Sede de los Taumaturgos

Una chica de otro mundo que podía transformarse en un gran felino y que llevaba un colgante que le permitía usar telepatía. Todo correcto. ¿Seguro que la bebida no llevaba nada?. Pero era obvio que no, acababa de ver a un reptil gigante con alas surgir de un chico majo, no se acostumbraría nunca. O mejor dicho, no quería hacerlo.

Se dirigió a Obel tras finalizar la conversación con la varmana también por su parte con una sonrisa.
—De hecho ya he conocido a unos cuantos, estoy acojonado de llegar a la habitación y encontrarme una fiesta de bienvenida fantasmal —bromeó—aunque técnicamente ya sabría que están allí y eso lo haría más horrible. ¿Sabes que puedo robarle su energía mágica o algo del palo si les miro a los ojos? —su naturaleza le parecía complicada e incluso desafortunada, ahora que gozaba de un caudal mágico muy grande si él fuera un fantasma tampoco se acercaría a un lémur, por eso tenía la certeza de que si alguno lo hacía de manera consciente como Aurelius o Ancas es que o querían algo de él, o simplemente eran tan fuertes que no le veían como una amenaza. Tampoco deseaba serlo— ah claro, pues una buena frase para ti, “tienes la cabeza más dura que una gárgola”, me encargaré de extenderla por toda la ciudad.

Tayron miró a su amigo con una sonrisa cuando percibió que intentaba animarle, le pasó el brazo por encima del cuello mientras intentaba disimular que aquel gesto le animaba, aunque en realidad no sus palabras.
—Bueno... bueno... tampoco nos comamos las pollas ahora ¿eh? ¡Además tú ya eres un diosito de esos de los que te molan! Puedes ponerte la chapita nublina con orgullo —su tono alegre cambió a uno más neutral mientras observaba de lejos a Arcan acercarse a Sinceridad— ¿Cómo llevas el vuelo, tío? ¿Te va bien?. Dios, parecemos un par de cuarentones en un bar poniéndonos al día —se rio— ¿Qué tal el trabajo? ¿y tus niños en casa?. Yo me divorcié hace tres años, estoy viviendo la vida.

Pelusa

La spriggan espero un poco más tal y como le había pedido Adru, viendo que salía un poco antes de ella, seguramente para ir a ver que hacían finalmente Nime y Eitne. Pelusa se aliso la falda de su vestido asegurándose que todo estuviera en orden, movió un poco las alas, ya podía moverlas a voluntad, aunque aún no había volado con ellas, resultaba un poco difícil de manejar en ese aspecto.  No se sintió mal por ello ya había escuchado y leído por igual, que las alas de insecto era las más difíciles de controlar asique estaba satisfecha con lo que había conseguir hasta ahora.

Cuando creyó haber esperado un margen suficiente, la spriggan salió de la cocina, buscando de inmediato a los dos pequeños con la mirada. No estaban. También busco las botellas de alcohol, se había quedado con ellas cuando el veterano llamado Dédalo las trajo. La niña alzo una ceja cuando vio que seguían allí o al menos eso le parecía. << ¿Que se han llevado?>> pensó confundida mientras volvía a la mesa mas no se sentó.

Llego a tiempo de ver el espetaculo que estaba ocurriendo frente a Rox, abriendo sus sojos sorprendida, al ver a aquel veterano de pelo blanco  covnertirse en una serpiente inmensa, luego como le slaia alas y finalmente se convertian en avez. La niña parpadeo sorprendida. ¿Que habiasido eso? <<¿¡Rox podra hacer todod eso!? ¿¡Y asi de rapido!?>> su increduldiad aun era aptentey por un instante le preocupo que Rox se incomodase ante la diferencia de ambos. Pero cuando le osbervó y vio la emocion en su compañero, como parecia brotarle por los poros. Pelusa se relajo...

Se estaba claramente divirtiendo y debia admitir que hacia tiempo no le veia tan feliz. << Parece tener 5 años de nuevo >> penso la niña rodando los ojos, aunque llo comprendia un pococ tambien. Ella se habia quedado tambien paralizada observando aquello, con una increduldiad que aunque no se habia reflejado en su inexpresiva expresion la habia vivido por dentro.

Escucho a Rox pregutnarle, al ahora ave, si podia volar, pero Pelusa desvio su atencion hacia la mesa.

Empezó a hacer un pequeño rodeo por la mesa buscando los platillos salados que sabía que había, a ver cuáles eran. Necesitaba contrarrestar un poco tanto dulce comido. ¿Problema? Su altura, no veía los platos de más al centro ¿Segundo problema? No llegaba desde su posición. No quería ir subiéndose en todas las sillas hasta dar con lo que buscaba y pedir que anduviera a su alcance.

La spriggan miró hacia la mesa con un claro dilema. <<Deberían hacer mesas para alturas pequeñas >> pensó la niña, no por primera vez desde su llegada a la ciudad. Eso de ser bajita, aun no poder volar y no tener magia aun, era una molestia para nimiedades así. Tenía que pasársela trepando, poniéndose de puntillas arriesgo de mancharse el vestido o ir jalando de la gente señalando lo que quería como si tuviera cinco años.

Se cruzó de brazos frente a la mesa con el ceño ligeramente fruncido, concentrada, ignorante de la imagen que daba ahí parada frente a la mesa casi asesinándola con los ojos. << A ver cómo hacemos esto sin tener que pedir ayuda, mancharme el vestido, ni andar subiéndome en todos lados>> pensó más que dispuesta a ver que platillos había fuera de su alcance de visión. Como fuera algo que no pudiera comer, como carne, iba a sentirse muy decepcionada.

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Dédalo

La aparente atención que había tomado de varios miembros más de la reunión a los que en ese momento no les prestaba demasiada atención, pero escuchaba sus murmureos como ruido de fondo. Más la clara emoción de Rox, que estaba claramente exaltado y admirado por lo que acababa de hacer, le hacía sentir una mezcla de regocijo, orgullo por el esfuerzo que había puesto en esos años para lograr eso y algo de vergüenza, una llena de un apuro casi divertido.

A pesar de sus años como cambiante, nunca había realizado cambios así de bestias frente a la gente. Solía aparecer ya cambiado, no los realizaba en el momento. La excepción eran sus amigos, claro estaba.

Siempre había pensado que hacer todo eso repentinamente sin venir a cuento, era casi presuntuoso, o como una búsqueda de llamada de atención. Se había sentido incomodo por ello. Lo había pensado, durante mucho tiempo, por eso siempre se había reservado un poco a la hora de cambiar en público. Pero ahora... pensaba diferente.

Los brujos usaban su magia sin contemplaciones y manejaban sus dominios frente a todos sin que nadie dijese nada, a veces de formas bastante llamativas; las trasformaciones más vistosas tampoco se cortaban en mostrar lo que la Luna les había entregado con naturalidad.

¿Por qué mostrar lo que él podía hacer y que tanto trabajo le había costado sería presuntuosos de su parte? Y de ser así ¿Qué más le daba? Al fin de cuentas, cuando te convertías en cambiante no aparecías con una enciclopedia sobre anatomía de todo ser vivo bajo el brazo, precisamente. O sabiéndolo todo. Se necesitaba tiempo y bastantes estudios de por medio.

Por eso la emoción que veía en Rox solo aumentaba aún más su propia felicidad. Porque si maldita sea, se sentía feliz. Y si como ave pudiera sonreír, que podría hacer algo con ello, pero quedaría grotesco, estaría devolviéndola una sonrisa igual de amplia que la que el exaltado Rox le profesaba.

Dédalo miró alrededor calculando el espacio que tenía <<Con este tamaño imposible, pero si encojo un poco…>> se acurrucó en torno a sus alas, encogiendo un poco más su cuerpo, hasta que el tamaño del ahora halcón era más similar al de uno de verdad. Solo entonces desplego de nuevo las alas y mirando aun a Rox, se alzó en el aire dando algunas vueltas cerca del techo observando todo desde arriba, como si buscara algo que atrapar. Cuando lo encontró bajo hasta la mesa. Con un ágil movimiento agarro con un pata un bollo y volvió alzarse en una batida de alas, revolviendo un poco la mesa, y sacando de sus plato los bollos de los cuale shabia agrrado uno. Mas alla de eso no hubo desastre y agradecio su no torpeza por una vez.

Dio un último giro en el aire para poder descender sobre la silla abandonada, manteniendo el equilibrio sobre una pata y con sus alas medio desplegada para hacer balance. Los halcones no estaba hechos para estar sobre tierra firme, menos sobre una sola pata; o al menos a él, como halcón, no se le daba. Agarro el bollo con el pico con fuerza, volvió a ponerse sobre el asiento y el cuerpo del ave comenzó a cambiar otra vez.

El cambio fue igual de rápido que antes, cuando paso de humano a serpiente, y una estructura más de humano que de ave no tardo en dejarse ir viendo. Dédalo activo la runa de vestir de nuevo, volviendo a recuperar su ropa sobre su cuerpo, antes de que el cambio terminara de efectuarse. Volvi a tener su aspecto de antes como si nada hubiera apsado, con la diferencia que ahora su pelo caia totalmente sobre su espalda y hombros, libre de cintas.

Agarro el bollo que seguía mordiendo ahora con su mandíbula humana y le dio un mordisco antes de mirar a Rox alegremente con ojos brillantes. Trago antes de repsonderle.

-¿Que como lo hago tan rapido? ¡Con muuucha practica! - aseguró Dédalo riendose con algo de diversion por era una forma de resumirlo, pero decidido explicarse un poquito más- Una vez aprendemos a hacer algo con nuestros cuerpos no se olvida, la velocidad del cambio ya viene de la mano de la experiencia y de cuán rápido apliquemos lo ya aprendido a nuestros hilos. Llega un momento que ya no tienes que ir pensando paso por paso como hacer determinados cambios. Va surgiendo solo – explicó porque algunas cosas él ya no necesitaba ni pensarlas en sí mismo, le bastaba con evocar aquello en lo que quería cambiar y su cuerpo prácticamente tenía memoria sobre ellas. No necesitaba ir pensando detalle a detalle como conectar músculos, huesos, órganos y demás para crear algo, era más general. Aunque si, al principio sí que era todo un tanto más lento, al menos en su caso fue así.

-Yo también aprendí por partes, es la mejor forma así que estás yendo bien, muy bien de hecho, que las prisas nunca son buenas – aseguró porque ir experimentado siempre de a poco era lo mejor que enfrascarse en un cambio total de una, porque si no lo conseguías podías acabar sintiéndote decepcionado más rápidamente. Tener las bases bien sabidas como cambiante, era algo muy importante - Con una criatura voladora, por ejemplo, lo peor son las alas, de lo más estorboso al inicio…y ahuecar los huesos para que no peses tanto. ¡Es el horror! Si lo has intentado sabras de lo que hablo –rio Dédalo con enfasis mirándole con atención- Igual si en algun momento tienes alguna duda o estas bloqueado, puedes decirme...y cuando lo consigas te invitare a volar conmigo, o a correr...o a nadar, ¡lo primero que surja! –añadió animado con sus ojos dorados brillando con una ilusión absoluta

>>-Tus amigos también podría venir si quieren…aunque creo queseriamos un poco injustos con aquellos que no cambian a alguna forma animal. Igual puede ser entretenido ¿no crees? -añadió Dédalo traviesamente sintiendo como prácticamente como la confianza y el positivismo lo llenaba.

A Eitne no se le pasó por alto que Nime parecía reacia a mirarle al principio. El niño lo entendió, de hecho sentía un poco de alivio egoísta porque el fallo no lo había cometido él, si no le habría dado también mucha vergüenza. Lo bueno era que, desde fuera, resultaba más fácil entender que no era algo grave.

—No pasa nada, Nime, la culpa es de las etiquetas por estar escritas tan raras —y puso un gesto de falsa indignación con la esperanza de que ayudara a la demonio mineral a aliviar la vergüenza.

Luego se puso cómodo en el escalón y prestó toda la atención que tenía a Adru. Ella y Neil eran como el punto de unión entre los más mayores y los más pequeños y era por por participar en sus planes, pero también por historias como la que les acababa de contar. Al niño se le iluminaron los ojos escuchando al gamusino hablar de su padre (y del alcohol, aunque eso era lo menos importante). Sintió también algo de añoranza, pero la desterró enseguida y se agarró a la felicidad que le propiciaba aquel recuerdo compartido entre los tres y el refresco robado que, definitivamente, alcohol no era.

—¿Entonces no pasa lo que dice Nime? —preguntó, olvidándose de explicar a qué se refería—. ¿De verdad no existe el alcohol bueno? Porque no lo entiendo entonces… ¿Emborracharse no es divertido, Adru?

Eitne tenía muchas dudas tontas, pero sentía que la Capitana era la persona perfecta para responderlas sin juzgarle.

Las risas de Adru solo consiguieron que Nime se enfurruñase más, y lo que le había dicho Eitne para que no se preocupase tampoco ayudaba. Más bien era una mala excusa para no hacerla sentirse tan mal, pero ya se sentía tontísima en ese momento y le estaban echando leña al fuego.

Por eso, al principio ni siquiera estaba mirando a Adru mientras hablaba, pero poco a poco se fue interesando por su historia y dejando de lado su pataleta. Cuando terminó de contarles su historia, Nime ya había apoyado la cabeza sobre las manos y los codos en los brazos, y solo se notaba que su cara estaba más roja de lo normal mientras apretaba los labios, pensativa.

La intervención de Eitne la hizo mirarlo a él también, e incluso se metió en medio antes de que Adru pudiese responderle.
—Todo el mundo dice que es divertido, y seguro que no mienten, porque lo dice toooodo el mundo. Lo que no sé es cómo son capaces de tragárselo —añadió después por lo bajo.

El gamusino no tenía respuestas exactas a las preguntas que hacían los niños, ya que no era en absoluto un experto en el tema. Aun así intentó responder lo mejor que pudo.
—Pues… yo no sé por qué dicen que es divertido, pero creo que es igual de divertido beber este refresco tan rico en compañía de tus amigos, ¿no? ¿Por qué beber algo que sabe mal? Además hay una cosa que sí sé, y es que al día siguiente tienes resaca. Y te sientes muy mal cuando te pasa. Duele la cabeza y necesitas beber mucho syv, o agua, porque la garganta está totalmente seca. —Hizo una mueca de desagrado—. No creo que valga la pena. A lo mejor es solo lo que decía mi padre, que a algunos mayores les acaba gustando ese sabor tan amargo, por alguna razón.

La edeel era consciente de que había algo que se le escapaba a aquel respecto, pero tampoco se había molestado en darle mucho, o más bien ningún, pensamiento al asunto. Para ella el alcohol era una bebida muy fuerte y de sabor desagradable que su padre le había dicho que no merecía la pena beber y no se lo cuestionaba.

Tras dejar que los pequeños asimilasen todo y se tranquilizasen un poco, sobre todo Nime que todavía parecía bastante molesta, se levantó del escalón enérgicamente.
—¿Volvemos con el resto? No les diré nada a los demás, no os preocupéis. Si preguntan por la botella diremos que la trajimos para no tener sed mientras jugábamos al escondite, ¿vale? —añadió recogiendo dicha botella, ya vacía, para devolverla al salón.

Rox observaba al pájaro boquiabierto, preguntándose cuanto tiempo le habría tomado solamente aprender a hacerse ese cuerpo; a volar ya ni por contado. Cerró los ojos brevemente en una mueca al ver un par de vasos vacíos volcar y una magdalena salir rondando de la mesa, aunque su vista seguía más interesada en Dédalo que en el resultado. Cuando el número terminó el australiano dio dos aplausos fuertes, recuperando su asiento con una amplia sonrisa en la cara. El otro cambiante tenía razón en aquello, lo había comprobado con su poca experiencia: antes necesitaba horas (en plural) para recuperar su cuerpo tal y como lo conocía partiendo de ser todo hilos. Ahora se tenía a sí mismo luciendo humano en menos de media hora y los tiempos seguían descendiendo.

—Aún así... para llegar a todo eso no veas —no sabía si él sería capaz de llegar a todo eso, desde donde estaba sentía que le faltaban años para poder hacer algo remotamente similar, pero saber que las capacidades las tenía le avivaba el pecho. Ahora solo faltaba fortalecer el empeño y estudio, y aunque Dédalo hablase de paciencia ahora de lo que temía ganas era de meter el turbo.
Asintió dudosamente con la cabeza y media sonrisa. Se había hecho alas, pero habían sido tan funcionales como las alas de un disfraz muy elaborado de Halloween: vistosas e incluso con mobilidad, pero solo eso. Intentar echar a volar con eso sería como pretender usar una bolsa de plástico como paracaídas, así que su experiencia era más bien escueta. Sus ojos se abrieron ampliamente con la siguiente propuesta de Dédalo y su ofrecimiento de ayuda, haciendo que pusiera recta la espalda con atención.

—¿Sí? ¡Joder, gracias! Pero te advierto que soy un poco lento y duro de mollera —rio. Le daba un poco de corte, se sentía un poco como si se estuviera aprovechando de su bondad y no quería desperdiciar su tiempo, pero que cojones, lo que Dédalo pudiera enseñarle era demasiado valioso para pecar de modestias y rechazar semejante oferta—. Prometo compensar con mogollón de dulces de Neil y bollitos irrenses con extra de azúcar. Y si te gusta la moda puede que incluso un descuento en la nueva boutique, peroooo... a lo mejor me estoy colando mucho y mi jefa me lo descuenta a mi del sueldo.

Volvió a reír. Decir que no estaba acostumbrado a la bondad de los ciudadanos sería mentir, exceptuando una unidad de caso desde la Luna todo les había salido a pedir de boca con ellos y sus asperezas tras ser más consciente de la política de no intervención se habían ido limando, pero seguía resultándole raro. No veía mal desconfiar, pero agradecía que el cuerpo ya no se lo pidiese con tanta gravedad. De verdad quería aprender y conocer más de Dédalo, sin pararse a pensar en peligros.

La bestia del crepúsculo asentía con energía, dándole la razón a Nime. ¿Algo debía tener el alcohol si triunfaba tanto, no? Sin embargo, por las respuestas que recibió de Adru, al final no le quedó claro que fuera así. A lo mejor se sentía bien al beberlo, como las burbujas del refresco, pero luego la resaca lo convertía en una mala bebida. Al final, Adru le convenció de que habían hecho bien en robar la bebida que no era. Seguía teniendo curiosidad, pero ya no tenía tanto interés en saciarla.

—Gracias, Adru —le respondió en voz bajita, a pesar de que solamente lo escucharían Nime y ella.

De esta manera, se reincorporaron a la merienda fingiendo haber jugado un rato. Eitne aprovechó para picar un poco de las sobras que quedaron sobre la mesa y se sirvió más refresco, sin trampas y, esta vez, queriendo.

La lógica de Adru era aplastante, pero a Nime le costaba mucho dar el brazo a torcer. Para Eitne, sin embargo, parecía mucho más fácil. Quizá ella estaba todavía molesta por haberse equivocado de aquella manera tan tonta, pero Adru no tenía la culpa. Al final, terminó asintiendo de mala gana.
—Tienes razón… pero seguro que hay bebidas de esas que están ricas. La próxima vez dejadnos probarlas por lo menos. Me molestó que Pelusa nos lo prohibiese sin que hubiésemos hecho nada todavía —admitió. Era el motivo principal por el que habían hecho la travesura, y resultaba más fácil cargarle el muerto a otro, aunque fuese con una excusa muy pobre.

Cuando Adru dijo que podían volver ya no sentía su cara tan caliente, así que pensó que nadie notaría la diferencia respecto a sus coloretes habituales.
—Vale —le respondió al gamusino. Su idea estaba bien, pero esperaba que nadie la hubiese visto salir con la botella entre la ropa.

La gente seguía hablando cuando volvieron, así que se sentaron en sus sitios como si no hubiese pasado nada. Mientras Eitne se servía más refresco Nime se puso a buscar a Wyck con la mirada.

La pregunta del sinhadre le pilló desprevenida, aunque realmente lo que le fastidiaba era tener que rememorar sus primeros años en la sociedad del Coro. Su cresta se había levantado levemente al recordarlo con rabia, pero descendió a medida que hablaba.
—Es... es una mierda, la verdad. En Roca Sagrada —dijo el nombre con evidente desprecio— nos someten a unas enseñanzas forzosas cuando somos jóvenes y al acabar nos hacen un test de voz absurdo para darnos un oficio en un gremio concreto, de por vida. Pero si naces con problemas en la voz, te quitan de en medio sin miramientos. Son unos fanáticos de una religión que te encasilla por lo "bien" que cantes y solo creen en sus locuras.

Suspiró. Recordar las ciudades del Coro también avivaba la llama de querer volver y poder ayudar a su gente, o incluso echar a los fanáticos de sus ciudades y poder acabar con su opresión. Pero seguramente ni siquiera la aceptarían a ella misma en Tierra Bruja, no ahora que era un monstruo de otro mundo.
—Por suerte, hay unos grupos nómadas que resisten al yugo de los fanáticos del Coro y pude conocerlos y unirme a ellos. Allí seguí siendo cazadora, porque... pese a todo, en el gremio aprendí mucho y se me daba bien. Me gustaba, pero en los asentamientos libres puedes aprender y trabajar de cualquier otra cosa sin limitaciones —terminó con una sonrisa. Prefería hablar de sus años en Tierra Bruja que seguir hablando del Coro.

Y entonces se les acercó el nublino. Traía mala cara y se había disculpado por irse antes, así que la roquense lo achacó a algo muy cercano para ella en ese momento.
—Oh, no pasa nada, yo también me agobio cuando hay tanta gente. ¿Cómo te va todo? —le preguntó con interés sincero. Hacía tiempo que solo intercambiaba monosílabos y frases cortas con sus anteriores compañeros de torreón.

Mientras tanto, no le pasó desapercibido el fenómeno de los cambiantes de la sala y la facilidad con que modificaban sus cuerpos le fascinó. No pudo evitar pensar que serían buenos espías para sabotear el Coro, y se forzó en dejar de pensar en aquello. Debía concienciarse de una maldita vez de que si se asomaba a su mundo para intervenir, podía acabar muerta a manos del Consejo de la ciudad, y no estaba preparada para considerarse su propio sacrificio. Por muy egoísta que fuera, quería vivir su transformación y ver todas las maravillas de la ciudad. Estaba cansada de querer volcarse tanto en los demás para huir del Coro para vivir con miedo. Quería vivir libre por una vez, sin más preocupaciones que las suyas. Y sí, como Enredo le había dicho, gracias al nuevo refugio tenía tiempo para pensar en todo sin necesidad de ganarse la vida obligatoriamente, pero deseaba poder ser independiente. Y lo conseguiría.

Pelusa

La spriggan se dio tremendo susto, tan concentrada en su mirada sobre la mesa, cuando vio al ave bajar y robarse algo de comida, le miro con ojos entrecerrados. Había hecho bastante revuelo, pero al menos no había hecho ,mayores destrozos. Casi agradeció que los críos no estuvieran allí para ver aquello.

Tras un poco de ajetreo, se resignó a subirse a una silla viendo, que había en la mesa, queso y embutidos, anda que ella pudiera o quisiera comer. << ¿Cómo estarán esos dos con el alcohol?>> esperaba que realmente hubiese funcionado de alguna forma la treta de Adru. No tardo en ver aparecer al gamusino junto a los dos pequeños, a los que miro con cierta atención, sin reclamo alguno. Miro a Adru de reojo, con exprecion interrogante.

Pelusa se acercó a ellos, tomando asiento y cogiendo otro bollito, echándose un té.

-Os habéis perdido el espectáculo el cambiante…bueno cambiando a varios animales. Rox estaba que se subía por las paredes de emoción, hacía tiempo no le veía así. - dijo Pelusa, como si nada, mientras los miraba prefiriendo hacer como si de verdad no se hubiera enterado de nada del asunto del “alcohol”.

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Dédalo

El cambiante sonrió ante la respuesta de Rox, le hacía un poco de gracia como se sorprendía totalmente cada vez que le ofrecía algún tipo de apoyo o ayuda. ¿Se veía tan raro haciéndolo? No tenía idea a él no se lo habían ofrecido en sí cuando él era el novato, más bien había preguntado por cuenta propia. AL menos Rox era más prudente y menos estúpido que de lo que él fue, infinitamente.

-Tengo experiencia tratando con gente dura de mollera, sin contarme a mí mismo, claro. —se rio ante la forma en la que se refería a el mismo. Explicar las cosas varias veces o mostrarla varias veces no le apuraba demasiado, también le servía a el para refrescar las cosas- Los dulces y bollitos son un excelente pago, no voy a decirles que no, menos cuando tenéis un repostero de lujo. Espero que Enredo no se ponga celoso por eso. Y por favor, no hagas peligrar tu sueldo -bromeo de buena gana, mirando a Rox con curiosidad, antes de añadir algo más.

- Y sobre lo otro, puede que se te ocurran otras formas de hacer las cosas las cosas en base a tu propia experiencia, la imaginación también ayuda mucho con esta trasformación. – añadió Dédalo sonriendo animadamente- Espero que tengas paciencia conmigo si se da el caso, porque soy un curioso del horror cada vez que veo algo nuevo –se rió antes de apurar el té que tomaba con calma.

Estaba cómodo y de buen humor, la charla había ido muchísimo mejor de lo pensado y le aliviaba enormemente. Descubrir que había otro cambiante ya había sido sorpresivo, pero ver que la conversación con Rox acababa en buen rumbo, había calmado por completo su ansiedad.

No solo eso, también había podido conocer un poco a otros miembros de aquella última cosecha. Tal vez sonaría feo pensando así, pero le alegraba, bien alegrar no era la palabra sino más bien agradecía, si mejor. Agradecía la coincidencia que se había dado con el chico centauro, porque había permitido con ello conocer inicialmente a alguno de los presentes, entre ellos Adru, que había sido la que los había invitado a la merienda.

Posiblemente de no haber sido así habría tardado bastante más tiempo en saber de Rox o en tan siquiera relacionarse con alguien más fuera de su círculo de amigos cercano y fuera del trabajo. A veces de veras agradecía cosas así. Encuentros casuales libres de presión, especialmente sabiendo que no era raro que las cosechas se relacionaran mayormente entre ellos mismos y pocos más, desconfiando de los más veteranos, con razón en algunos casos.

Así que en ese aspecto podía decir que la merienda y el socializar con los novatos había sido un éxito. Siguió hablando un poco con Rox, enterándose un poco sobre donde trabajaba y con quien, también el mismo le hablo de su trabajo como comerciante, lo que le convenía tanto para ir yendo a diferentes mundos. Fue una charla entretenida.

>>- Gracias por invitarnos, todo estaba delicioso, siento que si como solo un poco más Enredo y yo tendremos que volver rodando -bromeo Dédalo cuando el tiempo paso y la hora de irse llegó. Habían pasado buena parte de la tarde allá, pero ya era de devolverles su torreón a los que vivían allí. Dédalo se encargó de coger a Wyck quien se había quedado dormido en algún momento de la tarde- Ha sido un gusto conoceros, posiblemente en mi caso sigáis viéndome por aquí de vez en cuando, suelo venir a menudo para usar la sala de entrenamiento – dijo Dédalo sonriendo con tranquilidad, antes de mirar a su compañero que parecía haber hecho buenas migas también en aquella merienda epserando que despidiera para que pudieran marcharse.

Sonrió a Eitne al escuchar su tintineante agradecimiento. Que te dieran las gracias nunca sentaba mal si era de forma sincera, pero si además lo hacía el daeliciano con su voz cautivadora sentaba el doble de bien por lo menos. Tuvo que bajar de aquella pequeña nube, no obstante, al escuchar a Nime que estaba claro que, de los dos pequeños, era la que no había quedado convencida con sus explicaciones.
—Por mí podéis probar lo que queráis, pero ya os adelanto que no os va a gustar. Simplemente no intentéis hacer algo que no os gusta porque creáis que es “de mayores”. Es una tontería aunque ahora pueda parecer la mejor idea del mundo. En realidad a los mayores también les gustan las cosas “de niños” aunque algunos sean un poco tontos para reconocerlo —respondió con convencimiento.

Una vez ambos aceptaron su propuesta el gamusino regresó al salón con una expresión radiante. Notó las miradas de Pelusa, a quien le dirigió un guiño de ojo nada disimulado. Aunque había prometido que no lo contaría iba a tener que hacer una excepción con la spriggan y hablar con ella a solas de nuevo más tarde. Se encargó de dejar la botella en donde se acumulaban las vacías para tirar y, tras dedicar un saludo militar a los niños fue junto a Neil.

Se mantuvo más cerca de su aurva lo que duró el resto de la merienda, aunque de vez en cuando echaba un vistazo a Eitne y Nime, y habló un poco con cualquiera que estuviera dispuesto a mantener una conversación con la pareja. Se despidió efusivamente de Dédalo y Enredo cuando decidieron que era hora de irse y los acompañó a la puerta para abrírsela.
—¡Gracias por venir! ¡Ya iremos a visitar vuestra clínica un día de estos!

Neil asintió ante la explicación de cómo era la sociedad de la que provenía Sinceridad. Frunció el ceño ante la mayoría de cosas que la argos dijo, pero también pensó que quizás la representación del alma de los roquenses se encontraba en la voz, como la de los sinhadres se encuentra en los ojos, y si acaso ese examen era una forma más complicada de seleccionar edeels y aurvas. Aunque el hecho de que las palabras de Sincy pintaran la sociedad de una manera tan desagradable hasta el punto de que ella aparentemente decidió escapar, y que él lo hubiera equiparado inconscientemente a la sociedad sinhadre le hizo saltar en su mente la posibilidad de que quizás la sociedad de la que él venía no fuera tan inocua como Neil siempre había pensado. ¿Quién le podía asegurar a él a estas alturas que el hecho de que a los aurvas los criaran los sacerdotes y a los edeels las familias desde la infancia fuera tan absurdo como Sincy decía que era el test de voz de su mundo?

- Como dice Enredo, tendrás tiempo de elegir lo que quieres hacer. No tienes que preocuparte- le dijo Neil con una sonrisa.

Cuando el brujo de las enredaderas le dijo que le daría una lista con las verduras y frutas que cultivaba por si quería pedirle alguna de ellas asegurándole que le daría tantas como quisiera, Neil sonrió y asintió agradecido, aunque sabía que no iba a hacer uso de esa oferta. El brujo ya le iba a dar su recetario, pedir más sería un abuso que Neil era incapaz de hacer, a pesar de lo que agradecía la oferta, aunque frunció el ceño cuando Enredo explicó que lo hacía como una manera de ayudarle a mejorar con sus dulces y de contribuir a que la ciudad mejore, lo cual dejó confuso al aurva. El sinhadre no entendía qué tenían que ver sus dulces con la mejora de la ciudad. Ciertamente, a Neil no le importaba compartirlos con todos aquellos que quisieran probarlos siempre que fueran amables tanto con sus amigos como con él, pero tenía claro que aquello no afectaba de ninguna manera a la ciudad como conjunto.

En ese momento se acercó Arcan disculpándose con Sincy por, aparentemente, haberse ido antes cuando estaban hablando, pero Neil supuso que las disculpas no eran necesarias, ya que le había permitido a la argos acercarse a hablar con Enredo y con él y, al menos Neil, había disfrutado de la conversación.

- Oh, no, no, no. Por favor, nada de comprar cosas- exclamó alarmado de que Arcan pensara que tendría que comprarle cosas para probar su cocina-. No necesitas darme nada para probar mi comida. Cocinar para mis amigos es un placer y me gusta muchísimo probar recetas nuevas. Me alegraría mucho que quisieras compartir esas recetas conmigo, pero de verdad que no necesitas darme nada para probar mi comida.

A Neil le alegraban mucho los halagos sobre su comida, pero sobre todo amaba ver como la gente lo disfrutaba, por lo que no necesitaba más que el deseo de Arcan de comer algo preparado por él para querer cocinarle algo.

Poco después, Adru se acercó a donde él se encontraba y Neil sonrió sintiendo la paradójica calma que siempre sentía cuando la tenía cerca, aunque más que calma se podría decir que la pequeña intranquilidad o inquietud que sentía al fondo de su mente siempre que el edeel estaba lejos se esfumaba cuando se acercaba.

Neil comió, bebió y habló con todo aquel que estuviera interesado en hablar con él y cuando la merienda dio por finalizada, se despidió con una sonrisa de sus invitados.

- Muchas gracias por haber venido. Espero que os lo hayáis pasado bien y os haya gustado la merienda.

No había tenido ganas algunas de ir pero al final no se arrepentía. La conversación con Dédalo se le hizo muy amena, y cuando se sintió un poco más envalentonado le hizo algunas consultas sobre como hacer ciertas cosas y otras recomendaciones para las transformaciones, nada muy serio y que no requiriese otra muestra de habilidades tan drástica como la anterior. Por lo visto sus trabajos estaban menos distanciados de lo que creían, y si Dédalo terminaba siendo un proovedor de dama Isis iban a reencontrarse más de lo que pensaban. Eso le animaba. Rox se había enfrascado tanto que se había olvidado hasta de comer, pero para cuando terminaron seguía habiendo comida suficiente en la mesa como para repartir a los que no habían ido. Así Zob, Milo y Rena podrían probarlos.

—Y esperemos que no sea por nada malo —bromeó tras Adru. Luego se dirigió a Dédalo para darle un último apretón de manos a modo de despedida, esta vez mucho más seguro y firme que el primero—. Nos vemos. Siempre que no nos hayamos cambiado mucho las caras, claro —rio suavemente—. Gracias por todo, en serio, lo tendré en cuenta.

Panda Rubio se quedó tras Conejo púrpura y les despidió a los dos con la mano. Al girarse a ver todo lo que ahora les quedaba por recoger tomó el aire y dio una palmada. Animado gracias al otro cambiante a usar sus habilidades, repitió el truco de sacar un antebrazo extra de cada codo y procedió a recoger los platos que hubiera vacíos. La reunión no tenía que acabar estrictamente ahí, Rox pasaría el rato de limpieza charlando con sus compañeros lleno de efusividad por lo bien que había salido todo y lo buena que había estado la merienda.

Tras la conversación con Adru, la bestia del crepúsculo quedó plenamente convencida de que el alcohol estaba un poco sobrevalorado y acabó volviendo con todos. Eitne dedicó el resto de la merienda a picotear en los platos (en los restos que quedaban) y a escuchar el final de varias conversaciones distintas, sin prestar demasiada atención. Le gustaba el ambiente que había, lo divertido que era ver a monstruos tan dispares realizando una misma cosa que consistía básicamente en charlar y merendar. Probablemente la mejor comida de todas. Sin peligros, sin dificultades, sin ganas de llorar: como solía ser todo desde que salió la Luna Roja. La pierna nueva ayudaba, claro.

—¡Adios, adios, adios! —se fue despidiendo de todos uno por uno, incluído Wyck, al que se aseguró de acariciar en la cabeza de nuevo. A veces les daba las gracias por venir, otras por lo que habían traído. A la mayoría les decía una variación u otra de lo siguiente—: ¡Tenéis que volver otro día! U otra noche y jugais al escondite con nosotros.

Sorprendentemente, limpiar todo lo que se había ensuciado no fue aburrido. Pudo charlar con mayores y más pequeños durante otro ratito, urdiendo trucos nuevos para cuando jugasen al escondite, o haciendo volar los cubiertos sucios hasta la cocina, o, simplemente, riéndose de cualquier tontería agradable.

Cuando regresaron Pelusa les habló normal, algo que alivió a Nime, porque parecía que no se había dado cuenta del intento de travesura. La demonio mineral seguía dándole vueltas a las últimas palabras de Adru, y en parte prefería que hubiese sido ella quien les diese aquella charla, como mínimo.

Las cosas siguieron como hasta ese momento en la merienda. Nime preguntó qué había pasado mientras estaban fuera, aprovechando que Pelusa lo había mencionado, y siguieron hablando y probando la comida que había en la mesa.

Pronto se hizo tarde y los invitados decidieron que era hora de marcharse. La tarde había pasado volando. Nime cada vez tenía menos reparos para hablar con los otros transformados de la ciudad, porque aunque sabía que los habría malos, se habían encontrado con muchas personas simpáticas, incluso fuera de los refugios, que solían ser más veteranos.

—¡Adiós! ¡Ha sido divertido conoceros! Volved cuando queráis, y podéis volver a traeros a Wyck otra vez —se despidió la niña a la vez que agitaba ambos brazos, dejando más claros que el agua sus intereses.

Inicialmente Nime no se dio cuenta de que les iba a tocar recoger los restos de la merienda a continuación. En su casa solían recoger la mesa entre su padre y su hermano mayor, algo que a efectos prácticos era como si todo desapareciese por arte de magia. Pero al ver a todos colaborando hizo una mueca de exasperación y movió algunos platos sucios hasta la cocina antes de escabullirse escaleras arriba diciendo que necesitaba ir al baño fingiendo urgencia.

Enredo continuó la tarde hablando con quien quiera que le dirigiese la palabra. Estaba bien socializar de vez en cuando aunque fuese algo que no se le diese bien. Comió con moderación probando un poco de todo pero dejando lo que había traído para los que se quedaban en la Sede.

Antes de que se dieran cuenta ya era la hora de irse. El tiempo se había ido volando y el brujo se lo había pasado ciertamente bien. Dédalo se encargó de coger a Wyck que estaba dormidito y en cuanto pudo el brujo lo acunó en brazos como si fuera un bebe, algo que en realidad parecía pero más peludo, más grande y más travieso. Cuando Eitne le acarició la cabeza Wyck se movió medio despertándose para dar media vuelta y seguir durmiendo.

-Vendremos cada vez que nos invitéis - aseguró el brujo.- Y sois todos bienvenidos en la clínica siempre que queráis tanto para hablar de negocios como para una visita de placer - dijo con una amplia sonrisa pasando su mirada por los presentes.

-¿Y eso no sería útil para huir de ellos? Y lo de la magia suena más fácil que otras cosas - respondió Obel cuando el lémur comentó que ya sabría que estarían allí. Luego se rio abiertamente.- Yo creo que esa frase ya está en boca de todos, pero te animo que encuentres otra.

>>El vuelo bien, unos huesos rotos nada más. Poco a poco voy mejorando en ello - dijo con orgullo.- Cuando sea seguro te llevo a dar una vuelta por el cielo - le dirigió una sonrisa.- La chapita de dios me la pondré cuando vuelva a Nubla, va a ser divertido - se carcajeó con ganas con la broma de Tay.- Tío, se te va la cabeza mucho - respondió riendo.

El tiempo pasó entre bromas y charlas. Cuando los veteranos se fueron con su animal Obel se acercó al resto y se dispuso a ayudar en lo que pudo, recogiendo platos, lavando y demás. No fue un trabajo duro pues eran muchos y se hizo ameno.


Varsai por su parte estuvo jugando con el panda rojo hasta que este se quedó dormido en sus brazos y decidió no moverse mucho para no despertar al animal. Luego ayudó a los chicos a recoger, ya que había comido gratis que menos que echar una pata.

—Sí —le concedió también con una sonrisa, aunque se saltó el hecho de que no siempre podía evitarles, especialmente si Dafne se encontraba presente resultaría mucho más incómodo. Tay continuó las carcajadas de su amigo con una sonrisa de oreja a oreja, le maravillaba que progresara y si miraba detenidamente a aquel pedazo de roca a veces no veía rastro de aquel nublino quinceañero, ya no era Eriel. Ahora se trataba de Obel ¿No?— te tomo la palabra como hermano de sangre lo que sea blá blá blá —intentó endurecer su rostro, pero no lo consiguió— y si en algún momento se te pasa por esa cabeza pétrea no darme una vuelta por toda la ciudad como si fueras mi montura personal... lo sabré.

La merienda fue llegando  a su fin y el nuevo lémur no pudo estar más contento con su decisión de dejarse ver, había hablado un poco con todos y se había divertido en el proceso. ¡Incluso conoció a aquel cambiante y la chica licántropo!. Transformados antiguos, al principio no sabía qué pensar respecto a ellos pero le parecían gente agradable, y debieron pasar por lo mismo. El control de sus capacidades le fascinaba a varios niveles, especialmente el pensar de qué podría ser capaz él mismo si se entregara lo suficiente. Desde luego no quería relacionarse con muchos fantasmas y ese era el punto importante, si se hacía igual de fuerte que Dédalo con sus habilidades puede que consiguiera alejarlos, para siempre.

Con bromas y verdadero agredecimiento se despidió de todos sus amigos, no sin antes alabar la gran labor culinaria de los encargados y ayudar a recoger un poco.