Kankri

El comentario de Kin iba cargado de razón, y aunque la respuesta de Rena fue la más sonada Milo también asintió decepcionado en su dirección. Se habían reído tanto que se les había pasado registrarlo para la posteridad, pero siendo sinceros desde que estaban en Rocavarancolia el brujo también solía olvidar que tenía un ordenador en el brazo.
—La uso tan poco que no suelo tenerla en cuenta para estas cosas… —les confesó a los otros dos irrenses con una media sonrisa, mordisqueando su bocadillo mientras los bañistas se iban acercando.

Nime se dejó caer directamente sobre la arena, lo que hizo que el hacker alzara una ceja inquisitiva anticipando el resultado evidente. La libense no tardaría mucho en parecer una croqueta bien rebozada y tendría suerte si no le entraba algún grano en la boca pegado a la comida.
—Deberías ponerte en una toalla, enana. —le sugirió con una media sonrisa, no muy seguro de que fuera a hacerle algún caso.

Milo tampoco sabía que era el gotelé, aunque por el nombre debía de ser algo bastante feo, así que se limitó a observar el nuevo sombrero de Eitne mientras Neil empezaba a teñir las llamas de colores. A aquel ritmo la playa acabaría pareciendo una discoteca, pero al irrense no le disgustaba la idea, y aprovechando la pregunta del aurva se sumó a las peticiones.
—¡Rosa pastel! —exclamó con una sonrisa en cuanto encontró un hueco, ignorando deliberadamente el grito de auxilio del lémur.

Si Rox hubiera gritado, aunque fuera en bromas, Milo estaba bastante seguro de que no habría mantenido el trasero pegado al suelo con tanta indiferencia.

Nime aplaudió el hechizo de Neil, porque aunque no fuese el más impactante que había visto, en aquella oscuridad era algo muy bonito de ver. Tras eso, coreó la misma palabra que Adru ante la petición del brujo.
—¡Todos!
Aquello no se contradecía con ninguna de las otras peticiones, aunque la niña se preguntaba si se podía cambiar muy rápido de uno a otro para ver qué efecto quedaba.

La llamada de auxilio de Tayron les llegó mientras decían colores, por lo que momentáneamente se giraron hacia el agua tanto Nime como Kin. El irrense, viendo que nadie movía un dedo a excepción de la llamada de atención de Rena, tampoco se preocupó.

Entre tanto, Nime protestaba ante el comentario de Milo.
—¿Por qué, si total ya estoy sucia? ¡Y Neil también está en la arena! —acusó señalándole para defenderse. Ella estaba acostumbrada a secarse al aire y dejar que la arena cayese sola, y en aquel mundo, a diferencia de en el suyo, ni siquiera hacía frío una vez anochecía. De hecho en aquel momento se estaba mejor que nunca.

Debido a la sugerencia de los fuegos de colores, Kin recordó algo que había visto por primera vez durante la última Luna Roja, y había querido volver a ver desde entonces. Meditó sobre las posibilidades durante un rato, hasta que decidió que tal vez era posible improvisar algo así con magia y la ayuda de todos.
—Hey, ¿y si intentamos hacer fuegos artificiales? Podemos improvisar algo con el hechizo de explosión. Creo que podría funcionar hacer explotar una centella ambarina, por ejemplo. —Combinar hechizos no era su fuerte, pero añadirles la variante de explosión era tremendamente sencillo. La parte de colorear el resultado, por ejemplo, ya no la tenía tan clara.

Eitne le dedicó una sonrisa amplia a Adru cuando el gamusino se dirigió a él con la boca llena y negó con la cabeza, teniendo mucho cuidado para no lanzar a Bocata por la borda.

—¡Siii! Es el cangrejo más majo de todos —dijo completamente seguro de aquella afirmación—. ¡Tranqui, capitán! No dejaré que se coma más bocatas.

En ese instante, el cangrejo cogía con cierto temor el pan que le tendía Rena. Oyó de fondo el auxilio del lémur, pero el niño solo se rio y dejó que resolvieran el problema entre Rox y Tay, que él ya se había sentado para comer y era peligroso moverse con el cangrejo encima.

Nadie supo responderle en principio sobre el gotelé, pero no pasaba nada porque no parecía importante, y mientras tanto la playa se llenaba de aún más luces y aparecía el fuego de colores de Neil. El niño aplaudió con las garras delanteras tras Adru y Nime, apoyando la moción de una hoguera multicolor. Si eso no era suficiente para adornar una noche que ya parecía estupenda, hubo una última sugerencia que casi le hace tirar a Bocata por error.

—¡FUEGOS ARTIFICIALES! ¿Puedo hacer yo una explosión, porfa?

Estaba seguro de que no había peligro ninguno. En absoluto. Aunque ni siquiera conocía el hechizo.

Mientras rehacía sus piernas Rox se ayudó de su mano libre para agarrarse a la arena del fondo ahora que el agua apenas cubría y así arrastrar a Tayron fuera, ignorando sus quejas entre risitas. A causa del sonido del mar y su propia concentración no escuchó al lémur conjurar, por lo que cuando sus dedos se cerraron sobre nada, como si el tobillo se le hubiera evaporado de repente, el cambiante se giró confuso creyendo haberle soltado por error.

—¡Vas a atraer a los tiburones de verdad, cipollo! —le “riñó” por el alarido, más divertido que preocupado. Fue a cogerle el tobillo de nuevo pero su mano lo atravesó—. ¿Eh? —lo intentó otra vez, sin éxito—. ¿¡EH!?

Lo hizo otro par de veces, rápido y haciendo pinza como los cangrejos sin enganchar nada. Rox se puso en pie con los ojos en blanco, pasando del belga a sus propias manos y viceversa. Su siguiente reacción fue tocarse el pecho, cosa que sí pudo hacer.

—¿Qué...? —masculló confuso. Pateó el agua para salpicarle y demandar explicaciones, pero ni siquiera eso funcionó, lo que le dejó más loco todavía—. ¿Qué? ¿Pero...? ¿¡Tayron qué cojones me has hecho!?

La sorpresa en su voz no era urgente, ni siquiera molesta, pues tampoco sería lo más extraño que le pasaba en el último año (aunque entraba en el top 5) y uno se terminaba acostumbrando a lo paranormal, así que acabó riéndose nerviosamente como víctima de una broma demasiado bien hecha. Estiró el brazo entero hacia él, esta vez apuntando a su cuerpo. Comprobar como le atravesaba le hizo reírse más... y también palidecer un poco.

—¡Coño! —salió del mar, atónito. ¿Era una habilidad suya? El australiano en hechizos seguía muy verde. Se giró en dirección a sus amigos e hizo aspavientos con los brazos—. ¡TAYRON ACABA DE MATARME!

Neil sonrió divertido cuando sus amigos comenzaron a sugerir colores uno tras otro, sin obviar la petición de "todos" de Adru y Nime.

-Bueno, no estoy seguro de si soy capaz de ponerle varios colores a la vez, pero puedo cambiar las llamas de color muy rápido y así parecerá que parpadea en distintos colores -explicó pensando que sería más fácil y divertido-. O, bueno, quizás no tan rápido como un parpadeo, pero lo más cercano posible.

Dicho eso, el brujo de la cera comenzó a cambiar los colores de la llama pasando por todos los que habían sido nombrados, añadiendo algunos y volviendo a empezar. Concentrado como estaba en experimentar con las series de colores y las tonalidades, no escuchó el llamado de auxilio de Tayron, pero sí la sugerencia de Kin.

-¿Qué son fuegos artificiales? ¿Como explosiones de fuegos de colores? -preguntó deduciendo un poco qué podría ser por las palabras del irrense. Al principio el aurva pensó que quizás fuera algo peligroso, pero en seguida se dio cuenta que era muy improbable que de ser así lo hubieran sugerido.

Mientras el sinhadre reflexionaba sobre ello, el grito alarmado de Rox le sorprendió, girándose rápidamente hacia él con miedo, pero al ver que simplemente se había vuelto intangible y no se había convertido en un fantasma como sospechaba que el australiano quería hacer entender, simplemente se rió, tomándolo como otra de sus bromas y no como que realmente pensaba que Tayron le había hecho algo terrible.

Le complació ver que todos parecían estar de acuerdo con sus elecciones y también apoyó con entusiasmo la propuesta de rosa pastel que hizo Milo, pues era otro de sus colores preferidos. Le dedicó a Eitne un pulgar arriba para indicarle que en realidad no estaba preocupada por su cangrejo y que solo había estado bromeando.

El espectáculo que les ofreció Neil a continuación captó toda su atención y fue otra de las muchas personas que ignoraron el grito de Tayron, sabiendo que tan solo estaba jugando con Rox, embelesado por el fuego de colorines.
—¡Qué bonito! Eres el mejor, Neil —dijo con orgullo y aplaudiendo suavemente.

Estaba a punto de preguntar por los fuegos artificiales también cuando el grito de Rox, esta vez sí, le hizo girarse hacia él. Se echó a reír junto a su aurva, pues también conocía ese hechizo ya que se lo había visto hacer tanto al brujo de la cera como a sus compañeros en el ejército. Alguna vez se lo habían lanzado a ella misma en algún entrenamiento y le parecía muy divertido atravesar las cosas.
—Te quiere añadir a su colección de fantasmas como venganza por el Tiburrox! —exclamó en su dirección haciendo bocina con las manos.

Excepto Rena que les instaba a salir rápido del agua para comer los gritos de auxilio del belga fueron claramente ignorados por todos los presentes. Pero la confusión del australiano ante un simple hechizo de intangibilidad le distrajo de esos pensamientos. Tayron esbozó una sonrisa con cada intento del chico por ver qué le estaba haciendo y al ver que reía nerviosamente aprovechó la situación. Le seguiría el rollo y fingiría para al menos preocuparle más, si es que sus dotes de actuación le resultaban creíbles.

—Hostia puta... —se llevó las manos a la cara para que no viera que desde luego no era un actor nominado a un Óscar. Ahora sí veía que algunos de sus amigos se giraban para prestar atención. Claro, ahora que era Rox sí, qué cabrones—. Se supone que esto solo lo pueden hacer algunos lémures, a ver acércate, puedo arreglarlo, te lo prometo, tengo que consultarlo con algunos libros eso sí —dio espacio a unos segundos—. No vas a quedarte así para... siempre... —no sabía si el cambiante descubriría su tetra, pero sí que era probable que tanto el veterano como algunos de sus amigos más mágicos (Neil mismo o Milo) podrían cortarle pronto el rollo. Ignoró a propósito por pura conveniencia la frase de la gamusino.

-¡Neil, mola un montón! -exclamó Rena al ver las llamas cambiando de color. Le fascinaba cómo algo tan sencillo pudiese dar tanto juego -Lo de los fuegos artificiales suena cojonudo. Son lo que vimos en la fiesta de la bahía, ¿no?


Rox se puso a quejarse a gritos de no sé qué de que lo habían matado y Rena bufó. Se estaba cansando de llamar a los dos tontos a comer y que no le hiciesen ni caso, así que se levantó y fue a por ellos.

-¡Que os he dicho que vengáis, coño ya! -dijo agarrando a Tayron y cargándoselo al hombro para llevárselo con el grupo. Ni siquiera se transformó, podía con ese tirillas sin problema, y también podría con Rox -Ahora deshechíza al tonto este para que pueda llevármelo -Le dijo al lémur zarandeándolo un poco. Si ninguno de los mágicos del grupo habían montado un escándalo al ver a Rox atravesando cosas es que debía ser un hechizo sencillo. O eso esperaba.

La demonio mineral le replicó que Neil también estaba sobre la arena, pero a diferencia del peliazul ella ya tenía una buena capa por encima y además no es que fuera la más calmada a la hora de moverse en el sitio.
—Porque pareces una croqueta y al final te va a entrar arena en la boca, Nime —le respondió a la libense dándole el último mordisco a su propio bocata—. Seguro que el pan especialmente crujiente no está nada bueno. —añadió mientras se encogía de hombros, siguiendo con la mirada la evolución de las llamas de Neil.

La idea de Kin sonaba muy bien y el enfoque que había sugerido le parecía bastante bueno. No estaba muy familiarizado con los fuegos artificiales, pues los había visto por primera vez en la fiesta de la bahía, pero sí que entendía algo de magia y añadir una cláusula de explosión a cualquier hechizo no era muy complicado.
—También podemos lanzar alguna de las bolas de luz con hechizos de impulso hacia el cielo y hacerlas explotar cuando estén bien altas —sugirió—. Entre eso y las centellas ambarinas conseguiríamos muchos colores. —comentó mientras Rena se ponía en pie y se dirigía hacia el agua.

Las voces de los dos humanos que aún seguían en el agua llegaban con claridad hacia el grupo de las neveras, por lo que el grito de Rox se escuchó con claridad y atrajo varias miradas. Por cómo atravesaba las cosas Tyron debía haberle lanzado un hechizo de intangibilidad, pero por el tono de su voz no sabía si el australiano estaba bromeando o si de verdad se creía que ahora era un fantasma.
—¡Véngate Rox! —le animó desde la distancia, riendo con ganas cuando la ursántropa se echó al lémur al hombro como si fuera un saco de patatas.

Kin confirmó que era lo que habían visto en la fiesta de la bahía para resolver las dudas de quienes habían preguntado por los fuegos artificiales. Él tampoco los había visto mucho antes y había tenido que preguntar al respecto, pues en Irraria cualquier espectáculo de luz y color se hacía con hologramas o proyecciones.
—Con lo oscuro que está aquí y con el mar al lado creo que vale la pena intentarlo —añadió, justo antes de que el grito de Rox hiciese a todo el mundo mirar en dirección a los dos rezagados. Parecían tener cuerda infinita para picarse entre ellos, al menos hasta que Rena decidió intervenir y arrastrarlos al toldo.

Nime no había tenido tiempo de participar en la conversación sobre fuegos artificiales porque estaba muy ocupada defendiéndose de las acusaciones de Milo.
—¡Tengo las manos limpias! No toqué la arena desde que salí del agua, y mi bocadillo no cruje —protestó, para luego sacarle la lengua al brujo.

Masticó su bocadillo mirando indignada hacia otro lado, pero la conversación cada vez le interesaba más. Por desgracia, ella no podía aportar mucho sin magia, y se distrajo riéndose de cómo Rena regañaba a Tayron y Rox.

Las ideas de Milo acerca de cómo improvisar fuegos artificiales también sonaban factibles.
—No perdemos nada por intentarlo. Si el resultado es una bazofia siempre podemos comprar de los de verdad para otro día —comentó Kin. Tenía energía mágica para unos cuantos intentos, y aquella era una buena práctica para mezclar hechizos sencillos—. ¿Hacemos algunas pruebas por allí cuando terminemos de cenar? —preguntó, señalando hacia el arenal a su espalda con el pulgar.

La preocupación se fue reflejando en el rostro de Rox a cada palabra de Tayron, al cual miró muy serio en busca de una señal que indicase que mentía. La desconfianza se reflejó en sus cejas, y una media sonrisa terminó por salir cuando escuchó las risas y la respuesta ligera de Adru.
—Yyyyaaa...

La aparición de Rena le pilló por sorpresa y le hizo pegar un brinco, asustándole posiblemente más que el truco del lémur (que no había sido poco), como si su madre les hubiera pillado haciendo algo malo. Por inercia se apartó de ella para no correr el mismo destino que Tayron y ser cargado como un saco de papas, cosa que bien pensado era imposible siendo medio fantasma.

—¡No no, no lo hagas, puedo andar yo solito! —antes de que el belga acatase las órdenes, porque si eran para joderle fijo obedecía en seguida, el cambiante echó a correr hacia el chiringuito. Sus pies no levantaban la arena, así que llegó tan rápido como si corriese sobre liso.

>>¡Hey! —dijo atravesando la cabeza de Nime con la mano al saludar. Había oído algo de fuegos artificiales y le brillaban los ojillos por eso—. ¡Que buena fiesta os habéis montado sin nosotros!

-Oh -exclamó entendiendo cuando Rena dijo que los fuegos artificiales eran los mismos que habían sido lanzados en la fiesta de la bahía.

Milo sugirió algunas ideas para recrear los fuegos artificiales y Neil, que ya había terminado de comer, se acercó más a él y a Kin para hablar sobre ello.

-Creo que puede quedar muy bonito y con el agua tan cerca no será peligroso -opinó el brujo imaginándose ya cómo sería-. Yo estoy listo cuando me digáis, pero sí que preferiría hacer algunas pruebas antes para asegurarnos de que todo vaya a salir bien. Pero antes voy a por un helado, ¿queréis un helado? -preguntó a todos en general, aunque en ese momento se encontraba más cerca de los dos irrenses.

Cuando terminaron de cenar, tal y como había dicho Kin, los tres se apartaron un poco del grupo para practicar los hechizos y ponerse de acuerdo en cómo iban a hacerlo.

-¡Va a quedar genial! -exclamó el aurva emocionado adelantándose un poco a Milo y Kin al volver con el resto del grupo-. Chicos, chicos. Ya estamos. ¿Estáis listos?

Neil esperó saltando en el sitio a que sus amigos se prepararan para ver el espectáculo de luces y luego se giró hacia Milo y Kin. Con una amplia sonrisa, el sinhadre se preparó para lanzar los hechizos que le correspondían una vez los irrenses le dieran luz verde.

Por el silencio que recibió como respuesta, Eitne intuyó que no le iban a dejar probar las explosiones. Su forma se desdibujó en consecuencia, Bocata perdió la sujeción y se deslizó por su cara hasta la arena.  El niño se tumbó a su lado y se limitó a comer y esperar, dejando que la decepción se pasase de forma natural con ayuda de los gestos estúpidos que surgían en el cangrejo y que él interpretaba de forma cómica. Kankri no necesitaba ayuda para ser un lugar bonito, pero sin duda, los juegos de luces y llamas habían convertido aquella playa en una caricia visual. La vuelta de Rox y Tayron le sacó una sonrisa y, para cuando Neil les ofreció helado, al niño ya se le había olvidado que debía sentirse decepcionado.

Levantó una de las patas, manchada de arena.

—¡Yo, yo! —pidió.

Mientras los encargados de los fuegos artificiales ensayaban, el dio buena cuenta de su helado, que desapareció de unos pocos lengüetazos. Al final se le hizo tan poquito que decidió repetir justo a tiempo para observar el espectáculo con el morro manchado. El león abrió los ojos completamente hipnotizado por las explosiones coloridas y manipuló con sus zarpas al cangrejo para orientarlo hacia el cielo.

—¡Mira, Bocata! —le dijo mientras el cangrejo intentaba zafarse desesperadamente del agarre, agitando patas y pinzas.

—¡Oohh, es verdad! —exclamó cuando Rena les recordó que ya habían visto fuegos artificiales antes.
Era por esa clase de cosas por las que en ocasiones sí que desearía poder hacer magia, ya que para pelear prefería usar sus puños o sus armas, y no tenía la concentración necesaria para curar heridas feas. Pero como su aurva sí podía, lo cierto era que el pensamiento solía ser muy fugaz.

Casi se ahoga de risa por quincuagésima vez en el día al ver como la ursántropa cargaba con Tayron. Probablemente si Rox no estuviese todavía intangible, él mismo se habría ofrecido a cargarlo. Le causaba gracia como podía levantar a algunos de los más mayores debido a las diferencias físicas entre sus transformaciones.

Al final se reunieron todos de nuevo sin más percances y los que tenían más conocimientos de hechizos habían estado practicando la forma de crear los fuegos artificiales mientras. Pronto las explosiones de colores acompañaron al ya hermoso cielo nocturno del planeta, que se había cubierto cada vez más de estrellas sin que se hubiese dado ni cuenta. En cuanto acabasen de comerse las últimas cosas que tenían tocaría recoger e irse y solo entonces el gamusino notaría el peso del cansancio tras un día en el que literalmente no había parado quieta en ningún momento. Dormiría como un lirón esa noche y con una gran sonrisa.

Por un momento Tayron se sintió triunfador para sus adentros cuando vio como generaba dudas y preocupaba un poco al australiano. Pero la reacción de los demás sumado a la evidencia de un pique continuo y que nunca había ganado un óscar al mejor actor revelación del año... no consiguió su objetivo del todo.

Era consciente de que habían ignorado deliberadamente la llamada a comer, pero tampoco él había obtenido una respuesta a sus gritos de auxilio. Lo que no se esperó fue el curso de acción que tomó Rena, sabía que era un poco mamá osa (literalmente) pero gritó sorprendido cuando lo cargó como un saco de patatas.
—¡Oye! ¡Os preocupa más que me coma mi bollo que ser mordido por un tiburón! ¿De verdad? —diría desde la altura que le ofrecía la ursántropa, luego fue zarandeado y el lémur no tuvo más remedio que obedecer y deshacer el hechizo de intangibilidad con cara de estar arreglando una travesura. Lo cual era cierto.

El resto de la noche fue fantástico, Neil había preparado fuegos artificiales y Tayron los disfrutó como un niño pequeño aplaudiendo efusivamente y con la boca muy abierta. El contraste con la oscuridad que ahora poseía la playa era precioso. Se marcharon cuando acabaron de comer. Recordaría aquel día siempre entre risas, no solo por lo bien que se lo había pasado si no por ser el primer mundo alienígena que había visitado tras sobrevivir a la ciudad. Aquella playa paradisiaca y la compañía que había tenido sería difícil de mejorar.

-¡Sí! Del tiburón te puedes defender que eres un chico grande, pero si te quedas sin cena te vas a quejar y tendremos que aguantarte -respondió Rena.

Dejó que Rox andara solo pero no soltó a Tayron hasta llegar a la carpa, donde lo soltó sobre una toalla como un saco de patatas.

-¡Ea! Entrega hecha -dijo triunfante. -¿Al final en qué quedan los fuegos?

Se había decidido que harían pruebas después de cenar. Rena ya estaba bastante llena pero tenía hueco para postre, y se le había antojado un sandwich de helado. Cuando los preparativos estuvieron listos se congregaron todos fuera de las carpas. Rena se sentó directamente en la arena, con las piernas estiradas. Con lo que había visto hasta el momento de Kankri, no podía imaginar que aquel mundo pudiese ser más bonito, pero ahí estaban: explosiones de color que se desparramaban en el cielo para confundirse con las estrellas. No pudo evitar que se le escapase algún grito de emoción, algún taco, y luego las correspondientes felicitaciones a los magos por el espectáculo.

A su pesar, llegó la hora de irse. No le apetecía volver al laberinto de piedra gris que era Rocavarancolia pero lo cierto es que tenía ganas de quitarse la sal del cuerpo y meterse en la cama. Había sido un día intenso, y maravilloso. La idea de mudarse allí seguía siendo tentadora.

-Tenemos que volver, ha estado del carajo -comentó, cargada de bolsas y trastos, justo antes de cruzar el portal.

Milo sonrió con socarronería cuando Nime le sacó la lengua, satisfecho por haberla picado, y escuchó a Kin y a Neil cuando el aurva se les acercó para concretar cómo proceder con el tema de los fuegos artificiales. El brujo se limitó a asentir mientras se terminaba el bocadillo, de acuerdo con lo que estaban sugiriendo, y cuando Rox y Tayron por fin se unieron les sonrió a modo de saludo. El cambiante aún seguía intangible y atravesó la cabeza del demonio mineral con la mano para resaltarlo, pero el lémur no tardó en deshacer el conjuro.
—¡Yo también quiero uno! —exclamó tras Eitne cuando el brujo de cera preguntó si a alguien le apetecía helado, sacudiéndose las migas de la camisa para al menos aparentar que era un adulto responsable.

No tardaron mucho en terminar de cenar y en cuanto acabaron el irrense se reunió con su compatriota y con el sinhadre para ultimar los detalles del espectáculo. Decidieron de que hechizos se encargaría cada uno para no pisarse, pero además también hablaron sobre qué patrones seguir y cómo coordinarlo todo para que no fueran una serie de estallidos sin ton ni son.
—Yo estoy preparado. —afirmó cuando el peliazul les miró para asegurarse de que estaban listos, levantando ambos pulgares para indicarle que podía dar la señal cuando quisiera.

Y entonces empezó. El trío no tenía tan buena vista de los fogonazos como el resto de sus compañeros y además debía de concentrarse para poder coordinarse bien, pero a pesar de todo fue algo memorable. Las luces destacaban contra el cielo oscuro, entremezclándose con las estrellas mientras formaban patrones de colores, y los breves estallidos (mucho menos molestos que los de los fuegos reales) hacían saltar el corazón. Fue, en resumen, un buen trabajo, algo que pudieron confirmar al regresar a la zona de toldos y ver el entusiasmo en los ojos de sus amigos.

Después de aquello ya no quedaba mucho más que hacer en Kankri a parte de recogerlo todo bien antes de regresar a Rocavarancolia, lo cual era un poco triste. Al igual que sus amigos Milo se lo había pasado genial en aquel mundo tropical y ya tenía ganas de volver, pero desde el punto de vista del chico lo mejor de aquella excursión se volvía con él a la ciudad gris.
—Yo me apunto. —le respondió a la ursántropa con un sonrisa, intercambiando una mirada cómplice con Rox antes de cruzar el portal.