Torreón Maciel (Archivo VIII)

Recuerdo del primer mensaje :

-Cuando los encontremos sabremos cuales de las opciones son la verdad. -Dijo encogiéndose de hombros. La única parte que esperaba que fuese así era la de otro suministro de agua.

-Te seguimos hermanito.

Y con sonrisa a Eriel se puso en camino con el resto mientras se terminaba su desayuno cuando Dafne le pidió un favorcillo. -Ah, sin problema, le hice bastantes a Bri y no es algo complicado, aunque te tendrás que conformar con algo sin muchos adornos me temo. -Le sonrió. -Cuando vuelva haremos uno cada uno de madera, a no ser que encuentre hueso por el camino o alguna forma de malear metal mejor que acercar mis manos a la hoguera. Nos vemos a la vuelta. -Se despidió.

Siguieron a su hermano un cacho y como este dijo acabaron encontrando casas en algo de mejor estado aunque ahí en medio no parecían mucho más seguras que las mazmorras. Des pues de ir mirando y hablando sobre algunas de ellas como posibles acabaron divisando algo apartado de las casas que parecía un mini fuerte. Se acercaron por curiosidad con cautela para ver que se trataba de un torreón azulado con una muralla y en medio de un foso.

-¿Es eso un nido de seres voladores hecho encima de un esqueleto de animal enorme en lo alto de la torre o me ha sentado mal el desayuno? -Se calló un momento mientras observaba la situación, aquel lugar le parecía sacado de las historias rocavarancolesas, no había ninguna construcción así en su mundo pero era lo más seguro que habían encontrado con bastante diferencia. -El puente esta bajado y parece que se puede cruzar... Diría por esas cuerdas que hay un sistema de poleas para elevarlo e impedir así el paso, si es así y aún funciona dudo que encontremos algo más seguro que esto. -Miró hacia las estirges.  -No parece que quieran hacernos algo, pero cuidado con los bichos voladores. -Se dió cuenta de que podía haber ofendido a Sinceridad así que giró su cabeza hacia ella. -Sin ánimo de ofender. -No era la mejor manera del mundo de arreglar eso, pero era mejor que nada. -En fin, vamos allá, con precaución por favor. -Agudizó los sentidos y agarró su cuchillo. Esperaba no tener otra sorpresa como la de hace unos días, pero no se fiaba de su suerte.

Enfrascado en su tarea escuchaba con detalle a su hermanito, no quería pecar de no atenderle y preocuparle. -Sí, eso parece. -Le respondía mientras hacía equilibrios con el escudo para no caerse encima suya mientras se dirigía a comprobar la herida de su muslo.

Sonrió. No podía evitarlo al escuchar ese tono suyo.

-Oh, vente a entrenar pues. -Le dijo en broma. -Se echa de menos sentir ese peligro de ser disparado por la espalda, le da un toque de emoción especial. -Seguía sonriendo y mirándolo a veces a su cara, a veces a sus heridas.

Paró de revisarle, quizás serían peligrosas si hubiera que esperar a que sanaran de por sí, pero en dos días ya podría curarle. -Que quieres que diga, la gente se enfada por todo. -Se quejó. -Por ejemplo hoy mismo Sinceridad se molestó porque dije que su especie eran aves. ¿Te lo puedes creer? Es como si me enfadara porque me dijeran que tengo cuernos. Es estúpido. -Se revolvió en la cama para sentarse a gusto con cuidado -Al final me disculpe porque ella lo compara con ser una ave como las del techo pero bueno, preferí dejarlo estar. Tay ha sido mucho más agradable.

Lo veía aburrido así que hizo un pobre intento de que al menos se entretuviese un rato. Le extendió su brazo derecho. -¿Me ayudas a quitarla?

Los gritos abajo le hicieron sonreír, era más pronto que la última vez, sus esfuerzos daban frutos.

-Alentador, ¿verdad? -Rió. -Pero el siguiente eres tú. -De repente el nublino se veía bastante más feliz y activo.

No esperaba que la interesada se materializase allí mismo casi de la nada. Conveniente, por otra parte. A Sox tampoco le gustaba hablar a espaldas de la gente: era más correcto resolver los problemas directamente.
—Si vas a escuchar conversaciones ajenas al menos quítate todo ese pelo de delante de las orejas antes. Justo estábamos diciendo que despertaste igual que nosotros —¿quién querría infiltrarse en una prueba así, y qué ganaría con traicionar a ninguno de ellos? Veía mucho más probable que en Ulterania supieran algo de Rocavarancolia, tal y como los nublinos conocían retazos de información.

Escuchó cruzado de brazos, y con progresiva cara de asco, según Fahran leyó la carta en voz alta. No se la creyó ni por un segundo.
—Sí, todo encaja —se burló. Se la estaba inventando sobre la marcha completamente—. Ve que estás en la miseria y gasta tinta hablando de tu pelo.
Y sin embargo... No, efectivamente al recogerla ponía lo que decía Fahran, en toda su gloria cursi. Y no podía ser falsa, en el torreón no tenían tinta de ese color.

Intercambió una mirada dubitativa con Tay y fueron tras ella.
—Oye. Melenas —la detuvo antes de que subiera las escaleras y le tendió su papel de vuelta. No pensaba fomentar una mala costumbre—. Recoge tu basura. Y tenía algo que preguntarte de todas formas. Eras modista, ¿no? —su jersey había quedado más allá de todo arreglo después de la caída, pero tal vez ella pudiera sacarle algún uso al material si lo deshilachaba. Era de buena calidad, y mejor eso que tener una prenda destrozada ocupando espacio. Se lo explicó—. En algún momento te aburrirás de no hacer nada y mirarnos con cara de asco, digo yo —había estado pendiente de la ulterana los primeros días, pero una vez más su aspecto llamativo no correlacionaba con ser más útil o competente. Antes de rendirse y admitir que parecía ser una igualdad puramente carabesa, Sox esperaba equivocarse y que Fahran simplemente no supiera, o no se le hubiera dado la oportunidad. Estaría bien hablar con alguien que le diera importancia a su aspecto como debía ser, sobre todo en aquel lugar deprimente, pero no iba a perder el tiempo si no había forma de tratar con ella.

Eriel enarcó una ceja cuando escuchó las palabras de su hermano.

-Yo no fallo - dijo con tono jactancioso.- Si alguna vez te da una flecha por la espalda te aseguro que no será un accidente. O que ha disparado Sox - comentó tratando de bromear.

-Es una distinción importante. Sinceridad no es un simple pájaro - replicó defendiendo a la tierrabrujense.- ¿Te gustaría que alguien se refiriese a ti simplemente como mamífero? ¿O que te pusiesen al mismo nivel que un linac? Ambos sabemos que eres mucho más inteligente que uno. No puedes etiquetar de esa forma hermano, es ofensivo - le explicó. Bufó con el comentario de los cuernos.- Tú no tienes cuernos, y aún te quedan muchos años para que te salgan. Ni siquiera a papá le han asomado aún.

-Miento, quizá tengas cuernos pronto si la Luna te los da. Con lo cabezota que eres no me extrañaría nada - se burló.

Frunció el ceño a la petición de su hermano y, con mucho cuidado de no tocar el muñón, le ayudó a quitarse el escudo. No pensaba reconocer que el que le faltase una mano a su hermano le daba cierta grima.

-No, no es para nada alentador - lo corrigió frunciendo aún más el ceño con los gritos provenientes de abajo.- Más bien aterrador, muy aterrador, y que me digas que el siguiente soy yo lo empeora. Más con esa sonrisa - dijo el nublino sintiendo un escalofrío bajar por su espalda.- No me gusta ese anillo Barael, no puede gustarme cuando todos os estáis haciendo daño por mí. No es justo.

Tayron aguardó con paciencia a que el carabés asimilara toda la afirmación de golpe, asintió a lo que decía conforme Sox se hacía sus propias suposiciones. Si un ciudadano tenía tanto poder como para comunicarse con un cosechado... ¿por qué no la habría rescatado ya?. Sus pensamientos se encontraban constantemente, no sabía qué creer.
-Lo de Nad- dijo con ojos distraídos, como si se encontrara de verdad en el momento en el que aquello pasó- debió pasar algo, hicimos algo, o... no lo sé, no creo que ese hijo de puta fuera la excepción. Nos prometieron muchas cosas y pruebas, pero no parece haber unas normas claras.

El belga fue a responder la última pregunta de Sox cuando una voz conocida sonó a sus espaldas, Tayron tragó saliva pero encaró la situación con determinación, no los iba a pisar. Su voz sonó irritada pero con un deje de cansancio a la vez.
-Pues siéntete especialmente ofendida ahora, gilipollas- y se quedó muy a gusto- nadie estaba conspirando, le estaba informando de lo sucedido, pero bueno, ya que soy tan rudo no me importa decir en voz alta que nos has puesto en peligro ahí fuera- era algo que se había guardado, la regañina de Sinceridad por los aires infantiles de la xolnita, pero vista la ocasión lo zampó con el carabés delante- parece que tenemos una niña en el torreón, y déjame decirte otra cosa Rapunzel -el belga se había resistido a llamarla de alguna forma que apelara a su pelo como otros habían hecho, pero Fahran se le antojaba desagradecida, toda la tolerancia con respecto a la carta y joderle un momento de felicidad se había reducido a cenizas- con o sin carta, esto no es una puta guardería.

Pasó a leer el mensaje y le cambió la cara totalmente, intercambió una mirada con Sox de incertidumbre. ¿Ya está? ¿Era eso después de todo?. Habría sido más fácil si no se le hubiese dado tanto misterio.
Siguió a la ulterana, no habían acabado.
-Y si no se aburre voy a aburrirla yo- le advirtió, podía ser amable, permisivo, tolerar sus aires de grandeza hasta cierto punto, pero si por algo se le conocía era por no dejar pasar que le vacilaran en su puta cara- si tan poco sentido tiene la carta... pues coño, a lo mejor se están burlando de ti, te lo digo porque no será lo típico en tu reino de chupilandia, bienvenida a la ciudad- habría querido sonreír para sonar sarcástico pero no lo consiguió, en su lugar escupió un bufido similar al de un perro con los cables cruzados.

Mónica, tras superar la parálisis inicial y después de mirar a Tritón con ojos llenos de miedo, salió corriendo, con el corazón a toda velocidad, sin darse cuenta de que los gritos ya habían parado.

—¿¡Estáis todos bien!? —aulló más que preguntó.

Sin esperárselo, en medio del pasillo, se topó con Vampy, T-Fichas y… Rapunzel. Y parecía que no había llegado en buen momento: eso tenía pinta de rapapolvo, pero se la sopló enormemente, aliviada más de lo que podría expresar. «Si están aquí charlando nadie ha muerto. Nadie ha muerto, están todos a salvo. Están todos bien» pensó cerrando los ojos y sintiendo que podía respirar de nuevo. Después escuchó algo que le llamó la atención.

—¿Carta? —la madrileña abrió mucho los ojos, asombrada. —¿Cómo? ¿Un ciudadano te ha dado una carta? —sin importarle si estorbaba o no, se asomó por encima del hombro de Tay para leer, y fue poniendo una cara de asco insuperable a medida que los párrafos se sucedían—. Menuda puta cursilada —dictaminó cuando acabó de leer—. ¿Seguro que no te la has escrito tú solita?

Ellos siguieron andando, no obstante, pero como cualquier cosa era mejor que dar vueltas como un león enjaulado por el torreón, les siguió. Además, el pelo móvil de la ulterana le llamaba mucho la atención, y no quería perder la oportunidad de observarlo más de cerca. Escuchó callada, hasta escuchar la última acotación de T-Fichas.

—Agradece no tener un virote atravesándote la cabeza. Esa parece ser la bienvenida habitual —musitó, mirando al suelo con tristeza.

Los motes:

-Te equivocas.-cortó a Tayron en su enfado, alzando un indice justo en frente de su cara y entonces se giró hacia el que llamaban Sox, con quien de veras estaba hablando y a quien se dirigía desde un principio.
Silencio, unos instantes, mientras contemplaba la ira del belga manifestarse de amplias formas en su rostro. Y entonces, habló de nuevo.
-No "era" una modista, Soy, una modista.-

Y en una serie de movimientos rápidos y cuidados, se arregló pelo y vestido adecuadamente. Aparentaba una calma total.
-Bien, entonces, si me excusáis, parece ser que tengo trabajo pendiente, supongo, el convertir este sucio, maloliente y apestoso harapo en algo util. No es algo que sea imposible para alguien como yo, por supuesto.-

Trasteaba con ello en las manos, examinandolo, decidiendo. Lo tocaba con delicadeza felina, pero a la vez no se cortaba con el disugsto que le provocaba, pes si ella era el gato, aquello era un maloliente ratón cubierto de pulgas. Finalmente, se giró ante Sox y se pronuncio de nuevo.
-Tres horas.-discernió.

Hasta Tay parecía cabreado. Concordando con lo que el terrestre estaba diciendo sin tapujos, Sox no intervino a propósito. Apenas había convivido con la ulterana, pero no se le había escapado que todo el que lo había hecho había vuelto con los nervios de punta y el carabés no creía en tratar a la gente con guantes de seda.

Mónica llegó entonces, pálida como una muerta y preguntando si estaban todos bien. Se le cayó entonces encima que ahora había una brecha separando a los recién llegados de los demás. Fahran no había visto a nadie morir. Lo que para ellos había sido tangible a ella le sonaría lejano en el mejor de los casos; irreal en el peor. Como a ellos mismos al principio.

No se negaba a hacer cosas de utilidad, al menos. Era un inicio. Sox esperaba que fuese la convivencia, y no una nueva tragedia, lo que hiciera el resto.
Se encogió de hombros. El tiempo le importaba poco mientras hubiera un buen resultado: había prendas de sobra en el torreón hasta que los heridos se recuperaran. De hecho no había esperado que la misma ulterana estuviese dispuesta a lavar la sangre y la mugre de sótano de la prenda.
—No hay prisa. Pero apártame algunos hilos, quiero ponérmelos en el pelo —el tinte de los mechones teñidos pronto terminaría por esfumarse por completo. Sox planeaba sustituirlos por trenzarse hilo en ellos.


Dos días más de rutina. Ahora que ya sabían cómo funcionaba el anillo y que no iba a fallarles de un momento para otro, y contra cualquier cosa que hubiese creído Sox en un principio, los momentos de sufrimiento intermitente, los gritos de alguien al curarse y el retirarse discretamente de una habitación cuando se pillaba accidentalmente a un compañero usando el anillo se habían convertido en más de lo mismo.

Hoy le tocaba a Eriel, y por fin habría terminado. Lorenzo también estaba a medio curar, pero el español sí podía moverse mientras tanto. Usar el anillo en el nublino marcaría el inicio para ellos de una nueva etapa de normalidad.

Lo habían hablado y habían convenido en seguir recargándolo para averiguar cuál era su tope, pero el carabés imaginaba que lo harían a menor paso. Aquella cosa desgastaba incluso cuando no se llevaba puesta, pesando en la mente de uno mientras se acercaban los minutos hasta que llegase su turno.

Esa mañana, sin embargo, el carabés se sentía optimista. Por fin estaba empezando a notar una mejoría en su resistencia cuando corría por las mañanas, y aunque estaba lejos de ser su actividad favorita Sox había acabado por encontrar estimulante la forma en que era un ejercicio igual de mental que físico: azuzarse mentalmente para no darse por vencido sino continuar un metro más, una vuelta más. Las agujetas y la sensación de ir a echar un pulmón por la boca no eran agradables, pero significaban trabajo bien hecho.

Los días fríos (por suerte no como aquél) refrescarse después de la carrera tenía un componente de suplicio, pero si todo salía bien a partir de aquel día Sox predecía que serían capaces de calentar el agua por medios más rápidos. Había sacado una silla al sol, y sentado sobre ella revisaba los apuntes. Algunos le habían pedido que les echara una mano con el tema de la magia, y estaba adelantando trabajo. Pensaba, de hecho, poner a prueba alguno de ellos ahora mismo.

Con los humos subidos Tayron a penas se percató de la presencia de Mónica, solo cuando la española se asomó por encima de su hombro el belga se apartó un poco para facilitarle la visión de la carta. Se alegró de que la chica le siguiera el rollo. Fahran no podía contradecirle en lo sucedido en la salida, de hecho el humano no disimuló su sonrisa triunfante cuando la xolnita replicó únicamente con un “te equivocas”.
-Me lo imaginaba- dijo acabando en un suspiro e ignorando los murmullos de Monica, igual de realistas que inquitantes- no sé ni para qué me molesto.

Los siguientes días fueron monótonos pero con algo distinto, la esperanza adornó la mayor parte de los pensamientos de Tayron. Cargar el anillo rompía con toda ilusión y bienestar pero tenía claro qué era lo correcto y qué precio estaba dispuesto a pagar para cuidar a su compañero. Su naturaleza le obligaba  a rondar cerca de Eriel, el único herido grave que quedaba aún por sanar, si no se le veía ayudando o entrenando es que estaba con Dafne, con quien empezaba a mejorar las cosas, como si por algún motivo lo obvio se hiciera más obvio.

Esa mañana se despertó con su estado de ánimo natural que tiraba al entusiasmo y a lo dinámico. Se detuvo al llegar a Sox.
-¿Un rato al sol eh?- fue su saludo, al instante se dio cuenta de que a lo mejor interrumpía lo que parecía un momento de relajación del carabés, aunque en realidad estaba con los apuntes, quién sabía, Tayron llegaba a pensar que su compañero combinaba las dos cosas sin problemas- no sé como logras descifrar eso, ¿también tenías que hacerlo en tu mundo?.

- Sí, va todo...- comenzó Siete, pero Monica se había levantado ya para comprobarlo por si misma. La miró irse perplejo, un poco más pequeño ante el miedo en los ojos de la chica. Al idrino se le contagiaban los sustos. La siguió frotandose el brazo, pensando en avisar a los demás de que había sopa caliente esperando en la cocina, y preguntar por noticias.

La historia de la carta pasó por el rostro de Siete como una sucesión de expresiones. Los gestos abiertos del chico acabaron en un ceño progresivamente fruncido y algo a medio camino del disgusto y la preocupación. Se giró hacia Sox cuando el chico asumió que era mentira, con los ojos abiertos y luego otra vez con el gesto contrito, cuando leyeron la carta.

- Espero que no de problemas- murmuró-. Es una pasión poco sana, para ser un completo desconocido. Bueno, quizás es precisamente porque no la conoce.



Estaba también la posibilidad de que fuera una broma, como decía Tayron, pero en cualquier caso, no quería a más habitantes de la ciudad cerca de ellos.
-

Siete intentó varias veces ponerse el anillo, pero no conseguía dejarselo puesto más de unos segundos al principio. Cuando por fin consiguió dejarselo unos minutos, fue entre lágrimones. Se quedó temblando más tiempo del que lo había llevado puesto, encogido en el piso de las estirges. No conseguía sentir aquella carga como un logro.

Usar el anillo ponía en perspectiva el tiempo que lo llevaba otra gente, y las miradas de Siete a Barael tomaron un tinte de cautela. Además de respeto, le intimidaba un poco aquel aguante callado. En realidad, practicamente cualquiera de los que participaba en la carga lo resistía mejor que él. Le daba miedo el dolor, y hubo un punto en el que la culpabilidad no consiguió forzarlo a volver a ponerselo. El último día no se atrevió a pasar por el cuarto de Eriel.

Siete había empezado el día limpiando por ocupar la cabeza. El sofá donde solía estar Rad estaba ahora desocupado, y sacó los cojines para varearlos y frotar con agua y jabón las manchas. Al barrer debajo de los sillones había dado con una pastilla de jabón llenandose de polvo y la sacó al patio para usarla. "vaya sitio más raro para guardarla". Dejó la acción a mitad al escuchar a Tayron, localizando a los dos chicos con la mirada, luego mirando los papeles de la mano de Sox. Le interesaba la respuesta, y no salió de inmediato a buscar un palo con el que golpear los cojines puestos al sol.

Sox asintió de buen humor. Su ambiente de estudio habitual era su habitación o una biblioteca, pero dado el absoluto silencio que reinaba en Rocavarancolia leer al aire libre le estaba sentando inesperadamente bien.
—Lo haría más veces, de tener más que leer —repuso, dejando los apuntes a un lado—. ¿Estudiar? Claro, siempre. Es fundamental no quedarse atrás con el material.

Agitó la mano que sujetaba los apuntes para llamar su atención sobre ella.
—De hecho estaba a punto de probar alguno de los hechizos, para tenerlo dominado antes de empezar la sesión de grupo. ¿Te animas?
Siete miraba hacia ellos, y había demostrado interés en su momento. Si el belga decía que sí Sox le llamaría.

-Pero no la estoy llamando pájaro, estoy llamándole ave, ser con plumas y pico que normalmente puede volar. Que sea un tipo de ave no significa que decir ave sin más sea un insulto. -Seguía en sus trece, pues no tenía ningún sentido para él. -Claro que no me importaría, ¿cómo me iba a importar que me llamasen lo que soy?

-Hmmm... Serían una molestia más que otra cosa. -Dijo encogiendo los hombros. -A no ser que me pelee a cabezazos contra algo... Alas para volar serían más útiles, o un cuerpo más fuerte. ¿Que querrías tú?

Notó en el acto  la reacción de su hermano a la petición y lo reafirmo cuando lo vio tratando de quitárselo con cuidado.

-Tendrás la oportunidad de cargarlo para futuras ocasiones cuando estés bien, no te preocupes por eso. -Dijo quitándole importancia con un gesto de la mano. -Por cierto, no me duele, no tienes que tener cuidado.

Admiró al carabés al instante, él no tenía esa motivación para los estudios, si bien había abandonado su aprendizaje para ayudar a sus abuelos en el bar, no era especialmente bueno en el instituto, no por torpe pero pecaba de vago. Su mente lo transportaba a otros lugares cada vez que lo intentaba, y eso se sumaba con sus padres, siempre atentos cuando podían, pero realmente distantes por el trabajo, jamás fueron un impedimento para abandonarlo todo. Al final acabó con sus amigos, un idiota soñador que conoció a una pandilla de idiotas.

-¿Que si me animo?- sus ojos pidieron a gritos que no se lo dijera dos veces- eres un tío listo a veces pero la pregunta es tonta de cojones- bromeó. Tayron se aproximó con una sonrisa de oreja a oreja al tiempo que saludó al idrino desde lejos- ¿de qué se trata? ¿algo que nos saque de aquí?, no veo varitas por ningún lado así que vas a tener que aclararme como va esto.- se dio cuenta de que respiraba más rápido, sería cosa de los nervios.

—¿Varitas? —Sox frunció el ceño inquisitivo, pero se bajó de la silla para que se sentaran los tres al mismo nivel. Les pasó la copia de los apuntes, que era la versión a limpio que había re-redactado quitando todo lo superfluo—. Se pueden sacar en claro tres hechizos: uno térmico, otro de curativo leve y otro de levitación. Van más o menos en ese orden de complejidad, por si os influye para elegir —él prefería empezar desde abajo pero tampoco se opondría si elegían otro. Era apenas una sesión de adelanto de trabajo, no una clase.

—Los tres tienen una parte verbal y otra que se completa con gestos. Si se completan las dos a la vez en el orden correcto, debería funcionar.

Tayron alzó el brazo en la distancia  hacia él y Siete sonrió amplio en respuesta. Con una última mirada de reojo a los cojines, cruzó el espacio entre ellos  y se hizo un hueco cerca. Revisó los apuntes que les tendía Sox.
- He hecho hechizos parecidos antes.  ¿Puedo probar?

El de levitación era el que resultaba más sencillo de aplicar alli mismo así que lo releyó un par de veces antes de intentar seguir los pasos. El hormigueo familiar de la magia en los dedos apareció con dificultad, y Siete redobló la concentración en el ejercicio. Repitió el gesto de las manos, las palabras, se imaginó lo que debía pasar después, y la hoja de apuntes dio un tiró hacia arriba, subiendo con dificultad hasta flotar delante de él. Al menos, no hubo ningun efecto secundario. Siete sonrió mientras la dejaba en su sitio de nuevo. Era una cosa que antes había parecido cotidiana. Alli después de tanto tiempo, sin embargo, parecía un avance de verdad. Le la pasó a Tayron con la intención clara de que lo intentase él. Bastaba que a los demás se les diera mejor que a él para que sirviera, e incluso con las limitaciones que tenía, era un detalle placentero por fin. Siete todavía sonreía con los ojos.

-Varitas- afirmó, observando como el idrino se acercaba sonriente- nosotros no tenemos magia, hay muchos estafadores que intentan que creamos que ellos sí la tienen, se aprovechan de... las situaciones difíciles de la gente, por supuesto yo no me creo esa mierda- se había desviado del tema, así que agitó la cabeza con un bufido de diversión- como decía no tenemos magia, pero una de las ideas más populares es que seríamos capaces de canalizarla a través de las varitas, son palitos de madera- concluyó, prestando atención a los apuntes tras Siete, y abriendo mucho la boca con las palabras del carabés- ¿debería? ¿hay alguna posibilidad de que no funcione?- pero en seguida se calló, y con mariposas en la barriga se dedicó a mirar.

El corazón de Tayron gemía en su pecho, bombeando no solo sangre, también emoción. Cuando la hoja de apuntes levitó en el aire se llevó las manos a la boca. Estaba levitando. Levitando. Siete le tendió la hoja y el belga tragó saliva, cruzó una mirada con los presentes y pasándose la mano por el pelo descubrió que estaba sudando.
-Vamos- se dijo, con la hoja ya en frente tardó unos segundos en reaccionar antes de empezar a memorizar los movimientos y las palabras- no parece difícil, bueno, no demasiado difícil- y comenzó el hechizo tras trabarse dos veces, acompañando las palabras correctas con los gestos indicados no tardó mucho en acabarlo, pues era de conjuración rápida. Al instante la hoja se elevó en el aire sin dificultad y Tayron soltó un “hostia puta”, con los ojos como si hubiera visto un fantasma intentó moverla hacia los lados, con algo de resistencia la hoja vaciló en el aire, probablemente movía las manos demasiado deprisa, el movimiento era leve y casi parecía efecto del viento- esto es la hostia- y la dejó caer, una sonrisa de ambición cruzó su rostro- adivinad quién tiene un nuevo hobby.

Analizando con calma la idea de las varitas Sox admitió que tenía su sentido.
—No ibais por mal camino. La magia se puede almacenar dentro de objetos —comentó. Lo de los estafadores le indignó, pero la llegada de Siete terminó de desviar el tema. "Parece que en todos los mundos hay gente que intenta engañar al sistema", pensó con una dosis mal reprimida de desdén. Lo que más despreciaba el carabés en el mundo era la gente que pretendía ocupar una posición importante cuando ellos mismos no valían nada.

—Es magia diferente a la que conocemos ninguno de nosotros, así que es posible —añadió para terminar de contestar al belga mientras le cedía los apuntes al idrino; él había tenido tiempo de sobra para acapararlos—. Pero podemos usar el anillo y eso es buena señal.

Esperó a que sus dos compañeros terminaran sus ejercicios antes que él. Se le escapó una risa con la reacción del terrícola, que se le antojó cómica. Se le había pasado por completo por alto hasta ese momento lo atípico que debía resultar algo así a los que no estuvieran familiarizados con la magia; era como ver a alguien alucinado porque saliera agua de un grifo. Y de alguna manera era refrescante; recordar el valor que tenía algo que Sox había dado por sentado toda su vida.
—A más tiempo le dediques, mejor —le dijo al belga—. La práctica hace al maestro.
Y aún así le había sorprendido. Para no haber tocado la magia en su vida y aparte del trabado del principio, le había costado menos que a Siete.

—Tres de tres hasta ahora —reflexionó en voz alta. En ningún momento se le había pasado por la cabeza más que como ínfima posibilidad el que él no fuese capaz—. Es esperanzador. ¿Creéis que sois capaces de hacer los otros dos?

Había tenido tiempo de sobra para memorizar los contenidos de los papeles. Entró en su zona de concentración y lo repitió tres veces: la primera tan lento que cada gesto estaba claramente aislado del siguiente, la segunda casi a velocidad normal para confirmar que lo tenía bien machacado y la tercera como un verdadero intento.
El papel flotó obedientemente aire arriba, como esperaba, y Sox se concentró en depositarlo con cuidado en el suelo para dejarlo disponible para sus compañeros. Controlarlo era una sensación algo diferente a aquella para la que le habían entrenado desde pequeño, igual que el hechizo en sí mismo, y no le cogió el tranquillo con la rapidez que había esperado. Fruncía un poco el ceño cuando terminó, y miró a su alrededor en busca de otros objetivos que levitar.
—Llenar el cubo de agua y subirlo debería ser un buen ejercicio —juzgó.

-Simplemente no vuelvas a llamarla así, es grosero - dijo negando con la cabeza.- No es que te duela Barael, es que no me acostumbro. Es raro ver que... te falta una mano - soltó casi como si acabara de asumirlo. Terminó de abrir las correas y no se alejó del muñón en un intento de que su hermano no se sintiese mal. Pero desde luego gustoso habría puesto tierra de por medio, al menos en ese momento.

-Magia sin duda - le respondió a su hermano.- Lo demás me da igual, si quiero cambiar algo de mi cuerpo con magia puedo hacerlo según Sox.

-No te pongas mucho ese anillo Barael - le advirtió a su hermano.- Nos conocemos de hace muchos años ya. No quiero salir de esta cama sólo para verte a ti en ella. Y ahora si no te importa me gustaría descansar, ha sido un día bastante largo y me duele todo - dijo para evitar cualquier tipo de réplica por parte de su hermano.



Los dos días siguiente pasaron como una tortura para Eriel. El saber que se acercaba el momento de dejar la cama no hacía que se le pasara más rápido, todo lo contrario. El sol parecía no querer ponerse nunca. Las únicas distracciones de Eriel eran las frecuentes visitas de Tayron y el resto de compañeros y, para su sorpresa, del animal alado azul. El chico no había tenido muchas esperanzas de volver a verlo pero se alegró mucho y siguió dándole parte de su comida, además le gustaba acariciar su pelaje que era muy suave.

El día de la curación Eriel abrió los ojos y se despejó pronto. Ya oía actividad por el torreón y decidió salir de la cama para ver si encontraba a alguien. A la pata coja y apoyándose en la pared fue hasta la habitación contigua y miró por la ventana con suerte de observar a Siete, Tayron y Sox. Sin poder evitarlo Eriel sonrió, estaba de muy buen humor.

-¡Eh guapos! - los llamó desde la ventana.- ¿Dónde está mi anillo? No es por nada pero quiero empezar a dar saltos pronto, ¿alguno me lo sube? Prometo una recompensa al que lo haga.