Habitación infinita

Tesón no había cambiado un ápice su forma de pensar cuando tuvo visita. Se había estado portando tan bien como un fantasma sin magia podía portarse: sin apenas hablar. Y seguía pensando en su misión religiosa. Por eso se asustó cuando Serena apareció y le dijo aquello de la vida y la muerte. ¿A qué se refería?

—Hola... ¿A qué te refieres, a dónde vamos?

Fueran a donde fueran, algo extraño pasaba. Notaba que algo superior a sus fuerzas tiraba de él. Tenía que ser algún hechizo de esos cientos de miles que desconocía y aborrecía. Y no tuvo forma de resistirlo, por lo que acabó rindiéndose rápidamente. Total, ¿para qué debatirse durante horas y horas si le acabaría arrastrando? Eso sí, menos mal que estaba acostumbrado a perderse y desorientarse en los Subterráneos, porque si no se habría puesto histérico al sucederle lo mismo en aquel "viaje".

No se equivocaba al haber llamado viaje a aquel intrincado camino hacia lo desconocido. Estaban caminando por un lugar y de pronto, tras entrever una especie de joya, aparecieron en una vasta extensión blanca, cuyo final Tesón no podía distinguir, así como si aquello estaba cerrado o abierto al aire. Tan solo veía claramente dos cosas: esa zona enorme y toda su superficie, o lo que alcanzaba a ver, atestada por fantasmas de todo tipo.

—¿Pero qué sitio es este...? —preguntó, más para sí mismo que para Serena.

Allí había más fantasmas de los que creía que existirían en la ciudad. Si aquellas criaturas hubieran estado vivas, fácilmente habrían podido formar parte de un ejército considerable, o un porcentaje de ciudadanos vivos bastante destacable. Giró sobre sí mismo varias veces, como intentando buscar los límites a aquel lugar, pero no dio más que con más y más fantasmas. ¡La de monstruos y criaturas aparentemente afables había allí dentro! <<¿Pero por qué?>>

—¿Por qué me has traído aquí? ¿Qué hacen todos esos aquí?

<<¿Una prueba?>>

Observó, claro que observó. No había hecho otra cosa desde que llegaron. Aquel lugar le llamaba muchísimo la atención pues descubrir que había tantísimos como él era como el cebo perfecto a su curiosidad. Pero también le inspiraba cierto... miedo. Si se acercaba a los fantasmas a preguntar miles de cosas, ¿cuánto tiempo podría acabar empleado en aquello? Demasiado, a juzgar por la cantidad de gente que había allí. Y eso que no alcanzaba con la vista a ver cuántos fantasmas había exactamente allí. Ni siquiera podía hacer un cálculo aproximado pues aquel lugar no tenía límites visibles. <<Y algunos... No parecen estar muy bien... Mira a aquel repitiendo números desordenados sin cesar. O esos que hablan solos... Bueno, nadie les responde... ¿Irán a parar aquí los fantasmas que dijo Serena que enloquecían?>>

Una voz le sacó de sus pensamientos... Pero otra presencia se le acercó y desvió su atención de Serena y el otro fantasma. Parecía humana, y esto le hizo caer en algo: aún no había visto fantasmas roquenses, pero lo mencionaría más tarde. Escuchó a la humana y le miró pensativo. Aunque no pensaba realmente en qué respuesta darle sino en el significado real de sus palabras. Una habitación infinita explicaría la ausencia visible de límites... pero no le gustaba. Prefería perderse mil veces en los subterráneos o en la ciudad, donde al menos había elementos con los que guiarse. ¿Pero un lugar infinito sin nada reconocible, y para colmo lleno de fantasmas desconocidos que parecían vagar sin rumbo? No, no se quedaría ahí. Pero tampoco diría nada de aquello en voz alta. No quería que nadie sospechara o supiera que aquel sitio le daba cierto miedo.

—Pues es obvio que seré de los que se van. No sé si volveré, pero no planeaba venir y ni mucho menos quedarme para siempre —y al decir eso último alzó el tono y miró a Serena.

Pero no, Serena no estaba. Qué demonios. ¿A dónde había ido? Ni siquiera la veía así que no podría seguirla al exterior. Y para colmo algunos de aquellos fantasmas empezaron a hablarle.

—¡Por la sagrada Voz! ¡Pero si estaba aquí hace nada! ¡Y claro que tengo nombre! Aunque en mi hogar se le llama "deseo", pero bueno, ya sé que en esta ciudad asquerosa nadie respeta a nadie. Soy Tesón. Y... ¿Disculpa? ¿Qué de mis plumas? ¡Ah! Bueno, bueno, tampoco eran para tanto... Eh... —y entonces cayó en la cuenta del traje que llevaba.

El roquense se echó hacia atrás, horrorizado, mientras se llevaba las manos a la boca y a la cara. Estaba a punto de exclamar varios improperios cuando una nueva voz se hizo oír. <<¡Otro monstruo parlante! Y esa... ¡Esa humana lleva una piel de otra criatura! ¡Puede que incluso sea de algún otro roquense o... peor, de varios roquenses! ¡Salvajes, locos!>> Y para colmo no le gustó nada lo que decía. Pero nada. Apretó los puños, frustrado, al hablar.

—Según esta... humana —iba a decir salvaje pero por evitar problemas se lo calló— hay quien puede salir a menudo, Serena incluida. Así que se supone que cualquiera puede salir. Así que déjate de acertijos, criatura, y decidme por dónde se sale. Tengo cosas más importantes que hacer...

<<Que estar rodeado de monstruos y sádicos salvajes... ¡Que si sangré! ¿Pero quién pregunta esas cosas? ¡Qué poco tacto!>>

—De locura ni hablar, oiga. Así que Sacra. ¿Y vos cómo os ...? —quiso preguntarle, pero el otro se despidió antes—. ¿¡Pero cómo que os busque aquí dentro!? —exclamó y apretó los puños, frustrado, aunque realmente se atravesó las manos con los dedos.  

Cuando la niña volvió a hablarle, la miró como cansado.

—Yo en Maciel, en el pozo. ¿Contenta? ¿Así que te llamas Valeria? Solo me falta el otro que se fue antes... —pero Sacra le interrumpió—. ¿Qué dices?

Si algo le sacaba de quicio era el teatro cutre, la burda interpretación. Hacía meses que no presenciaba ninguna obra religiosa, pero recordaba cómo actuaban los profesionales. Pero aquel engendro no engañaba a nadie.

—Si aquí acaba la gente loca es por culpa de gente como vosotros, que parece que vayáis contagiándolo. ¡Sois una plaga! —exclamó, convencido, y se alejó unos pasos—. Voy a salir de aquí como que soy Tesón. Encantado de conocerles —se despidió lo más educado que pudo.

Por no mandarlos a paseo como hacía Lemus. Por no enemistarse con nadie si finalmente se quedaba allí encerrado. Aunque si estaban todos locos, podrían olvidar los insultos o malinterpretar sus buenos gestos y tomarlos como malos. <<Eso da igual. Si dicen que al salir no podré volver, mejor. Céntrate en buscar una salida. Veníamos por aquí, así que da la vuelta; es un buen comienzo como otro cualquiera>> Hizo eso y luego empezó a caminar hacia delante.

Tenía bastante claro que saldría de allí, sin otra alternativa que salir porque alguien externo lo sacara, pero no confiaba en ello. Si Serena podía salir, él no sería menos. Además, nadie había mencionado la magia, así que descartó que la salida se conjurase de alguna forma. No, estaba plenamente convencido. Solo pensaba en salir. ¿Qué iba a pensar, si no? ¿Se podría decir que lo deseaba? ¡Pues claro! Era un maldito fantasma y prácticamente le habían amenazado con que se quedaría allí eternamente. Pues no. <<Ni loco me quedo aquí para siempre. Tiene que haber alguna forma de salir y volver a la ciudad. ¿Pasar la eternidad en un sitio infinitamente vacío? ¡Ni hablar!>>

Para colmo de males, algo había empezado a pasar. Bueno, realmente no sabía cuánto tiempo llevaba caminando ni si seguía en el mismo día que cuando Serena le llevó allí. Pero algo había empezado a pasar. No se había percatado antes, pero algunos fantasmas que antes hablaban bajito ahora lo hacían a gritos, los que se movían despacio ahora se tornaron frenéticos. Y el número de incidencias se incrementó con el paso del tiempo. Ya no era un agitado enloquecido en un sitio fijo, sino cientos de ellos por todas partes.Tesón se asustó. La marabunta de fantasmas empezaba a parecerle una amenaza, aún más que antes cuando hablaba con Sacra y los demás. Ya tenía cierto miedo por si la locura era realmente contagiable, pero con lo que sucedía en aquellos momentos su temor empeoró. ¡Una cosa era lidiar con fantasmas desorientados y otra con fantasmas amenazadores! No quería saber qué los agitaba ni qué le harían o dirían si le pasaban cerca, así que levitó con mayor rapidez y agilidad que antes. Aun así, en alguna ocasión rozó o atravesó por accidente a alguno de los engendros que allí se agolpaban. No sabía si era por el deseo de salir o por el contacto con los locos, enfebrecidos o no, o por mezcla de todo, pero se sentía raro. Agitado, con quizá más energía de la que acostumbraba desde que era un fantasma. Pero esa energía le vino bien para seguir luchando por salir.

Hasta que lo hizo. No se dio cuenta de que estaba de vuelta en la ciudad hasta que se encontró a oscuras. <<La Habitación infinita no estaba a oscuras...>>

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