Torreón Maciel (Archivo VIII)

Recuerdo del primer mensaje :

-Cuando los encontremos sabremos cuales de las opciones son la verdad. -Dijo encogiéndose de hombros. La única parte que esperaba que fuese así era la de otro suministro de agua.

-Te seguimos hermanito.

Y con sonrisa a Eriel se puso en camino con el resto mientras se terminaba su desayuno cuando Dafne le pidió un favorcillo. -Ah, sin problema, le hice bastantes a Bri y no es algo complicado, aunque te tendrás que conformar con algo sin muchos adornos me temo. -Le sonrió. -Cuando vuelva haremos uno cada uno de madera, a no ser que encuentre hueso por el camino o alguna forma de malear metal mejor que acercar mis manos a la hoguera. Nos vemos a la vuelta. -Se despidió.

Siguieron a su hermano un cacho y como este dijo acabaron encontrando casas en algo de mejor estado aunque ahí en medio no parecían mucho más seguras que las mazmorras. Des pues de ir mirando y hablando sobre algunas de ellas como posibles acabaron divisando algo apartado de las casas que parecía un mini fuerte. Se acercaron por curiosidad con cautela para ver que se trataba de un torreón azulado con una muralla y en medio de un foso.

-¿Es eso un nido de seres voladores hecho encima de un esqueleto de animal enorme en lo alto de la torre o me ha sentado mal el desayuno? -Se calló un momento mientras observaba la situación, aquel lugar le parecía sacado de las historias rocavarancolesas, no había ninguna construcción así en su mundo pero era lo más seguro que habían encontrado con bastante diferencia. -El puente esta bajado y parece que se puede cruzar... Diría por esas cuerdas que hay un sistema de poleas para elevarlo e impedir así el paso, si es así y aún funciona dudo que encontremos algo más seguro que esto. -Miró hacia las estirges.  -No parece que quieran hacernos algo, pero cuidado con los bichos voladores. -Se dió cuenta de que podía haber ofendido a Sinceridad así que giró su cabeza hacia ella. -Sin ánimo de ofender. -No era la mejor manera del mundo de arreglar eso, pero era mejor que nada. -En fin, vamos allá, con precaución por favor. -Agudizó los sentidos y agarró su cuchillo. Esperaba no tener otra sorpresa como la de hace unos días, pero no se fiaba de su suerte.

Eriel palideció con la respuesta del carabés. Él ya sabía que dolía pero no se imaginaba que tanto, y sus compañeros estaban aguantando ese dolor por Rad y por el propio nublino. Conocer esto hizo que se le empañaran los ojos ligeramente.

También recordó a su hermano y su obsesión por apartarlo de cualquier cosa mala. Se preocupó de que se estuviese excediendo.

-Sox, dime que tenéis algún tipo de horario para que nadie se pase - en realidad si dolía tanto lo normal sería que no quisieran llevarlo puesto, pero Eriel tenía bien claro que su hermano nunca había sido normal.- Me preocupa mi hermano - le confesó.

—Tenemos turnos, pero acuérdate de que nadie consigue llevarlo puesto mucho tiempo. Hay horas enteras en las que se queda libre —le recordó al nublino. Resopló ante la mención a Barael y se cruzó de brazos—. Para alguien que acaba de perder la mano se cuida bastante poco.

No le hacía mucha gracia, la verdad fuera dicha: su dedicación coincidía sospechosamente con que su hermano siguiese en cama. Eriel sería el último en sanar a petición propia, de modo que no llegarían a saber si Barael dejaría aquel fervor por cargar el anillo a un lado en cuanto hubiera quitado de en medio la curación de quien más le interesaba. De momento la grima de Sox a la relación de los dos hermanos era por principio, no de hecho.

La primera hebilla se dejaba soltar con pereza, transmitida por el cansancio y la calma de los dedos del nublino que escuchaba sin mirar a la indignada roquense. -Sentimientos... -Murmuró. Entonces si no tenerlos era un rasgo animal. ¿Soy más una bestia? Pero no se metería a eso, no era ni su abuelo ni su tía. Ninguno lo era.

Tay había entrado a dejar sus cosas desviando por un momento la  mirada de Barael hacia él.

-No es... -Se frenó, decir que no los comparaba o igualaba era erróneo. -Cuando digo ave no me refiero a que tú y los pájaros del techo del techo sean lo mismo en todo. Simplemente cuando digo ave me refiero solo a lo que ya has dicho, que tienes plumas, alas, pico, pones huevos... Así como cuando digo mamífero... -Se trabó, normalmente las palabras técnicas le agradaban, pero aquella era demasiado extraña, demasiado enrevesada y sonora para referirse a una agrupación tan simple como la que quería expresar. Retomó la charla entonando con nada disimulado desagrado aquella palabra. -Cuando digo mamífero me refiero a que tengo pelo y los bebes crecen dentro de nuestras hembras.

Había acabado, al menos si fuera por él, pero su hermano los quería a todos como un grupo. Tomo aire y reunió todo lo que le había enseñado su tía el poco tiempo que había podido estar con ella.

-Lo siento, no trataba de ofenderte.

La tercera hebilla cedía por fin después de su tozudez, después de todo, era lo que la hacía buena para su cometido.

La roquense le miró fijamente mientras se explicaba. Solo relajó el ceño cuando, primero, apareció Tay y, aún más cuando Barael terminó y se disculpó, a lo que Sinceridad respondió tan seria como tajante:

—Eso espero.

No creyó que tuviera que "aceptar" disculpa alguna. Podría estar mintiendo, sin más, ya que, después de todo, nada le obligaba a dejar de tratarle como un vulgar pájaro. Necesitaba cambiar de tema, por lo que aprovechó que el humano estaba allí. Además, había dicho algo que le interesaba. No recordaba que hubieran mostrado interés en su música.

—¿Te refieres a que te gusta cuando canto?

Todos tenían voces muy distintas, pero la suya era ideal para cantar en comparación con lo toscas que sonaban las de sus compañeros. Ignoraba la roquense que era precisamente por su condición de "ave" que su voz fuera más musical sin mucho esfuerzo.

-Qué me vas a contar - resopló Eriel.- Una vez tuvo fiebre e insistía en terminar un animal de madera que había estado tallando para mi hermano pequeño. Creo que nunca ha sabido anteponerse a alguien de la familia - comentó negando con la cabeza.- Por eso tengo miedo de que esté usando demás ese anillo, no sé muy bien qué podría pasarle si lo usara mucho tiempo.

-¿Podrías hacerme el favor de echarle un ojo por mí? - le preguntó al carabés.- Imagino que no te hará mucha gracia, pero yo no puedo salir de aquí.

—¡¿Erais más hermanos viviendo juntos?! —sólo la sorpresa y un mínimo de educación habían logrado que las muecas internas de Sox no se plasmasen también en su cara. Estuvo a pronto de preguntar cuántos, pero se lo pensó mejor y decidió que no le era información imprescindible para vivir. Dormiría más tranquilo creyendo que los nublinos eran más normales de lo que probablemente eran. De una forma retorcida e irracional era un voto de confianza.

—Debería echarse un ojo él solo. No tiene cinco años —pero sí que Eriel había mencionado algo importante. Era cierto que aquel anillo no tenía por qué cumplir precauciones de seguridad. Lo más probable era que no cumpliera ninguna, de hecho, teniendo en cuenta el dolor espantoso que provocaba. Resopló, esta vez en tono de ceder—. Pero puedo hacerlo.

Lo último que necesitaban era a otro en peligro de muerte y esta vez por una causa estúpida. Aquella curación estaba siendo innecesariamente lenta y sufrida, y rollos de hermanos aparte Sox entendía la impaciencia de Barael. Pero si algo había extraído de vivir en Carabás, lo que por lo demás le había sido completamente inútil en aquella ciudad, era que gestionar el tiempo y las energías era importante. Si uno se quemaba intentando llegar a alguna meta demasiado deprisa era exactamente lo mismo que fracasar que por cualquier otro medio.

Eriel le pidió que hiciera subir a su hermano cuando se despidieron. Sox revisó los dormitorios en busca del nublino, donde Daer le indicó que le había visto bajar a las mazmorras al llegar. Asomarse a la puerta y oír las voces le confirmó dicha información; el carabés bajó a trote ligero. Echar un ojo estaba bien, pero solamente observar no cambiaba nada. Había más gente dentro, y tras un saludo breve a los presentes Sox fue directo al grano:
—Deja de hacer el imbécil llevando el anillo tanto tiempo puesto —dijo a bocajarro—. Y no es que lo diga yo, a tu hermano le da miedo que te mates usándolo de más. Y teniendo en cuenta lo que duele, me lo creo. Dice que subas.

Ahí acababa la discusión, esperaba una respuesta menos áspera pero le dio igual, había conseguido evitar incomodidades y enfados. -<<Es como si estuviera de nuevo con las lecciones del abuelo.>>

Ahora conversarían ellos dos, mejor para él, después de socializar tanto quería sumirse un poco en sus propios pensamientos, a poder ser sentado o echado en algún lugar cómodo...

No.

Tenía que acabar e irse a revisar las heridas de Rad y su hermano, comprobar cuanto jabón quedaba y si acaso prepararse un baño después. A todo eso tenía que sumarle hacer turnos con el anillo y debía entrenar algo para seguir acostumbrando su antebrazo a los amarres.

Un suspiro de exasperación se escapo de sus labios, esto no era Nubla, aquí no iba a poder relajarse a leer o tallar algo mientras paseaba.

Ni siquiera se enteró de que Sox había entrado hasta que recibió aquel ataque repentino. Iba a responderle automáticamente cuando pasó a mencionar a su hermano y su cara pasó del enfado a la sorpresa para terminar en su cuadro neutro habitual.

-Me daré ese lujo cuando todos estén curados, o cuando seáis capaces de llevarlo treinta y cinco minutos cada uno por turno, sin que quede libre de por medio. -Dijo tajante, y volviendo a colocar la primera correa en su sitio salió solo habiendo dejado su estoque.

Al subir vio a Mónica durmiendo en el sofá y no pudo sentir más que envidia. <<Agh, tengo sueño.>>

Subió y trató de despejarse, quería verse todo lo fresco posible, y abrió la puerta de su hermano sin llamar.

-¿Pasa algo?

Menos mal que Tayron le estaba dando la espalda a Barael mientras aparentaba examinar armas, una mueca de diversión surcaba su cara cuando el nublino intentó explicarse. No paraba de fastidiarla frase tras frase y en realidad el belga se moría por ver la reacción de Sinceridad. Tayron lo entendió al final, o quiso entenderle que era bien distinto, solo se volvió cuando la intención de disculpa era evidente.

Sinceridad solo respondió como él habría hecho, también le gustaba eso de ella, otra persona directa con la que poder hablar sin rodeos. Al grano.
-Cla..claro, osea sí- enfrascado en el pequeño roce le pilló por sorpresa que la roquense reconociese su presencia en aquel instante, sus ojos delataron que en realidad había venido allí para escucharla- tu voz es tan distinta a la de los demás, me gusta porque te aleja de la realidad, no sé si me explico, cuando cantas se va toda la mierda. Te pediría que me enseñaras pero esta voz solo está hecha para decir tonterías.

Cuando Sox irrumpió en la habitación sintió una punzada de compasión por Barael, había sido muy rudo. Tayron habría intercambiado una mirada incómoda con Dafne de estar allí. Se crujió el cuello como cuando se sentía tenso.
-Él sabrá lo que hace- aunque lo cierto es que a él tampoco le gustaba que portase el anillo tanto tiempo, a la larga podía ser perjudicial. Se daba cuenta de que Barael pecaba de gilipollas, pero era el gilipollas que quería curar a su hermano cuanto antes- es lo que tiene mezclar una situación límite y alguien que te importa mucho, acabas cegándote.

La roquense sonreía. Le gustó lo que dijo y, lejos de darle la razón, se le ocurrió otra alternativa. Se la comento mientras subían.

-Tienes manos, ¿no? Podrías acompañarme con algún instrumento... ¿Qué pasa?

Escuchó a Barael y Sox y cayó en la cuenta de que se había dado tanta importancia al enfado que había olvidado lo del anillo. Omitió cualquier comentario sobre el nublino y se ofreció al momento.

-Yo aún no lo he llevado, dejadme. No me gusta nada pero tengo costumbre con heridas, de algo tiene que servir.

"Más gilipollas y no naces", fue el primer pensamiento incrédulo que brotó en la cabeza de Sox, pero el nublino ya estaba a medio camino de la puerta. ¿Formar parte de una familia unida implicaba compartir cerebro también o qué?

—Sí, abusemos del objeto mágico de origen desconocido e increíblemente doloroso. Qué podría salir mal —refunfuñó en respuesta a Tay. Él se había limitado a transmitir el mensaje, pero ahora sí que estaba genuinamente mosqueado—. Es su hermano el que le está diciendo que deje de hacer el idiota. No puede ser tan difícil de entender.
No había caído realmente en ello hasta que lo había dicho Eriel, precisamente porque (casi) todos tenían los dos dedos de frente como para no abusar del anillo, pero la posibilidad de una muerte estúpida justo ahora que habían evitado una tragedia por los pelos le sacaba de quicio.

Since les distrajo, por suerte.
—Toma —había usado el anillo aquella mañana como intento estrepitoso de despertador, y con el corte de pelo de Mónica que les había surgido en el patio se le había olvidado devolverlo al salón —. Yo no, pero supongo que debe ser similar. Es fuerte.
>> Según las cuentas deberíamos ser capaces de curar a Rad hoy —recordó entonces.

Eriel observó a Sox irse con una sonrisa de gratitud en el rostro y procedió a seguir con las notas de magia, eso y el ir a aprender con Sox le estaban animando un día bastante gris. Sin contar por supuesto con el agradable ratón. La llegada de su hermano no le sorprendió tanto, intuía que no tardaría en subir.

-Vaya, es agradable ver cómo todo el mundo se preocupa por mi estado físico - dijo con una sonrisa sarcástica.- No lo sé, ¿pasa algo? - preguntó señalando con la cabeza la armadura.- No deberías salir Barael, es peligroso.

-Muchas bocas que alimentar. -Dijo sin más encogiéndose de hombros. -Además quedarme quieto en un sitio me pone de los nervios, me he dado cuenta este tiempo de que definitivamente la vida en la ciudad no sería lo mío. -Sonrió.

Miraba de arriba a abajo a su hermano, cosa nada rara cada vez que estaba enfermo o tenía alguna herida, y se acerco montándose en la cama y apoyándose con el escudo para examinarlo de cerca  retirando la ropa con su otra mano.

-Lo único que ha pasado extraño es que un rocavarancolés le ha mandado una carta a Fahra a través de las cestas, no sabemos que pone, la leerá en privado. -Respondió antes de que le preguntara. -También he hablado con Tayron y Sinceridad, ya sabes, para tratar de ser un grupo y esas cosas.

Seguía inspeccionándolo. -¿Te duele algo más que ayer?

Asintió con la propuesta de Sinceridad, pero no estaba muy convencido. ¿Él tocando un instrumento?, sería gracioso de ver, además era música de otro mundo, el doble de dificultad. Sentía excitación con los retos y se rozó el tatuaje del escorpión de su antebrazo con los dedos antes de responder.
-¿Y así montamos una banda entre todos? ¿de eso va la cosa?- bufó algo burlón- que peligro somos. Pero si ibas en serio que sepas que no me molestaría aprender.

Sus ojos se posaron en Sinceridad para luego pasar a los de Sox y súbitamente al anillo. Un objeto tan poderoso en manos de gente como ellos, eso sí que era peligroso. Aún se sentía un extraño con él en su poder, como si estuvieran haciendo algo mal al salvarse el culo, a veces pensaba que no les pertecenecía. Pero qué importaba eso.
-Bah, es Barael, a veces no sé si le estoy hablando a él o a una pared- dijo con tono suavizador en respuesta al carabés, dejando claro que quería acabar la conversación- ¿y tienes que ponértelo ahora?- se dirigió a la roquense esta vez- vamos acabas de llegar, puedes hacerlo más tarde.

Sinceridad rodó los ojos ante las palabras del humano. ¡Claro que iba en serio! No le respondió hasta que tuvo el condenado anillo en sus manos.

—Claro que voy en serio, Tay. Si quieres, vente a oírme gritar cuando me ponga este cacharro e intenta seguirme el ritmo dando palmadas para practicar —bromeó... o algo así. No era de muy buen gusto la bromita—. No, en serio. En otro momento más idóneo, cuando me oigas tocar o cuando se pueda, te vienes.

>>Y hablando del anillo... ¿Rad? ¿Está esto cargado para curarle o todavía no? No se me dan muy bien los números que manejáis.

El sonido del agua borboteando se superponía a las conversaciones a su alrededor. Siete removia con la cuchara de vez en cuando, probaba, especiaba, y después de haber recogido todo lo que no era la olla y el cucharon a la vista, se quedó sin cosas que hacer.

Miró subir el vapor hacia arriba y deshacerse en el aire, notando como la humedad se acumulaba en la cocina. Respiró hondo, apagó el fuego y tapó la olla. Decidió dejar reposar el caldo y fue a sentarse en el sillón más cercano a Monica, con cuidado de no hacer ruido. No lo había escuchado desde al lado de los fogones, pero a veces la chica se movía, o respiraba un poco más contenido. Siete la observó con el ceño cada vez más fruncido. ¿Estaría fuera de lugar despertarla? ¿O sería mejor? Le tocó con suavidad el hombro, inclinado frente a ella.

- Hey- susurró- Hey, todo va bien, estamos en el torreón. Parecía que estabas teniendo un mal sueño, no sabía si debía hacer algo.

-Es difícil contabilizarlo con precisión -sin embargo Sox intentó hacer las cuentas mentalmente-. Si hemos mantenido el mismo ritmo debería tocarle hoy. Lo más rápido es subir y averiguarlo.

Terminaron haciéndolo. Había alguien más tendido en un sofá, pero un segundo vistazo a Mónica parecía indicar que estaba despertándose así que el carabés supuso que su compatriota no molestaria a nadie cuando gritara.

Notó que su compañero se enderezaba, preparándose para la descarga de dolor. Sox torció el gesto, con sentimientos tan encontrados sobre lo que estaba a punto de pasar como la primera vez.
-El anillo es menos fuerte que esto. No mucho -informo a Since. Luego miró a Tay en busca de confirmación-. Supongo.
Funcionó. Hubo gritos contenidos en la planta baja durante lo que pareció una eternidad, y luego Rad se dejó caer de espaldas sobre el respaldo, agotado pero intacto.

Mónica estaba corriendo por el torreón, gritando aterrorizada, mientras la mano del monstruo se acercaba más y más, dispuesta a acabar con ella, como siempre. Y de pronto, la voz de Tritón en su oído.

Mon se despertó como un resorte, con los ojos muy abiertos y las mejillas arreboladas como si hubiera corrido una maratón. Aún notaba la presencia de Nad y casi no veía al idrino, pero escuchar el tono calmante de su voz le tranquilizó.

—Sí… —se pasó una mano por el pelo, sorprendiéndose a medias de no encontrar su habitual melena larga, y se frotó los ojos, respirando cada vez más tranquila—. Gracias. Tuve… una pesadilla. Como siempre. Gracias.

Se sentó normalmente, apoyando las manos en las rodillas, y sonrió con cara de circunstancias.

—Han… ¿Han vuelto ya todos? ¿Están bien? —su voz, algo tensa, denotó el miedo que tenía de que un día volviera a pasar una tragedia.

Los gritos que de pronto comenzaron a sonar hicieron que se pusiera en pie de un salto, con el corazón desbocado. «Alguien ha muerto» pensó con cara de terror, blanca como el papel y comenzando a temblar. «Alguien ha muerto y aún no ha acabado el día».

Los motes: