Barrio Derruido

Después de que Gael le partiese la pierna, Valenz ríe. Ese desgraciado se está riendo. Noto como la ira me inunda de nuevo mientras su odiosa risa penetra en mis oídos haciendome daño. Wen y Jack intervienen cada uno a su manera, pero yo me limito a esperar a que se retiren mientras observo fijamente con los dientes apretados al mercader. Sin poder esperar más, me acerco a él y le doy un fuerte puñetazo en la cara, afilando las plumas del brazo cuando rozan su mejilla.
-¿Qué es lo que te hace tanta gracia, malnacido? -le espeto de forma agresiva.
Por un instante me siento tentado a finalizar con aquello de una vez por todas, hacer lo que tenía pensado y apartarme para que Adara terminase con su patética existencia. Pero todavía había algo que necesitaba saber. La risa había hecho que fuese capaz de volver a razonar el por qué estábamos ahí. El por qué...
-Hay algo que aún no entiendo -digo alzando la cabeza para mirar al mago-. ¿Qué motivos podías tener para hacer lo que hiciste? ¡Responde! Y por tu bien no vuelvas a reírte -me dirijo al mercader de forma fría y carente de emoción alguna.

¡Ese golpe ha dolido, vaya que sí! Al cerciorarme de que los demás han logrado atrapar al mercader y dormirlo, me centro en curar las consecuencias más severas del impacto. Ha sido una locura, pero tampoco ha sido una caída inconsciente. En parte, usé el propio Valenz para reducir mi velocidad; luego, cayendo de lado, rodé por el suelo hasta dar de bruces con el edificio más cercano. Al terminar, me levanto aún algo dolorida y sigo a los demás.

La criatura despierta. Desde la ventana en la que estoy apoyada, observo su rostro sorprendido, desorientado, confuso… Noel empieza la sesión con un juego en el que usa la moneda de Alicia. Veo las palabras, su tacto se asemeja al del odio; oigo la moneda subir, subir y caer, caer; huelo los miembros siendo resquebrajados por ese juego sádico, furioso. No puedo aceptar la propuesta del draco, mi mente está… no está. Otros se acercan al ser. Más articulaciones imposibles, engaños en forma de amenazas no cumplidas y esperanzas frustradas. Moldean su cuerpo y sus propias palabras con rabia, diversión, placer… Un gran juego macabro en el que se huelen los gritos de dolor, se oyen huesos cayendo como piezas de un puzle… y mi indiferencia, como si intentara con ella equilibrar el caos que mancha las cuatro paredes del cuarto. Siento todo pero nada me llega.

La última pregunta de Noel consigue devolverme definitivamente al espacio de la habitación. Con cada sentido de nuevo en su función primordial, observo al sueco y al ser atado a la silla, oigo su declaración y de nuevo veo el casi teatral desvanecimiento del mismo. Me acerco a él y aparto al torturador. Le miro desde arriba, alzo su cabeza agarrándole por el cuerno y analizo un rostro… No le odio, no me da asco, no pienso. Arrebato su vida y esencia con el mismo tono, rapidez y efectividad con la que han caído ya muchos.

Un ala incrustada en su pecho y me alzo, dispuesta a marcharme como he llegado. Pero no me giro, miro de nuevo el despojo que he dejado, el mismo que acabó con las alicias. ¿Por qué rompo la pata de la silla? ¿Arranco las cuerdas y me pongo encima suyo como muestran mis ojos? ¿Qué busco cortando su carne, abriéndome paso por su organismo a brazadas? ¿Logro algo haciendo saltar sangre, órganos y extremidades? El grito surge de algún lugar metafórico de mi garganta, decibelios que se desprenden como la tenaz costra de una herida fresca. Con un corazón en mi mano, aún entre sus entrañas, grito y lloro desconsoladamente; mientras, la otra golpea ya sin fuerza una cabeza casi arrancada. Las alas, más rojas que nunca, caen a plomo como dos trapos inútiles.

Y el dolor que sigue sangrando: mana gritos, sollozos, lágrimas.

Tras escuchar la respuesta de Valenz y observar como se desvanece ya no me quedan fuerzas para nada. No me sentía capaz de meditar sobre lo que había dicho. Sólo puedo caminar hacia el fondo de la habitación y dejarme caer al suelo. Era la primera vez que hacía las cosas así. Especialmente delante de todos. Me había dejado llevar por la situación, como me sucedía siempre que empezaba. Por mucho que dijese Vac en el fondo yo tenía razón, me estaba descontrolando cada vez más. Entierro la cara en las rodillas, incapaz de mirar a nadie. Ni siquiera contemplo como Adara termina con la vida de Valenz, pero sé que ya lo ha hecho por lo que oigo. Habíamos acabado con el mercader tal y como queríamos, ¿y ahora qué? No podía decir que me sintiera mejor, sino todo lo contrario. No me importaba el haber disfrutado torturándolo, no podía evitarlo, los gritos se habían convertido en un placer desde que me transformé. No era eso lo que me preocupaba, sino el hecho de que ni siquiera delante de todos había podido contenerme. La ira y la sed de venganza me habían cegado por completo. Todos los pensamientos que habían hecho que pasase tantas noches sin dormir regresan a mi mente. Era un egoísta y no me merecía estar entre ellos. Pero ahora mismo no sé que debo hacer, no tengo fuerzas ni para levantarme. No me veía capaz de enfrentarme a las miradas, tal vez a los reproches, tal vez al rechazo. ¿Qué se supone que debería hacer? El no tener respuesta me hace sentirme aún más patético.

Después de los preparativos, Giz no tuvo que ayudar mucho más. Trasladó con un hechizo de levitación el cuerpo incosciente de Valenz, lo cacheo física y mágicamente y previno a sus amigos sobre la posibilidad de las runas inactivas. Giz no quería ver la masacre que se produciría en breves, sabía que no le iba a gustar, pero desconocía el uso de los varios amuletos que Valenz había llevado consigo y le asustaba la posibilidad de que pudiera haber alertado a alguien antes de caer dormido. La situación era nueva y peligrosa y no se fiaba ni de lo que su gola le decía. Matar a un hechicero no era como matar a un gusano. << Torturarlo tampoco es matarlo >>. Finalmente se recostó contra una de las paredes y trató de anclar su mirada en un punto de la pared...

Sin mucho éxito, muy a su pesar. La imagen que se desataba en la habitación lo arrastraba a mirar incluso aunque no quisiera. Le resultó imposible no escuchar los gritos y las risas, no ver la sangre y los miembros que estaban fuera de su sitio. Era tan desagradable que incluso cerró la gola de manera inconsciente, como un acto reflejo para evitar tener nada que ver con la tortura. Sin embargo, lo que más le sorprendía de todo no era el cuerpo mutilado o las agallas incuestionables del estafador, sino el odio que se reflejaba en todas y cada una de las acciones de sus amigos. A él también le había causado pena la muerte de Pyro y Azura, eso era inevitable, pero no veía que la venganza fuera a paliar ese sentimiento. Aún así, con todo, suponía que el resto tendrían sus razones para llevar ese sangriento espectáculo a cabo, pensando que sería algo que él no llegaba a entender o que todavía no había aprendido.

Sin embargo, cuando vio a Gael apartarse, empezó a dudar de su teoría. Incluso Giz pudo notar que estaba bastante afectado. << ¿Y si nisiquiera ellos saben por qué están haciendo esto? >>. Giz se acercó al fuego fatuo barajando la posibilidad y lo miró apenado antes de darle un par de palmadas rápidas en el hombro, intentando darle a entender que estaba ahí y al mismo tiempo no quemarse. Estuvo a punto de abrir la boca. Tenía un "Todo está bien" y un "No pasa nada" a la altura de la lengua, pero se los tragó. Sabía que sería mentir e intuía que también sería cagarla. Asíque finalmente se quedó a su lado, callado, continuando con su empeño silencioso de no ver más de lo necesario.

La muerte de Valenz, después de todo, no dejó a nadie el sabor que se esperaba de ella. Había sido un dulce agrio. Noel estaba tirado en un rincón de la habitación y Adara literalmente alicaída frente al cuerpo inerte. La última declaración del mercader acabó de confirmar que la hipótesis de Giz podía ser cierta: habían buscado consuelo dónde no lo había y, aún así, no podía culparlos. Primero se acercó a la ángel negro, la acarició del brazo, dándole un apretón suave al final con el que trató de apartarla de lo que quedaba de Valenz, y realizó un hechizo de limpieza sobre ella. Después se acercó a Noel y se agachó a su lado, de cuclillas. Realizó el mismo hechizo que con Adara, le puso una mano en la espalda, bajo las alas, y le tendió la otra de forma que pudiera verla.

-¿Puedes?-le preguntó, refiriéndose a si sería capaz de levantarse o no. La situación le hacía sentir impotente, pues tenía algo semejante a una necesidad de consolar a sus amigos y al mismo tiempo sentía cómo se le atascaban las palabas de ánimo. Era propio de él, no saber nunca qué decir... Salvo lo más obvio-. Deberíamos irnos de aquí pronto.

Dirigió una mirada triste al resto, contemplando la desoladora estampa que había quedado, y se preguntó quién habría recibido hoy la peor tortura.

Tras las palabras de Valenz, Wen no pudo ni mirar como Adara terminaba con el mago. “Casi que ya no es venganza, sino piedad.” Pensó la vouivre. La actitud decaída de todos hablaba por sí sola. Quiso acercarse a Noel cuando este se sentó en el fondo de la habitación, pero Giz se le adelantó limpiándole con un hechizo. “De todas maneras, no hubiera sabido que decirle.” Se reprochó sin ganas.

Wen no sabía qué hacer a continuación. Ni a dónde mirar ni cómo moverse. Mientras decidían qué hacer con el cadáver, la vouivre volvió a su forma humana, sin abrir la boca. La situación, de alguna manera, le recordó a la muerte de Res y como ella se había pasado toda la noche posterior fumando los últimos cigarros que le quedaban. “No podrás huir del ruido.” Se repitió en la mente. “El ruido…” Esas habían sido las palabras del ranta, las cuales había dicho antes de morir. Casi sin darse cuenta, su mente comenzó a llenarse de crujidos de huesos, entremezclados con distintas voces de personas que habían muerto en su vida diciendo esa frase. Tuvo que salir de la habitación.

Fuera de la habitación, se apoyó contra la pared y dio tres grandes bocanadas de aire. “Necesitaba respirar” se dijo y volvió a darse la vuelta. Entonces vió a Noel. “¿Habrá salido antes o después que yo?” se preguntó, aunque la verdad era que no le importaba. La vouivre se acercó al draco con dos pasos lentos y se paró frente a él.

- Noel…- comenzó a decir, aunque no sabía muy bien que era lo que quería decir.- yo… no creo… tu… esto…- a medida que iba hablando, se iba trabando cada vez más y, ante lo estúpida que se veía, decidió callar.- ¿Puedo? - fue si simple pregunta antes de rodear al sueco con sus brazos y abrazarle como el día anterior sin esperar a su respuesta.

No sabía muy bien si lo hacía por él, porque no sufriera por lo ocurrido dentro; por ella, para evitar que volviera a por más de lo que le había dado dama Aroma, o, simplemente, porque era algo agradable que había hecho de forma espontanea.

Wen se adelanta, Jack se adelanta. Pero empiezo a sentir un leve mareo que me impide prestar mucha atención. El ambiente está cargado. Quizá ya no quiera seguir mirando pero me obligo por un sencillo motivo, y es que estoy aquí porque yo lo he querido. No hay medias tintas ni marcha atrás por muy saturado que me encuentre. Miro fijamente al mercader cuando Noel le exige información. Está cubierto de sangre, da la impresión de que sus ojos se nublan por la pérdida y el dolor. Pero finalmente confiesa, y lo que escucho me hace apretar los dientes de nuevo, volver a sentir la ira que la impresión había apagado. Pero ya no era contra él, era pura frustración. Vuelta a pensar que sobrevivir en Rocavarancolia era un imposible, pensar en la vida aquí como la lucha imposible de ganar. Parecía que perdíamos, siempre, enfrentándonos a un gigante implacable. Doy la espalda a todos y descargo un puñetazo contra la pared que hasta deforma un poco el contorno de mi mano. El dolor me hace espabilar. «¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué cojones y quién las quería ver muertas?». Todavía tengo el puño apoyado en la pared, y los dientes amenazan con chirriar de un momento a otro. Solo unas breves palmadas me sacan de mi ensimismamiento. No necesito más que verle por el rabillo del ojo para saber de quién se trataba. La tensión de mi cuerpo se rebajó un poco, pero no sentía ganas de moverme y mirar a mi amigo. Sencillamente cerré los ojos y agradecí de forma muda tener cerca a gente que no reproche lo que haces o dejas de hacer. A mi espalda oigo el golpe que acaba con la vida de Valenz. Aprieto más los ojos y deseo que la negrura oculte todo, incluso mis pensamientos. Pero los ruidos que escucho a mi espalda me hacen volverme para encontrar a Adara como jamás la había visto antes, haciendo saltar la sangre. No me impresionan las vísceras, las veo todos los días. Lo que me marca es su expresión, en realidad, su ira ciega. Así era yo hace un momento, así nos sentimos cuando nos hacen daño. Y hacemos daño de nuevo para devolver el recibido, pero este no se anula, no desaparece. En realidad puede traer más dolor todavía. Y sin embargo, ¿me arrepiento?
No. Valenz merecía el mismo destino que Azura y Pyro. ¿Y nosotros? Tal vez merezcamos el mismo destino que Valenz. Solo que nos corresponde evitarlo, como le correspondió a él.

Cuando todo termina la situación es confusa. Noel en el suelo, Adara quieta, rojo por todas partes. Parece que es Giz el único con el ánimo suficiente para moverse, aparte de Wen, que sale por la puerta. Me obligo a mí mismo a ponerme en marcha y ayudo a limpiar la sangre. Solo falta deshacerse de las pruebas, ocultar que algo haya pasado en este lugar. Ya tendré tiempo para ordenar mis ideas después.

Sigue en la Torre Serpentaria.

Cuando Giz se acerca, noto como pone su mano en mi espalda mientras me ofrece la otra para que me levante. Acepto silenciosamente el ofrecimiento y murmuro un "gracias" que no estoy muy seguro de que haya sido audible para alguien más a parte de yo mismo. Sigo sin prestar atención a nadie y camino hacia la salida de la casa mirando al vacío. Oigo que hablan de cómo deshacerse del cadáver, pero no me veo capaz de participar en la conversación. Ni de mirar a nadie a la cara, de paso. Salgo afuera y miro hacia los confines del barrio con expresión ausente. Es entonces cuando las palabras de Valenz vuelven a mi mente. Y se me vuelven a crispar los nervios por un instante, en el que apreto los puños y los dientes. Nada tenía sentido, probablemente ni siquiera haber matado a este desgraciado. Era la primera vez que hacía las cosas así, hasta ahora me había limitado a hacer daño a olos hombres bestia. Era casi como revivir la primera vez que hice eso. Me había sentido un monstruo aquella vez. Y ahora también. Pero el significado había variado mucho. Era un monstruo, no había más vueltas que darle. Una criatura odiosa que disfrutaba provocando los gritos de sus víctimas. Así es como describían los libros a una criatura como yo. Y por mucho que había querido creer que no era cierto, lo era.

Todavía estaba debatiéndome conmigo mismo cuando veo a Wen salir también. En principio no se da cuenta de que estoy ahí y no digo nada. Observo como se apoya contra la pared y toma aire. Ella también parece afectada por lo que acaba de suceder. Estaba a punto de alejarme cuando se da cuenta de que estoy ahí. Cuando se acerca no sé que cara poner ni qué decir. Intenta decirme algo pero no le salen las palabras, por lo que decido mantener la boca cerrada porque si a ella no le salen a mí menos. El abrazo me coge por sorpresa y tardo unos instantes en reaccionar. << Claro que puedes... lo extraño es que quieras. >>, pienso respondiendo a su pregunta que no aguardaba respuesta. Cuando por fin consigo reaccionar, la rodeo con los brazos y esta vez soy yo quien la aprieta contra mí. Al igual que la noche anterior, noto su calidez y mientras dura consigo centrarme sólo en lo agradable del momento. Tras separarnos sigo sin saber qué decir, pero la miro con una leve sonrisa triste.
-Lo siento -digo de pronto en voz baja-. Siento que te hayamos mezclado en esto... Es... es culpa mía -suspiro.
Eso es todo lo que soy capaz de decir de momento. Una vez más me siento estúpido, torpe e inseguro. Lo soy, no me cabe duda.

La revelación del comerciante, sin embargo, logra sacarme de quicio de forma notable, aunque solo lo demuestro con palabras
-Será malnacido de mierda... ¿Quién iba a querer matar a las dos brujas, maldito seas?-gruño intentando buscarle un sentido a lo que dijo mientras me adelanto y me acerco.

Pero no hay respuesta, solo oscuridad y, luego, sangre. Cuchillas sesgando su cuerpo como si de aire se tratase, bañadas en lágrimas e ira, hasta que llega al corazón del asunto y se desploma. No puedo evitar relamerme para limpiar la sangre que salpicó, sin miramientos por los demás.

Demás que están bastante afectados. Les miro de uno en uno mientras Giz intenta ayudarles a recomponerse y les limpia, Gael es otro que está afectadillo, Adara sigue como ida... << ¿Quizá han ido demasiado lejos? Podrían haber sido más cafres y haber durado más... Que despertase y se encontrase sin ojos, por ejemplo... Aunque.. Son jóvenes, no creo que hayan hecho esto nunca a nadie y claro... Maldita sea >> Decido entonces ponerme en movimiento.

Recojo mis runas repletas de sangre y tras vaciarlas en las petacas, encaro a los demás
-Hooora de irse. Lo hecho, hecho está. Si creía que iba a conseguir dañarnos con lo que dijo, iba listo. No habéis hecho nada malo. Os sobraban motivos, transformaciones incluidas. Él se ha buscado esto. Vamos, largo de aquí. Volved a casa, daros un baño y olvidad esto.-les digo intentado algo, que se animen o algo, lo que sea. Y luego.-Giz, anda, limpia los rastros de magia y yo me llevo los restos.

Al fin se mueven y cuando Giz limpia todo rastro de magia, uso la misma ropa del comerciante para guardar todos los restos
-Esto... Esto es como cuando los colaespinas... Puf, qué tiempos...-digo sonriendo mientras me cargo el bulto y salgo.

En apenas unos minutos llego a una de las entradas a los subterráneos, dejo el bulto lo más lejos posible de la entrada y luego vuelvo al Burdel. convertido en humo...

Toima

Sangre. Gritos. Agonia. Aquello no era nuevo para el ulterano, acostumbrado a las palizas de su padre y, más tarde las de Unabara, el ulterano sabia como era el estar sometido a sufrimiento y, conociendo al mercader, sabia que no aguantaria todo el proceso asi que supo que se desfalleceria pronto. La perdida de sangre habria acabado con él. Adara prefirio terminar con su vida personalmente, en medio de lagrimas. El ulterano no hizo nada. No le guardaba rencor al estupido mercader, no. Por él, no guardaba apenas cercania con las fallecidas. Ahora bien, aquello habia hecho daño a sus amigos cercanos. Mucho daño. Si por el fuera, él mismo iria hasta los confines de aquel paramo llamado Rocavarancolia para que sus amigos tuvieran venganza. Él la hubiera querido si hubiera muerto cualquier otro. Solo un cuchillo se habia clavado en su carne y tras recogerlo, comprobó como se habia secado ya aquel líquido rojizo. Era curioso, la sangre de los seres como ellos era muy oscura, casi le parecia que tuviese una neblina de oscuridad entorno a ello. Aquello tambien le hizo pensar en lo diferente que era él de todo el mundo. Suspiró. De nada le servia pensar en esas cosas.

Cuando volvio con los demás, habiendo limpiado y guardado las tres cuchillas que habian sido utilizadas, se encontro a todo el mundo desolado. Perdido. Como si no supieran que hacer y se lamentasen. ¿Seria aquello los frutos de la venganza? ¿Le pasaria lo mismo a él si decidiera continuar su unica cuenta pendiente? Primero fue Unabara y ahora, le tocaba el turno a su padre. No sabria como encontrarse con su padre. Ni que haria ni que reaccionaria. Aquella venganza estupida no tenia sentido. Pero era su venganza. Y tarde o pronto deberia retomarla.

Suspiró antes de revolverse el pelo y hablar.
-Ese cabron se merecia lo que habeis hecho. Y cualquiera que os culpe de algo probara mi cuchillo en su garganta.-vaciló un momento antes de murmurar algo más.- Os lo mereciais...-y entonces, siguiendo a al grupo, hizo algo que hacia mucho que no hacia. Se echó la capucha por encima de la cabeza.

- Nadie ha puesto una pistola en mi sien obligándome a que viniera aquí. - le contestó la vouivre al draco cuando se separó de él.- No debes estar así. Se lo merecía. - Le dijo, pensando que su mal estar era por lo que habían hecho. “Quizás ha sido su comportamiento lo que le aflige” pensó de repente y volvió a hablar.- No debes sufrir por cómo eres. Cuando llegamos aquí, a todos nos dijeron que en Rocavarancolia por fin seríamos nosotros mismos. Yo les creí y les sigo creyendo. Tu eres como eres, no puedes cambiarlo ni negarlo, solo aceptarlo. Y eso no te convierte en alguien despreciable. - le explicó mirándole directamente a los ojos. La puerta de la habitación donde habían estado todos se abrió y, antes de separarse de Noel, Wen añadió.- Para mí no lo eres.

Wen siguió al grupo hasta el final del barrio, en el que sus caminos se bifurcaron. No quería volver todavía al burdel, por lo que le dijo a Vac que volviera solo, pero tampoco sabía a dónde ir. “¿A los pozos? ¿Al mercado?” se preguntó. “Las respuestas pueden ser tantas….”

Noel pareció sentir su duda, por lo que le ofreció ir con ellos a Serpentaria aunque fuera por un rato. “Compañía. Eso es lo que necesito.” Pensó mientras seguía a sus amigos.


Sigue en la Torre Serpentaria.

Escucho la réplica de Wen sin decir una sola palabra. Como si me hubiese leído el pensamiento, me habla precisamente sobre lo que había estado rondando por mi cabeza hasta el momento. Lo que dice no me es desconocido. Ya lo había escuchado en otras ocasiones, yo mismo lo había pensado. Sin embargo últimamente me había estado dejando llevar por la ira con mucha facilidad y me preocupaba. Había hablado con Vac sobre ello pero tras lo sucedido hoy no podía evitar volver sobre lo mismo. Estaba a punto de responderle algo cuando oímos como los demás ya salen de la casa. Sus últimas palabras hacen que sonría levemente. Era precisamente una de las cosas que más me preocupaba, lo que podría llegar a pensar de mí. No sólo ella, pero los demás ya me conocían desde hacía más tiempo y sin duda estaban más habituados. Por ello me siento aliviado al escuchar su afirmación. Observo de forma ausente como Jack se deshace del cadáver y escucho sus palabras y las de Toima. Todavía no soy capaz de encontrar palabras para expresar con nadie lo sucedido, pero agradezco de forma silenciosa su apoyo.

Cuando nos despedimos de los demás para ir cada uno por su lado, Wen le dice a Vac que vuelva él solo al burdel. Cuando ya se ha ido, me acerco a ella, pues se le nota dubitativa.
-¿No te vas con Vac...? -empiezo a decir, vacilante-. ¿Quieres... quieres venir con nosotros a Serpentaria?
No tengo muy claro por qué se lo he preguntado, o más bien cómo había sido capaz. No tenía ningún motivo para pensar que quisiera venir, pero me preocupaba que volviese a desaparecer como el otro día. Sin embargo y para mi sorpresa acepta.
Por el camino no hay conversación apenas, me limito a seguir a los demás de vuelta a la Torre Serpentaria.


Sigue en la Torre Serpentaria.

Las lágrimas han dejado de caer, los sollozos y los gritos ya no toman forma en mi garganta, pero no he dejado de llorar. Cuando Giz me levanta y limpia con un hechizo, observo a los demás, supongo que con la cara hecha un mapa. Poco a poco, todos se van alzando y saliendo de la casa; yo sigo quieta, mirando hacia la puerta hasta que sale el último, tras el que cruzo yo el umbral. Sigo mirando al resto mientras alzo el vuelo hacia la Sede de los Taumaturgos, sin unas palabras de despedida pero un gesto que hace el efecto. Deseo estar sola.

Llego al minarete volando erráticamente. No sé ni cuánto tardo, pues más que la razón es el instinto quien guía el vuelo. No entro por la puerta principal, llego directamente a mi habitación por la ventana. Ya en la cama, con las ropas guardadas en su lugar correspondiente, no tardo en quedar en un estado… no pienso en nada, tampoco duermo…

Para poder buscar al draghoul, Giz solo tenía muestras de ghoul normal para trabajar. Los hechizos de rastreo, por lo tanto, no eran tan precisos. El goliat se encontró con varios rastros a seguir y descartó uno de ellos por dirigirse hacia el burdel. No estaban buscando a Kaethe. El segundo, el rastro más fuerte, les llevó por error al cementerio, lugar que debía de ser como un autoservicio para los ghouls de la ciudad. Finalmente, el tirón mágico del hechizo les hizo adentrarse en el barrio derruido.

Por suerte, en aquella ocasión sí que dieron con lo que buscaban. El experimento genemágico coronaba las ruinas de lo que una vez fue un edificio de varias plantas, probablemente una torre que ahora solo contaba con la planta baja y un puñado de adobes del primer piso. Giz suponía el edificio no había sido una construcción decente ni en sus mejores tiempos. La zona circundante era un batiburrillo de escombros, como todo aquel barrio.

El animal se estaba alimentando de los cadáveres frescos de varias criaturas.

El asreniano levantó una burbuja de silencio alrededor de los tres y les dirigió una mirada inquisitiva. La pieza de coleccionista que tenía delante, y con la que podría experimentar al día siguiente, conseguía que Giz se sintiera eufórico. Encontrarse con seres creados por difuntos colegas era una experiencia estimulante.

—¿Cómo lo hacemos? ¿Nos acercamos sigilosamente? ¿Nos embadurnamos de olor a cadáver recién hecho y dejamos que se nos abalance?—ambas ideas le parecían divertidas a su manera.

Giz los guio por la ciudad, haciéndolos llegar al viejo barrio derruido, donde solo solía poner el pie por la entrada que mejor conocía a los subterráneos. Era una de las zonas que más le desagradaban de la ciudad, por la cantidad de bichos fugados de los subterráneos o roedores mugrientos que vivían entre los escombros. Después de un paseo encontraron al monstruo genemágico que buscaban, en una especie de nido improvisado sobre un edificio viejo. Mientras planeaban cómo proceder se percató de la emoción contenida de Giz, y le hizo gracia cómo se emocionaba con las muestras su amigo.
—Comida parece que le sobra, pero podría servir —dijo, y se señaló. La que hablaba era la quimera armada—. Yo mismo apesto a cadáver, no hace falta embadurnarse más. —Se rio y dio un paso adelante—. Os serviré de cebo. Saco a esta hacia allí, arrastrándose por ejemplo, y la dejo tirada en el suelo. Cuando baje de su “castillo” vamos a por él. ¿Tratamos de dormirlo?

Finalmente la búsqueda los condujo al barrio derruido y una vez allí no tardaron en localizar a su objetivo. Noel dedicó unos instantes a observar como devoraba cadáveres aquel ser que decididamente le recordaba a cierto personaje de una saga de videojuegos.
—Si llego a saber que estábamos buscando a Ridley me habría traído los supermisiles en lugar del hacha. Al menos la parte de ser cazarrecompensas no nos la hemos saltado —bromeó una vez Giz hubo creado una burbuja de silencio a su alrededor.

El draco escuchó las propuestas de los otros dos, intercambiando alguna mirada de diversión con Gael al notar el entusiasmo que rezumaba el goliat.
—Me parece buen plan —aprobó al fuego fatuo mientras invocaba su arma—. Coloca el cadáver de modo que se encuentre a favor del viento respecto a Ridley y nosotros nos mantendremos ocultos contra él. Por si acaso prefiere ocuparse de los intrusos antes que de llenar aún más la tripa, no sabemos qué nivel de inteligencia tiene.

Giz asintió satisfecho con la idea y se escondió junto a Noel, dejando que Gael arrastrara uno de los cadáveres. El resultado no se hizo esperar, el plan funcionó y el experimento no tardó demasiado en planear hacia el suelo. Sin embargo, no habian contado con que el plan pudiera funcionar de más. El barrio derruido tenía una de las entradas más conocidas a los subterráneos y, de noche, muchos de los seres que los moran se atrevían a salir. Este fue el caso de las tres enormes arañas que surgieron de entre las ruinas. Una de ellas arrastraba un cuerpo humanoide a medio comer que parecía haberse quedado enganchado a ella por el tórax. Si cualquiera de los cuchitrileros prestara atención a ese detalle, vería que en realidad era el propio artrópodo quien lo sujetaba con una boca que algún loco le colocó donde no debía. El cadáver se le liaba entre las patas y el arácnido luchaba con torpeza por no caerse.

Por otro lado, los otros dos corrían con más brío y con más hambre, y no habían pasado por alto ni el cadáver de Gael ni al propio draghoul, cuyo olor a muerto en recomposición les había resultado atrayente. Una de las esas dos arañas saltó contra el reptil emitiendo un chillido áspero, mientras que la otra se abalanzó sobre el cuerpo del fuego fatuo yendo a morder.

Sin embargo, la mala suerte quiso que las arañas no vinieran solas: a los hombres bestia les había molestado que tomaran a uno de los suyos como alimento. De ahí que cuatro las hubieran perseguido por los túneles y, en esos momentos estuvieran apaleando a la más torpe de aquellas tres a base de piedra y puño, rompiendo el frágil exoesqueleto que la protegía.

Giz dirigió una mirada rápida a Noel en cuanto vio todo lo que se les había venido encima y decidió actuar tan rápido como pudo. Trazó un hechizo de impacto y lo lanzó en dirección a la araña que se había lanzado contra su futuro tesoro genemágico. La decisión partió del hecho de que tanto Gael como Noel podrían enfrentar la nueva situación con facilidad. El hechizo derribó a ambos seres.