Sede de los Taumaturgos (Archivo II)

-Bien, pues todo aclarado.-resumí, frotando las manos.-Voy a asearme y a preparar algo de cena. Mañana saldremos a buscar los ingredientes. Buscaré el mercado en el mapa, que aún no estuve.

Pensaba pasar por la botica también, claro, por el tema de no tener una sola moneda. El plan era o bien primero botica y luego mercado o bien al revés, para, a la hora de negociar con Dama Urticaria, saber cuánto costaban las cosas en la ciudad.

Sin embargo, al día siguiente no sólo encontré el mercado en el mapa (aunque DL sabía dónde estaba, como me enteré más tarde), sino también una "Casa de los Dulces" que no conocía. Lo hablé con el foner en el desayuno y coincidimos en ir primero allí, pensando que sería un sitio más especializado en el tema <<Lo cual es extraño... Aunque si tenemos en cuenta la Botica o la Bodega, ¿por qué no?>> Así que, una vez organizado el plan del día, salimos de la torre, cada uno con sus respectivas cosas.

-¿Convertirnos en dulces? No, gracias.

Sigue en la Casa de los Dulces.




*La Digna estaba ausente así que de momento lo dejo, si tengo que editarlo ya lo haré

No dijo nada mas solo volvió a su cuarto para poder recuperar su aspecto normal y sacarse la armadura, o mas concretamente deshacerle. Tras terminar con aquello bajo a darse una ducha y luego a cenar. Posteriormente como hacia todos los días estuvo practicando un poco de magia en su cuarto antes de acostarse.

Ya al día siguiente tras levantarse y desayunar se puso un poco al día con Skarog y decidieron el plan de ese día.

-Yo ya estuve en el Mercado, podría acompañarte luego- añadió cuando ya se disponían a salir a esa Casa de los Dulces que el helión había encontrado y que como la mayoría de casa de aquella ciudad que venían en el mapa, le daba mal augurio. Había casas que te cambiaban de sexo y otras que te comían, así que dudaba mucho que la casa de los dulces, a pesar de su empalagoso nombre, fuese una casa benigna- Skarog, preparémonos para posiblemente encontrarnos con una casa que nos quiera convertir en dulces, como mínimo -comento medio en broma medio en serio saliendo junto a este de la Sede.

Sigue en la Casa de los Dulces.

Zmey llevaba una camiseta negra ceñida de cuello alto, y unos pantalones pardos sujetos con correas de cuero. Se había duchado después del entrenamiento y había pasado un rato delante del espejo cortándose el pelo que ya le empezaba a molestar. Llevaba casi toda la cabeza rapada a excepción del flequillo y se había entretenido en hacerse motivos de llamas cercade las sienes. Satisfecho con el resultado, limpió elpelo de la pila y lanzó un hechizo de levitación a los libros apilados a los pies de su cama. Se le habían ido acumulando en las últimas semanas, y ya iba siendo hora de devolverlos.

Abajo en la cocina, Yoel chamuscaba un par de jureles para desayunar. Andaba medio dormido, pues estaba acostumbrado al horario sinhadre y a aquellas horas de la mañana el tendría que estar en la cama.

-Hola- saludó Zmey secamente dejando los libros sobre la mesa y sentándose. Yoel le respondió con un gruñido.

Había una cesta con pan tostado, la mitad normal y la otra casi calcinada. Zmey cogió una de las rebanadas que le tocaban y le  untó melaza.

-Hoy te llevo de excursión- dijo con una sonrisa, Yoel le miró con suspicacia- Será la primera vez de salgas a la ciudad. ¿No es emocionante?

Yoel sirvió los jureles en dos platos y los puso en la mesa, sentándose él también. No sabía muy bien cómo debía sentirse. No le gustaba estar encerrado pero tampoco le hacía gracia la idea de pasear por una ciudad de monstruos, por mucho que Zmey le asegurase de que con él estaba a salvo. << El único que puede dañarte soy yo>> le había dicho en tono de broma, lo cual había hecho que a Yoel se le pusiesen los pelos de punta.

-No... ¿no es peligroso?

Zmey miraba atentamente su expresión, con curiosidad. Su humor había mejorado notablemente apenas un par de días atrás, cuando en un arrebato había ofrecido a Yoel devolverle sus ojos, cosa que el chico había aceptado sin dudar. Luego había empezado a dedicar su tiempo libre a investigar sobre hechizos de modificación corporal, y parecía planear ir cambiando si aspecto físico progresivamente. << Voy a dar miedo>> comentaba entre risas de tanto en tanto.

-Vamos, ni los cosechados viven encerrados en su torreón toda su criba. Hay que salir, o nos volveremos locos. Tú te volverás loco, y ya tenemos bastante conmigo.

Yoel frunció el ceño, pero se acabó el desayuno y fue a cambiarse a ropa de calle como Zmey le había dicho. Se puso unos pantalones pesqueros rasgados y una sudadera morada. No se acababa de acostumbrar a la temperatura de la ciudad. También de colgó al cuello un colgante protector que le había hecho su secuestrador. No entendía muy bien cómo funcionaba, pero sabía lo esencial; que se activaba cuando lo presionabas.

Bajó a la cocina donde Zmey le esperaba comiéndose una fruta. Como era de esperar, le hizo cargar con buena parte de los libros.

Sigue en la Cicatriz de Arax.

Karime apenas prestó atención a la gente al llegar a la sede, ya que se fue directamente a la cama a dormir la borrachera. Cosa de la que se arrepintió esa misma tarde al despertarse cuando se enteró de todo lo ocurrido con Yrio y Alder. Había estado hablando largo y tendido con su amiga y entendía en cierta manera como se sentía. Tal y como ella lo entendía, la relación edeel-aurva se asemejaba a la que ella tenía con Ilol, por lo que, aunque no de la misma manera, la libense también censuraba la actuación de Yrio. A Karime le había dolido el cambio del sinhadre. Había empezado a pensar que de verdad Yrio estaba muriendo y que solo estaba quedando Zmey, el cual ni conocía ni mucho menos era su amigo. Karime, que odiaba esa situación, había aprendido a ignorarla y, con ella, también al sinhadre, ya que su mente no podía entender como un niño como Yrio se había convertido en el loco de Zmey.

La licántropa había pasado los siguientes días ultimando preparativos, entrenando y leyendo y releyendo lo necesario. La loba se había hecho con una colección importante de libros, no solo de lucha, sino también de historia y costumbres de otros mundos, incluyendo Rocavarancolia, del que tenía la colección más amplia. Le interesaban sobre todo las referencias lobunas de otros mundos y las relaciones de Rocavarancolia. Últimamente, aunque lo había aparcado por el momento hasta después de su examen, había estado interesada en la alquimia, ya que todas las noches practicaba su puntería con sus dardos y había decidido darles un toque mortífero. Atol le había hablado de dama Urticaria, una alquimista que quizás podía enseñarle lo que buscaba, a la que había planeado visitar en un futuro próximo. El libense también le había comentado que, al igual que ella, pretendía presentarse a las pruebas para el ejercito a lo que ella había contestado con un “Suerte, si es contra mí la vas a necesitas” luego de felicitarlo por su audacia y determinación.

Se encontraba en ese momento entrenando la pelea con armas cuerpo a cuerpo intercalando transformaciones, cosa que le resultaba bastante incómoda ya que cuando volvía a ser libense tenía que recoger sus armas del suelo. Aunque ella sabía que en los próximos días eso iba a cambiar. Cuando oyó la llamada se encontraba algo cansada, así que no se cuestionó que la visita fuera únicamente para libenses y se lo tomó como un descanso. Al verla aparecer por las escaleras cualquiera podría reconocerla como libense, no solo por la apariencia, sino porque, como siempre, su ropa de entrenamiento consistía en un sujetador hecho con tiras de telas que, aunque sujetaba, dejaba al descubierto los pechos, y unos pantalones cortos. Aunque, en realidad, se había vestido solo por si se trataba de una visita importante, ya que, debido al entrenamiento, había tenido de practicar completamente desnuda.


Su vista, como ya era costumbre, viajó a los cuerpos de los visitantes, encantada con lo que su vista le regalaba, pero su sonrisa picara murió antes de asomarse por su boca. No solo había reconocido a la mujer como libense, sino que además estaba claro que era una andrógina. Luego de unos segundos apartó su vista de las orejas y miró a la libense. Adoptó una actitud de respeto y firmeza, como si se encontrara ante su superior del ejército.

- Karime, hija de Kirina, licántropa.- se presentó.- ¿A quién tengo el gusto de dirigirme?

Pensaba pasar directamente a mi cuarto y acabar con lo que quisieran cuanto antes, pero en cuanto entramos en la sede me encontré con dos personas que no conocía.
A la primera la identifiqué como libense, o al menos por la ropa fue lo que me pareció. El segundo destaco más por su transformación: Un incubo, a secas, y no de las pesadillas, algo que detecté casi al instante, y que me hizo sentirme incómodo a esa misma velocidad.
Tardé algo más en reconocer a Karime, que se encontraba conversando con la primera. El por qué no lo sabía, pero seguramente sería algo relacionado con su mundo.

Los demás se pararon al reconocer a la pareja, y a mi pesar no me quedo otra que esperar a que terminaran de hablar. Dirigí una mirada interrogante a la licántropa, pero aparte de eso no hice nada más, salvo esperar.

Por el camino, el sueco se había lanzado un hechizo de limpieza sobre la sangre seca que tenía en el brazo. Como pensaba que irían al cuchitril, tenía intención de limpiárselo allí con agua, pero el cambio de planes lo obligó a emplear magia, Las heridas, en cambio, las dejó a su aire para que se recuperasen con su regeneración innata, la cual ya había empezado a hacer efecto.

El draco compuso una expresión de sorpresa al comprobar que había más gente conocida en la sede de la que esperaba. Vio que estaban hablando con Karime, pero hacía mucho tiempo que no veía a Mánia y consideró que debía saludarla, al menos. A Vlad lo había visto hacía menos tiempo y no tenía precisamente ganas de cruzarse con él de nuevo. Inmediatamente también se preguntó si la bruja no les guardaría alguna clase de rencor debido a su desinterés por Libo cuando les había ido a pedir ayuda. El draco seguía viendo todo aquel asunto como una hipocresía en toda regla y estaba bastante seguro de que la supuesta alianza se rompería cuando a Rocavarancolia le pareciese oportuno. Pero el hecho era que en la actualidad Mánia había logrado su objetivo. Trató de mantener su expresión lo más neutra posible, no obstante, al dirigirse a la pareja, cosa que hizo tras saludar brevemente a la licántropo, de la cual ya ni siquiera se soprendió de su escasez de ropa teniendo en cuenta que en su última visita a la sede había permanecido completamente desnuda todo el tiempo.

—Cuánto tiempo, Mánia, durante la fiesta estuvimos hablando un rato con Vlad pero a ti no te vimos —dijo a modo de saludo.
No supo qué más decir. La bruja autocinética había convivido con Giz y él en Letargo, pero se habían tratado más bien poco. Y desde luego no pensaba felicitarla por el asunto de Libo ni sacar el tema.

Por el camino, Giz no se quitó la idea de que parecía que estuvieran escoltando al vampiro a una prisión o algo por el estilo. La realidad, ciertamente, tampoco difería mucho de eso. Una vez estuvieron en la Sede, se sorprendió al ver un par de visitantes extra. Vlad no había cambiado en absoluto, pero Mania parecía otra persona diferente. Alzó la mano a modo de saludo. Giz dudaba que su carácter hubiera cambiado mucho con las apariencias y todavía no la tenía en mucha estima.

—¿Todo bien?—preguntó por pura cortesía.

Gael daba gracias que con un cuerpo muerto no se pudiese sonrojar. Aquella pequeña visita a la sede, que hacía tanto que no pisaba, se llenó de imprevistos al encontrarse allí a Mánia, a quien hacía tiempo que no veía, a Vlad, el íncubo de la fiesta, y a la libense licántropa. Y abundaba la carne al aire, por no hablar del efecto inevitable de la presencia del íncubo. Le costaba encontrar donde clavar su mirada para no incomodar a nadie, pero le daba la impresión de que con los libenses el único incómodo siempre era él. Optó por hacer como que allí no pasaba nada, y saludó a Mánia con una leve sonrisa, por ser con quien había tenido algo más de trato, y a Vlad y a la licántropa a continuación, educadamente. En realidad, hubiera preferido encontrarse la sede tan vacía como solía estarlo antaño, pero era mejor no sacar eso a relucir. Notó que su caso no era la excepción, y por ser él quien menos trato tenía con aquella gente intentó sacar de allí al grupo que venía del mercado, no queriendo parecer rudo aun así.
—Bueno, ¿dónde nos metemos a hablar? —preguntó al vampiro rápidamente, mirando hacia las escaleras.

Karime mantuvo un silencio respetuoso mientras hablaba la embajadora, intentado ocultar sus emociones con nefastos resultados. La emoción que sintió ante la perspectiva, no solo de volver a Libo y tener una audiencia con la Reina Madre, sino de hacerlo por todo lo alto. La libense asintió seria a la embajadora, en un claro gesto de afirmación ante su petición de entregarle la invitación a Atol y cogió los sobres que le tendía el incubo.

Todavía se encontraba intentando mantener la compostura mientras pensaba a quién de su manada invitaría primero a acompañarla, cuando perdió la compostura del todo.

- ¿Ilol? ¿¡Ilol ha estado aquí, en Rocavarancolia!?- comenzó a preguntar con los ojos abiertos como platos y muy emocionada.- ¿Sabe que estoy aquí? ¿Sabe lo que soy? ¿Hablas te con él? ¿Te preguntó sobre mí?

Cuando entraron los cuchitrileros y Pablo en la sede, Karime se percató de cómo se había comportado y enseguida volvió a guardar las formas, aunque no pudo evitar mantener su sonrisa. Guiñó el ojo pícaramente a los recién llegados, más porque no se sintieran a salvo que por estar de humor para tontear. En realidad se encontraba de mucho mejor humor que eso. La libense estaba deseando prepararse para el viaje a Libo, contárselo a todos sus amigos y a Atol, por supuesto.

Mientras hablaban los conocidos, Karime se deslizó al lado de Pablo y con más alegría de la acostumbrada le invitó sugerentemente a esperar con ella.

Noel esbozó una sonrisa para corresponder a la que les dedicaba Mánia mientras hablaba. Le sorprendió un poco verla tan seria para lo que solía ser ella, parecía que no había cambiado solo su aspecto. A Vlad apenas le dedicó una mirada de reojo, preguntándose cómo era posible que el "señor conde" al que había conocido durante la criba hubiera acabado prácticamente de sirviente. No es que no le resultase divertido, de todas formas.
—A nosotros no nos va mal tampoco, cada vez nos surgen más encargos —explicó brevemente después de que la bruja les contase a lo que se había estado dedicando—. Sí... ya nos veremos, ya veo que estás muy ocupada —añadió para dar por finalizada la conversación.
A continuación se acerco a Pablo, a quien Gael ya le había preguntado por el lugar donde hablarían.
—Disculpa la interrupción, Karime. —Inmediatamente después se dirigió al vampiro—. Tú dirás.

Mientras esperaba, aparte de tratar de ignorar la mirada del íncubo, también me tocó hacer lo mismo con Ka. “Lo que faltaba. Como si no tuviera bastante ya... ¿Ahora va a haber cola para violarme?” Pero estaba pasando algo más, algo que no terminaba de comprender.

El entusiasmo de la libense era claramente palpable, a pesar de sus intentos por mantener la compostura, pero además de eso pasaba otra cosa. No era solo que viera ese entusiasmo, sino que tenía la sensación de que podía notarlo ¿O quizás olerlo? “Qu... que... ¿Esto es cosa suya?” Pero no lo parecía, no era algo que ella hiciera. “Lo que pasa es que tiene el pulso acelerado... Un momento ¿Y por qué se eso?”
Pestañeé unas cuantas veces confundido totalmente, y cuando Noel dijo que guiara ni siquiera desconfié del draco. -Eh... ah si. Por aquí-
Guié al grupo hasta la puerta de mi habitación, y tras abrirla y desactivar el campo de fuerza les invité a pasar.

No había mucho que destacar del cuarto: Una mesa, una silla, armario, cama y baúl. Tal vez llamara al atención que tenía ventana por el hecho de que fuera un vampiro. La mesa por cierto estaba llena de apuntes, y también tenía sobre ella varias piezas del metal irrense, algunas moldeadas ya, pero sin tener aun una forma definida.

-Bueno, solo hay una silla. Si alguien quiere sentarse es libre de hacerlo. ¿De qué queríais hablar?-

Giz se alegró de dejar abajo a la bruja y al íncubo. Le incomodaba la influencia del segundo, se había encariñado toda su vida a eso de mantener las hormonas a raya y la presencia de un íncubo ayudaba a mantener dicho cariño. Entró a la habitación con la gola abierta y examinó las paredes con la mirada. No había pasado por alto las marcas de explosiones en la puerta.

—¿De quién te proteges?—Probablemente la única pregunta que haría Giz.

La libense dedicó un gesto sugerente a todo el grupo que desapareció de la estancia a modo de despedida. Luego se aclaró la voz y adoptó la misma actitud de respeto y seriedad que había usado en un principio.

- Informaré a mi congénere, le entregaré su invitación y ambos estaremos preparados para el día indicado para el viaje.- informó con solemnidad.- Sé que también hablo en nombre de mi compatriota cuando digo que nos sentimos honrados.

Quedó estática en su posición, bien esperando nuevas órdenes, bien esperando a que sus visitantes se retiraran. Los planes de la loba se habían adelantado y todavía quedaba mucho que hacer y muchas personas con las que hablar.

Cuando todos hubieron entrado, observé como el goliat iba abriendo y cerrando la gola, detectando todas las medidas defensivas del cuarto imagino.
-De mi vecino, el poltergeist. Llevamos en guerra desde hace meses, no importa. No ha logrado entrar en la habitación ni una vez hasta ahora, ni pienso dejarle.

Como nadie se sentaba, al final lo hice yo, mientras esperaba a que me preguntaran lo que fuera.