Sede de los Taumaturgos (Archivo III)

Recuerdo del primer mensaje :

El ataque de risa de Tap fue tal que su cuerpo se sacudió en el aire como si sufriera espasmos. El aparato fonador emitió ruidos incomprensibles que no eran más que el poltergeist intentando hacer ver al idrino lo gracioso que había sido verle la cara en plena descarga eléctrica. Cuando por fin se calmó, Saren le preguntó sobre su cuerpo y Tap comenzó a hablar tan rápido que las palabras se trababan y no salían. Tuvo que coger aire antes de intentarlo de nuevo, esta vez más despacio que la anterior.

—Es de metal irrense y plástico—explicó—. Fabricado por dama Hálito, demi… demiur… demiurga—se le atascaba la palabra. La mención a la violeta le hizo sentir algo de pena. Perder a los pocos gigantes que merecían la pena nunca era divertido. Continuó su charla moviendo cada una de las secciones en las que se dividía y haciendo una mención obvia al aparato que le permitía hablar—. Además lo estoy armando. Como lo de la electric… electricicicicidad—de nuevo se le atascaron las palabras y Tap sacudió la cabeza de manera inútil—. Electricidad. Todavía me que-queda hasta que… aprenda del todo. Pero bueno.

Tap estaba tan eufórico por su nuevo cuerpo que le daba igual las trabas que su ponía. Valoraba la mejora y lo veía todo un pelín más positivo. Un pelín suficiente como para que no quisiera matar al gigante que tenía enfrente en ningún momento. Era probable que el hecho de que fuera Saren y no otro, como Pablo, por ejemplo, también tuviera que ver. Pero lo importante era que, en aquellos momentos, el poltergeist se encontraba a gusto.

—Y tú, ¿Q-qué eres? ¿Y qué haces? Sales muy a menudo de la Sede—Tap estaba realizando esas mismas preguntas a todos los gigantes que decidía que eran dignos de relacionarse. Sobre todo porque según las respuestas, así sabría si lo seguían siendo, si era mejor alejarse de ellos o, simplemente, sabía si podía alegrarse porque la Luna Roja les castigaba con algún aspecto injusto de sus transformaciones. Sabía lo felices que fueron muchos gigantes cuando descubrieron que como poltergeist no podría hablar, así que no pensaba esconder la diversión que le producía saber que ahora a algunos les mataba el sol o que estaban catatónicos durante todo el día en la cama.

Eitne se había perdido una conversación interesante y no lo sabía, pero igualmente había sido por una buena causa. Jugar con Limón era importante, no quería que su mascota se sintiera abandonada, ni que se aburriera como le había pasado a él a veces desde que llegó a Rocavarancolia. Con ayuda de semillitas y, sobre todo, de su aura, había conseguido que el híbrido de ratón y jilguero obedeciera un par de órdenes como “siéntate”, “salta”, “vuela” o “ven a comer”. La última era la que mejor le salía, desde luego. O por lo menos cuando tenía hambre.

En cuanto escuchó su nombre, la bestia del crepúsculo se asomó al pasillo flotando, con Limón volando tras él.

—¡Qué bien! —animó a Guille—. Seguro que pronto podrás salvar a mucha gente de villanos oscuros y feos.

La propuesta del brujo tampoco le pareció mal, en absoluto.

—¡Siii! ¿Crees que tendrán magia de teñir pelos como en mi pueblo? Podríamos gastarle una broma a alguien. —Se aseguró de que tan solo Guille pudiera escuchar su voz, pero aun así se tapó la boca con la mano izquierda. Por si acaso.

Rox escuchó de refilón la explicación de Obel Reo a la ceremonia, recordando entonces y guardándose para sí lo que ellos habían hecho con dicha tradición por no quitarle solemnidad al nublino. Le había dado uno de sus calcetines usados a Eitne para que lo tirase, y honestamente eso era lo máximo que le ofrecería jamás a la ciudad. Procuró centrarse en Adru, evitando que el recuerdo le sacase una risa socarrona. Felicitó al sinhadre por el valor a presentarse así y dejó constancia de su alegría porque lo de Neil no hubiese sido más que un malentendido.

Nime se acercó detras suya, con lo que el cambiante se apartó a un lado creyendo que querría hablar solo con Adru. Ya estaba sacando su espejo de mano del bolsillo para volver a su cara de siempre cuando la libense expuso como se sentía. Cerró el espejo con un sonoro "clac", sin tiempo de haber modificado nada y le dedicó una sonrisa apenada. No le sorprendía que estuviera tan confusa. Al fin y al cabo, él se había explicado nada más que regular cuando lo hizo delante de todos.

—Por supuesto —dirigió la vista a Adru, asintiendo levemente. Que le llamase experto le provocaba una mezcla de vergüenza y orgullo—. Haremos lo que podamos. Es un tema complejo, es normal. Que no te dé corte.

La mirada de Rox cuando la conversación captó su atención contribuyó a aumentar un poco su nerviosismo. Tal vez era porque Rox llevaba toda su vida viviendo así, o porque había sido el primero en explicarlo, pero estaba claro que era quien les llevaba más ventaja en el tema. No podía decirle que se equivocaba, aunque se sintiese así.

Había arrastrado sus dudas desde la conversación con Rox, pero ahora, con Adru diciendo también cosas raras sobre ser mujer o no, se daba cuenta de que no era algo exclusivo del mundo del cambiante. Y no sabía ni por dónde empezar a plantear lo que no entendía.
—En mi mundo no hay personas que no quieran ser hombres o mujeres, aunque sí hay andróginos. Pero… pero ellos lo son, quiero decir, no deciden serlo. Es que… —haber cogido carrerilla la dejó en un punto desde el que era difícil continuar—. A ver. Quiero decir… ¿no eres hombre o mujer dependiendo del cuerpo que tienes? ¿Qué cambia por decidir lo contrario? —Sintió que estaba cuestionando las palabras de Rox y Adru al decir aquello. Era probablemente el motivo por el que le daba miedo indagar respecto a aquel tema, pero no podía preguntar sin decir lo que pensaba—. Además… además… Aunque quieras hacerte pasar por una mujer —en Libo lo contrario le resultaría impensable, ya que no tenía ventaja alguna, y ni siquiera se estaba dando cuenta de lo mal que sonaba su propio razonamiento— nadie va a tratarte como una, porque bueno…
«Porque no lo eres» omitió, consciente de con quienes estaba hablando.

La sinhadre escuchó lo que Nime tuviera que decir con las manos cruzadas tras la espalda mientras se balanceaba despacio sobre sus pies y adoptaba una expresión pensativa. Aquel no era un tema sencillo para nada y no quería meter la pata. Cambió de postura y se cruzó de brazos, llevando una mano a la barbilla.
—Yo tampoco conocía a nadie en Sinhdro, la verdad… —reflexionó acerca de lo primero que había dicho—. A ver, hum… Lo del cuerpo distinto es la función reproductora de cada uno. Para poder tener hijos y eso… —El edeel se encontraba dubitativo explicando aquello. Desconocía hasta qué punto Nime sabía acerca de ese tema y tampoco se sentía muy cómodo explicándole algo que no dominaba—. Y cambia… Cambia que estás más a gusto contigo mismo. Es importante por eso, aunque en realidad todo siga igual —miró de nuevo a Rox, buscando ayuda. Seguro que el cambiante podía explicarse mucho mejor.

Rena escuchó la explicación de Obel dándose toquecitos en la barbilla. Le sonaba. ¿Era posible que hiciesen algo así en la Luna? Desde luego la catedral roja le resultaba familiar pero sus recuerdos racionales de esa noche se mezclaban con los osunos y no tenía muy claro qué había pasado. Se limitó a comentar un ‘Suena guay’ y a desearle suerte a la gárgola. Como en el asunto del nombre ella no se sentía muy cómoda con eso de desprenderse de lo que le unía a sus orígenes aunque con cada explicación de sus compañeros empezaba a comprender mejor por qué lo hacía cada uno.

Adru estaba bien acompañada hablando con Nime y Rox, así que como nadie más parecía querer hacer un anuncio decidió que era hora de retomar el entrenamiento. Había mejorado mucho en poco tiempo y pronto se vería capaz de controlar sus transformaciones lo suficiente como para ir a ver a Krono.

-Si alguien me necesita estaré en la sala de entrenamiento -anunció, y se fue escaleras arriba con la cesta de fruta bajo el brazo.

La cara de Guille se ilumino con la idea de Eitne, y se le escapo una risa.

-Te he dicho alguna vez que eres un genio- y esa fue la marca de salida que necesitaba Guillermo para comenzar a planear- también podemos un hechizo para que todos hablemos como enanitos o hacer aparecer chocolate o incluso puede haber un hechizo para que podamos entender a Limón.

-Eitne haz que Neil mire hacia aquí- le pidió para poder así preguntar a Neil si quería apuntarse, al ser mayor tendrían mas posibilidades de que les dejaran ir a por libros de magia al torreón de magos.
Cuando Neil se girase, Guille haría con la mano un gesto para que viniera hacia aquí, que imitaría también Ketchup, mientras brujo sonreía con una sonrisa para nada sospechosa de estar maquinando algo (spoiler: si, es super cantoso)

Rox miraba a Nime con seriedad y calma, mas sin severidad. Su primer comentario le sacó una sonrisa, describiendo la inocencia de los niños y lo que creen conocer del mundo. Por supuesto que él no sabía ni la mitad de cultura libense que ella, pero si en la Tierra existían desde que el mundo era mundo e incluso se daban casos de transexualidad en algunos animales ¿que posibilidades había de que no lo hiciera en otras criaturas pensantes?

—¿Crees que yo me hago pasar por hombre? —sonrió apenado—. Bueno, con las pintas que tengo ahora no es lo más fácil de decir —bromeó para quitarse peso de encima y dio un fugaz vistazo hacia abajo, hacia su propio cuerpo—. Yo no decidí esto, Nime, nadie lo hace. Elegí ser esta chica como cambiante, por motivos estéticos, pero no decidí nacer siendo yo. Si pudiera haber elegido créeme que habría nacido siendo un tío y punto.

Observó a Adru, inspiró profundamente y soltó el aire sonoramente por la nariz en un suspiro ligero, tomando el relevo. Esta vez no se explicaría caóticamente como la primera vez, así tuviera que ir lento y apartado por apartado. Arrastró el asiento más cercano hacia él para sentarse, descansando las manos sobre sus piernas.

—A ver. Por supuesto que eres hombre o mujer según el cuerpo que tengas —dijo, moviendo después la cabeza en un suave vaivén como si no estuviera del todo conforme con esa respuesta—. Pero uno no decide en que cuerpo cae. Existen casos... no tantos por supuesto, pero existimos, casos en los que nuestro cuerpo no es el que debería de ser —observó a Nime, atento a sus reacciones antes de continuar, hablando despacio pero claro—. Mi cerebro no correspondía con mi cuerpo. No sé con exactitud hasta que punto, pero existen diferencias entre un cerebro femenino y uno masculino, mezclas incluso —miró a Adru fugazmente— y algunos nacemos en el cuerpo erróneo. Se trata de... —juntó los dientes, dejando el aire entrar entre ellos hasta llenarse el pecho. No quería usar la palabra "error" por mucho que se hubiera sentido como uno demasiadas veces—. Una variación biológica.

Esperaría antes de continuar a sus respuestas. No quería ahogar a la demonio mineral en un torrente de información. Aprovechó el momento para despedirse de Rena con un rápido gesto de mano.

Nime miraba a Adru mientras hablaba. Nunca había oído que la función reproductora, como le estaba explicando, fuese aparte del género. Pero el convencimiento de los demás le recordaba que poco sabía de la vida a sus nueve años, por mucho que le costase admitirlo. Luego empezó a hablar Rox y su expresión le hizo comprender que no le había gustado lo que le había dicho. La intención de Nime no había sido mala, aunque hubiese querido corregirse para hablar con más propiedad, sencillamente no sabía hacerlo. Intuitivamente sabía que era un tema delicado por cómo venían tratándolo desde que Rox les había contado todo, pero para ella era tan nuevo como lo había sido en su día, por ejemplo, la magia.

La explicación simplificada de Rox le sirvió de mucho para empezar a entenderlo. Nunca lo había planteado así, y suponía que no había remedio para aquella clase de cosas. Pero, por otro lado, también la confundió un poco más respecto a lo de Adru, que no era ni una cosa ni la otra, ni tampoco una mezcla, por lo que había dicho. Nime empezó a presionarse el mentón con expresión pensativa.
—Entiendo, creo. Supongo que es muy raro y por eso nunca había oído hablar de eso… ¿Entonces Adru es, um, una mezcla de cerebros? Perdón —se disculpó, según se dio cuenta de que sonaba muy estúpido—. O sea, normalmente la gente tiene el cuerpo que le corresponde pero a veces hay gente que no le gusta su cuerpo, ¿no? O bueno, que siente que debería tener otro. Adru —dudó unos instantes antes de continuar—, ¿cuál sería tu cuerpo ideal entonces?

Menos mal que Rox estaba allí o Adru no creía que hubiera sido capaz de hacer entender a Nime nada al respecto. Lo que le explicó a la libense era distinto a lo que había hablado con el cambiante meses atrás, pero comprendía que posiblemente era más sencillo para la demonio mineral entenderlo así. El propio edeel no entendía muy bien el tema del cerebro y en eso se sintió prácticamente igual de perdida que Nime. Por ello cuando la libense le hizo la pregunta tardó unos instantes de titubeo en empezar a dar una respuesta de verdad.
—Yo… eso se lo dije a Rox cuando hablé con él, pero yo no creo que tenga ningún problema con mi cuerpo. Creo que Rox y yo no somos iguales en eso, aunque tampoco sé explicártelo bien. A lo mejor tienes razón y mi cerebro sería como una mezcla, o igual solo es diferente a lo normal—. El gamusino dio unos pasos adoptando una pose pensativa. Lo cierto era que no había profundizado mucho en aquel tema en particular—. Creo que me gustaría que fuese difícil que alguien supiese si tengo cuerpo de chica o de chico. Pero es complicado… Quiero decir, en otros mundos la gente es distinta. Además he notado que en muchos de vuestros mundos hay algunas cosas que suelen diferenciarse al ser aurva o edeel que en vuestro caso se aplica a chicos y chicas. El largo del pelo, por ejemplo. Es costumbre que los edeels lo lleven largo y los aurvas corto, pero aquí he visto que las chicas tienden a llevarlo más largo que los chicos. ¿O me equivoco? ¿Debería llevar el pelo más corto? La verdad es que me gusta como está ahora y no tiene que ver con que sea edeel o no…
La sinhadre se tocó distraídamente la pequeña coleta que semana tras semana iba aumentado su largo.

Rox se mantuvo al margen, únicamente asintiendo hacia la correcta asimilación de Nime. Para lo de Adru era otro cantar y obviamente no podía asumir por él, mas frunció el ceño inevitablemente, a penas un leve tic, al oírle.
Tomó aire de forma pesada y silenciosa, con la mirada enturbiada en algún punto entre sus pies. El porqué de su cambio escapaba a su comprensión, y no tener problema con su cuerpo iba en contra de todas sus bases. Si no existía disforia de ningún tipo, ¿para qué iba a querer cambiar, salir de su zona de comfort a un mundo mucho más hostil? Como cambiante ese problema había perdido peso, pero no bromeaba desde su experiencia humana al decir que ojalá hubiera nacido de otra forma. Por mucho que estuviera orgulloso de sí mismo, que su coraza hubiese resultado en la total indiferencia de opiniones hacia su persona y hubiese creado el carácter de quien ahora era, ahorrarse esa tonelada de problemas por ser trans quizás hubiera hecho de su adolescencia y vida familiar algo menos desagradable. Ahora incluso se preguntaba si aquello había sido un síntoma muy prematuro de su transformación.

Llevó una mano a su nuca, encontrándola poco familiar al llevar el pelo largo y suspiró. Todos eran aliens transformados en monstruo en un mundo sacado de un videojuego de terror lovecraftiano, aquello no quitaba una pizca de su alegría y cariño por Adru, pero aun así darle vueltas revolvía algo amargo dentro suya. Procuró aferrarse en lo siguiente para distraerse de sus propios pensamientos.

—La verdad es que yo tampoco entiendo eso. Pero bueno, que estoy hecho de hilos y puedo transformarme en salmón si me sale, que alguien me explique eso —cambió la pose para verse más receptivo y dibujó una media sonrisa, alargando un brazo hacia su taza de té—. Sí, en la Tierra lo normal es que los hombres lleven el pelo muy corto pero igual hay chicos que lo llevan largo. Es una de las muchas diferencias. De todas formas creo que el peinado es un extra, es más sobre el conjunto del todo, un look general. Eso y... —dibujó un arco con la mano libre sobre su propio pecho—. Que a ver, no es una moda. Según como quieras reflejarte hay cosas que se disimulan o se resaltan. Igualmente aquí hay muchas especies como para hacer un punto medio exacto, lo importante es que tú te sientas cómodo contigo mismo. Para mi la gente andrógina es de lo más atractiva, es como lo mejor de ambos mundos —dijo con tono animado y una sonrisa—. Pero claro... también es sobre facciones y rasgos corporales —se encogió de hombros—. Tú prueba y busca, con ropa, peinado, maquillaje, lo que sea.

Nime se mordisqueaba el dedo índice mientras escuchaba. Parecía distraída, pero no lo estaba. No era como si Adru quisiese ser un andrógino, tampoco, que era lo que Nime entendía como tercer género, ya que los andróginos en su mundo tenían aspectos bastante diferentes entre sí. Pero era lo más parecido para Nime, y fue lo que asimiló para entenderlo. Asimiló que el cerebro de Adru era andrógino aunque su cuerpo no, y aunque aquello iba contra sus bases libenses, si podía vivir con lo de Rox, podía vivir con aquello. Tal vez algún día, en el futuro, lo entendería mejor.

Cuando Rox habló se dirigía mayormente a Adru, pero ella siguió escuchando. Sabía lo muy diferentes que eran los mundos entre sí y siempre quería saber más de las diferencias. Por ejemplo, había notado que en Sinhdro los edeels tenían el papel de las mujeres, y que en algunos otros mundos parecían ser los hombres quienes lo tenían. Era una locura, pero una que empezaba a asimilar. Y podría seguir asimilando más ahora que su mente comenzaba a abrirse gracias a las infinitas diferencias entre la gente con la que vivía.

—Entonces… Bueno, es una cuestión de gustos, ¿no? Digo la ropa y el pelo y eso. Si, um, por ejemplo, a mí me gustase llevar faldas, que no me gusta —apuntó— seguiría siendo una chica. Así que Adru será Adru se ponga lo que se ponga y Rox también. Supongo que tiene sentido. Nunca me habían explicado nada de eso. Yo pensaba que solo había hombres, mujeres, y andróginos, y… y solo se podía ser andrógino si te cambiaba el cuerpo. Además se les venera, no puede serlo cualquiera… Pero supongo que en vuestros mundos es diferente, como muchas cosas que también son distintas.

Adru no notó demasiado el cambio en el ánimo de Rox y no se preocupó mucho cuando dijo que tampoco entendía bien lo suyo, a fin de cuentas estaban hablando de diferencias entre mundos y tenía sentido.  Asintió ante su explicación acerca del pelo, reafirmándose en su preferencia por mantenerlo largo.
—Sí, por supuesto: no voy a cambiar mi apariencia de forma que me incomode. A lo mejor empiezo a vendarme el pecho. No tengo mucho de momento pero ha crecido durante este tiempo… Creo.
Se miró el pecho momentáneamente pero enseguida desvió la mirada y simplemente se concentró en el resto de la conversación.
>>¿En Libo solo llevan falda los chicos? Vaya, qué curioso. Me alegro de que ahora lo entiendas mejor, Nime. Yo también tengo que seguir investigando sobre el tema, en realidad. Puedes preguntarnos siempre que quieras, ¿verdad, Rox?
Si la conversación no derivaba en nada más la sinhadre se excusaría para irse a su cuarto, en busca de Neil. Quería hablar con él a solas y asegurarle nuevamente que no iba a dejar de ser su edeel. También quería pensar más en el tema de su apariencia.

—¿Solo los chicos llevan faldas? —Rox sonrió, sin poder ocultar su sorpresa al igual que Adru. Definitivamente había muchas diferencias entre todos, el concepto de disforia tal como lo conocía puede que solo pudiera aplicarlo a humanos; no es algo que pudiera forzar en un alien—. Pero vaya, sí, es eso.
Había alegría en su voz. Le apenaba que Nime no lo hubiera entendido en un principio (y normal, se había explicado mal y con nervios) pero que hubiese tardado tan poco en comprenderlo esa segunda vez estaba genial.

—Ya le dije a Adru en su momento, el género es una escala muy amplia donde cada uno se representa en un sitio diferente. Existen hombres afeminados y mujeres muy masculinas, pero tampoco quiere decir que sean o no trans. Si todos los que no siguieran los roles de género a rajatabla fuesen trans, entonces casi todo el mundo lo sería por una cosa u otra. Si encima nos metemos en las diferencias culturales tan tochas no damos a basto.
Atendió con interés a todo lo que añadió la libense de la gente andrógina. Otra sonrisa le ocupó el rostro al caer en algo.
—Oye pues en mi mundo muchos dioses eran andróginos. No sé muchos detalles, pero sé que los hay en muchas culturas —frunció levemente el ceño, pensativo—. También tenemos a los ángeles, que son algo así como santos protectores perfectos y super buenos, y son todos andróginos.

El tema parecía zanjado. El coreano asintió al sinhadre con una sonrisa, encorvándose para alcanzar su taza de té aprovechando que estaba frío y apurarlo. Sin embargo, el runrun de algo más seguía carcomiéndole por dentro. Detuvo a Adru antes de que se marchase, agarrándole de la muñeca para llamar su atención.
—Capi, una cosa —le soltó y se reacomodó en el sitio para mirarle. Aunque tuviera una cara totalmente distinta, sus ojos marrones seguían siendo reconociblemente suyos—. Hasta para mi esto es confuso, y encima es la primera vez que hago de guía para algo así, pero... Cuenta conmigo para lo que sea, en serio. Sé que me repito mucho, pero si te hace falta ropa, consejo, un peluquero, alguien con quien hablarlo, para eso estoy.

No era algo que fuera a decir libremente en voz alta, pero lo cierto es que le daba miedo que a Adru pudieran hacerle daño como a él en su adolescencia, aunque fueran experiencias, culturas y situaciones muy diferentes. Se sentía responsable en cierta medida del gamusino.

Lo que no terminaba de entender del todo la sinhadre eran “los roles de género” ya que para el gamusino tan solo había una diferencia clara entre lo que se le permitía a un edeel frente a un aurva o como eran educados. Era cierto que a veces se esperaban ciertos comportamientos dependiendo del género, pero no algo tan obvio como parecía serlo para el cambiante.
—Eso de ser andrógino suena guay, aunque nunca he oído que exista gente así en Sinhdro ni tampoco conozco una historia con nada parecido a los ángeles de Rox. Pero ahora puedes transformarte en todas esas cosas si quieres —le dijo al coreano con una gran sonrisa.
La habilidad del cambiante le parecía genial, pero Adru estaba tan contento con ser un gamusino que no había rastro de envidia alguna en su observación al respecto.

La conversación ya sí que parecía haber terminado, pero antes de irse sintió la mano de Rox sujetándole para que esperase, por lo que se dio la vuelta y le atendió. Nuevamente se formó una sonrisa amplia en su rostro ante las palabras de apoyo del cambiante y su primer instinto fue abrazarle.
—No podía haber tenido un mejor maestro.

Pareció extrañarle tanto a Adru como a Rox el hecho de que solo los chicos llevasen falda en Libo, y Nime supuso que nunca lo había mencionado. Con la ropa que había por el torreón, todos habían llevado harapos o lo que se hubiesen de casa, que era por lo que sabía que en otros lugares todo el mundo usaba pantalones. A aquello podía acostumbrarse, pero al parecer había mucho más tras el género que la ropa que se usaba o las cosas que se hacían.

Le alegró saber, sin embargo, que en el mundo de Rox también veneraban a los andróginos. Tal vez allí tenían un papel diferente, pero al menos tenían algo en común, y el cambiante entendía a qué se refería cuando los mencionaba.
—Si alguna vez venís conmigo a Libo, cuando podamos, os enseñaré todo eso y más cosas. Ya veréis. —Mencionar aquello la entristeció. Volver a su mundo solo de visita era una idea a la que todavía no se había acostumbrado. Pero estaban en medio de una conversación y trató que no se le notase—. Gracias por explicármelo todo. A lo mejor os hago más preguntas cuando se me ocurran, espero que no os importe —les dijo. Le aliviaba muchísimo que se pudiese hablar de aquello con normalidad y no la hubiesen tomado por tonta por no saber. Ahora sentía tanta curiosidad como antes pero libre de sentimientos de incomodidad.


Sigue en el burdel de dama Espasmo.

Atol
La puerta de la Sede se abrió. Un helión cargado de bultos se abrió paso al interior como pudo. Uno grande al hombro, otro bajo el brazo opuesto y varios más orbitaban a su alrededor, hechizados. Se podía ver claramente que eran grandes trozos de carne.
—¡Skarog está de visita! —saludó con su vozarrón.

Cruzó hasta la cocina y empezó a descargar todo en su sitio dentro del almacén del torreón con bastante ruido. Escuchaba voces aquí y allá, así que se lavó en el fregadero de la cocina y bebió un poco para aclarar la garganta por si se saludaba con alguien. Iba cubierto de polvo y aún arrastraba arena en sus sandalias.
—Debería pegarme una buena ducha.

Pero antes de que pudiera salir de la cocina, alguien apareció.

Unas plantas más arriba, su entrada no había pasado desapercibida a una de las habitantes del edificio, aunque intentaba respetar la privacidad de sus vecinos. Pero, ¿cómo no verle a través del suelo y las paredes con tantos bultos? Llamó su curiosidad pero no bajó a husmear porque otros habían empezado a acercarse a la cocina antes de que ella se lo plantease siquiera.

Sura se encontraba en el salón de la Sede con una libreta en la mano y varios libros a su alrededor, algunos desperdigados por el suelo y otros levitando. En la página del cuaderno podían verse varios nombres tachados, variaciones de otros y diversas invenciones de la naga. Pero en ninguna parte de la página podía leerse la palabra "dama".

La entrada del helión en el edificio le hizo perder la concentración y los libros cayeron al suelo con un ruido sordo. La naga parpadeó un par de veces para enfocar la vista en algo que no fuesen las letras de la libreta y se dirigió hacia la cocina.

-Eh, Skarog - le llamó interceptándolo antes de que saliera.- A ti te andaba yo buscando. Necesito una puesta a punto para mis espadas, el otro día se me cruzó una quimera en el camino con ganas de gresca y no me dejó otra opción que pelear. Por desgracia sus escamas eran duras y han desafinado un poco las hojas - le explicó con un diseño molesto. La quimera en sí no había sido una dura oponente pero para la naga era importante que sus armas estuviesen en perfecto estado.

-¿Cuándo podrás echarles un vistazo? - le preguntó al herrero. Mientras tanto se dirigió a la despensa para hacerse algo de comer.