Calles

Toima

Toima apenas sintió comfort o alivio cuando le recolocaron el brazo y comenzaron a curarle. Abrió y cerró el puño derecho un par de veces, para comprobar su estado y se puso de pie. Se dirigió al cuerpo de Noel, dispuesto a cogerlo en brazos, aun a pesar de la advertencia de Gael de que con ello lo mataria. En su modo, Toima no veia lógica. ¿Qué deberian hacer? ¿Dejarlo ahí? No le habian plantado como a un arbol que si lo sacas del sitio lo matas. Noel estaba herido y necesitaba medicina. La dichosa medicina era la última esperanza del argos.
Pero aquella vez entre todos se lo impidieron y Toima rugió con lágrimas.
-¡Noel se va a morir si no le conseguimos medicina! ¿¡Porque no me dejais llevarle!?-les preguntó con miradas acusadoras a los demás.

Fue Gael quien le explicó sobre la situación del draco, de los percances que tendria el moverle así por bamboleo entre otras cosas y lo delicado que se encontraba.
-¿E-Estas seguro de eso?-le preguntó, titubeante al fuego fatuo. Pero no necesitaba que le respondiese. Toima era bastante consciente que de saber, Gael sabria tan bien como mantener a alguien con vida como Toima sabia solo una cosa: Dañar y cortar vidas. Chasqueó con la lengua y se alejó del grupo, frunciendo el ceño. Habia estado apunto de matar a uno de sus amigos por su cabezoneria y su ignorancia.
Quizás el watahré no habia cambiado. Se habia criado y entrenado para una cosa. Pensaba que la Luna le habia hecho cambiar por dentro pero, ante los hechos, todo parecia indicar que no. La ira comenzó a florecer en el ulterano.

Toima vio como Noel flotaba en el aire, inerte, gracias a un hechizo. La amargura dentro de él le corroia. No era solo porque la magia habia podido solucionar lo que él no, sino porque Noel parecia un cadaver así, o, peor, un trozo de carne sin vida, lo cual le deshumanizaba mucho más. El argos se tapó la cara y cerró los ojos, resoplando. No sabia como reaccionar y todo lo que hacia solo molestaba a los demás. Se sentia inutil de no poder ayudar a un amigo en aquel estado y no podia simplemente quedarse de brazos cruzados.

La ira del ulterano se acumuló hasta finalmente explotar. Sacó un cuchilló y lo lanzó hacia el quicio de un tejado, desde donde una criatura extraña les observaba.

-¡Fuera de aqui puto monicaco! ¡Esto no es un espectaculo! ¡LARGO!-le rugió.

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Kudryavka

El aprendiz dió un brinco hacia atrás cuando el gigantón con ojos por todo el cuerpo le arrojó un cuchillo, fallando por muy poco. ¿Como le habria visto? ¿Serian los ojos?

>> Que suerte algunos que cuentan con un Byakugan.

Por lo visto, uno de ellos se habia muerto. Recordaba a algunos del grupo que aquella vez fueron a venderles consoladores y otros objetos del estilo. El herido era uno de ellos. Todos monstruos pero, inexplicablemente formaban un grupo. El ruso dedujo que se trataba de una cosecha superviviente, de algún año anterior y, visto como peleaban, pudo leer lo fuertes que eran. Habian masacrado al otro grupo, que por algún motivo, habian decidido retar a este aun a pesar de estar a cien años de diferencia del más grande. Aquello le encendió el espíritu. Deseó su fuerza para él. De haber gente tan fuerte por la ciudad, aquello le decia que pronto podria medir su propia fuerza y, hacerse más duro y fuerte tras avanzar en sus desafios.
Con esta idea positiva, el ruso se dirigió hacia Maciel.

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Ya no podía hacer mucho más que esperar, ya que Gael y Giz eran los más recomendables para encargarse de Noel. Si acaso podría avisar a Erika, cosa que sugerí, pero pensaban llamar a Nia así que no hizo falta. Así que seguí dando vueltas por la zona, tanto vigilando como por hacer algo pues estaba de los nervios. También me fijaba en los muertos, que iban a ser pasto de alimañas y sangre desperdiciada, así como en el agujero que tendríamos que volver mañana a reparar... <<Un momento... Podríamos saquearlos, aprovecharlos. No solo hay alimañas observando, cualquiera podría saquearlos y dentro de un mes encontraríamos sus restos en el Mercado... Ni de coña>> Así que también sugerí de llevárnoslos y, aprovechando que todos tenían algo que hacer —menos Wen, obviamente— le dije a Adara de acompañarme.

Con el hechizo de levitación fue bastante sencillo cargar con los cadáveres, a los que miraba con asco incluso después de haber drenado sangre de estos. No solo con asco sino con odio. Si antes los detestaba, ahora incluso más. Casi mataban a Noel, a uno de mis mejores amigos. Y ahora estaban muertos y no podíamos hacerles nada más... O sí. Ellos habían entrado en su hogar y matado a Yloh... ¿Qué nos impedía a nosotros saquear la que fuera su casa? Sí, que no quedara nada de ellos más que ruinas y material reciclado para Gael. Así que por el camino se lo sugerí a Adara y le pareció buena idea.

Un tipo que pasaba por allí llamó su atención. Sus miradas se encontraron y el irrense frunció el ceño. Sus rasgos eran del estilo de los humanos, pero no fue eso lo que más le llamó la atención. Aquellos cuernos eran como los que había palpado, visto en su sombra y en sus reflejos. Ni siquiera se había visto en un espejo o fotografía, no había encontrado el momento ni le apetecía hacerlo. Al vérselos a aquel desconocido tuvo una sensación muy diferente. Ya no le parecían un apéndice patético.

Ignoró todo lo que había dicho hasta el momento. Se levantó y comenzó a acercarse al transformado.
―¿Eres Lugh? ¿O eres otro? ―Aquel tipo no vivía en la sede como él, Saren había dicho literalmente “en la ciudad”. ¿Cuántos años llevaría viviendo allí?―. Me han hablado de un tipo como yo, y tienes toda la pinta de serlo.

«El segundo…». Podía tener sus ventajas eso de ser el segundo. Le gustó sorprender un poco al desconocido esgrimiendo su nombre, le daba un poco la sensación de llevar la sartén por el mango. No se negó a tenderle la mano. Tenía dedos afilados, pero él mismo había admitido ser humano. No le quedaba duda de que de conservar sus brazos ahora tendría dedos como aquellos.

Retiró la mano sin ocultar demasiado su frialdad. No estaba haciéndole un desprecio a su congénere, pero la desconfianza era inevitable.
―¿Dónde está la ventaja? ―murmuró entre dientes―. Yo soy Cío. Irrense, como dices. No sé si tú estabas disfrutándolo desde el primer día, pero yo desde luego no. ¿Es que tiene truco?
Cío torció levemente la cabeza, dubitativo. Lo que preguntó no parecía tener sentido, pero le molestaba que aquel tipo encontrase ventajosa aquella tortura.

Mientras Lugh hablaba Cío relajó un poco la postura y le escuchó. Le ponía nervioso que fuese más alto y corpulento que él, pero una vez cambió ligeramente de actitud no parecía tan malo. Si su habilidad, de algún modo, era controlable, entonces había recibido una buena noticia.
―Se fundieron. Y el marcapasos. Pero tenía uno desconectado y se salvaron piezas que poner en el otro. ―Señaló el que caía a un lado, inerte―. ¿Qué puedo hacer con todo esto? ¿Podré controlarlo hasta el punto de dejar de fundir mi propia electrónica? ―La avidez por información se había terminado abriendo paso. Había tantas preguntas… ¿cómo conseguirlo? ¿cuánto tardaría? ¿para qué servía aquella sobrecarga antinatural? ¿era "raigaurum" en lo que se habían convertido?

Se quedó pensativo, ante las medidas propuestas. Le parecía que hasta Lugh lo veía de forma más optimista que él, y eso que por su tono bien podía estar compadeciéndose.
―Bueno, preparado estoy ―dijo, confiándole el truco de su brazo al retirar las puntas de dos dedos hacia atrás―. No es más que un apaño casero, pero funciona por ahora. También tengo compañeros que saben mucho de magia, pero ningún hechizo que les haya visto usar serviría para esto ―explicó dubitativo, como siempre que iba de magia la cosa―. He encontrado algo de ayuda para lo del marcapasos, pero no soy muy optimista con el tema. A lo mejor lo primero que debería aprender es no electrocutar a todo el que se me acerque.

Sabía bien que su táser era precario, temporal. Que la magia ofreciese muchas más posibilidades era lógico, ¿no había hechizos que se le escapaban a Archi? Algunos los había alcanzado con práctica, otros eran sencillamente imposibles.
―Espera, ¿cómo has dicho? ―interrumpió de pronto. «Hechizos… los raigaurum»―. Quieres decir… ¿sí hay hechizos a mi alcance? ¿solo hay que encontrarlos? ―Eso sí sería una buena noticia, no tanto la búsqueda que le quedaba por delante.

De toda la información que le había proporcionado, al irrense ninguna le chocó más que aquella. No había pensado siquiera que las transformaciones produjesen cambios en la capacidad mágica, sencillamente no se había planteado absolutamente nada al respecto.
―¿Magia… yo? ―se le escapó. No quería quedar como un imbécil delante del veterano. Trató de retomar el hilo de la conversación―. Me vendrían de puta madre, la verdad ―confesó, ante el ofrecimiento de consejos. La ciudad debía de haber sido muy dura con todos porque la mayoría de veteranos que había conocido ofrecían su tiempo de forma gratuita. ¿Tal vez la frustración por no poder intervenir antes de la Luna? No sabía ni cómo se sentiría él al respecto si veía aparecer una nueva cosecha de chavales pululando por la ciudad―. Si tienes tiempo ―añadió. A fin de cuentas habían comenzado a hablar en plena calle.

Le sorprendió la amabilidad de aquel tipo al comenzar a darle consejos de experto. Al principio le había parecido otro tipo de persona, pero de pronto era hasta agradable. Trató de retener toda la información que le daba sin excepción. Necesitaría mucha paciencia y algo con lo que hacer pruebas sin riesgos. Al cabo de un rato la ignorancia pesaba menos en su conciencia, aunque tenía la sensación de que necesitaba tumbarse un rato. No tenía, probablemente, muy buena cara cuando se despidió del raigaurum con un agradecimiento sincero.
―La próxima vez que nos encontremos te aseguro que no seré este despojo de irrense ―se obligó a mostrarle una media sonrisa―. Gracias por todo.

Sigue en la Sede de los Taumaturgos.

Kimbra escudriñó a todos sus compañeros. Confusión, miedo, indiferencia,… Por alguna razón, se le ocurrió la posibilidad de que a aquellos seres no les hubieran traído hasta ahí con las mismas promesas que a ella dadas sus reacciones, pero lo desechó en seguida. ¿Acaso se podía aspirar a algo más que a tener una meta?

Algunos propusieron emprender la marcha, otros se alejaron por razones que no manifestaron y un último indicó que había un “edificio” que podía ser el prometido “refugio”. Ella no sabía el significado de aquellas palabras, ni sabía lo que eran los “espantapájaros” que iban a alimentarles. ¿Sería algún tipo de bestia de jugosa carne? ¿Y esos edificios y refugios? ¿Serían las tiendas donde dormirían? ¿O los recintos donde comerían? Aquellos conceptos confundían bastante a la engendro, más aun teniendo en cuenta que no veía más que piedras regulares a su alrededor y ninguna tienda a la vista.

Kimbra siguió al grupo cuando este finalmente decidió seguir las indicaciones del zedim parlante. Mientras andaba, se percató de que uno de los seres, la más alta y voluptuosa de las que reconoció como hembras, aquejaba un leve dolor en la rodilla. Sin ceremonias, llamó la atención de la chica y señaló su rodilla.

- Tienes una herida.- le hizo saber y luego descolgó de su espalda el cuenco y cogió de su cinturón el mortero-. ¿Me permites?- le indicó mientras se arrodillaba, con la clara intención de examinar la herida.

Cuando ella se lo permitió, la Hija de Lunas destapó la herida y pasó dos dedos por el rasguño llevándose algo de sangre y se limpió con una hoja de katsyaize que echó al cuenco junto con otras más y una hoja de ayxa blanca. Lo machacó todo con fuerza hasta que quedó una pasta espesa que recogió con el dedo y extendió por la herida de la chica. Luego, sacó dos hojas de mich con las que cubrió la herida por completo quedando pegadas gracias a la pasta. Kimbra no sabía si el efecto sería el mismo, puesto que era un ser de otro planeta, pero sí lo era el alivio sería inmediato y la cicatrización más rápida.

- Cuando haga efecto las hojas caerán por si solas.- informó al percatarse de que posiblemente ella no supiera aquello.

Kimbra no perdió el tiempo en limpiar su cuenco y su mortero con la esquina de su falda y volverlos a colocar en su lugar, para luego seguir de nuevo al grupo, como si nada hubiera ocurrido.

Sekk solo le dedicó una mirada a su congénere cuando se le acercó, volviendo enseguida a prestar atención a la silenciosa ciudad. Al capellán no le faltaba razón en algunas cosas, pero el intara no tenía tiempo para andarse con cuidado, no cuando el peligro era al parecer inminente.
—Lo que necesito es encontrar ese refugio y comer algo, Roaxen Tenvrai. Gracias por tu ofrecimiento, pero no es necesario —declinó su oferta. Podía andar perfectamente, no estaba tan mal como para aceptar el apoyo de un xolnita—. Si… cooperemos —aceptó, estrechando su mano, no sin antes enarcar una ceja.

Fue un apretón fuerte y firme por su parte, pero no prolongó el contacto demasiado. La voz de unos de los pájaros alienígenas se alzó desde las alturas, anunciando que veía un posible refugio en la distancia. Era una buena noticia y, sin mediar palabra, el ulterano se puso en movimiento, enfilando la calle que partía en la dirección señalada por el enderth. No tenia ningun problema a la hora de colaborar con aquellos seres de otros planetas, pues se había criado en un ambiente bastante más tolerante que la media ulterana, pero se tenian que dar prisa. No iba a esperar a que les sorprendiera la noche y él no era de los que daban discursos.

Había que encontrar refugios, habían dicho, y uno de los pájaros no tardó en entontrar uno. No hubo ninguna discusión, todos se pusieron en marcha enseguida. Al andar, el látex rozaba con la herida y escocía, aunque la herida había empezado a secarse y prácticamente no sangraba. Aún así caminaba a paso corto, y no tardó en quedarse de las últimas, pues además tenía que vigilar el no caerse por culpa del estado deplorable de las calles.

La chica maniquí le llamó la atención y le ofreció curarle la herida. Twixy's la miró con ciertadesconfianza en un inicio, pero más por costumbre que pos convicción. No se paró a pensar mucho en si debía cuestionar las habilidades de la chiquilla y la dejó hacer. Por la forma en la que se movía parecía saber lo que estaba haciendo, aunque a Twixy's nunca le habían curado una herida de aquella forma. Hizo una mueca de asco y casi apartó la pierna cuando le empezó a extender aquel emplaste, y al final observó su rodilla cubierta de hojas con cierto desagrado. Se suponía que debía curarse, pero tenía un aspecto raro, aunque daba las gracias de que el látex fuese tan difícil de manchar. No recordó si le llegó a dar las gracias del todo o si se limitó a una sonrisa incómoda. La sensación del emplaste en la rodilla era extraña, así que siguió andando raro y casi en último lugar, pero al menos no iba a tener una infección fea, y ya no le escocía.

Serpentearon por las estrechísimas calles hechas polvo, en la dirección en la que el pajarraco les había indicado, y mientras andaba Twixy's empezó a mentalizarse. Imaginaba vagamente, o más bien deducía, lo que iban a encontrarse en lugar de ese refugio. Viendo como estaban la ciudad, las calles, los edificios en general, y el pésimo gusto de la gente, el refugio seguramente debía ser un apestoso agujero roñoso. Y Twixy's quería llorar por ello.