El Cuchitril

Gael había decidido aprovechar el insomnio para trabajar en su taller. El mal humor que destilaba se notaba en cada puntada que daba al cuerpo en que trabajaba en aquel momento. El proyecto era un capricho, pero de seguir así solamente iba a estropearlo. Tenía la impresión de que iba a salir mal, de todos modos. No solo la quimera: todo. Era una sensación ominosa que no paraba de hacerse más opresiva y culminó cuando el fuego fatuo pudo ver la imagen de una torre. «¿Pero qué…?» llegó a pensar mientras un escalofrío recorría su columna vertebral. Sintió que algo terrible se le venía encima, y después nada en absoluto.


Despertó cerca del suelo del taller, con varios de sus bártulos derramados alrededor. Recuperó la verticalidad tan rápido como le fue posible, confuso pero alerta. Entonces escuchó un gruñido. También se dio cuenta de que la quimera no estaba sobre la mesa.

Un zarpazo lo alcanzó en un brazo a la vez que Gael se giraba, descubriendo por las malas que todos sus amuletos y protecciones habían desaparecido. Reaccionó deprisa y se escondió en uno de los cuerpos muertos de su taller, un felino de tamaño medio, pero su atacante comprendió enseguida adónde se había ido su presa. Se trataba de la quimera a medio hacer en la que estaba trabajando, cuyo aspecto recordaba a una esfinge. «Pero si aún no le di vida… ¿Qué está pasando?».

Echó a correr, pero fue alcanzado enseguida con un impulso de las alas de la quimera. El forcejeo entre ambos resultó en un muslo arrancado para el fuego fatuo, pero gracias a eso pudo correr a tres patas hacia la ventana del patio y saltar por ella. El hueco era pequeño para la quimera, que no era capaz de encoger sus alas lo suficiente para pasar por el marco. El fuego fatuo volvió a materializarse ante sus ojos solo para reducirla a cenizas.


—¿Estáis todos bien? ¡Me acaba de pasar…! —Era demasiado largo para contarlo a gritos. El fuego fatuo acababa de atravesar el umbral del cuchitril a toda prisa, preocupado por la presencia de un atacante. ¿Quién había revivido a la quimera? ¿Quién lo había dormido? El fuego fatuo estaba convencido de que habían tratado de asesinarlo, aunque su mente no acababa de encajar por qué habían elegido un método tan impráctico. Volvía a pensar en Nasher, y lo que más le preocupaba en ese momento eran sus amigos. Mientras subía las escaleras volvió a alzar la voz con apremio—. ¿Estáis aquí?

Giz leía, sentado en la cama. El libro que sostenía relataba las diferentes aplicaciones de ciertos hechizos defensivos. A la vez que pasaba de página, sintió una caricia fría trepando por su espalda, una energía extraña cargó el ambiente y del texto se erigió una torre negra, oscura y densa.

El goliat apretó los ojos con fuerza y sin saberlo, se durmió y despertó dentro del sueño.

Tuvo que respirar hondo antes de volver levantar los párpados y clavar sus pupilas en el grimorio. Ni rastro de la torre. Sin embargo, la sensación desagradable parecía crecer en sus entrañas y extenderse por cada célula de su cuerpo. Algo andaba mal. Lo intuyó enseguida, como todos, y lo confirmó al abrir la gola.

Giz soltó un quejido, todavía sentado sobre la cama. Cerró la gola en un acto reflejo y se llevó las manos al cuello. Había sentido algo imposible, como si un millar de hechizos diferentes hubieran sido conjurados frente a él al mismo tiempo; los rescoldos colapsaron su sentido mágico y su mente se cerró en banda, incapaz de digerir toda la información que le llegaba. Un fuerte pinchazo se instauró bajo su cráneo y el goliat supo que no volvería a abrir la gola de momento.

Tardó en oír a sus compañeros fuera de la habitación, aún embotado, pero supo enseguida qué debía hacer.

—Yo no —respondió a la pregunta de Gael a la vez que salía de su cuarto, con la mano en la frente, aún sorprendido por el dolor repentino. Había intentado disimular la alarma, pero le había salido francamente mal—. Algo falla con mi gola. O eso o la ciudad se ha puesto de acuerdo para lanzar a la vez todos los hechizos que existen—. Giz se dio cuenta de algo mucho peor—. Ni siquiera he sentido la recarga de energía... Solo dolor.

El goliat no lo admitiría, pero estaba asustado. Muy asustado.

Wen despertó con un jadeo ahogado. Había soñado con ella misma retorciéndose a su alrededor en modo serpiente y asfixiándola. A pesar de estar ya despierta, la sensación de no ser capaz de respirar persistía en ella y estaba por agarrarse al brazo de Noel como su toma de tierra de la realidad, cuando la imagen del edificio inundó su mente tan negro como sus escamas. Aquella imagen le quitó el aliento de nuevo y a penas pudo pensar en las terribles cosas que aquello auguraba antes de desmayarse.

Cuando despertó de nuevo lo hizo con un jadeo más fuerte que el anterior y esta vez una gran bocanada de aire entró a sus pulmones. Aunque aliviada por el respiro, Wen no pudo evitar pensar en lo artificial que se había percibido, si es que acaso aquello tenía algún sentido.

Nerviosa e inquieta, la vouivre asintió frenéticamente al draco y no tardó en imitarlo para vestirse rápidamente antes de salir de su habitación de forma apresurada, aunque no hizo falta que fueran muy lejos ya que se encontraron a sus compañeros reunidos en el pasillo.

- ¿También lo habéis visto? - se apresuró a preguntar, aunque a ella misma le había parecido una pregunta absurda-. Se siente como... no... no sé, no me gusta- intentó explicar de forma inquieta llevándose una mano nerviosa e insegura al pañuelo de su frente bajo el que se escondía su gema.

Siguió a Wen fuera del cuarto con la extraña sensación de no estar donde debería todavía muy presente. Era normal sentir cierta desorientación justo al despertarse en ocasiones, pero aquella vez estaba siendo demasiado persistente. Su mayor preocupación, de todas formas, era comprobar que todos estaban bien. No tardaron mucho en encontrarse con Adara y Gael y pronto se hizo evidente que ninguno era una excepción: todos habían visto la torre y sabían que algo iba mal. Giz salió de su cuarto en ese momento y el sueco vio algo moviéndose en el cuarto a sus espaldas. Sin dejar de mirar hacia lo que se vislumbraba tras la puerta que acababa de abandonar el goliat, apenas pudo procesar en un principio lo que estaba contando acerca de su gola.
Solo cuando constató que no había nadie en el cuarto del asreniano se giró de nuevo hacia el grupo y miró a Giz con gesto preocupado.
—¿Habrá sido por causa de esa radiación mágica tan descomunal de antes? ¿También la habéis sentido, verdad? —Miró a unos y otros buscando el reconocimiento en sus rostros—. ¿Qué… Qué diablos…? ¿¿Quién está ahí??
El draco había vuelto a ver algo moviéndose, esta vez entrando en el cuarto de Adara. Corrió hacia la puerta perteneciente a la ángel negro y la abrió de golpe esperando ver a alguien en esa ocasión. El cuarto estaba vacío.
>>Yo he visto… Hay alguien aquí —dijo volviendo rápidamente sobre sus pasos—. Me ha parecido que era alguien con alas. Antes estaba en el cuarto de Giz y ahora… ¿Cómo puede haberse colado alguien sin que nos diésemos cuenta?
Instintivamente se colocó de tal forma que pudiera tener a la vista a todos sus amigos: era importante que no se separase de ellos en ningún momento. Su respiración se agitaba y una sensación pesada en el pecho le producía angustia.

Wen se puso en alerta al momento ante las palabras de Noel. La posibilidad de que alguien pudiera haber sobrepasado las protecciones del Cuchitril sin que ninguno de ellos se percatara hizo sentir a la vouivre vulnerable y desprotegida. Pero nada fue peor que la voz que oyó a continuación.

- Resizsan- susurró acongojada. Al momento, la ira y la rabia invadieron a la británica y casi sin pestañear su doble guadaña había sido invocada en sus manos-. Tú, asquerosa inmundicia, sal de donde quiera que estés. Te maté una vez y lo volveré a hacer tantas veces como haga falta. ¡Sal!

Algo sucede, sí. No hay duda. Si fuera yo sola igual no sé, diría que es solo una paranoia mía o algo así, pero no puede ser que estemos todos igual. Menos con esta gente, no son idiotas. Y encima Giz ahora dice que algo pasa con su gola…

—¿Mi cuarto? Yo no he visto nad- —Me interrumpo al ver como pasa por mi lado y abre la puerta de golpe.

Tampoco me importa si entra, ya ves tú, es solo que me ha… sorprendido, o algo así. He estado todo el rato cerca de la puerta, que estaba entreabierta. ¡No es como si alguien pudiera entrar sin que yo lo viera! Pero aún así… Yo también me asomo por la puerta, tengo curiosidad cuanto menos. Noel parece muy nervioso, demasiado.

—Cálm-

De nuevo, soy interrumpida, aunque ahora por otra voz. Una voz desconocida. O tal vez no tanto, viendo la reacción de Wen. Ese nombre… ¿no era el fiambre ese que nos dijo? O alguien haciéndose pasar por él, vaya, no es como si los muertos se solieran levantar de su tumba.

Sea como sea, está relacionado con todo lo que está pasando últimamente, eso fijo. Peligro, vamos. Saco las tonfas y trato de cubrir uno de los flancos del grupo.

«Deberíamos abrir el resto de las puertas» comunico al resto. «Grupos de dos, quienquiera que sea es muy probable que se encuentre en este mismo piso».

–Creo que te vanaglorias demasiado de tus actos y capacidades, querida –se burla la voz del ranta, surgida del mismo mismo aire–, pero como quieras.

Al instante el fantasma de Resizsan se materializa a medio palmo de la cara de Wen. Están tan cerca que solo ella ve por completo la sonrisa desquiciada, la llama de la ira que se adivina tras sus ojos, el ansia asesina que se esconde en su expresión.

Sus amigos empezaron a salir de sus habitaciones uno a uno, todos ellos preocupados. También habían notado lo mismo que él, pero de momento no parecía haberse colado ningún intruso en el cuchitril. O eso creyó hasta que Noel dijo haber visto algo. Gael se puso alerta y espalda con espalda con los demás. Sus protecciones volvían a estar activas, y estaba listo para lanzar algún hechizo ofensivo al primer signo de un intruso.

Pero las preparaciones fueron insuficientes cuando lo único que pudieron discernir del intruso fue su voz. A Gael lo recorrió un escalofrío, porque conforme las protecciones que tenía en el taller eran más simples, las del cuchitril no lo eran en absoluto. No debería haber podido entrar sin estar mucho tiempo trabajando frente a la barrera, y Toima debería haberlo podido detectar.

Lo peor de todo fue que, tan pronto mencionó a Wen, el fuego fatuo no tuvo dudas de quién se trataba. Llevaban demasiado tiempo tras su pista como para no asumir que Resizsan atacaría de un momento a otro.

No tuvieron tiempo de organizarse para encontrarlo antes de que su enemigo se materializase allí mismo, delante de Wen. Gael pudo verlo por el rabillo del ojo y se giró horrorizado hacia la vouivre. Lo más rápido que se le ocurrió fue conjurar un hechizo de impacto hacia el intruso. Era consciente de que estaría protegido, pero tal vez si atacaban todos a la vez podrían mellar sus defensas, y sabía que los demás no iban a quedarse quietos.

Había perdido su sentido más importante y con él, cualquier posibilidad de esconder sus sentimientos tras una fachada. Giz estaba aterrado y su sentir estaba a la vista de todos. El lagarto se encontraba inquieto, miraba de un lado a otro con las cejas alzadas en una expresión permanente de susto y se llevaba la mano a la frente cada dos por tres, como si aquel gesto fuera a servir para aclarar por arte de magia todo lo que ocurría. Magia… Algo que pronto perdería también.


—No lo sé, no lo sé… —respondió con voz trémula a Noel.

Luego siguió con la mirada cómo el draco de estínfalo entraba y salía de su habitación. Parecía ligeramente paranoico a ojos del goliat, que no había logrado ver a nadie entrar ni salir.

—No veo nada tampoco… —volvió a decir.

Se sentía perdido e indefenso, sensaciones que solo se intensificaron cuando aquel fantasma indeseable apareció dentro de la casa, burlando todas las protecciones que tenían. ¿Qué estaba ocurriendo? En los pensamientos más dramáticos de Giz parecía que algún tipo de cataclismo arcano hubiera ocurrido y fuera a borrar cualquier rastro de magia de la faz de Rocavarancolia, pero el goliat estaba entrenado en desglosar sus dramas en busca de respuestas con más sentido. Todavía le quedaba eso, por Nassandra.

No pudo seguir las órdenes de Adara por la aparición del fantasma de aquel indeseable ser, al que no reconoció hasta que Wen pronunció su nombre en alto.  Al miedo se le sumó el asco y se convirtió en una rabia suave, como un ruido de fondo detrás de todos y cada uno de sus pensamientos posteriores.

Giz estiró los dedos de ambas manos y esperó a ver qué resultado tenía el hechizo de Gael, ahora que no podía leerlo en el ambiente. En ese instante supo dos cosas con seguridad: la primera, que cada hechizo que usara menguaría sus reservas tal vez para siempre; la segunda, que estaba dispuesto a quedarse seco por cualquiera de sus amigos.

Si encontraba un hueco, el goliat conjuraría un lanzazo mágico contra el fantasma y se aseguraría de saborear cada segundo del encantamiento. Por si no volvía a repetirse.

—Os juro que vi alg…
No pudo terminar la frase. La voz en su cabeza le hizo ponerse inmediatamente en alerta, seguro de que pertenecía quien fuera que hubiese visto. La certeza, no obstante, le duró muy poco, como también lo hizo la duda que se había formado al escuchar cómo se dirigía a Wen, pues ella sí que no albergaba dudas: estaban oyendo la voz del enemigo fantasmal que llevaban tanto tiempo persiguiendo.

Al igual que el resto al draco tampoco le dio tiempo a reaccionar. Se había vuelto a acercar a Wen tras alejarse de la puerta del cuarto de Adara, que dejó abierta debido a lo que la propia ángel negro había dicho. Materializó su hacha justo a tiempo para ver cómo aparecía. Resizsan. Estaba allí mismo. Aquel repugnante ser debía estar muerto, pero estaba allí. Era el asesino de Tsusu. El asesino de Nasher. Atormentaba a Wen en sueños. Hasta aquel momento parecía que perseguían alguna clase de quimera, incluso con lo que había dicho Esparto resultaba inconcebible. Pero allí estaba. El sueco no dijo nada y decidió permanecer alerta al ver a Giz comenzar a conjurar. No quería caer en sus provocaciones y estaba esperando a comprobar cómo afectaban los primeros ataques al ranta para saber por dónde debería atacar. Pero la volvió a ver: la sombra. Esta vez se había metido en el baño. El draco empezó a ponerse más y más nervioso, mirando alternativamente a aquel lugar y a Resizsan. ¿Acaso tenía un cómplice? ¿Qué debía hacer? No quería alejarse, pero nadie más daba señal alguna de haber visto al otro intruso y corrían el riesgo de recibir un ataque sorpresa. Tendría que esperar y actuar en respuesta lo más rápido posible fuese lo que fuese.

Wen jadeó sorprendida cuando el fantasma de Resizsan se materializó frente a ella más cerca de lo que nunca lo había tenido, pero con la misma sonrisa desquiciada que le había saludado aquel día en el que las paredes de su habitación habían sido pintadas de vísceras seguida de una expresión de irritación, como si aquello fuera un tedioso trabajo. Al momento, y antes de que la británica pudiera reaccionar, el fantasma se escurrió y desapareció y el hechizo, que hasta ese momento no se había dado cuenta que Gael había lanzado, pasó limpiamente frente a ella.

Que el ranta levitara por encima de sus cabezas fuera de su alcance resultó muy irritante para la vouivre una vez esta salió del cúmulo de sensaciones y sentimientos desagradables que volver a tener a Resizsan en frente, aunque fuera como fantasma, le producía. Pero nada le había preparado para sus siguientes palabras. Todo el aire escapó de los pulmones de Wen cuando le oyó llamarla culebrilla. "Él lo sabe, él lo sabe, él lo sabe" era lo que no dejaba de pensar tan asustada como si todas sus pesadillas se hubieran juntado en una y esta se hubiera vuelto real. Y, realmente, solo faltaban los mercenarios de Gar para que aquello fuera así.

- No tienes magia- dijo, sin saber de dónde estaba sacando las fuerzas para hablar-. Ni fuerza. Eres solo el fantasma de un cosechado. ¡No tienes la capacidad de hacer nada!- exclamó intentando que la confusión y el miedo no se viera reflejado ni en sus palabras ni en su tono de voz.

Wen no quería ni siquiera plantearse la posibilidad de que el fantasma de Resizsan hubiera vendido su secreto a cambio del poder para llevar a cabo su venganza. Porque un fantasma solo podía aspirar a ser la representación física de un miedo, pero que hubiera alguien vivo involucrado lo convertía en una amenaza real.

Gael vio con horror como el intruso se vaporizaba. Era exactamente quien pensaba y, lo peor de todo, estaba exactamente en el estado que siempre habían creido. Era un fantasma, no le podían dañar. Pero entonces lo mismo tenía que suceder en la dirección opuesta. No podía ser una amenaza para ellos: no tenía magia.

En cambio hablaba con la suficiencia de alguien que estaba por encima de ellos. Tenía más aliados. Y, cuando se dio cuenta de que había llamado culebrilla a Wen, entendió cómo podía conseguir aliados alguien como él. Solo quería matar a Wen, y revelando su secreto podía encontrar fácilmente quienes quisieran hacerlo.

Antes de que aquel descubrimiento calase realmente, antes de que empezase a horrorizarse por las consecuencias que podría traer, tuvo lugar la explosión que echó abajo buena parte del cuchitril. Gael se tapó la cara con los brazos. Sus llamas bailaron con fuerza pero no llegó a salir disparado. Al volver a destapar su cara, fue cuando el horror caló de verdad.

Habría esperado que Resizsan tuviese muchos aliados, habría esperado que las cosas volviesen a ser como cuando los de Gar los tenían amenazados. Lo que no esperaba de ninguna manera, era que fuesen ellos mismos quien volviesen de entre los muertos. Porque estaban muertos, lo habían comprobado. A diferencia de Resizsan, no eran fantasmas. ¿Qué, entonces? Tenían que ser ilusiones. Un cambiante ya se la había jugado una vez, no pensaba volver a picar.
—Tienen que ser impostores. Quizá tengan habilidades inesperadas debajo del disfraz —dijo el fuego fatuo a sus amigos, sin alzar demasiado la voz. Se preparaba para conjurar lo que hiciese falta según el siguiente paso de sus enemigos. Lamentaba no tener ni un cuerpo ni un arma a mano. Había vuelto al cuchitril a toda pisa sin preparar nada más que sus defensas básicas.

Giz no daba crédito a lo que veían sus ojos. El fantasma le estaba resultando un incordio y quería deshacerse de él, pero no sentía más miedo de aquel espíritu que del fallo que sufría su gorguera. Sin embargo, cuando la pared voló y del hueco se alzaron nueve cuerpos… Ahí sí, no podía ocultar el terror que le invadió y que le hacía agitar la cola con nerviosismo. Sus ojos se cruzaron inmediatamente con el goliat contrario. Al miedo se le sumó la rabia. Rabia por verle de nuevo vivo, en una actitud triunfante; rabia por Resizsan y su ímpetu inquebrantable de venganza; rabia por la puñetera mierda que fuese lo que le ocurría.

Quería creer las palabras de Gael, pero mientras descubría si acertaban o no, Giz tomó precauciones. Con la energía que no gastó en el espíritu, el goliat tejió una mampara física en el hueco del derrumbe y la reforzó con aún más energía mágica. De esa que tal vez jamás recuperaría.

Lo único bueno de aquel instante es que no se culpaba por el miedo, cualquiera en su lugar lo tendría.