Sede de los Taumaturgos

Tenía muchas ganas de ver la plantación desde que había hablado con Neil, y ahora aún más con las explicaciones de Irianna. Pero después llegó la parte fea debido a lo que le había preguntado. La chica fue sincera y no se andó con rodeos con algo tan abyecto, cosa que le sorprendió, pero le hizo confiar más en ella.

En efecto, claro que había algo "desfavorable". Aunque fuera algo que no le afectase directamente ni en sus escamas, era algo con lo que tendría que convivir si quería el trabajo. La esclavitud de la ciudad la conocía, pero le resultaba repugnante. Para colmo, el conocer a nublinos "libres" solo incrementaba el asco que le tenía a que estuviera tan normalizado en la ciudad. Y quieras que no, le recordaba a los secuestros del Coro o las pésimas condiciones en que recluían a miembros de las ciudades. Lo veía tan deleznable que su cresta se alzó y su cara se apretó nada más escuchar a Irianna, aunque sin ojos era mucho menos expresiva que antaño.

Sin embargo, pese a todo, las palabras de la bruja suavizaron un poco su reacción. Además, no podía creer que Neil trabajara codo con codo con esclavos si los trataban como tal, así que... Inspiró hondo y asintió levemente.
—Vale, sí que es un gran "pero", sí... Creo que tendría que verlo con mis propios ojos y hacerme una idea. Tengo que ir igualmente para conocer el lugar y saber todos los detalles de mi puesto, de todas formas... ¿Iría contigo o con Neil o cómo?

Irianna asintió ante la respuesta de la roquense: estaba razonablemente convencida de que se disiparían sus dudas una vez hubiese visto las instalaciones por sí misma, pero no pensaba decirlo en voz alta. Su interlocutora podría verlo como un intento por condicionar su visión y no quería empezar con mal pie.
—Neil y yo solemos quedar en el portal para ir a trabajar juntos, él te dirá cuándo puedes pasarte por la plantación y, claro, imagino que le acompañarás. Seguramente sea pronto, supongo que no es un problema.
Arreglaron los últimos detalles y la idrina despejó cualquier otra duda que pudiese tener Sinceridad antes de abandonar la sede con una buena sensación.

Pocas horas faltaban para cumplir un año entero desde su llegada a Rocavarancolia. Habían pasado por muchos cambios y experiencias, tanto así que ahora su vida en la Tierra era la que se le antojaba irreal, como si todo lo anterior a ese año hubiera sido un producto muy elaborado de su imaginación. Un día como ese seres monstruosos saldrían a buscar a chicos ingenuos de toda clase de mundos para traerlos a la ciudad, y esos mismos chicos, o los que quedasen de ellos, serían los monstruos que en un futuro reemplazarían el puesto de quienes les trajeron. Un ciclo al que la palabra "horrible" se le quedaba corta. Y ahí estaba él, colgando guirnaldas con forma de murciélago en la pared.

De alguna forma esa fiesta era su forma de luchar contra toda la mierda que se traía Rocavarancolia. No era Samhein, no era la fiesta de la cosecha, era el Halloween que le habían arrebatado, SU Halloween: donde se disfrazaban, se atiborraban de azúcar, contaban historias de miedo y hacían el tonto sin preocuparse por el día siguiente. Faltaba la parte de pedir chuches por la calle (y vandalizar casas) por motivos logísticos, ¡pero lo demás iría al saco! Rox había puesto todo su empeño en cumplirlo, por eso había explicado en detalle a sus amigos lo que se hacía en la Tierra el 31 de octubre cuando no te secuestraba nadie.

La sala de entrenamiento que habían reservado cada vez se veía mejor. Las telarañas de pelusa falsa con arañas de plástico le daban mucho encanto a las esquinas, por no hablar de las tradicionales calabazas y los adornos de fantasmitas fluorescentes. A un lado se acumulaba un alijo de cojines, almohadas y mantas suficientes como para hacer dos barricadas, y al otro la mesa central, que poco a poco iba llenándose de cosas ricas e insalubres. Quedaba hueco de sobra para lo que Neil y cualquier otro quisiera poner, ya fuera comestible o decorativo.

—¿Están bien así? —preguntó, apartándose de los murciélagos morados y negros sin soltarlos para ver si estaban centrados. Rox no llevaba su disfraz todavía, quería dejar la sorpresa para la noche. Además, podía ultimarlo en menos de 5 minutos.

A Guillermo le había encantado la idea y desde el primer momento quiso ayudar, desde hacer la manualidades a cocinar, echaba una mano literalmente a todo el que se lo pidiera. Cada vez conocía mejor a sus Pendicularias, tenían personalidad y parecían agradarles unos trabajos a unas más que otras, una parecía especialmente encantada de cocinar con Neil, por eso Guille la llamo Miel.

Había aumentado la gama de gestos que había enseñado a sus amigas las manos para así mejorar la comunicación y evitar malentendidos, además que le gustaba que le respondieran y dieran su opinión  al fin y al cabo eran amigos.

No pudo aguantarse las ganas de ponerse su disfraz, no era difícil con unos listones de madera y cuerda y un poco de maquillaje, se transformo en un títere movido por las Pendicularias, lo más importante eran los movimientos. Fue corriendo para enseñarle su disfraz a quien estuviera en la sala.  Halloween no guardaba un buen recuerdo para él. Pero estaba dispuesto a caminar hacia adelante y formar buenos recuerdos aquí, con su nueva familia.

-¡¡Hola!!- dijo mientras las Pendicularias le movían la mano, incluso le elevaban un poco para dar la sensación de peso muerto. Y movía la mandíbula dando efecto de la mandíbula- ¿A que mola mi disfraz? ¿Con que podemos ayudara?

Eitne había necesitado la ayuda mágica de Guille para el disfraz de por la noche, debido a las circunstancias específicas de su transformación, y la ayuda económica de sus amigos para el disfraz de día, con el que obviamente iba vestido desde que se despertó. Había comprado un disfraz de león bastante genérico y lo había teñido con magia para que tuviese el color de Scar, el león de una película humana que decían sus amigos que se parecía a él. También se había pintado un hociquillo y unos bigotes blancos en la cara. Parecía que a Scar le hubiera salido tripa, pero Eitne no conocía al personaje en realidad y estaba contentísimo de ser un león amanerado y harto de todo el mundo (de mentira, claro).

Fue de los primeros en unirse a ayudar por dos motivos gigantescos: no quería que le regañaran por no hacerlo (ni que pensaran mal de él, o lo llamasen vago, ¡o algo peor!) y quería ver desde el principio cómo iba quedando el lugar. Había cosas que le sorprendían, como la cantidad de cosas negras que había en vez de blancas, que claramente darían más miedo. Sin embargo, como el miedo era un poco de mentirijilla estaba encantadísimo.

La llegada del brujo le pilló picando chocolatinas a escondidas y lo sobresaltó doblemente: por la sorpresa de verle colgando como un juguete inerte y por el miedo a que le hubieran pillado.

—¡Demiurgos! ¡Qué susto! —exclamó. Luego se giró a Rox y añadió—. ¡Está super bien!

Aparte, habló solo para Guille:

—¿Y si pones pendicularias en sitios donde den mucho, mucho miedo?

Aquellos seres demoníacos ya le asustaban en su día a día, no se quería imaginar lo horrible que podía llegar a ser si se lo proponían en serio.

Estaba que no cabía en sí de emoción. Desde que Rox y Guille les habían explicado en qué consistía aquella fiesta human tan guay y que además coincidía con el día de Samhein no había sido necesario ni un microsegundo para que estuviese total y efusivamente de acuerdo con celebrarlo. Atosigando a preguntas, en particular al cambiante ya que el pequeño brujo solía dar respuestas confusas, y consultando a menudo con Neil se hizo con varias prendas que creía que encajaban con lo que le habían explicado. Tras muchas indecisiones creyó haber dado con lo adecuado.

El día en cuestión había llegado, y aunque aquella fiesta se hacía de noche los preparativos ya habían comenzado. Adru se había querido probar su disfraz, pero estaba demasiado nervioso como para ponérselo entero y volvérselo a quitar. Por lo que en un momento dado de dar vueltas inquietas por el cuarto y casi derribar el escritorio, decidió simplemente bajar para ayudar.

La edeel apareció con un traje de esqueleto en la sala de entrenamiento, fijándose primero en la decoración que los que ya estaban allí colocaban.
—¡Qué guay, qué guay, qué guay! —repetía mientras echaba a correr por los huecos aún vacíos de la sala, dejando algunas esqueléticas remanencias tras de sí. Solo entonces se paró a observar a sus amigos, aunque no todos llevaban ya disfraces—. ¡Eitne, Guille! ¡Vuestros disfraces son geniales! Has tenido una idea muy buena con tus pendicularias —levantó el pulgar hacia el brujo—. Este no es mi disfraz en realidad… Bueno, sí, pero solo una parte —dijo enarbolando una sonrisa “misteriosa”—. ¿Qué falta por hacer, Rox?

Había soltado todo aquello de forma atropellada y sin dejar de moverse alrededor de los presentes o tamborileando en el suelo con las piernas. Incluso mientras esperaba instrucciones del cambiante seguía balanceándose en el sitio.

Nime tenía su disfraz preparado pero no quería revelarlo antes de tiempo, así que se obligó a sí misma a aguantarse las ganas de enseñarlo para ayudar a organizar la fiesta por la tarde. Algunos ya se habían disfrazado, o medio disfrazado, como Adru, y eso solo se lo ponía más difícil.

Nime nunca había oído hablar de una fiesta como aquella, pero como era natural en cuanto supo en qué consistía le faltó tiempo para apuntarse y expresar lo muy buena idea que le parecía. Cuántas más preguntas hacía a los humanos, más le gustaba. Su fiesta de la cosecha era aún más interesante que la Libense, y eso que a la niña siempre le había encantado.

El hecho de que llevasen ya un año allí no fue en lo que más se paró a pensar. Sobre todo porque no quería pensar en Libo, en sus padres, en sus hermanos, sus amigos… Todo. Quería que aquella fiesta improvisada ocupase por completo sus pensamientos, y ni siquiera necesitaba forzarse a sonreír, porque estaba con gente a la que quería con locura aunque la conociese desde hacía mucho menos tiempo.

—¡Me encantan vuestros disfraces! —les dijo a Guille, Eitne y Adru cuando se reunió con ellos. Había estado deshaciéndose de los recortes sobrantes de la decoración—. Bueno, aunque los de Eitne y Adru vayan a cambiar por la noche… —añadió—. ¡Quiero ver ya los de todo el mundo!
No iba  a reconocerlo en voz alta, pero le daba envidia que Guille pudiese incorporar tan bien su transformación en un disfraz que daba miedo. Aquella parte era su favorita de aquella celebración, que todo fuese de cosas que daban susto. Cómo le habría gustado celebrar aquello con Sisek y proponerse hacerlo chillar de terror durante la noche. «Supongo que podré intentarlo con Neil» se consoló.

Los días cercanos a la fiesta de Halloween Tayron se encontraba excitado, pocas similitudes existieron entre él y un niño de ocho años cuando sus amigos le comunicaron lo que tenían pensado. Sin embargo a medida que pasaba el tiempo e iba imaginando con poco detalle su disfraz... su estado de ánimo varió a uno más taciturno. Su celebración había pasado de hacer el niñato tirando huevos a algún despistado... a estar en Rocavarancolia. Y ya hacía un año de eso, lo que le hacía pensar sin poder evitarlo en sus amigos de la Tierra y por supuesto en su novia, quién se había rehusado una y otra vez a acudir a la cita de esa noche. Por aquel entonces Dafne y él no estaban juntos pero al menos estaba viva, y era de carne y hueso.

Por suerte para el lémur el humor de los niños disfrazados era contagioso y no todo poseía un tinte triste. También celebraba que habían sobrevivido, y que en cierta forma Dafne había regresado, aún tenía mucho que decir y hacer. Además no se imaginaba fiesta de calabazas y muertos más verídica que aquella. Ellos eran monstruos de verdad.

—¡BU! —diría tontamente a uno de los fantasmas fluorescentes que parecía atravesarle con su mirada vacía. Normalmente habría acudido a última hora para escabullirse de tener que montar todo aquello pero la responsabilidad y cierta madurez y consideración habían florecido también en él en esos meses, le importaba lo que ese grupo pensara de él. Por su parte se encontraba colocando ataúdes de cartulina con pliegues para apoyarlos que había creado él mismo, no era un manitas y resultaban algo cutre pero era lo que tenía. Se encontraba poniendo a rotulador la palabra "RIP" y los nombres de algunos de los presentes (esperaba que no fuera demasiado tétrico) cuando habló— ¡Vais de puta madre!—su mirada no podía despegarse especialmente de Guille y sus manos, le imponían demasiado— quieres ver los de todos pero... ¡¿Qué me dices del tuyo?! —le diría a Nime— ¿nos vas a dejar con toda la tensión? —sonrió, aunque él tampoco había revelado lo que tenía preparado excepto a una persona para que le echara una mano.

Al principio, cuando Rox y Guille habían comenzado a explicar la fiesta de Halloween, Neil no había estado del todo convencido con eso de asustar a la gente y contar historias de miedo, pero en cuanto se habló de los dulces y las chucherías, el brujo estuvo vendido. Además, la idea de disfrazarse de cosas le pareció muy divertido y más teniendo en cuenta que le dijeron que no tenía por qué ser algo terrorífico obligatoriamente.

Como era de esperar en él, el aurva se pasó todo el día preparando dulces temáticos, con la inestimable ayuda de Miel, siguiendo las instrucciones de estética que le habían explicado los humanos y estaba realmente satisfecho con el despliegue de chucherías, galletas, tartaletas y pastelitos que había cocinado. Además los días anteriores también había estado preparando velas encantadas de distintas formas y colores que iban a dar luz, ambiente y completar la decoración de la sala de entrenamiento que habían estado reservando.

Con algunas tartaletas de ataúdes y pastelitos de arañas en el horno, el sinhadre se dispuso a ir subiendo sus creaciones a la habitación llegando a esta con dos calderos de tamaño medio llenos de gusanos de golosina y regaliz y seguido por Miel, que sostenía una bandeja de galletas con forma de calabazas, y una hilera de velas apagadas que levitaba tras él.

-Todavía hay algunas cosas en el horno, pero ya he terminado todas las chucherías y galletas -explicó mientras dejaba los calderos en una mesa y las velas comenzaban a rodearle-. ¿Quieres que las velas se coloquen en algún sitio en concreto o hago que simplemente nos sobrevuelen?

La pregunta iba dirigida a Rox, tanto porque lo había identificado desde el principio como el maestro de ceremonias como porque pensaba que en ese momento estaba solo en la sala, pero al mirar en su dirección vio al resto y el aliento se le quedó enganchado en la garganta al ver el disfraz de Guille. Tras la primera impresión, y con un gran esfuerzo de su parte, logró reprimir el miedo y la impresión y forzar una sonrisa con la intención de que se viera serena, aunque quedó claramente falsa y asustada.

-V-v-vaya, es...s...es un gran disfraz, Guille -alagó intentando sonar sincero y no asustado como se sentía y luego se giró hacia Eitne sintiendo todavía la inquietud en la nuca-. Tú también te ves genial, Eitne, pero pensé que no era hora de disfrazarse aún.

Neil tenía preparado su esponjoso y redondo disfraz de calabaza sonriente junto a sus mayas naranjas, su maquillaje y su sombrerito de rabito verde en su habitación y aunque sabía que Adru sería incapaz de reprimirse para vestirse cuanto antes, lo que había sido verdad aunque solo con la mitad del disfraz, había esperado que la mayoría esperaran a la noche para ponerse el disfraz. Teniendo en cuenta la naturaleza de la transformación de Eitne, veía lógico que quisiera hacer una versión para la noche y otra para el día, pero las prisas de Guille solo podía achacarlas a su forma de ser impredecible, lo que Neil hubiera preferido que no fuera así al menos por esa vez.

-¿Alguien me ayuda a subir las cosas que he preparado? -preguntó en general evitando mirar los terroríficos detalles del disfraz de Guille.

A Rena le había entusiasmado el plan. Realmente cualquier plan que consistiese en pasar un buen rato con sus amigos le habría hecho ilusión, pero ese día necesitaba distraerse más que ningún otro. La fiesta de la cosecha había sido su fiesta favorita antes de Rocavarancolia, y de pronto se había cargado con un montón de implicaciones horribles a las que no estaba preparada para enfrentarse: el hecho de que ya no vivía en Irraria, que iba a ser el aniversario de su secuestro, que esa noche llegaría otra tanda de niños engañados y que no podía hacer nada por evitarlo. No, necesitaba aferrarse a esa celebración alienígena por una noche, luego ya pensaría cómo enfrentarse a la realidad.

Se había empapado bien de toda la historia y la estética pero también había tenido muy clara la presencia de los peques, así que su disfraz iba a ser a medias un chiste interno y una excusa para ser adorable sin que se notase mucho. Iba a ser una bruja de las arañas, aunque en ese momento solo llevaba las medias a rayas verdes y moradas, ya que había preferido llevar ropa más cómoda para trastear con los preparativos.

Entró en la sala de entrenamiento secuestrada con dos cojines enormes bajo el brazo y una nevera portátil llena de refrescos en la mano opuesta.

-¡Joder, qué nivel! -dijo con admiración, no solo por la decoración si no por los disfraces que ya estaban terminados -Os ha podido el ansia, ¿eh? ¡Tayron, que no nos ha matado la ciudad y nos quieres matar tú! -le dijo al lémur sin poder evitarlo.

Lanzó los cojines a la pila y dejó la nevera junto a la mesa de la comida. Los refrescos eran mayormente irrenses, con algunas novedades de otros mundos que le hacía ilusión probar.

-Yo te ayudo -le dijo a Neil. -Así subo también lo mío.

Quería evitar ponerse nostálgica, pero la verdad es que le daría bastante pena pasar esa fiesta sin comer algún plato típico de su mundo, así que había hecho lo que podría considerarse la versión irrense de los nachos con queso, con crema agria y bacon tostado caramelizado.

Cuando le contaron sobre esa fiesta de la Tierra, a Sinceridad se le llenó la cabeza con ideas. Ideas para vestirse, e ideas para preparar comida dentro de lo posible con sus conocimientos. Había estado practicando con la cocina con consejos de sus amigos y con esto en mente probó ingredientes que se pudo comprar con su nuevo trabajo. También pudo hacerse un disfraz, y aunque no creía que pudiera asustar a nadie con él... lo intentaría.

Si había entendido bien, en la fiesta se comían platos que dieran la apariencia de cosas que no comerían normalmente, o cosas que asemejaran partes del cuerpo de alguien, o lo que calificara como terrorífico pero con humor, así que ella pensó en insectos de Roca Sagrada y de cualquier parte que llegara a sus oídos. Galletas de chocolate con muchas patas, bolas de trufa encadenadas con pinzas en las cabezas, ojos saltones de gelatina con mucho colorido... Pero también galletas con formas de transformaciones. Incluso había varias con la suya propia.

De un vistazo pudo ver que en la sala de entrenamiento estaban colocando la decoración y toda la comida, así que se acercó a llevar sus cuencos de golosinas y dulces en un salto antes de volver para vestirse. Eso sí, cuando bajó lo hizo con una máscara con dos ojos saltarines con "muelles". El invento le encantó, así que lo compró unos días antes y abajo fue con él ese día.
—¡Hey, mirad, me han salido ojos en la cara! —se rió mientras entraba a colocar sus cuencos de dulces. Mientras, fue fijándose en los disfraces de algunos. Qué pasada de fiesta iban a tener, pero... ¿quizá daría demasiado miedo su propio disfraz?—. Qué chulada, Guille. Y creo que tendremos que tener cuidado con esa fiera —bromeó mirando a Eitne.

Y cuando vio a Tay escribir sus nombres en esas cajas de madera en papel y escuchó la broma de Rena... No se lo pensó dos veces y eligió al lemur como víctima para probar si su disfraz daba miedo cuando fuera a cambiarse después. Pero de momento se quedaría para ayudar en lo que hiciera falta.

En Irraria nunca le había interesado la fiesta de la cosecha, pues durante gran parte de su vida como antisistema Rocavarancolia solo había sido un espejismo sin importancia, pero ahora que estaba en la ciudad de los monstruos la idea de celebrar aquel “Halloween” humano con sus amigos era estimulante. Milo se había empapado de los detalles que les habían contado Rox y Guille, pensando en posibles disfraces y en platos adecuados, y aunque al final había necesitado consejo del cambiante y había dejado casi todo el trabajo culinario a Neil había amanecido muy entusiasmado con el plan para la noche. En el fondo sabía que todo aquello era una forma de evadirse de la realidad, de no pensar en todo el tiempo que llevaban ya allí y en lo que les deparaba a la nueva remesa de cosechados, pero apartó aquellas preocupaciones de su mente y se propuso disfrutar con todo su ser. Que fuera su yo del futuro el que lidiara con aquellos pensamientos lúgubres.

El brujo entró en la sala de entrenamiento detrás de Rena cargado con un par de boles gigantes entre los brazos y otros tantos flotando tras él. Todos estaban llenos de granos de maíz de diferentes tipos, pues contar historias de miedo con palomitas era lo mejor, y mientras admiraba algunos de los disfraces de sus amigos los dispuso junto a la montaña de cojines para más tarde. Los recipientes tenían un hechizo de calor anclado que se activaba con un circuito rúnico sencillo ideado por el irrense, pues le encantaba trastear con la magia de formas estúpidas, y cuando empezaran los relatos todos podrían disfrutar de su variedad preferida de palomitas (saladas, con mantequilla o dulces) recién hechas.
—Menuda pasada, Guille… das un mal rollo que no veas. —alabó al ver al español “movido” por su dominio como si fuera un títere a tamaño real, dedicándole cumplidos también al resto de disfraces a medida que los iba identificando y riendo ante la ocurrencia de Sinceridad cuando la roquense apareció con unas gafas de ojos saltones.

La decoración ya estaba prácticamente dispuesta, pero se ofreció a ayudar al ver a Rox colgando guirnaldas de murciélagos, y con la excusa de echarle una mano intercambió una mirada cómplice con el australiano. Habían decidido aprovechar aquella reunión para poner a sus amigos al corriente de su relación, pues hasta el momento la única persona al tanto era Rena, y como no era normal que siguieran manteniendo aquello en secreto tanto tiempo se habían fijado aquella fecha como límite.
—¿Lo hacemos ahora? —preguntó en voz baja, consciente de que para el cambiante todo aquello era más difícil. Las inseguridades que arrastraba a causa de la sociedad en la que había crecido y sus experiencias vitales no eran fáciles de solventar, pero el irrense estaba allí para apoyarle en todo el proceso.

Aquel parecía un momento tan bueno como cualquier otro y el moreno creía que cuanto antes se lo quitaran de encima antes podrían relajarse, pero su compañero tenía que estar de acuerdo. Por suerte el rubio parecía mentalizado y asintió con decisión, por lo que Milo carraspeó en voz alta y llamó la atención de todos los de la sala antes de que el aurva y la ursántropa volvieran a bajar a por más comida.
—Chicos, Rox y yo tenemos algo que contaros y nos gustaría aprovechar que todavía no hemos empezado la fiesta propiamente dicha para hacerlo… —empezó con decisión, volviéndose consciente poco a poco de las miradas de sus amigos y de la bomba que estaba a punto de soltar. Necesitaba un poco de ayuda y tendió la mano hacia el humano de forma inconsciente.

En cuanto tuvo el visto bueno del león de peluche andante que era Eitne con las guirnaldas se giró para ver a Guille, quedándose muy sorprendido con su disfraz.
—¡La leche, como mola! —rio, moviendo la cabeza de un lado a otro para verlo mejor desde distintos los ángulos—. ¡Si con luz da yuyu imagina cruzarte con él en mitad del pasillo de noche!
Seguidamente varios fueron haciendo gala de sus disfraces -así fuera parcialmente-, y el cambiante no podía culpar sus ganas de enseñarlos. Ahora mismo compartía el ansia de Nime; quería verlos completos y llevar el suyo a la de ya.
—¡Hay una caja llena de adornos al lado de la mesa, huesitos! —respondió a Adru—. Ponedlos donde más os gusten.

El olor a dulces caseros inundó la habitación alertando de la presencia de Neil y dejándole tonto en el proceso. A sus ganas de disfrazarse ahora se le sumaban las ganas de comer. Se veía atacando la mesa antes de tiempo igual que lo hacía el daeliciano, y así habría hecho de no haberse parado a mirar a Milo.
—¿Así, sin anestesia? —bromeó en voz baja, inseguro. Toqueteó con nerviosismo una guirnalda antes de asentir y tomar aire. Eran sus amigos quienes estaban ahí, su familia, si no le habían juzgado por su género no lo harían con eso. Aún así le pesaba el reconcome de hacer las cosas incómodas entre ellos—. Venga.

Milo tenía razón, era buen momento y ya se lo habían callado mucho. Con la seriedad del anuncio se le escapó un risa. De haber estado más fino habría respondido dramáticamente "estoy embarazado" o alguna chorrada de magnitud similar, pero no iba a ser el caso. Ya haría el tonto con un alien emergiéndole del estómago luego.

—Milo y yo estamos saliendo —dijo de sopetón, sin florituras. Rozó la mano del irrense con el dorso antes de sujetarla, apretando suavemente—. Desde hace un mes o así... —sonrió con torpeza y un ligero rubor, despeinándose la nuca con la otra mano—. Perdón por no contarlo antes. Bueno y por decepcionaros, que solo era eso —rio.

Fue saludando a todo el mundo y agradeciendo sus cumplidos, y hablando distendidamente con todos y riendo, acabando como siempre con Eitne y Nime. Distraído hasta que Rox hizo su declaración.

¿Porque estaba triste? Era una buena noticia que se quisieran, ademas los quería a los dos, entonces porque le dolía la tripa, se sentía estúpido quizás se había echo ilusiones, se había visto a él como algo más que un niño, y quizás empezó a sentir  cosas que "no" eran de su edad, era un niño estúpido y enamoradizo, era muy pequeño para esas cosas, y había confundido el cariño y amistad hacía Milo por otra cosas, o eso se hizó creer.

Durante unos minutos se quedó paralizado, la Pendicularias lo sabían empezaron a moverse comenzaron a moverle por él, tomaron el mandó de su cuerpo desde las cuerdas y aprovechándose del disfraz lo alejaron un poco y fingieron que colocaba cosas y intentaba coger cosas de comida para no encontrase en medio de la escena.

Eitne se lo estaba pasando pipa y eso que no habían empezado con la fiesta aún. Le encantaba ver llegar a la gente y saludó a todos con efusividad de más. Al final, hasta la parte decorativa resultó divertida y se alegró incluso de que Panda Gris pusiera su nombre en las lápidas. Dedicó “¡Gracias!” exclusivos a cada uno de los que alabaran su primer disfraz (a pesar de lo poco que duraría) y se fijó también en lo que iban trayendo los demás. Cuando Nime habló de que había disfraces a medias, el niño le dedicó una sonrisa traviesa.

—¡Adru, me encanta tu medio disfraz! ¡Y vaya ojazos, Sinceridad! —se rio. Tampoco se le pasaron por alto las mallas de Rena, a pesar de que no revelaban del todo la identidad de su disfraz, y en general se moría de ganas por ver los que aún eran sorpresa—. ¡Sí, perdón! Es que me quería disfrazar de día y de noche —reconoció a Neil—. ¿Tú de qué irás? —aprovechó para ver si podía sacarle prenda al brujo de la cera.

Sin embargo, una revelación lo pilló por sorpresa. Al contrario que Guille, Eitne dio un par de saltitos a la vez que se le escapaba un “¡oooh, qué bien!” para toda la sala. No había tenido ni idea de que Milo y Rox estuvieran juntos, no se lo había olido siquiera, pero era una noticia estupenda y le hacía muchísima ilusión. En Daelicia las relaciones no eran monógamas y el niño no comprendió muy bien la reacción de Guille, pues se notaba que eran las pendicularias las que tiraban de él y le habían alejado sin decir nada...

Sin moverse del sitio para no levantar sospechas, le habló en exclusiva al brujo de las pendicularias y miró a Nime con gesto preocupado.

—¿Guille, te ocurre algo? —le preguntó con un hilillo de voz.

Respondía con gestos positivos los comentarios sobre su disfraz y alababa los de los demás cuando ellos también venían ya disfrazados. Se rio con ganas con el comentario de Sinceridad.

Una vez el cambiante le respondió realizó un saludo militar hacia él y recogió la caja que le había mencionado.
—¡A la orden! Capitán Gamusino Huesitos da comienzo la misión.
Repartió algunos adornos entre los pequeños y aquellos que fueron llegando para que los colocaran. Eran bastantes personas, así que al final la propia Adru no se quedó con demasiados para colocar. Para el final se quedó con una calavera de fieltro, la cual llevó enfrente del ataúd en el que Tayron había escrito su nombre. Colocó el adorno en la parte superior del ataúd.
>>¡Perfecto! Oye, Tayron… ¿Qué significa “RIP”?

Iba a atender a la petición de Neil, pero entonces llegó Milo e hicieron una pausa en sus tareas porque, al parecer, él y Rox querían contarles algo. El gamusino corrió para acercarse a ellos con la curiosidad en el rostro. Esperaba que no fuese nada malo, aunque no lo parecía. Y vaya si no lo era. Al principio se quedó confusa y miró hacia su aurva como buscando una explicación. ¿Saliendo…? ¡Ah! ¡Claro! La cristalina voz de Eitne entró en su cabeza justo para terminar de darse cuenta de qué era lo que significaba aquello. El edeel ya ni recordaba la anécdota de la fiesta de los dragones, donde había creído entender qué “pasaba”. En aquel momento, tan solo pensó que a Rox le parecía que Milo estaba muy guapo con sus nuevas ropas, pero en realidad el gamusino no le había dado ninguna vuelta al asunto, por lo que el anuncio le pilló completamente desprevenido.

Había comenzado a agitarse en el sitio y sonriendo ampliamente. No sabía muy bien qué decir, pero su cuerpo le pedía mostrar entusiasmo. Dio un par de palmadas y se acercó a ellos con una corta carrera, cogiendo entonces un brazo de cada uno y levantándolos en el aire, de una forma muy similar a como había hecho en Kankri durante el concurso de dominios.
—¡Hurra por Milo y Rox! —dijo riendo.

El gamusino no se dio cuenta de que Guille estaba actuando raro, pues principalmente solo se estaba fijando en el brujo y el cambiante, y una vez se disolvió la breve reunión por las buenas noticias, simplemente volvió junto a Neil para ayudarle en lo que había pedido.

Nime seguía dando vueltas alrededor de la gente disfrazada o a medio disfrazar, analizando y comparando con sus propios planes. Cuando Tayron le preguntó por lo que iba a llegar sonrió de oreja a oreja con malicia antes de responder.
—¡Si no es sorpresa no tiene gracia! ¡Y si no es de noche tampoco!
Estaba segura de que le habría gustado que se fuera de la lengua, pero por muy grande que fuese la tentación, la niña había conseguido guardar el secreto hasta ese día y no se iba a rendir tan cerca de la meta.

Para que pasase más rápido el tiempo sabía que sería bueno ayudar, así que de vez en cuando se tragaba la emoción, dejaba de dar vueltas sin dirección, y colocaba un adorno aquí o allá. Estaba tan distraída, hablando por los codos, que no notó que Milo y Rox tramaban algo hasta que anunciaron en voz alta que tenían que contarles algo. Entonces se detuvo en seco y los miró expectante, sin saber qué esperar del anuncio repentino. Al menos no esperaba que se tratase de nada malo, aunque parecían nerviosos.

La verdad la cogió tan por sorpresa como habría cogido a alguien que no conociese a Rox y Milo en absoluto. La niña no se había detenido a pensar siquiera en la posibilidad de que los mayores empezasen a salir entre ellos, pero encima la relación de aquellos dos conseguía que le echase humo la cabeza. No eran de la misma especie, y además eran chicos… pero Rox tampoco era exactamente un chico, aunque ahora mismo podía ser lo que le diese la gana. La cabeza de Nime iba a todo trapo tratando de asimilar todos aquellos pensamientos, por lo que no vio a Guille marcharse ni notó la mirada de Eitne en ella, ya que cuando habló no pudo escucharle.

No necesitó demasiado tiempo para decidir que daba igual. Que estaban en Rocavarancolia y todo lo que le habían enseñado en Libo importaba más bien poco. Lo cierto era que estaba contenta de que sus amigos se quisiesen, pero no por eso iba a empezar a felicitarlos de forma ñoña.
—¡Cursis! —les dijo con una sonrisa de oreja a oreja al verlos cogidos de la mano.

Fue tras eso cuando se dio cuenta de que Guille y Eitne se habían alejado ligeramente y los buscó con la mirada.