Sede de los Taumaturgos

La spriggan solo tun muy suave suspiro cuando escucho el portazo de Milo al marcharse, como seguidamente Rena se le unía al abrazo casi aplastándola cual mosquito contra las piernas de Adru, haciendo que la pequeña refunfuñar alígeramente, mientras escuchabas las palabras de la gran osa.  Estaba preocupada, como todos, pero la apoyaba a en cierta forma. Y no podía tener más razón con lo que decía. Realmente el cambio de cosechado ha trasformado, de mierrdecillas en el camino a habitante, era algo a lo que aún estaban medio acostumbrándose.

Para ella había sido relativamente fácil hacerlo, se sentía más habitante de la ciudad de lo que se sentía perteneciente a Ordesta, incluso con las desgracias sufridas, era una vida de libertad por sobre una de esclavitud. Por tanto a Pelusa tal vez no le había afectado tanto desde el principio porque no es como si ella hubiera dejado atrás algo más que penurias, pero era distinto con los demás. Todos tenían familia o amigos en sus mundos de origen, había tenido vidas más o menos buenas, o al menos decentes.

Trabajos en algunos casos, una vida formada, asique adaptarse a tanto cambio y encontrar un rumbo debía ser especialmente confuso. Pelusa no tenía ninguno camino que trazar en base a su pasado, lo único que guardaba de entonces era sus conocimientos, por lo demás ahora es cuando empezaba a realmente a vivir. Le era más fácil adaptarse que al resto porque ella había vuelto a renacer, prácticamente.

La voz de Eitne sonó cual tranquilizantes cascabeles en el aire y Pelusa lo agradeció, era calmante, casi sosegate. Estaba segura que con su voz l pequeño niño podría calmar cualquier tipo de tensión. O tal vez es que ellos simplemente no querrían hacerle daño.

La pequeña spriggan se alejó suavemente de Adru cuando Zob se acercó también para hablarle, al menos Adru había dejado de llorar, pero estaba aún algo preocupada, posiblemente por la intempestiva forma de salir de Milo. <<Espero que Rox pueda hablar con el >> pensó la niña suspirando de nuevo.

-Zob tiene razón, siempre podrás dejarlo si ves que no es realmente lo que querías, pero es cierto…aunque nos preocupe, si es algo que estas convencido en hacer, hazlo. De los errores y de los aciertos también podemos aprender- añadió pelusa con suavidad levantando la vista hacia el rostro cabizbajo del gamusino- Supongo estas preocupado por Milo y Rox, estoy segura que cuando las cosas se calmen y puedan pensar, podréis hablar de nuevo. Es normal el roce, somos de mundos muy diferentes- añadió viendo como Zobriel se intentaba llevar aparte a Nime y Eitne.

Las palabras de la niña habían sido posiblemente, junto a las de Milo, las más fuertes escuchadas. Pelusa no negaba que Nime había dado un punto de vista diferente a las cosas, uno masticado desde siempre en su mundo ¿Qué tenía razón? ¿Que no la tenía? Tal vez en algunas cosas si y en otras no. Ahí radicaba al fin de cuenta no solo la diferencia cultural de cada uno, sino la forma de aceptas esas diferencias. Igual que tal vez lo que para Pam era algo normal, para otros era algo impensable. Era un poco así con muchas cosas.

Pero no negaba que pensar que alguien tan pequeño tenía tan asimilado y asumido que entrar en el ejército era un honor, cuando en el ejército siempre iba a estar la probabilidad más que clara de acabar matando a alguien, eso hasta ella era capaz de entenderlo incluso sino existía tal cosa en ordesta, y era un poco escalofriante. Porque Nime solo parecía ver el lado más “genial, llamativo y bueno” de ser parte del ejército.

Nime pensó, erróneamente, que había conseguido callar a los mayores con sus palabras, porque sentía que tenía razón, a pesar de las dudas que le generaba toda la situación. Había decidido confiar en sus instintos y, sobre todo, defender al gamusino por encima de todo.

Le cogió por sorpresa que la reacción de Milo fuese marcharse sin mediar palabra, pero su actitud no daba a entender que hubiese aceptado a regañadientes la situación, sino que estaba molesto de verdad. Eso preocupó a Nime, porque Milo no se enfadaba casi nunca, pero ella también estaba enfadada, y confusa. Aquel desconcierto fue alimentado por el sonido de la voz de Eitne, dejándola sin palabras, como si hubiese hecho algo malo cuando sabía que defender a Adru definitivamente no lo era. Tal vez se había pasado un poco llamándolos idiotas, pero es que ella había sentido que ellos habían llamado idiota a Adru indirectamente.

Para cuando Rox abandonó el cuarto ya no sabía muy bien qué hacer. A diferencia de Milo él le había dado un voto de confianza al gamusino, aunque fuese de mala gana, y el resto apoyaban a Adru con más o menos reservas, aunque solo fuese porque la querían. Las palabras de Rena, junto a las cosas que había dicho Milo antes, le habían hecho entender algunas cosas, pero aun así no era capaz de ver por qué era tan terrible que Adru decidiese que la milicia era para ella. En su ciudad natal había mucha gente, incluso chicas, a las que no les gustaba el ejército, y no pasaba nada por no querer unirse ni, naturalmente, por hacerlo.

Nime no fue capaz de intervenir ni ante la disculpa de Adru. Quería decirle que no había ninguna razón para disculparse, pero en lugar de eso se la quedó mirando con tristeza. A lo mejor el enfado de Milo y Rox era culpa suya por haberles gritado, así que ella también sentía que debía disculparse, aunque no era capaz. Por eso mismo aceptó irse con Zob sin poner pegas. Quería hacer preguntas, muchísimas, y entendía que aquel no era el lugar ni el momento para hacerlas. Quería entender qué era lo que pasaba y por qué era tan problemático algo que, para ella, era tan natural.

Tras su explosión en la sala de entrenamientos y su posterior huida Milo se había quedado sin fuerzas. Se había tumbado en la cama cuando las lágrimas habían hecho amago de brotar, pero una vez en horizontal el cansancio lo había atropellado y el brujo no había sido capaz ni de llorar. Notaba el aire pesado en sus pulmones y aún tenía los oídos taponados, así que no llegó a contestar cuando llamaron tres veces a la puerta.
—Hey… —murmuró con voz débil instantes después cuando sintió el peso de alguien sentándose al borde del colchón, reconociendo la voz de Rox en la penumbra de la habitación.

El brujo no sabía cómo responder a su pregunta, pues ni él mismo lo sabía, pero aquellos escasos minutos a solas habían extinguido casi todo su enfado. Ahora solo quedaban la decepción, la preocupación y una apatía inesperada como causa de su incapacidad para sobrellevar aquel tema con normalidad.
—No, no lo estoy —respondió al final, aún escondiendo el rostro tras su antebrazo—. Y se que no debería haberme ido así, pero no podía seguir escuchando sin más, no después de las barbaridades que ha dicho Nime… —intentó justificarse, pero se mordió la lengua para no continuar por ahí. Tenía un “lo siento” atascado en la garganta, una disculpa por cómo había saltado y por cómo había huido tras hacerlo, pero era incapaz de liberarlo de su boca.

¿Cómo debía tomarse todo aquello después de una vida dedicada precisamente a algo que era completamente opuesto? En su interior se debatía su mentalidad antisistema y su confianza en el buen juicio de Adru, pero no era capaz de posicionarse de ninguna forma y la aportación de la libense a la conversación sólo había servido para horrorizarlo más aún con todo aquel tema.
—¿Y tú cómo estás? —preguntó de vuelta cuando el silencio se hizo demasiado pesado, apartando un poco el brazo para buscarle con la mirada. Sus ojos dorados se adivinaban tristes en la oscuridad.

Eitne los miraba a todos con los ojillos llorosos. Procesaba lo que acababa de ocurrir con una lentitud necesaria para ponerse en la piel de todos sus amigos. Había opiniones que entendía más, otras que menos, y entendía que, tanto los que apoyaban a Adru como los que no, lo hacían porque se preocupaban por ella. Como él mismo, que no sabía si pesaban más la emoción y el interés de la sinhadre o el miedo a lo que pudiera ocurrir (o en lo que podría acabar colaborando sin querer).

Se acordó del Huésped durante un segundo y lo echó de menos, porque era más fácil señalar y culpar a un ente malvado del ambiente tenso y gris que lo que tenían en frente. Rox siguió a Milo sede adentro y el malestar creció un poco más en Eitne, mientras la ursántropa, el basilisco y l spriggan seguían hablando con Adru. La postura de Rena era a la que más se acercaba él y agradeció que la expusiera en voz alta porque le ayudó a aclararse un poco.

—Adru, no va a pasar nada, ya verás —le dijo con un hilillo de voz claro y exclusivo para ella, era más bien un deseo que un hecho, pero intentó expresarlo de forma que no cupiese la duda entre sus cascabeles.

Luego los llamó Zobriel y Eitne tuvo un poco de miedo de que la explicación que mencionaba el basilisco viniese con regañina incorporada, pero al ver que Nime aceptaba, el niño les siguió. Miró de soslayo a Adru, con temor por su ánimo y un poco de pena, pero con ella estaban Neil, Pelusa y Rena. El gamusino estaba bien acompañado.

Por el tono del irrense pronto averiguo que su enfado no se traspapelaría a él y eso bastó para sacarle un leve suspiro de alivio. Sería más fácil hablar con él así.
—Me lo imaginaba —respondió en tono suave, incómodo. Se echó más atrás en la cama para sentarse mejor y de paso quitarse la tensión de encima—. No te culpo. Ha sido... difícil.

Si él sentía que la había pifiado no podía imaginar como se sentiría Milo, visto que su cabreo había dado paso a la más pura pena e incertidumbre. Como había ido el asunto, la tristeza en sus ojos, le rompía por dentro. Y a saber como estaría la situación allí donde se habían quedado los demás. Mejor no pensarlo. Cuando le preguntó como estaba su respuesta inmediata fue encogerse de hombros y negar mirando a otro lado, distante.

—No lo sé —suspiró—. Esto es superior a mi. Es como que... me da mucho miedo lo que le pase a Adru en el ejército y... ¿que quiero impedírselo a toda costa y a la vez quiero apoyarle? —suspiró con pesadez, dejando caer la cabeza abatido—. No sé.

Miró al brujo, inquieto. Quería animarle de alguna manera, tener algún gesto así fueran unas palmaditas en el hombro, pero aún estaba buscando como aclararse a sí mismo, y... bueno, seguía siendo Milo con quien estaba hablando, eso siempre le ponía un poco nervioso de serie.

—No creo que todo el mundo en este sitio sea malo —logró articular mirando a la pared, recordando las palabras previas de Rena—. El gobierno... Si es que se puede llamar gobierno a lo que tenga esto, es una puta mierda. Y no quiero que Adru esté bajo esa gente, pero...
¿Como explicar todo lo que opinaba y sonar convincente? Había empezado a fiarse de los rocararancoleses, él mismo, sus amigos, todos eran ya ciudadanos de Rocavarancolia, pero seguían sin gustarle sus dirigentes y las políticas de no intervención que dejaban a críos morir después de llevárselos drogados; era una ciudad que invertía más en muerte que en reconstruirse. Pero por alguna razón cuanto más lo pensaba más seguro se sentía del gamusino.

—Adru no haría nada malo —volteó el rostro para mirarle—. Solo quiere defendernos y sentirse útil. Conozco esa sensación de no saber que coño hacer con tu vida asi que en parte le entiendo. Estoy seguro de que serviría para mil trabajos distintos, y tiene 15 años, no es como tenga que trabajar ya pero... ha encontrado algo que quiere hacer y ya está —agachó la mirada hacia su colgante, trasteándolo entre los dedos en gesto nervioso—. Nime viene de un mundo muy distinto al nuestro y se ha criado así, no... no te lo tomes a pecho. Que a ver, en mi mundo sigue habiendo guerras, hay mucha gente que todavía piensa igual que ella, el ejército es obligatorio en muchos países y aún así me ha parecido terrorífico, pero... es que una cría, Milo. Aún hay que explicarle como son las cosas...

No sabía si sus palabras servirían para el moreno, pero al menos estaban funcionado en él. Le observó, espectante y paciente. Había procurado hablar con tacto, pero igualmente le preocupaba que Milo cargase mal contra sus argumentos.

Neil se aferró más a su edeel cuando él intensificó el abrazo. El brujo podía contar con los dedos de una mano las veces que había visto al sinhadre llorar y aquello siempre le rompía el corazón, pero no sabía exactamente qué más podía hacer para hacer sentir a Adru apoyado y querido en aquel momento y solo podía apretar los puños en el abrazo con impotencia, mientras Pelusa abrazaba a Adru por el otro costado.

Cuando Nime gritó, Neil se sorprendió por lo muy de acuerdo que estaba con el ejército. Hasta el momento, la mayoría, como Neil, habían apoyado a Adru en su decisión pero siempre desde la reticencia y con cierto miedo, pero Nime estaba hablando de honor y Neil no entendía muy bien cómo encajaba el honor en aquello.

Milo no esperó mucho más después de eso para salir dando un portazo que hizo que Neil se estremeciera. Al brujo le aterrorizó aquello, pensando que el irrense podría enfadarse tanto con Adru que ya no quisiera ser su amigo más. El aurva no sabía si sería capaz de soportar la pérdida de uno de sus amigos en este punto.

Mientras Rena abrazaba a Adru apretando a Pelusa y a él a su vez, Neil suspiró un poco más calmado cuando Rox salió por la puerta también aliviándose mentalmente al pensar que probablemente iría en busca de Milo. Puede que Milo estuviera muy muy enfadado, pero Rox podría calmarle lo suficiente como para que viera que no era necesario dejar de ser amigos aunque no se estuviera de acuerdo en el trabajo que cada uno tenía.

Alarmado, se dio cuenta de que él mismo trabajaba en un sitio donde había gente que trabajaba ahí y no había tomado por sí mismo la decisión y aunque él también se sentía algo incómodo con la situación, probablemente si Pelusa se enterara se enfadaría con él muchísimo. Preocupado por esto, ni siquiera se dio cuenta cuando Zob se llevó a Eitne y Nime.

Rena aflojó el abrazo para ver a Rox marcharse, tratando de descifrar la expresión con la que dejaba la sala. Más tarde iría a buscarle a él y a Milo para poner pensamientos en común.

Igual que el humano había ido en busca de Milo Zob, por su parte, se ocupó de los pequeños. Rena le dio las gracias en silencio pues la verdad es que ella se sentía incapaz de darles una explicación apropiada. Iba a tener que darle muchas vueltas.

Al oír la disculpa de Adru su ceño se frunció con angustia. Le dejó espacio, liberando también a Pelusa y Neil, y le limpió las lágrimas con la manga de la sudadera.

-No hay nada que sentir. Como ha dicho Pelusa, somos de mundos muy diferentes. En Irraria Milo renunció a todo para enfrentarse a nuestro gobierno y en el mundo de Rox hay muchas guerras así que todo esto para ellos es… difícil -Rena se separó ya para tomar una distancia que le permitiera mirar a todos a la cara. Con el grupo reducido sentía menos ansiedad, aunque siguiera estando confusa. Suspiró -Tenemos que pensar. Mucho. Pero independientemente de lo que nosotros pensemos si esta es tu decisión y es lo que crees correcto, hazlo. Nosotros queremos que tú estés bien y a salvo por encima de todo pero no lo sabemos todo. Joder, yo no tengo puñetera idea de la mitad de las cosas -dijo con una sonrisa en un intento torpe por aligerar el ambiente. -Quien sabe, a lo mejor que haya gente como tú en el ejército es algo bueno.

Durante un rato no fue capaz de alzar la cabeza del suelo. Una media sonrisa asomó en su rostro escuchando las palabras de Zob y Pelusa, sabiendo que tenían razón en lo que decían y agradeciendo enormemente su apoyo. Lo que le hizo alzar finalmente el rostro amplia fue la frase que le dedicó Eitne con sus campanas aliviantes, y le devolvió la amabilidad con una sonrisa más amplia antes de que el nublino se los llevase a él y Nime aparte. Esperaba que el basilisco pudiese explicarles bien las cosas, especialmente a la libense, antes de tener que volver a enfrentarse a Milo con aquel tema.

Neil no decía nada, pero que no cesase en su abrazo era más que suficiente para el gamusino. De todas formas se deshizo de este suavemente sin dejar de sonreír a su aurva para abrazar a la spriggan de una forma más adecuada: la alzó en brazos y la abrazó unos instantes antes de soltarla. Solo quedaban ella y Rena, aparte del brujo de la cera, en la sala de entrenamiento. La osa volvió a hablar entonces y la miró con gesto serio mientras afianzaba las palabras ya dichas por Zob y Pelusa. Cuando terminó tan solo pudo correr hacia ella para abrazarla de nuevo.
—Gracias… Sois los mejores amigos que se pueden tener —les dijo con la voz ligeramente temblorosa, pero controlando las lágrimas en esa ocasión—. Yo, creo que… ¿Neil? ¿Podemos volver a nuestro cuarto? Creo que necesito… descansar.
La última vez que había dicho algo parecido había sido cuando estuvo malherida y con un brazo roto, hacía meses. Normalmente Adru nunca sentía que necesitase descansar, pero aquella reunión había conseguido agotarle de verdad. Sentía la cabeza pesada como si hubiese estado teniendo que prestar atención a una lección particularmente densa. Si nadie añadía nada más se iría de vuelta a su cuarto con el brujo.

Milo escuchó en silencio a su amigo mientras el cambiante le daba su opinión de lo ocurrido, sopesando sus palabras y tratando de verlo todo desde su punto de vista. No era como si Rox tuviera todas las respuestas, pues al igual que él estaba afectado por lo ocurrido, pero al menos lo veía con más perspectiva que el brujo y eso era de muchísima ayuda.
—Hmm… —murmuró para sí cuando el australiano mencionó al gobierno de Rocavarancolia, tocando uno de los temas de los que no le apetecía mucho hablar.

A pesar de todo no le interrumpió y continuó escuchando, valorando que responder mientras su compañero exponía la decisión de Adru y trataba de darle sentidos a sus elecciones vitales. En algún punto del pequeño discurso el norteño se levantó de la cama y se dió un pequeño paseo por la habitación, incapaz de estarse quieto, pero cuando el humano mencionó a Nime no pudo contener un leve chasquido de desaprobación y se acercó a la ventana sin dirigirle la mirada.

Descorrió las cortinas con un tirón brusco, fruto del aún latente mal humor, pero cuando se sentó en el alféizar volvía a estar calmado y el pequeño arrebato había desaparecido por completo. Durante unos segundos interminables no supo qué decir y se dedicó a observar en silencio la calle mientras digería todo lo que le había dicho Rox, pero por miedo a que el silencio se alargara demasiado terminó hablando.
—Se que no todos en esta ciudad son “monstruos” —empezó, enfatizando las comillas por lo irónico de aquella información—, pero no es eso lo que me choca de toda esta situación. Lo que de verdad me preocupa es que parezca tan dispuesto a lanzarse de cabeza a esas carnicerías por no saber qué otra cosa hacer —reconoció, apoyando la frente en el cristal de la ventana con pesadez—. ¿De verdad cree que no tiene otras opciones? ¿Acaso no hay mil putos trabajos a los que dedicarse que no impliquen pelear por esta ciudad podrida? —preguntó en voz baja, cerrando los ojos al exterior como si la luz le molestara.

Pensar en la libense, además, no le ayudaba en nada en aquel momento, y rememorar sus palabras solo le hacía daño. A pesar de todo Rox también tenía razón en eso: era una niña pequeña que aún tenía mucho que aprender. ¿Quién era él para criticar la forma de pensar de nadie por haber sido adoctrinado desde pequeño?
—Y lo de Nime... se que no es tan terrible como me parece a mi, pero no he sabido encajarlo bien con todo lo que estaba pasando.

La cama se movió al perder el peso de Milo y Rox temió haber dicho algo que no debía, observando como se paseaba de lado a lado como un dingo inquieto que sopesaba la huida. El ruido que provocó la cortina le hizo encogerse en el sitio, desviando la mirada al suelo con preocupación. Durante la cosecha había visto a todos sus compañeros en momentos muy bajos: les había visto llorar, había compartido sus miedos, su impotencia, habían fingido que las cosas no iban tan mal por el bien de los menores, habían sangrado juntos... y sin embargo aquello era nuevo. Nunca había presenciado a Milo enfadado, muchísimo menos contra uno de los suyos, y ahora el cambiante estaba muy convencido de no querer repetir la experiencia. Dejó que su espalda chocase contra el colchón con un suspiro derrotado, ocupando el espacio en el que antes estaban las piernas del irrense. Si estiraba un poco el cuello hacia atrás podía verle, alrevés desde su ángulo. En otra circunstancia se habría dejado embriagar por el olor de las sábanas, ese sutil aroma a jabón y cobre que delataba lo que era de Milo, pero no podía permitírselo con la situación dada. Sentado al lado de la ventana el chico parecía haber vuelto a la calma, y Rox se regañó mentalmente al encontrarse mirándole más tiempo del que era normal.

—Ya —le respondió rápidamente, dirigiendo la vista al techo. Él también estaba convencido de que existían muchos trabajos que Adru podría hacer sin poner en peligro tanto su vida como la de otros, pero el punto no era solo ese. Suspiró despacio—. No, no, sí que es terrible, lo que pasa es que... Nime no tiene la culpa de pensar así. Y esta claro que un triste modelo no sabe defender a los suyos como lo haría un militar —no se mordió la lengua, arrugando la nariz al recordar lo que la libense había dicho, el dolor de una minúscula espina clavada en la piel al rozar contra la ropa. «Mierda», se reprimió en seguida, presa momentánea de la rabia transmitida por Milo, «¡cállate!».

Era inegable que no podían superar a un soldado entrenado, él no estaba preparado para luchar porque tras casi un año solo había aprendido a huir, y ahora se conformaba con vivir sin empujar demasiado a nadie, pero la molestia y el orgullo le habían nublado el pensamiento racional lo suficiente como para no ser capaz de retractar su propio sarcasmo. Había ido como mediador, no para avivar el fuego. El problema es que su propia hoguera seguía ardiendo, tímidas chispas que tan solo necesitaban un soplo de aire para volver a crecer. Se obligó a enfriarse antes de abrir la boca otra vez.

—Piensa en lo que han dicho, que hace tiempo no hay guerras. La ciudad está hecha mierda, nadie va a interesarse en atacarla y no creo que tenga el valor de atacar a nadie. A lo mejor Adru tiene razón...
Si era verdad, el servicio militar de la ciudad sería más como un cuerpo de policía, y esa idea le provocaba menos rechazo. Pero que no hubiese habido conflictos en mucho tiempo no significaba que no fuera a haberlos. ¿Para qué estaban entrenando dragones sino era para usarlos? ¿Solo un capricho, una demostración de poder? ¿Para que preparaba Corea del Norte bombas nucleares si no era para usarlas en algún momento? Se llevó ambas manos a los ojos, agarrotado, masajeando con más fuerza de la habitual mientras un quejido escapaba de su media garganta.

—Mirémoslo como si fuera policía. No un conejo a lomos de un dragón quemando pueblos y niños inocentes. Un conejo policía —a veces dudaba de si lo que decía era para Milo o para convencerse a sí mismo—. Adru es hiperactivo. Necesita un trabajo donde estar moviéndose constantemente. Y quiere defendernos, que no se repita... Ya sabes, lo de Ain, Drake... y todo —le entendía en cierto modo por ello. Él también había estado ahí, inútil, había abandonado a Ain y visto a Drake caer inerte en un juego de azar en el que bien podría haber sido él el muerto. Las secuelas le durarían para siempre y acudían a él cada noche igual que reptaban a él en ese mismo instante, y aunque antes de luchar bajo el mandato de los verdaderos culpables prefería que le arrancaran cada hilo del cuerpo con unas pinzas, entendía que Adru hubiese hallado cierta paz con su decisión. Tragó saliva y se concentró en el color del techo, intentando zafarse del recuerdo de los ojos muertos del humano—. Piensa que no lo hace por Rocavarancolia ni por los dragones.

Se aferraba a su empatía por Adru como si estuviera apunto de ser tragado por un huracán, pero lo cierto es que a ratos costaba. Confiaba en el gamusino y se esforzaba en comprender sus motivos pero los contras a todo eran demasiado altos. Claro que no lo diría en voz alta.

—Siempre podemos meterlo en una bola gigante de hámster y pagarle por correr en ella —sonrió y un bufido le cortó el habla, no solo por imaginarse la escena, tan lejos del punto, sino por toda la tensión que se le había acumulado dentro hasta entonces. Seguía siendo un chaval jugando a ser adulto.

Nime siguió a Zob, mirando una última vez más atrás para ver cómo quedaba el ambiente. No había tenido la oportunidad de intercambiar palabras con Adru sobre todo aquel asunto, y aunque creía haber dejado claro que la apoyaba sin reservas, ahora no sabía ni había metido la pata de alguna manera.

Zob parecía bastante incómodo, y eso incomodaba a la niña por extensión. Todo aquello había explotado sin que Nime tuviese mucha idea de por qué y le resultaba imposible no ponerse nerviosa. Miró a Eitne también, antes de que el basilisco comenzase a hablar, intentando comprender cómo se sentía él y de lado de quién estaba. Tenía miedo de que él también se hubiese enfadado con ella.

La expectación se rompió de forma anticlimática para la libense, que miró a Zob sin acabar de comprender a dónde quería llegar con aquella pregunta.
—¡Pues claro que sí! Bueno, al menos yo… —añadió mirando a Eitne, aunque sabía perfectamente por sus juegos de guerras que sabía de qué iba el asunto—. No soy tonta, no tengo cinco años. Sé que la gente lo pasa mal cuando hay guerras y que no está bien pelear porque sí, pero a veces hace falta. ¿Si alguien te ataca dejas que te pegue, Zob? Pues los ejércitos hacen falta por eso y… y en mi mundo además el ejército es muy importante y hacen cosas por la gente también. Si te unes al ejército eres importante y la gente te admira porque eres fuerte. Aquí no parece que pase eso, y tampoco sé si se pelean con otra gente porque sí, pero mira lo que pasó cuando la ciudad se quedó como está ahora. —Nime solo sabía a grandes rasgos en qué había consistido aquel incidente, pero le parecía un buen ejemplo—. Si no hubiese ejército no habría quedado nadie vivo, ¿no? Si no supiesen pelear y defenderse.
»Entiendo lo que dijo Milo… pero, ¿no es verdad lo que digo yo también? A lo mejor no debí llamarles idiotas, pero me enfadé porque hicieron llorar a Adru —se justificó, bajando la mirada.

Milo bufó por lo bajo cuando Rox mencionó lo de que un modelo no era válido para defender a nadie, una clara referencia a la pulla de Nime que con todo lo ocurrido el brujo casi había pasado por alto. Ahora que repasaba lo que había dicho la libense con más tranquilidad entendía perfectamente la molestia que se adivinaba en las palabras del cambiante, pues el mismo la compartía al ser un simple hacker sin preparación militar que “no sabía” defender a los suyos.
—Esa niña no tiene ni idea. —masculló para sí con el ceño fruncido, frotándose inconscientemente el antebrazo en el punto donde Rutilante le había perforado la piel mientras volvía de nuevo la mirada hacia la calle.

Aquellos altibajos entre preocupación e ira no le estaban haciendo ningún bien al brujo, por lo que se abstuvo de decir nada sobre aquel tema en concreto y se aferró en cambio a las buenas intenciones del humano. Rox tenía razón en muchas cosas y su punto de vista sobre el estado de la ciudad era bastante acertado: era poco probable que los rocavarancoleses iniciaran una guerra a corto plazo y eso echaba por tierra sus predicciones más nefastas sobre lo que Adru estaría obligado a hacer si entraba en el ejército.
—Quizás me lo haya tomado demasiado a la tremenda, no lo sé... —replicó con una mueca, repentinamente inseguro sobre la forma en que había manejado todo aquello y la impresión que había dado a los demás con su comportamiento.

Con un profundo suspiro el irrense echó la cabeza hacia atrás y se cruzó de brazos sin abandonar su posición junto a la ventana, buscando algún patrón inusual en la madera del techo que lo distrajera de todo aquello. Tenía aquellas vigas muy vistas, sin embargo, y su fútil intento de evasión se quedó en nada mientras el coreano buscaba símiles que sonaran mejor que soldado.
—¿No teníais una peli sobre eso en vuestro mundo? —no pudo evitar preguntar cuando el otro mencionó al conejo policía—. Juraría que Guille me ha contado una historia similar en algún momento… —aclaró con una débil sonrisa, alzando las manos en señal de disculpa por desviar la conversación del asunto importante.

La mención a sus compañeros fallecidos hizo que se autoflagelara mentalmente por haber hecho un comentario tan estúpido, pero se mordió la lengua y asintió con cuidado para no perturbar el silencio que se había instaurado en la habitación tras aquello. Milo no había estado en aquella salida y no comprendía hasta qué punto había afectado lo sucedido a los implicados, pero sabía que Rox no llevaba muy bien todo aquello y no quería empeorarlo con algún comentario desafortunado que no viniera a cuento.
«Piensa antes de hablar, gilipollas… » se dijo mientras su dominio rodaba desde debajo de la cama hasta sus pies.

Fue el propio coreano el primero en optar por el humor entre tanta seriedad, sin embargo, y el brujo tuvo que llevarse la mano al hocico para ahogar su propio bufido ante la imagen mental.
—Tendría que ser una bola muy buena para que aguantara su ritmo, ¿no crees? —replicó con una sonrisa, deslizándose por la pared hasta quedar sentado en el suelo mientras Cobrecito fluía entre sus manos formando patrones erráticos muy acordes con su propio estado de ánimo.

El hacker no sabía qué hacer a continuación, pues aunque sentía que les debía una explicación y una disculpa a los otros por cómo había reaccionado lo cierto era que no tenía ganas de enfrentar a nadie más aquel día. Necesitaba aclarar sus ideas y reflexionar sobre lo ocurrido antes de hablar con nadie o se arriesgaba a volver a estallar, pero le costaba tomar una decisión.
—¿Qué crees que debería hacer, Rox? —le preguntó a su amigo en voz baja, cerrando los ojos de nuevo para sumergirse en aquella penumbra acogedora en la que todo perdía importancia.

La mona del queso aceptó el abrazo de Adru, aguantandose el refunfuño internoi porque noiera el momento y se sintio aliviada al ver que Rena se mantenia alli mientras Zob se llevababa a Eitne y Nime aparte ¿Iria a explicarles mas detalladamente porque la situación se había exaltado tanto? Era posible.

Era raro que entre ellos chocasen por cosas de sus mundos, porque la cosecha, el sobreviviir, el tener varios pequeños a cargo de los mayores, habia pesado mucho mas que la diferencias  culturales que pudieran tener en la mayoria de ocasiones. Pero ahora eran tiempos mas tranquilos, donde no tenia queproeocuparse sobre salir por cestas para comer o ser atacados en mtiad de una salida y ser incapaces de defenderse. Ahora estaba viviendo, tomando decidines para el futuro y sus vida en la ciudad, y con eso salian los roces. pero noc reia que fuese nada que no pudiera solucionarse.

Milo habia perdido un poco el temple y habai escogido salir antes de alterarse mas. Nime era una niña pequeña aun que aunque no fuera tonta y tuviera su aprte de razon tambien, seguia habiendo maycies que no entendia. Ellos dos y Rox eran los que mas se habia exaltado.

Pelusa miro hacia Adru que aprecia estar un pococ mas tranquila y cmo el y Neil se ibana a su habitacion. Pelusa quedo entocnes a solas con rena que clarament staba un pococ como ella, sin saber que hacer. No creia que fuera a estan enafadados mucho tiempo, pero no dejaba de ser incomodo ver la expresion decaida de Adru, escuchar el enrviosismo de la vo tintineante de Eitne momentos antes, o confusion y molestia de Nime, Milo o Rox.  ¿Que podian hacer ellos para intentar ayudar sin presionar?

Levanto un poco la vista para ver a la ursantropo.

-¿Que hacemos ahora Rena? -preegunto suavemente pero pensativa, no queriendo simplemente no hacer nada, ahi cruzados de brazos hasta que a sus amigos les dieran por habalr con normalidad de nuevo-¿Esperamosa ver si Zob y Rox logran hacer algo con Nime y Milo? Porque entiendo que fueron a hablar con ellos para, calmarlos o explicarles.- añadio dubitativa, antes de mriar hacia la puerta por la que todos habian salido de nuevo- Creo que incluso logran calmarse... va a costarles hablar con normalidad asi de primeras, la incomodidad puede pesar mucho a veces tras una discusion...¿no hay algo que podamos hacer para aligerar las cosas? -a grandes rasgos ella no era buena en eso, no le incomodaba discutir o alterarse, pero era cierto que sus prontos eran momentaneo, sus disculpas tambien eran en el momento, asi que no era cosas que escalasen.

Se aseguró en responder que no, aunque fuera con una negación de cabeza, a sus dudas. Milo había reaccionado como el fuego a la gasolina, pero entendiendo y empatizando con el porqué Rox era incapaz de juzgarlo por ello. Si todos le hubieran dado la enhorabuena a Adru sin más, sin plantearse los peligros que suponía unirse al ejército, estarían evadiendo una posibilidad realista y haciendo más daño que bien. Por fortuna sus palabras parecían estar funcionando y eso le aliviaba. Aún le dolía la cabeza y seguía en tensión por todo lo ocurrido, así que agradecía retomar poco a poco la paz y estar un paso más cerca de que Milo volviera a ser el de siempre. Frunció el ceño por la mención a una película, cayendo entonces en lo que se refería con una ligera sonrisa.
—Aaaaah, la película de los furries de Disney, sí. Joder, si es que gracias a Guille os podríais hacer pasar por humanos y todo —rio suavemente. Ahora no podía evitar imaginarse a Adru vestido igual que la protagonista de Zootrópolis.

Se incorporó perezosamente al escuchar algo moverse debajo de la cama, viendo como la bola de cobre rodaba hacia su dueño como una pelota con poca cinética. Poder ver a Milo desde un ángulo más decente, aguantándose la risa y trasteando con Cobrecito terminó por alejar sus peores pensamientos. Le sonrió de vuelta, permitiéndose una risa sin censurar.
—Pues ya ves.
Iba a divagar sobre diseñarle una bola a Adru, que buscasen un hechizo como la burbuja de silencio pero tangible -¡que sea rosa, como la de Steven!-, pero el brujo devolvió el río a su cauce. El silencio reinó los segundos que Rox le dedicó a pensar en una respuesta.

—Supongo que hablar con Adru —dijo finalmente, fijándose en las manos del moreno y el cobre agitándose entre ellas, luego en las arrugas de la cama. Él también tenía que hacerlo, y meditó sobre qué le diría en ese segundo encuentro, como no empeorar las cosas sin dejar de lado sus inseguridades por la decisión del gamusino. Las palabras tardaron en salir—. Y confiar en él.

Sentía que tenían que pedir perdón, ambos, pero estando tan reciente el asunto no le saldría del cuerpo hacerlo, además, una buena parte de él aún rechazaba sentirse culpable. Necesitaba saber si lo tenía claro de verdad, si era plenamente consciente de lo que implicaba aquello, saber que haría de darse una guerra, una provocada por la ciudad, y solo entonces se quedaría tranquilo. Aunque conociera a Adru y quisiera imaginarse su respuesta necesitaba oírla venir de él.
—Tenemos que hablar con él —repitió con más seguridad, añadiéndose en el verbo—. Sin Nime de por medio —emitió una risa suave, apenas un soplido cansado—. Cuando se calmen un poco las cosas y te sientas con fuerza. No es plan de que se crea que le odiamos, porque no es eso.

Se apartó los mechones rosas de la frente con una mano, manteniéndolos atrás mientras sus dedos permanecieran sobre su pelo. Al quitar la mano según su pecho se desinflaba en un suspiro volvieron a caer en su sitio. Mentalmente hablando estaba exhausto.

Neil sacudió la cabeza intentando olvidar sus últimos pensamientos cuando Adru soltó suavemente su abrazo para poder abrazar debidamente a Pelusa. Preocupado por su edeel, asintió a su petición y le cogió de la mano para guiarle suavemente hasta su habitación. Cuando llegaron, Neil la llevó hasta la cama para que los dos pudieran sentarse cómodamente.

-¿Qué tal estás, Dru? ¿Cómo te encuentras? -le preguntó suavemente, sin querer alzar mucho la voz.