Calles

El draco clavó la mirada en el ángel negro cuando se vio desarmado. La intensidad de la mirada de Noel atravesaba a Verkan, estaba más afilada que sus propias plumas y rezumaba un odio tan acérrimo, mucho más intenso de lo que habían reflejado nunca sus ojos, que resultaba casi palpable. No obstante, el draco estaba convencido de que el circuito rúnico de recuperación no entraba en los planes del ángel negro.

Transcurrido el segundo en el que el arma permaneció quieta en el suelo y durante el cual el sueco había dirigido un fuerte puñetazo con la zurda directo a la cara del varmano, el hacha se transportó hacia él y la empuñó con la diestra tras recuperarla girándose levemente para ello.
—Nos veremos en Helheim, maldito bastardo.
Y tras escupir con vehemencia aquellas palabras imbuidas en un tono cargado de rabia y con los últimos resquicios de sus fuerzas, Noel realizó un movimiento ascendente y horizontal con toda la fuerza y agresividad que había acumulado a lo largo de la noche hacia el cuello de su oponente.

La cabeza de Verkan salió despedida mientras el draco se veía bañado por la sangre que salía a presión del cuello desprovisto de lo que hasta hacía un instante tenía encima.
—Y una vez allí, volveré a matarte.
El hacha cayó nuevamente de sus manos, esta vez a sus pies y no por un agente externo sino por la completa extenuación que se había apoderado de Noel. Jadeaba fuertemente y observaba el cuerpo descabezado del ángel negro con la mirada perdida.

Todo su cuerpo le fallaba. Se había propasado tanto física como mágicamente y sentía que en cualquier momento iba a desvanecerse. Su única preocupación, no obstante, era ella. Buscó con la mirada a Wen, desesperado por comprobar si seguía viva. Pero antes de que pudiera echar poco más que un simple vistazo ansioso a la vouivre, la mole que era el minotauro se le echó encima. No pudo reaccionar a la embestida de Barch y los cuernos del minotauro se le clavaron dolorosamente, uno de ellos agravando aún más la herida que el ángel negro le había abierto en el vientre, para después verse lanzado a causa del soberbio embate contra la fachada de un edificio cercano.

El draco no gritó mientras su cuerpo salía despedido por los aires. Tampoco cuando varias partes de su cuerpo, entre las que se incluía su cabeza, impactaron con violencia contra la pared. El cuerpo de Noel cayó a plomo inmediatamente mientras una brecha en su cráneo empapaba las plumas de su cabeza de sangre, tiñendo su mechón blanco completamente de rojo, no desentonando en absoluto con el aspecto que presentaba todo él.

La consciencia del sueco se había precipitado hacia la absoluta negrura en el mismo instante en el que su cráneo impactó contra la dura roca. El sonido seco del draco colisionando contra el suelo resonó en la noche. Varios charcos de sangre comenzaron a formarse bajo el cuerpo inerte de Noel.

Barch nunca llegó, pero en su lugar sí que lo hizo una llamarada oscura que abrasó todo su costado izquierdo. La vouivre chilló de dolor mientras su piel chisporroteaba por las quemaduras. Tenía una parte importante del cuerpo en carne viva y la otra parte infestada de heridas y moratones. La sangre y el olor a carne quemada la cubrían y, aunque el hechizo ya se había casi disipado, era un cuerpo derrotado en el suelo.

Todavía se encontraba algo aturdida y todo lo que ocurría a su alrededor era un borrón para ella hasta que vio como Noel cortaba la cabeza de Verkan y entonces todo ocurrió a cámara lenta. La cabeza del varmano rebotó dos veces contra el suelo para terminar rodando hacia ella. La vouivre alzó la vista hacia el draco con el que cruzó la mirada por un segundo y, entonces, el tiempo volvió a correr, más deprisa aun que antes, y, sin que la vouivre pudiera siquiera evitarlo, Noel impactó contra la pared y cayó como un muñeco contra el suelo, mientras algo dentro de Wen gritaba su nombre.

Por un segundo, Wen quedó en shock. La imagen de Noel cubierto de sangre y heridas chocando contra la pared inundó su mente. El sonido de sus huesos y su cráneo golpeando fuertemente primero contra el muro y luego contra el suelo retumbó en la calle.

La vouivre no se veía capaz de reaccionar hasta que vio a Barch acercarse al draco para comprobar si seguía con vida y la más profunda de las furias; la ira y la desesperación más genuina la invadieron.

- ¡NO!- chilló, como si con su voz pudiera detener el avance del minotauro y hacer que el sueco se levantara.

Rebosante de adrenalina y rabia, se levantó con sus últimas fuerzas y casi sin pensarlo recogió el hacha que el draco había dejado abandonada en el suelo con su mano derecha y, con un solo movimiento, clavó el arma en el cuello del minotauro cercenando su garganta.

Wen dejó el hacha clavada en la garganta del minotauro y se lanzó a donde yacía el draco. Ni siquiera se había dado cuenta el momento en el que había roto a llorar cuando ya tenía la cara bañada en lágrimas. Se tiró al suelo de rodillas, sin importarle que sus heridas se agravarían con ese acto, e intentó levantar al draco del suelo. El peso muerto del sueco era demasiado para sus escasas fuerzas y tras muchos intentos desistió y comenzó a palparle por todas partes, intentando encontrar un pulso cuyos puntos de comprobación no recordaba y, a su vez, intentando taponar todas sus heridas, pero no haciéndolo con ninguna.

- ¡Noel!- comenzó a llamarle entre la desesperación y el llanto-. ¡Noel! ¡Noel, no me dejes! ¡Noel, no puedes hacerme esto! ¡Me lo prometiste! ¡Dijiste que todo saldría bien! ¡Prometiste que estarías conmigo! ¡Noel! ¡NOEL!

Toima

El ulterano se acercó al grupo, en una plaza. Y ya desde ahí, localizó a los demás. Contempló en la distancia los últimos resquicios de la pelea contra los últimos de los de Gar. Y ahí se topó con el cadaver de Zisana. Egoistamente, la habia reclamado para si mismo, siendo su objetivo principal. Se acuclilló ante el cadaver sin vida de la guerrera.
-¿Y ahora quien me va a devolver mi sable?-comentó, desanimado.

Y entonces, vió el desenlace. Se incorporó de un respigo, preocupado cuando Noel recibió el golpe. Sobretodo cuando veia que no se movia. La sangre terminó por venderle.
-¡N-Noel!-exclamó con angustia vacilante, mientras sus preocupaciones se escalaban a saltos agigantados y su paranoia alimentaba los fuegos de los pensamientos negativos.-¡NOEL!-exclamó con un berrido angustioso cuando vio que los latidos de corazón del draco iban disminuyendo, mientras echaba a correr a toda prisa hacia el lugar. Vió como Wen acababa con Barch, cosa que habia pensado hacer él mismo, para escapar contra la angustia que ahora hacia hueco en su corazón.
Entró al lugar entonces, y vió claramente a Wen llorando sobre el cuerpo inerte de Noel. Se acercó a la misma velocidad, como un tren implacable, sin que ninguna distracción o presencia en la calle le detuviera. Los últimos metros sin embargo, deceleró el paso, sumiendose en un lento paseo tembloroso.
-¿N-Noel?-preguntó al aire, con fragilidad en su voz. Recorrió los últimos pasos hacia Wen llorando sobre este. Toima cayó de rodillas, al lado del cuerpo de Noel.-Vamos... Noel... Wen... Wen está llorando... H-Hemos ganado... Tienes... Tienes que levantarte. ¡No me hace jodida gracia, Noel! ¡Te daré una paliza si no lo haces ahora mismo! ¡Levantate!-terminó explotando con ira debido a su ignorancia sobre lo que le habia pasado su amigo. Habia recibido un golpe y su corazón iba cada vez más despacio, pero seguia latiendo. No entendia nada. No se entendia ni a sí mismo en aquella ocasión.

Toima no sabia que era aquello que sentia. Se retorcia por dentro, como una criatura que le cortaba por dentro los intestinos, sensación que, por otra parte no le era ajena. Pero, enfocado a algo no físico si que le era raro y le destrozaba aún más. Esto era Toima sintiendo pena por primera vez. Era fragil, aun con su apariencia de gigante, le hacia parecer como una estatua de cristal apunto de desmoronarse.
-Wen... Haz magia... Curale. Usa... Usa magia, vamos. ¡CURALE!-le bramó a la británica en un momento de negación intenso, lágrimas saliendole de todos sus ojos.-Lo siento yo solo... Su corazón se... Su corazón se esta frenando... Si se para...-dijo sin terminar la frase. Junto su cabeza con la del humano unos segundos, moqueando inconscientemente sobre él, mientras sollozaba. Consiguió ponerse con sus sentimientos unidos. La desesperación conocida se revolvia dentro de él, pero debido a que su corazón no se habia detenido aún, afloró otro sentimiento desconocido para él: La esperanza.
-Hay que encontrar a alguien que le cure.-dijo, entonces, para pasar su brazo por debajo de su nuca y de sus piernas y, tras eso, intentando levantarle en al aire. Una herida que hasta el momento no habia sido consciente, le hizo sentir un golpe de dolor que le mareó. Se habia dislocado el hombro izquierdo con el retroceso del lanzavirotes del último disparo. Soltó un grito igualmente desgarrador y de ira, cuando, a continuación, intentó volver a levantar a Noel, resoplando con ira y, de nuevo, el brazo izquierdo, casi laxo e incapaz de levantar peso alguno y menos el de Noel le soltó otro golpazo de dolor que conllevó a más alaridos de dolor del ulterano, que se agarraba entonces el descolocado hombro, intentando recolocarlo el mismo con su brazo izquierdo, debilidado y lleno de calambres por la tensión.
-¡JODER!¡JODER!¡JODER!-bramó, entre lágrimas, dandose de golpes el hombro dislocado, intentando aliviar la rabia y la impotencia tan solo causandose aun más dolor a si mismo.

Se reunieron en la plaza. Si alguien tenía heridas que quisiera curar antes de seguir avanzando no hizo alusión a ello, pero al menos todos se tenían de pie y por tanto siguieron avanzando. El cambio de actitud de Toima fue tan repentino que el fuego fatuo se quedó clavado en el suelo unos segundos, que lo retrasaron siguindo al argos allí a donde veía a sus compañeros. Temiéndose lo peor alcanzó la escena que estaba teniendo lugar sobre aquel baño de sangre. Celebrar los cadáveres que se encontraban tirados en la escena no entraba en las posibilidades, solo representaban una preocupación menos. Gael necesitó rechazar con fuerza la idea de que Noel también pudiera estar muerto. No lo estaba, no él, eso era imposible. Avanzó tambaleante y se dejó caer de rodillas cerca del cuerpo inerte. ¿No acababa de decir Toima que su corazón se paraba? Tenían que reanimarlo. Tenían que curar aquellas heridas. Que Toima lo levantase se salió por completo de sus planes, y el fuego fatuo no pudo evitar enfadarse con el argos.
―¡Déjalo aquí ahora mismo! ¡¡Lo vas a matar!! ―rugió. No tenían tiempo para eso, ni para la herida de la que se había comenzado a quejar el argos. Las de Wen tampoco parecían poner su vida en riesgo, así que podían centrarse en Noel por el momento. Acomodó al draco en el suelo y rápidamente comenzó a trabajar junto a Giz. Entre ambos tenían cierta experiencia con aquel tipo de trabajo y era con quien prefería hacerlo en aquel momento. Dejaría a Giz normalizando el ritmo de bombeo del corazón mientras él cerraba heridas y recomponía el cuerpo maltrecho del draco. No debía perder más sangre, y de hecho recuperar dicho tejido era la siguiente prioridad. Gael necesitaba mantener la mente en blanco y alejar todo pensamiento de mal agüero y los nervios. No podía permitirse un movimiento en falso.

Toima llegó y con él, noticias del lugar en que estaban Noel y Wen. Allí llegamos y allí se me cayó el alma a los pies. Solo quedaba Wen viva, aparentemente. Los de Gar estaban bien muertos y Noel... Calma. La primera impresión fue esa, que estaba... En fin, muerto. Pero no era así, seguía notando el vaivén del olor a su sangre, aunque demasiado suave, entre el desastre de sangre y sus respectivos olores que había en la zona. Toima también lo notó, aunque de otra manera.

En el tiempo en que me golpeaba la visión de su cuerpo inerte y que razoné que podíamos salvarle, me había acercado como Gael y me había quedado unos segundos como petrificado. Verlo así era insoportable, escuchar a Wen demasiado.

Pero el shock pasó y actuamos. Lo primero fue hacer que Toima soltara a Noel. El fuego fatuo era el más especializado en tratar con cuerpos así que él y Giz se encargaron del draco. Wen no presentaba heridas por las que debiéramos temer por su vida, al menos, así que me puse a su lado sin saber muy bien qué decir más que lo que dije.

—Noel nunca rompería una promesa, ¿verdad? Déjame que te cure, anda...

Sin apenas mediar más palabra, fui curando cualquier herida que viera, sirviéndome del amuleto de Outhal cuando me hizo falta. De vez en cuando miraba nervioso a Gael y Giz, afanados con Noel, pero confiaba bastante en ellos así que no debía preocuparme. Con la chica ya curada, me acerqué a los otros dos por si necesitaban algo mientras alguien se encargaba de curar a Toima.

Los gritos de Wen pusieron a Giz en tensión justo cuando volvía con los lobos levitando tras de sí. Descartó rapidamente su idea original de devolveros a sus prisiones y con un gesto rápido de la mano los llamó a ellos y a los dragones para que le siguieran de manera ordenada. La escena que se encontró le provocó un nudo en el estómago más fuerte que ningún otro que hubiera tenido hasta ahora y el goliat quedó bloqueado unos segundos, juzgando lo que veía y, sobre todo, asimilándolo. A su espalda, los animales tomaron asiento, alejándose los unos de los otros por ser dos especies que no hacían buenas migas.

La extraña alegría que había sentido al saber muertos a los de Gar había caducado inmediatamente y el gesto de Giz se ensombreció, marcado por un miedo y una incertidumbre horribles. No fue hasta que escuchó a Gael gritar que salió de las profundidades de su mente aciaga y respiró hondo para acercarse a ayudar. Tanto Wen como Noel habían escapado bastante peor que el resto, pero por mucho que dolieran las quemaduras, sabía que tenía que priorizar. Mientras Gael se encargaba de curar los numerosos daños que había sufrido, Giz ancló sobre la boca y la nariz de Noel un hechizo para concentrar el oxígeno del aire y ayudarle a respirar y aplicó varios pulsos sobre su pecho para estabilizar las pulsaciones. Con una concentración absoluta por que sus hechizos fueran exitosos y llegaran a buen puerto, Giz se aseguraría de que ni una sola palabra ajena a la magia curativa escapara de su boca.

Todos los presentes parecían estar mas o menos bien, y pronto Jack anunció que olía a Toima acercarse (:'D). El enorme ulterano dobló la esquina y se acercó al grupo, cargando con sus armas. Tenía peor aspecto que sus compañeros, y el brazo izquierdo le colgaba inerte, posiblemente dislocado. Apenas le dio tiempo a agacharse para echar un vistazo al cuerpo de Zisana, pues al parecer vio algo y echó a correr gritando el nombre de Noel. Vac se quedó congelado en el sitio, no muy seguro de entender la situación, pero cuando los gritos de Wen se alzaron en la distancia, el cuerpo del griego se puso en movimiento, y corrió tras el argos a toda velocidad.

Nada le habría preparado para lo que vio en aquel callejón, ni siquiera los gritos de la vouivre, y apenas acertó a distinguir la carnicería que rodeaba el cuerpo inerte de Noel. El griego se quedó paralizado a unos metros de los demás, sujetando tan fuerte la espada envuelta de su hermano que llegó a cortarse sin darse cuenta, su mente tratando de procesar todo aquello. El draco seguía vivo, y Giz y Gael se apresuraron a estabilizarlo mientras Jack y Adara trataban las heridas de Wen y Toima respectivamente, dejando al hado sin nada que hacer. No se quejó, sin embargo, pues no habría sido capaz de moverse, y aprovechó aquellos segundos para negar su propio dolor y autoconvencerse de que el sueco se iba a poner bien. No podía permitirse pensar otra cosa, tenía que ser positivo por todos los demás.

Dirigió una mirada ligeramente vacía a la británica y se le acercó en cuanto el alemán terminó de aplicarle las primeras curas, tirando de ella con cuidado para ponerla en pie y alejarla un poco de donde trabajaban el fuego fatuo y el goliat.
—Todo va estar bien, ¿de acuerdo? —le susurró, tratando de secar sus lágrimas sin demasiado éxito y envolviéndola en un abrazo. Sonaba convincente—. Es mi hermano, recuerdalo, la cabezonería le viene de familia: no se rendira y cumplirá su promesa —el chico casi sonreía, y parecía seguro de lo que decía. En el fondo, sin embargo, estaba aterrorizado, y aunque había logrado mantener a raya sus temores en pos de suplir los de los demás, estos seguían abrasándole por dentro.

El miedo, como un pulso negro y ponzoñoso, estaba envenenando su mente poco a poco.

Wen seguía llorando, sin entender lo que pasaba a su alrededor. Sintió que se acercaban. Primero uno, luego otro y luego el resto. Sintió que le hablaban, que decían su nombre, incluso que le gritaban; pero ella solo podía pensar en Noel, tirado y desangrándose, sin dar señales de vida. También sintió como la curaban, gracias a lo cual se percató de todas y cada una de sus heridas: rasguños, cortes, moretones y la terrible quemadura. Incluso en ese momento sentía la sangre seca en su piel y su ropa.

A Vac no le costó mucho levantarla, pues no se resistió. Wen se aferró al hado como si la vida le fuera en ello. En aquel momento necesitaba alguien en quien apoyarse y eso era lo que el griego le ofrecía, sin pararse a pensar siquiera que el hado estaría sufriendo tanto como ella, ya que era de su hermano de quien se trataba. La vouivre contestó a las palabras del hado asintiendo como una niña asustada. Y así era exactamente como se sentía en aquel momento, aterrada. La idea de la muerte de Noel le aterraba profundamente. Se sentía incluso más aterrada que cuando se enteró de la muerte de Maggie y eso solo empeoraba las cosas. Una reacción peor que la que tuvo a la muerte de su madrina sería devastadora para ella. Una voz dentro de ella, la de su pasado más oscuro, le susurraba que era culpa suya, que había recibido lo que se merecía, que aquella era la razón por la que todos la repudiaban.

Lo único que la mantenía en pie era la esperanza. Porque así era, a diferencia de las otras veces, en esta había una esperanza. Toima había dicho que el corazón de Noel seguía bombeando y Gael y Giz estaban poniendo manos a la obra para mantenerlo con vida. Alguien sugirió trasladarse al Cuchitril y Wen comenzó a caminar como una autómata, sin dejar de aferrarse al hado y sin apartar la vista del cuerpo del draco.


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Toima

Toima apenas sintió comfort o alivio cuando le recolocaron el brazo y comenzaron a curarle. Abrió y cerró el puño derecho un par de veces, para comprobar su estado y se puso de pie. Se dirigió al cuerpo de Noel, dispuesto a cogerlo en brazos, aun a pesar de la advertencia de Gael de que con ello lo mataria. En su modo, Toima no veia lógica. ¿Qué deberian hacer? ¿Dejarlo ahí? No le habian plantado como a un arbol que si lo sacas del sitio lo matas. Noel estaba herido y necesitaba medicina. La dichosa medicina era la última esperanza del argos.
Pero aquella vez entre todos se lo impidieron y Toima rugió con lágrimas.
-¡Noel se va a morir si no le conseguimos medicina! ¿¡Porque no me dejais llevarle!?-les preguntó con miradas acusadoras a los demás.

Fue Gael quien le explicó sobre la situación del draco, de los percances que tendria el moverle así por bamboleo entre otras cosas y lo delicado que se encontraba.
-¿E-Estas seguro de eso?-le preguntó, titubeante al fuego fatuo. Pero no necesitaba que le respondiese. Toima era bastante consciente que de saber, Gael sabria tan bien como mantener a alguien con vida como Toima sabia solo una cosa: Dañar y cortar vidas. Chasqueó con la lengua y se alejó del grupo, frunciendo el ceño. Habia estado apunto de matar a uno de sus amigos por su cabezoneria y su ignorancia.
Quizás el watahré no habia cambiado. Se habia criado y entrenado para una cosa. Pensaba que la Luna le habia hecho cambiar por dentro pero, ante los hechos, todo parecia indicar que no. La ira comenzó a florecer en el ulterano.

Toima vio como Noel flotaba en el aire, inerte, gracias a un hechizo. La amargura dentro de él le corroia. No era solo porque la magia habia podido solucionar lo que él no, sino porque Noel parecia un cadaver así, o, peor, un trozo de carne sin vida, lo cual le deshumanizaba mucho más. El argos se tapó la cara y cerró los ojos, resoplando. No sabia como reaccionar y todo lo que hacia solo molestaba a los demás. Se sentia inutil de no poder ayudar a un amigo en aquel estado y no podia simplemente quedarse de brazos cruzados.

La ira del ulterano se acumuló hasta finalmente explotar. Sacó un cuchilló y lo lanzó hacia el quicio de un tejado, desde donde una criatura extraña les observaba.

-¡Fuera de aqui puto monicaco! ¡Esto no es un espectaculo! ¡LARGO!-le rugió.

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Kudryavka

El aprendiz dió un brinco hacia atrás cuando el gigantón con ojos por todo el cuerpo le arrojó un cuchillo, fallando por muy poco. ¿Como le habria visto? ¿Serian los ojos?

>> Que suerte algunos que cuentan con un Byakugan.

Por lo visto, uno de ellos se habia muerto. Recordaba a algunos del grupo que aquella vez fueron a venderles consoladores y otros objetos del estilo. El herido era uno de ellos. Todos monstruos pero, inexplicablemente formaban un grupo. El ruso dedujo que se trataba de una cosecha superviviente, de algún año anterior y, visto como peleaban, pudo leer lo fuertes que eran. Habian masacrado al otro grupo, que por algún motivo, habian decidido retar a este aun a pesar de estar a cien años de diferencia del más grande. Aquello le encendió el espíritu. Deseó su fuerza para él. De haber gente tan fuerte por la ciudad, aquello le decia que pronto podria medir su propia fuerza y, hacerse más duro y fuerte tras avanzar en sus desafios.
Con esta idea positiva, el ruso se dirigió hacia Maciel.

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Ya no podía hacer mucho más que esperar, ya que Gael y Giz eran los más recomendables para encargarse de Noel. Si acaso podría avisar a Erika, cosa que sugerí, pero pensaban llamar a Nia así que no hizo falta. Así que seguí dando vueltas por la zona, tanto vigilando como por hacer algo pues estaba de los nervios. También me fijaba en los muertos, que iban a ser pasto de alimañas y sangre desperdiciada, así como en el agujero que tendríamos que volver mañana a reparar... <<Un momento... Podríamos saquearlos, aprovecharlos. No solo hay alimañas observando, cualquiera podría saquearlos y dentro de un mes encontraríamos sus restos en el Mercado... Ni de coña>> Así que también sugerí de llevárnoslos y, aprovechando que todos tenían algo que hacer —menos Wen, obviamente— le dije a Adara de acompañarme.

Con el hechizo de levitación fue bastante sencillo cargar con los cadáveres, a los que miraba con asco incluso después de haber drenado sangre de estos. No solo con asco sino con odio. Si antes los detestaba, ahora incluso más. Casi mataban a Noel, a uno de mis mejores amigos. Y ahora estaban muertos y no podíamos hacerles nada más... O sí. Ellos habían entrado en su hogar y matado a Yloh... ¿Qué nos impedía a nosotros saquear la que fuera su casa? Sí, que no quedara nada de ellos más que ruinas y material reciclado para Gael. Así que por el camino se lo sugerí a Adara y le pareció buena idea.

Un tipo que pasaba por allí llamó su atención. Sus miradas se encontraron y el irrense frunció el ceño. Sus rasgos eran del estilo de los humanos, pero no fue eso lo que más le llamó la atención. Aquellos cuernos eran como los que había palpado, visto en su sombra y en sus reflejos. Ni siquiera se había visto en un espejo o fotografía, no había encontrado el momento ni le apetecía hacerlo. Al vérselos a aquel desconocido tuvo una sensación muy diferente. Ya no le parecían un apéndice patético.

Ignoró todo lo que había dicho hasta el momento. Se levantó y comenzó a acercarse al transformado.
―¿Eres Lugh? ¿O eres otro? ―Aquel tipo no vivía en la sede como él, Saren había dicho literalmente “en la ciudad”. ¿Cuántos años llevaría viviendo allí?―. Me han hablado de un tipo como yo, y tienes toda la pinta de serlo.