Kankri

Neil se esforzó en retener todas las normas del Uno para poder jugar lo mejor posible porque el juego sonaba muy divertido, aunque no fuera por parejas como los que solían gustarle. Al final, el juego no se le dio mal y aunque nunca perdió tampoco nunca ganó, quedándose siempre en una respetable posición intermedia, lo que le hizo sentir bastante satisfecho.

-¡Enhorabuena Nime! -felicitó riendo alegremente al ver las tonterías de Rox y Tayron.

El pulpo de cera de su sombrero, que había pasado toda la partida siendo especialmente dramático en sus gestos y aspavientos y probablemente había dado algo de información adicional sobre las cartas del brujo, había convertido uno de sus tentáculos en un sombrero de paja como el del aurva y había comenzado a abanicarse de forma exagerada, cayéndole incluso gotitas de cera por la frente.

Neil frunció el ceño mirando a Rena al ver que se había levantado a por una lata. El brujo estaba apunto de acercar la neverita de helados con magia y no le habría costado nada acercarle también una lata a la irrense y ahorrarle la molestia de moverse e incomodarse por la arena. A veces Neil se frustraba un poco al sentir que sus amigos no le dejaban hacer ciertas cosas por ellos que estaba encantado de hacer.

-¿Jugamos otra partida? -preguntó alegremente olvidando su lapso de frustración mientras la neverita de helado se acercaba levitando al grupo. El aurva esperaba poder repartir los helados antes de que algunos se abalanzaran sobre ellos.

Eitne asintió a Adru, aceptando sin problemas que el gamusino quisiera jugar limpio. Le parecía loable y en el fondo él también lo quería, pero a la vez sentía que tenía una baza muy guay y el cuerpo le pedía utilizarla para alzarse con la victoria. O ayudar a que otro lo hiciese, claro. Por suerte o por desgracia, al final decidió imitar la Capitana y se guardó sus trucos vocales para otra ocasión.

El juego era rápido, divertido y un pelín confuso para él; los cambios de turno y las cartas que le iban sumando sus compañeros le agobiaron un poco al principio, especialmente después de que Nime se alzase victoriosa.

—¡Ala, qué suerte! —dijo en un intento de darle la enhorabuena, con un poco de envidia.

Conforme más gente se libraba de las cartas y reclamaba su puesto en el ranking de victoria, el niño fue entendiendo que en realidad daba un poco igual el lugar en que quedabas y que lo más divertido era participar y chincharse los unos a los otros. Así que cuando se quedó a solas con Adru y vio que ella le ganaba la mano, la envidia que había sentido por Nime prácticamente ya no existía. Al final Adru y él eran los que más habían jugado, eso contaba para él.

—No pasa nada —le dijo a la sinhadre con total sinceridad, complacido también por lo que ella le dijo—. ¡Eso! ¡Solo somos los últimos en ganar!

Neil sugirió echar otra partida y el niño alzó la mano rápidamente.

—¡Yo quiero!

Ser él último en ganar había estado muy bien, pero en el fondo quería probar a ser el primero esta vez.

Tayron hinchaba su pecho de orgullo y movía la cola con pequeños contoneos al contemplar que efectivamente Rox estaba algo picado. Sin embargo cuando el cambiante se llevó las manos a la cara e hizo de las suyas su postura segura y confiada se vio interrumpida abruptamente. Tras unos segundos de confusión inicial tras verse reflejado así mismo en el australiano el belga estalló en carcajadas incontrolables tanto por la situación en sí como por la parodia de sí mismo. En una de esas y con dolor en las costillas se echó tan para atrás que dio con la cabeza en el suelo y se la llenó un poco de arena. Logró incorporarse con poca dignidad y lágrimas en los ojos, en un intento pobre de reaccionar de manera más astuta, pero es que había sido demasiado para el lémur.

Aunque fuera momentáneamente vio en Rena a una aliada.
—Toda la razón... —apostilló tras la ursántropa— de hecho... estás mas irresistible que de costumbre. ¿Te has peinado diferente o es que me está dando el sol en toda la jeta? —a duras penas escuchó el comentario de que le gustaba tragarse cartas de ocho en ocho y otras cosas, pero replicó— qué sabrás tu... ¿o quieres comprobarlo? —luego hizo una mueca, no le soltaba bromas sexuales a Rox, pero él había empezado— puaaaaaaaj —bromeó.

—Me apunto a las que queráis, colegas —dijo en general pero sin dejar de contemplar la neverita que Neil levitaba hasta ellos, los ojos le hicieron chiribitas.

Guille se sentía muy orgulloso, y continuó explicándole a Nime:

-Pues los que tenemos magia podemos hacer muchas, y no se tienen que romper hasta que no se tiren mira tengo un cubo aquí, puedes coger con cuidado y tirarlos- dijo moviéndose por la alegría y la impaciencia.

Pero al ver que empezaba a jugar al Uno se unió corriendo y se centro en el tema, empezó a coger cartas y mirando las fijamente, cuando empezaron a jugar Kétchup apareció de debajo de las mesa tendiendole una carta que guille cogió pensando que se le habría caído, y siguió jugando, cuando se dio cuenta dos volvieron a aparecer, dándole mas cartas, y una tercera que fue cogiendo, pero su mazo iba creciendo, mientras se dio cuenta que las pendicularais estaban robando cartas de la demás gente para darselas a él.

- Nooooo así no se juega- dijo empujando a Mostaza- ¡me están dando más cartas! Es trampa, no se valeeeeeeeee- dijo cruzandose de manos pronto tuvo demasiadas cartas y las tiro y se fue- ya no juego- y se fue corriendo y se tiro en la arena.

Haciendo globos de agua de mar tirados por la arena. Cuando vio que ganaba Nime. Volvió corriendo para celebrarlo. Gritando y animando a Nime.

- Podemos jugar a los globos de aguaaa, ¡mirar mirar! - y les enseño en alto el hechizo, no era muy buen profesor pero el hechizo no tenía dificultad- y si hacemos muchos los podemos dejar tirados para que tengan los que no hacen magia.

Milo entrecerró los ojos cuando Nime le sonrió con suficiencia y una pulla empezó a bailar en la punta de su lengua, pero al final fue Kin el que se encargó de replicarle de vuelta. El
brujo, mientras tanto, se limitó a soltar un último bufido de indignación y se acomodó en su toalla para presenciar el resto del juego con atención. Una parte de su mente intentaba
buscar estrategias para ganar de forma segura y eficiente, pero al final todo se reducía a la
suerte, y sabiendo aquello la concentración del irrense no tardó en dispersarse de forma
significativa.

Las reacciones de sus amigos eran lo realmente divertido de todo aquello, pues los despistes que conducían a robar más cartas o los ataques premeditados cuando alguien se empezaba a quedar sin mano eran lo que le daba vida a aquel juego.
—¿Con algún otro veterano? Seguro que eso no acaba bien… —le contestó a Rena, sonriendo ante el intercambio de pullas entre Rox y Tayron.

Cuando la ursántropa se sentó a su lado el norteño le hizo hueco en la toalla, pero cuando sacó a colación lo de la libense no pudo evitar esbozar una mueca.
—Fijo que lo hace, pero con suerte se le olvida en algún momento —contestó con una sonrisa entre resignada y esperanzada—. A mi se me olvidaban un montón de cosas a su edad… —comentó, girándose hacia su amiga para percatarse de que no estaba haciéndole mucho caso.

Al seguir su mirada Milo se tropezó con Kin, pero antes de que le pudiera preguntar qué era lo que estaba mirando la peliverde volvió en sí con una queja algo fuera de lugar después de llevar ya unas cuantas horas en la playa.
—Cordia un poco, pero diría que la nieve dentro de las botas molesta más. —replicó con expresión inquisitiva, sacudiéndose sus propias rodillas mientras se proponía una nueva partida y Neil acercaba una neverita con helados para todos.

Milo no era un lumbrera en aquellos temas, pero sí que se había percatado de cómo su amiga había intentado desviar la atención sobre lo que acababa de suceder, y como no quería incomodarla más aún decidió guardarse las preguntas para otro momento en el que no hubiera tanta gente alrededor.
—Pásame uno, Neil. ¿Tu también quieres? —le preguntó a la irrense, dándole un ligero codazo mientras un alborotado Guille se acercaba a explicarles cómo se hacían aquellos globos de agua tan curiosos.

A falta de una fuente de líquido mejor el hacker probaría el hechizo con el refresco de Rena, dándole forma a una pequeña esfera de gaseosa que no dudo en meterse en la boca con una sonrisita antes de que la ursántropa se la arrebatara. En cuanto estalló entre sus dientes la sensación le hizo reír, pero cuando las burbujas empezaron hacer de las suyas el hacker empezó a arrepentirse de su genialidad.
—Mierda… —masculló con ojos llorosos, llevándose las manos al hocico para refrenar el intenso picor y contener los estornudos.

El resto de la partida fue muy divertida. Varios de los que todavía se peleaban por un puesto decente no se picaban menos que los que habían ocupado los primeros puestos, y aunque Nime no entendió la broma de Rox se rió tanto como todos los demás.
—Si volvéis a jugar a esto en la sede llamadme alguna vez —comentó el raigaurum cuando Rena sugirió repetir la experiencia en el refugio. Tanto el juego como la compañía eran buenos, y tal vez les podría devolver el favor de enseñándoles algunos de los juegos de carta que circulaban por la sede.

Nime entre tanto había pasado a burlarse de Eitne, dándole una palmadita en la espalda.
—Bueno, es verdad que aunque perdisteis no fue todo malo… con tantas cartas en la mano por lo menos podíais usarlas de abanico. —La niña se rió de su propio chiste, dirigido también a Adru, pero se olvidó del tema en cuanto vio los helados levitando hacia ellos. Extendió las manos y esperó a que la nevera pasase a su lado para servirse y empezar a comer con ganas. No tenía hambre, pero sí calor, y era todo un gustazo meterse aquel dulce en la boca.

La sugerencia de Guille hizo que Nime se debatiese durante unos instantes entre continuar jugando a aquel juego en el que tenía un talento natural o probar otro, el de los globos. Terminó por decidirse a corear a Guille por dos motivos de peso: el primero que una guerra de agua sonaba genial y refrescante, y el segundo porque una pequeña parte de ella tenía miedo de darle la razón a Kin en que solo había tenido potra en el Uno.
—¡Juguemos a eso de los globos, a los globos!

Kin observó con interés los gestos que hacía el niño al mostrarles cómo crear las burbujas de agua. No parecía complicado, se trataba de un hechizo que ya conocían con una serie de modificaciones. Se acercó a la orilla y se acuclilló cerca de dónde rompían las olas, probando a crear una burbuja con agua de mar. Le quedó medio vacía, pero era un comienzo. Estaba tan concentrado que no escuchó los pasos discretos de Nime acercándose a su espalda con uno de los globos mágicos que había hecho Guille previamente. La pequeña venganza que le debía se convirtió en una bola estampada contra su nuca, tras lo cual salió corriendo.
—¡Ya se vale, ya se vale! —anunció a gritos, sintiendo cómo se rompía contra su espalda la burbuja medio vacía que acababa de crear el raigaurum. Este ya se estaba apresurando a conjurar la siguiente para no quedarse atrás.

Su sonrisa ladina fue pronto reemplazada por una mueca consternada, acorde al exagerado sonido que hizo al tomar aire mientras se llevaba una mano al pecho y miraba a Rena, dolido. Demasiados traidores en un solo día. Con las risas del Tayron de verdad resultaba difícil no partirse la caja por igual.

—¡Como OSAS! —su cara se estructuró para volver a su yo habitual, manteniendo la expresión afligida. Naturalmente el belga apoyó a Rena—. Perdonad, pero yo estoy cañón me ponga la cara que me ponga. Incluso si es la de este —le señaló con desdén, claramente en broma por la risa que vino después. Ante el reto alzó las cejas, hablando de manera sensual pero con volumen moderado: después de todo seguían estando entre críos—. Oh, sé mucho, créeme.

Aquel chaval era capaz de picarle para lo más insospechado, lo cual le recordaba a la dinámica de su viejo grupo de amigos y le encantaba. La neverita flotante de Neil llegó en el momento perfecto y viendo los helados, aparte de querer uno por antojo, a Rox se le prendió la bombilla.

—¡Gracias! —respondió al brujo—. Yo también, que quiero reventar a este parguelas.

Se hizo con un polo de limón, y esperando el momento en el que el lémur le mirase lo lamió despacio y de forma sugerente. Habría subido de tono el gesto de no ser porque bueno, estaba ácido y helado y se le calaron los dientes. Sacudió la cabeza como un perro mojado, emitiendo un quejido gutural; le estaba bien empleado por tonto. Milo también había cobrado por torpe, lo cual le sacó una risa cómplice. El total de neuronas que hacían quitando a Neil y Pelusa era bajo, muy bajo.

Aunque le hubiera gustado jugar al Uno para ganarse la revancha los enanos hicieron énfasis en otro plan, el de la batalla de agua. Su sonrisa se fue ensanchando mientras atendía las explicaciones del brujo, sabiendo perfectamente a qué osa y a qué lémur le iba a hacer focus. Sin dejar el polo se acercó a la playa para, igual que el irrense, probar a hacer una burbuja. La codicia le pudo, e intentando hacerla lo más grande posible y apurado por los nervios de recibir un globazo igual que lo había hecho Kin, le explotó su propia creación en la cara.

-Pero yo no sé cómo es la nieve en las botas, ¿recuerdas? No he visto nieve en mi puta vida -se quejó.

Guille explicó cómo se hacía el hechizo de las burbujas de agua y como a Rena no le servía de mucho saberlo se centró en coger un helado de los que Neil estaba repartiendo. Eligió un cono de chocolate y vainilla, sus sabores favoritos y empezó a comérselo a pesar de no haberse terminado el refresco. Milo tuvo la OSAdía de usarlo para probar el hechizo, aunque no le dio tiempo a quejarse pues la justicia poética hizo de las suyas.

-¡JA! ¡Te lo mereces! -le espetó.

La batalla comenzó antes de que pudiese elegir a su amigo mágico de apoyo. Rox y Milo habrían sido su primera opción… de no ser porque la idea de estamparles agua en la cara parecía mucho más divertida, así que huyó de Milo riendo, oliéndose que habría tenido la misma idea, y fue a colgarse del cuello de Tayron.

-Ey, peliverde, dame munición. Vamos a reventar a estos parguelas -le dijo en tono confidente. Luego gritó: -¡Elegid equipo, gente! ¡Esto es la guerra!

En cuanto tuvo un globo de agua en la mano la transformó en garra y Rox recibió un segundo globazo para acompañar al de su descuido. Milo sería el siguiente.

Recibió los helados igual que recibiría… Pues no se le ocurría en ese momento nada que fuese mucho mejor que un helado, la verdad, especialmente con el calor que hacía. Eligió un cono con una enorme bola de helado de fresa que a punto estuvo de caérsele si no hubiese tenido ayuda de la magia de Neil y se apuntó a más partidas de cartas que no ganó.

El juego del Uno era divertido, pero desde luego la propuesta de Guille llamaba mucho más su atención. No los tecnicismos mágicos que no entendía ni le servían y de los cuales se iba a ocupar el brujo de la cera, pero sí la batalla de burbujas de agua. Igualmente le parecía una pasada que pudiesen utilizar así el agua mediante el uso de magia, aunque él no tuviese ese recurso a su disposición.
—¡Qué idea tan buena, Guille! —le alabó—. ¡Que empiece otra nueva guerra!

Consideraba que ya habían reposado la comida lo suficiente, aunque acabase de comerse un helado de gran tamaño. Se levantó como un torbellino, el cual arrastró a su aurva en su epicentro e imitó a Rena para pedirle a su mago particular que les preparase la munición.

Esperó (im)pacientemente a que el chico trabajase hasta tener una cantidad decente de burbujas disponibles y cogió la primera… La cual estalló de inmediato porque la fórmula del hechizo no estaba pensada para aguantar su falta total de delicadeza y excesivo “entusiasmo”.
—Ups, esa no cuenta —dijo rascándose la nuca y sacando la lengua.
A continuación cogió otra burbuja y se giró para buscar su primera víctima. El primero que vio fue Tayron, por lo que le lanzó la burbuja en dirección a su cuerpo.

Neil se dedicó a repartir helados con una sonrisa a todo el que se lo pidiera y luego cogió uno cremoso para sí mismo antes de sentarse tranquilamente a disfrutarlo mientras se aseguraba que el helado de Adru no tocara el suelo y miraba la demostración de Guille. Parecía bastante sencillo y Neil no tardó en cogerle el truco consiguiendo hacer uno incluso mientras se terminaba su helado, levitándolo sobre sus cabezas y luego dejándolo caer unos metros alejado del grupo solo para ver cómo era.

En los planes del brujo no estaba entrar en la guerra de agua hasta que todos los utensilios de comida y tuppers estuvieran limpios y guardados de nuevo, pero dejó de ser su decisión una vez el entusiasmo llegó a Adru, quien le arrastró a la emoción de la batalla y, contagiado por su edeel, Neil comenzó a hacer muchas burbujas principalmente para el gamusino, pero queriendo también él tirar algunas mientras el pulpo de su sombrero comenzaba a hacer malabares con sus propias burbujas de cera. El aurva rió cuando Adru rompió la primera en su emoción y él mismo cogió una que lanzó hacia delante sin ningún objetivo fijo, pero que dio a Eitne, ya que se encontraba en esa dirección.

-Ups, lo siento -se disculpó medio avergonzando por haberle dado medio divertido por la situación.

Eitne había pedido uno de los helados y, tras darle las gracias a Neil, lo hizo flotar frente a sí mismo, a la altura de su boca; inspirado por la travesura culinaria de Milo. Se lo llevó consigo a la orilla y, mientras le daba mordisquitos, fue creando “globos” de agua y haciéndolos flotar a diferentes alturas entre todas las personas, especialmente cerca de los que no tenían magia. Había pensado que era más divertido ser como el árbitro y limitarse a servir a todo el mundo y ver cómo se pegaban, pero justo antes de que fuera a enunciar su propósito, algo le golpeó la espalda y lo empapó.

Miró hacia atrás con una cara mezcla de pocos amigos y diversión y, en un principio, pensó que habría sido Adru, pues Neil le parecía de confianza. Error que comprendió en cuanto este le pidió disculpas:

—¡Neil! ¡Qué fuerte! —dijo con la boca muy abierta y manchada de helado—. ¡Has sido tú!

Y, a pesar de su intención inicial de mantenerse neutral, el niño eligió un bando (aunque todavía no sabía cual era) y lanzó hacia el brujo de la cera el globo que estaba manipulando con una sonrisa divertida.

—¡Guerraaaa!

Le hormigueaba la carne bajo la piel en los puntos donde había impactado de lleno contra el agua. Las magulladuras se reparaban, devolviéndole la sensibilidad poco a poco. Sox se quedó quieto para ayudar al proceso mientras recuperaba el aliento.

—Podría ser peor —admitió a regañadientes. No se había dado cuenta hasta entonces de que su amigo había elegido el mejor escenario posible para enseñarle. El ángel negro ya se había estampado varias veces y el suelo de Rocavarancolia no era más amigable que el de ningún otro sitio—. De acuerdo, vamos. Otra vez.

La perspectiva le había infundido nuevos ánimos. Empleó toda su diligencia en seguir la pauta que le había enseñado su amigo conforme ascendían. Todavía no era suficiente para conseguir que volase, pero se esforzó por aprenderla a sabiendas de que podría emplearla después de superar aquel bloqueo. No dejar que la impaciencia se apoderase de él le resultaría útil para ascender de forma regular cuando fuera el momento. Sox había visto a seres mucho menos ingrávidos que él elevarse como un cohete en una rápida sucesión de aleteos, en completa armonía con su propio cuerpo, pero él estaba muy lejos de llegar a ese punto.

—¡Lo sé! —insistió en voz alta para hacerse oír por encima del viento. Sentía en sus entrañas, en su sangre, en cada uno de sus diamantes, lo que el gárgola quería decir. El aire le llamaba, le increpaba por qué se estaba tomando tanto tiempo en ir a su encuentro como un igual—. Lo percibo, te lo juro, ha habido veces que casi… —exhaló un gruñido frustrado.
¿Que no pensara? Habría sido más fácil que le pidieran a Sox que dejase de respirar.

Vaciar su mente de pensamientos. No pensar en nada. Vaciar su mente de pensamientos. Sox se repitió aquel mantra. Seguía sin ser dejar la mente en blanco, pero mejor que distraerse con cualquier cosa.

Se obligó a no abrir los ojos cuando llegó el vacío, el tirón en el estómago cuando la gravedad volvió a cerrar las garras en torno a él. En esta ocasión no se dejó llevar por el pánico y continuó la pauta de aleteos, a sabiendas de que bajo él había agua, que si caía no moriría. Obel vigilaba.  

Aquella vez cayó a un ritmo sostenido. Aceleró la pauta conforme se acercaba al mar, sin perderla; percibió con maravilla cómo su caída se ralentizaba, aunque no dejase de perder altura. Tocó la superficie del agua con cierta dureza todavía pero fue un aterrizaje mucho mejor que desplomarse en caída libre.

Al salir a la superficie estiró el cuello para encontrar a su amigo cuanto antes.
—¡Mejor! —anunció, exultante. No era volar, ni de lejos, pero sus alas respondiendo a lo que él quería era una sensación de progreso jubilosa—. ¿A que sí?

Señaló una formación de peñones a cierta distancia, emocionado todavía.
—¿Me ayudas a llegar ahí arriba? —necesitaba más altura, lo intuía. Quería ser capaz de bajar sin ayuda hasta la playa donde estaban los demás, aunque fuese planeando de un peñón a otro.

Por su parte Tayron seleccionaba un pequeño helado de menta y chocolate cuando ojiplático se percató de lo que Rox estaba haciendo con su lengua y aquel polo de limón. Acto seguido su sonrisa se ensanchó cuando vio como se retorcía por el frío repentino que debió llegarle. ¿Puede que hubiera encontrado a un ser tan idiota como él?.

El lémur quiso subir la apuesta pero antes de deslizar su lengua en un movimiento ascendente acompañado de una mirada penetrante la guerra de globos de agua comenzó. Tras aprender el hechizo de Guille con toda la rapidez que le fue posible Rena le asaltó al cuello con promesas de reventar a Milo y Rox.
—No me lo digas dos veces, son hombre muerto —aquella era la forma más rápida y divertida de resolver el pique construido durante todo el día de playa.

Con destreza y movimientos hábiles el lémur creaba munición para la ursántropa, la principal baza de su equipo. Estaba girándose para apuntar al irrense con una mano mientras con la otra sujetaba el helado cuando le llegó un impacto por el costado, el cono cayó al suelo llenándose de arena y aquello le sentó como si le hubiera caído un cubo de agua encima, literalmente. La culpable ante sus ojos, Adru. Pegó una carcajada antes de hablar.
—¡ME PARECE QUE ALGUIEN ACABA DE ELEGIR BANDO!  —gritó al tiempo que como si su brazo fuera una catapulta impulsaba un globo de agua en dirección a la gamusino, no se quedó a contemplar si acertaba o no pues sabía que la sinhadre era muy rápida así que se concentró en continuar conjurando mientras pegaba su espalda a la de Rena en un acto dramático, como si estuvieran solos antes una calamidad aplastante— ¿¡Quién quiere ir con los molones!? ¡Eitne, es tu oportunidad de molar como hablamos antes! —intentó reclutar, sin saber muy bien por qué se decantaría cada uno o si elegían luchar por libre.

Guille cuando comenzó la guerra se quedo dando saltitos muy contento, pero no se movió del mismo sitio, haciendo muchas muchas burbujas de agua, mientras el caos cundia a su alrededor.

Cuando vio que Eitne y Tayron se aliaron Guille grito en alto:

-¡Guerrraaaaaa!- y de su espalda nacieron ocho pendicularias que rápidamente se movieron cada una con una globo e  la mano y lo lanzaron sin contemplación hacia el equipo rival como si fuera una metralleta, parecia un plan perfecto hasta que en su coronilla aterrizo un globo de agua.- noooo nooo se valeee- una de sus propias pendicularias le estaba atacando, y pudo ver que dos estaban atacandose entre ellas, y otra había empezado a tirar en todas direcciones aleatoriamente. Pero parecían tiernamente muy felices así que Guille comenzó a reírse y atacó de vuelta a la susodicha. Y pronto el Guille dejo de ser productivo para el equipo, ya las pendicularias comenzaban a hacer el caos sin distinción.

—El día que volvamos a Irraria seguro que te la encuentras nada más cruzar el portal, no te preocupes. —le respondió a su amiga con ojos llorosos, llevándose un pañuelo al hocico para sonarse y aliviar el picor.

Alrededor del brujo se estaba fraguando una guerra y a punto estuvo de quedarse en mitad del fuego cruzado por andar distraído, pero notando que la gente empezaba a tomar posiciones el irrense se levantó de su toalla y corrió hacia la orilla junto a Rox. El peligro inminente le hizo olvidarse un rato de lo incómodo que le resultaba estar tan cerca del humano y procedió a aliarse con él, con Adru y con Neil, pero estaba tan concentrado con fabricar más munición que para cuando quiso darse cuenta de las intenciones de Rena ya era demasiado tarde. El impacto contra el cambiante debería haber bastado para ponerle sobre aviso, pero el segundo globo llegó casi de inmediato y le estalló en la nuca antes de que siquiera pudiera ponerse a cubierto.
—¡Esa ha sido a traición! —exclamó con una mueca, sintiendo como un escalofrío le bajaba por la espalda antes de lanzarse al ataque también. Sus dos primeros proyectiles tenían los nombres de ambos peliverdes y no dudó en lanzarselos a la cara con una sonrisa taimada, dándoles un poquito de impulso extra para que no les diera tiempo a esquivar.

A ambos frentes de batalla se les unió de forma inesperada un tercero, pues las pendicularias de Guille tenían sus propios planes y no parecían hacer distinción entre amigos y enemigos, así que de forma previsora el hacker decidió escudarse.
—¡Al ataque! —alentó a su equipo con una carcajada, haciendo que pequeñas planchas de cobre orbitaran entre sus compañeros para que detuvieran algunos tiros.

Nime salió corriendo hacia Guille y Eitne, quienes más globos mágicos habían hecho para repartir entre los que no tenían magia. La niña suponía que ellos no iban a dejarla tirada proporcionándole munición, porque a malas podía convencer a uno u otro para trabajar en equipo, siendo ella la lanzadora.

Cuando se quiso dar cuenta, arrimarse a aquellos dos había determinado el bando que ocuparía en la inminente guerra (aunque Guille pronto les abandonó para formar el suyo propio con las pendicularias… sin querer). Nime recogió un montón de burbujas del suelo y empezó a lanzarlas sin piedad contra cualquiera que no fuese un aliado y empleando más fuerza de la que probablemente era necesaria. Su sonrisa maliciosa destellaba al sol cada vez que una estallaba dando en su objetivo.

Al correr tras Nime, Kin se vio adoptado en el equipo opuesto al de la niña, una vez el grito de Rena llamó a todos a formar grupos. Al raigaurum no le importaba cómo habían salido las cosas, o ni siquiera habría sabido qué equipo escoger. Creó sus propias burbujas sin perder tiempo y las arrojó contra quienes acabasen de lanzar o estuviesen conjurando munición, ya que era el momento en que era más fácil cogerlos desprevenidos. Se tenía que obligar a contener la risa para no ser también un objetivo fácil, porque las caras que ponían tanto enemigos como aliados cada vez que recibían un golpe a traición eran difíciles de ignorar.
—¡Buena esa, Milo! —le dijo al brujo del cobre cuando los escudos empezaron a flotar a su alrededor. Tenía pinta de que aquella batalla iba a empezar a ponerse seria. Ahora que estaban todos empapados ya no tenían nada que perder.

—¡Eh, eh! —protestaba Nime desde el otro lado, para dirigirse después a los que tenían magia de su grupo—. ¡Si ellos hacen trampas nosotros también! ¡Haced algo!

Estaba quitándose su intento fallido de la cara cuando otro globo de agua le dio de costado. Rox emitió un quejido no por el impacto, sino por la sorpresa y porque lo que le quedaba de polo ahora sabía a rayos al haberse mojado. Se sacó el palo de la boca para sacudir los restos de limón salado en la arena. Había visto a Rena lanzarle el globo por el rabillo del ojo, así que supo a donde apuntar su siguiente ataque.
—¡Te voy a meter vinagre en la miel! —cogió uno de los globos de sus proovedores brujos y se lo lanzó, permitiéndose el lujo de ver como le mojaba los morros a pesar de que Milo acababa de cobrar a escasos centímetros suya—. ¡JA!

En cuestión de segundos estaban todos empapados y su palito de madera machacado de tanto morderlo. Le habría gustado fardar de contar con el veterano así como de haberse librado del ente caótico y errante que era Guille, pero estuvo ocupado huyendo de los impactos hasta que Adru y Milo sacaron sus boosts de velocidad y defensa.

—¡¿Quiénes son los molones ahora, pringaos?! —el cambiante no estaba haciendo otra cosa que recibir y lanzar globos, nada mágico ni espectacular, mas las múltiples catapultas de Guille le gustaron tanto como para copiarle la idea, literalmente: de su espalda salieron cuatro brazos más, que controlados de forma individual eran un infierno, pero en movimientos iguales... esa era otra historia—. ¡EH, TAY!

Si el lémur miraba se encontraría no uno, sino seis achantes a la vez. Movió el palito de arriba abajo con los dientes, con una sonrisa burlona a pesar de ser un blanco fácil. Complacido con la tontería echaría los brazos hacia atrás, demandando con las manos munición.
—¡Cargadme chavales!
En cuanto tuviera las manos llenas lanzaría todo de golpe. No tendría puntería pero, ¿qué era eso cuando podía atacar de seis en seis?