de Dama Enigma, no porque le hubieran molestado o algo si no más bien porque con su estado de ánimo no se encontraba bien para explicar que a él no le hacía falta pócimas de la verdad con fantasmas. Suponía que su poder era capaz de obligar a responder lo que él deseaba saber. Aunque la verdad es que nunca lo había probado, y tampoco es que tuviera prisas por estrenarse.

El lémur esgrimió un bufido acompañada de una sonrisa triste ante la mención de Tesón. Que Sinceridad se esforzara en hacerle sentir mejor aún cuando ella misma debía estar peor decía mucho de ella. Era una amiga de verdad.
—Tesón está mejor fuera de la órbita, créeme —murmuró en voz bajita, no obstante la mirada de Tay pareció recuperar un poco el brillo, quizás porque ya tocaba despedirse y no deseaba estar mucho tiempo más allí sintiéndose impotente—. Estamos juntos en esto... —reafirmó, apretando el antebrazo de la roquense con cariño—. No lo olvides, yo también estoy para ti.

Llegó el momento de alzar el vuelo. El chico se giró con un gesto de la mano antes de hablar en dirección a la bruja.
—Gracias por todo —dijo, echando un último vistazo a la estructura del edificio—. Creo que ahora estamos los dos mucho más tranquilos tras venir a verte.

Aquello no era del todo cierto pero tenía su parte de verdad. No dudaba de sus capacidades.

—En serio, gracias, tienes toda la pinta de ser una crack —y se marcharon por dónde habían venido.