Sede de los Taumaturgos (Archivo III)

Recuerdo del primer mensaje :

El ataque de risa de Tap fue tal que su cuerpo se sacudió en el aire como si sufriera espasmos. El aparato fonador emitió ruidos incomprensibles que no eran más que el poltergeist intentando hacer ver al idrino lo gracioso que había sido verle la cara en plena descarga eléctrica. Cuando por fin se calmó, Saren le preguntó sobre su cuerpo y Tap comenzó a hablar tan rápido que las palabras se trababan y no salían. Tuvo que coger aire antes de intentarlo de nuevo, esta vez más despacio que la anterior.

—Es de metal irrense y plástico—explicó—. Fabricado por dama Hálito, demi… demiur… demiurga—se le atascaba la palabra. La mención a la violeta le hizo sentir algo de pena. Perder a los pocos gigantes que merecían la pena nunca era divertido. Continuó su charla moviendo cada una de las secciones en las que se dividía y haciendo una mención obvia al aparato que le permitía hablar—. Además lo estoy armando. Como lo de la electric… electricicicicidad—de nuevo se le atascaron las palabras y Tap sacudió la cabeza de manera inútil—. Electricidad. Todavía me que-queda hasta que… aprenda del todo. Pero bueno.

Tap estaba tan eufórico por su nuevo cuerpo que le daba igual las trabas que su ponía. Valoraba la mejora y lo veía todo un pelín más positivo. Un pelín suficiente como para que no quisiera matar al gigante que tenía enfrente en ningún momento. Era probable que el hecho de que fuera Saren y no otro, como Pablo, por ejemplo, también tuviera que ver. Pero lo importante era que, en aquellos momentos, el poltergeist se encontraba a gusto.

—Y tú, ¿Q-qué eres? ¿Y qué haces? Sales muy a menudo de la Sede—Tap estaba realizando esas mismas preguntas a todos los gigantes que decidía que eran dignos de relacionarse. Sobre todo porque según las respuestas, así sabría si lo seguían siendo, si era mejor alejarse de ellos o, simplemente, sabía si podía alegrarse porque la Luna Roja les castigaba con algún aspecto injusto de sus transformaciones. Sabía lo felices que fueron muchos gigantes cuando descubrieron que como poltergeist no podría hablar, así que no pensaba esconder la diversión que le producía saber que ahora a algunos les mataba el sol o que estaban catatónicos durante todo el día en la cama.

Observó con consternación como Guille corría escaleras arriba, sabiendo que no era aquel el momento de ir tras él y mucho menos lo haría con Neil en el estado en el que estaba. Las cosas se fueron calmado, pero las lágrimas de ambos brujos habían dejado un regusto demasiado amargo para la sinhadre. Llevó a su aurva de la mano fuera de la sede con el pretexto de dejar allí el panal y poder hablar con él a solas. Una vez se hubieron hecho cargo de dejar a las abejas lo suficientemente alejadas para que nadie se quejase, el gamusino colocó las manos sobre los hombros de Neil y lo miró a la cara.
—No llores más, no ha pasado nada, ¿verdad? —Compuso una leve mueca de inconformidad—. Tampoco hacía falta que nos gritasen uno tras otro, en realidad. Pero estaban preocupados por nosotros porque nos fuimos sin avisar. Y  encontraré la forma de que puedas tener a las abejas de manera segura y que estén de acuerdo. Además pronto empezaré a trabajar y cuando paguemos el brazo y la pierna de Rena y Eitne ahorraré para que puedas tener tu propia granja de apicultura.
Esbozó una sonrisa e instó al brujo a regresar a la sede, no quería que volviesen a enfadarse porque tardasen demasiado.

Una vez dentro se dirigió hacia la cocina siguiendo el olor de lo que estaba preparando Milo y sentándose a la mesa sin soltar la mano de Neil.
—Hum… Me preocupa Guille —dijo al cabo de unos instantes—. ¿Qué hacemos?
El sinhadre no tenía claro qué era lo mejor, pero al verlos a todos excepto al brujo de las pendicularias sentados tomando chocolate y cuidando del animal que había recogido Eitne le hizo volver a pensar en lo angustiado que se le había visto cuando desapareció escaleras arriba.

El efecto de las palabras de Guille se notó al momento. Nime se dio cuenta de que el brujo había echado más leña al fuego, y ella solo quería tener la fiesta en paz, pero también sintió lástima por las cosas que le dijeron, especialmente Pam. Cuando salió a toda velocidad escaleras arriba llegó a llamarlo diciendo su nombre, pero el niño ni respondió ni se volvió a mirarlos.

Por una vez, Nime se alegraba de tener piedras por ojos, o el llanto de los demás se le habría acabado contagiando. Se aprovechó de eso para intentar parecer menos afectada por las broncas. El animalito de Eitne era una distracción estupenda, pero no se podía quitar de la cabeza la tristeza de Guille y Neil.
—Acabarás siendo el mejor abejero de Rocavarancolia, ya verás. Ya se tragarán sus palabras —le susurró a Neil antes de que se fuese con su edeel a mover el panal.

Luego aceptó la taza que le tendió Milo y se sentó en la cocina. Se quedó pensativa hasta que regresaron los sinhadres, y ante la preguna de Adru dijo:
—Vamos a hablar con él, porfa. Y le llevamos chocolate.

Eitne se sintió un poco mal por Guille. Es verdad que lo habían hecho mal, pero en el fondo compartía con el niño la idea de que ahora era diferente. Él se sentía libre desde que había salido la luna, e incluso poderoso de noche, que podía correr y era de humo. ¡Si ni siquiera se hacía daño cuando tropezaba! No supo muy bien cómo afrontar la situación y se limitó a agachar la cabeza con pesar cuando el brujo echó a correr.

Cogió el pañuelo que le tendió Zob con sus garras y, con cierta torpeza, lió al animalillo. Arrugó la nariz cuando el nublino le pidió que no le pusiera nombre, porque ya había empezado a pensar en varios, pero supo que tenía razón y asintió.

—Vale, vale —dijo a Rena y Pam, que aunque aceptaban al animal no querían que Eitne recogiera más. El niño les dio la razón, pero en el fondo sabía que probablemente lo volvería a hacer. ¿De qué le servía la afinidación si no la usaba?—. Quizá sirva el hechizo, pero ¿y si no funciona igual? ¿Podemos preguntarle mañana a uno de los viejos? —se refería a transformados más veteranos.

La bestia del crepúsculo depositó con cuidado al animal encima del sofá, liado con muchísimo cuidado para que el pañuelo no le hiciera daño en el ala. Volvió enseguida con una cajita de cartón donde guardó al animal y la hizo flotar frente a él para no tener que cargarla, que de noche le costaba mantener el equilibrio a dos patas.

El ambiente en general seguía bastante alicaído y el niño se sentía un poco mal, porque en el fondo estaba utilizando al ratón-pájaro para distraerse a sí mismo de sus propias ganas de llorar.

—A lo mejor sobra una habitación que le podamos dar a las abejas… —dijo un poco para todos, pero en concreto para Neil—. Aunque sea hasta que encontremos otro sitio. Quizás no haga falta echarlas, son unas abejas muy buenas…

Eitne entró a la cocina y se sentó frente a la mesa, pero en el suelo. Llegaba igual de bien y era mucho más cómodo que usar una silla que no cuadraba mucho con su cuerpo nocturno. Impaciente como él solo, ya había metido la lengua en la taza de chocolate y se había manchado el morro cuando Adru y Nime volvieron a hablar de Guille.

—¿Puedo ir con vosotros? —pidió.

Rena bufó con frustración por la rabieta de Guille pero no hizo ademán de seguirle. No iba a servir de nada, lo mejor sería dejar que se desahogara primero, además ella también necesitaba calmarse primero.

Robó un par de tortitas del montón y se sentó con su plato y su taza de chocolate a la mesa, soltando un largo suspiro. Estaba cansada, quería dormir, no quería tener que lidiar con eso, no quería tener que reñir a alguien. Se pasó la mano por la cara, volvió a levantarse y sacó una bandeja donde colocó una de las tazas y otro plato con tortitas.

-Si vais le lleváis esto -dijo sin mirar a nadie. -Y creo que hay libros sobre tratar fracturas con y sin magia en una de las salas de entrenamiento, a lo mejor os ayudan. Si no mañana podemos preguntar a algún veterano como dice Eitne.

Parecía que una vez pasado el enfado y la subida de adrenalina todo el cansancio se le había echado encima de golpe. Tampoco tenía ganas de tortitas.

Apuró el chocolate de un trago y dejó la taza en la pila después de enjuagarla.

-Me voy a dormir, estoy reventada. Mañana hablamos de lo que sea.

Tenía que buscar otra camiseta de pijama que no estuviera rota y al día siguiente pedirle a Pelusa que le remendara esa. Esperaba que le quedase alguna en los baúles de su habitación.

El calor y la pesadez del chocolate aumentó más aún su sueño. Ya podía tener las pesadillas más hardcore que su subconsciente le pudiera ofrecer, que iba a caer muerto en la cama tan pronto la tocase. Picoteó una tortita, más por gula que por hambre real, pero terminó desmigajando el trozo sobrante para ponerlo en la caja del animalito. El mini grifo era adorable, y de estar de mejor humor posiblemente hubiera mostrado el triple de entusiasmo por él. Rox apenas habló, sin fuerzas para debatir la sarta de malas ideas de aquella noche.

Un suspiro sonoro escapó de sus labios cuando dijeron de ir a hablar con Guille, frotándose los ojos en un intento por despejarse una vez se puso en pie. El chico no estaba de humor para nada, con su molestia y cansancio solo quería dejar al español reflexionando toda la noche, pero sabía que eso sería una tortura para el pobre y él mismo tenía un buen cargo de consciencia por ello. Echó un vistazo rápido a los mayores (y la mona) para comprobar su posición en el asunto, encogiéndose de hombros con sutileza.

No tardó en llegar a la conclusión de que lo mejor sería una tregua, hacerle ver lo que pasaba con suavidad, sobre todo ahora que existía la posibilidad de que les viera como a los malos del cuento. Sin embargo ahí no acababan sus motivos por participar en la visita: no se fiaba de los ánimos que pudieran infundirle los pequeños y lo último que necesitaba es que le dijeran “no pasa nada, es que son tontos y no hemos hecho nada malo”. No quería dejar correr la chispa de la rebeldía entre los tres terremotos tan pronto.

—Venga, vamos —dijo sin demasiadas ganas—. Descansa Rena. Si necesitas pijama pilla uno de mi cuarto.

Esperó a que alguien cogiese el plato de tortitas para Guille y salió de la cocina, dando las buenas noches una vez más a Rena y a Pelusa al llegar a las habitaciones. En lo que estuvieron frente al cuarto del español tocó la puerta dos veces.

—¿Guille? — se pegó a esta para hacerse oír—. ¿Nos abres, campeón? Milo ha hecho tortitas con chocolate.

Aunque sollozando Guillermo ya se había conseguido relajar, se limpio un poco las lagrimas con las manos, y pensó en cambiarse de ropa ya que la traía llena de suciedad por la aventura.

Mientras tanto, nada más dar un golpe a la puerta dos Pendicularias, aparecieron y dieron unos golpecitos con el dedo índice a los visitantes como queriendo decir “a donde crees que vais jovencitos” y entre las dos se cruzaron de brazos como una puerta de una discoteca.

Guille recibió la llamada a la puerta a la vez que veía algo curioso mientras se quitaba el segundo jersey “¿Qué es eso?” pensó mientras intentaba mover su cabeza para poder verse los codos, intentando ,con el jersey todavía entre sus manos, mover la cabeza y cambiar la postura,  pero la gravedad hizo su efecto.

-AAAAAH- grito Guillermo más que de dolor  por la impresión de haber tenido una caída tan tonta.

Desde fuera se escucho un ruido sordo y un grito de dolor. Al oír eso las Pendicularias de fuera desaparecieron rápidamente para ver que estaba pasando preocupadas.

La mona del queso vio a Guille salir corriendo hacia el segundo piso con los ojos llenos de lagrimas pero no reaccionó, no intento seguirlo ni intento disculparse. Habia dicho lo que tenia que decir y si, tal vez había sido algo dura, pero ya estaba harta y bastante estresada con todo ese asunto.

Por ello se centro en todo la maniobra para acomodar al pájaro-ratón de Eitne que lo llevo flotando en su cajita hasta la mesa antes de sentarse en el suelo para tomar su chocolate. pelusa se mantuvo en silencio mientras tomaba el suyo, terca en no subir donde estaba el humano y disculparse. <<No, me niego, hay mas mayores aquí que pueden mimarlo. Incluso si yo subo no va a abrirme y todo lo que diga va a sonar falso porque sigo decepcionada >> pensó Pelusa negando con la cabeza decidida a que al menos es anoche no haría nada mas al respecto. Se sentía cansada.

Aun así oyó todo el planteamiento de lo que podrían hacer con la colmena y no dijo anda al respecto. Las picaduras de abeja le preocupaban peor mas lo había hecho el que se fueran, así que mientras de verdad pudieran lidiar con eso insectos sin molestar nadie, le aprecia bien de algún modo.

-Podéis intentar crear un mini jardín interior en una de las habitaciones desocupadas. Con que aviséis que hay dentro no creo que haya problemas- secundo Pelusa con una voz suave sintiéndose inexplicablemente algo mal por el llanto de Neil. Vio a Rena con intención de irse una vez se tomo el chocolate Y las tortitas y se aseguro e decirle que al día siguiente remendaría su pijama. Una vez  termino el chocolate y las tortitas, vio como los niños decidieron ver como estaba Guille, Pelusa decidido volver a su cuarto con lentos y pesados pasos, viendo de reojo como Rox decidía ir al cuarto de Guille junto con los niños.

Sin mas energía para pelear discutir ni hablar, seguía aun algo malhumorada así que ante todo necesitaba dormir, y a poder  ser correctamente, para que se le fuese un poco la mala leche. Tal vez así al día siguiente podría tratar a todos como siempre.

-Buenas noches, intenten dormir un poco. Mañana veremos que nos ayuden con el ave roedora, Eitne- susurro pelusa antes de meterse definitivamente en la habitación y lanzarse duras penas sobre su enorme cama bocabajo. A pesar de llevar ya varios días en el refugio aun le era extraño tener su propio cuarto.

Sabia que le iba a costar conciliar el sueño pero aun así, lo intentó, acurrucándose bajo las alas y buscando ciegas las sabana para cubrirse con ellas como si fuese un ovillo en el centro de la cama. Con suerte durmiendo se le iría la tonta culpabilidad por haber contribuido a que sus amigos se echasen a llorar.

Neil se frotó los ojos con los puños de sus mangas asintiendo hacia Milo cuando le dijo que no era su culpa. No es que eso el hubiera convencido de que no tenía la culpa, pero al menos había conseguido dejar de llorar, reduciéndolo a un simple sollozo.

Aunque las palabras de Nime y Eitne le animaron un poco, todavía se sentía mal por que no le dejaran tener a las abejas.En realidad ni siquiera entendía por qué no le dejaban. Él planeaba cuidarlas bien y no permitiría que picaran a nadie.

Neil siguió diligentemente a su edeel al exterior, todavía moqueando y sollozando. Con tristeza, el brujo dejó el panal fuera de la sede buscando un lugar agradable para las abejas. Neil sollozó un poco de nuevo al tener que dejarlas, pero las palabras de Adru le animaron mucho y le dieron paz. Su edeel le ayudaría, su edeel le conseguiría que pudiera tener sus abejas y su cera y él cocinaría un montón de dulces con la miel que consiguieran para demostrarles a todos que tener abejas era una buena idea. Neil sonrió al gamusino y le dió un corto abrazo antes de seguirla al interior.

Neil no tardó en acomodarse al lado de Adru y comenzó a comer de forma desganada aunque como el dulce siempre conseguía animarle, cuando Nime sugirió llevarle chocolate a Guille, Neil exclamó enseguida.

- ¡Claro! Podemos llevarle chocolate y tortitas y seguro que se pone feliz.

A él el chocolate y sus amigos le habían animado, suponía que si ellos le llevaban la bandeja que había preparado Rena, Guille también se animaría.

Neil se sorprendió al ver a todas las manos en la puerta, ya que él pensaba que estarían dentro junto al brujo, pero se alegró de que al menos ellas pudieran entrar rápidamente cuando oyó el ruido dentro de la habitación.

- No hará falta. Entraré con intangibilidad. Aunque solo sea para comprobar que está bien. El golpe ha sonado fuerte, podría haberse hecho daño- explicó cuando Zob sugirió llamar a una de sus manos. Probablemente las manos no les harían caso a no ser que Guille les hubiera ordenado explicitamente que lo hicieran. O, al menos, eso decían sus estudios de dominio de brujo.

En el suelo después de rodar unas cuantas veces buscando aliviar su dolor, se tranquilico pensado erróneamente que nadie la había visto, se volvió a poner de pie y se quito la ultima capa que le quedaba, la Pendicularias preocupadas le ayudaron a quitárselo y pudo ver a Neil.

-NEEEIL MIRAAAAA MIRAAAAA- Dijo enseñándole los codos- ¡tengo los codos azules! Me estoy trasformando- dijo completamente encantado, en su cara se podía ver que había estado llorando bastante, pero ahora parecía más calmado.

-Lo siento Neil… ¿Ya estas mejor?... Se que he dicho muchas tonterías, pero no quería que os regañaran… sé que hemos hecho algo malo y que era un peligro… pero tampoco tienen que regañarnos todos a la vez… y al final ha salido todo bien y vamos a entender los mismo sin gritos ni decir cosas malas- dijo disculpándose a Neil- ¿Cómo has entrado?- dijo viendo la puerta todavía cerrada

Al final se decidió que algunos subirían a hablar con Guille, grupo en el cual por supuesto también iba Adru. Estaba contento con la decisión que se había tomado porque no se hubiese quedado tranquila dejando al brujo así. Esperó impaciente tras la puerta observando a la pendicularias cruzadas de brazos, pensando si debería intentar convencerlas de que trajeran a Guille pero fue entonces cuando se escuchó el ruido y el grito del humano dentro del cuarto a continuación. Por suerte Neil supo enseguida qué hacer, aunque el gamusino ya se dirigía a intentar abrir la puerta al haberse desvanecido las pendicularias… Descubriendo entonces que estaba abierta.

La abrió por completo para que todos pudieran pasar. Habían podido escuchar lo que uno brujo le dijo al otro, por lo que la sinhadre no quería añadir nada al respecto en aquel momento.
—¡Guille! Te traemos chocolate.

Cuando Milo se terminó el chocolate se acercó a la pila y empezó a fregar los cacharros con expresión ausente, decidido a dejar todo limpio para que nadie se tropezara con el aperitivo de medianoche a la mañana siguiente. Dejó que fuera Zob el que fregara su propia taza, pues el nublino les había hablado del veneno de sus nuevos colmillos, y mientras los pequeños se organizaban para subirle algo a Guille el brujo se limitó a escuchar en silencio.

Cuando Rox se apuntó al plan al norteño se le escapó un leve suspiro de asombro, pues no esperaba que el coreano participara en aquello, pero lo disimuló con un carraspeó y terminó de colocar las tazas mientras preparaban la bandeja para el humano.
—Buenas noches. —se despidió de Rena y Pam cuando estás se fueron a dormir, observando como las dos se perdían escaleras arriba con expresión pensativa. Durante unos segundos se planteó si seguir su ejemplo, notando como la cama le llamaba desde su habitación, pero al final decidió permanecer en pie un rato más.

Reprimiendo un bostezo el irrense siguió a los demás hasta el cuarto de Guile y se apoyó contra la pared de enfrente con los brazos cruzados, observando la escena en silencio. El golpetazo y el grito del enano al otro lado de la puerta, sin embargo, le hizo erguirse en el sitio preocupado. Que las pendicularias se hubieran retirado no era buena señal, pero Neil reaccionó rápido y atravesó la pared con un hechizo de intangibilidad. Cuando Adru abrió la puerta el resto del grupo pudo seguirla a la habitación y Milo estiró el cuello para ver por encima de la cabeza del basilisco.
—¿Estás bien, Guille? —preguntó mientras su bola de cobre oscilaba nerviosa de un lado a otro—. ¿Qué es eso de que tienes los codos azules? ¿Te has hecho un moratón?

Los ánimos parecían haberse calmado de verdad y nadie se opuso a que hablasen con Guille. Nime esperaba que las tortitas y el chocolate fuesen suficiente para que Guille también se sintiese un poco mejor, pero lo primero que vieron al llegar a su cuarto fue que las pendicularias les estaban intentando negar el paso. Incluso cuando Rox mencionó la comida y habló sin enfadarse. Pero luego oyeron un golpe y se retiraron repentinamente. Nime se quedó sorprendida pero no esperó que fuese a ser nada grave. Anque si hubiese dado el golpe a propósito dudaba que las guardianas de la puerta se hubiesen ido.

Después de que Neil se decidiese a entrar, cuando Adru abrió la puerta, ella también corrió a asomarse, casi haciendo caer una de las tortitas del plato que llevaba. Sin embargo, Guille estaba perfectamente, y ya no lloraba tampoco.
—¡Pero si ya se le ha pasado! —dijo para sí, aunque los que estuviesen más cerca lo podrían oír. Cuando Adru le ofreció chocolate al niño, Nime levantó la bandeja de tortitas con una sonrisa y la meneó delante de sus ojos para hacerle las ganas. La tortita que estaba en el borde se cayó finalmente al suelo y, por un segundo, Nime pareció compungida, pero la recogió con la rapidez de una centella y volvió a colocarla en el plato.

Neil se sorprendió cuando Guille le empezó a gritar emocionado en cuanto traspasó la puerta. No llegó a entender sus gritos, pero e brujo le señaló sus codos así que el aurva entendió que Guille había descubierto un cambio de su transformación que antes no había visto. O se había pintado los codos de alguna manera. A Neil tampoco le había quedado muy claro, pero en seguida el humano cambió de tema y comenzó a pedirle perdón.

- No, no, Guille. No te disculpes, no ha sido tú culpa- se disculpó él. No quería que Guille se culpara cuando había sido él quien les había propuesto a todos la escapa-. Por la puerta- contestó a su pregunta con algo de humor.

En ese momento Adru y el resto entraron por la puerta ya que esta estaba aparentemente abierta. Neil se sintió un poco avergonzado y torpe por haber utilizado magia cuando no había necesidad, pero enseguida se olvidó de ello en cuanto vió que a Nime se le caía una tortita. Al sinhadre casi le da un patatús cuando la libense volvió a dejar la tortita en el plato, preparando enseguida un hechizo de limpieza en los dedos.

El sonido de pezuñas sobre la piedra irregular de la calle podía oirse. Galopando, causaba un efecto doppler que se reverberaba por toda la calle. Durante toda aquella mañana podian oirse el trotar de las caballerizas, la irregular caida y los gritos de angustia y dolor. La frustración podia olerse en el aire y, en aquellos momentos cualquier viandante de la sede o persona que deseaba salir y acceder a la calle deberia mirar a ambos lados primero antes de cruzar, bajo riesgo de ser atropellado por casi una tonelada de centauro en prácticas.

Al principio Lorenzo se intentó mantener serio, corriendo de un lado para otro, practicando varios giros y velocidades. Pero pronto se dejaba llevar por el júbilo y abandono. Era una sensación extraña, eran unos nuevos miembros y dimensiones, pero sin duda formaban parte de su cuerpo y era él quién tenia el control sobre ellos. Se podría tildar como un descubrimiento introspectivo, cuan íntimo podría llegar a ser con su mitad inferior.
—¡Por Santiago y por España!—bramó a viva voz antes de intentar hacer un derrape en seco que no le salió para nada bien.

El sonido del golpetazo que siguió a su masa de cuerpo volando por la pura inercia de la carrera tan solo igualó al del estremecimiento de la ruina donde habría dado a parar. Sangre, dolor, huesos rotos y músculos tirados, el español gritó de rabia e intentó ponerse de pie, batiendose los hombros librándose de escombros que le rodeaban. Sus piernas aunque fuertes no podian ayudarle cuando estaban así de heridas.
—¡Maldita sea el enser del diablo este! ¡Mal rayo parta al hideputa que pusome ahí la ruina!— bramó a continuación.

-Tampoco tuya- dijo Guillermo serio por primera vez en mucho tiempo - No es culpa nuestra si hay que culpar a alguien vamos a culpar a los monstruos de la ciudad.

Nada más Adru pronuncio la palabra chocolate las tripas de Guillermo sonaron. Se sonrojo, al haber sido desvelada su hambre.

-Es por mi trasformación, me estoy transformando- Dijo para contestar a Milo, pero los ojos se les fueron a las tortitas que traía Nime, las siguió con los ojos y casi salto cuando vio que una se caía al suelo.

-Pero ahora a comer-Dijo acercándose a las tortitas, y cogiendo una y metiéndosela en la boca- Neil me enseñas ese hechizo para traspasar paredes, ¿me ayudas con los hechizos en general? Quiero aprender.  Adru también quiero aprender a luchar ¿Me enseñas?- dijo mientras se comía las tortitas- voy a hacerme fuerte para que no se tengan que preocupar los mayores.

(Respondiendo a este post, después de la Fiesta de la Bahía)

Sinceridad practicaba con sus alas y sus nuevos ojos varias mañanas a la semana, y a veces coincidía con el diestro, quien hacía lo mismo con sus poderosas patas. Le observaba con cierta admiración (de la que se arrepentiría más tarde), pues podía llegar a ser una criatura formidable, a su manera, fuerte, resistente y veloz. A su manera, ella también, si conseguía armonizar sus dotes de vuelo con su nueva visión. Así que mientras el español iba de un lado a otro cerca del torreón, ella seguía practicando el vuelo con ojos aquí y allá abiertos, mirando a puntos concretos del suelo o a su espalda, desde varios flancos.

En esas estaba cuando escuchó gritos de una voz familiar. Cerró todos los ojos menos un par frontales y corrió en busca de Lorenzo. Dio con él en unos escombros. Mejor dicho, él se dio contra unos escombros. O una pared. ¡O a saber, cabeza loca!
—¿¡Pero qué has hecho!? —le salió del alma. Si hubiera estado de pie le habría sacudido de la camiseta, por atolondrado <<Si no los mata la ciudad los acabaré matando yo>>

Se apresuró a ayudarle a salir de allí, quitando cualquier piedra o lo que fuera que tuviera encima, pero poco más podría hacer, viendo el panorama. Estaba bastante lastimado y, si no se equivocaba, con algunas extremidades en muy mal estado. <<Y yo sin magia, joder>> Por suerte, venía más gente, alertada por los gritos.