Sede de los Taumaturgos (Archivo III)

Recuerdo del primer mensaje :

El ataque de risa de Tap fue tal que su cuerpo se sacudió en el aire como si sufriera espasmos. El aparato fonador emitió ruidos incomprensibles que no eran más que el poltergeist intentando hacer ver al idrino lo gracioso que había sido verle la cara en plena descarga eléctrica. Cuando por fin se calmó, Saren le preguntó sobre su cuerpo y Tap comenzó a hablar tan rápido que las palabras se trababan y no salían. Tuvo que coger aire antes de intentarlo de nuevo, esta vez más despacio que la anterior.

—Es de metal irrense y plástico—explicó—. Fabricado por dama Hálito, demi… demiur… demiurga—se le atascaba la palabra. La mención a la violeta le hizo sentir algo de pena. Perder a los pocos gigantes que merecían la pena nunca era divertido. Continuó su charla moviendo cada una de las secciones en las que se dividía y haciendo una mención obvia al aparato que le permitía hablar—. Además lo estoy armando. Como lo de la electric… electricicicicidad—de nuevo se le atascaron las palabras y Tap sacudió la cabeza de manera inútil—. Electricidad. Todavía me que-queda hasta que… aprenda del todo. Pero bueno.

Tap estaba tan eufórico por su nuevo cuerpo que le daba igual las trabas que su ponía. Valoraba la mejora y lo veía todo un pelín más positivo. Un pelín suficiente como para que no quisiera matar al gigante que tenía enfrente en ningún momento. Era probable que el hecho de que fuera Saren y no otro, como Pablo, por ejemplo, también tuviera que ver. Pero lo importante era que, en aquellos momentos, el poltergeist se encontraba a gusto.

—Y tú, ¿Q-qué eres? ¿Y qué haces? Sales muy a menudo de la Sede—Tap estaba realizando esas mismas preguntas a todos los gigantes que decidía que eran dignos de relacionarse. Sobre todo porque según las respuestas, así sabría si lo seguían siendo, si era mejor alejarse de ellos o, simplemente, sabía si podía alegrarse porque la Luna Roja les castigaba con algún aspecto injusto de sus transformaciones. Sabía lo felices que fueron muchos gigantes cuando descubrieron que como poltergeist no podría hablar, así que no pensaba esconder la diversión que le producía saber que ahora a algunos les mataba el sol o que estaban catatónicos durante todo el día en la cama.

—No, no lo sabe nadie más —gruñó el trasgo. No había tenido tiempo de hacerlo, y dado que Shizel (su primera elección) se iba de la ciudad sus opciones habían sido limitadas. frunció el ceño cuando el foner propuso mantenerlo en secreto, pero al ver que Saren asentía se limitó a encogerse de hombros.

—No estoy muy seguro —admitió, recordando la charla que habían tenido. Antes de poder decir nada más el idrino dijo que se iba. Bran se quedó congelado a medio camino de decirle que se quedara cuando la puerta se cerró. Poniendo los ojos en blanco, se giró hacia DL—. Y no, no ha dado forma de contacto, pero sí puedo decirte algo. Me ha preguntado que si puede visitarme —la seriedad del trasgo encerraba no poca desconfianza—. Le he dicho que sí. Si quieres puedo decirle algo de tu parte la próxima vez que lo vea.

El cambiante alzo ligeramente una ceja ante la seca respuesta de Saren y por un momento tuvo la intención de responder con sequedad, que sino quería hablarle así se podría  simplemente haber callado, pero se contuvo. Estaban todos demasiados tensos y agobiados por la noticia de Zmey como para no reaccionar con los nervios descompuestos. Y en el caso de Saren parecía incluso serle mas duro. Por suerte si estuvo de acuerdo en no decirle nada al resto, al menos por el momento.

Tras decir eso Saren se fue dejando a Branniel casi con la palabra en la boca y DL suspiró.

-En realidad no tengo claro que decirle pero...-dudo un poco al respecto, no sabía muy bien como llevar esa situación. Lo único que tenia claro era que agobiar a Zmey no era una opción- Tan solo dile que si quiere nos gustaría poder encontrarnos con el -dijo suponiendo que Saren también querría, mas por como había reaccionado ante la noticia y sino, pues simplemente que no fuera. Su pobre cabeza no daba para mas en ese momento.

Ya verían que harían si Branniel conseguía hablar con el y este accedía, por el momento ya estaba saturado. El había dado la idea de no decir nada aun, pero no permitir que el pensamiento se escapara teniendo alguien mentalista e idrino cerca iba a ser peliagudo.

- No vamos a mantenerlo en secreto de todos eternamente, solo bueno...asegurarnos con Zmey primero o algo- añadió sin dar mas de si. Se presionó el puente de la nariz. Quería una ducha relajante y despejarse- Necesito una ducha, un te...o drogas...o yo que se -gruño para si y se levantó de la cama- Creo que iré a tomarme una ducha y aclarar ideas. Si Zmey vuelve a contarte avísanos -le pidió a pesar de suponer que el trasgo lo haría aunque no se lo pidiera- Siento dejarte así, pero llevo un di muy largo y tengo mucho en que pensar - añadió DL que salió del cuarto y le hizo un gesto al trasgo para que le imitara, y así poder cerrar.

Tras eso se marcho después hacia las duchas, no tenia nada mas que decirle a Branniel, al menos que fuese coherente. Luego de despejarse, si seguí allí, ya vería.

Era bastante temprano por la mañana, de hecho apenas estaba saliendo el sol. La ventana de la habitación de Marsi estaba abierta de par en par. Fuera hacía frío, y la ciudad gris estaba cubierta por una fina capa de niebla.

La dullahan llevaba pantalones rasgados y una gruesa chaqueta que le iba un par de tallas grandes, pero que era cómoda y calentita. Repasaba el contenido de una mochila de tela: talismanes que no podía utilizar, una cantimplora, una bolsa de galletas y algunas monedas que le había dado el violinista. En su cama descansaban dos ramos de flores, atados cada uno con una cinta negra. Se cologó la mochila a la espalda, cubriéndola con su escudo ligero, cogió los ramos de flores y salió de la habitación.

El dormitorio de Sura estaba cerca. Al lado, realmente. Llamó un par de veces a la puerta con los nudillos y proyectó su voz mental para avisar de que ya estaba allí. Se sentía un poco mal por tener que hacer madrugar a la naga, pero necesitaba que alguien le acompañase, e ir hasta Serpentaria para pedírselo a Alice habría sido demasiado lío, y demasiada molestia para la bruja. A Sura la veía a diario, entrenaban juntas, le resultaba mucho más sencillo. Y aún así seguía estando algo insegura por ello.

Surásara llevaba un tiempo bastante ocupada, una vez pasadas las pruebas del ejército le esperaban interminables horas aprendiendo cosas respecto a cómo se organizaba aquel lugar y lo cierto es que la ulterana agradecía que la ciudad no estuviese en ninguna guerra en ese momento.

Además de sus deberes en el ejército también entrenaba por su cuenta para intentar no quedarse como soldado raso, y no sólo eso, si no que también estudiaba los libros de runas que caían en sus manos. Una petición de Marsi la sacó de su rutina, tuvo que madrugar pero a la naga poco le importaba eso, estaba más que acostumbrada a ello.

Cuando oyó la voz de Marsi colándose en su mente Sura se movió con celeridad hacia la puerta, con tanta que de un coletazo tiró una pila de libros que ya había leído.

-Mierda - masculló antes de abrirle la puerta a la varmana. Ya estaba preparada con sus armas y demás antes de que la chica picara a su puerta.- Dame un segundo - con la cola había empezado a apilar los libros otra vez dejando ver que no era la primera vez que le pasaba, y a buen seguro no sería la última.- ¿Nos vamos? - le dijo con una sonrisa una vez hubo acabado.

Marsi esperó pacientemente a que Sura abriese la puerta, y luego a que recolocase los libros que había tirado al ir a abrirle. Lo cierto es que la naga se había acostumbrado bastante deprisa a su nievo cuerpo, a pesar de esos pequeños ''accidentes''. Hizo un gesto afirmativo con una mano como respuesta y se separó de la pared donde había estado apoyada.

Según bajaban las escaleras, Sura al frente por si daba algún ''traspiés'', le daba vueltas a su pequeña excursión.

-<<Me sabe mal que tengas que acompañarme>>- le dijo- << Pero gracias, de verdad. No se si hubiese sido capaz de ir sola...>>

Llegaron a la puerta, sin encontrarse con nadie. Los demás de la Sede debían estar aún durmiendo. El frío de la mañana se le coló entre las ropas cuando abrió la puerta. Una fina capa de nubes cubría el cielo. Hacía un día perfecto.


Sigue en el Cementerio.

Karime disfrutó de la Luna tanto como pudo, correteando con la manada por un lado y molestando a los novatos siempre que podía, pero cuando esta desapareció, la rutina, y ciertas preocupaciones, cayeron sobre ella. Sus días se basaban en trabajar, estudiar su libro de alquimia, entrenar todo lo que no había podido entrenar durante el trabajo y pasar tiempo con Saren, el cual cada vez se iba más distanciando de todos, incluso de ella. La loba no entendía que pasaba exactamente con el idrino, aunque sospechaba que tenía que ver con la traumática experiencia por la que había pasado y de la que Karime no había podido salvarle, no al menos antes de que el daño estuviera hecho. Aquella situación frustraba en sobremanera a la licántropa, que no dejaba de intentar arrastrar al selkie al exterior.

Karime también gastó algo de su tiempo en entablar otras relaciones fuera de su habitual círculo con algunos de sus compañeros en el ejército o con personas que conocía en la taberna o el pub, aunque nunca tan profundas como las que ya tenía. Amistades que consiguieron abarrotar su cuaderno de nombres y tachones.

Karime, en su afán de comunicarse con sus seres queridos de Libo, gastó la mayoría de sus ahorros en la contratación de un mercader que pudiera hacer llegar sus cartas a Ilol, a Lima y a su padre, aunque las cartas a este último se basaban principalmente en buenos deseos y listas de los posibles productos que podrían interesarle y que ella podría mandarle. También compró un sellador de cartas que asegurara mágicamente que dicha carta no pudiera ser abierta por nadie más que no fuera el receptor, no porque creyera que alguien estuviera interesado en interferir en su correo, sino porque quería poner todos los medios posibles para conseguir que sus mensajes y regalos llegaran de la manera más segura posible. También visitó personalmente Libo algunos días, consiguiendo los permisos necesarios para poder ver a Ilol, pero ninguno se extendió demasiado en el tiempo, bajo la promesa de un gran viaje lleno de regalos en compañía de Saren tal y como él había prometido, esperando que su confinamiento terminara pronto.

Aquel tiempo también fue el periodo de adaptación a la ciudad de los nuevos transformados y Karime tuvo la oportunidad de conocer a algunos de ellos, sino todos, gracias a que se habían asentado en la Sede y Serpentaria. De entre ellos, el cachorro, como Karime llamaba a los novatos, que más destacó para la loba fue el vánara. Aquel estrafalario y temerario humano que no dejaba de hablar de cosas incomprensibles para la libense, se pasaba los días retando a duelos a todo aquel que considerara un rival digno dentro de la Sede. Karime, como no podía ser de otra manera, fue una de las primeras en ser solicitada. A la licántropa le divertía las maneras del vánara y, aunque la mayoría de veces le aconsejaba que frenara y primero entrenara, no pudo resistirse a un par de duelos, que terminaron, como no podía ser de otra manera, con Karime como vencedora.

Lo más chocante y difícil de asimilar para la libense durante aquella temporada fue la partida de Alder. Cuando la sinhadre quedó con ella para contarle su decisión de volver a Sinhdro, Karime no podría creérselo. Alder argumentaba su decisión diciendo que, a diferencia de Karime y Seon, ella no pertenecía a aquella ciudad, incluso la licántropa pudo percibir que la sinhadre se sentía de alguna manera acomplejada con ser la única que no había sido transformada por la Luna. Alder también le dijo que la decisión había sido muy difícil de tomar y ella era una de las razones; que probablemente no entendiera el paso que iba a dar, pero que nunca dejaría de considerarla su amiga. Karime, simplemente, no quería escucharla. Frustrada y enfadada, Karime gritó algunos reclamos y posiblemente algunas ofensas de las que luego se arrepentiría, y salió del lugar cabreada, dejando a Alder con claros signos de querer llorar.

El enfado no le duró mucho a la licántropa, pues una vez estuvo en su habitación pudo reflexionar sobre lo ocurrido y volvió al día siguiente con las orejas agachadas, pidiendo perdón a su amiga por su comportamiento y diciéndole que, aunque no compartía su opinión y no entendía del todo sus razones, la apoyaría en todas sus decisiones. Cuando llegó el día del adiós, se despidió de ella haciéndole prometer que podría ir a visitarla de vez en cuando.

Con el paso del tiempo, Karime tuvo que acostumbrarse a la pérdida de su amiga, molesta al percatarse de que con Lima en Libo y Alder en Sinhdro, ya no le quedaba compañía femenina que disfrutara tanto de las perversiones y las cuestiones que para otros podían llegar a ser embarazosas. A pesar de lo mal que lo pasó, en ningún momento dejó de insistir en su afán de que Saren saliera de su autoconfinamiento, alentada por el miedo a perder más individuos de su manada humana y uno de los más importantes, así como había sido Alder. Cuando el idrino por fin dio muestras de querer volver a relacionarse con el exterior y sus amigos, Karime no pudo estar más feliz.

Así el tiempo pasó, llegando a Samhein, el cual la loba pasó junto a la manada, preguntándose en todo momento cómo serían los nuevos cosechados, cuáles serían sus pensamientos cuando despertaran en las mazmorras y se encontraran con el resto en la fuente. Karime pensó en sus primeros días en la ciudad; en como Ariv y ella se habían perdido en el Barrio de los Callejones Sin Salida; en cómo, días después, habían seguido un rastro y habían dado con el torreón Maciel, y en cómo se habían hecho un hueco en el torreón y todo lo que ahí había pasado después. ¿Qué habría sido de ellos si hubieran conocido toda la verdad desde el primer día? “Realmente,” se dijo con una sonrisa mirando como el vórtice de la Tierra se cerraba “no quiero saber la respuesta.”

Shizel había atendido ese día a un cliente en la Sede, pero aún tenía la mente en otra parte tras lo sucedido en la casa enamoradiza. Le remordía en la conciencia lo que hubiera podido pasarle a aquellos niños, y tenía un mal presentimiento. Solo había realizado para Lapis unos cuantos encargos de aquel estilo, pero había hecho muchos más para otros clientes. No quería pararse a pensar que todos hubieran ido a parar al mismo sitio.

Tal vez por eso pensaba en la cosecha ese día, tras semanas apartándola de su mente. En más niños que no sabían lo que se les venían encima. En ella, según le habían contado, esta vez había alguien de Idris.

Casi chocó con Karime, sumido en sus pensamientos. Parpadeó para volver a la realidad, no queriendo saludarla distraído. Se alegraba de veras de verla. Era la primera vez que la veía desde que la licántropa había ido a pasar Samhein con la manada, tal vez por desencuentros horarios. El skrýmir trabajaba mucho y estaba echando mucho en falta tiempo que pasar con los suyos.

Karime acababa de volver del trabajo hacia relativamente poco y luego de un baño había decidido ir a la cocina a buscar algo (o alguien) a lo que hincarle el diente. Mientras trotaba feliz casi chocó con alguien, que resultó ser Shizel, a lo que Karime reaccionó haciendo aparecer colas y orejas y moviéndolas alegremente.

- ¡Pero si es mi perlita escarchada favorita! ¿Cómo tu por aquí, bomboncito mío?- le preguntó saltándole al cuello y frotando su hocico en su mejilla-. Uff, qué fresquito estás ¡vas a coger un pasmo! Abrígate que no quiero enfermitos por aquí, que ya suficientes miembros de mi manada me están abandonado vilmente. ¿Te lo puedes creer, perlita mía? ¡La gente ya no me quiere como antes! ¡A mí! ¡Sin la cual la criba habría sido tremendamente aburrida y normal! ¡Qué desfachatez!- Karime fingió un desmayo y luego se irguió de nuevo mostrando una sonrisa lobuna-. ¿Has perdido la voz que no dices nada?- dijo ampliando su sonrisa, como si no hubiera sido ella misma la que no le había permitido hablar.

Shizel se dejó efusivizar. Con Ka hacía esa especie de concesión especial, y de habérsela echado DL en cara no habría sabido muy bien qué contestarle. Se debía, en el fondo, a que hacía tiempo que el skrýmir había renunciado a establecerle a la licántropa unos límites claros y, con el pasar de la convivencia, había dejado de verlos necesarios con ella. Le resultaba muy refrescante, la verdad fuese dicha.
—Si cojo algo no será por el frío —terció, la sonrisa más amplia de lo que era consciente al separarse de nuevo—. Y seguro que sí lo hacen, Ka. Yo era el más interesado en tener una cosecha aburrida y normal y te sigo queriendo.

Era relajante poder soltar aquellas cosas y no tener que pensar en cómo se lo tomaría la otra persona. Aquellas últimas charlas con DL, sin saberlo, habían ejercido gran presión sobre él en ese sentido. Buscar las palabras, asegurarse de que a la vez fueran correctas y expresasen lo que quería decir.

—Estaba pensando en la cosecha de este año —le confesó—. En cómo estarán.

Karime rió abiertamente y agarró del brazo al skrýmir para arrastrarlo a la cocina tras ella, ya que todavía tenía algo de hambre.

- ¿Eso es una confesión? ¡Oh, querido Shizel, me haces taaan feliz!- gritó exageradamente-. ¡Casémonos por todo lo alto y tengamos mil y un hijos! Con tu capacidad mágica y mi increíble e inigualable sex-appeal pueden ser los próximos reyes del mundo. ¿Te lo imaginas, Perlita? Podemos crear un ejército de niños potentorros y poderosos. No se tu, pero yo lo veo.

Ka sentó alegremente al idrino en un taburete y se acercó a hurgar en la nevera y la despensa en busca de algo fácil que llevarse a la boca. Para su suerte, encontró las sobras de la cena del día anterior con las que se hizo un rápido bocadillo.

- Muertos de miedo en una esquina meándose en sus pantalones, saliendo a matar bichos en plan héroes y siendo devorados por colaespinas, peleando contra los otros hasta matarse entre ellos, quedarse encerrados en el torreón fingiendo que no están en una ciudad que desea su muerte,… las probabilidades son infinititas- teorizó tranquilamente, luego le dio un gran mordisco al bocadillo y se lo ofreció a Shizel-. ¿Quieres un poco?

—Considérate afortunada, me han dado a entender últimamente que tengo un riesgo de fuga alto —contestó Shizel a su vez, por lo demás dejándose entretener por el muestrario de posibilidades que iba recitando la libense. Cuestiones de compatibilidad genética aparte, se permitió sonreír socarrón al pensar en el ataque que les habría dado a sus padres de haber traído una chica embarazada a casa, y más una tan desinhibida como Ka. Le habían advertido expresamente al respecto, y sabía que si cumplían su promesa habría quedado con toda probabilidad desheredado.

—Sí, pero ya me haré yo algo —determinadas cosas le revolvían el estómago a la hora de trabajar con los recuerdos de sus clientes, pero aquel día el gasto de magia solo le había dejado con hambre—. Gracias. Da gusto tener qué elegir ahora, ¿verdad? —rememoró, pensativo, mientras hacía gestos distraídos para que un segundo bocadillo se formase por su cuenta, sus ingredientes moviéndose solos—. En su día di mucho la vara con lo poco que traían las cestas. Y con Maciel, en general.

Advirtió lo mucho que cambiaba su perspectiva de ello al ser ciudadano de Rocavarancolia. Ahora su pensamiento natural al respecto era que los cosechados tenían incluso demasiada suerte de recibir provisiones, dada la naturaleza de la ciudad.

—Esta vez hay una idrina, me han contado. ¿No te ha dado nunca curiosidad, aunque fuese por los de Libo? —le preguntó a la libense—. No me gusta la idea de espiarlos. Me habría enfadado muchísimo en su lugar. Pero a veces me tienta. No es como si hubiese otra manera de interactuar normalmente con ellos.

- ¿Afortunada yo? Eso siempre, pero el que se debería considerar afortunado en este caso eres tú, querido. Atar a un alma libre como yo puede resultar muy complicado. Muerdo y araño bastante, aunque por lo demás soy un partidazo, solo hay que verme- rió mientras seguía devorando su comida.

Karime solía ser una loba bastante hambrienta luego de los entrenamientos, así que no tardó en prepararse un segundo bocadillo cuando terminó el primero. Además añadió a la comida una botella de syv frio que siempre tenía en la nevera, a pesar de que Ariv, Alder y Seon siempre le decían que no era ese el modo de beberlo.

- Nosotros quejándonos y luego dejamos el torreón peor de lo que lo encontramos. El sindicato de cosechados debería denunciarnos por negligencia y uso indebido de torreones públicos. Aunque no creo que hiciéramos un mal trabajo con el arreglo. Más teniendo en cuenta los pocos recursos que teníamos- comentó alegremente.

Karime terminó de devorar su segundo bocadillo mientras escuchaba a Shizel.

- Yo tengo entendido que hay dos libenses, pero sé que ninguno forma parte de mis conocidos-. Karime calló para darle un trago a su bebida-. No tengo tanta curiosidad por los libenses como por todos en general. Ellos no me interesan especialmente a no ser que logren superar la Luna, pero si hablamos de la cosecha completa….- Karime mostró una sonrisa picarona-. Sí que me gustaría ir a ver a los cachorritos. Siempre es bueno conocer la mercancía antes de adquirirla- comentó en tono de burla-. ¿Crees que nos espiaron a nosotros?

A Shizel se le escapó una carcajada con aquello.
—Sí, sí que es verdad —el recuerdo del incendio de Maciel y su posterior reparación lo empujó al fondo de su mente, no queriendo traer a su mente recuerdos del Duende. Quería pensar que había muerto—. La Luna fue un caos. Entre las ratas, la sangre, las plumas de Saren, tus pelos, la bilis negra de Bran... —¿cuándo se había convertido en una persona que bromeaba con esas cosas?—. Eh, pero cumplimos. Enviamos a RR a arreglarlo, ¿no te acuerdas?

El Duende también había sido convocado por el castillo a aquellas partidas de reconstrucción y limpieza. Maldita sea. Últimamente todo le hacía acordarse de él y preguntarse si era buena idea permitir que siguiera suelto. Desde que trabajaba en aquello Shizel cada vez era menos tolerante con los riesgos. El skrýmir pasó de buen grado a otra cosa.

—Seguramente —no se había parado a pensarlo en serio hasta entonces, pero el grupo de los mercenarios de la Brecha había llegado sospechosamente pronto a presentarse—. Diría que es incluso una costumbre. Hubo quien pasó por Letargo también en cuanto se levantó la prohibición.

Se acodó en la mesa, pensativo de nuevo. Había llovido demasiado para enfadarse por ello, solo le quedaba curiosidad al respecto.
—Me pregunto qué pensarían de nosotros.

Visitar a la cosecha... la posibilidad le tentó una vez más.
—Tal vez deberíamos recoger el testigo de esa costumbre —le dijo a la libense—. Pasarnos por los torreones una vez sale la Luna, a darles la bienvenida. Ahora que aún nos acordamos de que adaptarse no es fácil.

Le costó decir lo siguiente en tono casual, y de hecho apenas lo logró.
—Si fuese en ese caso... supongo que sería disculpable observarles un poco primero. Saber con quién tratamos.

Karime rió cuando Shizel habló del caos de la Luna y el aviso general que se hizo desde el consejo para algunos cosechados que habían hecho importantes destrozos durante la criba. La licántropa hacía tiempo había aprendido a mirar hacia atrás sin que aquello le afectara negativamente. Poco tiempo después de que la Luna que los había transformado desapareciera, Karime se había dado cuenta que todos los esfuerzos que ella hacía por mantener a la que había considerado su manada humana eran inútiles. No todos los que había considerado como tal lo fueron realmente en su momento y pocos de los que si lo fueron se mantuvieron siéndolo. Karime pronto había comprendido que solo su verdadera manada se mantendría a su lado y por ahora así había sido. “No es como si me quedaran pocos.” Pensó de forma positiva “Alder se ha ido, pero me quedan todavía la mayoría de los antiguos macieleros.”

- De ti no sé, pero de mi seguro que pensaron que les había tocado el premio gordo. Antes de mi aun tenían alguna chica guapa en el burdel, pero, reconozcámoslo, soy mucho más ardiente que cualquiera de ellas, incluso que la demonio del fuego- dijo pícaramente mientras se lamia la punta del dedo índice y se picaba con él el culo. “Psshhs.”Luego le guiñó un ojo exageradamente y rió-. Yo suelo ser más partidaria de pasar esa noche aullando a la Luna con mi manada cuadrúpeda, pero supongo que puede resultar interesante ver a los cachorros en mitad de su transformación. Además, así puedo llevarme conmigo a los que se vuelvan lobos o ayudar a los posibles licántropos. Además, estarán en su momento de mayor vulnerabilidad-. Karime rio siniestramente y se frotó las manos como si estuviera maquinando un plan maligno-. ¡Sí, creo que puede ser divertido!

Cuando Shizel sugirió observarlos antes de su transformación, Karime comenzó a sonreír pícaramente, como si el idrino acabara de comentarle un sucio y morboso plan.

- Quieres ir a espiarlos- canturreó con picardía-. ¿Quieres que nos escondamos tras un muro y observemos a tiernos e inocentes cachorritos practicar torpemente con cuchillitos o sacar chispitas de sus dedos intentando hacer magia? ¿O lo que realmente quieres es verlos darse baños de agua fría después de haber llevado veinte cubos de agua escaleras arriba? ¡Oh, Shizel, que pervertido! No sabía que eras un voyeurista. ¿Me espiabas a mí mientras me bañaba? Porque ya sabes que solo tenías que pedirlo y te hubiera dado el espectáculo completo, privado y totalmente gratis- dijo sin dejar de sonreír y guiñándole un ojo de nuevo, pero andando ya hacia la puerta, dando a entender que la idea le gustaba y que podían ir desde ese mismo momento.

—Ka, no —la advirtió divertido cuando la licántropa se frotó las manos. No sabía qué estaba pensando exactamente, pero sospechaba que "no" era una respuesta recomendable que dar por adelantado.

—Quiero conocerlos —terció con énfasis ante sus acusaciones, perfectamente consciente de que la licántropa buscaba ponerle nervioso. Aún así sabía que estaba contraviniendo sus propias normas y no pudo evitar mirar a otro lado. Volvió a reír ante determinada mención muy específica—. Madre mía, espero que a mí no me pillaran vitoreando después de subir los cubos con magia y calentarlos. Pensarían que era un paleto.
Le puso de buen humor, recordar los tiempos en que hacerse intangible era un reto y el logro que había supuesto ir descifrando un hechizo tras otro. Algo de aquello se había perdido con la transformación y la ciudadanía, y eran cosas que Shizel recordaba con mucho cariño.

Puso los ojos en blanco.
—Si de veras hubiera querido espiarte no habrías podido hacer nada por detenerme. Niebla mágica, ¿recuerdas? Da gracias a que los idrinos seamos unos caballeros.
En realidad había sido a él a quien habían sorprendido en la bañera. Ahora que se paraba a pensar en ello, su cosecha había puesto a prueba su tolreancia en todos los frentes.

—Vamos antes de que me arrepienta —resolvió, siguiendo a Ka. Con la libense como catalizador, la curiosidad le podía al deseo de ser educado.

Sigue en las Calles cercanas a ambos torreones.

- Naah, seguramente te miraban tiernamente diciendo “oh, míralo, se pone feliz de hacer salir chispitas de sus manos ¡vamos a quedárnoslo de mascota!” Pero, claro, luego descubrieron que resulta muy caro mantenerte y se decantaron por bichos más asequibles- le dijo riendo, con una sonrisa en la cara que demostraba claramente que sus intenciones no eran ofensiva-. Y que sepas que no es tan malo conocer a alguien en la bañera. Así fue como conocí yo a Saren y mira lo bien que nos ha ido hasta ahora.

La licántropa se sentó en el suelo para ponerse las botas que se había quitado al entrar, se recolocó el parche y siguió a Shizel por la puerta.

- ¿Me puedes decir en qué mundo yo, YO, querría hacer nada para detenerte de espiarme? ¡Creía que había quedado más que claro que era una exhibicionista! Por eso yo te llevo intentando hacer ver desde hace tiempo que somos la pareja perfecta. Exhibicionista y voyeurista. Oh, escribirán romances en nuestro honor- dramatizó exageradamente para luego soltar una carcajada-. Te puedo asegurar, querido mío, que nada de lo que hagas conmigo derivará en arrepentimiento.


Sigue en las Calles cercanas a ambos torreones.

Wen había estado meditando sobre las mejores opciones para sustituirla en el burdel y había concluido que la única persona de su círculo que no tenía trabajo y podía interesarle ese, a la vez que podía cumplir con las expectativas, era Saren. Por eso había decidido proponérselo a él cuanto antes, ya que si se negaba también podría ayudarle a buscar entre los novatos más recientes alguno que pudiera optar al puesto.

Toco la puerta de la Sede de los Taumaturgos con tranquilidad y fue una de las sinhadres de la última cosecha quien le abrió la puerta. Seria y educadamente le pidió que avisara a Saren de su llegada y espero pacientemente en la sala a que el selkie apareciera.