Sede de los Taumaturgos

Eitne se dijo a sí mismo que lo mejor que podía hacer en ese momento era callar y atender, por un lado porque quería llenar los huecos que le faltaban y por otro porque le daba miedo decir algo que empeorara la situación. Bastante delicada estaba ya. Así, se limitó a asentir cuando Nime le miró con complicidad, para dar a entender que sí, sabía lo que era la guerra, de algún modo. La bestia del crepúsculo sentía que tenía una buena imagen global de lo que había ocurrido después de la explicación de Zobriel, pero no pudo evitar hacer un mohín y quejarse cuando Zobriel puso de ejemplo la posibilidad de que Adru tuviera que atacar una aldea daeliciana.

—Adru no lo haría nunca y nuestros pueblos tampoco atacarían a Rocavarancolia —dijo con un hilo de voz que sonaba irónicamente claro. Luego pensó en cómo su abuela y el resto de brujas dulces defendían los pueblos de los daelicianos malos y dudó muy fuerte. Para aplacar sus temores, decidió hacer una de esas preguntas que les pedía Zobriel, previas a la vergüenza del basilisco—. ¿Contra quién pelea el ejército de Rocavarancolia? Seguro que lo pone en algún sitio…

O a lo mejor el rey simplemente era buena persona y no iniciaba guerras que no debía. O a lo mejor no pasaba nada si Adru se negaba a obedecer una orden si pensaba que estaba fea. O a lo mejor… Todo eran excusas, pero Eitne no era consciente.

Nime escuchó a Zob sin interrumpirle, aunque sintiese la tentación de hacerlo, porque quería aclarar aquel asunto todo lo posible. Su posición neutral consiguió tranquilizarla, porque palabras duras solo habrían conseguido que se obcecase todavía más con su punto de vista que, muy en el fondo, sabía que no era el correcto. Tampoco creía equivocarse, pero sabía que los ejércitos atacaban a gente que no había hecho nada malo, salvo oponerse al propio ejército, y que lo fácil era creer simplemente que hacer aquello era malo sin más.  El mundo tenía muchos más matices de los que su corta experiencia le permitía percibir, pero eso no quería decir que no pudiese comprender lo que los mayores le estaban explicando. Ni siquiera estaba en su mundo de origen, todo lo que había aprendido sobre la sociedad libense ya no aplicaba allí.

—Yo también confío en Adru. Sé que no va a hacer nada malo si le mandan, y puede dejar el ejército cuando quiera, así que… eso —no le quedaban demasiadas energías para seguir defendiendo sus argumentos. Zob tenía razón en que debía disculparse, al menos por haberles llamado idiotas, porque no se iba a disculpar por ver las cosas de forma diferente. Lo que sí quería era hacer las paces. Que todos las hicieran, y que Adru dejase de estar triste.

La pregunta de Eitne la dejó pensativa un momento, que fue lo que tardó en responderle.
—Contra invasores,  ¿no? Gente como la que destrozó la ciudad. Y luego exploran otros mundos. Eso tiene que ser genial —agregó. No todo en el ejército era malo, eso lo tenía claro. Luego miró a Zob y retomó el tema antes de que el nublino se marchase—: Les pediré perdón a los tres, ¿vale? —Miró a Eitne y añadió por lo bajo—: ¿Tienes lápices? Como se fueron a su habitación… Tendré que pasarles una carta por debajo de la puerta.

No se opuso en lo más mínimo a ir preparar algo de comer para hacer un poco de reparto entre los que se habían desperdigados, realmente aquello de cocinar tranquila junto a Rena ayudaría mucho más a despejar que ir a agobiando a todo el mundo, uno por uno. Cada cual tenía cosas que solucionar, consigo mismos sobretodo, o en el caso de Nime y Eitne, de informarse de cómo funcionaban las cosas fuera de la burbuja donde Nime, especialmente, había vivido.

Pelusa no conocía en si mucho se guerras, sabía lo que era, como afectaban, pero no era algo que en si conociera como vivencia propia. No habría sabido explicar con exactitud la cosa, dándole su debida importancia, cosa que sabía podría hacer Zobriel. No por anda su propio mundo era de alguna forma, algo así como súbdito de Rocavarancolia ¿no?.

Pese a todod no se sentía especialmente preocupad apor la situaicon, no le gustaba el ambiente, nada, en lo mas minimo, pero pesaba mas en ella la creencia de la cosa se solucionaria. No tal vez en unashora so ese dia, cuando el ambiente seguía caldeado y las emocione sun pococ dispersas, ¿pero en unos días.Seguramente si. O al menos eso esperaba.

Se mantuvo en un tranquilo silencio junto a Rena mientras terminaban de preparar los muffins y se disponía a preparar algo de beber apra llevarles, cuando la voz de Rena llamo su atención. Pelusa se giro, y su expresión casi inexpresiva se trasnformo en un de profundo desconcierto. <<¿Cómo que Rox?...¿Donde?>> pensó distraída pensando por un breve, y estúpido instante, que Rox andaba encogiéndose detrás de chico de cabellos castaños y ropas más grande de lo normal. Lo cual era ridículo de por sí.

Tras uno segundo en caer en cuenta, más cuando escucho la escusa chillona de este, y se sintió un poco estúpida. <<Al final esta discusión me ha dejado más tocada de lo que pensaba>> pensó exasperada. Pues claro que ese chico era Rox. Rox era un cambiante. ¿Cómo narices no se había olvidado de semejante detalle? ¡Si lo veía cambiar todo el tiempo en el trabajo!  <<Aunque ahora no es el trabajo... ¿porque está bajando Rox…con otra apariencia que no es la de Rox? >> pensó con una pequeña ceja alzada en extrañada confusión siguiendo los movimientos de chico que tan raro se le hacía.

Cuando escucho el motivo no supo que pensar. No encontrarse con nadie eh, ¿con otra gente de ese lugar…o con Adru? Tal vez un poco de ambas cosas. Pelusa suspiro ligeramente aun no abriendo la boca, prefiriendo escuchar, oír la respuesta de Rox a las preguntas de Rena, sobre el mismo y sobre cómo estaba Milo que había sido el primero en estallar durante la discusión.

Además, estaba el detalle de que, aunque quisiera decir algo se le hacía confuso hacerlo con alguien que no parecía Rox, al menos con la situación como estaba. Agradeció el cambio a una cara más conocida, dignándose, por fin, a abrir la boca ante las últimas palabras del pelirosa.

-¿Esta acojonando de no poder solucionar las cosas y el ambiente quede incomodo, no es así? -pregunto Pelusa directamente con voz tranquila, aunque en si era una pregunta que no exigía una respuesta. A Milo era el que más le había a afectado todo el asunto de que Adru quisiera entrar en el ejército, aunque ciertamente su estallido había llegado sobretodo, tras las palabras exaltadas de Nime- Yo creo…que van a estar bien las cosas cuando todo se calme, no veo nada extraño en que a veces ocurran discusiones así…somos muchos y de mundos muy diferentes…en realidad ya estábamos tardando- dijo Pelusa, mirando desde abajo a Rox, estirando el brazo hacia la mesa para coger un muffin más grande que su propia mano. – No tenemos que estar todos de acuerdo en todo lo que hagamos, pero…mientras exista…no se…¿el sentimiento? O algo asi. De querer cuidarnos…¿no tiene más peso eso incluso si algo no disgusta de lo que hace otro de nosotros? No tiene nada de malo preocuparse por otros, creo. – añadió frunciendo ligeramente el ceño, costándole encontrar las palabras, no por saber que decir, sino más bien por no saber expresarlas. Muchas de las cosas que decía o sentía, sobre muestras afectivas, amistosas, preocuparse por otros, apreciarlos eran relativamente recientes para la spriggan.

Porque las primeras personas con las que había llegado a tener algún tipo de lazo afectivo, era con las dos personas que estaba frente a ella y el resto que andaban disperdigados. Fuera de ese círculo, había conocido más gente, si, pero no había gente más importante para ella que ellos. Sería capaz de matar por cuidarles, enfadarse con ellos si ponía sus vidas en riesgo, protestar de ser necesario y apoyar de serlo también. ¿Pero no era eso bueno? Incluso si ahora era incomodo.

-¿Qué estemos todos incomodos o desconcertados, apoyemos o no la cosa, no es al final…algo bueno? – pregunto Pelusa mirando a uno y a otro, ladeando la cabeza- Significa que nos preocupamos por los demás…creo que prefiero es  a que estemos siendo indiferentes totalmente- añadió Pelusa, acercándose a Rox- Adru no va a cambiar…porque para empezar NO está sola…hacemos mucho aquí para darle una colleja de vez en cuando si hace falta. – añadió cruzándose de brazos con expresión medio sería peor con una sutil burla en su voz- Yo aun no vuelo, pero cuando lo haga, podre alcanzaros a todos. Entonces ahí si…temblad…porque van a lloveros collejas a todos para enderezaros la sesera si hacéis algo estúpido- dijo pelusa finalmente apuntando con un dedo hacia Rox y mirando también a Rena, una pequeña sonrisa que podía ser más tétrico que mona aprecio en sus caras. Los músculos de la cara le dolían cuando intentaba hacer eso, pero lo intento al menos- Vosotros tampoco os librareis, gigantes -añadio con voz suave pero decidida para luego aañadir, acercandose a Rox un poco mas- Tambien...dile a Milo que no estamos enfadados con el, que deje de darle a los engranajes bajo esa mata de pelo negro.- dijo mirando al chico, ladeando la cabeza.

Rena respiró hondo. Le alegraba saber que al menos Milo estaba mejor, pero igual la cosa no iba a solucionarse tan rápido.

-Es una movida -fue lo único que le salió decir, en principio, pero cuando Pelusa hizo su aportación añadió: -Es algo más complicado que diferencias culturales.

Aquello iba más que el choque cultural con el que habían convivido desde que los secuestraron o simples diferencias en los puntos de vista, aquello iba sobre colaborar con un sistema que hasta el momento todos habían coincidido con que era cruel y horrible. Sin embargo ninguno había dado señales de querer dejar la ciudad, todo el grupo en mayor o menor medida tenía planes para prosperar en ella. ¿Dónde los dejaba eso? ¿Había alguna alternativa? Rena volvió a sentir el mismo tirón en el estómago que durante la discusión minutos antes. Se esforzó por sacar una sonrisa con la broma de Pelusa.

-Ooooh qué miedo~ -dijo en tono de burla. Le gustaba que la mona hiciese bromas de vez en cuando.

Le habría gustado dejar el tema y meterse en el cuarto a dormir pero aún les quedaba una ronda de repartir muffins por delante.

-Me pasaré en un rato -le dijo a Rox -Ya os contaré qué tal ha ido la cosa. Vamos, Pelusa.

Rox asintió a la pequeña aportación de Rena. No necesitaban intercambiar más palabras para entender como se sentían. Luego escuchó en silencio a Pelusa mientras clavaba las dos cucharas en el helado, aún duro como una piedra, apañando las cosas para llevárselo todo de una sentada. Luego negó con la cabeza suavemente, con deje agotado.

—No... no es eso. Lo que me acojona es que Adru se meta a luchar y matar gente. Si en el ejército te dicen que hagas algo lo haces y punto —hincó con más fuerza una de las cucharas inconscientemente—. Decir que no es sublema- subliba... Sublevación, como pollas se diga.

Decir aquello era como quitarse años de vida (aunque fuese metafóricamente) y de nada le servía volver a exponer sus temores. Sabía que al final las cosas se arreglarían entre ellos, pero le daba miedo que se normalizasen acciones poco morales por el bien del grupo. El cambiante era consciente de que las cosas no van sobre héroes y villanos, que todo baila en el espectro gris, pero su visión de los altos cargos de la ciudad -y por ende el ejército- estaba tan teñido de negro que hacía difícil aceptar que no se tratase de algo tan terrible como imaginaba. Estaba claro que ese día iba a ser un completo tira y afloja emocional. Un suspiro salió con fuerza de su pecho.

—Perdón. Son demasiadas cosas —coincidió con Rena. Le dedicó una pequeña sonrisa a Pelusa al verse señalado con el dedo, agachando la cabeza sutilmente casi como si pidiera disculpas—. Me haré el cogote a prueba de balas entonces. —bromeó tras la irrense, convirtiendo la mueca en una sonrisa ladina.

En ocasiones como esa Rox echaba de menos la figura de un adulto, y Pelusa era lo más parecido a uno. A veces solo quería que alguien mayor les dijera que todo iría bien, poder dejar de lado las responsabilidades que nadie con 19 años debería tener y poder preocuparse solo de nimiedades como amoríos adolescentes. Incluso si ese "alguien mayor" no llegaba al metro y medio y tuviera como cinco años menos que ellos estaba bien. Cogió la tarrina de helado, el plato de muffins y con un brazo extra, dos vasos de agua, despidiéndose de las dos con otro gesto de cabeza para volver al cuarto de Milo.

—Ánimo. Ahora nos vemos. ¡Ah, y gracias por los muffins!

Neil sonrió dentro del abrazo que le daba su edeel, muy contento de que siguieran juntos y felices sin que las distintas culturas con las que habían acabado teniendo contacto hubieran hecho mella o sembrado la duda en su relación. Él creía realmente en todo aquello que había dicho y le llenaba de felicidad que Adru estuviera de acuerdo.

-Gracias, Adru. Te quiero- le contestó a las bonitas palabras que el gamusino había dicho sobre su relación abrazándola con más fuerza-. Tú también eres la mejor.

Con una amplia sonrisa bajó de la cama de un salto y arrastró de la mano a Adru hasta la cocina para que ambos pudieran beber syv y comer galletas como los niños que todavía eran.

No pasó mucho tiempo desde que Neil empezó a trabajar hasta que el chico le dijo que su amiga la argos magnético estaba interesada en el trabajo. Así pues, acordó pasarse por la Sede tan pronto como pudiese para tratar el asunto con ella en nombre de Jack. Entró al edificio, pues ya conocía la contraseña, y se dirigió a la misma planta donde había estado en el cuarto de los sinhadres, ya que el brujo de la cera le había dicho que la argos también tenía su habitación allí. Se llamaba Sinceridad, y llamó a la puerta cuya placa rezaba dicho nombre.
—Hola, ¿Sinceridad? Soy la compañera de Neil en la plantación, imagino que te dijo que vendría. Nos vimos brevemente en el salón del trono aquella noche… —No quería recordar más detalles innecesarios, aunque probablemente con eso bastase para devolver algún que otro mal pensamiento a la roquense—. Pero me presento de nuevo. Me llamo Irianna y quiero hablar contigo sobre el puesto vacante en la plantación del Macetero.
Aunque ya había decidido su nombre rocavarancolés, los amigos de la argos la conocían ya como Irianna y de todos modos si iban a ser compañeras de trabajo no quería ser tan formal.

Cazar desde el aire siempre había sido una maravilla, un aluvión de estímulos a los que adaptarse en menos de un segundo, y desde que se había transformado todo se multiplicaba por tantos ojos como tuviera abiertos en cada momento. Había conseguido recuperar su maestría con el vuelo, y su nueva y mejor forma física le permitía maniobras más arriesgadas. Y por descontado, su visión le permitía adelantarse a los movimientos de sus presas. Seguía cazando con el arco, pero también llevaba jabalinas que dejaba colocadas en algunos puntos de su coto "privado" en las montañas sobre las que descendía a toda velocidad para usarlas. Sobre las armas, había averiguado que se podían "insertar" en tatuajes. Había hecho un trato con el helión que les visitaba de vez en cuando: cazaría y buscaría materiales para él en las montañas a cambio de dinero y así podría costearse tanto armas y piezas de protección propias y nuevas (no como las que llevaba que eran de la Sede), como el tatuaje en sí.

Pero cuando le hablaron de una oferta de trabajo, le faltó saltar de alegría. El trato con el herrero era a largo plazo y le costaría mucho tiempo conseguir todo lo que tenía en mente, pero con un segundo trabajo estaría mucho más cerca en menos tiempo. Neil había empezado en el Macetero hacía poquito y habían hablado de ello, y la roquense se había mostrado interesada, así que le dijo que Irianna iría a verle para hablar del asunto. No conocía a la chica, pero en cuanto la vio en la puerta supo que le sonaba... Y tanto que le sonaba: ella misma le recordó dónde se habían visto por primera vez, y la argos magnética tuvo un flashback fugaz con el despertar de la pesadilla.
—Bueno, no nos conocimos en las mejores circunstancias, pero no te preocupes. Yo soy Sinceridad, encantada, aunque hay quien se cambia el nombre yo aún no sé si... Pero eso da igual ahora... —le sonrió, le ofreció su silla y se sentó en la cama—. Sí, Neil me dijo que vendrías. Y también me ha contado más o menos lo que hacen allí, pero no sé cómo sería lo mío?

Irianna asintió con gesto serio cuando la roquense dio señales de recordar el breve encuentro que habían tenido. Se sentó en la silla que le indicó Sinceridad antes de responder a su pregunta.
—No todo el mundo se lo cambia y algunas personas solo lo usan a veces. No hay prisa si no lo sientes como una necesidad. Aquí todos están acostumbrados a que alguna gente se cambie de nombre o se añada uno de un día para otro. —Le aseguró cuando la vio dudando sobre el tema del nombre—. En cualquier caso… Tu trabajo allí sería vigilar la plantación, en resumidas cuentas. Tus capacidades como argos te hacen ideal para ese puesto. Las instalaciones cuentan con protecciones mágicas e ilusiones de todo tipo para mantener alejados a los repobladores, pero a veces se acercan demasiado. Tendrías que ocuparte de echarlos o al menos de alertarnos a nosotros para que lo hagamos: es mejor si no nos ven en absoluto. A las enormes bestias salvajes del Macetero por supuesto también les tendrás que echar un ojo… o mejor todos. Al contrario que con los repobladores no hay que ser tan cuidadosos con estas, aunque lo ideal es también alejarlas sin llegar a matarlas salvo que se conviertan en una visita indeseada habitual o sean especialmente peligrosas.

Había oído por encima conversaciones en el Mercado sobre el tamaño colosal de las criaturas que poblaban aquel mundo, y no podía imaginarse un sistema de protección que pudiera evitarlas. Ni siquiera podía imaginarse matando a semejantes bestias. Vigilarles sí podría, por descontado, y lo mismo para los diminutos repobladores.
—He oído historias sobre las bestias que allí habitan y no sé cómo podría repelerlas, pero ¿imagino que el lugar tiene alguna especie de método o protocolo? Sobre lo otro, por supuesto, vigilar es mi especialidad visto lo visto —bromeó «podría llamarme Dama Chistesmalos»—. Vaya, suena bastante bien esto, pero... —bajó la voz y se inclinó hacia la chica—. Esto es Rocavarancolia y esto parece muy "bonito", pero... no hay ningún truco feo, ¿no? No conozco a vuestro jefe, pero si hay alguna cosa en contra o cualquier situación negativa, prefiero saberla antes de...

Lo cierto es que tampoco tenía que preguntar eso a sus empleados directos, la verdad, y le había dado mucha vergüenza planteárselo a Neil. Por lo que había su compi, Irianna había trabajado más tiempo en aquel sitio, pero... «¿Por qué soy tan torpe con estas cosas? En Tierra Bruja se me daba mejor» se lamentó mentalmente. Con suerte, la bruja se lo tomaría con ligereza o como una pregunta de novata, que es lo que era la argos en el fondo.

—Sí, por supuesto: la propia plantación tiene defensas y además nosotros te ayudamos si es necesario. Sí, tu principal trabajo será vigilar, así que no te preocupes por eso.
A continuación Sinceridad expresó las dudas que la mayoría de novatos tenían: ¿dónde estaba el truco? La nebulomante podía entender la desconfianza y, de hecho, le parecía una buena postura que tomar en un lugar como Rocavarancolia.
>>Oh, no te tienes que preocupar. Jack es un buen tipo, y Erika, la otra jefa, es muy agradable. Pero ya que dices que quieres saberlo todo, en realidad sí que hay una parte… fea. Hay esclavos en la plantación. Personal nublino que fue traído solo para trabajar allí. La verdad es que aunque suene horrible te terminas acostumbrando a que las cosas se hagan así en la ciudad… Lo que sí te aseguro es que los esclavos están bien tratados. No sé si reciben alguna compensación económica de algún tipo, pero sí que se les dan comodidades y no reciben ningún tipo de malos tratos. Entendería de todas formas si esto te supusiese un conflicto suficiente como para rechazar el trabajo.

Tenía muchas ganas de ver la plantación desde que había hablado con Neil, y ahora aún más con las explicaciones de Irianna. Pero después llegó la parte fea debido a lo que le había preguntado. La chica fue sincera y no se andó con rodeos con algo tan abyecto, cosa que le sorprendió, pero le hizo confiar más en ella.

En efecto, claro que había algo "desfavorable". Aunque fuera algo que no le afectase directamente ni en sus escamas, era algo con lo que tendría que convivir si quería el trabajo. La esclavitud de la ciudad la conocía, pero le resultaba repugnante. Para colmo, el conocer a nublinos "libres" solo incrementaba el asco que le tenía a que estuviera tan normalizado en la ciudad. Y quieras que no, le recordaba a los secuestros del Coro o las pésimas condiciones en que recluían a miembros de las ciudades. Lo veía tan deleznable que su cresta se alzó y su cara se apretó nada más escuchar a Irianna, aunque sin ojos era mucho menos expresiva que antaño.

Sin embargo, pese a todo, las palabras de la bruja suavizaron un poco su reacción. Además, no podía creer que Neil trabajara codo con codo con esclavos si los trataban como tal, así que... Inspiró hondo y asintió levemente.
—Vale, sí que es un gran "pero", sí... Creo que tendría que verlo con mis propios ojos y hacerme una idea. Tengo que ir igualmente para conocer el lugar y saber todos los detalles de mi puesto, de todas formas... ¿Iría contigo o con Neil o cómo?

Irianna asintió ante la respuesta de la roquense: estaba razonablemente convencida de que se disiparían sus dudas una vez hubiese visto las instalaciones por sí misma, pero no pensaba decirlo en voz alta. Su interlocutora podría verlo como un intento por condicionar su visión y no quería empezar con mal pie.
—Neil y yo solemos quedar en el portal para ir a trabajar juntos, él te dirá cuándo puedes pasarte por la plantación y, claro, imagino que le acompañarás. Seguramente sea pronto, supongo que no es un problema.
Arreglaron los últimos detalles y la idrina despejó cualquier otra duda que pudiese tener Sinceridad antes de abandonar la sede con una buena sensación.

Pocas horas faltaban para cumplir un año entero desde su llegada a Rocavarancolia. Habían pasado por muchos cambios y experiencias, tanto así que ahora su vida en la Tierra era la que se le antojaba irreal, como si todo lo anterior a ese año hubiera sido un producto muy elaborado de su imaginación. Un día como ese seres monstruosos saldrían a buscar a chicos ingenuos de toda clase de mundos para traerlos a la ciudad, y esos mismos chicos, o los que quedasen de ellos, serían los monstruos que en un futuro reemplazarían el puesto de quienes les trajeron. Un ciclo al que la palabra "horrible" se le quedaba corta. Y ahí estaba él, colgando guirnaldas con forma de murciélago en la pared.

De alguna forma esa fiesta era su forma de luchar contra toda la mierda que se traía Rocavarancolia. No era Samhein, no era la fiesta de la cosecha, era el Halloween que le habían arrebatado, SU Halloween: donde se disfrazaban, se atiborraban de azúcar, contaban historias de miedo y hacían el tonto sin preocuparse por el día siguiente. Faltaba la parte de pedir chuches por la calle (y vandalizar casas) por motivos logísticos, ¡pero lo demás iría al saco! Rox había puesto todo su empeño en cumplirlo, por eso había explicado en detalle a sus amigos lo que se hacía en la Tierra el 31 de octubre cuando no te secuestraba nadie.

La sala de entrenamiento que habían reservado cada vez se veía mejor. Las telarañas de pelusa falsa con arañas de plástico le daban mucho encanto a las esquinas, por no hablar de las tradicionales calabazas y los adornos de fantasmitas fluorescentes. A un lado se acumulaba un alijo de cojines, almohadas y mantas suficientes como para hacer dos barricadas, y al otro la mesa central, que poco a poco iba llenándose de cosas ricas e insalubres. Quedaba hueco de sobra para lo que Neil y cualquier otro quisiera poner, ya fuera comestible o decorativo.

—¿Están bien así? —preguntó, apartándose de los murciélagos morados y negros sin soltarlos para ver si estaban centrados. Rox no llevaba su disfraz todavía, quería dejar la sorpresa para la noche. Además, podía ultimarlo en menos de 5 minutos.

A Guillermo le había encantado la idea y desde el primer momento quiso ayudar, desde hacer la manualidades a cocinar, echaba una mano literalmente a todo el que se lo pidiera. Cada vez conocía mejor a sus Pendicularias, tenían personalidad y parecían agradarles unos trabajos a unas más que otras, una parecía especialmente encantada de cocinar con Neil, por eso Guille la llamo Miel.

Había aumentado la gama de gestos que había enseñado a sus amigas las manos para así mejorar la comunicación y evitar malentendidos, además que le gustaba que le respondieran y dieran su opinión  al fin y al cabo eran amigos.

No pudo aguantarse las ganas de ponerse su disfraz, no era difícil con unos listones de madera y cuerda y un poco de maquillaje, se transformo en un títere movido por las Pendicularias, lo más importante eran los movimientos. Fue corriendo para enseñarle su disfraz a quien estuviera en la sala.  Halloween no guardaba un buen recuerdo para él. Pero estaba dispuesto a caminar hacia adelante y formar buenos recuerdos aquí, con su nueva familia.

-¡¡Hola!!- dijo mientras las Pendicularias le movían la mano, incluso le elevaban un poco para dar la sensación de peso muerto. Y movía la mandíbula dando efecto de la mandíbula- ¿A que mola mi disfraz? ¿Con que podemos ayudara?

Eitne había necesitado la ayuda mágica de Guille para el disfraz de por la noche, debido a las circunstancias específicas de su transformación, y la ayuda económica de sus amigos para el disfraz de día, con el que obviamente iba vestido desde que se despertó. Había comprado un disfraz de león bastante genérico y lo había teñido con magia para que tuviese el color de Scar, el león de una película humana que decían sus amigos que se parecía a él. También se había pintado un hociquillo y unos bigotes blancos en la cara. Parecía que a Scar le hubiera salido tripa, pero Eitne no conocía al personaje en realidad y estaba contentísimo de ser un león amanerado y harto de todo el mundo (de mentira, claro).

Fue de los primeros en unirse a ayudar por dos motivos gigantescos: no quería que le regañaran por no hacerlo (ni que pensaran mal de él, o lo llamasen vago, ¡o algo peor!) y quería ver desde el principio cómo iba quedando el lugar. Había cosas que le sorprendían, como la cantidad de cosas negras que había en vez de blancas, que claramente darían más miedo. Sin embargo, como el miedo era un poco de mentirijilla estaba encantadísimo.

La llegada del brujo le pilló picando chocolatinas a escondidas y lo sobresaltó doblemente: por la sorpresa de verle colgando como un juguete inerte y por el miedo a que le hubieran pillado.

—¡Demiurgos! ¡Qué susto! —exclamó. Luego se giró a Rox y añadió—. ¡Está super bien!

Aparte, habló solo para Guille:

—¿Y si pones pendicularias en sitios donde den mucho, mucho miedo?

Aquellos seres demoníacos ya le asustaban en su día a día, no se quería imaginar lo horrible que podía llegar a ser si se lo proponían en serio.