Calles

Ulmara no se esperaba el numerito que montó Kiki y se debatió entre no ser una borde con ella y algo de la empatía que aún le quedaba. Para ella la magia era un instrumento que podías no tener en la Cercanía, pero entendía que para Kiki era algo más, algo distinto. Optó por el silencio, lo que le permitió escuchar también la cursilada del frivy, ante la cual simplemente resopló y sonrió. <<Por los huevos de los dioses>>. Si la situación no fuese tan tensa, Ulmara le habría preguntado en broma al frivy si la razón por la que la nombró dos veces era porque sentía algo por ella. Pero no ahora y no delante ni de Kiki, ni de Nori.

Al final la convincieron y partieron todos rumbo a Maciel. Ulmara se había puesto la cota de mallas, llevaba el escudo alzado y la mano sobrante sobre la empuñadura de su espada. No tenía ganas de hablar, a la cercana le apetecía disfrutar de aquel trayecto, del frío de la mañana y el aire que les filtraban los edificios. Y así lo hizo hasta que aterrizó aquel ser que le erizó el plumón de arriba a abajo.

Debía de ser enorme, pues ya de lejos parecía imponente, a pesar de la ropa que lo cubría, y el... ¿Hueso? ¿Era un casco de hueso? Ulmara volvió a estremecerse. Desenvainó la espada y alzó tanto esta como el escudo, aferrándose a ambos con tanta fuerza que le temblaban los brazos. Miró a sus compañeros con una expresión de terror en la que, tal vez, podrían leer un "¿y ahora qué hacemos?".

¿Qué cojones tenían? ¿Qué quería de ellos?

Iemai no se esperaba la explosión de Kiki, y cuando supo la razón de su estado de ánimo no sabía si sentir empatía o enfadarse con ella. Habían comenzado aquella aventura sin conocer la magia, sin saber hacer hechizos, hasta ese momento aquello no había afectado a sus vidas. Tampoco sabía lo que pasaría de aquel día en adelante, o cuando saliese la Luna Roja, pero no estaba en posición de intentar consolarla con eso. Al final, la cercana decidió callarse. Porque una parte de ella estaba ofendida por su actitud, por las palabras hirientes que les había dirigido a sus compañeros.

Se había sentido mal por Nery’s de verdad. Probablemente era la primera vez que lo veía tan perdido, y cuando le agradeció su ayuda le quitó importancia con un gesto.
—Ahora mismo no sirve de nada hablar con ella —dijo. Suponía que él ya lo sabía, pero quería creer que Kiki necesitaba tiempo, y era mejor dejar de presionarla.

No se puso cerca de ella en la comitiva, no quería ser testigo de su actitud. No era la primera vez que salía y en Maciel, que estaba cerca, volverían a estar seguros. Podrían hacer allí la noche si era necesario.

Estaba perdida en sus pensamientos cuando Toni se le acercó. Iemai levantó la mirada, sorprendida, y tardó un segundo en digerir sus palabras.
—Ah —dijo—. ¿En serio? Yo sigo sin poder. ¿Crees que tiene que ver con el cambio del que hablaba Nori? Lo de Kiki también.
No tenía ganas de hablar, pero Toni no tenía culpa de lo que acababa de pasar. El resto de la caminata continuó entre conversaciones en voz baja y silencios, puesto que nadie quería llamar la atención de ninguna criatura en plena calle.

No fue una criatura lo que se plantó ante ellos, sin embargo. La aparición repentina del rocavarancolés paralizó a Iemai. Su mano buscó aferrarse a la persona que tuviese más cerca, que era Toni.

—Vámonos —murmuró casi a la vez que el hombre alado hablaba—. ¡Vamonos de aquí, rápido! ¡Rápido! —apremió después, alzando la voz. Sin soltar la mano de Toni echó a correr, tirando de él con fuerza—. Esto me da… muy mala espina —se forzó a decir entre jadeos, esperando que el resto no hubiesen decidido quedarse atrás.

El arrebato de Kiki pilló a Qwara con un pie en el puente levadizo, pues ya estaba lista para salir, pero entendiendo rápidamente por donde iban los tiros la sudafricana se negó a escuchar el resto y continuó andando hasta pisar la calle. Podía comprender la frustración de la finlandesa si lo que había dicho era verdad, pero que se autocompadeciera de esa forma le ponía enferma y que, además, montara semejante drama le parecía egoísta. La magia solo era una herramienta más, algo con lo que no habían contado durante buena parte de la cosecha, y que ella dijera que era una inútil por haber perdido la capacidad de hacerla resultaba insultante. ¿Acaso los que no podían hacerla desde el principio no servían para nada? ¿Eran un lastre para el grupo o algo así?

Como no quería calentarse la sudafricana apartó aquellos pensamientos de su cabeza y se limitó a vigilar los alrededores, sujetando con firmeza el mango de la jabalina que solía llevar a las salidas además de sus cuchillos. Esperó en silencio a que todos estuvieran fuera, mordiéndose el labio inferior con cierto nerviosismo, y cuando por fin terminaron de reunirse echó a andar sin más, caminando junto a Ulmara y Nori a la cabeza de la comitiva. No le apetecía hablar, ni le parecía lo más adecuado dada la situación, pero no hizo nada por señalarles aquello al resto mientras avanzaban hacia Maciel.

A pesar del frío que mordía sus mejillas iba pendiente de cualquier peligro que pudiera acecharles en las calles y al otro lado de las esquinas, pero al final el sobresalto vino desde las alturas. Durante unos segundos interminables la humana se quedó pillada, confundida por la aparición del rocavarancolés y su escueta afirmación, pero cuando Iemai dio la voz sus músculos empezaron a reaccionar. Una parte de ella quería quedarse para preguntarle a aquel tipo que se suponía que tenían ellos de su propiedad, pero su instinto más primitivo le impelía a salir por patas tras la cercana y precisamente eso fue lo que terminó haciendo.

En el inicio de su precipitada carrera chocó con Ulmara, pues esta se había quedado plantada con pose de combate a su lado, y aprovechando el topetazo medio tiró de ella en dirección contraria al transformado. No sabía cómo iban a escapar de un tío con alas, pero confiaba en que las callejuelas de aquella ciudad les ayudaran con aquello mientras buscaban otro camino hasta Maciel.

En cuanto el nombrado pisó la calle, al otro lado de esa falsa seguridad del torreón, el foso y el puente, perdió todo el interés en lo que le habría pasado a Kiki, en si los demás iban bien equipados, en los planes, en... Empezó a caminar tenso, miraba a las calles a lo lejos, las esquinas, las ruinas a ambos lados, y se dio cuenta de que Nori hacía igual. Sería difícil pasar desapercibidos, así que el hijo de lunas puso de su parte a la hora de intentar andar con el menor ruido posible, y no diría ni una palabra a no ser que fuera necesario.

De repente, apareció una figura alada. Había salido de ninguna parte y había aterrizado delante de ellos, a unos metros. Al momento Pefka saltó hacia atrás y recordó a la criatura voladora que devoró a uno de los macieleros en su primer encuentro. No le faltó tiempo para agarrar una flecha y preparar el arco. Se quedó mirando su cuerpo a medias entre la maravilla y el horror, o la preocupación por lo que pudiera hacerles o si podrían defenderse, porque parecía corpulento y una capa de hueso le protegía la cara. Era humanoide como los de su grupo, y, sin embargo, iba vestido... Y la ropa no era propia de una bestia, mucho menos ese tipo de prendas. ¿Eso había sido una sonrisa? ¿Quizás...?

¡Justo! Aquel ser les habló. ¡Hablaba! Y les había pedido algo... bueno, no había especificado. Bajó el arco y dejó de apuntarle. Muchos de ellos entonces echaron a correr, unos tirando de otros, pero Pefka se quedó en el sitio. Quiso pedirles precaución, y tampoco entendía la amenaza, ¡en peores habían estado! Pero Sarah y Kiki se quedaron y hablaron al otro, y él se les acercó. ¿Quizás era un ciudadano? ¿Y qué sería lo que quería? Esperó detrás de las chicas con el arco a medio levantar, por si acaso.

Rua pudo oír perfectamente las palabras que Nery’s le dedico a Kik y la propia respuesta de la finlandesa, pero ni intervino ni se quedó a esperarles. Tan siquiera los miro, ella ya había dicho su punto sobre el asunto, toda su atención se centró únicamente en el avance que hacia manteniendo en un punto intermedio entre aquellos que había adelantado algunos pasos, como Qwara, Ulmara y Nori y el resto.

Se sentía incomoda, tensa y agobiada, queriendo llegar ya a Maciel como si el peso del papel, o amuleto como ella insistía en llamarlo pesara más a cada paso. Tal vez era un poco la responsabilidad de que sin esa cosa no podrían salvar a Jara o tal vez era la simple tensión de no saber que se encontrarían al llegar ¿Sería demasiado tarde para el repoblador o llegaría a tiempo? Ella esperaba que sí, que llegasen sin problemas que ocurriera algo positivo para variar en la mierda de día que se estaba volviendo desde temprano. << No debí haberme levantado de la cama hoy>> pensó un poco frustrad, mirando hacia las calles aledañas por las que pasaban como intentaran concentrarse en cada pared o muro, ante la posibilidad de ver algún movimiento extraño en un muro sólido. El pensamiento de que setenta y siete podía seguir por ahí se mantenía.

Peor no fue el lagarto quien apareció. Y Rua no supo decir si la segunda opción era mejor o peor. La sueca reacciono dando un paso atrás instintivamente, su ballesta en alto por precaución. Sabía que sus compañeros habían llegado a conversar con un habitante de la ciudad y aparentemente les dijo que no podía ayudarles por alguna ley. ¿Pero podrían atacarles? No lo sabía y no podía confiarse.

Además, el tipo que se había aparecido, aunque tuviera apariencia humanoide no transmití ni confianza ni tranquilidad y sus palabras mucho menos. Y no tenía sentido para ella ¿tener algo suyo? <<¿El qué? ¡No hemos robado nada!>> pensó frustrada por como todo iba de mal en peor. Sus compañeros también reaccionaron a su presencia, algunos buscaron alejarse rápidamente, como Qwara o Iemai; y otros se quedaron a intentar sonsacarle algo al tipo aquel. Siendo Sarah la que presidia aquello. Rua no intento correr, pero si mantuvo a distancia sin acercarse más dispuesta a hacerlo al mínimo gesto de amenaza, sorprendiendo un poco cuando vio a Kiki acercarse a Sarah para dirigirse al tipo también, refugiándose tras su cuerpo. No creía que correr valiera de algo, el tipo volaba y probablemente tendría más fuerza y magia que todos ellos juntos.

Parecía que aquel medio discurso ñoño media regañina había funcionado y simplemente puso los ojos en blanco cuando ella replicó lo de Toni. Los nervios el miedo y la ansiedad lo dejaron poco a poco, aunque aún podía sentir como si temblara. Al menos ahora tenía el contacto de la finlandesa.

No habló durante el viaje concentrado en lo que tenía delante y a sus alrededores y no queriendo molestar más a Nori.

Su primera reacción al sonido fue ponerse en guardia con el escudo y la lanza, aunque hubiera preferido mil veces a un monstruo volador que lo que se les plantó encima.

¿Creía que era otro ciudadano? No estaba seguro aunque la respuesta de Iemai a aquello le pareció la acertada y la hubiera seguido de no ser por el codazo de Kiki y que esta y Sarah se adelantaron a hablar.

En ese momento Nery´s pensó que si hubiera alguien capaz de leer mentes lo habría dejado sordo de como acababa de gritar internamente.

Se colocó al lado de ambas relajando la postura pero preparado para interponerse con el escudo ante cualquier cosa, su mente empezó a volar nerviosa hacia las posibilidades de simplemente dar el brazo del escudo por perdido en el primer golpe y echar a correr o ver que hacer a partir de ahí.

-El mio es Nery´s. -Se unió con diplomacia, aunque aún no tenía claro que hacer.

Todo estaba saliendo bien, hasta que aquel ser alado aterrizó unos metros delante de ellos. Fleur frenó en seco, con el miedo apoderándose de ella y las rodillas temblorosas. A diferencia de la chica ciudadana que se encontraron el hombre no solo parecía peligroso, también le resultaba hostil. Y estaba sonriendo.  Se le empañaron los ojos al tiempo que tragaba saliva.

Decía que tenían algo suyo y el efecto fue inmediato. Algunos echaron a correr en el instante incluso tropezando en el proceso. No sabía si eso servía de mucho puesto que no creía que alguien increíblemente superior a ellos se detuviera al ver que salían despavoridos. Sin embargo Fleur empezó a moverse por instinto, contagiada por el terror del grupo y al no querer quedarse sola. Solo hubo algo que la detuvo unos segundos e hizo que bailara ridículamente entre volver a Sendar o esperar a Sarah y Kiki, que habían optado por ser diplomáticas.

>>Por favor, necesito que nos protejas<<

Se quedó en una especie de limbo sin saber que hacer, se encontraba cerca de Maila y Pefka, pero en su caso ni siquiera reparó en tensar el arco.

Iba a contestar a Iemai cuando de repente vio aquel ser aterrizar y, sin que pudiera decir nada, estaba corriendo arrastrado por Iemai.
—Coño, como para que no te de mala espina, este no tiene cara de querer invitarnos a unos dulces— dijo sin tomar aire— yo corro, pero como me sigas arrastrando igual me como por enésima vez el suelo.

En cuanto empezó a correr dejó de ver donde iba, solo seguía los pasos de Iemai y miraba para atrás con la idea de que los demás los siguieran.
Al mirar nuevamente donde estaba el señor raro, vio como Sarah hablaba con él. En ese instante se paró en seco y agarró con fuerza la mano que se aferraba a él.
—Esperaaaaaa, están hablando con él y lo mismo podemos esperar a ver que nos dice. Porque ha dicho que tenemos algo que le pertenece— Toni lo dijo de corrido, no estaba asfixiado como debería por la corredera. Toni fue consciente de aquello y por primera vez quiso contarlo, algo le pasaba y debía encontrarle el sentido.
»De verdad lo que no nos pase a nosotros no le pasa a nadie eeh. Que angustia de vida por favor, ya sabía yo que no iba a ser un día fácil—dio una gran bocanada de aire para notar como entraba el aire en sus pulmones, no porque lo necesitara. Comprobó que la comida que llevaba estuviera bien. Su cadera, donde golpeaba la bolsa mientras corría, no corrió la misma suerte. —Un cardenal me va a salir del tamaño de Rocavarancolia.

Por alguna razón no le daba miedo aquel ser. Vestía bien, un asesino no se pondría su mejor ropa para matar, se la mancharía de sangre. Se acercó lo suficiente a Sarah como para escuchar lo que decían, pero se mantuvo lo suficientemente alejado como para poner pies en polvorosa si la situación lo requería. Sarah estaba como una cabra, pero había que reconocer que tenía redaños del tamaño de la Vía Láctea. Cuando se acercó vio que Pefka estaba al lado de Sarah. Y Kiki rodeaba con los brazos a esta.
—Si el señor este no mata a Kiki, lo hará Sarah por tocarla de esa forma— pensó.

De repente y sin previo aviso un figura apareció desde el cielo. La hawaiana pegó un brinco del sobresalto e instintivamente sacó el machete de su funda. No sabía si a Ulmara le temblaban las manos de la fuerza con la que sujetaba sus armas o por el miedo, pero no la tranquilizaba en absoluto. Aunque a decir verdad ella estaba en la misma situación, no podía evitar que sus rodillas se movieran sin control. La causa de esto no era que se tratara solo de un monstruo, sino que además era un rocavarancolés que les estaba hablando. Su sonrisa era más perturbadora que cualquier otra cosa.

¿<<Qué podemos tener que le interese?>> Se preguntó así misma, porque le aterrorizaba la idea de hablar con aquel tipo. Sin embargo no dio tiempo para mucho más, ya que en cuestión de segundos varios salieron corriendo. La hawaiana los siguió sin dejar de fijar la mirada en Fleur, pero pronto no tardó en volver a pararse algo indecisa. Sarah y Kiki estaban hablando con aquel extraño, y aunque entendía por qué lo hacían no pudo evitar sentir una ola de rabia. Tenían que escapar de ahí, no conversar con alguien que emanaba pura hostilidad.

La hawaiana se acercó más aún a Fleur y le puso una mano en el hombro, mientras con la otra empuñaba el machete con fuerza. Estaba dispuesta a ayudar a Sarah y a Kiki si era necesario, pero hasta entonces tenía que estar al lado de la francesa. No permitiría que le volviera a ocurrir lo mismo que con aquel reptil.

Ulmara salió de la parálisis autoinducida cuando Qwara chocó con ella. El tirón posterior fue suficiente para que la cercana se pusiera en marcha y echara a correr, pero llegó a sus oídos la voz de Sarah, y la de Kiki, y la de Nery's. Ulmara estaba en plena confusión y dio varios pasos antes de que la voz del monstruo la hiciese frenar. Miró hacia atrás con el miedo en el rostro y se preguntó qué huevos hacían intentando hablar con aquella cosa. A la vez, sin embargo, la curiosidad le pudo y se quedó a oír el final. No entendía nada, solo sabía que no quería morir en aquellas calles ni en aquel momento.

Desorientada, buscó a su alrededor a sus compañeros. La mayoría estaban frente a ella y la cercana no supo discernir quienes faltaban, en ese momento de estrés. Se dirigió a Toni y Qwara, que eran los más cercanos, y dijo con angustia:

—¿Qué hacemos? ¿Corremos?

Presentía que les faltaban patas para escapar de lo que se les venía encima, pero tampoco tenían muchas más herramientas a manos.

Iemai jadeaba mientras tiraba de Toni sin soltarle la mano. Su agarre era rígido, pero cuando Toni frenó en seco la cercana abrió la mano y lo soltó, no sin dirigir una breve mirada desconcertada a su espalda. Había una pregunta muda en su mirada, un «¿por qué te paras?» que no llegó a articular. Sus ojos se posaron entonces en el grueso del grupo que había decidido quedarse y entró en pánico. A su lado, Ulmara también se detenía, pero ella no quería hacerlo, igual que tampoco quería correr sola. Uno a uno se iban deteniendo todos, por lo que Iemai vaciló.
—¡Es peligroso! —le respondió a Toni—. ¡Deberíamos irnos de aquí!
Estaba lista para salir corriendo de nuevo, independientemente de la decisión de sus compañeros, pero el miedo a alejarse sola de allí era mayor si cabía. Entonces sus ojos captaron el despegue de la criatura, como una señal ominosa.
—¡Vamos! —apremió.

Qwara aceleró cuando avistó la primera esquina por la que perder de vista la calle principal, pero antes de doblarla se dio cuenta de que solo sus pasos resonaban sobre el adoquinado y la incredulidad le hizo echar el freno. Con la respiración agitada por el miedo la sudafricana echó un vistazo a su espalda para darse cuenta de que Ulmara, la más próxima a su posición, estaba parada unos cuantos metros más allá junto a Toni e Iemai. El grueso del grupo, además, seguía demasiado cerca de aquel tipo y algunos incluso estaban hablando con él.
—No pueden ser tan imbéciles… —susurró con una mueca, debatiéndose entre su instinto de autoconservación y las ganas de volver para ayudar a sus compañeros y, de paso, meterles algo de sentido común en la mollera a tortazos.

Las palabras del quebrantahuesos le llegaron amortiguadas por la distancia y el pánico, así que no las entendió bien, pero sí que captó el instante en el que volvió a alzar el vuelo y la humana se encogió a la sombra de un alero. Lo que sí escuchó fue lo que dijeron las cercanas y, exponiéndose lo justo, gesticuló en su dirección con vehemencia para llamar su atención.
—¡Al menos salid del centro de la calle! —exclamó en un tono de voz no más alto que un murmullo, señalando las fachadas de las casas para que dejaran de ser tan visibles desde los tejados.