Barrio Derruido

Las lágrimas han dejado de caer, los sollozos y los gritos ya no toman forma en mi garganta, pero no he dejado de llorar. Cuando Giz me levanta y limpia con un hechizo, observo a los demás, supongo que con la cara hecha un mapa. Poco a poco, todos se van alzando y saliendo de la casa; yo sigo quieta, mirando hacia la puerta hasta que sale el último, tras el que cruzo yo el umbral. Sigo mirando al resto mientras alzo el vuelo hacia la Sede de los Taumaturgos, sin unas palabras de despedida pero un gesto que hace el efecto. Deseo estar sola.

Llego al minarete volando erráticamente. No sé ni cuánto tardo, pues más que la razón es el instinto quien guía el vuelo. No entro por la puerta principal, llego directamente a mi habitación por la ventana. Ya en la cama, con las ropas guardadas en su lugar correspondiente, no tardo en quedar en un estado… no pienso en nada, tampoco duermo…

Para poder buscar al draghoul, Giz solo tenía muestras de ghoul normal para trabajar. Los hechizos de rastreo, por lo tanto, no eran tan precisos. El goliat se encontró con varios rastros a seguir y descartó uno de ellos por dirigirse hacia el burdel. No estaban buscando a Kaethe. El segundo, el rastro más fuerte, les llevó por error al cementerio, lugar que debía de ser como un autoservicio para los ghouls de la ciudad. Finalmente, el tirón mágico del hechizo les hizo adentrarse en el barrio derruido.

Por suerte, en aquella ocasión sí que dieron con lo que buscaban. El experimento genemágico coronaba las ruinas de lo que una vez fue un edificio de varias plantas, probablemente una torre que ahora solo contaba con la planta baja y un puñado de adobes del primer piso. Giz suponía el edificio no había sido una construcción decente ni en sus mejores tiempos. La zona circundante era un batiburrillo de escombros, como todo aquel barrio.

El animal se estaba alimentando de los cadáveres frescos de varias criaturas.

El asreniano levantó una burbuja de silencio alrededor de los tres y les dirigió una mirada inquisitiva. La pieza de coleccionista que tenía delante, y con la que podría experimentar al día siguiente, conseguía que Giz se sintiera eufórico. Encontrarse con seres creados por difuntos colegas era una experiencia estimulante.

—¿Cómo lo hacemos? ¿Nos acercamos sigilosamente? ¿Nos embadurnamos de olor a cadáver recién hecho y dejamos que se nos abalance?—ambas ideas le parecían divertidas a su manera.

Giz los guio por la ciudad, haciéndolos llegar al viejo barrio derruido, donde solo solía poner el pie por la entrada que mejor conocía a los subterráneos. Era una de las zonas que más le desagradaban de la ciudad, por la cantidad de bichos fugados de los subterráneos o roedores mugrientos que vivían entre los escombros. Después de un paseo encontraron al monstruo genemágico que buscaban, en una especie de nido improvisado sobre un edificio viejo. Mientras planeaban cómo proceder se percató de la emoción contenida de Giz, y le hizo gracia cómo se emocionaba con las muestras su amigo.
—Comida parece que le sobra, pero podría servir —dijo, y se señaló. La que hablaba era la quimera armada—. Yo mismo apesto a cadáver, no hace falta embadurnarse más. —Se rio y dio un paso adelante—. Os serviré de cebo. Saco a esta hacia allí, arrastrándose por ejemplo, y la dejo tirada en el suelo. Cuando baje de su “castillo” vamos a por él. ¿Tratamos de dormirlo?

Finalmente la búsqueda los condujo al barrio derruido y una vez allí no tardaron en localizar a su objetivo. Noel dedicó unos instantes a observar como devoraba cadáveres aquel ser que decididamente le recordaba a cierto personaje de una saga de videojuegos.
—Si llego a saber que estábamos buscando a Ridley me habría traído los supermisiles en lugar del hacha. Al menos la parte de ser cazarrecompensas no nos la hemos saltado —bromeó una vez Giz hubo creado una burbuja de silencio a su alrededor.

El draco escuchó las propuestas de los otros dos, intercambiando alguna mirada de diversión con Gael al notar el entusiasmo que rezumaba el goliat.
—Me parece buen plan —aprobó al fuego fatuo mientras invocaba su arma—. Coloca el cadáver de modo que se encuentre a favor del viento respecto a Ridley y nosotros nos mantendremos ocultos contra él. Por si acaso prefiere ocuparse de los intrusos antes que de llenar aún más la tripa, no sabemos qué nivel de inteligencia tiene.

Giz asintió satisfecho con la idea y se escondió junto a Noel, dejando que Gael arrastrara uno de los cadáveres. El resultado no se hizo esperar, el plan funcionó y el experimento no tardó demasiado en planear hacia el suelo. Sin embargo, no habian contado con que el plan pudiera funcionar de más. El barrio derruido tenía una de las entradas más conocidas a los subterráneos y, de noche, muchos de los seres que los moran se atrevían a salir. Este fue el caso de las tres enormes arañas que surgieron de entre las ruinas. Una de ellas arrastraba un cuerpo humanoide a medio comer que parecía haberse quedado enganchado a ella por el tórax. Si cualquiera de los cuchitrileros prestara atención a ese detalle, vería que en realidad era el propio artrópodo quien lo sujetaba con una boca que algún loco le colocó donde no debía. El cadáver se le liaba entre las patas y el arácnido luchaba con torpeza por no caerse.

Por otro lado, los otros dos corrían con más brío y con más hambre, y no habían pasado por alto ni el cadáver de Gael ni al propio draghoul, cuyo olor a muerto en recomposición les había resultado atrayente. Una de las esas dos arañas saltó contra el reptil emitiendo un chillido áspero, mientras que la otra se abalanzó sobre el cuerpo del fuego fatuo yendo a morder.

Sin embargo, la mala suerte quiso que las arañas no vinieran solas: a los hombres bestia les había molestado que tomaran a uno de los suyos como alimento. De ahí que cuatro las hubieran perseguido por los túneles y, en esos momentos estuvieran apaleando a la más torpe de aquellas tres a base de piedra y puño, rompiendo el frágil exoesqueleto que la protegía.

Giz dirigió una mirada rápida a Noel en cuanto vio todo lo que se les había venido encima y decidió actuar tan rápido como pudo. Trazó un hechizo de impacto y lo lanzó en dirección a la araña que se había lanzado contra su futuro tesoro genemágico. La decisión partió del hecho de que tanto Gael como Noel podrían enfrentar la nueva situación con facilidad. El hechizo derribó a ambos seres.

Siguiendo el plan inicial, Gael arrastró el cadáver terrestre hacia donde el draghoul pudiese verlo, mientras que el volador se quedaba con sus amigos, a cierta distancia. Esa distancia era bastante grande, pero como seguir a los demás y arrastrarse no eran tareas complicadas podía mantenerse bastante cuerdo llevándolas a cabo. El problema surgió cuando los oídos de uno y los ojos del otro captaron a los arácnidos que emergían de las profundidades en algún punto entre los cascotes. Las dos bocas maldijeron a la vez e incluso abrieron los ojos como platos -incluso la que no los podía ver-. Una de las arañas arrastraba aún una víctima reciente. Por supuesto, el dragón también había acudido, pero el factor sorpresa era lo que lo había dejado más descolocado. No perdió el tiempo y se levantó del suelo, sujetando el espadón con las dos manos en posición defensiva. La quimera alada, por su parte, ya volaba hacia allí. Con suerte las arañas eran también una distracción para el experimento genemágico y eso le quitaba un enemigo mientras estaba allí solo. Interpuso la punta del mandoble entre la araña y él, obligándola a retroceder un segundo que aprovechó para cargar contra ella. Alcanzó una pata sin llegar a cercenarla, logrando que retrocediese una segunda vez. En ese momento ya sí dirigió un buen mandoble hacia la cabeza, que pasó también por la otra pata delantera, cortándola y clavándose en el insecto. Entonces fue cuando escuchó a los hombres bestia que habían salido tras las arañas, y se dio cuenta del hechizo que había impactado tanto en el dragón como en su atacante. Fue a matar contra la araña que tenía delante, que había enloquecido, probablemente ya agonizando. Esquivó sus quelíceros, que se aproximaban con rapidez, y corrió por su flanco derecho tratando de cercenar las patas para después saltar sobre ella y rematarla haciendo un corte profundo a lo largo de su tórax. Mientras tanto la quimera alada había llegado y ahora sobrevolaba a la otra, no quitándole el ojo de encima al resto de peligros y a sus compañeros.

Cuando Noel ya creía que iban a terminar enseguida con aquello, una de las entradas de los subterráneos se encargó de que la cacería durase más de lo esperable. Y ello, por supuesto, agradó enormemente al draco.
—Me encantan los imprevistos —comentó mientras salía del escondrijo—. Sobre todo cuando vienen acompañados de las gargantas adecuadas. —Sus labios se curvaron en una sonrisa sádica mientras dirigía una mirada a los hombres bestia, justo antes de lanzarse hacia ellos.

Supo que no hacía falta pedir que le dejasen a los humanoides a él y alzó el vuelo a poca altura justo sobre la araña que había hecho a uno de los hombres bestia su presa. Y el draco no pensaba alargar demasiado la competición. Apuntó justo sobre la boca de extraña localización con la que estaba equipada aquel arácnido de gran tamaño y disparó media docena de plumas acompañadas de un hechizo de impulso. Dicha combinación hizo que los proyectiles se clavasen en el tórax enterrándose casi por completo y provocando que la criatura soltase al humanoide.

Noel no perdió el tiempo y mientras la araña se retorcía de dolor, descendió sobre la criatura arácnida y descargó un tajo horizontal en donde su cuerpo se estrechaba uniendo ambas partes, cortando al ser por la mitad. Mientras la araña se movía espasmódicamente por última vez, el sueco no se detuvo y se encaró entonces con los hombres bestia. El que había liberado de la araña intentaba levantarse trabajosamente del suelo, mientras que el resto ya habían iniciado un intento de huida al reconocer al draco de estínfalo que los atormentaba de vez en cuando. Aunque ya hacía bastante tiempo desde la última vez, ya que los mundos vinculados eran una fuente de presas mucho más productiva y los hombres bestia habían pasado a tener la consideración de sujetos de emergencia.

El sueco se apresuró a cortarles la retirada a los que huían adelantándolos con una corta pero rápida carrera. Tres se detuvieron en seco, pero uno intentó esquivarlo y seguir corriendo, por lo que el draco extendió las alas para detenerlo. El humanoide chocó contra las duras plumas y, antes de que pudiese reaccionar, Noel le propinó un puñetazo en el estómago que le hizo retorcerse de dolor. Sonriendo con diversión, puso su atención entonces en los otros tres, que habían desistido de huir y se abalanzaron sobre él. La situación pasó a convertirse en una suerte de escaramuza, a la que no tardó en unirse también el hombre bestia más retrasado debido a su percance con la araña, en la que el sueco, que había desinvocado el hacha, se limitó a lanzarles plumas y a pelear con su propio cuerpo mientras sonreía con satisfacción cuando conseguía hacerles gritar con más fuerza. No merecía demasiado la pena ser más imaginativo con los hombres bestia, ya que probablemente gastaría más magia en ello de la que obtendría. En medio de la lucha, decidió alzar el vuelo unos instantes para comprobar cómo les iba a Giz y Gael con el dragón.

Mientras sus compañeros se encargaban del resto, Giz no quiso dejar que se echara a perder su presa. Después de que el hechizo de impacto la lanzara por los aires junto a la araña, conjuró un campo de fuerza y aprovechó la confusión de los seres para acabar con la araña de un lanzazo de magia. Seguidamente paralizó al draghoul y se acercó a él con toda la tranquilidad del mundo. Le arrancó un par de escamas y le extrajo sangre hasta que se sintió conforme. El animal parecía haberse roto el ala en la caída, pero Giz no tenía intención de rematar a una joya en extinción y entre Gael, Noel y él mismo le habían dejado aperitivos para que se regenerara, por lo que confiaba en que se alimentara una vez acabado el hechizo de parálisis para regenerarse.

—¿Qué tal vais?—preguntó al tiempo que se giraba hacia los otros dos—. Por mi parte ya he acabado con esto—los hombres bestia comenzaron a gritar antes de que acabara la frase y Giz esbozó una mueca involuntaria.

Las otras escaramuzas se iban resolviendo y Gael se alejó del cuerpo muerto y maltrecho del arácnido. Le daban demasiado repelús, pero no era mala idea quedarse una de aquellas arañas, concretamente la que había matado Giz, la más intacta de todas ellas. Se acercó al goliat, tras extraer magia de su presa.
—Bien, y creo que por allí más de lo mismo —rio, señalando hacia donde había luchado Noel—. Voy a quedarme esa.
Había señalado a la araña abatida por magia y acto seguido pasó a poseerla. La quimera alada se posó en el suelo y la otra empezó a limpiar los líquidos que ensuciaban el espadón con un trapo que llevaba en un zurrón. No tardaron mucho en dejar el lugar, ya que el draghoul podía despertar en cualquier momento. Gael le dedicó una última mirada antes de perderlo de vista.
—No me importaría pero que nada tener uno de esos para mí solo… Pero como no inventemos una casa sin fondo a ver dónde lo meto —decía, de buen humor por haber terminado en un tiempo record para haberse presentado dificultades.

Noel vio que el dragón ghoul se encontraba completamente paralizado y que Giz ya había terminado de recoger sus muestras. Cuando aterrizó, los hombres bestia volvieron a abalanzarse sobre él y se los quitó de encima con un par de patadas y un empujón antes de alejarse de ellos para reunirse con el fuego fatuo y el goliat al escuchar su conversación. No se volvió para mirar qué hacían los humanoides pero estaba bastante seguro de que volverían a continuar la retirada que les había cortado hacía unos minutos. Mientras se acercaba aprovechó para limpiarse las heridas que había recibido, aunque no se molesto en emplear magia para curarlas.
—Cuando el científico loco lo clone podemos volver a por este si quieres —le dijo a Gael, divertido—. Cada vez estoy más convencido de que a este bicho lo creó un humano que había jugado demasiado a Metroid —comentó mientras examinaba al experimento más de cerca ahora que estaba paralizado en el suelo—. ¿Volvemos, entonces? Y celebramos el éxito con una cerveza.

Sigue en el Cuchitril.

El tiempo que Cío empleó en practicar hechizos, Archime lo invirtió en realizar pruebas con los sortilegios de metrónomo, teleportándose de su cuarto a la biblioteca en más de una ocasión y deambulando por los alrededores de ambas habitaciones, registrando tempos de rincones específicos del edificio, anclando el hechizo a trozos de pergamino que halló en la biblioteca. Enseguida pudo comprobar que aquel era un método mucho más eficaz y que facilitaba la comparación de tempos hasta el punto de poder aparecer exactamente dónde deseaba sin riesgo a cometer un error.

Se enteró de la pequeña excursión que se planeaba para el día siguiente en una de sus idas a la Sede para almorzar o cenar y decidió apuntarse de una forma casi instantánea, sin considerarlo exhaustivamente. Tras haberlo hecho, se sumió en sus pensamientos para justificar la coherencia de su acción, pero no vio peligro de deterioro en su sentido de la lógica ya que no le costó hallar un motivo. Tras encaminarse en cuanto a mejorar su pericia con la habilidad de traslocación, el biomecánico había decidido que debería ocuparse también de estudiar los pormenores de su precio y la visita a un lugar en el que nunca había estado sin duda podría resultar altamente beneficiosa en aquel aspecto. Debía acostumbrarse, además, a abandonar la Torre Serpentaria para mantenerse siempre con abundante magia.

Así pues, tras reunirse con Cío y Kudryavka en la Sede y haber caminado por las calles de la ciudad libres de incidentes, los tres alcanzaron una zona especialmente castigada, en la que las ruinas eran todavía más abundantes y en mayor estado de deterioro. El ingeniero escudriñó a su alrededor, centrando su atención en un rincón diferente a ritmo de tic-tac cada pocos segundos, hasta que fijó esta en un punto concreto.
—Qué inusual… —comentó casi para sus adentros mientras se acercaba y se agachaba ligeramente para observar lo que tenía frente a sí.
De alguna manera, un pedazo de vida vegetal había logrado crecer en medio del polvoriento empedrado de la calle donde se encontraban. Un círculo cuasi perfecto de césped y unas extrañas flores de colores llamativos que recordaban vagamente a lirios.

Hacía poco tiempo Xalkoth había descubierto en una de sus muchas caídas por ventanas, fruto de molestar a transformados, que sus alas además de ralentizarlas ahora también le permitían volar en condiciones. De hecho su descubrimiento consistió en salir impulsado hacia arriba, asestándole un cabezazo accidental al que le acababa de tirarle por la ventana (que se había asomado para verlo caer). También se dio cuenta en aquel altercado que no era muy bueno manejándolas, recibiendo prácticamente todos los flechazos que el transformado previamente mencionado le disparó desde sus brazos en venganza por el golpe, que rebotaron inofensivamente en su exoesqueleto. Para cuando este se decidió por probar con versiones más explosivas el clinger ya se había alejado demasiado.

Aquel día mientras practicaba había visto a un grupo de conocidos salir de la sede, y curioso por lo que fueran a hacer decidió aterrizar para preguntar y acompañarlos. Sin embargo sus planes se vieron truncados al darse cuenta de que no sabía cómo bajar, y pasó el resto del camino siguiendo desde arriba al grupo de forma errática a la par que iba cambiando el comportamiento de sus alas en un intento de averiguar cómo descender... sin éxito. Para cuando llegaron a una zona particularmente derruida de la ciudad el insecto ya estaba harto de pruebas y decidió bajar a la antigua usanza: simplemente dejó de batir sus alas. El resultado es fácil de imaginar: Paró su caída a la mitad batiendo las alas de nuevo, pero eso solo ayudó a que el descenso fuera algo más lento y menos letal. –¡CUIDADOOOOO!

No se le ocurrió pensar en apartarse, de modo que se estrelló justo en medio de todos, y si se llevó a alguien por delante ni siquiera se dio cuenta. – ¡Ay! – fue lo que dijo tras despegarse del suelo, anuqué realmente no se había hecho daño alguno gracias a su nuevo exoesqueleto reforzado. – ¡Hola! Siento haberme dejado caer por aquí sin más, pero aun no sé cómo moverme con estas –agitó un poco las alas para indicar que se refería a ellas, y como no midió cuánto salió disparado por el aire de nuevo –oh ¡NOOOO…  

Un “Paf” interrumpió su grito al estrellarse en el montón de escombros más cercano.  Sin molestarse en salir totalmente del mismo simplemente sacó la cabeza y miró alegremente al resto. –En fin… ¿Qué hacéis? ¿Puedo unirme? ¡Porfaaaa!

Kudryavka

Quedaron de ir al siguiente día de excursión. Aquel día Kud dejó a Zira al cargo de Keiria y entonces salieron de la sede. De camino, el vánara iba con su habitual parafernalia hiperactiva, dando saltos, canturreando y bailando. No se detuvo hasta que Archi se quedó mirando algo en el suelo que debió de llamarle la atención.
Kud, cual cotilla, se acercó dando saltitos.
-Pues si que es raro... Fuera del cementerio apenas se pueden ver...-

Pero algo cortó al ruso, algo que en concreto se habia puesto a chillar antes de aterrizar como una piedra peligrosamente cerca de ellos.
-¡La leche que te...!-exclamó el ruso, dándo un salto literal hacia atrás, con una mano sobre su pecho, del susto.

>> Alguien necesita unas clases de aterrizaje...

Poco después, Xalkoth parecia ilusionado por unirse a la salida y el ruso no vio porque no podia así que lo comunicó así.
-Claro que puedes, pero cuidado con tocar nada que necesitemos que esté vivo.-bromeó el ruso, añadiendo una carcajada al final.

Al día siguiente lo único que se pudo aplicar el raigaurum fue un hechizo de protección básica, pero para él era todo un logro. Junto con su otra nueva adquisición, él ya era un tipo feliz, y se adentraba en las calles como si nunca hubiese caminado por ellas incluso más defendido gracias a los magos del torreón. Estaba de buen humor porque le parecía que llevaba siglos recluido, y pasear al sol se había vuelto algo imprescindible para él. Irónico, en un irrense. Pero eso al final lo llevó a recordar al pequeño Ippon, y tuvo que apartar todo aquello de su pensamiento, centrándose en los botes que daba el humano.

Estaban adentrándose en unas calles en un estado lamentable, y en ese mismo barrio hecho trizas fue donde Archi encontró un inesperado círculo vegetal. Estaba totalmente fuera de lugar, por no decir que parecía sencillamente artificial.

Pero antes de decir nada en voz alta, un grito sobre sus cabezas lo alertó. Se apartó por muy poco, siendo de hecho golpeado por una extremidad de Xalkoth –y el golpe atenuado por el hechizo defensivo–. Soltó una exclamación y, tras dedicarle un par de insultos al insecto, ya no lo tenía delante de nuevo.

—No hay problema en que te unas, pero ahora que no aparezcan más hiperactivos. El cupo está lleno —le respondió a Xalk con una mirada severa que no duró mucho—. A este paso volveré yo también a la sede bailando. —Por un momento se le había olvidado el círculo de plantas, pero se acercó a él y se lo señaló al clinger—. Solo explorábamos, pero nos hemos encontrado esto. ¿Has visto algo así antes en esta ciudad?

– ¡Oh! ¿Me dejáis? ¡Genial! – Respondió claramente animado mientras se levantaba de golpe mandando a volar el montoncito de escombros que lo cubría y se quitaba el polvo agitándose de la misma forma que un perro al secarse. La verdad tenía sus dudas de que la gente lo siguiera queriendo cerca tras descubrir que a su cupo normal de trastadas se había incluido el ser víctima de urticarias, aterrizajes de emergencia y/o atacados por un par de pinzas fuera de control. Aunque preocupado no estaba ya que pensaba unirse le dejaran o no, aun si eso implicaba tener que salir huyendo de ataques varios.

– ¿Eh? – Acababa de darse cuenta de que Cio le estaba hablando, y cuando vio lo que señalaba la emoción pudo con él. – ¡OOHHHHH! No veía plantas desde… hmmm ¿mucho tiempo? Contar no es lo mío – Salvo si le interesaba contar, claro, entonces las mates se convertían temporalmente en su especialidad. En cualquier caso, nada más verlo el clinger se tiró al suelo justo delante del círculo vegetal y se puso a toquetear las plantas todo feliz. Los efectos fueron inmediatos: Partiendo del lugar donde el insecto tocaba las plantas se fueron marchitando rápidamente, hasta que no quedó nada con vida. La perplejidad se reflejó en el rostro de Xalk, seguida de la pena típica de un niño que acaba de romper por accidente su nuevo juguete.

– ¡NOOOOOO! Yo no quería haceros daño plantitas. ¡Volved, volved! – Una breve pausa. – ¿Volvéis? – Otra pausa, tras la cual se giró hacia el resto con cara triste. – No vuelven.

Archime se había levantado y girado todo lo rápido que le permitió su capacidad de reacción cuando oyó la advertencia, lo cual se traduce en que para entonces Xalkoth ya se encontraba tirado en el suelo. El irrense observó como la plaga salía volando al parecer involuntariamente. Todavía no sabía mucho sobre la transformación del clinger ya que no la había encontrado en ningún libro, así que era la primera vez que lo veía utilizando sus alas para volar en lugar de solo planear con ellas, desconociendo hasta ese momento que la Luna le había otorgado esa capacidad.

Pero esa no fue la única novedad acerca de las nuevas habilidades de Xalkoth, ya que en cuanto la plaga comenzó a tocar las plantas, estas se marchitaron a una velocidad pasmosa. Archime se acercó de nuevo al lugar anteriormente rebosante de vida todavía estornudando por la polvareda que el clinger había levantado escasos momentos antes y examinó, parpadeante, los efectos devastadores que había tenido el simple contacto de Xalkoth.

El insecto parecía desalentado tras haber desencadenado aquella catástrofe a pequeña escala y el biomecánico sintió algo semejante a la lástima por él y por aquellas plantas.
—Quizás tus toxinas resulten más letales para...
La formulación de su hipótesis se vio abruptamente interrumpida por un temblor que sacudió el suelo bajo sus pies. Archime retrocedió, pero apenas pudo retirarse unos centímetros cuando empezaron a saltar los primeros adoquines, golpeándolo uno en un lateral y provocando su caída al suelo. El círculo de plantas marchitas parecía ser el centro de aquel temblor desatado de forma repentina y, de pronto, este comenzó a elevarse, dejando ver bajo él algo de color amarillento.

Dicho elemento no permaneció mucho más tiempo inidentificable ya que con la tierra lo suficientemente removida y el desgastado empedrado fuera de su camino, la oruga de grandes proporciones de cuya cabeza nacían las plantas marchitas emergió hasta dejar más de la mitad de su cuerpo al descubierto, elevándose más de un metro por encima de Archime y los presentes. La criatura abría y cerraba frenéticamente las mandíbulas y su cuerpo se agitaba con violencia, todavía tratando de desenterrarse por completo.

El ingeniero, completamente alarmado, no consiguió ponerse en pie tras el primer intento por lo que recurrió a lanzar un hechizo de parálisis rápidamente sobre la criatura. El sortilegio impactó en el abdomen de la criatura, pero no tuvo ningún efecto sobre la misma. El tiempo que invirtió en conjurar y observar lo fútil que había sido su acción, tratando de comprender el motivo, lo aprovechó la oruga para decidir que era mucho más rápido si dejaba caer el cuerpo que tenía fuera sobre su presa y el irrense a duras penas pudo reaccionar aplicándose un hechizo de intangibilidad, que llegó justo a tiempo para que la criatura lo atravesase limpiamente. Mientras el kairós se levantaba del suelo por fin, el ser se agitó furioso en el suelo, no entendiendo por qué no había golpeado a su objetivo y decidió continuar esforzándose por emerger por completo de la tierra. Lo siguiente que haría el biomecánico, una vez hubiese recuperado por completo la verticalidad, sería aplicar la intangibilidad a sus compañeros.

Kuryavka

El ruso contempló al clinger lamentarse por lo de las plantas. Rascandose la nuca, habló en un suspiro.
-Si es que ya no se pueden tener cosas buenas en estos tiempos tan difíciles que corren...-terminó por añadir una pequeña risilla.

Pero entonces algo tan extraño como esperable de donde se encontraban ocurrió. El suelo comenzó a temblar y Kudryavka, muy alarmado, procedió a dar saltos por todo el lugar, buscando el sitio más estable sin encontrarlo.
-¡Los dioses se han enfadado porque no me terminé Go!Precure! ¡No merecia segunda temporada! ¡Ai-chan era como mínimo mediocre!-bromeó más para si mismo que para los demás con el objetivo de luchar con la tensión del momento.

Y fue entonces que vió la criatura atacando a Archi, el primer hechizo, se provó inútil cuando la criatura ni se inmutó ante lo que deberia de haberle paralizado. Casi podria jurar que entonces Archi habia quedado aplastado bajo el cuerpo engrosado de la criatura y entonces el psique de Kud se puso narrar sus propias acciones como si fuera un comentarista de golf, con un tono calmado y sosegado, y más descriptivo de lo que deberia.

-Kudryavka a.k.a. El Brillante y Atractivo Aprendiz del Estilo del Mono, de dieciseis años y tres cuartos de edad, nacionalidad rusa, se dispone a preparar su hoyo en uno.-Kud comenzó a correr en la dirección de la oruga, blandiendo su bõ en una postura agresiva con ambas manos.-Un hierro nueve Marca Bõ. De excelente diseño y aerodinamica, se prepara para el golpe...-

Y entonces descargó la fuerza de su carrera y brazos en un solo movimiento que parodiaba a un swing de pasada, usando la cabeza del insecto como si fuera una bola de golf.
-Excelente golpe ahí del participante Kudryavka. Un muy buen swing ejecutado con una precisión que solo un verdadero profesional podría conseguir.-mientras hablaba, se habia alejado de un salto de la criatura. Tenia que averiguar primero sus puntos débiles antes de cargar ciegamente contra él.

Hecho esto, rompió a desternillarse.