Sede de los Taumaturgos

Milo bufó por lo bajo cuando Rox mencionó lo de que un modelo no era válido para defender a nadie, una clara referencia a la pulla de Nime que con todo lo ocurrido el brujo casi había pasado por alto. Ahora que repasaba lo que había dicho la libense con más tranquilidad entendía perfectamente la molestia que se adivinaba en las palabras del cambiante, pues el mismo la compartía al ser un simple hacker sin preparación militar que “no sabía” defender a los suyos.
—Esa niña no tiene ni idea. —masculló para sí con el ceño fruncido, frotándose inconscientemente el antebrazo en el punto donde Rutilante le había perforado la piel mientras volvía de nuevo la mirada hacia la calle.

Aquellos altibajos entre preocupación e ira no le estaban haciendo ningún bien al brujo, por lo que se abstuvo de decir nada sobre aquel tema en concreto y se aferró en cambio a las buenas intenciones del humano. Rox tenía razón en muchas cosas y su punto de vista sobre el estado de la ciudad era bastante acertado: era poco probable que los rocavarancoleses iniciaran una guerra a corto plazo y eso echaba por tierra sus predicciones más nefastas sobre lo que Adru estaría obligado a hacer si entraba en el ejército.
—Quizás me lo haya tomado demasiado a la tremenda, no lo sé... —replicó con una mueca, repentinamente inseguro sobre la forma en que había manejado todo aquello y la impresión que había dado a los demás con su comportamiento.

Con un profundo suspiro el irrense echó la cabeza hacia atrás y se cruzó de brazos sin abandonar su posición junto a la ventana, buscando algún patrón inusual en la madera del techo que lo distrajera de todo aquello. Tenía aquellas vigas muy vistas, sin embargo, y su fútil intento de evasión se quedó en nada mientras el coreano buscaba símiles que sonaran mejor que soldado.
—¿No teníais una peli sobre eso en vuestro mundo? —no pudo evitar preguntar cuando el otro mencionó al conejo policía—. Juraría que Guille me ha contado una historia similar en algún momento… —aclaró con una débil sonrisa, alzando las manos en señal de disculpa por desviar la conversación del asunto importante.

La mención a sus compañeros fallecidos hizo que se autoflagelara mentalmente por haber hecho un comentario tan estúpido, pero se mordió la lengua y asintió con cuidado para no perturbar el silencio que se había instaurado en la habitación tras aquello. Milo no había estado en aquella salida y no comprendía hasta qué punto había afectado lo sucedido a los implicados, pero sabía que Rox no llevaba muy bien todo aquello y no quería empeorarlo con algún comentario desafortunado que no viniera a cuento.
«Piensa antes de hablar, gilipollas… » se dijo mientras su dominio rodaba desde debajo de la cama hasta sus pies.

Fue el propio coreano el primero en optar por el humor entre tanta seriedad, sin embargo, y el brujo tuvo que llevarse la mano al hocico para ahogar su propio bufido ante la imagen mental.
—Tendría que ser una bola muy buena para que aguantara su ritmo, ¿no crees? —replicó con una sonrisa, deslizándose por la pared hasta quedar sentado en el suelo mientras Cobrecito fluía entre sus manos formando patrones erráticos muy acordes con su propio estado de ánimo.

El hacker no sabía qué hacer a continuación, pues aunque sentía que les debía una explicación y una disculpa a los otros por cómo había reaccionado lo cierto era que no tenía ganas de enfrentar a nadie más aquel día. Necesitaba aclarar sus ideas y reflexionar sobre lo ocurrido antes de hablar con nadie o se arriesgaba a volver a estallar, pero le costaba tomar una decisión.
—¿Qué crees que debería hacer, Rox? —le preguntó a su amigo en voz baja, cerrando los ojos de nuevo para sumergirse en aquella penumbra acogedora en la que todo perdía importancia.

La mona del queso aceptó el abrazo de Adru, aguantandose el refunfuño internoi porque noiera el momento y se sintio aliviada al ver que Rena se mantenia alli mientras Zob se llevababa a Eitne y Nime aparte ¿Iria a explicarles mas detalladamente porque la situación se había exaltado tanto? Era posible.

Era raro que entre ellos chocasen por cosas de sus mundos, porque la cosecha, el sobreviviir, el tener varios pequeños a cargo de los mayores, habia pesado mucho mas que la diferencias  culturales que pudieran tener en la mayoria de ocasiones. Pero ahora eran tiempos mas tranquilos, donde no tenia queproeocuparse sobre salir por cestas para comer o ser atacados en mtiad de una salida y ser incapaces de defenderse. Ahora estaba viviendo, tomando decidines para el futuro y sus vida en la ciudad, y con eso salian los roces. pero noc reia que fuese nada que no pudiera solucionarse.

Milo habia perdido un poco el temple y habai escogido salir antes de alterarse mas. Nime era una niña pequeña aun que aunque no fuera tonta y tuviera su aprte de razon tambien, seguia habiendo maycies que no entendia. Ellos dos y Rox eran los que mas se habia exaltado.

Pelusa miro hacia Adru que aprecia estar un pococ mas tranquila y cmo el y Neil se ibana a su habitacion. Pelusa quedo entocnes a solas con rena que clarament staba un pococ como ella, sin saber que hacer. No creia que fuera a estan enafadados mucho tiempo, pero no dejaba de ser incomodo ver la expresion decaida de Adru, escuchar el enrviosismo de la vo tintineante de Eitne momentos antes, o confusion y molestia de Nime, Milo o Rox.  ¿Que podian hacer ellos para intentar ayudar sin presionar?

Levanto un poco la vista para ver a la ursantropo.

-¿Que hacemos ahora Rena? -preegunto suavemente pero pensativa, no queriendo simplemente no hacer nada, ahi cruzados de brazos hasta que a sus amigos les dieran por habalr con normalidad de nuevo-¿Esperamosa ver si Zob y Rox logran hacer algo con Nime y Milo? Porque entiendo que fueron a hablar con ellos para, calmarlos o explicarles.- añadio dubitativa, antes de mriar hacia la puerta por la que todos habian salido de nuevo- Creo que incluso logran calmarse... va a costarles hablar con normalidad asi de primeras, la incomodidad puede pesar mucho a veces tras una discusion...¿no hay algo que podamos hacer para aligerar las cosas? -a grandes rasgos ella no era buena en eso, no le incomodaba discutir o alterarse, pero era cierto que sus prontos eran momentaneo, sus disculpas tambien eran en el momento, asi que no era cosas que escalasen.

Se aseguró en responder que no, aunque fuera con una negación de cabeza, a sus dudas. Milo había reaccionado como el fuego a la gasolina, pero entendiendo y empatizando con el porqué Rox era incapaz de juzgarlo por ello. Si todos le hubieran dado la enhorabuena a Adru sin más, sin plantearse los peligros que suponía unirse al ejército, estarían evadiendo una posibilidad realista y haciendo más daño que bien. Por fortuna sus palabras parecían estar funcionando y eso le aliviaba. Aún le dolía la cabeza y seguía en tensión por todo lo ocurrido, así que agradecía retomar poco a poco la paz y estar un paso más cerca de que Milo volviera a ser el de siempre. Frunció el ceño por la mención a una película, cayendo entonces en lo que se refería con una ligera sonrisa.
—Aaaaah, la película de los furries de Disney, sí. Joder, si es que gracias a Guille os podríais hacer pasar por humanos y todo —rio suavemente. Ahora no podía evitar imaginarse a Adru vestido igual que la protagonista de Zootrópolis.

Se incorporó perezosamente al escuchar algo moverse debajo de la cama, viendo como la bola de cobre rodaba hacia su dueño como una pelota con poca cinética. Poder ver a Milo desde un ángulo más decente, aguantándose la risa y trasteando con Cobrecito terminó por alejar sus peores pensamientos. Le sonrió de vuelta, permitiéndose una risa sin censurar.
—Pues ya ves.
Iba a divagar sobre diseñarle una bola a Adru, que buscasen un hechizo como la burbuja de silencio pero tangible -¡que sea rosa, como la de Steven!-, pero el brujo devolvió el río a su cauce. El silencio reinó los segundos que Rox le dedicó a pensar en una respuesta.

—Supongo que hablar con Adru —dijo finalmente, fijándose en las manos del moreno y el cobre agitándose entre ellas, luego en las arrugas de la cama. Él también tenía que hacerlo, y meditó sobre qué le diría en ese segundo encuentro, como no empeorar las cosas sin dejar de lado sus inseguridades por la decisión del gamusino. Las palabras tardaron en salir—. Y confiar en él.

Sentía que tenían que pedir perdón, ambos, pero estando tan reciente el asunto no le saldría del cuerpo hacerlo, además, una buena parte de él aún rechazaba sentirse culpable. Necesitaba saber si lo tenía claro de verdad, si era plenamente consciente de lo que implicaba aquello, saber que haría de darse una guerra, una provocada por la ciudad, y solo entonces se quedaría tranquilo. Aunque conociera a Adru y quisiera imaginarse su respuesta necesitaba oírla venir de él.
—Tenemos que hablar con él —repitió con más seguridad, añadiéndose en el verbo—. Sin Nime de por medio —emitió una risa suave, apenas un soplido cansado—. Cuando se calmen un poco las cosas y te sientas con fuerza. No es plan de que se crea que le odiamos, porque no es eso.

Se apartó los mechones rosas de la frente con una mano, manteniéndolos atrás mientras sus dedos permanecieran sobre su pelo. Al quitar la mano según su pecho se desinflaba en un suspiro volvieron a caer en su sitio. Mentalmente hablando estaba exhausto.

Neil sacudió la cabeza intentando olvidar sus últimos pensamientos cuando Adru soltó suavemente su abrazo para poder abrazar debidamente a Pelusa. Preocupado por su edeel, asintió a su petición y le cogió de la mano para guiarle suavemente hasta su habitación. Cuando llegaron, Neil la llevó hasta la cama para que los dos pudieran sentarse cómodamente.

-¿Qué tal estás, Dru? ¿Cómo te encuentras? -le preguntó suavemente, sin querer alzar mucho la voz.

Siguió a Neil sin rechistar, dejando guiarse por él aunque ya conociese el camino. Apreciaba poder simplemente dejar una responsabilidad, aunque tan banal como ella, en sus manos y no pensar demasiado. Se sentía extraño en aquellos momentos, casi como si la realidad a su alrededor fuese falsa de algún modo. No se enteró muy bien de cuando cruzaron la puerta del cuarto ni de cuando se sentaron en la cama. Cuando Neil le hizo la pregunta tenía la mirada fija en el vacío y tardó unos instantes en responder.
—Me siento… raro —le dijo—. Pero estoy bien, no te preocupes. Es decir… Me preocupa Milo, pero seguro que… No lo sé. Supongo que es mejor que no piense en eso ahora. Y Zob fue con Nime y Eitne, también les explicará… Supongo.
Le costaba expresarse y dejó escapar una exhalación de cansancio.
>>Oye, ¿y si nos ponemos como si fuésemos a echar la siesta? No creo que sea capaz de dormir, pero por estar más cómodos…
Si su aurva accedía se tumbaría encima de la cama a su lado y cerraría los ojos.

Neil le sonrió suavemente intentando trasmitir todo su apoyo y le acarició la mano con cariño.

-Ya verás como todo se solucionará. Es como han dicho Pelusa y Rena, somos de mundos diferentes. Estoy seguro de que una vez se calme podremos hablar y comprenderá tu punto también.

El brujo intentó apoyar a su edeel lo mejor que pudo, pero no sabía muy bien cómo hacerlo con un tema como aquel. A él todavía no le gustaba demasiado la idea de que Adru formara parte del ejército, pero nunca lo había visto tan decidido sobre un asunto tan serio.

-Sí, tumbémonos. Relajarnos no nos vendrá mal. Y luego si quieres puedo preparar syv y traerlo. Todavía quedan algunas galletas de las que hice esta mañana, también podría subirlas -sugirió.

Asintió con seriedad ante el comentario de Neil. Él también quería creer aquellas palabras, pero no podía evitar sentir cierto pesimismo en aquellos momentos, sentimiento que le resultaba poco conocido y que le hubiese gustado poder sacudirse de encima. Por un lado pensaba que el brujo tenía razón, pero por otro tenía miedo de haber hecho algo irreparable, de que por causa de su decisión las cosas nunca volviesen a ser como antes.

—Vale… luego, a lo mejor —le respondió a su sugerencia. Por una vez, sentía que no le cabía nada en el estómago. Se tumbó de lado en la cama, mirando hacia la puerta del cuarto y permaneció varios segundos en silencio—. Oye, Neil… Sobre lo que hablamos ayer con Eara y Ayne… De las creencias de nuestro mundo y todo eso. Yo nunca voy a dejar de ser tu edeel, eso ya te lo he dicho, siempre que tú sigas queriendo que lo sea. Pero… tú crees… ¿Tú crees que somos de verdad dos partes de un mismo alma? Nadie más excepto los sinhadres parecen creer algo parecido ni de lejos.    

Sentía que necesitaba cambiar de tema, aunque fuese a otra cuestión potencialmente poco agradable, pero hablar de la perspectiva de los diversos mundos le había hecho volver a dar vueltas sobre aquel tema en particular. No lo hubiera sacado, no obstante, si no hubiera intuido en la conversación del día anterior que tal vez Neil había llegado a las mismas conclusiones que ella en aquel tema. Le sorprendió escuchar ciertas cosas de él el día anterior y quería saber en qué punto se encontraban ambos respecto a aquel tema.

Rena correspondió al abrazo con fuerza y luego la dejó marchar. No comprendió por qué oírle decir que necesitaba descansar le había creado un peso en el pecho hasta que se dio cuenta de las pocas veces que había oído a su amiga decir esas palabras. Se quedó parada, mirando a la puerta incluso después de que la pareja sinhadre se hubiera ido, hasta que Pelusa habló.

-Creo que solo podemos dejar que pase algo de tiempo -respondió -Tenemos mucho que asimilar, todos nosotros.

Suspiró. Ella también se sentía cansada. Tenía muchas preguntas y muchos datos y emociones que ordenar y la preocupación la desbordaba y se extendía en muchas direcciones, más de las que podía abarcar.

-Oye, ¿qué te parece si nos ocupamos de la cena de todos y luego les echamos un ojo a ver qué tal están?

Cocinar la ayudaría a calmarse y sentiría que estaba ofreciéndole algo más que una presencia nerviosa y confundida.

Milo asintió de forma imperceptible cuando Rox le contestó, totalmente de acuerdo con lo que el cambiante estaba diciendo, pero cuando mencionó lo de sentirse con fuerza el brujo desvió la mirada. No sabía realmente cuánto tiempo le iba a llevar aceptar la decisión del gamusino, pues si pensaba demasiado en ello aún sentía vértigo, pero debía encontrar un equilibrio con su forma de pensar si no quería que el intento de arreglar las cosas llegara demasiado tarde.
—No quiero que Adru piense que estoy enfadado con él… —dijo al final, dejando a Cobrecito a un lado con un suspiro—. No es nada de eso, tu lo has dicho, pero seguro que se pone en lo peor. —añadió, siguiendo las vetas de la madera con los dedos de su mano derecha en un gesto distraído.

Había conseguido tranquilizarse bastante gracias a la intervención del humano, algo que el brujo agradecia mucho, pero si se descuidaba iba a volver a caer en la misma espiral de rabia y autocompasión.
—¡Ya basta! —exclamó, frotándose la cara con ambas manos mientras resoplaba entre los dedos—. Se acabó el tema por el momento, ¿de acuerdo? —dijo con decisión, intentando autoconvencerse a sí mismo—. Hablemos de cosas menos trascendentales si te parece bien. —concluyó con una media sonrisa, echando la cabeza hacia atrás hasta apoyarla contra la pared.

Ahora que el enfado pasaba e incluso la preocupación había sido relegada a un segundo plano de forma deliberada lo único que sentía Milo era hambre, algo muy común en él, y cuando su estómago se quejó en voz alta para recordárselo no pudo evitar ruborizarse.
—Lo siento —se disculpó con una mueca, no pudiendo evitar pensar en batidos de fresa al observar el cabello rosado de su amigo—. ¿Crees que podríamos escabullirnos a por algo de cenar sin cruzarnos con nadie? —preguntó sin demasiado optimismo, empezando a prepararse mentalmente para los encuentros incómodos que sin duda tendrían lugar durante los próximos días.

Se apuntó aquello como una victoria, muy conforme con lo de no retomar el asunto. Ya bastante tendrían que pensar en soledad para seguir dándole vueltas ahora, especialmente cuando ya estaba todo dicho. De ahí a que hablasen con Adru era cuestión de tiempo y asimilación.
—¿Estás mejor? —preguntó antes de que cambiasen de tema. El estómago de Milo se apresuró en responder por él, lo que tras unos segundos de quedársele mirando con cara de póker resultó en una carcajada por parte del pelirrosa—. ¡Vaaaale, vale, lo pillo!
No podía quitarse la sonrisa burlona de la cara ni ante la vergüenza del moreno ni ante el plan de salida que propuso, por poco que le convenciese. No estaba mentalizado aún para enfrentarse a nadie, su plan tras hablar con el brujo era marchar con sutileza a su cuarto y no salir de este hasta bien pasado el rato, sin embargo una vez caldeados los ánimos tampoco es que tuviera la necesidad de evadirse del mundo tan drásticamente. Además, se le ocurría otra cosa.

—Hmm... Puedo salir yo solo y traerme cosas. A mi no me tienen porqué reconocer —sonrió con orgullo; cualquier excusa era buena para darle uso a sus habilidades—. Pero me tienes que dejar una sudadera o algo, llevando lo mismo se va a notar de lejos que soy yo.
Se incorporó lo justo para sacar un pequeño espejo de bolsillo de su pantalón. Se había acostumbrado a llevarlo encima y, aparte de útil, era más rápido y discreto que lanzar el hechizo de reflejo cada vez que quería asegurarse de que su cara seguía siendo su cara tras un cambio.
—¿Qué te apetece?

Neil suspiró suavemente cuando Adru le dijo que quizás más tarde tomarían un syv. Luego frunció un poco el ceño con el cambio de tema de Adru.

-Bueno, tampoco hay otros mundos con pieles y colores como los daelicianos. Pienso que lo nuestro es lo mismo -comenzó diciendo-. Yo sí creo en las almas divinas y terrenales y que el alma es de dos flujos y los sinhadres tenemos un tipo de alma y nuestro par lo tiene otro. Pero... empiezo a no creer todo lo que decían los sacerdotes. Quiero decir, a veces incluso uno te decía una cosa y otro te decía la contraria y tú tenías simplemente que creerles, ¿sabes? -le contó poniendo en palabras sus dudas de la infancia-. Creo realmente que tú eres un alma divina y yo una terrenal y que somos las dos partes de un alma completa, pero... no creo que los sacerdotes sepan realmente lo que están haciendo. He podido ver como emparejan con criterios aleatorios y me hace dudar sobre si realmente están uniendo bien las almas o no. Muchas veces tienen suerte o las almas emparejadas se atraen la una a la otra y por eso coincide que terminan siendo unidas, pero no creo que los sacerdotes tengan nada que ver con eso, ¿sabes? Y también pienso que los sacerdotes son almas divinas cuya pareja terrenal no tiene la misma edad que ellos y por eso quedan aparentemente "solas", al igual que los aurvas descartados. Si nuestra alma tuvo meses de diferencia para nacer, ¿por qué no la de esas personas? ¿Acaso es más lógico que un edeel nacido en enero y un aurva en diciembre del mismo año sean pareja que que lo sean un edeel nacido en diciembre con un aurva de enero del año siguiente? Creo realmente que todos los sinhadres claros tienen su parte oscura y viceversa, pero nuestra sociedad y la forma en la que lo ha enfocado ha sido errónea. Tantos edeels que han perdido sus aurvas por creerse "completos" y tantos aurvas muertos porque la sociedad no fue capaz de mirar más allá de los límites de años...

Escuchó atentamente a Neil, esforzándose por retener lo que le decía y que su mente no divagase cuando, por ejemplo, el chico mencionó el ritual de unión y su cerebro ya empezaba a llenarse de escenas del día que se conocieron. Se mantuvo en silencio durante un rato después de que el brujo terminase de hablar, asimilando todo lo que acababa de decir y buscando la forma de expresarse él mismo. Su aurva había mencionado muchas cosas que ella no se había planteado en absoluto.
—Es posible que tengas razón y los sinhadres seamos distintos en ese sentido. Es solo que… No puede ser que yo tenga más importancia que tú solo por tener los ojos más oscuros —el aurva no había mencionado aquel punto en particular y era posiblemente la parte sobre la que más quería incidir el gamusino—. Es por eso y porque a veces… “sobren” personas por lo que empecé a cuestionármelo. Sí, los sacerdotes están equivocados seguro. Y si de verdad hay dos partes de la misma alma tiene que ser como tú dices. Pero… esas dos partes tienen que ser igual de importantes. De eso estoy completamente seguro. Tal vez el color solo sea una pista para poder encontrar más fácilmente la otra mitad del alma, ¿o a lo mejor incluso eso está mal? No lo sé, solo sé que no quiero que nadie piense que eres inferior a mí de ninguna manera por tener los ojos claros, y que nadie merece ser… descartado por eso.

Ante el evidente orgullo en la voz de su amigo Milo solo pudo sonreír, pues estaba muy claro que al coreano le encantaba su transformación, y cuando sugirió que él se podía encargar de traer la cena sin levantar sospechas el irrense no dudó en apuntarse al plan.
—Tienes razón —asintió mientras se ponía en pie y se acercaba al armario—. Si te encargas tú nadie va a sospechar nada y podrás moverte sin que te hagan preguntas incómodas. —añadió, buscando entre su ropa ordenada una sudadera oscura que no llamara demasiado la atención.

Cuando dio con ella se giró hacia Rox y se la tendió con expresión pensativa, dejándose caer a su lado en la cama mientras intentaba decidir qué le apetecía comer.
—¿Un sandwich tal vez? —sugirió, estirándose sobre las sábanas con un gruñido de satisfacción mal contenido—. A pesar del hambre que tengo dudo que me entre mucho más que eso, aunque... —dudo por un segundo—. Supongo que a un helado tampoco le haría ascos. —añadió al final con una sonrisa culpable, llevándose las manos a la nuca con indolencia mientras buscaba desde su posición algún indicio de cambio en el reflejo del pelirrosa.

Rox dejó a un lado su espejo y sujetó la sudadera con ambas manos, observándola con aparente y total normalidad. Lejos de la realidad, el cambiante era una botella cerrada a presión con todo lo que sentía por estar a punto de ponerse una prenda de Milo. Dirigió la mirada al irrense, que ahora se estiraba como un gato al lado suya, para sonreirle con sorna.

—Si ya sabía yo —dijo, dándole la vuelta a la sudadera para ponérsela. Ahí estaba otra vez el olor a jabón y cobre, más fuerte que antes. No podía perderse en una nube así que se apresuró en sacar la cabeza, aprovechando los pocos segundos en los que su rostro no fue visible para frenar el rubor que pretendía establecerse en sus mejillas—. El helado es lo mejor para las bajonas. Me voy a traer una tarrina entera.

Le quedaba un poco grande, lo notaba por la longitud de las mangas y como le tapaban más mano de lo que deberían. Tampoco dejó que le distrayera aquello, ya bastante era con tener al moreno tumbado a su lado, con lo que se remangó rápidamente y recuperó su espejo para proceder con lo que le acontecía. Podía utilizar los modelos que más le gustaban de las revistas de dama Isis, las apariencias que de tanto practicar había hecho "suyas" de algún modo, pero el australiano tuvo otra idea en mente. Aunque siendo realistas, ni siquiera lo pensó al abrir la boca:
—Venga, descríbeme al chico más guapo que hayas visto nunca —lo había soltado con tanta naturalidad que al escucharse a sí mismo casi soltó un bufido. Rio suavemente, ocultando el nerviosismo—. Pero sin pasarte, que tampoco quiero que se me queden mirando —continuó, quitándole hierro.

La pregunta de Rox le pilló totalmente desprevenido mientras observaba el techo y por eso su respuesta no fue meditada en absoluto.
—Por ahí no vamos a sacar nada, porque tu eres el chico mas guapo que conozco e ir de ti mismo no es una opción —replicó—. ¿Se te suelen quedar mirando mucho, o qué? —preguntó con una sonrisa divertida, aún sin ser consciente de lo que acababa de decir en voz alta.

Tras unos segundos de silencio por fin le hicieron contacto las neuronas y el brujo deseo que se le tragara la tierra, pero logró contener las ganas de salir corriendo y se limitó a taparse la cara con un gesto casual del brazo que ocultaría convenientemente su incipiente rubor.
«¿Por qué has dicho eso en voz alta, imbécil?» se reprendió, rogando con todas sus fuerzas para que aquello no se convirtiera en un momento incómodo.

En aras de no alargarlo mucho más el moreno terminó carraspeando desde el otro lado de su muralla improvisada e intentó decir algo para salir del paso.
—Si te transformas en algún vecino al que no se le vea mucho el pelo seguro que no levantas sospechas, porque tampoco es plan de cruzarte con tu doble —bromeó con tono inseguro, incapaz de buscar la mirada del otro para compartir la gracia—. ¿El idrino de la cara cortada tal vez? —sugirió a media voz.

Rox se quedó paralizado en el acto tras un bufido de sorpresa, con los ojos bien abiertos y el espejo en una mano. Suerte que no se estaba apuntando a la cara, sino Milo habría visto como sus mejillas se teñían del mismo rosado que su pelo. De escuchar aquello de cualquier otra persona se habría reído, soltado un "ooow" prolongado, devuelto el cumplido, bromeado o dado las gracias, cualquier cosa, pero viniendo del irrense el escenario cambiaba radicalmente. El australiano ya le había piropeado en toda su cara antes y había disfrutado poniéndole nervioso varias veces, incluso a riesgos de ser obvio, pero ahora que se habían invertido las tornas no sabía bajo que piedra esconderse. Le ardían hasta las orejas. Milo le acababa de llamar guapo. No, el más guapo. ¿Era una exageración amistosa o iba en serio?

—No, no mucho —consiguió responder en el tono de voz menos confuso que su pobre cuerpo era capaz de dar, que venía a ser tan convincente como una jirafa en una carrera de caballos—. Creo.

Era incapaz de voltearse a mirarle, y cuanto más pensaba en actuar con naturalidad más le costaba. Se llevó una mano al colgante, nervioso, y hasta para eso se sintió torpe. Encima estaba sonriendo como un idiota, convencido de que si se quedaban mucho rato en silencio el moreno podría oír sus latidos yendo a toda velocidad. Por suerte fue el propio Milo quien siguió hablando, frenándole de abrir la boca para soltar la primerísima burrada demasiado sincera que se le cruzara por la mente.

—Sí, vale —dijo sin pensar, conforme con lo que fuese. Luego recapacitó, soltando unas risas nerviosas por medio—. No no no, espera, no. Tío, ¿y si me ven sus amigos? —se giró para entablar contacto visual y así disimular lo raro que se hubiera puesto antes, todavía con la sonrisa en la cara. Seguía colorado, pero no tanto como en un principio—. ¡Como para que me paren y me acusen de robo de identidad ahora, sabes! Ya de paso pídeme que me transforme en Hyun o, yo que sé, en la doña Abrazos —hizo una mueca acompañada de un ruido de asco cómico y se rio, ventilando de ese modo parte de sus nervios aunque siguiera bastante descolocado—. Ya me encargo yo de hacerme más anónimo... y menos guapo.

No había nacido ayer y conocía a Milo lo suficiente como para no fijarse en que él también parecía un rato... ¿incómodo? «Por dios, calla.» Bloqueó cualquier pensamiento para no volverse loco, alzando el espejo para cambiarse y concentrarse en su aspecto. Su rubor y su estúpida sonrisa seguían ahí, inmutables. Su piel se aclaró, su rostro, salpicado en pecas, se volvió mucho más fino y adoptó rasgos caucásicos, asimismo su pelo creció y se onduló, pasando del rosa al castaño. Su cuerpo se hizo más flaco y pequeño, menguando dentro de la sudadera del brujo. Parecía débil, como si fuera un cosechado al que la Luna hubiera obviado: era uno de los modelos de aspecto frágil y pestañas gruesas que se repetía en una de las revistas terrestres de ropa de otoño, modificado para aparentar ser más joven y menos llamativo que el original. Se observó de distintos ángulos; Milo podría verlo también en el reflejo.

—Sigue siendo rarísimo verme y no reconocerme —guardó el espejo, conforme. Tampoco tenía porqué ir al detalle, era solo para cocinar algo rápido. Y cuanto antes saliera mejor. Quería gritar, ya no solo por lo de Adru—. Hale, ¡ya vengo!

Sus zapatillas eran, como no, bastante llamativas, así que las dejaría en el cuarto.