El Cuchitril

¿Eh? ¿Qué? Shhhit… al final me quedé sopa. ¿Cuánto tiempo habrá pasado? Bueno, el agua aún está calentita, así que imagino que no mucho.

Es esa la voz… ¿está hablando Noel? Ya me parecía a mí que había oído mi nombre antes. Bueno, supongo que debería levantarme y no sé, salir a saludarles y eso. Pero primero…

—Uugnhhh —mierda, no me sale la voz—. ¡Un momento, estoy en el baño!

Agh, me duele la cabeza. Creo que la siesta me ha sentado más mal qué bien, tengo la sensación de que necesito tirarme en la cama e hibernar hasta el día de cosecha. Venga, para de quejarte, lávate de una puta vez y vístete. Dejé la ropa ahí cerca… Algo sencillo de vestir, no es plan de complicarse la vida ahora. Joder, menudos bostezos suelto.

En fin, ya está hecho, vamos allá. No parece que estén esperándome fuera, supongo que estarán abajo…

—Bueno, aquí me tenéis —digo al llegar.

La verdad es que no sé qué más hablar. Me han pasado cosas, claro, y hay anécdotas que contar por un tubo, pero no creo que lo mejor sea empezar a hablar de eso ahora mismo. Casi prefiero que me empiecen a preguntar ellos primero. Giz, Noel y Gael, todos me miran directamente. No sé qué ven en mí, igual nada nuevo, igual una persona totalmente distinta. Igual estoy más potentorra ahora con todo eso de vivir por mi misma, medio en la naturaleza y todo eso. No es como si pudiera decirlo por mí misma. Al menos no creo que haya perdido peso, que bastante delgada estaba antes.

—Os veo igual que siempre. Supongo que eso es bueno —no puedo evitar sonreír ligeramente.

Gael tuvo que contener la risa al ver la casi caída de Noel. Aunque no estaba bien que Adara hubiese sido tan descuidada, al menos les había dejado un indicativo de que había vuelto. La ángel negro respondió desde el baño, y Gael recordó los zapatos llenos de tierra.
—¡Luego nos lo cuentas todo! —Alzó la voz para que los oyese, y luego se dirigió a las escaleras. Era mejor esperar abajo—. ¿La habéis oído? Parecía sobada. Espero que esté mejor.

Gael fue a la barra y se sirvió una cerveza. Pronto tendrían que empezar a hacer la cena, pero prefería esperar a la ángel negro para que escogiese el menú. Esa noche celebraban su vuelta.

—¡Adara! —exclamó en cuanto ella bajó las escaleras. No se la veía diferente, pero a la vez sí. No había sido mucho tiempo, a fin de cuentas. Lo importante era que se sentía lo bastante bien como para regresar.
»Bueno, es que por aquí no han pasado muchas cosas dignas de mención —le respondió—. ¿Quieres algo de beber? —Contenía las ganas de atosigarla a preguntas. Quería dejarle espacio y ver cómo reaccionaba, saber cómo se sentía realmente la ángel negro.

Siguió al fuego fatuo escaleras abajo, todavía cargando con parte del equipaje de Adara que finalmente dejó en una esquina para evitar más accidentes como el suyo.
—No sería la primera vez que se echa la siesta en remojo —respondió con una leve risa.

Le pidió a Gael que sacase otra cerveza para él y esperaron con paciencia a que la ángel negro decidiese presentarse ante ellos por fin. Una vez la tuvo delante le dedicó una breve mirada examinadora: estaba como siempre, pero no como cuando se había ido. Estaba seguro de que Adara había vuelto en más de un sentido, pero primero debía oírlo de su propia boca. Compuso una sonrisa socarrona ante su observación.
—La familia nunca cambia. Verdad, ¿don Lagartone? —señaló a Giz con un gesto vago, que todavía no se había pronunciado—. Tal y como dice Gael, seguro que tú tienes muchas más anécdotas que compartir que nosotros. Tuvimos algún que otro encargo, acabamos de llegar de uno, de hecho. Un robo por aquí, un asesinato por allá, que si torturad a este individuo para que me devuelva lo que me debe: ya sabes, el negocio de siempre.

—IPA —respondo a la pregunta de Gael.

Una buena cervecita es lo que me apetece después de un buen baño, sin duda.

—Sí, puedo imaginar que por aquí lo de siempre… Que no es algo malo. En cuando a mí, bueno, un montón de cosas como os podéis imaginar. Os las iré contando según vaya viendo. Ahora mismo podríamos decir que estoy demasiado cansada para eso. —Respiro hondo unos segundo antes de seguir—. Pero, la verdad, creo que en general me ha venido bien.

Podríamos decir que eso es algo de lo que me acabo de dar cuenta, de alguna forma. Me he marchado cuando debía, he vuelto cuando me apetecía… Y en el proceso han pasado muchas cosas que de alguna manera… Bueno, no sé, pero creo que me ha ayudado a crecer y todas esas mierdas. Cómo sea, no se me da bien pensar en estas cosas. Aquí estoy y estoy bien, de alguna forma.

—¿Qué me decís de un abrazo de bienvenida?

Giz no había hablado, pero no se le iba la sonrisa de la cara. Finalmente soltó una carcajada al escuchar a Noel llamarle por su apodo de mafioso y trató de poner gesto solemne.

—En absoluto —la seriedad no apareció en su tono, por mucho que quiso.

Cuando se acomodó en el salón, a la espera de la ángel negro, se sentía lleno de positividad. Miraba a Gael y a Noel con entusiasmo, con la alegría de volver a ver a una persona a la que has echado de menos. Rocavarancolia no solía andarse con medias tintas y, muchas veces, las personas que se iban no volvían nunca. Sabía que no sería el caso de Adara,  pero le gustaba comprobarlo de primera mano.

La humana parecía contenta, revitalizada, y su gesto apagado y perdido quedaba, en parte, en el pasado. No sabía si se había recuperado del todo (tampoco sabía si aquello era posible), pero la mejora era evidente. Suficiente por ahora.

Se levantó en cuanto oyó la mención al abrazo y dio un paso hacia ella con los brazos abiertos.

—Cuidado con las alas —bromeó.

—¡Marchando! —respondió el fuego fatuo ante la petición de Adara. Se acercó a la barra a coger la cerveza mientras los demás continuaron hablando. La ángel negro estaba cansada, pero admitió que sus vacaciones le habían sentado bien. «Qué alivio».
—Conociéndote, te habrá pasado de todo —le dijo a Adara sonriendo mientras le tendía su cerveza—. Pero no hay prisa por contar nada, no nos vamos a ir a ningún lado.

El abrazo grupal lo obligó a dejar su propia bebida sobre la mesa, como también a reducir sus llamas cuanto pudo. Se acercó a los demás con los brazos abiertos y, tras rodearlos a todos como pudo con ellos, se apartó el primero, para su pesar. Si se ponía a hechizarlos a todos para no quemarse se habría cargado un poco el momento.

El sueco asintió tras Gael, sonriendo con alivio al comprobar que todo parecía haber ido bien. Como mínimo, mejor.
—El tiempo que necesites, ya lo sabes.

>>Eso no hace falta ni pedirlo —dijo abriendo ya los brazos en cuanto la ángel negro sugirió el abrazo.
El draco rodeó a Giz y Gael con un brazo y a Adara con el otro, pegándose bastante a la ángel negro pero evitando apretar demasiado. A pesar de que nunca habían dejado de estar unidos, hacía mucho tiempo que no tenía contacto tan directo con sus compañeros de vivienda, exceptuando a Wen, y en aquel momento la sensación cálida iba mucho más allá del calor que emitían las llamas del fuego fatuo. No le hubiera molestado prolongar el abrazo un poco más, pero dado que el español ya se había tenido que apartar por cuestiones puramente prácticas decidió hacer lo propio. En un arrebato, no obstante, volvió a darle un abrazo en solitario a Adara una vez se habían apartado todos y la levantó del suelo brevemente.
>>Se te echaba mucho de menos: esta casa está demasiado ordenada cuando no estás y soy creyente de que necesitamos un poco de caos en nuestras vidas —bromeó tratando de quitarle hierro a la situación.

Síii… Joder, necesitaba esto. A pesar de todo, en las buenas y en las malas, sé que puedo contar con ellos, y pienso que ellos también creen que pueden confiar en mí. Bastante normal, claro, llevamos bastantes años ya juntos en este agujero sin habernos matado. El caso… Como sea, voy a dar de mí lo mejor que pueda, como he hecho siempre.

A pesar de la retirada táctica de Gael, intento alargar el abrazo todo lo que puedo. Pero bueno, en algún momento hay que parar… ¡EH! Joder, Noel, me has pillado por sorpresa.

—¡Oye! ¡Ah! —Me río a la vez que grito un poquito. También me ha pillado por sorpresa que me alces.

Aunque parece que me hayas leído la mente, tío. Como era lo que quería, correspondo el abrazo.

—Desordenada, dice el tío… —¿Es eso una indirecta a que…? Bueno, sí. es cierto que me haya podido dejar tal vez las cosas un poco de por medio… Pseh, como si fuera tan importante—. Ya me parecía a mí que estaba demasiado limpia, necesitaba mi toque.

Retrocedo cuando me suelta a agarrar mi cerveza y a darle un primer trago. No hay nada como una buena birra tras un buen baño, me sienta de fábula.

A pesar de lo que dije antes, de forma natural empiezo a contar pequeñas anécdotas y chorraditas que me han pasado mientras iba de aquí para allá en los últimos meses. Las cosas más grandes e importantes, por eso, las dejo mejor para otro momento.

Días después de hablar con el hado infernal, por fin se decidió para acercarse al Cuchitril. Había ensayado una conversación mil veces, pero aún en el camino no sabía si confesaría sus miedos y sus problemas o si se centraría solo en sus dos propuestas. No quería dar pena ni quería pedir ayuda ni que pareciera que la necesitaba, ni demostrar lo más mínimo en qué estado mental se pasaba los días. Siempre había sido el bromista seguro de sí mismo, ¿cómo iba a aparecer ahora de otra forma? Podrían pensar que era otra broma o no tomarlo en serio como si fuera alguna tontería

Por eso, cuando vio el edificio asomar por la calle, no se acercó del todo. Consiguió dar unos pasos, pero no se atrevía. ¿Y si todo era para nada? ¿Y si no le creían? ¿Y si estaba engañando a sus amigos? ¿O a sí mismo? «A ver, no son tontos, se habrían dado cuenta en todos estos años...» Al echar la vista atrás, al pensar en el grupo, al intentar desmontar la paranoia, se le encendió una bombilla: era muy probable que supieran que había alguien fuera a escasos metros de la puerta, igual que él en la Bodega. Eso le preocupaba aún más, sobre todo por si podía influir en su credibilidad. Vivía cerca, podía tener cualquier excusa para haber pasado por allí, pero no para llevar un rato fuera.

Extrañamente, también sabía que al estar alrededor de los mercenarios, no le costaría volver a la paz. «¿Qué demonios? Son mis amigos, cabeza de mierda» ¡Ya podría haberse transformado en un dullahan y así podría tirar la cabeza al río! Así que dio las últimas zancadas y llamó sin pensarlo más. Intentó olvidarse de todo lo que hervía en su cabeza e intentó sonreír cuando le abrieron poco después. Saludó y pasó al interior.
—Hey, ¿qué tal estáis, qué os contáis?

Quería quitarse de encima el problema cuanto antes, pero no le parecía adecuado ir al grano sin más. Además, ahora lo haría de forma atropellada y necesitaba cierta calma.

Gael estaba con sus amigos en la planta baja del cuchitril, junto a varios libros abiertos que se extendían sobre la mesa del comedor y que contenían hechizos que podrían hacerles falta en su próximo encargo. Se encontraba concentrado en la lectura de uno cuando sonaron los toques en la puerta.

Dejó un trozo de papel justo donde se había quedado y se levantó a ver de quién se trataba. No esperaban a nadie, por lo que se figuró que podría ser un cliente. No lo era, pero se alegró de ver al vampiro. Últimamente casi solo se topaban con él si iban a tomar algo a su bodega.
—¡Vaya, Jack! ¿Y tú por aquí? Pasa, pasa —le dijo—. Por aquí todo como siempre. ¿Te habías enterado de que ha vuelto Adara? —añadió, respondiendo a la pregunta del vampiro.

La pregunta del fuego fatuo le descolocó al principio, pero en un rápido repaso consiguió ubicarse. Hacía tiempo que no les visitaba... Y encima no había ido antes por Adara. Se rascó la cabeza antes de disculparse.
—Ay, sí, es verdad, no había caído en pasarme antes, lo siento. ¿Está por aquí?

Lo cierto era que la chica había vuelto hacía apenas unos días, pero no se había visto ni con energía ni con tiempo. Maldita fuera su estampa. Tampoco lo había intentado, porque venir a verle significaba venir al Cuchitril y aún ni se había decidido a hablarles. ¿Por qué era todo tan difícil? Seguro que ser un vampiro egoísta sádico era más sencillo.

En fin, pudo saludar a la ángel negro después de hablar con Gael y los demás. Le daría un abrazo.
—Heyyy, ¿cómo te va? Imagino que tendrás mucho que contar. Pásate un día o más tarde, te invito a algo y nos ponemos al día si quieres. Y a los demás también, ¡faltaría más!

Después, con sus amigos alrededor, todos ya saludados, se dirigió a ellos.
—No quiero robaros mucho tiempo. Resulta que quería contaros algo... Bueno. Pediros un algo y ofreceros otro algo. ¿Un intercambio equivalente? —quiso bromear, y le salió bien. Pudo sonreír sin esfuerzo.

Se aclaró la garganta con un trago. Si se fijaban, podrían ver que la petaca era distinta a la de siempre. Ahora era negra lisa, sin filigrana ni decoración alguna, sin su funda recargada. O al gesticular y moverse las mangas, apareció un reloj de pulsera sencillito, ni rastro del de bolsillo con su cadena en el pantalón como solía. No cayó en ello, y menos mal, la verdad. El resto de su apariencia era normal en sus salidas de visita "informal": no solía ir con ropa recargada por la calle si no era por algo especial No hacía falta atraer atención innecesaria. Y mucho menos ahora.

Pensó la frase unas mil veces en menos un minuto y al final lo soltó de carrerilla.
—Lo primero a lo que venía es lo más corto, que no fácil. Vac sabe que me ha costado venir así que... Necesito que alguien me eche una mano para entrenar. Estoy oxidado y doy verdadera pena —suspiró. Ya estaba dicho. No hacía falta entrar en detalles, pero intentaría responder si le preguntaban—. Así que, si os va bien, ¿podríais echarme una mano? No conozco a nadie mejor... Bueno, ya, hay mucha gente capaz pero me fío más con vosotros y...

Se hizo un lío. No sabía si había sonado pelota o si no, o si no los tenía en cuenta o si había visto otras opciones... Cualquier cosa. Había querido arreglarlo pero estaba hablando ya demasiado y muy atropelladamente. Quiso zanjarlo. Encima, sería obvio que algo le pasaba. Genial.
—Eh..., eso último era obvio, sobraba. Bueno, ¿qué os parece entonces?

—¡Jack!

¡Mira a quién tenemos por aquí! Obviamente, me adelanto y le doy un buen abrazo. Como debe ser.

— Pero no hombre, no hay nada que disculpar —había oído su disculpa desde las escaleras—. Que yo también me podría haber pasado en cualquier momento por la bodega. Ya me conoces, soy un desastre… No dudes que iré por ahí a darte la paliza algún día de estos. Solo necesito un poquiiito para ordenar unas cuantas cositas por aquí.

Se te ve nervioso, tío… Relaja, parece que te haya pasado algo serio. Espero que no. Mierda Adara ahora no seas gafe, pájaro de mal agüero. Eh tío. En serio, te lo estás pensando demasiado. ¿Qué pasa? Pareces nervioso. En serio, cómo ahora resulte que te haya pasado algo de verdad es que me pego dos hostias por gafe mierda. Oh, allá va.

Pero… ¿eso es todo? Mierda, no, mee daaa la risa. No puedo evitarlo.

—Pero Jack… —Durante unos segundos no puedo seguir—. Joder, yo ya estaba pensando que te había pasado algo de verdad, con tanto suspense.

»Pero bueno, es normal. Te cuento: llevas demasiado tiempo entre botellas, clientes y todas esas cosas. Creo que necesitas un poco de movimiento. Ejercicio. Desconectar. Y eh, creo que te puedo ayudar en eso.

Se encontraba leyendo sobre runas tirado en el sofá cuando llamaron a la puerta. Le pilló un poco por sorpresa el no haber oído pasos antes, pero cuando vio que era Jack lo entendió. Hacía mucho que el vampiro no les visitaba de improviso así que no se le había ocurrido pensarlo en un principio. Lo saludó brevemente pero dejó que se reencontrase con Adara antes de acercarse finalmente para participar en la conversación. Le extrañaba el vacile en su voz y lo visiblemente nervioso que se encontraba, no imaginándose qué podría querer contarles que le provocaba tanto apuro, pero fue aún más extraño cuando finalmente lo dijo.
—Sí, tío —añadió tras Adara sin poder contener una risa—. Puedes pedirnos lo que quieras cuando sea… Y más algo como esto. Te podrías haber unido cualquier día que te apeteciese sin avisar, de hecho. Ya sabes dónde entrenamos normalmente… Bueno, a veces cambiamos de aires y nos vamos a las montañas o a los subterráneos, pero siempre nos puedes dar un toque —añadió sacando el comunicador del bolsillo—. Por suerte en Rocavarancolia no hay problemas de cobertura.
Se rascó la barbilla pensando si debería comentar algo más sobre su nerviosismo.
>>Pero, ¿va todo bien?

Giz recibió a Jack con un gesto alegre de mano. Una vez en el salón, se sentó sobre el respaldo del sofá, con los pies apoyados sobre el asiento, y prestó atención. El reencuentro con Adara le sacó una sonrisa, haciéndole recordar el día en que la ángel negro había vuelto por fin. Por otro lado, notaba algo extraño en Jack, aunque no sabía decir qué era. Asintió con esmero ante la idea de que se uniera a los entrenamientos, pero la pregunta que quería hacer llegó antes de que el goliat se decidiera a abrir la boca.

—Eso —dijo tras Noel, para no quedarse callado—. ¿Cómo va todo?

Sabía que su silencio a veces se podía malinterpretar como desinterés y quería asegurarse de que no era el caso. La torre de los sueños había sacudido la ciudad hasta sus cimientos y había dejado numerosas secuelas en muchísima gente, así que prefería insistir para no quedarse con la duda.

Se habría mordido las uñas si la respuesta hubiera tardado, pero sus reacciones no se hicieron esperar. Es más, le contagiaron la risa tanto que se lo agradeció mentalmente. Últimamente le costaba reír.

Pidió calma con las palmas de las manos cuando dejó de reírse.
—A ver, a ver... Sé que parece absurdo, a mí me lo parece. Pero es raro. Es... —se rascó la cabeza. Y se la rascaría a menudo mientras hablara—. En la Pesadilla... Os conté que soñé con vosotros, pero no recuerdo si conté cómo: me pedíais ayuda y... Y no pude hacer nada. Y ni siquiera he podido ayudaros en estos años, apenas. No estoy oxidado, estoy hecho un asco —citó a Adara y volvió a reírse, pero esa risa era nerviosa—. No me atrevo ni a entrenar por mi cuenta o bajar a los subterráneos como antes. El dinero me pesa, me quema más que el Sol. Sí, se me da bien el negocio, pero ya no me veo... No sé, no soy yo, no me siento yo. Es extraño, no sé si me explico. No dejo de repetirme y de oír a mi cabeza decir que soy un inútil, que no soy un vampiro, que la Luna derrochó su magia conmigo... Y sé que me vais a decir que es todo falso, tengo pruebas que lo corroboran. Pero si miro mis espadas o pienso en cazar, me desmorono.

Apoyó la espalda en la pared y resopló. Llevaba un buen rato escuchando otras cosas intrusivas. Había leído sobre "pensamientos intrusivos", "ansiedad" o algunos síndromes en libros de mundos como la Tierra, pero la teoría sola no le ayudaba.
—Pero yo qué sé. Por ejemplo, desde que entré por esa puerta no dejo de pensar que todo esto es absurdo, que no lo vais a entender, que estoy robando tiempo y atención, que estoy fingiendo... Esto es de locos. ¿Vuestro seguro de mercenarios incluye atención psicológica? Porque el mío no —bromeó, y esta vez de verdad. Eran sus amigos, por eso no le costaba reír ni abrirse. Solo lo había hablado con Erika.

>>Por eso había pensado en un par de cosas, y entrenar con vosotros es una de ellas.

Gael observó con una sonrisa el reencuentro entre Adara y Jack, pero había empezado a notar el nerviosismo de vampiro, y cuando acabaron de saludarse todos se le veía incómodo intentando explicarse. A Gael ni se sorprendió que les pidiese entrenar para recuperar una de las aficiones que había perdido con los años. De hecho, le parecía una petición demasiado normal para lo nervioso que estaba.
—Cuantos más mejor, ya sabes que siempre nos ha venido bien entrenar con más gente para no anquilosarnos y hacer siempre lo mismo —añadió tras sus amigos.

Tras las preguntas del resto, el vampiro continuó. Claro que había más cosas que quería decirles, lo del entrenamiento no podía ser lo que le hiciese actuar de aquel modo. Les contó sobre su pesadilla, sobre cómo le habían afectado aquellos años de dedicarse exclusivamente a la bodega. Podía sonar extraño viniendo de él, no estaba acostumbrado a ver a un Jack sin autoestima, pero entendía de qué hablaba. Al fuego fatuo le molestó no haberlo visto venir, pero la verdad era que llevaban una temporada muy mala a sus espaldas, en la que apenas se habían recuperado de todo lo que había pasado cuando no podían ni dormir, y que por tanto no le habían prestado suficiente atención al vampiro. Cada uno estaba a su negocio, y solo se veían cuando iban a tomar algo a la bodega, donde Jack claramente pondría buena cara delante de toda su clientela.
—Siento mucho oírlo, Jack —comenzó con inseguridad—. Ojalá nos hubiésemos dado cuenta… Sabes que no te vamos a decir que sean tonterías. —Miró a sus compañeros de reojo y continuó—. Todo el mundo tiene inseguridades, y si te afectan no son ninguna tontería. ¿Cómo vamos a no entender eso? —Con una pequeña sonrisa añadió—: El seguro de mercenario no cubre ni los rasguños, pero si te podemos ayudar en algo, dínoslo.
La seriedad había vuelto a su cara tras seguirle la pequeña broma al vampiro. Tampoco quería que, tras haberse atrevido a contarlo, acabase intentando quitarle hierro al asunto bromeando.

Mierda... Je, idiota. Esto es bastante más serio de lo que pensabas, Adara. Parece que no soy la única a la que se le fue un poco la cabeza para allá cuando la pesadilla... Esa mierda, joder. En fin, confianza, creo que le irá bien que su alrededor la muestre. Tal vez. Bah, no sé. Tan solo sé ser yo.

—¿Espera, tenemos seguro acaso? —Nunca está de más continuar la bromita—. Oye, creo que ya te lo hemos dicho. Somos amigos, coleguis. Puedes llamarnos maestros de ahora en adelante también si lo prefieres. Aunque sea solo en los entrenamientos.

»¿Empezamos mañana? Así no tienes tiempo para arrepentirte antes de que empieces a sacar los pulmones por la boca.