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- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Dudas a puerta cerrada
14/07/24, 10:13 pm
Recuerdo del primer mensaje :
—Ethan —una pausa para corregir un tono demasiado inseguro—, ¿podemos hablar?
Eso había sido todo lo que había pedido al londinense, y en la frase ya iba infundido el querer estar a solas con él en la privacidad de un cuarto. No había hecho nada malo -aún-, pero sí que tenía un secreto que contar. O mejor dicho, un favor que pedir.
Tras la subida de espíritu que fue la visita a palacio el varmano creyó que podrían con Rocavarancolia. Que se habían habituado a los males, que tras lo de Serena estaban curtidos, que si acaso el horror sería esperable, compensado con algo de karma… y sí, habían tenido momentos de paz, pero en todo lo demás se equivocaba. Nohlem no se atrevía a decir haber tocado fondo. Hace un mes lo había pensado y una trampilla había aparecido bajo sus pies para arrastrarlo aún más abajo. Y justamente para no seguir cayendo necesitaba compañía.
No había estado un día solo desde que había llegado a la ciudad, ni lo pretendía. Quitando casos excepcionales le gustaban sus compañeros y el tiempo que se dedicaban, pero no era trato rutinario lo que el granta necesitaba ahora mismo, era algo más, y si no lo había buscado antes como habría hecho tan alegremente en Varmania por problemas mucho más mundanos, era, irónicamente, por la puñetera convivencia. Para la gran mayoría de gente una situación como en la que estaban sería suficiente para perder la líbido, pero a él algo en la horridez del mundo le hacía ansiar perderse completamente en otro. Tocar el piano o el juego habían sido buenas alternativas para paliar sus problemas, pero para el caso ni siquiera eran posibles. Su droga más efectiva -y a la que en su corta madurez se había malacostumbrado- era el tacto de otra persona. Quizás no fuera una forma loable de gestionar los males, pero era la que tenía. No placer por placer, sino por supervivencia.
Ethan era con quien más conexión, confianza y atracción sentía, pero a pesar de la naturalidad que ciertos gestos habían alcanzado, la comodidad de las noches juntos o incluso los besos que en su momento compartieron, hasta él sabía que aquello era un hit-or-miss para su amistad. Pero es que había llegado a tales límites que no tenía nada que perder. Tras lo sucedido ayer y hoy su cuerpo estaba en un constante estado de tensión e inestabilidad, había dormido de tal manera porque los Santos así lo habían dictado y porque no podía con el agotamiento, cada medio minuto que se quedaba consigo mismo la ansiedad le devoraba por dentro como un millón de hormigas, así que… Si se iba todo al infierno, bueno… ¿no lo estaba ya? Ni siquiera quería sentirse vivo, honestamente eso estaba siendo una experiencia de mierda, solo quería sentirse bien.
Así pues, cuando el moreno pasó dentro, Nohlem cerró la puerta tras de sí, despacio, sujetándola como si estuviera hecha de titanio y el más mínimo ruido pudiera espantar a Ethan o despertar a los augurios. “Como si no compartiéramos ya techo con ellos” pensó amargamente.
Suspiró audiblemente antes de darse la vuelta. Tardó un poco más en abrir la boca.
—Quieres… —notaba sus mejillas calentarse, pero la noche venidera y el tono de su piel le protegían de delatarse.
No le salió nada más.
—Ethan —una pausa para corregir un tono demasiado inseguro—, ¿podemos hablar?
Eso había sido todo lo que había pedido al londinense, y en la frase ya iba infundido el querer estar a solas con él en la privacidad de un cuarto. No había hecho nada malo -aún-, pero sí que tenía un secreto que contar. O mejor dicho, un favor que pedir.
Tras la subida de espíritu que fue la visita a palacio el varmano creyó que podrían con Rocavarancolia. Que se habían habituado a los males, que tras lo de Serena estaban curtidos, que si acaso el horror sería esperable, compensado con algo de karma… y sí, habían tenido momentos de paz, pero en todo lo demás se equivocaba. Nohlem no se atrevía a decir haber tocado fondo. Hace un mes lo había pensado y una trampilla había aparecido bajo sus pies para arrastrarlo aún más abajo. Y justamente para no seguir cayendo necesitaba compañía.
No había estado un día solo desde que había llegado a la ciudad, ni lo pretendía. Quitando casos excepcionales le gustaban sus compañeros y el tiempo que se dedicaban, pero no era trato rutinario lo que el granta necesitaba ahora mismo, era algo más, y si no lo había buscado antes como habría hecho tan alegremente en Varmania por problemas mucho más mundanos, era, irónicamente, por la puñetera convivencia. Para la gran mayoría de gente una situación como en la que estaban sería suficiente para perder la líbido, pero a él algo en la horridez del mundo le hacía ansiar perderse completamente en otro. Tocar el piano o el juego habían sido buenas alternativas para paliar sus problemas, pero para el caso ni siquiera eran posibles. Su droga más efectiva -y a la que en su corta madurez se había malacostumbrado- era el tacto de otra persona. Quizás no fuera una forma loable de gestionar los males, pero era la que tenía. No placer por placer, sino por supervivencia.
Ethan era con quien más conexión, confianza y atracción sentía, pero a pesar de la naturalidad que ciertos gestos habían alcanzado, la comodidad de las noches juntos o incluso los besos que en su momento compartieron, hasta él sabía que aquello era un hit-or-miss para su amistad. Pero es que había llegado a tales límites que no tenía nada que perder. Tras lo sucedido ayer y hoy su cuerpo estaba en un constante estado de tensión e inestabilidad, había dormido de tal manera porque los Santos así lo habían dictado y porque no podía con el agotamiento, cada medio minuto que se quedaba consigo mismo la ansiedad le devoraba por dentro como un millón de hormigas, así que… Si se iba todo al infierno, bueno… ¿no lo estaba ya? Ni siquiera quería sentirse vivo, honestamente eso estaba siendo una experiencia de mierda, solo quería sentirse bien.
Así pues, cuando el moreno pasó dentro, Nohlem cerró la puerta tras de sí, despacio, sujetándola como si estuviera hecha de titanio y el más mínimo ruido pudiera espantar a Ethan o despertar a los augurios. “Como si no compartiéramos ya techo con ellos” pensó amargamente.
Suspiró audiblemente antes de darse la vuelta. Tardó un poco más en abrir la boca.
—Quieres… —notaba sus mejillas calentarse, pero la noche venidera y el tono de su piel le protegían de delatarse.
No le salió nada más.
- ♪♫♬:
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: Dudas a puerta cerrada
16/07/24, 01:38 pm
Vale, si, no había calma alguna. Tras el siseante ¨¿seguro?̈¨ de Nohlem no pudo evitar compararse con un pato al que le estaban dando una caza más que agradable. Su sonrisa acompañó a la del felino como un reflejo de la misma y su rostro presiono sobre el dorso que acariciaba su mejilla, pidiendo más contacto en un tiempo como aquel donde estaban desesperados por obtenerlo. Nohlem era guapo, gentil pero sarcástico, cobarde por momentos pero orgulloso en muchísimos otros. Era alguien cargado de contrariedades, pues siendo de alta cuna era el primero sin miedo a despeinarse. Quizá por eso le atraía tanto, porque era un príncipe capaz de regalarle un dulce beso en la mano con la mayor educación y a la vez era un ladrón que no temía precipitarse al vacío y llevarte con él, de los que te robaba el aliento y apretaba tu corazón con cada nuevo encuentro.
No obtuvo queja alguna del londinense desde luego. A los besos de Nohlem se sumaron los suyos propios guiado y cegado por una pasión que solo encendía su fuego interno. El varmano solo echaba leña a un incendio que él mismo había iniciado y Ethan como buena persona dispuesta a asfixiarse por el humo se quedó afianzado, con una mano enredándose entre sus rizos cobrizos y la otra abrazados en torno a sus hombros. Tenía la suerte de que su mayor preocupación fuera tomar aire y soltar pequeños suspiros regalados, pues así no había margen a razonar si todo aquello era o no un error. Ethan mordía con una curiosidad creciente, tirando ligeramente de su labio y sonriendo cuando conseguía llevarse esas pequeñas victorias. También besaba, aturdido por la lengua contraria, enredando la suya propia y buscando con ella perfilar los colmillos tan puntiagudos que tenía el granta. Todo él le gustaba, no en un sentido romántico si no en uno más superficial, más físico.
Cadera contra cadera, labio contra labio, cada nueva presión y choque le arrancaba nuevas notas musicales hasta que se dio contra un colchón y una gravedad inesperada le abrazó sin previo aviso. Si Nohlem le quería sentado, le obtuvo tumbado tras caer sorprendido sobre la cama pues la verdad, no esperaba darse de bruces contra un obstáculo. Allí con la melena desecha cubriendo gran parte de su rostro y la camisa arrugada por encima de su vientre no pudo contener la risa, rompiendo momentáneamente en dulces carcajadas.
-Nohlem cabron, que susto! -Siguió riendo antes de centrar la mirada en su gran amigo con una amplia sonrisa en el rostro. -Pero avisaa que pensé que me iba a comer todo el suelo.
A pesar de la pulla se notaba que estaba más que encandilado por la situación, llevaba tiempo sin poder disfrutar de esa diversión más inocente y acorde a la que era su edad. Por lo que, a pesar de tener prácticamente las piernas colgando, subió una al borde de la cama, dejándola apoyada ahí para que su compañero tuviera más hueco donde posicionarse.
-Anda, acércate…
Susurró esta vez divertido, levantando ambos brazos para que fuera precisamente, a abrazarlo.
No obtuvo queja alguna del londinense desde luego. A los besos de Nohlem se sumaron los suyos propios guiado y cegado por una pasión que solo encendía su fuego interno. El varmano solo echaba leña a un incendio que él mismo había iniciado y Ethan como buena persona dispuesta a asfixiarse por el humo se quedó afianzado, con una mano enredándose entre sus rizos cobrizos y la otra abrazados en torno a sus hombros. Tenía la suerte de que su mayor preocupación fuera tomar aire y soltar pequeños suspiros regalados, pues así no había margen a razonar si todo aquello era o no un error. Ethan mordía con una curiosidad creciente, tirando ligeramente de su labio y sonriendo cuando conseguía llevarse esas pequeñas victorias. También besaba, aturdido por la lengua contraria, enredando la suya propia y buscando con ella perfilar los colmillos tan puntiagudos que tenía el granta. Todo él le gustaba, no en un sentido romántico si no en uno más superficial, más físico.
Cadera contra cadera, labio contra labio, cada nueva presión y choque le arrancaba nuevas notas musicales hasta que se dio contra un colchón y una gravedad inesperada le abrazó sin previo aviso. Si Nohlem le quería sentado, le obtuvo tumbado tras caer sorprendido sobre la cama pues la verdad, no esperaba darse de bruces contra un obstáculo. Allí con la melena desecha cubriendo gran parte de su rostro y la camisa arrugada por encima de su vientre no pudo contener la risa, rompiendo momentáneamente en dulces carcajadas.
-Nohlem cabron, que susto! -Siguió riendo antes de centrar la mirada en su gran amigo con una amplia sonrisa en el rostro. -Pero avisaa que pensé que me iba a comer todo el suelo.
A pesar de la pulla se notaba que estaba más que encandilado por la situación, llevaba tiempo sin poder disfrutar de esa diversión más inocente y acorde a la que era su edad. Por lo que, a pesar de tener prácticamente las piernas colgando, subió una al borde de la cama, dejándola apoyada ahí para que su compañero tuviera más hueco donde posicionarse.
-Anda, acércate…
Susurró esta vez divertido, levantando ambos brazos para que fuera precisamente, a abrazarlo.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Dudas a puerta cerrada
09/09/24, 01:47 pm
Como un toro al que le quitan de vista la capa roja, Nohlem reconectó con las quejas y risas de Ethan como algo inesperado. Su semblante concentrado se tornó en el de un simple chico al que han pillado perdido en las nubes, con los ojos abiertos y las orejas rectas, y le costó un par de segundos reír, sincero, al son de la broma del otro.
—¿Quién te crees que soy? ¿Connor? —chasqueó la lengua y rodó los ojos exageradamente en la misma dirección en la que inclinó su cabeza, sonriendo ipso facto al volver a él—. Yo soy todo un caballero, no dejaría que te cayeras…
Si bien la risa había servido para liberar tensiones, también sirvió para hacerle un pelín más consciente de dónde, con quién y cómo estaba. No es que ninguna de esas cosas fuera precisamente un impedimento, más bien… el punto de quien está un poco borracho pero recuerda que es mejor saborear el vino que engullirlo, sobre todo en compañía. Se inclinó sobre él.
Hubo algo diferente después, en el susurro, en la invitación. Algo que encendió una vela más pequeña, una mecha de nostalgia: era el cariño simple de alguien que es más que un amante, el calor de un amigo, un confort más espiritual. A pesar de sus ganas de dejar de lado el raciocinio y todos los nombres que conocía, Nohlem obedeció e hizo exactamente lo que el chico le pedía. Le dio un abrazo. Inspiró aire y exhaló, con el morro hundido en su cuello y cabellera, reconociendo tras el olor del refugio aquel más sutil que pertenecía propiamente a Ethan. No era un cualquiera.
—Hm.
Plantó un beso ahí donde pilló, en la curva de su cuello, mientras sus brazos se cerraban como podían en torno a sus costados para abrazarlo sin quitarle la espalda del colchón. Su boca bajó a las clavículas del chico y ascendió a su nuez, a su barbilla y finalmente de vuelta a sus labios, en una serie de ronroneos constantes que no le permitían oír el crujido de la vida en el torreón. El ansia volvió poco a poco a apoderarse de él, y ni siquiera los sonidos lejanos de una puerta abriéndose en la planta de abajo, de una herramienta en uso o una conversación distante sirvieron para sacarlo de su burbuja y el fuerte bombeo de su corazón caliente. Apoyó un brazo por encima de la cabeza de Ethan y se hundió un poco más entre sus piernas, siguiendo en su constante de besos -cada vez más hambrientos- mientras su mano libre buscaba el ángulo de la cintura del londinense para atraerla contra la propia.
—¿Quién te crees que soy? ¿Connor? —chasqueó la lengua y rodó los ojos exageradamente en la misma dirección en la que inclinó su cabeza, sonriendo ipso facto al volver a él—. Yo soy todo un caballero, no dejaría que te cayeras…
Si bien la risa había servido para liberar tensiones, también sirvió para hacerle un pelín más consciente de dónde, con quién y cómo estaba. No es que ninguna de esas cosas fuera precisamente un impedimento, más bien… el punto de quien está un poco borracho pero recuerda que es mejor saborear el vino que engullirlo, sobre todo en compañía. Se inclinó sobre él.
Hubo algo diferente después, en el susurro, en la invitación. Algo que encendió una vela más pequeña, una mecha de nostalgia: era el cariño simple de alguien que es más que un amante, el calor de un amigo, un confort más espiritual. A pesar de sus ganas de dejar de lado el raciocinio y todos los nombres que conocía, Nohlem obedeció e hizo exactamente lo que el chico le pedía. Le dio un abrazo. Inspiró aire y exhaló, con el morro hundido en su cuello y cabellera, reconociendo tras el olor del refugio aquel más sutil que pertenecía propiamente a Ethan. No era un cualquiera.
—Hm.
Plantó un beso ahí donde pilló, en la curva de su cuello, mientras sus brazos se cerraban como podían en torno a sus costados para abrazarlo sin quitarle la espalda del colchón. Su boca bajó a las clavículas del chico y ascendió a su nuez, a su barbilla y finalmente de vuelta a sus labios, en una serie de ronroneos constantes que no le permitían oír el crujido de la vida en el torreón. El ansia volvió poco a poco a apoderarse de él, y ni siquiera los sonidos lejanos de una puerta abriéndose en la planta de abajo, de una herramienta en uso o una conversación distante sirvieron para sacarlo de su burbuja y el fuerte bombeo de su corazón caliente. Apoyó un brazo por encima de la cabeza de Ethan y se hundió un poco más entre sus piernas, siguiendo en su constante de besos -cada vez más hambrientos- mientras su mano libre buscaba el ángulo de la cintura del londinense para atraerla contra la propia.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: Dudas a puerta cerrada
18/09/24, 12:26 am
Aquel abrazo fue como la gota que irrumpía un lago en calma. Las ondas apenas fueron perceptibles, un vaivén suave que se perdía en la armonía del agua pero, entonces… ¿Por qué le afectó tanto? Los besos eran una recompensa dulce, un premio agradecido pero al final del día suplían una carencia que a veces era meramente física. Sentir el hocico frío contra su hombro o la cabellera rizada sobre su piel era diferente. Ethan correspondió el abrazo agarrándose al inicio con timidez, un gesto que se hizo más fuerte cuando en ese silencio solo sus respiraciones estaban armonizadas. Anhelaba tanto ese afecto más íntimo, más privado, más cercano. Ese calor que no tenía porque quemar si no que simplemente curaba, como cuando muerto de frío acercabas las manos a la hoguera. Era un sentimiento tan cálido y embriagador que le costó unos segundos dejar ir al felino.
Cerró los ojos ante los besos y en lo que antes había prisa, ahora encontró una calma perfecta. Tenían suficiente tiempo como para poder compartirlo hasta en los gestos más sencillos y cotidianos, para que tras cada beso en vez de saltar chispas pudieran germinar flores en forma de cosquilleos. El londinense levantó suavemente el rostro para que los labios de Nohlem pudieran seguir con su recorrido y cuando este lo finalizó en su boca, fue miel lo que saboreo. El problema es que el abrazo había roto algo en su interior y de alguna manera también había completado una pieza faltante de un puzzle que a veces se olvidaba que tenía a medio hacer. Si, besarse le hacía ignorar su alrededor pero para su desgracia no limpiaba el dolor y la soledad como lo hacía el sentirse protegido en brazos ajenos.
-Nohlem.. espera… -Respondió entre beso y beso, empujando con suavidad al felino para que captará que necesitaba un poco de distancia. -Perdón, solo, dame un momento.
Tampoco le quisó apartar demasiado de su lado, ni mucho menos. Le quería atento no lejos, por eso busco sus manos y las entrelazo con las suyas dejando que la vergüenza pudiera aflorar en el colorete de sus mejillas . Se sentía extrañamente vulnerable como si lo que estaba por pedir fuese mayor capricho que el compartir el aliento como habían estado haciendo hasta hace escasos segundos.
-Ha sido una semana muy larga.. . yo, ¿te importaría abrazarme un poco más? -Acabó dejando huir las palabras tan bajitas que tuvo que repetirse por miedo a no ser escuchado. Su vista estaba perdida en otro rincón del cuarto, muerto de la vergüenza. -Creo que necesito un poco de calma. No se si, se que es un poco egoísta, solo… es que…
Se calló por puro miedo, por si después de todo estuviera exigiendo más de lo que aquella relación tan ambigua les permitía. A esas alturas la línea estaba tan desdibujada que no sabía que era justo o no buscar en el otro, si los besos eran por mero interés físico o si querer permanecer acurrucados era desde la más profunda amistad, el miedo o una necesidad mayor. No lo sabía, claro que no lo sabía y no quería saberlo. Le bastaba con la sencilla realización de que se encontraba seguro teniendo a Nohlem junto a él y que era su tan curioso ronroneo el que le hacía querer cerrar los párpados para quedarse con la ligera vibración que obtenía como obsequio.
Si el felino no se apartaba buscaría de nuevo una de sus manos, esta vez para dejarla apoyada sobre una de sus pálidas mejillas y permitir aplastar parte rostro contra su palma en la búsqueda necesitada de un tacto más personal. Quien diría que de los dos, el que acabaría comportándose como un gato necesitado iba a ser él.
Cerró los ojos ante los besos y en lo que antes había prisa, ahora encontró una calma perfecta. Tenían suficiente tiempo como para poder compartirlo hasta en los gestos más sencillos y cotidianos, para que tras cada beso en vez de saltar chispas pudieran germinar flores en forma de cosquilleos. El londinense levantó suavemente el rostro para que los labios de Nohlem pudieran seguir con su recorrido y cuando este lo finalizó en su boca, fue miel lo que saboreo. El problema es que el abrazo había roto algo en su interior y de alguna manera también había completado una pieza faltante de un puzzle que a veces se olvidaba que tenía a medio hacer. Si, besarse le hacía ignorar su alrededor pero para su desgracia no limpiaba el dolor y la soledad como lo hacía el sentirse protegido en brazos ajenos.
-Nohlem.. espera… -Respondió entre beso y beso, empujando con suavidad al felino para que captará que necesitaba un poco de distancia. -Perdón, solo, dame un momento.
Tampoco le quisó apartar demasiado de su lado, ni mucho menos. Le quería atento no lejos, por eso busco sus manos y las entrelazo con las suyas dejando que la vergüenza pudiera aflorar en el colorete de sus mejillas . Se sentía extrañamente vulnerable como si lo que estaba por pedir fuese mayor capricho que el compartir el aliento como habían estado haciendo hasta hace escasos segundos.
-Ha sido una semana muy larga.. . yo, ¿te importaría abrazarme un poco más? -Acabó dejando huir las palabras tan bajitas que tuvo que repetirse por miedo a no ser escuchado. Su vista estaba perdida en otro rincón del cuarto, muerto de la vergüenza. -Creo que necesito un poco de calma. No se si, se que es un poco egoísta, solo… es que…
Se calló por puro miedo, por si después de todo estuviera exigiendo más de lo que aquella relación tan ambigua les permitía. A esas alturas la línea estaba tan desdibujada que no sabía que era justo o no buscar en el otro, si los besos eran por mero interés físico o si querer permanecer acurrucados era desde la más profunda amistad, el miedo o una necesidad mayor. No lo sabía, claro que no lo sabía y no quería saberlo. Le bastaba con la sencilla realización de que se encontraba seguro teniendo a Nohlem junto a él y que era su tan curioso ronroneo el que le hacía querer cerrar los párpados para quedarse con la ligera vibración que obtenía como obsequio.
Si el felino no se apartaba buscaría de nuevo una de sus manos, esta vez para dejarla apoyada sobre una de sus pálidas mejillas y permitir aplastar parte rostro contra su palma en la búsqueda necesitada de un tacto más personal. Quien diría que de los dos, el que acabaría comportándose como un gato necesitado iba a ser él.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Dudas a puerta cerrada
21/09/24, 11:03 pm
Igual que quien despierta a media noche y solo entonces escucha la cantidad de ruido que le rodea, Nohlem despertó con la siguiente petición de Ethan. Sus ronroneos encontraron un bache -una exclamación de sorpresa algo atolondrada- aunque no se rompieron del todo, tan solo bajaron el volumen. Su corazón se aceleró en un sentimiento distinto, el de la inquietud, al creer que se había excedido o que alguien de fuera del cuarto venía en su dirección. El empujón le hizo echar tanto los hombros como las orejas atrás, entre la vergüenza, la pena y la urgencia de captar lo que sonara a sus espaldas.
—Ah- perdón —masculló mientras le daba el espacio que pedía. Inspiró silenciosamente para no hacer temblar el aire, pero sus pulmones necesitaban más que lo recibido—. ¿Demasiado rápido?
Preguntó un poco para nadie pues el lenguaje corporal del moreno era como un libro abierto. Una sonrisa apenada tiró de la comisura de sus labios al interpretar que había sido el caso, contagiándose de esa timidez que Ethan demostraba, de nuevo un poco más consciente de todo lo que habían hecho. Le dio un pequeño estrujón con la mano en cuanto las tuvieron entrelazadas, y el rubor le pinchó las mejillas con renovada vergüenza. Ahora la ligera presión en sus pantalones se sentía incorrecta.
—¡Ah! —sus orejas se alzaron de golpe al escuchar el nuevo requisito, o más bien, la repetición de uno previo, riendo por lo bajo con el cambio de ambiente. La repentina inocencia del londinense le pillaba desprevenido, pero no caía en lo decepcionante; era como pasar de un plato de especias picantes a una sopa en un día gris, de algo que arde a algo que reconforta. Hubiera preferido más, definitivamente, pero al final ambos servían para algo parecido: dejar de pensar en Rocavarancolia el tiempo que la burbuja durase. Suspiró, de esos suspiros que calman, e igual de bien mandado que antes Nohlem se reacomodó con la intención de abrazar al joven cuando éste no supo acabar la frase.
—No es egoísta —le aseguró en voz baja. Si acaso egoísta se sería él, pero al tener la necesidad tan subida no era algo que le comiera la cabeza.
No obstante, el abrazo sufrió un retraso cuando su mano, guiada por otra, fue a acariciar el rostro del londinense. Al encontrar su mirada bajo aquella luz más íntima su corazón dio un pequeño vuelco de advertencia, una sensación que sacudió su interior y que para bien o para mal reconocía. Recordó de forma abstracta las palabras que su hermana solía repetirle, todas esas veces en las que antes de contarle nada ya parecía saber qué le pasaba.
"Te encandilas demasiado rápido", se repitió a sí mismo.
Inspiró, sonrió de forma torpe y se hundió en el abrazo, apartando primero la mano para frotar suavemente su mejilla contra la del otro. Igual que había hecho con gente de distinta clase social, se esforzó en hacer a un lado el sentimiento, como quien ignora un brote para que no crezca. No fue difícil. Era una tontería pasajera, algo que no estaba hecho para durar, incluso si ahora mismo con el contacto de Ethan estuviera inevitablemente alimentando la duda. Igual que otras veces y por su propio bien, se le pasaría. Ethan ni siquiera era de su especie, y aquel motivo apenas rascaba la superficie de una enorme lista de razones por las que era una mala opción. Tomó aire y cerró los ojos contra la piel del humano para dejar la mente en blanco mientras se tumbaba a su lado, pues no quería que nuevas ideas le generasen nuevos problemas pero tampoco renunciar al momento.
Dejarse llevar por el deseo era mucho más fácil e impersonal que eso por un motivo, y si bien estaba acostumbrado a su cercanía, había algo muy distinto en estar abrazados despiertos que dormidos.
—Perdón si he acelerado demasiado —masculló, aún acurrucado—. Me apetecía mucho… —dejó la frase al aire, no tan aposta como por no saber como continuarla. Después se apartó lo justo para mirarle a la cara—. ¿Estás… bien?
—Ah- perdón —masculló mientras le daba el espacio que pedía. Inspiró silenciosamente para no hacer temblar el aire, pero sus pulmones necesitaban más que lo recibido—. ¿Demasiado rápido?
Preguntó un poco para nadie pues el lenguaje corporal del moreno era como un libro abierto. Una sonrisa apenada tiró de la comisura de sus labios al interpretar que había sido el caso, contagiándose de esa timidez que Ethan demostraba, de nuevo un poco más consciente de todo lo que habían hecho. Le dio un pequeño estrujón con la mano en cuanto las tuvieron entrelazadas, y el rubor le pinchó las mejillas con renovada vergüenza. Ahora la ligera presión en sus pantalones se sentía incorrecta.
—¡Ah! —sus orejas se alzaron de golpe al escuchar el nuevo requisito, o más bien, la repetición de uno previo, riendo por lo bajo con el cambio de ambiente. La repentina inocencia del londinense le pillaba desprevenido, pero no caía en lo decepcionante; era como pasar de un plato de especias picantes a una sopa en un día gris, de algo que arde a algo que reconforta. Hubiera preferido más, definitivamente, pero al final ambos servían para algo parecido: dejar de pensar en Rocavarancolia el tiempo que la burbuja durase. Suspiró, de esos suspiros que calman, e igual de bien mandado que antes Nohlem se reacomodó con la intención de abrazar al joven cuando éste no supo acabar la frase.
—No es egoísta —le aseguró en voz baja. Si acaso egoísta se sería él, pero al tener la necesidad tan subida no era algo que le comiera la cabeza.
No obstante, el abrazo sufrió un retraso cuando su mano, guiada por otra, fue a acariciar el rostro del londinense. Al encontrar su mirada bajo aquella luz más íntima su corazón dio un pequeño vuelco de advertencia, una sensación que sacudió su interior y que para bien o para mal reconocía. Recordó de forma abstracta las palabras que su hermana solía repetirle, todas esas veces en las que antes de contarle nada ya parecía saber qué le pasaba.
"Te encandilas demasiado rápido", se repitió a sí mismo.
Inspiró, sonrió de forma torpe y se hundió en el abrazo, apartando primero la mano para frotar suavemente su mejilla contra la del otro. Igual que había hecho con gente de distinta clase social, se esforzó en hacer a un lado el sentimiento, como quien ignora un brote para que no crezca. No fue difícil. Era una tontería pasajera, algo que no estaba hecho para durar, incluso si ahora mismo con el contacto de Ethan estuviera inevitablemente alimentando la duda. Igual que otras veces y por su propio bien, se le pasaría. Ethan ni siquiera era de su especie, y aquel motivo apenas rascaba la superficie de una enorme lista de razones por las que era una mala opción. Tomó aire y cerró los ojos contra la piel del humano para dejar la mente en blanco mientras se tumbaba a su lado, pues no quería que nuevas ideas le generasen nuevos problemas pero tampoco renunciar al momento.
Dejarse llevar por el deseo era mucho más fácil e impersonal que eso por un motivo, y si bien estaba acostumbrado a su cercanía, había algo muy distinto en estar abrazados despiertos que dormidos.
—Perdón si he acelerado demasiado —masculló, aún acurrucado—. Me apetecía mucho… —dejó la frase al aire, no tan aposta como por no saber como continuarla. Después se apartó lo justo para mirarle a la cara—. ¿Estás… bien?
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: Dudas a puerta cerrada
12/10/24, 12:20 am
Ethan no supo muy bien que hacer pues la vergüenza no tardó en aflorar en sus mejillas en cuanto sintió las del gato acariciarle el rostro con las suyas, un rubor rosado que logró arrancarle una tímida sonrisa. Se sentía bien recuperar ese confort que ya creía perdido, sentir el aliento de otra persona en la cercanía y el calor de su cuerpo en una intimidad compartida. Podía entender que no era del todo lo que quería Nohlem, que no le había llamado aquella noche para abrazarse juntos y dormir, pero por ese motivo le agradecía aún más que no le presionara a ir más lejos.
-Si.. perdón, es solo que.. -Una ligera risa afloro por su garganta, nervioso. -Hace mucho que no tengo, bueno, este acercamiento con nadie. Me estoy acostumbrando aún.
Había una modesta sinceridad en sus palabras. Ese hecho no era desconocido para ninguno de los dos pero igual se sentía bien poder volverlo a compartir. Encontrar su propia seguridad y ritmo en una relación que siquiera tenía nombre. Su cuerpo pronto se reacomodo en la cama ahora que dos personas tenían que ocupar el espacio de una y mientras pasaba uno de sus brazos por debajo de los de Nohlem para quedar abrazado en torno a su pecho, decidió hundir en un acto completamente egoísta su rostro entre las arrugas de su blusa. Sus manos quedaron sueltas, tendidas sobre la cama tras el gato, sin ningún intento de agarre firme, solo fue al poquito, cuando volvió a encontrar las palabras que se deslizó por su espalda para empezar a hacerle caricias suaves en forma de pequeños círculos.
-No.. lo sé, siento que a veces todo va demasiado rápido. No por ti, digo en general, simplemente estoy cansado. -respiró hondo ya acomodado, ahora que su voz apenas era un murmullo opacado bajo la tela de su compañero. -¿No lo prefieres tú también? Tener un poco de calma tras tanto… caos.
Su pelo quedaba ahora revuelto entre las sábanas, había crecido tanto que algunos mechones dispares alcanzaban ya la altura de sus hombros, solo que, ante la falta de espejos y cuidado propio no se había dado cuenta del paso del tiempo y de como, lo que en su día había sido un desconocido, ahora era la mejor almohada en la que descansar. Su respiración pronto se habituó a las ondas esponjosas del somier, calmada y suave mientras su conciencia bailaba entre la culpabilidad de dormirse tan pronto y la comodidad de verse tan bien arropado. Una de sus piernas se entrelazó entre las de Nohlem, creando un trampantojo aún más absurdo al no querer levantarse a colocar otra cama junto a la que estaban. A veces cuanto menor era el espacio era mejor, porque así, el abrazo se volvía una necesidad y no un mero capricho. Una justificación vaga al porqué decidir acostarse así. ¿Al fin y al cabo… eran solo amigos, verdad?
Dejó que los pensamientos se fundieran en su mente. Estaría medianamente atento para las primeras frases que el varmano le dedicara, una concentración que tardaría más bien poco en desaparecer, en cuanto sus parpados ya caidos terminaran de conquistar su mente con el placebo de una oscuridad acogedora.
-Gracias, por estar aquí…
Llegaría a murmurar, más como un pensamiento fugaz que como un intento de charla constructiva. Su suave abrazo quedaría debilitado y pronto saludaría a la noche venidera. No habría pesadillas, ni sueños turbios, no existirían recuerdos amargos, ni casas vacías, al contrario, esa vez, le ocuparía una alegría más sosegada. Caricias perdidas, el suave tacto ajeno y la pequeña fogata que creaban dos labios al juntarse. Soñaría con él, con un tonto gato naranja un tanto sarcastico pero muy atento. Soñaría con su risa, con sus chistes malos y con sus secretos contados a puertas cerradas. Con sus ojos esmeraldas, y con la sonrisa risueña que se le formaba cada vez que hablaba del piano, con el tacto valiente que le dedicaba a escondidas y con sus dulces colmillos cuando le arrancaba suspiros con ellos. Soñaría las piezas de un puzzle a medio construir, imágenes incoherencias y sentimientos confusos aún a flor de piel. De los que no entiendes ni quieres entender.
Pero al menos, esa noche, soñaría acompañado.
-Si.. perdón, es solo que.. -Una ligera risa afloro por su garganta, nervioso. -Hace mucho que no tengo, bueno, este acercamiento con nadie. Me estoy acostumbrando aún.
Había una modesta sinceridad en sus palabras. Ese hecho no era desconocido para ninguno de los dos pero igual se sentía bien poder volverlo a compartir. Encontrar su propia seguridad y ritmo en una relación que siquiera tenía nombre. Su cuerpo pronto se reacomodo en la cama ahora que dos personas tenían que ocupar el espacio de una y mientras pasaba uno de sus brazos por debajo de los de Nohlem para quedar abrazado en torno a su pecho, decidió hundir en un acto completamente egoísta su rostro entre las arrugas de su blusa. Sus manos quedaron sueltas, tendidas sobre la cama tras el gato, sin ningún intento de agarre firme, solo fue al poquito, cuando volvió a encontrar las palabras que se deslizó por su espalda para empezar a hacerle caricias suaves en forma de pequeños círculos.
-No.. lo sé, siento que a veces todo va demasiado rápido. No por ti, digo en general, simplemente estoy cansado. -respiró hondo ya acomodado, ahora que su voz apenas era un murmullo opacado bajo la tela de su compañero. -¿No lo prefieres tú también? Tener un poco de calma tras tanto… caos.
Su pelo quedaba ahora revuelto entre las sábanas, había crecido tanto que algunos mechones dispares alcanzaban ya la altura de sus hombros, solo que, ante la falta de espejos y cuidado propio no se había dado cuenta del paso del tiempo y de como, lo que en su día había sido un desconocido, ahora era la mejor almohada en la que descansar. Su respiración pronto se habituó a las ondas esponjosas del somier, calmada y suave mientras su conciencia bailaba entre la culpabilidad de dormirse tan pronto y la comodidad de verse tan bien arropado. Una de sus piernas se entrelazó entre las de Nohlem, creando un trampantojo aún más absurdo al no querer levantarse a colocar otra cama junto a la que estaban. A veces cuanto menor era el espacio era mejor, porque así, el abrazo se volvía una necesidad y no un mero capricho. Una justificación vaga al porqué decidir acostarse así. ¿Al fin y al cabo… eran solo amigos, verdad?
Dejó que los pensamientos se fundieran en su mente. Estaría medianamente atento para las primeras frases que el varmano le dedicara, una concentración que tardaría más bien poco en desaparecer, en cuanto sus parpados ya caidos terminaran de conquistar su mente con el placebo de una oscuridad acogedora.
-Gracias, por estar aquí…
Llegaría a murmurar, más como un pensamiento fugaz que como un intento de charla constructiva. Su suave abrazo quedaría debilitado y pronto saludaría a la noche venidera. No habría pesadillas, ni sueños turbios, no existirían recuerdos amargos, ni casas vacías, al contrario, esa vez, le ocuparía una alegría más sosegada. Caricias perdidas, el suave tacto ajeno y la pequeña fogata que creaban dos labios al juntarse. Soñaría con él, con un tonto gato naranja un tanto sarcastico pero muy atento. Soñaría con su risa, con sus chistes malos y con sus secretos contados a puertas cerradas. Con sus ojos esmeraldas, y con la sonrisa risueña que se le formaba cada vez que hablaba del piano, con el tacto valiente que le dedicaba a escondidas y con sus dulces colmillos cuando le arrancaba suspiros con ellos. Soñaría las piezas de un puzzle a medio construir, imágenes incoherencias y sentimientos confusos aún a flor de piel. De los que no entiendes ni quieres entender.
Pero al menos, esa noche, soñaría acompañado.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Dudas a puerta cerrada
15/10/24, 09:38 pm
—Claro, claro… —repitió con pizca de humor, agarrándose como clavo ardiente a casi cualquier cosa que le impidiera pensar en su tren de sentimientos—. Quiero decir, es normal, no es que este sea tampoco… el mejor lugar para entrar en ambiente.
Echó un vistazo significativo alrededor que lo mismo Ethan ni registraba por el ángulo. Su boca hizo una línea fina y apretada cuando el chico hizo mención a la velocidad de los hechos, a su cansancio y, sobre todo, a su pregunta. ¿Lo prefería acaso? Una pausa entre tanto caos podía ser de ayuda, sí… si no hubiera en su pecho un maremoto agitando todos los barcos del puerto justamente por esa calma. Había acudido a Ethan con la idea de meterse en otro huracán, porque era lo que a él le funcionaba, adrenalina por adrenalina, sentir únicamente su cuerpo y no su cerebro, pero había salido con más materia en la que pensar que antes. Una medicina con efecto rebote, por querer paliar unos síntomas ahora el malestar era otro.
—Sí —mintió—. Está bien. Se agradece.
La pequeña presa que había creado para contener esa primera oleada serviría de momento, pero la cercanía, el tacto, sus piernas entrelazadas… eran olas que le dificultaban el trabajo de construcción. Suerte que a Nohlem se le diera tan bien ser un idiota, disociar y disfrutar del momento con todos sus peros. Cerró los ojos para no ver al sujeto por el que ahora ronroneaba tímidamente, la cara bonita que le hacía cosquillas como un amante cariñoso y a quien se las devolvía como podía siendo su almohada y peluche improvisado. Si veía su bonito pelo asalvajado, sus párpados cerrados y sus largas pestañas negras que tanto resaltaban con el blanco de su piel, se estaría haciendo flaco favor. En contraposición a la paz de Ethan, sus latidos retumbaban como tambores de guerra lejanos.
Las gracias le hicieron abrir los ojos y ronronear más alto de la cuenta. El rubor le llegó a la punta de las orejas, y entonces supo que si quería protegerse del vendabal debía alejarse de él y dejarle fuera. Pero como ante todo Nohlem era tonto y egoísta, lo que hizo fue lo contrario: se dejó llevar por la inocente llamita que el humano prendía en su pecho. Que más adelante el puerto estuviera en llamas sería problema del Nohlem de mañana. Como tantas otras veces, ya encontraría un buen bombero emocional.
—Gracias a ti, flaco.
Echó un vistazo significativo alrededor que lo mismo Ethan ni registraba por el ángulo. Su boca hizo una línea fina y apretada cuando el chico hizo mención a la velocidad de los hechos, a su cansancio y, sobre todo, a su pregunta. ¿Lo prefería acaso? Una pausa entre tanto caos podía ser de ayuda, sí… si no hubiera en su pecho un maremoto agitando todos los barcos del puerto justamente por esa calma. Había acudido a Ethan con la idea de meterse en otro huracán, porque era lo que a él le funcionaba, adrenalina por adrenalina, sentir únicamente su cuerpo y no su cerebro, pero había salido con más materia en la que pensar que antes. Una medicina con efecto rebote, por querer paliar unos síntomas ahora el malestar era otro.
—Sí —mintió—. Está bien. Se agradece.
La pequeña presa que había creado para contener esa primera oleada serviría de momento, pero la cercanía, el tacto, sus piernas entrelazadas… eran olas que le dificultaban el trabajo de construcción. Suerte que a Nohlem se le diera tan bien ser un idiota, disociar y disfrutar del momento con todos sus peros. Cerró los ojos para no ver al sujeto por el que ahora ronroneaba tímidamente, la cara bonita que le hacía cosquillas como un amante cariñoso y a quien se las devolvía como podía siendo su almohada y peluche improvisado. Si veía su bonito pelo asalvajado, sus párpados cerrados y sus largas pestañas negras que tanto resaltaban con el blanco de su piel, se estaría haciendo flaco favor. En contraposición a la paz de Ethan, sus latidos retumbaban como tambores de guerra lejanos.
Las gracias le hicieron abrir los ojos y ronronear más alto de la cuenta. El rubor le llegó a la punta de las orejas, y entonces supo que si quería protegerse del vendabal debía alejarse de él y dejarle fuera. Pero como ante todo Nohlem era tonto y egoísta, lo que hizo fue lo contrario: se dejó llevar por la inocente llamita que el humano prendía en su pecho. Que más adelante el puerto estuviera en llamas sería problema del Nohlem de mañana. Como tantas otras veces, ya encontraría un buen bombero emocional.
—Gracias a ti, flaco.
- ♪♫♬:
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