Fase 2, Ronda 4: Pablo vs Nasher

Al final el herido fui yo. Tenía una mano centrada totalmente en la defensa, pero aun así no había forma de que pudiera evadir o bloquear todos los golpes, no si quería acertar yo los míos, y poco a poco me fui llevando un corte tras otro, sobre todo en los brazos, y alguno en las piernas y muñecas.
Lo bueno: Pude aprovechar algunas de sus patadas para poner mis armas en medio y acelerar el desgaste de sus protecciones, y aunque  no conseguí herirle, al final tras una buena tanda de intentos logré finalmente romper su campo de fuerza.
Mis cortes no eran profundos, ni el dolor incapacitante. Dejé que mi regeneración se ocupara de ellas y mantuve mi ataque. Ahora que ya no había defensas que lo protegieran centré mis ataques en sus manos. Buscaba herirle para que tuviera que soltar sus dagas.

Olvidarme de que mi oponente tenía cola por poco hace que acabe en el suelo cuando me asestó el latigazo en las piernas. Efectivamente me convertí en polvo para evitar recibir más golpes, y la patada pasó a través de mí. Si bien no logró dispersarme, sí que me desorientó durante un instante.
Decidí cambiar de estrategia y me materialicé a su derecha, a suficiente distancia como para que me diera tiempo a conjurar el hechizo que tenía en mente.

Sin protecciones físicas para impedirlo, el hechizo de constricción privó de aire a mi oponente al aferrarse a su garganta. No era un estrangulamiento fulminante, y lo desharía si veía que la vida del asreniano peligraba, pero si conseguía que perdiera la conciencia pues mejor para mí.

Mi propia carencia de protecciones físicas también fue aprovechada, y apreté los dientes con fuerza mientras emitía un siseo fruto de contener un grito. El hechizo me había roto la muñeca, y en consecuencia mi hechizo se había disuelto. Como no atacó inmediatamente centré mis esfuerzos en curarme la mano, y tras verlo desaparecer puse fin a la niebla mágica. No me iba a servir.

No podía permitirme recibir otro ataque como ese, así que tan rápido como pude tracé un círculo y levanté un campo de fuerza. Justo a tiempo, porque apenas lo terminé el primer hechizo de corte impactó contra el mismo.
No perdí el tiempo y lancé un hechizo de atracción en la dirección de la que había venido. No afectaría a Nasher porque tenía protecciones, pero sí a las agujas de su boca. En el momento que salieron de su boca, ya fuera dolorosamente o no, tuve la posición del asreniano, lo que me llevó al siguiente hechizo que encadené justo detrás del de atracción: Moldear materia inorgánica. Con ella “licué” la arena sobre la que se encontraba, para solidificarla poco después de que se hundiera hasta medio camino entre los pies y las rodillas. Invisible o no, ahora no podría moverse, y yo podría apuntar.

Ya no quedaba mucho tiempo, así que decidí derrochar. Si mis defensas no cedían, mi siguiente movimiento sería intentar echar abajo las suyas con un hechizo de impacto muy reforzado.

Tap se sentía orgulloso de su don para desatar las habilidades latentes de la gente y Pablo ganando rondas era una de ellas. Era igual que cuando domaba avispas, hacía mil años, salvo por la base de la que partían los gigantes, que solía ser peor que la de sus insectos. Los encuentros con Noel y Quemaduras y las clases con Shiz suavizaban el odio de Tap a ratos, de ahí que en ese momento animara fervientemente al vampiro sin desearle la muerte.

—¡Vamos, follacardos! ¡Pártele las piernas a Nasher y sírvete un chupito con su sangre!—gracias al demonio de fuego Tap empezaba a dominar el lenguaje universal de los bares.

Cuando sintió el hechizo de atracción, algunas agujas se clavaron en su carne en un intento de ir al encuentro de Pablo. Nasher las escupió, pero se agachó con la intención de ver si podía salir del alcance del hechizo, y guardó una bajo la lengua. Logró hacer un conjuro de levitación para evitar hundirse del todo en la arena, y cuando el vampiro la solidificó, le llegaba por los tobillos. Aún notaba el tirón de la levitación, y pensaba usar el mismo hechizo que había usado el vampiro para liberarse, pero antes tenía que ganar tiempo. La sangre corría por su boca, y ya había delatado su posición. Alzó la mano hacia Pablo y usó una luz potente, concentrada en la palma de su mano, para formar un rayo que cegase al vampiro. No iba a dejarle apuntar. En cuanto tuvo ocasión se liberó y echó a correr, en zigzag para dificultar que pudiese alcanzarle cualquier ataque.

Recuperó sus cuchillos y se abalanzó contra la barrera del vampiro, alejándose con cada ataque para volver por un flanco diferente. Tenía las sílabas del hechizo de levitación en los labios, en caso de necesitarlo.

A diferencia de la vez anterior, en esta estaba atento por si intentaba cegarme de nuevo, lo que me permitió cerrar los ojos y desviar la mirada en cuanto percibí el brillo. Aun así me deslumbró, pero no tanto como lo habría hecho de pillarme directamente.
Había perdido un tiempo precioso, y cuando  volví a mirar hacia Nasher este ya no estaba allí, se había liberado y comenzaba a atacar. El campo de fuerza había llegado a su límite, y si lo renovaba me arriesgaba a que cediera a mitad del hechizo, lo que me dejaría totalmente expuesto. En su lugar conjuré un segundo escudo, hecho a toda prisa y sin  mucho cuidado, por lo que no aguantaría muchos ataques. Corría el riesgo de que derribara mis protecciones antes de que terminara de alzar las nuevas, pero el hecho de que el asreniano se alejaba y cambiaba de posición con cada ataque ralentizó la destrucción del campo, lo que me dio un poco de tiempo extra para terminarlas, algo que logré casi a  la vez que mi oponente destruía las antiguas.
Desde el interior de mi “zona segura” volví a enarbolar el arco, y con el disparé una flecha tras otra. Seguiría así hasta que derribara el nuevo campo, momento en el que pasaría a las dagas otra vez.