Torreón Maciel (Archivo VII)

Eara estaba lo suficientemente contenta con su descubrimiento, así como preocupada por qué pasaría con Ayne, como para no tratar de ignorar la discusión de Tesón y Hal. Asimiló que la magia cansaba y se dio cuenta enseguida de que entonces su capacidad poco tenía que ver con la del carabés o Twix, porque un solo hechizo ya se había dejado notar, aunque se creyese todavía capaz de hacer más. Eara quería explorar sus límites, sin embargo ya habría tiempo para ello. Primero era necesario descifrar más hechizos, y ella no era propietaria de ninguno de los libros.

Agradeció las felicitaciones por su recién descubierta habilidad con una sonrisa tímida y anunció que debía empezar a hacer la comida, cosa que aprovechó para distraerse de la pelea por el libro. Entre tanto había llegado Kirés y, mientras sacaba ingredientes de las cestas, fue testigo de su capacidad para hacer magia. No eran pocos los magos del torreón, pero para los incapaces aquel era un pobre consuelo. Se trataba de un bache difícil de salvar, y Eara era muy consciente de la decepción que sentían todos ellos.

Cortaba verduras cuando Hal se unió al grupo alrededor de la mesa de la cocina. Solo le dedicó una mirada de reojo a Tesón cuando salió al patio y continuó a lo suyo soltando un suspiro. Empezó a pensar también en Armonía, que seguía con Arik. «En cuanto esté lista la comida me cambiaré con él». El chico ya llevaba suficientes horas allí arriba.

Entonces llegó un grito desde el patio, inconfundiblemente de Tesón. La sinhadre dejó todo lo que tenía entre manos y salió disparada hacia allí, como otros tantos. En el patio no se veía a nadie, y la voz de Tesón traía eco y resonaba entre chapoteos. Horrorizada, Eara corrió hacia el pozo y frenó violentamente contra la piedra usando las manos y el estómago. Apenas se veía algún destello de aguas moviéndose en el fondo. Tesón aún trataba de hablar, pero era evidente que no era capaz de mantenerse a flote. Sus frases se veían interrumpidas por el agua que le entraba en la boca.

Eara gimió mientras se apartaba del pozo. Donde solía estar el cubo no había nada, y comenzó a buscar a su alrededor, tan alterada que el mundo parecía dar vueltas. Se dirigió al tendal y arrancó la ropa de él a tirones para luego intentar desatar uno de los nudos con las manos resbaladizas de verdura.
—¡Luces, luces, luces! —atinaba a murmurar mientras crecían la urgencia y la angustia. Por suerte no había sido la única en lanzarse hacia aquella cuerda, pero cada segundo parecía un minuto tratando de desanudar el cordel.

Cuando pudieron deslizarla por el pozo, gritándole a Tesón que se agarrase, no sabían siquiera cuánto había que dejar caer la cuerda, ni si sería lo suficiente larga o resistente. Al sentir que daba en el agua, tras un descenso que pareció interminable, no hubo ningún sonido de vuelta. Ni chapoteos, ni voz, ni tirón alguno. Si no se agarraba él mismo a la cuerda, no había ninguna otra manera de subirlo. Y con esa certeza las piernas de Eara perdieron fuerza y necesitó apoyarse en el borde del pozo. Ahogó un sollozo y se tapó la cara con las manos. Lo habían escuchado agonizar durante interminables minutos y no habían logrado salvarlo. Ahora sus gritos resonaban de forma continua en la cabeza de la sinhadre. Conmocionada por lo sucedido, no era capaz de mover un músculo.

Como no tenía claro cual hechizo elegir tal y como le pedía Twixy's, agradeció la interrupción de Kires y su deseo de probar el hacer magia. Sentía curiosidad por quien más podría hacer la magia por lo que Samika se cayó y espero a ver que pasaría. Mientras veía borrosa mente como Kires aprendía el hechizo teórico escuchó vagamente la conversación que Hal mantenía con Tesón y las ganas de meterle una patada en la boca, o en el pico en este caso, al roquense crecían por segundos. Tenía demasiado cara dura debajo de aquella capa de plumas.
 
El éxito de Kires devolvió su atención al grupo y con ello un pequeño sentimiento amargo en la humana que no dejo traslucir, pues sonrió a Kires dándole la enhorabuena. Había escuchado que varios de sus compañeros no podían hacer magia, como era el caso de Emmit y Lemus, que debieron probar en algún momento cuando se bañaba el día anterior. Pero aun con eso saberse del grupo, reducido por ahora, no mágico seguía siendo un poco triste. Apenas había pasado un día desde el desengaño, tardaría un poco en reponerse por muy positiva que fuese.
 
Otra persona entro en su escasa visual ala que tardo uno segundos en identificar como Hal pues se mantenía casi en el perímetro de su visión. Al parecer había rendido de intentar tener una conversación decente con el roquense. Era para exasperar a cualquiera.
 
-Veo que charlar con el no te ha servido de nada -murmuro Samika con un suspiro, pudo notar que no traía el libro consigo, era de un color diferente al diccionario y eso si podía verlo, así que el roquense aun debía tenerlo. Por suerte aun tenía el libro de Twixy’s para continuar con la práctica- Dejémoslo, poco va a poder hacer con él sino sabe leer- comento Samika prefiriendo dejar por la paz que empezar una discusión que no llegaría a ninguna parte. Dicho eso se dispuso a decir con cual hechizo podrían practicar como un poco antes Twixy’s le había preguntado. Pero un grito que reconoció de inmediato como el de roquense taladro sus oídos, mandando un escalofrió por su columna. Terror, esa voz transmitía un autentico terror. 
 
Movida por algo más que el resentimiento y el coraje que pudiera tenerle a Tesón salió disparada de la cocina, viendo un mancha rosada salir también con ella mas varias manchas mas de sus compañeros, milagrosamente sin tropezarse ni chocarse con nada de lo bien que conocía la zona. Afuera se quedo bloqueada apenas una milésima de segunda, escuchaba el ruido, el eco, el chapoteo, lo sonidos ahogados de alguien cuando era sumergido e intentaba mantenerse apenas a flote. El único con agua en el lugar era el pozo, no podía verlo ya que estaba fuera de su alcance, y eso resultaba tan escalofriante para la humana que hacía todo su cuerpo temblar. Sus compañeros podían verlo, pero ella, ella lo escuchaba con una claridad que hacía su pulso bombear bajo su piel por el miedo, solo lo escuchaba y si había algo más aterrador que ver algo era escucharlo sin poder verlo. El pulso se le disparó y moviéndose mecánicamente siguió a Eara desatando el cordón del tendedero con toda la rapidez que su nerviosismo le permitía.
 
A sus alrededor los intentos de sus compañeros y de ella misma, de intentarde desatarlo y darse prisa se vieron ensordecidos por la voz que provenía del pozo. Samika apretó los dientes mientras las lágrimas impotentes se agolpaban en sus ojos, no quería escuchar, no quería seguir oyendo, pues si para el resto aquello era audible, para ella era casi ensordecedor. Taladrando sus oídos, asentándose en su cerebro con la fuerza de un golpe. Y tal y como deseaba, aunque no de aquella forma, nunca de aquella forma,  el ruido, los gritos, el movimiento, empezó a cesar. Sabía lo que implicaba y las lágrimas empezaron a salir de sus ojos desde ese mismo instante.
 
No necesito verlo, no hizo falta, cuando llegaron al pozo y lanzaron la cuerda ya lo sabía. Y el movimiento a su lado de Eara tan solo se lo confirmó. El chapoteo había cesado. Habían llegado tarde y con ello, no habían podido salvar a Tesón.
 
Y se mantuvo así, de pie dejando que las lagrimas salieran por si solas sin querer no poder contenerlas. Apoyando sus manos nerviosas en el borde del pozo mirando hacia el interior sin ver más que negrura. Saber que Tesón estaba ahí abajo y no podía ni verlo, ni ya tampoco escucharlo, era un golpe de realidad, uno demasiado repentino para poder soportarlo. Habían sido demasiado lentos, lo habían dejado morir, y ni siquiera todo el coraje que pudiera haberle tenido al roquense le libraba de sentirse destrozada.
 
-Mierda…mierda….fuimos demasiado lentos- murmuro dejando que su voz fuese apagándose poco a poco, maldiciéndose golpeo con sus puños el borde del pozo, impotente. Sus piernas terminaron por fallarle y se dejo caer en el suelo, abrazándose a sus piernas y enterrando su rostro en ellas, intentando sacar todas las lagrimas que aun inundaban sus ojos, sin dejar de temblar. Sus gritos pidiendo ayuda aun se repitian en su mente como un recordatorio que le perseguiría durante las noches.

Twixy's había puesto el modo automático para no oir a Tesón hablar. Era algo dificil, pero la frivy tenía ya cierta experiencia ignorando a personas desagradables. La llegada de Kirés fue una buena distracción, el papel de profesora de magia que sus compañeros parecían haberle otorgado hinchaba más y más su ego, y le encantaba. Ayudó al menos feo de los pájaros a probar con el único hechizo que sabía y tuvo éxito. Otra persona razonable al grupo con magia, otro para contrarrestar a la doble locura emplumada.

El pajarraco se llevó el libro de Hal, dejando al carabés sin nada que hacer, por lo que se les unió no de muy buen humor. Era comprensible, y frustrante, pues un idiota estaba retrasando sus avances por pura cabezonería y egoísmo. Twixy's deseó que el pájaro les dejase en paz de una vez por todas, y fuera cual fuera la deidad que gobernaba Rocavarancolia cumplió su deseo, aunque no de la forma esperada.

Eara fue la primera en reaccionar ante el grito, corriendo hacia el patio, seguida de cerca por todos los demás. No había rastro del pajarraco, pero sus gritos reververaban en la piedra y se proyectaban como si estuviera conectado a un amplificador. La frivy no tuvo tiempo a preguntarse cómo había podido acabar Tesón en el pozo, su cuerpo se movió automáticamente para ayudar con la cuerda.

Tantas personas intentando desatar un mismo nudo no era lo más práctico, por lo que se acercó al pozo para que sus compañeros le lanzasen la cuerda en cuanto la lograsen desatar, y así ahorrar tiempo. Vió perfectamente al roquense chapotear desesperado. Sus gritos le taladraban los oídos, pero no podía dejar de mirar. Aquella imagen la tenía hechizada. No llegaba a comprenderla de ninguna forma, pero igualmente tenía la sensación de estar viendo algo prohibido. Cuando la cuerda llegó a sus manos, fue vagamente consciente de lo que había visto, y de lo inútiles que serían sus acciones a partir de ese momento.

De forma mecánica, fue dejando caer la cuerda que le iban pasando hasta el final del pozo. Sus compañeros gritaban hacia el pozo, pero Tesón ya no gritaba de vuelta. Twixy's había presenciado la muerte, por primera vez en su vida. A su alrededor, Eara y Samika lloraban, pero los ojos de la frivy estaban secos. No sentía tristeza, ni lástima. Tal vez un poco de rabia, un eco del enfado que había provocado el roquense minutos antes, pero la situación le decía que no era el mejor momento para expresarla. No entendía el alcance de lo que acababa de ver.

Algún comentario hizo que apartase los ojos del cadáver de Tesón, y automáticamente su cerebro empezó a reajustarse. Esa imagen fue sustituida por la del libro flotando al fondo del pozo, y el cubo. Lentamente volvió al interior del torreón para buscar su libro de magia. Iban a necesitar aprender el hechizo de levitación.

EL grito de Tesón hizo que kirés reaccionara de forma inmediata, y salió corriendo al patio con los demás. No se asomó al pozo ya que los chapoteos ya daban suficiente información de la situación y perder el tiempo confirmando con sus ojos algo que ya le decían sus oídos implicaba desperdiciar tiempo que se necesitaba para sacarlo de ahí. En su lugar buscó la cuerda, para no encontrarla.

Eara fue la primera en ocurrírsele como solucionar aquello y se puso a ayudarla inmediatamente… al principio. Pasado un tiempo la propia sinhadre se podría dar cuenta de que Kirés ya no se daba prisa para aquello, y que en su lugar seguía con calma. La razón era que había dejado de oír al roquense, y sabía lo que aquello significaba: Tesón había muerto. Aun si simplemente hubiera perdido el conocimiento daba igual: Si no podía agarrarse por su cuenta a la cuerda no habría forma de sacarlo de allí a tiempo. Todas las opciones que tenían a su alcance acababan llegando al mismo resultado de un modo u otro.

Miró a su alrededor, y vio que aquel accidente sus compañeros aquello les había afectado. Sabía por qué estaban así, pero no entendía del todo el por qué. Para él la muerte era algo natural: algo triste si pasaba a alguien que conocías, pero en aquel momento peligraba su suministro de agua y eso debería tener prioridad.

–Hay que sacar el cuerpo, el pozo es nuestro único suministro de agua. Ayudadme con la cuerda, voy a bajar. – La idea no fue recibida con mucho entusiasmo, en particular Eara se opuso a aquello de forma directa, todavía afectada por lo que acababa de pasar. Samika aceptó el plan, pero fue imposible para el enderth convencer a la sinhadre de que ayudara, En consecuencia fue necesario ir a buscar a Twix, y un rato después Kirés comenzaba a descender por el pozo.
No fue un descenso agradable: apenas se veía nada, y no supo que había llegado abajo hasta que sus pies tocaron el agua. A partir de ahí tuvo que meterse en el agua junto con el cadáver, lo ató a la cuerda y luego chapoteó hasta encontrar el libro, lo agarró con el pico y lo siguiente fue trepar de vuelta arriba.
Aun con su facilidad natural para trepar aquello no fue sencillo. Con la cuerda era una tarea complicada y sin ella habría sido simplemente imposible, especialmente en la parte de abajo donde la roca era más húmeda. La subida fue acompañada de resbalones y arañazos, especialmente en las rodillas, pero consiguió salir sin incidentes graves. Lo siguiente fue unirse a las dos chicas y, entre los tres, finalmente sacaron el cuerpo del pozo.

Todo aquello había dejado exhausto a Kirés, que se quedó sentado en el suelo mientras recuperaba el aliento, ajeno a que la presencia de su compañero fallecido estaba atrayendo la atención de las estigres.

El eco del grito lo dejó paralizado, y por un momento deseó habérselo imaginado. No fue así, como pudo comprobar, al ver que el resto iba con rapidez hacia el patio. Estaba paralizado, y tardó un par de segundos en seguir a sus compañeros de torreón. Se le ocurrían mil posibilidades para que surgiera aquel grito, y ninguna le gustaba.

Cuando vio el prigen del problema casi sintió alivio. Había pensado que a Tesón lo estaba atacando algo, pero por suerte no había nada que les pusiera en verdadero peligro. sólo tras unos instantes se dio cuenta de la gravedad de la situación. «¡Pero no chapotees tanto!» tuvo ganas de gritar, sólo para descubrir que la voz no le salía. Aquello era mucho más trágico de lo que había pensado unos momentos antes, y un sudor frío comenzaba a correrle. Vio que ya había gente intentando ayudar, lo que era maravilloso porque había olvidado hasta cómo moverse.

Los gemidos, gritos y chapoteos del roquense resonaban con eco y les llegaban, cada vez más débiles. Hal casi podía sentir el agua dentro de sus pulmones, encharcándoselos, evitando que llegara nada de aire. Su respiración se hizo más profunda y pesada. Cerró los ojos y negó con la cabeza, como si intentara que aquello dejase de suceder por arte de magia. «Magia...» pensó, con elc erebro embotado y un gesto de confusión en la cara. Sus pensamientos funcionaban con extraña lentitud, pero pensó que quizás algún hechizo podía ayudarles.

En ese momento se dio cuenta de que no había ningún ruido, hecho que cayó sobre él como una losa. Se acercó con calma al pozo, en cuyo fondo sólo se veía una masa de plumas inerte. El mundo entero cayó sobre el carabés, que intentó alejarse rápido de aquella vista, tropezó y se cayó. «No, no, no» pensó. «Ahora no, ahora tenemos armas, magia, podíamos defendernos, por qué...» los ojos le picaban, pero estaban completamente secos. No podía llorar por Tesón, pero aquel suceso tampoco podía alegrarle. Habían perdido a un compañero, que para más colmo había muerto a un universo de distancia de su tierra. De alguna manera todo se le antojaba cruel y sin sentido en ese momento, como si el universo fuera puro caos y azar y nada se pudiera saber de forma racional. Y, como si el mundo quisiera darle la razón, pasaron varias cosas casi a la vez.

El cuerpo húmedo de Tesón salió del pozo, casi provocándole una arcada. Aquello parecía más un muñeco parodiesco que algo que había estado vivo una vez, que había pensado, deseado y odiado. A Hal le dio asco. A Hal le dio asco aquella masa húmeda, que poco tenía de relación con los seres vivos, y que menos relación todavía tenía con el roquense.

El libro de magia cayó ante él. Le parecía casi cruel que hubiera sobrevivido en perfectas condiciones y el ave estuviera muerta. Tuvo la tentación de achacar semejante locura a Rocavarancolia, pero sabía que era un error. Los libros se podían proteger contra el agua, pero ningún ser podía sobrevivir sin aire.

A la vez que estos pensamientos inundaban su cabeza una voz sonó fuera. El otro grupo había llegado en medio de la tragedia. El carabés pensó que no sabrían nada (¿cómo iban a saberlo?) y que era horrendamente irónico el contraste entre lo que sentían los que estaban en el patio y los que esperaban en la puerta.

Y un momento después se dio el hecho que haría recordar a todos que seguían en Rocavarancolia. Una estirge se lanzó del cielo, hundiendo su hediondo pico en las cara del cádaver, buscando sus ojos. Si no se daban prisa no tardarían en seguirles las demás.

Ergot atravesó el umbral del torreón  de su propia pata con un humor excelente. A mitad de trayecto había despertado en los gentiles brazos de Emmit  y desde entonces solo había podido pensar en aquella dulce alucinación que le había regalado Letargo a sus inmerecidos ojos. “Después de tanto tiempo… ¿me habré vuelto loco? Tal vez… habrá sido el cansancio… porque no es posible ¿verdad? Y si si…” Tan distraído estaba con sus ensoñaciones (que ya contaban con elementos como enredaderas pardas  y raíces azules) que no fue hasta que llego a la colmena de piedra que se acordó de la pregunta que le había hecho a Ayne esa misma mañana “Bueno, tampoco hay prisa, no es como si fuese algo extremadamente urgente, además… ¡Creo que he visto plantas de verdad! ¡Reales! No sueños, ni dibujos, ni tallas de flores hechas por un pajarraco testarudo… Tengo que volver a Letargo, debemos volver a Letargo y pronto, necesito saber si era un burla de mi mente o una hermosa y flagrante verdad…” Las esperanzas que se habían asentado en su corazón impedían que le nublasen la mente con pensamientos negativos  y se le borrase la alegría de su rostro.

Nada más entrar se encontró la planta baja prácticamente vacía y persiguiendo el ruido recorrió la distancia que le separaba del patio en dos rápidos saltos y con un tercero entro en la estancia con un grito de satisfacción que poseía la sonoridad y musicalidad digna de Julie Andrews en Sonrisas y Lágrimas:

-¡Animalillos míos, hoy es un día esplendido, magnifico, divino, perfecto, asombroso…!- Durante su salto de entrada había visto alejarse a un ave que no identifico pero no fue esto lo que le hizo callar, fue la sensación en sus patas lo que le hizo bajar la mirada pues había caído en algo mullido, mojado y cuya temperatura oscilaba dependiendo de donde estuviese apoyado. Bajó la mirada para ver sobre lo que había caído. “Tesón… ¿TESÓN? Esta muerto… Esta muerto, empapado y estoy de pie sobre lo que queda de él.” Alzó la mirada sin expresión alguna en el rostro como si de Kimbra se tratase y la clavó en todas las caras que había en el patio, para luego bajarla de nuevo hacia el cadáver a sus pies, y volver a subirla de nuevo “¿Qué diablos…?”.

-Creo que os habéis equivocado de pájaro… -

Eara apenas fue consciente de lo que pretendía Kirés hasta que lo vio apearse al pozo. Trató de agarrarlo mientras le pedía que no bajase él también, embargada por un miedo irracional a que se quedase atrapado debajo de la misma manera. Pero, al parecer, era la única que temía ese resultado, y terminó por recular para alejarse de la boca del pozo. Se arrodilló en el suelo para sentarse y esperó con expectación el resultado de la operación. Tal vez si aquel procedimiento fuese más rápido habrían podido reanimar a Tesón. Lo mirase por donde lo mirase, Eara solo veía lo inútiles que habían resultado ser ante aquella emergencia, que había terminado de la peor forma imaginable.

Cuando el cuerpo salió del pozo se levantó y comenzó a acercarse, dando un traspié en el intento. Necesitó apartar la mirada para no continuar viendo los ojos sin vida de Tesón, pero no pudo ignorar el cadáver cuando una estirge graznó y más volaron hasta el patio reconociendo la presa.
—¡Fuera, fuera! —les gritaba con la voz rota mientras daba manotazos en el aire. Era preferible proyectar su rabia contra los pájaros que contra ellos mismos. La frustración consiguió arrancarla de aquel estado de embotamiento. Empezó a ver borroso a través de las lágrimas que asomaron por fin.


«¿Por qué no hay nadie para recibirnos?» fue lo primero que pensó Ayne al atravesar el puente pero no encontrar ni siquiera al que lo había bajado. Después de un viaje tan largo y sin paradas venía con ganas de sentarse en el sofá hasta que la comida estuviera lista. Precisamente había una olla al fuego, y solo contenía agua hirviendo a borbotones. Tenía la certeza de que algo había pasado y, si hubiera tenido que adivinarlo, se lo habría jugado todo por el roquense equivocado.

Salió al patio siguiendo a Ergot y su vista se desvió automáticamente al bulto colorido del suelo, completamente inmóvil y empapado. Mirando uno a uno a los presentes la verdad se hizo evidente, y el sinhadre abrió mucho los ojos, mudo de asombro. Se le agolpaban tantas preguntas que no sabía siquiera por dónde empezar, por lo que primero centró su atención en la única persona a la que no era capaz de quitarle el ojo de encima. Eara parecía más frágil que nunca, llorando y guardando un cadáver que era evidente que prefería no ver. Al devolverle la mirada en aquel estado pensó que estaba pidiéndole ayuda a gritos. Se acercó a ella en pocas zancadas y la enterró entre sus brazos.
—Ya estoy aquí, ya estoy contigo. ¿Qué ha…? —le preguntó en apenas un susurro, tratando de sonar tranquilizador.
—El pozo —dijo solamente. Su voz sonó apagada contra la ropa de Ayne. Aquellas dos palabras apenas resolvían un par de todas las cuestiones, pero no quería presionarla más. No era habitual que Eara tuviese momentos de debilidad tan evidentes, e incluso se estaba aferrando a él como si sintiese debilidad física.
—¿Cómo ha sido? —preguntó mirando a los demás.

Al final fue Kires el que fue el mas racional de todos ellos. Lo de Tesón era algo bastante traumatico de digerir, lo máximo que había visto muerto era alguna mascota, pero Kires tenían razón, no podían dejarlo sumergido en la única fuente de agua potable que tenían. Por ello Samika tras limpiarse las lagrimas con las mangas y respirar hondo un par de veces para intentar serenarse, se ofreció a ayudar aun ante las negaciones de una nerviosa Eara. Ya no podían hacer nada por el y desgraciadamente lamentarlo no iba a devolverle la vida. "Resulta deprimente tener que ser objetivos y prácticos en una situación así...me siento como alguien sin corazón" peso Samika con cierta tristeza por toda la situación, mientras sujetaba con Twixy's la cuerda par que Kires bajara.

El proceso llevo un poco de tiempo, pero finalmente tuvieron las dos aves en tierra firme, junto con el libro que al parecer también acabo en el fondo del pozo junto al roquense. El aleteo cercano la distrajo sobre sus pensamientos sobre el libro, las aves de la cima del torren intentaban atacar el cuerpo del roquense, viendo de forma borrosa los intentos de Eara de espantarlas. Samika tomó una sabana del suelo acercándose al cuerpo del roquense para cubrirlo con ella. Al menos aquello serviría temporalmente para evitar aquella visión y que las aves atacaran, no queriendo seguir viendo aquello por mas borroso que fuera. Escucharlo había sido terrorífico, verlo era insoportable.

La voz del Ergot falta de toda emoción le incomodó, y a la vez le avisó de la llegada de los que había salido a acompañar a Kimbra. Resultaba un poco irónico que la kabeliense viniera a ayudar a curar a una de las roquenses y fuese el otro el que se les muriera. La escasa emoción de Ergot al ver el estado de Tesón le inquieto un poco, no logrando comprender como sus compañeros, a excepción de Eara, parecían tomarse aquello con aparente normalidad. ¿Tan acostumbrados estaban a que se les muriera alguien delante de sus narices como para no sentir nada? ¿Serian así muriera quien muriera? ¿O era solo porque ninguno apreciaba a Tesón lo suficiente como para lamentar su muerte? "¡Basta! ¡No lo quiero saber!" eran demasiadas preguntas con respuestas que podrían ser bastante crueles, por lo que Samika las negó. Pensar en ello no le traería nada bueno, tan solo ansiedad.

Agradeció tener una interrupción a sus pensamientos gracias a la pregunta de Ayne. El grupo de fuera no sabía nada de lo ocurrido, por lo que juntando fuerzas, lo explicó, intentando ser lo menos gráfica posible. Los allí presentes habían vivido unos momentos realmente angustiosos, no hacía falta revivirlos y hacérselo sentir a los demás. Tan solo explicó lo que sabían: que Tesón había salido en algún momento al patio, que había caído en el pozo junto con el libro de magia, el cubo y la cuerda y que habían intentado salvarlo al escucharle pedirles ayuda, pero no habían llegado a tiempo. Como había caído y porque el libro de magia estaba con el en el fondo del pozo era algo a  lo que no tenia respuesta. ¿Había caído junto al roquense o este lo había tirado e intentado sacarlo sin éxito, cayendo tambien? Fuese cual fuese la respuesta, nunca la sabrían. 

-Ahora no podemos tocar el agua del pozo por un tiempo, todo el fondo debe haberse removido...y bueno, habrá que hacer algo con el. Dejarlo aquí no es conveniente, no con esas aves-murmuró Samika abrazándose a si misma con incomodidad sin mirar al cadáver, aquella imagen que lleno su mente de aquellas aves negras atacando el cuerpo del roquense era demasiado inquietante. Toda la situación había sido tan rápida que aun estaba intentando dirigirla. Como alguien podía morir de una forma tan simple y fácil te planteaba muchas cosas. Siempre había creído que los mayores peligros de la ciudad eran los que estaban fuera del torreón, pero ya habían tenido un enfermo dentro y ahora un muerto, no estaban seguros en ningún lado. "Como nos descuidemos lo mas mínimo este sera nuestro cementerio. Un cementerio en ruinas"

-¿Alguien tiene idea sobre lo que hacer ahora? -estaba cansada, pero decidida a no quedarse como un zombie sin alma, no podían dejar el cuerpo de Tesón en aquel estado ni allí, pero no tenia idea de que hacer-¿Algún rito funerario o algo así?- pregunto con duda, pues no podían tomarse todo el tiempo del mundo para decidir. El cuerpo podría atraer a ese lugar a algo mas que tan solo aquellas aves. Y aunque sonara cruel y mezquino, quería que la muestra de su incompetencia desapareciera. Bastante tendría ya con la tortura que su mente le daría durante las noches.

Varias cosas pasaban a la vez: La llegada el otro grupo, el ataque carroñero de sus vecinos de la azotea, el comentario sin sentido de Ergot… y una pregunta que tampoco entendió por parte de la humana ciega. No sabía qué era eso de “rito funerario” pero tampoco le importó. Siu era importante alguien se molestaría en explicárselo.

Centró su atención en qué hacer con el cadáver. De alimento no servía, y era solo cuestión de tiempo que atrajera a más depredadores que simplemente a las estigres. Tenían que deshacerse de él, y de todos los lugares que conocía de aquella ciudad el único que vio como viable fue aquella grieta gigante llena de cadáveres. ¿Qué importaba uno más allí?

Volvió al torreón a por sus cosas mientras dejaba al resto a cargo de la situación, y una vez estuvo listo se fue a recoger el cadáver del roquense. –Salgo a llevármelo. ¿Quién me acompaña?

Sigue en la cicatriz de Arax.

Ayudó en lo que le pidieron, de forma mecánica y sin pensar demasiado en ello. Kirés se las apañó para sacar el cuerpo del pozo, así como el cubo y el libro de Hal. Twixy's recogió el libro del suelo, inspeccionándolo. El agua se escurria por las tapas, como si hubiesen envielto el tomo en un plástico. Pasó las páginas. Intacto, perfecto.

La frivy no mostró más emoción que el pequeño susto que le dió la estirge al bajar a por el cadáver. Estuvo a punto de darle una patada, pero Eara lo espantó antes. Los demás llegaron, poniéndose al tanto de la situación, y ella se quedó apartada, con el libro en los brazos. Se sentía completamente ajena a la escena, como si la estuviese viendo a través de una pantalla. El cadaver de Tesón ya no atraía su mirada, sino que la repelía, y ni siquiera el llanto de Samika era razón sufiente para tomar partido. No sabía lo que eran los ritos funerarios, no sabía qué se hacía con los cuerpos inertes. Se dio cuenta de que no pintaba nada allí y se metió en el torreón.

Fue al piso superior, donde se encontraban los dormitorios. Al pasar por la puerta de Armonía ni siquiera reparó en ella. La existencia de la roquense enferma también estaba empezando a desaparecer de su mente. Se tumbó en su cama, con el libro sobre el regazo, y se quedó mirando la tapa como si esperase algo. Lemus subió al poco informándole de que iba a acompañar a Samika a sacar el cuerpo de Tesón. No quería ir, no tenía ningunas ganas de salir. Tan solo dejó la habitación después de que los demás se hubiesen ido, cambiando el libro de Hal por el suyo propio, y regresando rápidamente a su cama. Se evadió totalmente de lo que acababa de ocurrir, concentrándose en los hechizos del libro, y recuperando poco a poco su humor habitual.

Twix se llevó el libro, ante lo que hal no hizo nada, más que nada porque casi no se dio cuenta. Se levantó a trompicones y se puso de espaldas al cadáver, apoyando los brazos contra la pared y hundiendo la cabeza. No quería ver aquella masa amorfa de carne y plumas mojadas. La vuelta del otro grupo le pasó casi desapercibida.

Sentía un vacío en su pecho, una negrura tremenda que le dejaba con una gigantesca isneguridad. No sabía cómo llenarla, así que hacia ella se precipitó. No dejaba de dar vueltas a la cabeza acerca de sus acciones esa tarde. ¿Qué podría haber hecho, qué podría haber cambiado para que aquello no hubiera terminado así?

Ni siquiera se dio cuenta de la marcha del otro grupo. Sus pensamientos le robaban toda su energía, hasta el punto de que comenzaba a perder la percepción del tiempo. Comenzó a pegarse tironcitos nerviosos de su bufanda, que le calentaba la nuca, donde iba a comenzar a dejarle marcas.

Nadie le respondió aunque en realidad ya no esperaba contestación alguna. En ese primer momento al ver el cadáver de Tesón, el único pensamiento que se le había cruzado por la cabeza es que sus compañeros habían decidido rematar a Armonía y se habían equivocado de pájaro porque eran daltónicos perdidos… Ahora, tras las palabras de Eara y de Samika, todo tenía mucho más sentido y se daba cuenta del ridículo modo en el que trabajaba su mente. “¿Cómo he podido pensar eso por el amor de toda la diosa?” Podía intentar atribuírselo a la tristeza o al shock, pero ninguna de las dos cosas eran ciertas: el dolor no llegaba, ni la angustia, nada, estaba vacío.

Sus ojos no se movieron del cuerpo sin vida de Tesón en ningún momento, y solamente se apartó cuando sintió que Kires se disponía a levantarlo. Observó cómo lo sacaban  del patio para llevárselo vete tú a saber dónde, había dejado de escuchar tras la explicación de la humana. El repoblador se quedó inmóvil por unos segundos mirando por donde se había marchado lo que quedaba del roquense para luego asomarse por el borde del pozo buscando en el fondo de este algo que ni el mismo sabía que era.

“Ya está, se ha muerto ese insoportable estúpido follacardos, si, él se lo ha buscado, ha sisdo su culpa, además que más me da… estábamos enfadados, intente arreglarlo porque pensé que éramos… éramos… no ni si quiera éramos amigos, no, no lo éramos…” y en aquel instante se cruzaron por su cabeza los recuerdos y memorias que hasta el momento habían permanecido callados: La primera vez que se conocieron y lo mal que empezaron, sus problemillas con los nombres y los sin-deseo, aquella vez que hablaron sobre sus respectivos mundos, todas esas tardes que se pasó el repoblador saltando y el roquense tallando sobre los mismos sofás, Ergot observando como creaba cosas con sus manos mientras el recogía todas las astillas y las guardaba como tesoros, el momento en el que Tesón encontró las armas de su tamaño, aquella ridícula canción en mitad de un pasillo y su contestación también cantada, cuando fueron a buscar juntos la madera, cuando Ergot se despertó en una cacerola porque al estúpido y extraño Tesón le había parecido la mejor idea para cuidar de él, las preciosas tallas que le había hecho y regalado, la llegada de los visitantes, el terror que sintió cuando pensó que el pájaro podía contagiarse por culpa de Armonía, el enfado de ambos y lo mal que le sentaba, su intento fallido de arreglar las cosas,…  “<<losientomuchonoquieroquetepasenadaperoactuemal (…) yo lo siento y aunque no voy a cambiar de parecer créeme cuando te digo que a ti no quería hacerte daño (...) ¡Y ni se te ocurra contagiarte de esos gusanitos, estúpido follacardos!>> esas fueron mis últimas palabras con él <<estúpido follacardos>> y ni si quiera escuche su contestación, no sé si lo habríamos llegado a arreglar, después de todo, puede, si éramos amigos ¿no? Y estas han sido mis últimas palab-… mis últimas… las últimas… ya no hay más… nunca más…” Y en ese momento cuando se dio cuenta de que ya no volvería a verlo, a hablar con él o simplemente estar con él, llegó la amargura, la pena y todo lo demás para quedarse y con un susurro entrecortado pronuncio su nombre una vez más para las profundidades del pozo y entró corriendo al torreón a esconderse debajo del sofá a temblar y a sollozar en silencio por el dolor que no podía ser expresado por lágrimas.

Banda sonora que me ha recomendado una amiga que ponga para esta escena.

Ayne escuchó la historia sin apenas cambiar su expresión facial, pero estaba dándole muchas vueltas a lo que oía. ¿Cómo había podido dejarse caer Tesón? Y con el libro. Creía que el libro debía tener bastante que ver con su caída, ya fuese intentando arrojarlo o dejándolo caer por accidente, debía haber ido detrás… y quizá se agarró inútilmente a la cuerda del cubo. Pero el cómo no era tan importante como el resultado que tenían delante de sus narices, y decidió que daba igual. Notaba que Eara parecía más tranquila entre sus brazos, ya no sollozaba y había aflojado la presión de su abrazo. La notó cerrar los puños con más fuerza agarrando la camiseta de Ayne, pero se debía a la frustración que le causaba lo que quería decir.
—No pude hacer nada… nada. Nadie. Fue todo inútil. —«Y le he escuchado agonizar». Eara se sentía fatal por ser tan débil, por haber resultado inútil. No terminaba de asumir del todo la muerte de Tesón, porque lo que más la había horrorizado era el suceso en sí. Era muy consciente de quién era Tesón, de cómo era, y lo que significaba para ella. Pero era una criatura con sentimientos, que el día anterior se había estado esforzando por atender a alguien a quien apreciaba dejando el miedo de lado. Pensar que había estado vivo, pero ya no, era desolador sin importar de quién se tratase. Solo al lograr calmarse se dio cuenta de que podría asumirlo con un poco de tiempo, aunque su humor seguiría viéndose afectado una temporada.

Ayne no respondió a sus palabras pero le acarició la espalda de forma tranquilizadora.
—¿Ritos? —le respondió a Samika—. Para respetar sus costumbres tendríamos que preguntar a Armonía, y no estoy seguro de querer hacerle preguntas. Tampoco creo que tengamos muchas opciones aquí.
Mientras hablaba, Kirés decidió ser más práctico, y Ayne agradecía la iniciativa. Eara, sin embargo, deshizo el abrazo y escrutó al enderth. Quería preguntar a dónde lo llevaba, pero sabiendo lo limitadas que eran sus posibilidades, en el fondo prefería no saberlo.
—¿Por qué no vas con ellos? —le susurró a su edeel. Él abrió la boca para protestar, pero ella no le dejó. Tal vez si le permitía replicar luego no podría defender su postura—. Hacen falta por lo menos dos para cargarlo, y Samika no ve bien. Si algo los ataca mientras lo cargan… —La preocupación con la que lo miraba hizo que Ayne chasquease la lengua.
—Está bien. Pero, ¿y tú? ¿vas a estar bien? —Parecía dudarlo seriamente. Eara era consciente de que había tenido un momento de debilidad, pero habría agradecido que su edeel reconociese que solía ser fuerte y de confianza en momentos críticos. Aunque también era muy consciente de su afán sobreprotector.
—Sí, estoy perfectamente. Por favor. Lo último que quiero son más problemas.
Él asintió de mala gana, le dio un beso en la frente, y desapareció en el interior del torreón, siguiendo a Kirés, Lemus y Samika. Ver el cadáver avanzar delante de él provocó que empezase a sentir un malestar creciente. No era insensible a la muerte de un ser como Tesón, pero no sentía exactamente tristeza. Sí muchas otras cosas, varias de ellas relacionadas con la seguridad de todo el grupo en aquella ciudad.

El patio se quedó en silencio, con la única excepción de los graznidos de las estirges. Eara empezó a pellizcarse distraídamente la piel del codo mientras procesaba qué debería hacer en primer lugar. Después fue consciente de la presencia de Hal dándole la espalda al patio. Parecía todavía en trance, y Eara recordó que a él nadie lo había confortado. Dubitativa, avanzó hacia él y le puso la mano en el hombro con suavidad.
—Ya se han ido. Ya no está aquí —supuso que sabía a qué se refería sin nombrar el tabú—. ¿Te encuentras bien?

La mano en el hombro lo sacó de su ensimismamiento, haciéndole dar un pequeño respingo. Giró la cabeza hacia atrás y, al ver quien era, se volvió, más lentamente. Arrastraba los pies y, con las manos en los bolsillos, se encogía. En aquellos momentos era más evidente que nunca que era de los más jóvenes del grupo.

La pregunta de Eara hizo que Hal se mordiera el labio. Sus ojos seguían tan secos como un desierto, y eso le molestaba porque sentía un nudo en la garganta. Abrió y cerró varias veces la boca, para terminar mirando a los ojos de la aurva.

—P-pues... No sé —confesó, trabándose—. ¿Cómo... cómo debería sentirme cu... cuando alguien a quien despreciaba ha muerto por... mi culpa?

Le pareció casi telenovelero lo que acaba de decir, y de haber tenido energías suficientes se habría despreciado por ello. Pero no las tenía. En aquello momentos lo único que sentía era un gigantesco vórtice de la más profunda apatía.

—Me dijo que estudiáramos juntos —mencionó, vueltos otra vez los ojos al suelo—. Si yo hubiera aceptado...

Lo dejó en el aire, sin completarlo. «Si yo hubiera aceptado esto no habría sucedido» se dijo. El nudo de su garganta se hizo más fuerte, las lágrimas comenzaron a llegar a sus ojos. Por un momento se imaginó con el otro grupo recién llegado, algunos preparando la comida, Tesón sacándoles de sus casillas, y él ya sin paciencia. Una escena que, según pensaba, podría haberse dado si hubiera accedido a compartir el libro con Tesón. Pero eso ya no volvería a suceder.

El chico tenía un aspecto horrible. Parecía costarle incluso arrancar a hablar y a Eara le conmovió. Ni siquiera ella se sentía recuperada del todo, pero no podía evitar querer reconfortar a Hal. O quizá el hecho de que él se veía peor le daba fuerzas para sobreponerse y actuar con sensatez.

Cuando el carabés habló por fin, la dejó tremendamente confusa. Solo entendió a qué se refería cuando hizo una aclaración, y automáticamente abrió la boca para replicar.
—No, no, no. Eso no es así, Hal… —Necesitó unos segundos para buscar la mejor forma de decirlo. Entre tanto en ningún momento dejó de apretarle el hombro; le habría abrazado incluso de haber tenido mayor confianza con él, pero ni el chico ni ella eran muy sociables, y Eara temía incomodarlo—. Tampoco habría pasado esto si hubiésemos intervenido en la discusión, si hubiésemos llegado antes, o desatado la cuerda más rápido, si supiésemos más hechizos… Hal, no tiene sentido que te culpes. A lo mejor todos tenemos parte de culpa, o ninguno, porque ni siquiera sabemos qué ha pasado.

Solo habían transcurrido escasos minutos desde sus propios lamentos de culpabilidad, pero al ser ella quien debía forzar la sensatez en otro, recuperaba la propia rápidamente. Empezó incluso a creerse sus palabras, aunque el remordimiento era algo que difícilmente iba a desaparecer.

—Y eso es lo peor...

Se fue acercando al pozo, compungido, aguantándose las lágrimas.

—Si lo supiéramos, o, o si hubiera sido algo —la miró, con ojos humedecidos, haciendo algún aspaviento que intentaba abarcar todas las ruinas que les rodeaban—, no sé, algún engendro de los que pululan por esta ciudad arruinada, pero... No —estaba algo más calmado cuando comenzó a acariciar la piedra del pozo, mirando al fondo. Entonces comenzó el llanto—. Ha sido un accidente, un estú-estúpido acciden co-como po-dría haber pasado e-en cualquier lugar, aquí, o en Carabás o...

Sorbió con la nariz y volvió a forzarse a no llorar, mirando al suelo. Cualquier otra cosa habría pensamientos liberadores como "debo entrenar más" o "maldita ciudad, ha sido tu culpa". Pero de este suceso no se podía culpar a nadie. Y, por tanto, había que cargar con la pena íntegra. Por el suceso y por no haber estado con él cuando salió al patio.

Eara no pudo evitar seguir al chico hasta el pozo. Sin darse cuenta todavía, había desarrollado miedo al pozo, a que alguien cayera de nuevo. El mero hecho de que alguien se asomase iba a ponerla alerta todas las veces.
—Pu… pues es lo que dices, un accidente. No es culpa de nadie —le respondió. Sus ojos empezaban a humedecerse de nuevo a la vez que los del carabés, pero peleaba para que no volviesen a brotar las lágrimas.
—Vamos adentro, Hal. Ya no hay nada que hacer aquí fuera. —Era mentira, porque la ropa seguía tirada por el suelo, y había que volver a colocar la cuerda en el pozo, pero nada de eso tenía por qué ser responsabilidad de Hal. Pensó que quizá ayudaría dejar de ver el lugar donde habían encontrado a Tesón—. Puedo calentar leche y nos sentamos en el sofá hasta que nos tranquilicemos, mientras no vienen los demás.
Lo intentó agarrar de la mano para tirar de él hacia el interior del torreón con suavidad.