- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Donde caben dos, caben tres
07/09/24, 12:46 pm
Sendar tenía razones suficientes para tomarse un respiro. La batalla contra la propia ciudad no era más importante que la mantenida contra Letargo, pero lo cierto es que de alguna manera estaban ganando. Cada vez poseían más comida, sus enemigos parecían ausentes y los libros encontrados en la Biblioteca les otorgaban un poder a la altura. Si olvidaba que había cumplido once años en silencio y que la Navidad y sus meses favoritos de frío habían pasado sin pena ni gloria, podía permitirse ser optimista. A veces hasta enterraba en sus pensamientos que en aquella habitación enfermiza habitó una chica como Aria.
Nada de ello impidió que su estudio de la magia se refinara por si las cosas volvían a torcerse. Ahora era capaz de crear barreras y levitar personas e incluso objetos pesados si se ponía tozudo. Pero todo eso requería confinarse tras los muros del torreón e hincar los codos con la ayuda de sus amigos. En un día como aquel, en cambio, solo sentía la necesidad de existir y salir de allí para escaparse al Palacete. Sabía que no podía porque quedaban pocas horas para el anochecer, así que tendría que contentarse con subir a la azotea para ver la inmensidad caótica de la ciudad.
Las manos del polaco agarraron la escalera para acceder con premura a la parte más alta. La brisa fresquita que azotó su cara no le sorprendió demasiado, tras meses preñados de tormentas espontáneas se había agenciado una sudadera color verde pino que le quedaba grande para resguardarse del frío. De hecho, hasta su cabello se encontraba recogido en un moño oscuro para que sus mechones agitados por el viento no le impidieran disfrutar las vistas.
—¡Ethan! —lo que si le pilló desprevenido fue encontrarse una compañía más que bienvenida. El chico parecía distraído con sus quehaceres, momento que aprovechó para andar rápido hacia él con los brazos estirados como las alas de un avión—. ¡FIIIUUUUUM! —finalmente el impactó fue contra el hombro del medio japonés, nada más que un golpecito suave de su nariz contra el tacto de su ropa—. ¡Holi! —volvió a saludar, estaba feliz porque últimamente Ethan se dejaba ver más. No era el único que parecía estar recuperando el ánimo—. ¿Estás haciendo más figuritas-trampa? —los ojos miel del churumbel se abrieron con asombro como siempre que le observaba mover los dedos con tanta soltura. En esta ocasión identificó lo que le parecía un colibrí, con su pico largo y todo. Cuando volvió a hablar lo hizo con un poco de recelo—. ¿Crees que podrías hacerme un burrito? Sé que ya no haces animalitos como antes pero... le llamaría... ¡Mentamiel! Y... otro día podrías hacerme a su novio, así no se sentirá tan solito... —su tono de voz no destilaba lástima alguna, más bien extrañaba el pequeño santuario que hacía tiempo coronaba el patio. Una mañana se encontraron cenizas de manera misteriosa donde debía haber infinitud de figuritas, pero no hacía falta ser muy listo para imaginar qué podría haber ocurrido.
La mirada del niño se desvió entonces a las calles ruinosas de Rocavarancolia, contemplado sus pasajes alargados y estrechos que rodeaban las proximidades de su hogar. Le pareció que el atardecer en aquel sitio no eran tan anaranjado como le gustaría, pero no le molestaba el gris de los nubarrones a lo lejos, tapando un sol ya débil que yacía apunto de acostarse para acabar el día. Era el único hecho innegable que le quedaba claro desde que llegó con su mono de renito. Las cosas terminaban, tarde o temprano.
—Es que... —sus manos ahondaron entre los bolsillos gigantes de su nueva prenda favorita, sacando un cadáver al que había cuidado con mucho mimo y al que le acompañó una mueca nostálgica—. Anastasia ha muerto, ayer me la olvidé en el filo de la bañera y se cayó dentro, ahora está así, fallecida —la verruga de papel que había tenido sus tiempos de gloria yacía ahora frágil—. Pobrecita, murió sola, nunca tuvo pareja porque Rambo era un bruto, seguro que se iba con otras grullas a cacarear por allí —rio por sus propias ocurrencias mientras le ofrecía una sonrisa a Ethan, no le importaba en absoluto que negara su petición. Se conformaba con charlar con él un rato, imaginando telenovelas en su cabeza. O historias secretas y ocultas no muy distintas a las que ocurrían entre los pasillos de Sendar cuando creían que cierta celestina infante no ataba cabos.
Nada de ello impidió que su estudio de la magia se refinara por si las cosas volvían a torcerse. Ahora era capaz de crear barreras y levitar personas e incluso objetos pesados si se ponía tozudo. Pero todo eso requería confinarse tras los muros del torreón e hincar los codos con la ayuda de sus amigos. En un día como aquel, en cambio, solo sentía la necesidad de existir y salir de allí para escaparse al Palacete. Sabía que no podía porque quedaban pocas horas para el anochecer, así que tendría que contentarse con subir a la azotea para ver la inmensidad caótica de la ciudad.
Las manos del polaco agarraron la escalera para acceder con premura a la parte más alta. La brisa fresquita que azotó su cara no le sorprendió demasiado, tras meses preñados de tormentas espontáneas se había agenciado una sudadera color verde pino que le quedaba grande para resguardarse del frío. De hecho, hasta su cabello se encontraba recogido en un moño oscuro para que sus mechones agitados por el viento no le impidieran disfrutar las vistas.
—¡Ethan! —lo que si le pilló desprevenido fue encontrarse una compañía más que bienvenida. El chico parecía distraído con sus quehaceres, momento que aprovechó para andar rápido hacia él con los brazos estirados como las alas de un avión—. ¡FIIIUUUUUM! —finalmente el impactó fue contra el hombro del medio japonés, nada más que un golpecito suave de su nariz contra el tacto de su ropa—. ¡Holi! —volvió a saludar, estaba feliz porque últimamente Ethan se dejaba ver más. No era el único que parecía estar recuperando el ánimo—. ¿Estás haciendo más figuritas-trampa? —los ojos miel del churumbel se abrieron con asombro como siempre que le observaba mover los dedos con tanta soltura. En esta ocasión identificó lo que le parecía un colibrí, con su pico largo y todo. Cuando volvió a hablar lo hizo con un poco de recelo—. ¿Crees que podrías hacerme un burrito? Sé que ya no haces animalitos como antes pero... le llamaría... ¡Mentamiel! Y... otro día podrías hacerme a su novio, así no se sentirá tan solito... —su tono de voz no destilaba lástima alguna, más bien extrañaba el pequeño santuario que hacía tiempo coronaba el patio. Una mañana se encontraron cenizas de manera misteriosa donde debía haber infinitud de figuritas, pero no hacía falta ser muy listo para imaginar qué podría haber ocurrido.
La mirada del niño se desvió entonces a las calles ruinosas de Rocavarancolia, contemplado sus pasajes alargados y estrechos que rodeaban las proximidades de su hogar. Le pareció que el atardecer en aquel sitio no eran tan anaranjado como le gustaría, pero no le molestaba el gris de los nubarrones a lo lejos, tapando un sol ya débil que yacía apunto de acostarse para acabar el día. Era el único hecho innegable que le quedaba claro desde que llegó con su mono de renito. Las cosas terminaban, tarde o temprano.
—Es que... —sus manos ahondaron entre los bolsillos gigantes de su nueva prenda favorita, sacando un cadáver al que había cuidado con mucho mimo y al que le acompañó una mueca nostálgica—. Anastasia ha muerto, ayer me la olvidé en el filo de la bañera y se cayó dentro, ahora está así, fallecida —la verruga de papel que había tenido sus tiempos de gloria yacía ahora frágil—. Pobrecita, murió sola, nunca tuvo pareja porque Rambo era un bruto, seguro que se iba con otras grullas a cacarear por allí —rio por sus propias ocurrencias mientras le ofrecía una sonrisa a Ethan, no le importaba en absoluto que negara su petición. Se conformaba con charlar con él un rato, imaginando telenovelas en su cabeza. O historias secretas y ocultas no muy distintas a las que ocurrían entre los pasillos de Sendar cuando creían que cierta celestina infante no ataba cabos.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Donde caben dos, caben tres
12/09/24, 10:34 pm
Cuando uno estaba habituado a vivir entre grises, hasta el más leve color cobraba un matiz llamativo. Allí, en lo alto de la azotea la ciudad seguía igual de descolorida, pero era gracias a la cotidianidad que poco a poco le encontraba gusto a esos tenues brillos. Era el balcón derruido de una casa lejana quien le hacía preguntarse si en su momento hubo alguien observando el horizonte como él lo hacía, o la plaza no muy lejana si en su día cánticos y bailes brillaban en una aldea próspera. Se preguntaba si el sol siempre había salido tan pálido y si las noches siempre habían sido tan solitarias, si quizá todas las historias que ahora eran ruinas fueron en su día el hogar para jóvenes con un mejor destino que el de ellos. Si su torreón había sido un descanso para estudiantes y la biblioteca un punto de encuentro común, si en el palacete se habían disfrutado de grandes fiestas y si en la bahía había un lugar donde la brisa del mar no fuera tan agresiva. Quizá en otro tiempo, otros colores bañaban ese cuadro y quizá en otro momento, no eran ellos la única vida que parecía manchar los intrincados grises del lugar.
Nohlem siempre le había recordado al turquesa que tiene un lago cristalino, uno donde sus aguas eran tan calmadas que podías dejarte abrazar por ellas, donde descansar y disfrutar de una comodidad tranquila. Nohlem era el azulado de un día sin nubes y el verde de un valle por el que querías pasear. Era la familiaridad de un bello campo de flores y la elegancia de una esmeralda recién pulida. Era el sabor de un té que tomabas en una escapada con tu amante y los susurros coquetos que solo podían compartirse en una mascarada. Era el roce gentil y travieso, eran los besos robados y los secretos que ocultaban tras la puerta cerrada. Era una belleza perfecta aún con la barba dejada y los rizos revueltos, la educación impoluta a pesar de estar explorando más allá de donde un amigo debería. Era una tonalidad tan bella y tan bonita que encandilaba hasta con el menor de los gestos, un ladrón de guante blanco que escondía en su sutileza que en verdad te estaba arrebatando el aliento.
Connor al contrario era un rosa incandescente. Le recordaba a los espectáculos de fuego donde el temor de jugar con un elemento tan peligroso se sumaba con la ilusión de ver cómo de bien estaba controlado. Era el rojizo intenso de un incendio pero el anaranjado de una hoguera en calma. Era vibrante como un día soleado y tan claro como el ánimo que daba pasear por la playa en pleno verano. Connor era la aventura, la adrenalina que te daba ante el peligro, la euforia de quien estando cerca de las llamas no temía ya quemarse. Era confort y era pasión. Eran los golpes contra paredes y los besos más agresivos. Era un combate que tenía un final aún más ajetreado, los suspiros rotos y la falta de aire. Era la inmensidad de su cuerpo, de cómo ambos quedaban apretados en lo que era una lucha muy alejada de las armas. Era esa sensación de sentirse atrapado y cautivado a partes iguales, de cómo parecía querer romper todas las reglas establecidas con cada toque robado. Era una tonalidad tan vivida que hasta con el mínimo gesto le hacía estremecerse, como si el mero hecho de juntarse con él significase estar al borde de un acantilado.
Pero claro, a pesar de todos los encuentros fortuitos con sus dos compañeros no había querido asimilar en qué punto estaba conforme con la situación. Había echado abajo una barrera que no podía reconstruirse como si tal cosa y en aquella mezcla tan colorida no acababa de ver claro ni cuál era su tonalidad, ni cómo de bien saldría combinar ambos matices. ¿Le gustaban? No quería ni pensarlo, su lado más egoísta se había contentado con los besos pero pasar de ahí significaba hacerse más daño del que estaba dispuesto a asimilar.
Por suerte la llegada del pequeño Aniol disipó parte de aquellos pensamientos y como si un nuevo color hubiera llegado para manchar el resto de grises su pequeño chaleco verde le sacó una animada y sincera sonrisa.
-Hola peque -Respondió con una risa, apartando sutilmente la figurita para rodear los hombros del niño en cuanto éste llegó a chocarle. -Era la idea si, aunque no se si esta es demasiado pequeña como para escribir nada en ella.
Mientras Aniol siguió hablando le ofreció el colibrí por si quería verlo de más cerca. Gracias a las runas había encontrado una balanza sana respecto a su hobby, ya no servían para honrar a los caídos pero al menos serían útiles para proteger a los que aún vivían. Era un trato justo donde se permitía volver a crearlas sin cargar con la culpabilidad de encontrarse ante un altar roto y aún así, cuando el polaco mencionó la muerte de Anastasia algo en su interior acabo de romperse. Como cuando un jarrón cae pero ya no queda nadie para recoger los trozos vacíos, ni para contemplar los restos de lo que una vez fue.
-Bueno no se si puedo hacerte un burrito, pero te puedes quedar si quieres con el colibrí. Entre nos -Le susurró un poco más bajito, como si fuera un secreto que no debía de compartirse. -Prefiero los pajaritos, me parecen más lindos.
Habría respondido también a lo del novio, pero en un lugar tan escabroso le parecía hasta cruel darle una pareja a un simple trozo de papel. Era como condenar su existencia a un amor trágico, uno que en la tierra le habría hecho hasta gracia pero que allí le traía una familiaridad con la que no quería tener nada que ver.
-Y no te preocupes por Anastia, ella… -Era de mi hermano, era el único recuerdo de su tumba, era un deseo para un muerto. -Vivió feliz contigo, no estaba sola. Antes… tenía otro dueño, uno que no jugaba tanto con ella… Estoy seguro de que estaría muy feliz de saber que la cuidó alguien tan simpático, agradable y divertido como tú.
Hizo algo de presión en un medio abrazo hosco para pegarle más a él como un intento de darle veracidad a sus palabras. Con su mano libre en cambio tomó lo que quedaba del papel colorido y bordado, lo miró en silencio como si eso fuera otra despedida. Aunque quizá lo era, quizá con ese último recuerdo estaba diciendo adiós a una vida que ahora se le antojaba tan lejana como un sueño extraño. Raros eran esos días donde madrugaba para visitar la tumba o donde ansioso seguía creando grullas para un hermano que sabía nunca iba a volver.
-Pero bueno, esto es como todo. Anastasia ya ha vivido mucho, ahora le toca a otro poder estar a tu lado. Tampoco creo que necesite una pareja, se valía muy bien por sí sola y desde luego que Rambo 1, 2, 3, 4 y 5 eran todos igual de brutos. -Su voz cambió, dramatizando las pausas para seguirle el juego al pequeño. -Ella era demasiado para él, tch, nunca iba a saber apreciar lo buena princesa que era, ni caso. Mejor sola que mal acompañada.
Nohlem siempre le había recordado al turquesa que tiene un lago cristalino, uno donde sus aguas eran tan calmadas que podías dejarte abrazar por ellas, donde descansar y disfrutar de una comodidad tranquila. Nohlem era el azulado de un día sin nubes y el verde de un valle por el que querías pasear. Era la familiaridad de un bello campo de flores y la elegancia de una esmeralda recién pulida. Era el sabor de un té que tomabas en una escapada con tu amante y los susurros coquetos que solo podían compartirse en una mascarada. Era el roce gentil y travieso, eran los besos robados y los secretos que ocultaban tras la puerta cerrada. Era una belleza perfecta aún con la barba dejada y los rizos revueltos, la educación impoluta a pesar de estar explorando más allá de donde un amigo debería. Era una tonalidad tan bella y tan bonita que encandilaba hasta con el menor de los gestos, un ladrón de guante blanco que escondía en su sutileza que en verdad te estaba arrebatando el aliento.
Connor al contrario era un rosa incandescente. Le recordaba a los espectáculos de fuego donde el temor de jugar con un elemento tan peligroso se sumaba con la ilusión de ver cómo de bien estaba controlado. Era el rojizo intenso de un incendio pero el anaranjado de una hoguera en calma. Era vibrante como un día soleado y tan claro como el ánimo que daba pasear por la playa en pleno verano. Connor era la aventura, la adrenalina que te daba ante el peligro, la euforia de quien estando cerca de las llamas no temía ya quemarse. Era confort y era pasión. Eran los golpes contra paredes y los besos más agresivos. Era un combate que tenía un final aún más ajetreado, los suspiros rotos y la falta de aire. Era la inmensidad de su cuerpo, de cómo ambos quedaban apretados en lo que era una lucha muy alejada de las armas. Era esa sensación de sentirse atrapado y cautivado a partes iguales, de cómo parecía querer romper todas las reglas establecidas con cada toque robado. Era una tonalidad tan vivida que hasta con el mínimo gesto le hacía estremecerse, como si el mero hecho de juntarse con él significase estar al borde de un acantilado.
Pero claro, a pesar de todos los encuentros fortuitos con sus dos compañeros no había querido asimilar en qué punto estaba conforme con la situación. Había echado abajo una barrera que no podía reconstruirse como si tal cosa y en aquella mezcla tan colorida no acababa de ver claro ni cuál era su tonalidad, ni cómo de bien saldría combinar ambos matices. ¿Le gustaban? No quería ni pensarlo, su lado más egoísta se había contentado con los besos pero pasar de ahí significaba hacerse más daño del que estaba dispuesto a asimilar.
Por suerte la llegada del pequeño Aniol disipó parte de aquellos pensamientos y como si un nuevo color hubiera llegado para manchar el resto de grises su pequeño chaleco verde le sacó una animada y sincera sonrisa.
-Hola peque -Respondió con una risa, apartando sutilmente la figurita para rodear los hombros del niño en cuanto éste llegó a chocarle. -Era la idea si, aunque no se si esta es demasiado pequeña como para escribir nada en ella.
Mientras Aniol siguió hablando le ofreció el colibrí por si quería verlo de más cerca. Gracias a las runas había encontrado una balanza sana respecto a su hobby, ya no servían para honrar a los caídos pero al menos serían útiles para proteger a los que aún vivían. Era un trato justo donde se permitía volver a crearlas sin cargar con la culpabilidad de encontrarse ante un altar roto y aún así, cuando el polaco mencionó la muerte de Anastasia algo en su interior acabo de romperse. Como cuando un jarrón cae pero ya no queda nadie para recoger los trozos vacíos, ni para contemplar los restos de lo que una vez fue.
-Bueno no se si puedo hacerte un burrito, pero te puedes quedar si quieres con el colibrí. Entre nos -Le susurró un poco más bajito, como si fuera un secreto que no debía de compartirse. -Prefiero los pajaritos, me parecen más lindos.
Habría respondido también a lo del novio, pero en un lugar tan escabroso le parecía hasta cruel darle una pareja a un simple trozo de papel. Era como condenar su existencia a un amor trágico, uno que en la tierra le habría hecho hasta gracia pero que allí le traía una familiaridad con la que no quería tener nada que ver.
-Y no te preocupes por Anastia, ella… -Era de mi hermano, era el único recuerdo de su tumba, era un deseo para un muerto. -Vivió feliz contigo, no estaba sola. Antes… tenía otro dueño, uno que no jugaba tanto con ella… Estoy seguro de que estaría muy feliz de saber que la cuidó alguien tan simpático, agradable y divertido como tú.
Hizo algo de presión en un medio abrazo hosco para pegarle más a él como un intento de darle veracidad a sus palabras. Con su mano libre en cambio tomó lo que quedaba del papel colorido y bordado, lo miró en silencio como si eso fuera otra despedida. Aunque quizá lo era, quizá con ese último recuerdo estaba diciendo adiós a una vida que ahora se le antojaba tan lejana como un sueño extraño. Raros eran esos días donde madrugaba para visitar la tumba o donde ansioso seguía creando grullas para un hermano que sabía nunca iba a volver.
-Pero bueno, esto es como todo. Anastasia ya ha vivido mucho, ahora le toca a otro poder estar a tu lado. Tampoco creo que necesite una pareja, se valía muy bien por sí sola y desde luego que Rambo 1, 2, 3, 4 y 5 eran todos igual de brutos. -Su voz cambió, dramatizando las pausas para seguirle el juego al pequeño. -Ella era demasiado para él, tch, nunca iba a saber apreciar lo buena princesa que era, ni caso. Mejor sola que mal acompañada.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Donde caben dos, caben tres
03/10/24, 12:11 pm
La risa de Ethan se sentía como una llovizna fina tras meses de sequía. Para el niño, quien había extrañado verle así después de aquellos tiempos tan difíciles, era todo lo que estaba bien en el mundo. Solo ellos dos. Con la brisa azotando sus cabellos, y una ciudad a sus pies que deseaba silenciarlos para siempre pero que hasta ahora no había podido.
Aniol aceptó que le concediera el colibrí en lugar de un burrito de papel sin mayor problema. Lo único que deseaba era entretenerse y cuidar del ave con la misma delicadeza que desprende una madre al sostener a su bebé por primera vez.
—Mentamiel tendrá una buena vida conmigo... —aseguró con ojos vivaces, como quien se encuentra firmando los papeles de adopción—. Le daré la vida que no pude darle a Anastasia... —el dramatismo empañó su voz, más era visible que se trataba de un pequeño juego personal. Más allá de la tristeza que exageraba le emocionaba el triple que esta vez sí fuera el primer dueño de una de las figuras del medio japonés. Le causaba curiosidad averiguar quién fue el primer portador de la grulla, pero la intriga murió en su silencio. Quería hablar de las personas que estaban allí, y si era posible secuestrar un poquito la atención de Ethan para él.
El churumbel alzó la barbilla con orgullo después de oír las últimas palabras del chico. Tenía toda la razón. Ninguna grulla necesitaba un gallo chulito y cacareador de las calles como lo fueron todas las versiones de Rambo. Fue una grulla fuerte e independiente. Mentamiel sería lo mismo pero en chico, no necesitaba pareja.
En última instancia rio bajito, pegando de nuevo su cabeza al hombro del medio japonés. Disfrutaba del mini juego tonto que se traían en ese atardecer.
—Mejor sola que mal acompañada —repitió cual loro—. No tiene nada de malo morir sola rodeada de muchos gatitos, como algunas de mis tías —exhaló, aunque ya no parecía tan convencido. El lado empalagoso y romántico de Aniol solía imponerse cada vez que trataba de alejarlo de sí mismo. De modo que su silencio solo precedió a sus propias dudas expresadas en voz alta—. Aunque... Ethan... en las películas siempre se casan todos... ¿Crees que algún día yo sí me casaré con un noviecito? —imposible que proyectara la clase de vida que anhelaba para Mentamiel en sí mismo, él disfrutaba de todas esas leyendas del hilo rojo, y de programas de citas que en ocasiones su madre le dejaba ver pero con el sonido de la tele en voz baja, para que no pudiera escuchar algunas barbaridades de los concursantes. En esas ocasiones jugaba a disparar su imaginación e inventarse las posibles conversaciones que se daban entre los comensales—. ¿Tú nunca has echado de menos... un chico? ¡Un chico guapo y atento! ¡Uno que pegue mucho contigo! —los gustos de su angelito de la guarda no eran mucho misterio para él. Si pensaba en Ethan dándole un beso a una chica le recorrían cien escalofríos.
Aniol aceptó que le concediera el colibrí en lugar de un burrito de papel sin mayor problema. Lo único que deseaba era entretenerse y cuidar del ave con la misma delicadeza que desprende una madre al sostener a su bebé por primera vez.
—Mentamiel tendrá una buena vida conmigo... —aseguró con ojos vivaces, como quien se encuentra firmando los papeles de adopción—. Le daré la vida que no pude darle a Anastasia... —el dramatismo empañó su voz, más era visible que se trataba de un pequeño juego personal. Más allá de la tristeza que exageraba le emocionaba el triple que esta vez sí fuera el primer dueño de una de las figuras del medio japonés. Le causaba curiosidad averiguar quién fue el primer portador de la grulla, pero la intriga murió en su silencio. Quería hablar de las personas que estaban allí, y si era posible secuestrar un poquito la atención de Ethan para él.
El churumbel alzó la barbilla con orgullo después de oír las últimas palabras del chico. Tenía toda la razón. Ninguna grulla necesitaba un gallo chulito y cacareador de las calles como lo fueron todas las versiones de Rambo. Fue una grulla fuerte e independiente. Mentamiel sería lo mismo pero en chico, no necesitaba pareja.
En última instancia rio bajito, pegando de nuevo su cabeza al hombro del medio japonés. Disfrutaba del mini juego tonto que se traían en ese atardecer.
—Mejor sola que mal acompañada —repitió cual loro—. No tiene nada de malo morir sola rodeada de muchos gatitos, como algunas de mis tías —exhaló, aunque ya no parecía tan convencido. El lado empalagoso y romántico de Aniol solía imponerse cada vez que trataba de alejarlo de sí mismo. De modo que su silencio solo precedió a sus propias dudas expresadas en voz alta—. Aunque... Ethan... en las películas siempre se casan todos... ¿Crees que algún día yo sí me casaré con un noviecito? —imposible que proyectara la clase de vida que anhelaba para Mentamiel en sí mismo, él disfrutaba de todas esas leyendas del hilo rojo, y de programas de citas que en ocasiones su madre le dejaba ver pero con el sonido de la tele en voz baja, para que no pudiera escuchar algunas barbaridades de los concursantes. En esas ocasiones jugaba a disparar su imaginación e inventarse las posibles conversaciones que se daban entre los comensales—. ¿Tú nunca has echado de menos... un chico? ¡Un chico guapo y atento! ¡Uno que pegue mucho contigo! —los gustos de su angelito de la guarda no eran mucho misterio para él. Si pensaba en Ethan dándole un beso a una chica le recorrían cien escalofríos.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Donde caben dos, caben tres
12/10/24, 09:53 am
Aniol tenía una cualidad nata completamente única en el torreón. Era capaz de absorber el sol tan solo usando su sonrisa y sus suaves palabras, convirtiéndose de golpe en el único foco de luz relevante. Claro que Ethan no era consciente de cómo esto afectaba su forma de relacionarse con el pequeño, desconocía por completo que entre el cariño y el apego ansioso a veces había una línea tan fina como superficial y que en su caso, hacía tiempo que se había rebosado. Ver al niño contento ya no era solo una alegría, era una necesidad, un intento de ver reflejado que todos sus esfuerzos por lograr que estuviera mejor no fueran en vano.
-¿Mentamiel? Me gusta, suena a dulce.
Preguntó por lo bajo tras escuchar el nuevo nombramiento, con la curiosidad continua de saber de dónde conseguía todos esos nombres. Anastasía había llegado a comprenderlo, era un cuento infantil, pero el de ahora sonaba más a un té suave. Quizá ese era el curso natural de las cosas, pasar de princesas a algo más material como era un alimento, omitir una fantasía y meramente convertirla en un recurso, como todas las figuritas que ahora contienen runas escritas en su interior.
La conversación viró entonces, alejándose de una historia meramente ficticia para convertirse en un anhelo personal. Ethan asintió en silencio, girando levemente el rostro para poder ver a Aniol recostado en su lateral. Era… complicado. No porque no creyese que el niño no pudiese conquistar el corazón de ningún chico más adelante, si no porque no sabía a ciencia cierta qué es lo que les esperaba precisamente, más adelante. No había más futuro que el de salir todos los días y conseguir regresar vivos al torreón, y la luna roja lejos de parecer la fecha de su liberación sonaba más a una límite, un final dolorosamente marcado.
-Claro que sí. -Mintió igualmente, tratando de ocultar la amargura tras una suave sonrisa. -Seguro que más adelante, cuando crezcas, encuentras a alguien guapo, atento y cuidadoso. Aunque obvio me tiene que gustar a mi también, eh?. No cualquiera merece salir con la increíble y guapísima princesa Ania. -Bromeó con una leve risa, mientras una de sus manos le revolvía el pelo con suavidad y cariño. Si el niño quería crear escenarios ficticios le animaría hasta el final, al fin y al cabo era lo que menos podía hacer. Se le hacía injusto que les hubieran arrebatado la posibilidad siquiera de pensar en un futuro normal, de ser meramente chavales con dramas propios de su edad. -Y yo… Bueno, a veces. ¿Sabes? Tuve un par de parejas en su día, pero ninguna acabó saliendo demasiado bien. Creo que soy demasiado torpe como para mantener nada serio con nadie, es que parece que no pero a veces es muy complicado.
Acabó confesando con un tanto de nostalgia, su vista perdida en el horizonte. Esa era su vida anterior, la que aún conservaba con Jasper y en la que aún no se estaba jugando el pellejo cada vez que recogían comida. Claro que, irónicamente está, al menos en temas amorosos, no se había quedado atrás, sus pensamientos giraron rápidamente hacía otras dos personas, unas más cercanas en tiempo y convivencia. Fue una imagen fugaz, pero bastó para quedarse anclada en su mente y ruborizar levemente sus mejillas, tiñéndose de una vergüenza con la que le era difícil lidiar.
-Pero… si, ¿A quién no le gusta sentirse a veces querido? -Se rió bajo, como un escape a su nerviosismo. Con una de sus manos libres acabó frotándose la mejilla en un intento de bajar el repentino calor. -Además, entre tú y yo, y solo entre tú y yo. Tenemos muchísimos chicos guapos en nuestro hogar.
-¿Mentamiel? Me gusta, suena a dulce.
Preguntó por lo bajo tras escuchar el nuevo nombramiento, con la curiosidad continua de saber de dónde conseguía todos esos nombres. Anastasía había llegado a comprenderlo, era un cuento infantil, pero el de ahora sonaba más a un té suave. Quizá ese era el curso natural de las cosas, pasar de princesas a algo más material como era un alimento, omitir una fantasía y meramente convertirla en un recurso, como todas las figuritas que ahora contienen runas escritas en su interior.
La conversación viró entonces, alejándose de una historia meramente ficticia para convertirse en un anhelo personal. Ethan asintió en silencio, girando levemente el rostro para poder ver a Aniol recostado en su lateral. Era… complicado. No porque no creyese que el niño no pudiese conquistar el corazón de ningún chico más adelante, si no porque no sabía a ciencia cierta qué es lo que les esperaba precisamente, más adelante. No había más futuro que el de salir todos los días y conseguir regresar vivos al torreón, y la luna roja lejos de parecer la fecha de su liberación sonaba más a una límite, un final dolorosamente marcado.
-Claro que sí. -Mintió igualmente, tratando de ocultar la amargura tras una suave sonrisa. -Seguro que más adelante, cuando crezcas, encuentras a alguien guapo, atento y cuidadoso. Aunque obvio me tiene que gustar a mi también, eh?. No cualquiera merece salir con la increíble y guapísima princesa Ania. -Bromeó con una leve risa, mientras una de sus manos le revolvía el pelo con suavidad y cariño. Si el niño quería crear escenarios ficticios le animaría hasta el final, al fin y al cabo era lo que menos podía hacer. Se le hacía injusto que les hubieran arrebatado la posibilidad siquiera de pensar en un futuro normal, de ser meramente chavales con dramas propios de su edad. -Y yo… Bueno, a veces. ¿Sabes? Tuve un par de parejas en su día, pero ninguna acabó saliendo demasiado bien. Creo que soy demasiado torpe como para mantener nada serio con nadie, es que parece que no pero a veces es muy complicado.
Acabó confesando con un tanto de nostalgia, su vista perdida en el horizonte. Esa era su vida anterior, la que aún conservaba con Jasper y en la que aún no se estaba jugando el pellejo cada vez que recogían comida. Claro que, irónicamente está, al menos en temas amorosos, no se había quedado atrás, sus pensamientos giraron rápidamente hacía otras dos personas, unas más cercanas en tiempo y convivencia. Fue una imagen fugaz, pero bastó para quedarse anclada en su mente y ruborizar levemente sus mejillas, tiñéndose de una vergüenza con la que le era difícil lidiar.
-Pero… si, ¿A quién no le gusta sentirse a veces querido? -Se rió bajo, como un escape a su nerviosismo. Con una de sus manos libres acabó frotándose la mejilla en un intento de bajar el repentino calor. -Además, entre tú y yo, y solo entre tú y yo. Tenemos muchísimos chicos guapos en nuestro hogar.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Donde caben dos, caben tres
15/10/24, 08:53 pm
El curso de acción que se desarrollaba en la azotea era todo lo que estaba bien en ese mundo. Se trataba de lo que buscaba con ahínco desde que había decidido encontrar al chico entre las inmediaciones del torreón. A Ethan le gustaba el nombre seleccionado para el colibrí y le brindaba una sonrisa igual de dulce que el mote al que se refería. Ambos reían con suavidad con el atardecer de un mundo desconocido saludando en el horizonte. ¿Lo veis? Se sentía como una mantita cálida sobre los hombros. Porque estar al lado del medio japonés no resultaba muy distinto a abrigarse.
—¡JA! ¡Por supuestísimo! —exclamó ante sus halagos con la barbilla bien alta por su autoestima inflada. Que encima mencionara a la Princesa Ania solo terminó de alegrarle, provocando que le diera un achuchón espontáneo mientras su cabello serpenteaba con la misma facilidad con la que afloraba su sonrisa—. ¡La heredera al trono siempre va a contar con su consejero real! ¡Cualquier niño malo con cara de cebolla que no pase tu prueba se va fuera! ¡Bien lejillos!
La charla pasaba de un lugar a otro a un ritmo pasmoso, pero los niños tienen la gracia de virar entre diferentes ángulos de un mismo tema con total simpleza. Como una ranita dando saltos entre nenúfares. Así que no tuvo problema en aterrizar de lleno en el pantano personal de Ethan cual mariposa ingenua y curiosa.
—¿Un par de parejas? ¿Eran guapos? ¿Mayores que tú? ¡¿Tienes FOTOS?! —preguntó, carente de sentido y casi pretendiendo que le mostrara alguna captura con su móvil inexistente. Los mofletes se le pusieron colorados por la expectación e intensidad. Con el amor y sus tejemanejes no podía evitar ser un poco Damian cuando le emocionaba algo, que solía ser a todas horas y la mayor parte del tiempo—. Pero pero pero... ¿Cómo de complicaduu? Si ser novios solo es darse besitos, los buenos días y las buenas noches.
Otro salto de ancas de rana lo depositó en un tono mucho más distendido. Aniol dejó que sus alveolos trabajaran con normalidad al tiempo que imitaba el gesto de Ethan y se frotaba las mejillas, en su caso no trataba de rebajar ningún calor repentino, solo se preguntó si se vería igual de bonito que Ethan haciendo eso mientras contemplaba un punto indeterminado.
—Muchísimos... muchísimos... —concedió, Sendar se encontraba plagado de un abanico de chicos muy diferentes. Ahora que tenía la mosca detrás de la oreja el asunto se le presentaba lo suficientemente interesante como para calmarse y prestar más atención, incluyendo una sonrisa pillina de medio lado—. Connor no es un principito para nada, más bien es como el guerrero del reino... ¡O el hererro! ¡Es duro, grande como una caravana de las de Damian! ¡Y muy fuerte para llevarte en volandas al altar! —los ojos le hacían chiribitas—. Rick es todo un caballerito de película, seguro que cortejaría sobre su corcel blanco... ¡Y con una rosa en la mano! Se le daría bien tener muchas novias con esos ojitos de colores si no estuviera siempre con ese mapaaaaaa —y si hubiera alguna unidad femenina en el torreón, ya puestos—. Y Nohlem... el elfito... —suspiró con lentitud, si tuviera un juguete para hacer pompas estaría soplando burbujas en forma de corazón—. Ethan... ¡Es tan guapo! ¡Incluso sus orejitas son monas! ¡¿Y has visto sus ojos?! A mí me recuerdan a un mantel de mi madre, siempre decía que lo había comprado en una mercería porque le recordaban al lago en el que mi abuela la enseñó a nadar. Además, sus pequitas son muy graciosas, si algún día se reencuentra con Olván... ¿Crees que dejará que se las cuente todas? —sus preguntas no iban cargadas de maldad, al contrario de lo que podía parecer. Su rostro en cambio no se despegaba de las diferentes expresiones que pudiera poner el chico. Que no se equivocara. Estaba en un examen sorpresa.
—¡JA! ¡Por supuestísimo! —exclamó ante sus halagos con la barbilla bien alta por su autoestima inflada. Que encima mencionara a la Princesa Ania solo terminó de alegrarle, provocando que le diera un achuchón espontáneo mientras su cabello serpenteaba con la misma facilidad con la que afloraba su sonrisa—. ¡La heredera al trono siempre va a contar con su consejero real! ¡Cualquier niño malo con cara de cebolla que no pase tu prueba se va fuera! ¡Bien lejillos!
La charla pasaba de un lugar a otro a un ritmo pasmoso, pero los niños tienen la gracia de virar entre diferentes ángulos de un mismo tema con total simpleza. Como una ranita dando saltos entre nenúfares. Así que no tuvo problema en aterrizar de lleno en el pantano personal de Ethan cual mariposa ingenua y curiosa.
—¿Un par de parejas? ¿Eran guapos? ¿Mayores que tú? ¡¿Tienes FOTOS?! —preguntó, carente de sentido y casi pretendiendo que le mostrara alguna captura con su móvil inexistente. Los mofletes se le pusieron colorados por la expectación e intensidad. Con el amor y sus tejemanejes no podía evitar ser un poco Damian cuando le emocionaba algo, que solía ser a todas horas y la mayor parte del tiempo—. Pero pero pero... ¿Cómo de complicaduu? Si ser novios solo es darse besitos, los buenos días y las buenas noches.
Otro salto de ancas de rana lo depositó en un tono mucho más distendido. Aniol dejó que sus alveolos trabajaran con normalidad al tiempo que imitaba el gesto de Ethan y se frotaba las mejillas, en su caso no trataba de rebajar ningún calor repentino, solo se preguntó si se vería igual de bonito que Ethan haciendo eso mientras contemplaba un punto indeterminado.
—Muchísimos... muchísimos... —concedió, Sendar se encontraba plagado de un abanico de chicos muy diferentes. Ahora que tenía la mosca detrás de la oreja el asunto se le presentaba lo suficientemente interesante como para calmarse y prestar más atención, incluyendo una sonrisa pillina de medio lado—. Connor no es un principito para nada, más bien es como el guerrero del reino... ¡O el hererro! ¡Es duro, grande como una caravana de las de Damian! ¡Y muy fuerte para llevarte en volandas al altar! —los ojos le hacían chiribitas—. Rick es todo un caballerito de película, seguro que cortejaría sobre su corcel blanco... ¡Y con una rosa en la mano! Se le daría bien tener muchas novias con esos ojitos de colores si no estuviera siempre con ese mapaaaaaa —y si hubiera alguna unidad femenina en el torreón, ya puestos—. Y Nohlem... el elfito... —suspiró con lentitud, si tuviera un juguete para hacer pompas estaría soplando burbujas en forma de corazón—. Ethan... ¡Es tan guapo! ¡Incluso sus orejitas son monas! ¡¿Y has visto sus ojos?! A mí me recuerdan a un mantel de mi madre, siempre decía que lo había comprado en una mercería porque le recordaban al lago en el que mi abuela la enseñó a nadar. Además, sus pequitas son muy graciosas, si algún día se reencuentra con Olván... ¿Crees que dejará que se las cuente todas? —sus preguntas no iban cargadas de maldad, al contrario de lo que podía parecer. Su rostro en cambio no se despegaba de las diferentes expresiones que pudiera poner el chico. Que no se equivocara. Estaba en un examen sorpresa.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Donde caben dos, caben tres
30/10/24, 11:03 pm
Ethan no pudo evitar reírse pues escondido en la ingenuidad del niño, había un aguijón que sabía perfectamente donde atinar para conseguir sacar algo de sustancia, o en este caso, algún que otro cotilleo. Sus anteriores parejas apenas habían sido anecdóticas, una había iniciado condenada al fracaso y la otra se había quedado en un esbozo a medio hacer. No eran más que los primeros pasos de una juventud en la que uno no paraba de darse de bruces contra nuevos obstáculos. Era normal, hacía tiempo que ya no les guardaba rencor a ninguno de ellos.
-Pff, bueno, a veces también significa más deberes. -Respondió con una sonrisa de medio lado ante unas afirmaciones demasiado dulces como para solo querer negarlas, no podía evitar querer edulcorar un poco la vida cuando ambos estaban cubiertos de harapos. -Ambos eran de mi edad, y no, es difícil tener aquí fotos, pero bueno, así a pronto hmmm… Digamos que el primero fue un poco borde, era alto, rubio, de ojos azules y jugaba a baloncesto en mi equipo. Simplemente no funcionó, era un poco tonto. -O más bien, nunca quiso asumir que su sexualidad no era la que él esperaba. -El segundo era más bajito, tez oscura y cabello rizado, guapisiimo, pero era del extranjero, al final tuvo que regresar a su hogar.
No comento todos los tejemanejes que había en medio, los corazones que se rompían y las discusiones que nunca llegaban a formularse. Se ahorró el disgusto que le dió enterarse de que su salida del armario, lejos de ser voluntaria, había servido de escape para las acusaciones de su primer ex, como sin sufrir represalias se sintió igualmente señalado ante un gusto que aún no se sentía preparado para compartir. Tampoco le dijo las dificultades que suponía navegar en una relación con un chico trans cuando aún no tenías bien definido si quiera como te veías a ti mismo, como experimentar se convirtió en un desafío cuesta arriba al darse cuenta de que ser el que tenía que dominar en esa relación le creaba más disgusto que alegrías. Que se fuera solo puso punto final a un plato que ya estaba servido frío.
Por suerte, esas relaciones eran agua pasada, problemas tan difuminados con el tiempo que se volvían meras anécdotas. En cambio… los de ahora… Su sonrisa se alteró tan sutil como un elefante que acababa de entrar en una tetería, se ensanchó prácticamente en el instante que menciono a Connor y a su vez, tembló, nerviosa. Pues en ella ocultaba un secreto que a veces no entendía cómo seguía tan bien guardado. Si es que el rojo de su rostro solo evidenciaba con cada nombre lo frágil que era su psique y como el enamoramiento torpe y descuidado le regalaba una emoción mínimamente feliz a la que agarrarse.
-Es… fuerte desde luego. -Pero lejos de pensar en un altar su mente viajó a todas esas veces donde lo empujaba contra la cama, donde sus manos sostenían con tanta firmeza sus caderas que bien podría romperle si quisiera, no le importaba. Apenas logró contener un suspiro en forma de risa corta. -Y grande, con diferencia el más grande de todos. -Pestañeo durante unos instantes, recordando donde estaba solo para rectificar. -Bueno, quiero decir que claro, claro, si, sería un estupendo herrero.
Parte de su nerviosismo bajó al escuchar sobre Rick, no porque mintiera, ni el joven no fuera atractivo, si no por lo fría de su relación y el respeto que le tenía a su orientación sexual. Podía apreciar su belleza pero hacía tiempo le había perdido cierto encanto, quizá involucrado el hecho de que era un imposible. Pero claro, siempre existía un tercero en desdicha, uno que le robaba tantos besos como el canadiense si no más, según el día que tuviera. Ethan escuchó atento hasta que la mención de Olvan le hizo fruncir el ceño en una mezcla de pensamientos tan fugaces como confusos. ¿Le daba… celos? ¿O era envidia? Era el hecho de que Nohlem tuviese a otra persona esperando, o más bien el anhelo de poder ser Olvan? Qué más daba, fuese cual fuese desde luego que no le acababa de resultar agradable.
-Ah… si, Olván, hace mucho que no habla de él. -Con razón pensó para sí, no le ibas a contar a un amante sobre otro, supuso. -Uhm, no sé, a ti te.. ¿Qué sabes de él? ¿Habéis hablado de todo esto? No sabía que, bueno, fuese a ser nada sería esa relación.
Chistó al aire, cantoso como él solo. Si los pájaros dejaban ver sus colores a la hora de flirtear, Ethan los estaba enseñando todos como evidencia de que eso ya había ocurrido. No dejó de abrazar a Aniol, pero su mano libre fue a juguetear con el papel de su lado, queriendo consumir su nervio en cualquier actividad que pudiera distraerle. Lo que le faltaba, ¿Y si Connor también tenía a alguien esperándolo a la vuelta? ¿Por que de golpe esa realidad le afectaba tanto?
-Pff, bueno, a veces también significa más deberes. -Respondió con una sonrisa de medio lado ante unas afirmaciones demasiado dulces como para solo querer negarlas, no podía evitar querer edulcorar un poco la vida cuando ambos estaban cubiertos de harapos. -Ambos eran de mi edad, y no, es difícil tener aquí fotos, pero bueno, así a pronto hmmm… Digamos que el primero fue un poco borde, era alto, rubio, de ojos azules y jugaba a baloncesto en mi equipo. Simplemente no funcionó, era un poco tonto. -O más bien, nunca quiso asumir que su sexualidad no era la que él esperaba. -El segundo era más bajito, tez oscura y cabello rizado, guapisiimo, pero era del extranjero, al final tuvo que regresar a su hogar.
No comento todos los tejemanejes que había en medio, los corazones que se rompían y las discusiones que nunca llegaban a formularse. Se ahorró el disgusto que le dió enterarse de que su salida del armario, lejos de ser voluntaria, había servido de escape para las acusaciones de su primer ex, como sin sufrir represalias se sintió igualmente señalado ante un gusto que aún no se sentía preparado para compartir. Tampoco le dijo las dificultades que suponía navegar en una relación con un chico trans cuando aún no tenías bien definido si quiera como te veías a ti mismo, como experimentar se convirtió en un desafío cuesta arriba al darse cuenta de que ser el que tenía que dominar en esa relación le creaba más disgusto que alegrías. Que se fuera solo puso punto final a un plato que ya estaba servido frío.
Por suerte, esas relaciones eran agua pasada, problemas tan difuminados con el tiempo que se volvían meras anécdotas. En cambio… los de ahora… Su sonrisa se alteró tan sutil como un elefante que acababa de entrar en una tetería, se ensanchó prácticamente en el instante que menciono a Connor y a su vez, tembló, nerviosa. Pues en ella ocultaba un secreto que a veces no entendía cómo seguía tan bien guardado. Si es que el rojo de su rostro solo evidenciaba con cada nombre lo frágil que era su psique y como el enamoramiento torpe y descuidado le regalaba una emoción mínimamente feliz a la que agarrarse.
-Es… fuerte desde luego. -Pero lejos de pensar en un altar su mente viajó a todas esas veces donde lo empujaba contra la cama, donde sus manos sostenían con tanta firmeza sus caderas que bien podría romperle si quisiera, no le importaba. Apenas logró contener un suspiro en forma de risa corta. -Y grande, con diferencia el más grande de todos. -Pestañeo durante unos instantes, recordando donde estaba solo para rectificar. -Bueno, quiero decir que claro, claro, si, sería un estupendo herrero.
Parte de su nerviosismo bajó al escuchar sobre Rick, no porque mintiera, ni el joven no fuera atractivo, si no por lo fría de su relación y el respeto que le tenía a su orientación sexual. Podía apreciar su belleza pero hacía tiempo le había perdido cierto encanto, quizá involucrado el hecho de que era un imposible. Pero claro, siempre existía un tercero en desdicha, uno que le robaba tantos besos como el canadiense si no más, según el día que tuviera. Ethan escuchó atento hasta que la mención de Olvan le hizo fruncir el ceño en una mezcla de pensamientos tan fugaces como confusos. ¿Le daba… celos? ¿O era envidia? Era el hecho de que Nohlem tuviese a otra persona esperando, o más bien el anhelo de poder ser Olvan? Qué más daba, fuese cual fuese desde luego que no le acababa de resultar agradable.
-Ah… si, Olván, hace mucho que no habla de él. -Con razón pensó para sí, no le ibas a contar a un amante sobre otro, supuso. -Uhm, no sé, a ti te.. ¿Qué sabes de él? ¿Habéis hablado de todo esto? No sabía que, bueno, fuese a ser nada sería esa relación.
Chistó al aire, cantoso como él solo. Si los pájaros dejaban ver sus colores a la hora de flirtear, Ethan los estaba enseñando todos como evidencia de que eso ya había ocurrido. No dejó de abrazar a Aniol, pero su mano libre fue a juguetear con el papel de su lado, queriendo consumir su nervio en cualquier actividad que pudiera distraerle. Lo que le faltaba, ¿Y si Connor también tenía a alguien esperándolo a la vuelta? ¿Por que de golpe esa realidad le afectaba tanto?
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Donde caben dos, caben tres
07/11/24, 12:20 pm
Tras la sonrisa de medio lado de Ethan, el pequeño desvió la mirada hacia la ciudad con un aire soñador. No le importaba la inexistencia de fotos, le bastaba con cerrar los ojos y poder imaginarse a esos chicos pintados en el aire, las palabras de su angelito de la guarda servían de guía: Rubio, alto y tonto. Moreno, bajito y huidizo. Su mente no lograba comprender todos los entresijos que escondían aquellas afirmaciones, pero pudo quedarse con la última palabra de cada uno lo suficiente para borrar su sonrisilla de la cara. Quizás no eran los príncipes que imaginaba, Ethan merecía alguien mejor. ¿A quién? Eso era difícil de descifrar, tenía un concepto tan alto de él que dudaba que alguien pudiera estar a su altura. Excepto quizá...
El polaco abrió los ojos en menos de un suspiro, poseía una capacidad impresionante para salir de sus ensoñaciones cuando la realidad era más llamativa que las proyecciones pomposas de su pequeño cerebro.
No hacía falta ser un lumbreras para discernir que el medio japonés se encontraba en un aprieto. La manera en que chistó al aire, el rubor de su rostro, el jugueteo que se llevaba con la mano libre. En cualquier otro tema de conversación cualquiera podría haberle engañado debido a su edad. Lo que nadie sabía es que tenía demasiadas temporadas de telenovelas turcas con su madre a la espalda. Y no es que fuera un poco más perceptivo en los andares de cupido... —que lo era— ni que Ethan se estuviera mostrando especialmente cantoso como una noria de feria repleta de luces en la oscuridad.
Es que sencillamente... deseaba agarrarse a algo tan agradable como un asunto que no le incumbía para nada por mucho que ni siquiera fuera un hecho veraz. Tanto le daba con tal de escapar del ambiente harapiento en el que ambos estaban sumidos.
No había tendido ningún anzuelo, pero Ethan se había adentrado en un bosque y había metido su pierna mala en una trampa con dientes de algodón. Una que se agarraría a él como un cepo y en el que rezaba un solo nombre: Aniol.
Tuvo que sacar todas sus dotes de interpretación, aunque si el medio japonés era intuitivo y empezaba a conocerle podría averiguar que su tono de voz no sonaba lo suficiente firme:
—¿De Olván? —¿Qué sabía de él? Que era un criado... o el hijo del cocinero, no mucho. Pero para lo que a él respectaba conocería a ese muchacho lo suficiente como para invitarle a casa de sus padres a tomar unos churros—. Lo sé... TODO —sus labios temblaron en un tic algo delatador—. Nohlem no para de hablar de él... que si es guapísimo... que si le habrá olvidado... el otro día se puso a llorar en el patio... porque a lo mejor está con otra persona —vale, a lo mejor se estaba pasando un poquito.
El aire distraído con el que fingía duró poco, pues el churumbel evitó su mirada por miedo a que le pillara el farol, y luego no fue capaz de contener su propia euforia de pólvora y fuegos artificiales.
—¡QUÉ ES BROMA! ¡Tonto! —el niño le cogió de las manos zarandeándolas de arriba a abajo como una montaña rusa—. ¿Por quéeee? ¿Por qué quieres saberlo? ¿Eh? ¿eh? ¿eh? ¿EH? ¿¡Es que TE GUSTA!? ¡TE GUSTA TE GUSTA! —por si alguien no se había dado cuenta, Aniol no estaba dejando margen a su propia interpretación. Lo estaba asumiendo todo, incluso pegaba unas imágenes recortadas de fotos a conveniencia solo para darle más sentido a lo que su emoción dictaba—. ¿Te gusta...? —sus labios esbozaron un susurro, siendo un poco consciente de que por mucho que se encontraran en la azotea tampoco podía ponerse a gritar—. ¿Nuestro elfito?.
El único detalle por el que no mencionaba al motero es porque no había relacionado ninguno de sus gestos de inquietud con Connor.
Aún.
El polaco abrió los ojos en menos de un suspiro, poseía una capacidad impresionante para salir de sus ensoñaciones cuando la realidad era más llamativa que las proyecciones pomposas de su pequeño cerebro.
No hacía falta ser un lumbreras para discernir que el medio japonés se encontraba en un aprieto. La manera en que chistó al aire, el rubor de su rostro, el jugueteo que se llevaba con la mano libre. En cualquier otro tema de conversación cualquiera podría haberle engañado debido a su edad. Lo que nadie sabía es que tenía demasiadas temporadas de telenovelas turcas con su madre a la espalda. Y no es que fuera un poco más perceptivo en los andares de cupido... —que lo era— ni que Ethan se estuviera mostrando especialmente cantoso como una noria de feria repleta de luces en la oscuridad.
Es que sencillamente... deseaba agarrarse a algo tan agradable como un asunto que no le incumbía para nada por mucho que ni siquiera fuera un hecho veraz. Tanto le daba con tal de escapar del ambiente harapiento en el que ambos estaban sumidos.
No había tendido ningún anzuelo, pero Ethan se había adentrado en un bosque y había metido su pierna mala en una trampa con dientes de algodón. Una que se agarraría a él como un cepo y en el que rezaba un solo nombre: Aniol.
Tuvo que sacar todas sus dotes de interpretación, aunque si el medio japonés era intuitivo y empezaba a conocerle podría averiguar que su tono de voz no sonaba lo suficiente firme:
—¿De Olván? —¿Qué sabía de él? Que era un criado... o el hijo del cocinero, no mucho. Pero para lo que a él respectaba conocería a ese muchacho lo suficiente como para invitarle a casa de sus padres a tomar unos churros—. Lo sé... TODO —sus labios temblaron en un tic algo delatador—. Nohlem no para de hablar de él... que si es guapísimo... que si le habrá olvidado... el otro día se puso a llorar en el patio... porque a lo mejor está con otra persona —vale, a lo mejor se estaba pasando un poquito.
El aire distraído con el que fingía duró poco, pues el churumbel evitó su mirada por miedo a que le pillara el farol, y luego no fue capaz de contener su propia euforia de pólvora y fuegos artificiales.
—¡QUÉ ES BROMA! ¡Tonto! —el niño le cogió de las manos zarandeándolas de arriba a abajo como una montaña rusa—. ¿Por quéeee? ¿Por qué quieres saberlo? ¿Eh? ¿eh? ¿eh? ¿EH? ¿¡Es que TE GUSTA!? ¡TE GUSTA TE GUSTA! —por si alguien no se había dado cuenta, Aniol no estaba dejando margen a su propia interpretación. Lo estaba asumiendo todo, incluso pegaba unas imágenes recortadas de fotos a conveniencia solo para darle más sentido a lo que su emoción dictaba—. ¿Te gusta...? —sus labios esbozaron un susurro, siendo un poco consciente de que por mucho que se encontraran en la azotea tampoco podía ponerse a gritar—. ¿Nuestro elfito?.
El único detalle por el que no mencionaba al motero es porque no había relacionado ninguno de sus gestos de inquietud con Connor.
Aún.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Donde caben dos, caben tres
17/11/24, 11:45 pm
La tensión le invadió tan rápido como Olvan volvió a ser nombrado, su mera presencia convertía un simple paseo en una horrorosa trampa de esas que, si pisabas mal, te condenaban a huir de una piedra gigante. Así se sintió cuando mencionó como Nohlem le había hablado más acerca de él, hasta que, fue Aniol quien pisó mal y al ver que ninguna trampa se activaba esa vez, sospecho de que aquella historia quizá no era del todo cierta. No veía a Nohlem llorando en el patio, le escamaba tanto como si Connor hubiera querido sincerarse en público. Ambos eran horrorosamente reservados a su manera e incluso en la intimidad sabía que el felino se contenía cuanto podía, ¿Por que iba pues a desfogarse en un sitio público cuando podía recurrir al baño o a la privacidad de una habitación?
Ethan levantó una ceja más confuso que certero, pues incluso si la mentira cada vez se le hacía más evidente una parte de él seguía viendo con tan buenos ojos al pequeño, que le costaba asimilar lo contrario.
-¿Lloró en el patio? -Preguntó de forma retórica, más como una segunda afirmación que como una interrupción. -Pero Olvan hasta lo que se no era…
Nada serio, un amante mejor dicho. Suponía que Aniol no tenía porque conocer ese tipo de relación y que el estar sin una etiqueta tampoco debía de eliminar el miedo a ser sustituido. Nada de eso le quitaba la inquietud, como tampoco lo hacían los gritos sonoros indicando la broma o el ver distraidas sus manos en un baile improvisado del pequeño. Durante unos instantes, tan ínfimos como lo que tardó Aniol en volver a hablar sus hombros se relajaron, solo para volver a tensarse de mala manera cuando tras una trampa llegó un ataque directo.
¨Te gusta¨
¿Le gustaba? Ethan tartamudeó de forma irrisoria a la par que, como si fuera una olla exprés sometida a demasiada presión su tono níveo se tiñó de un saturado rojizo. Gustar eran palabras mayores, pero claro que algo le despertaba cuanto tanto engranaje empezaba a funcionar por tan solo una tonta pregunta infantil.
-No no, haber, espera, esperaaaa… -Consiguió empezar a decir apurado, en cuanto el niño levantó la voz le salió taparle la boca con ambas manos en un gesto suave que tampoco duró demasiado. -¡Aniol por dios! baja la voz que te van a oír..
¿Quién? Sus propios miedos seguramente. Ethan desvió al momento la mirada, demasiado ruborizado como para poder ver directamente al Polaco. Le había pillado, de todos los del torreón que podían haberlo hecho, había sido el crío, el mismo que el primer día le había emparejado con una chic… ¿que?. Respiró hondo, muy malamente, antes de que la sonrisa se le desbordara por el rostro como un reflejo de la contraria.
-¡Vamos a… no, no es tan así!. No es lo que te piensas, no. -Sus ojos rodaron de un lado a otro, buscando cualquier salida plausible que no fuera tirarse por el tejado. -No es… -Nada, acabó filtrando el aire entre sus dientes, rendido. -Vale, no, no se si me gusta. Me he.. Bueno, nos hemos besado, vale, me has pillado pero no…. No fue nada serio.
Ignoró a posta que no había sido solo una vez, ni con una sola persona. Dios esperaba muchas cosas, pero no que el torreón se hubiera convertido en un extraño tinder improvisado.
Ethan levantó una ceja más confuso que certero, pues incluso si la mentira cada vez se le hacía más evidente una parte de él seguía viendo con tan buenos ojos al pequeño, que le costaba asimilar lo contrario.
-¿Lloró en el patio? -Preguntó de forma retórica, más como una segunda afirmación que como una interrupción. -Pero Olvan hasta lo que se no era…
Nada serio, un amante mejor dicho. Suponía que Aniol no tenía porque conocer ese tipo de relación y que el estar sin una etiqueta tampoco debía de eliminar el miedo a ser sustituido. Nada de eso le quitaba la inquietud, como tampoco lo hacían los gritos sonoros indicando la broma o el ver distraidas sus manos en un baile improvisado del pequeño. Durante unos instantes, tan ínfimos como lo que tardó Aniol en volver a hablar sus hombros se relajaron, solo para volver a tensarse de mala manera cuando tras una trampa llegó un ataque directo.
¨Te gusta¨
¿Le gustaba? Ethan tartamudeó de forma irrisoria a la par que, como si fuera una olla exprés sometida a demasiada presión su tono níveo se tiñó de un saturado rojizo. Gustar eran palabras mayores, pero claro que algo le despertaba cuanto tanto engranaje empezaba a funcionar por tan solo una tonta pregunta infantil.
-No no, haber, espera, esperaaaa… -Consiguió empezar a decir apurado, en cuanto el niño levantó la voz le salió taparle la boca con ambas manos en un gesto suave que tampoco duró demasiado. -¡Aniol por dios! baja la voz que te van a oír..
¿Quién? Sus propios miedos seguramente. Ethan desvió al momento la mirada, demasiado ruborizado como para poder ver directamente al Polaco. Le había pillado, de todos los del torreón que podían haberlo hecho, había sido el crío, el mismo que el primer día le había emparejado con una chic… ¿que?. Respiró hondo, muy malamente, antes de que la sonrisa se le desbordara por el rostro como un reflejo de la contraria.
-¡Vamos a… no, no es tan así!. No es lo que te piensas, no. -Sus ojos rodaron de un lado a otro, buscando cualquier salida plausible que no fuera tirarse por el tejado. -No es… -Nada, acabó filtrando el aire entre sus dientes, rendido. -Vale, no, no se si me gusta. Me he.. Bueno, nos hemos besado, vale, me has pillado pero no…. No fue nada serio.
Ignoró a posta que no había sido solo una vez, ni con una sola persona. Dios esperaba muchas cosas, pero no que el torreón se hubiera convertido en un extraño tinder improvisado.
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