Subterráneos

Lo que sentía ahora era muy distinto a lo que había sentido en varmania. Allí era expectación, deseo, ansia, hambre e instinto de caza. Ahora solo sentía simple y llana hartura. De mí, mis dudas, mis enfrentamientos internos. Lo único que necesitaba era una válvula de escape para la tensión que sufría. En definitiva: sólo quería violencia. Simple y pura violencia gratuita.

Antes de entrar en los subterráneos anclé un sencillo ehchizo de luz mágica a un palo que bien podía hacer las veces de antorcha. En cuanto me colé divisé una minúscula alimaña, más típica de la superficie que de los subterráneos. «Se habrá metido por algún agujero» pensé, despectivo. Con rapidez la agarré y la aplasté. Me quedé mirando un momento con satisfacción mi puño cerrado y, tras un momento, me fui adentrando en las profundidades subterráneas de la ciudad. No me contenía en ruidos, igual que tampoco tenía ningún tipo de camuflaje. Quería que algo me encontrara. Quería un maldito enfrentamiento que fuese tan digno de mí como para que tuviese que dejar de pensar en cualquier otra cosa.

Nfdr: ejem, creo que lo entenderéis mejor cuando termine el evento de Varmania.

Había interrumpido lo que estaba haciendo al escuchar el estruendo y, preguntándome qué podría estar provocándolo, acabé acercándome a la posición del trasgo guiado por la curiosidad. A diferencia de Branniel yo no me alumbraba de ninguna luz, no la necesitaba para ver, así que podría decirse que casi surgí de las sombras cuando entré en su campo de visión.

-Oh…- Fue algo así lo que dije al reconocerlo. Lo cierto era que llevaba mucho tiempo sin ver al trasgo. – ¿Hola, supongo? He oído los ruidos desde donde estaba. ¿Por qué el estruendo?
Hice una pequeña pausa. ¿Sabría lo que implicaba hacer ruido aquí abajo? A estas alturas debería conocer los subterráneos de sobra, y más dada su transformación, pero nunca está de más asegurarse.

-Lo pregunto presuponiendo que sabes que así atraes a cualquier cosa mortalmente peligrosa en kilómetros, claro.

El olor me alertó de una nueva presencia, así que me puse levemente en guardia, pero intentando no delatarme. Siempre era mejor actuar de forma sorpresiva ante als amenazas. Y era más divertido destrozarlas después de hacerles creer que eras una presa fácil.

Sin embargo, el vampiro me sorprendió al surgir casi de la nada. Arrugué algo el ceño, no creyendo que estaba tan cerca. Mi saludo fue una cabezada, mientras cavilaba qué responderle exactamente. Su última frase hizo que lo mirara inocentemente.

—Sí, sé que de esta manera traigo a los peores y más mortíferos monstruos de la ciudad —a continuación, pasando a una sonrisa traviesa y un tono más malévolo, le hice saber mis intenciones—. Después de todo, eso es exactamente lo que deseo.

Alcé una ceja al oírle. Desde luego no parecía que hubiera tenido un buen día, y eso explicaba que ahora manifestara tendencias suicidas. Lo correcto sería ayudar… pero soy de los que prefiere salvar el pellejo en estos casos.

-Pues vale, que te diviertas- Solté sin más mientras comenzaba a irme, aunque al final añadí algo más: -Pero no olvides que aunque raros, aquí abajo  hay bichos que te pueden ganar.

Y así comencé a meterme por la galería, peor entonces detecté el olor de sangre delante. Había llegado por aquel camino y no había sangre cuando pasé antes. -Oh venga ya.

Rápidamente pulsé dos runas, una en cada guantelete, y desde mi carcaj 6 flechas se hicieron intangibles y se colocaron en los tres tubos de disparo de cada uno, para volverse tangibles después. Era un sistema de recarga automática que había hecho teniendo como referencia las runas de vestir. De hecho el principio era el mismo.

-¿No podrías haberlos atraído un minuto más tarde?- Dije mientras me preparaba para enfrentarme a lo que fuera a salir por allí.

Solté una risita ante el comentario del vampiro. Le solté un gracias por el consejo, y fui a ir por otra galería, pero no me dio tiempo ante un nuevo olor. Sintiéndome como un niño ante una casita de dulces, me acerqué al vampiro, alumbrando al monstruo.

Era una especie de perro gigante con una garras y unos colmillos bastante envidiables. Tenía el lomo lleno de púas de tamaño nada desdeñable que, me apostaría la cola, eran venenosas. También tenía un par de cuernos bastante imponentes. Entre sus dientes masticaba un hombre bestia.

—Que mono —solté, divertido. Dejé la antorcha improvisada en un hueco entre las rocas y desenfundé mi espada, deseoso de usarla.

Nfdr: parecido a esto, pero con púas en la espalda (muchas, casi como un puercoespín) y dos señores cuernos en la cabeza.

-Sí, hermoso…- Respondí de forma sarcástica ante el comentario del trasgo, que ahora estaba a mi lado, y aparentemente deseoso de entrar en combate.
Y allí estaba el origen del olor a sangre, un hombre bestia que había acabado de cena. “Empiezo a pensar que ese es su único propósito” Y no hubo tiempo a pensar en más, ya que nuestro invitado atacó.

-Que te aproveche- Dije sin dejar claro si iba para Branniel o para el monstruo, mientras saltaba hacia un lado  dejando que cargara directamente sobre el trasgo, y asegurándome así que se centrara sobre todo en este y no en mí. 
Ahora me encontraba a un lado de la criatura. Las flechas que tenía cargadas eran normales sin efecto mágico alguno (aún no había encontrado un modo de que las runas de recarga escogieran otras salvo las normales) de modo que apunté con un brazo y disparé las tres flechas que tenía sin esperar que hicieran gran cosa. Al mismo tiempo y con la otra mano saqué del carcaj flechas marcadas con diferentes colores, claramente indicando alguna propiedad concreta, y las fui metiendo en los tubos aprovechando, y esperando, que el nublino siguiera todavía vivo y distrayendo al bicho. Mi siguiente movimiento sería disparar una flecha bomba. Y no, no esperaría a que Branniel se apartara del radio de la explosión, aunque tampoco sería tan cretino de disparársela en la cara.

No era nada personal, pero estaba molesto de que por sus ruidos tuviera que ser yo el atacado. ¿Quizás eso contaba como personal?

—Para acabar con las tripas rajadas es precioso —respondí al vampiro. No hubo tiempo de otra cosa.

Me giré hacia la izquierda, dando un mandoble hacia la pata de la criatura. Rugió ante la herida, girándose hacia mí. Estaba claramente furiosa, pero a mí la situación sólo me divertía, diversión que creció cuando me bañó con sangre del hombre bestia. «Eso ha estado cerca» pensé tras dar un salto hacia atrás. Un giro de mi espada hizo que alejara su cara, y las flechas de Pablo distrajeron su atención. Enromemente complacido ante este primer plato subterráneo me adelanté, hincando la espada en una rodilla trasera de la bestia.

Este movimiento no le gustó tanto. Con un aullido movió rápido la cola, mandándome a volar por los aires antes de que pudiese hacer nada. Tuve que girarme velozmente para evitar que me aplastara una de sus patas. Ante la siguiente ocasión ya estaba preparado: alcé la espada, clavándosela de lleno en su almohadilla y provocando que, literalmente, me lloviese sangre encima. El ser reculó, gimiendo y aullando, con los ojos inyectados en sangre. Tras ponerme de pie fui hacia él, pero el vampiro cambió drásticamente mis planes.

El fuego de la explosión no me alcanzó, a diferencia de la onda expansiva, que me lanzó contra la pared. Aquel estallido se dejó sentir por todo el maldito túnel, y estaba seguro de que el aullido del monstruo se había escuchado hasta en los torreones de los cosechados.

—¡Serás idiota! —bramé, aunque en honor a la verdad no estaba demasiado enfadado. Parte del ser estaba en llamas, si bien se abalanzaba peligrosamente hacia mí. Corrí debajo de él, levantando la espada para hundírsela en las tripas.

“Habló el que se puso a hacer ruido para atraer a los monstruos” Pensé cuando trasgo me llamó idiota.  En cualquier caso tenía otras preocupaciones ahora.
Disparé otra flecha sobre uno de sus cuartos traseros, que aparentemente no causó ningún efecto aparte de clavarse, sus propiedades se notarían con el tiempo. Branniel estaba debajo del monstruo ahora mismo, así que descarté ataques explosivos, y en su lugar disparé las tres flechas normales de mi otro brazo.

Había empezado a cargar de nuevo los tubos cuando un movimiento procedente de uno de los túneles captó mi atención. Me volví esperando el ataque de otra alimaña, pero en su lugar solo vi la una sombra perdiéndose por la gruta. No estaba seguro, pero habría jurado que era un transformado.
Entre tanto los efectos de la flecha se hicieron visibles. Bran pronto se daría cuenta de que su oponente se movía cada vez con más torpeza. La causa era que la parte trasera se había ido congelando lentamente desde dentro. Su origen era la punta de la flecha, y se iría extendiendo poco a poco hasta congelarlo completamente, eso claro si no lo mataban antes.

Tenía la piel más gruesa de lo que pensaba, al menos en aquella parte, y no estaba resultando tan fácil rajarle las tripas. Aun así le estaba provocando unos cortes nada desdeñables, a pesar del cuidado que tenía que tener para que no me aplastase ni me comiese. Los rugidos podían escucharse bien, y estaba seguro que el olor a carne quemada tenía que captarse en muchos metros a la redonda.

Me sentía enormemente vivo mientras saltaba entre las patas del bicho. En un momento dado casi me pisó, hecho que provocó que trastabillara y me quedase apoyado contra la pared. Rugiendo triunfante, se abalanzó sobre mí. Tuve que poner la espada entre sus dientes y hacer uso de toda mi fuerza para no acabar convertido en papilla de trasgo. Resultaba tremendamente difícil, pues la espada se había quedado encasquillada entre los dientes del ser. Pero seguían siendo simples dientes, y comprobé con gran satisfacción como unmovimiento descendente hacia fuera le rajaba gran parte de la encía.

El ser volvió a aullar, y en su dolorida torpeza fue capaz de darme un cabezazo. Perdido el equilibrio, no me quedó más remedio que rodar por el suelo. El monstruo aprovechó para intentar tirarse encima mía, pero su fuerza esta vez fue incluso más efectiva que la mía antes: el vientre se rajó de parte a parte, y a mí sólo me recibieron las tripas.

Asqueado me revolví. Sintiendo que me asfixiaba me tragué un trozo de un bocado, intentando apartar aquel montón de carne de mí. La propia gravedad me ayudó cuando el bicho se alzó, soltándome a través de la abertura del vientre, del que salían parte de los intestinos. Agarré rápidamente la espada y rodé por el suelo, fuera del bicho.

Intentó girarse, pero apenas pudo. Ya estaba casi completamente congelado.

Todo estaba yendo bien. Branniel estaba algo tocado, pero no era nada que causara daños permanentes. El monstruo estaba casi completamente congelado y solo quedaba rematarlo.
En consecuencia me relajé, y le di la espalda a una de las galerías sin darme cuenta de que la sombra que había visto antes ahora se encontraba allí.

Quien habría dicho que los subterráneos me salvarían la vida… pero así fue en parte. El hecho de que la zona era peligrosa había hecho que llevara puestas protecciones tanto físicas como mágicas, y por ello no morí cuando recibí el hechizo por la espalda.
Un relámpago negro y plata, encima reforzado, voló por los aires mis defensas mágicas y me derribó al suelo.
Mi primera reacción fue simple confusión, no sabía que había pasado, pero rápidamente se fue convirtiendo en pánico. Movido por simple instinto de supervivencia  y sin levantarme disparé una flecha bomba hacia la galería de la que había venido el hechizo. La explosión resultante provocó el derrumbe de esta, luego solo se escucharon los gemidos del monstruo, hasta que finalmente terminó de morirse. Se hizo el silencio.

-¿Q-qué ha sido eso?- Pregunté mientras me levantaba –Eso no ha sido una alimaña.

El rayo lo vi de rojo, cuando estaba a punto de rematar a aquella bestia. Me giré para avisar a Pablo, pero no med dio tiempo. Aquella gigantesca alimaña casi consiguió arrancarme un brazo durante esa distracción, pero pude esquivarlo gracias a su lentitud. Decidiendo que ya estaba bien, aproveché su casi completa parálisis para rajarle la garganta.

En aquella posición estaba cuando escuché la explosión. Me volví a poner en guardia, pensando que había otra alimaña, pero al parecer sólo había sido la reacción de Pablo a su ataque. Me acerqué a él, mirando ceñudo a la pared derruida.

—Algo o alguien que no quiere que estemos aquí, que odia a los vampiros, que te odia a ti o que, simplemente, quiere matar.

Lo primero que hice tras levantarme fue volver a ponerme defensas, a lo que siguió un hechizo de niebla mágica para mirar a través del derrumbe. 
Nada, fuera quien fuera ya no se encontraba allí, habría evitado el derrumbe y había vuelto a desaparecer. -Movámonos, y esta vez sin montar ruido- Dije a Branniel después de que hablara y a la vez que ponía fin a la niebla mágica.

Mientras nos metíamos por otra galería sopesé lo que el trasgo había dicho y respondí.
-No creo que vaya a por mí, puede que no tenga amigos, pero enemigos tampoco he hecho que sepa. En cualquier caso no sé tú, pero si vuelve yo pienso matarlo.

Llegamos a un punto en el que el túnel se dividía en dos. Estaba a punto de señalar uno y seguir  cuando un olor extraño procedente de mi espalda llegó a mi nariz. Me pare en seco y me di la vuelta mientras alertaba al otro, pero no había nada.
Demasiado tarde comprendí que era un hechizo de olor falso para distraernos y que nos paráramos. Una explosión que se generó entre los dos nos lanzó por los aires, cada uno en una dirección. A mí mis defensas me protegieron, pero no sabía si el trasgo llevaba alguna.

Me levanté del suelo tan rápido como pude, y entre todo el polvo y humo levantados distinguí la figura del trasgo. Me acerqué hacia él, pero me paré al darme cuenta de que no vestía como Brann: no había antorcha mágica alguna, y en vez de espada había una lanza apoyada en una pared. 
No pude pensarlo más porque aquel trasgo me señalaba con un brazo, trazando lo que reconocí como un lanzazo mágico justo a tiempo para esquivarlo por los pelos. Sin embargo noté que impactaba justo detrás de mí, donde no tendría que haber nada. Giré la cabeza lo justo para comprobar que la explosión había provocado un derrumbe, y que Branniel tenía que estar al otro lado, o peor, debajo. 
Decidí atacar con una ráfaga de flechas, esperando ver como reaccionaba mi oponente.

—Yo lo dejaré vivito, que me da cosa matar, especialmente si son asesinos potenciales —respondí.

Igual que el vampiro, yo también capté el olor. Pestañeé, confundido, y ni siqueira me dio tiempo a prepararme antes de que la explosión nos lanzase por los aires.Perdí la antorcha, que salió volando a saber para qué lado, pero no era mi mayor preocupación. Sin defensas, era un milagro que no fuese una antorcha nublina, pero eso no me iba a librar de heridas. Pude apgarme con manotazos pequeños focos de fuego en la ropa, pero el calor y un sordo dolor me decía que mi cara, parte de brazos y algo de las piernas se habían visto afectadas. Encima me dolían terriblemente los oídos, que me pitaban dolorosamente.

Me levanté con dificultad, apretando los dientes con furia. Mi vista también se había visto muy reducida, pero era capaz de guiarme por los olores, y definitivamente allí había alguien que no era el vampiro. No pude hacer ningún otro movimiento antes de que el techo comenzase a derrumbarse, ante lo que tuve que trastabillar difícilmente hacia atrás. Me volví a caer, pero conseguí que ninguna piedra me hiriese más allá de nuevos rasguños.

Sintiendo como la rabia me inundaba me lancé un ehchizo de intangibilidad reforzado especialmente para que no se agotase mientras pasaba entre las piedras. Ignorando el dolor y la sordera casi completa me lancé a través del muro. Fuese quien fuese el culpable me las iba a pagar.

La reacción de mi atacante fue… un tanto extraña. Ante mi ataque con flechas simplemente las ignoró y se giró coger la lanza. Los proyectiles rebotaron contra protecciones mágicas, por lo que no le hice ni un rasguño. Lo siguiente que hizo fue envestirme con la lanza, la sujetó solo con su mano derecha, pero dada su transformación seguramente una mano bastaría para ensartarme.
Lo que hice fue apartarme una vez más, hacia un lado esta vez  y aproveché la apertura que acababa de dejar para embestir y clavarle las cuchillas de mi guantelete derecho.
Por desgracia me estaba esperando, detuvo  mi puñalada aferrando mi brazo con su mano libre y acto seguido comenzó a retorcerlo.
Al igual que en cualquier combate cuerpo a cuerpo que había tenido, me di cuenta demasiado tarde que mi enemigo era más fuerte que yo.

Por suerte un ruido a mi espalda, acompañado de que el trasgo desviara su mirada hacia su origen marcó la entrada en escena de Branniel, y me dio la distracción que necesitaba para hacerme polvo y aparecer a espaldas de nuestro posible futuro asesino.

Una vez más previó lo que quería hacer y se dio la vuelta a la vez que me materializaba, por lo que volvíamos a estar frente a frente. Lo peor fue que mientras se volvía había sacado una piedra de un zurrón que llevaba y sin mirar la tiró hacia el nublino. Mientras volaba hacia el pude ver que tenía runas grabadas.
-¡Cuidad…!- Tarde, el circuito se activó y la piedra emitió un destello cegador que nos dio tanto a Bran como a mí. Al otro no, porque le pillaba de espaldas.

Cegado, lo único que se me ocurrió fue retroceder a toda prisa mientras conjuraba niebla mágica, y para cuando lo hice me encontré con que en aquel tiempo bran había recibido un sortilegio de constricción en la garganta. Mientras lo mantenía con una mano la otra, con la lanza, volvía a atacarme.

En cuanto salí de la pared de piedra retiré la intangibilidad, parándome un momento al ver que nuestro atacante era un trasgo. Esto solo espoleó mi furia, así que volví a lanzarme hacia él, desenvainando la espada.

No tuve tiempo de quitarme de enmedio antes de que la piedra impactase. Tuve que cerrar los ojos por reflejo, pero eso no evitó que quedase momentáneamente cegado. Cuando abrí los ojos todo estaba endiabladamente oscuro. Aun así dos detalles me permitían saber el lugar de la pelea: el lejano runrun que escuchaban mis oídos dañados y el olor de los dos seres. Así pues, con el instinto asesino a flor de piel, hacia allí me lancé.

Volví a ser frenado por el hechizo de constricción. Me llevé la mano a la garganta, intentando respirar, pero por desgracia mi compañero de raza había hecho bien el hechizo. Boqueando inútilmente me lancé algo a ciegas contra él, intentando más que nada golpearle para romper la concentración. Tras embestirle haría una finta e intentaría cortarle algún miembro. Si nada daba resultado... Comenzaría a rezar ante la falta de aire.

Aparentemente la inteligencia de nuestro atacante era inversamente proporcional a su capacidad de pelear, porque presupuso que al privar de aire a Branniel  este se quedaría parado esperando a morirse.
El caso fue que centró totalmente sus ataques en mí, y en consecuencia recibió la embestida de su congénere directamente. 

El golpe interrumpió su concentración y puso fin al hechizo de constricción. Aun así tenía protecciones puestas, así que la idea de cortar miembros no surtió el efecto deseado, y le dio tiempo para recuperarse y empezar a pelear contra el nublino.
Una vez más hizo gala de su escaso intelecto al centrarse totalmente en él e ignorarme a mí. Tal vez porque le hubiera cabreado por interrumpirle, pero en cualquier caso estúpido.
No desaproveché que me había dado la espalda y con un grito envestí inmediatamente. No tenía flechas cargadas así que en su lugar golpeé con los puños su espalda y comencé a accionar los tubos de disparo, que estaban preparados para disparar hechizos de inyección si no estaban cargados. Los primeros impactaron contra sus defensas sin causar daños, pero cuando llegó el último de los seis sus protecciones terminaron de romperse, y tuve el placer de escuchar un crujido que probablemente sería una costilla rota. El trasgo aulló de dolor, se las ingenió para librarse de nosotros y comenzó a alejarse, pero yo ya había pulsado la runa de recarga y mientras corría para huir vacié los cargadores, lo que equivale a clavarle seis flechas por la espalda.
Cayó al suelo, pero al poco rato se movió un poco, de forma casi imperceptible. Aún seguía vivo. – ¿Lo mato yo o te cedo el honor?
No lo dije en tono sarcástico aunque esa fuera la idea original. Estaba enseñando los dientes y  se notaba fácilmente que quería destrozar gente. Y la sangre… sangre de transformado, se suponía que de todas las que podía tomar la de transformado era la mejor. Tenía muchas ganas de averiguar si era cierto.

Por suerte mi embestida liberó mi garganta. Tomé una gran bocanada de aire mientras intentaba herirle. Al ver sus protecciones maldije mi estupidez, haciendo un rápido bloqueo para evitar que me empalase. Volví a atacar, en un intento de volar sus defensas, realizando un tajo por su derecha. Ante mi estúpido atrevimiento enarboló su lanza hacia mi pecho. Tuve que recular, intentando parar su movimiento, pero no pude evitar llevarme un corte en el antebrazo. Siseando, me volví a lanzar contra él. Casi me sajó el cuello, pero mi movimiento sólo transformormó mi degollamiento en un corte relativamente superficial en la mejilla.

En ese momento volaron sus defensas. Me preparé para perseguirle, temiendo que huyese, pero por suerte el vampiro fue más rápido que yo. No respondí a su pregunta, prefiriendo en su lugar adelantarme unos pasos, lo suficientes para dejar al trasgo a medio camino entre Pablo, a su espalda, y yo, enfrente suya. Después le apunté con la espada, visiblemente enfadado.

—¿Quién eres? —mi voz estaba impregnada del cabreo que sentía, y era claro y evidente que mi paciencia estaba completamente agotada—. ¿Qué cojones querías y por qué mierdas nos has atacado?

Su respuesta la recibí a través de la lanza. Pude esquivarla fácilmente, aprovechando para amputarle el brazo con dos mandobles. Mi congénere aulló de dolor, ganándose una mirada despectiva por todo el asunto.

—Patético.

Me adelanté, clavándole la espada en el pecho. Tras un par de estertores, murió.

Me gré al vampiro, haciéndole un gesto con un claro significado. "Todo tuyo."