El Pub Muerto

Los tres llegaron al Pub tras una caminata no demasiado larga durante la cual conversaron acerca de la repentina invitación de Siloco. El sueco no dijo nada sobre sus dudas respecto si realmente entraría hasta que llegaron a su destino, pero había estado dándole vueltas durante el trayecto al asunto.

—Prefiero quedarme fuera —dijo sin más deteniéndose frente a la puerta del local—. Esperaré un rato y si tardáis, que me imagino que sí, vuelvo al cuchitril por mi cuenta.
Una vez frente al lugar en cuestión había terminado por convencerse por completo de que no quería traspasar aquel umbral. Al fin y al cabo si no querían que entrase allí, ¿para que iba a querer entrar él?

Respondió a sus amigos con una sonrisa cansada por los ánimos y volvió a quitarle importancia al asunto después de decidir que irían al Pub aquella noche. Se sentía mucho más cómodo si llevaba compañía, eso era innegable. Cuando por fin cayó la noche se paseó delante de los cuerpos que tenía, pensando cuál llevar. Podía ponerse el que le había dado Siloco, para que viera que lo usaba, pero también podía llevar otro para demostrar que se las apañaba solo. Al final se decantó por el varmano. Esa noche no le apetecía ir desprotegido como el día anterior.

Llegaron al pub caminando a paso tranquilo. Gael era la primera vez que lo veía, si bien algo había escuchado sobre su existencia. Aunque debería sentirse en su salsa en el local, probablemente no sería así, o eso pensaba.
—¡Eh, no! —soltó al decir Noel que no entraba—. Ya que has venido hasta aquí, entra, no te quedes fuera. Ya sabes cómo es Siloco, seguro que tardamos algo en salir… Además ya hemos estado más veces con él. Va, no nos dejes solos, cuantos más es más fácil…
Estaba acostumbrado a tratar con su maestro, pero en un ambiente así era más fácil cuanta más gente hubiese, no se sentía muy confiado. Al final consiguió convencerlo, y no entendía por qué tanta reticencia.
—Bueno, venga, pues a ver cómo es el garito este —dijo mientras empujaba la puerta con aspecto de lápida.
Al otro lado les esperaba un ambiente típico de taberna, había incluso bailes, con la sutil diferencia de que los bailarines estaban muertos, y bien muertos. Gael miró alrededor, fijándose poco tiempo en cualquiera de los presentes, hasta que un poco más allá encontró la mirada de Siloco, sentado bajo un dosel y vestido de la forma extravagante que era habitual en él. Al principio casi llegó a pensar que tenía compañía, pero esa compañía estaba demasiado inerte como para ser tal cosa. Saludó con la mano mientras se acercaban, imaginándose que con el brillo azulado y sus acompañantes había más que suficiente para saber quién era.
—Buenas. —Se había parado delante de la mesa y miraba la bebida extraña que tenía el nigromante en la mano—. Cuánto tiempo.
«No, cuánta elocuencia».

La estética del local no entusiasmó demasiado al goliat. La propia puerta del lugar le echaba para atrás, por lo que pudo entender la reticencia de Noel, independientemente de por qué hubiera sido causada. <<No pensaba meterme en una tumba antes de morirme, como mínimo>> fue lo que pensó al pasar, después de que Gael convenciera al draco. Al menos por dentro no era tan agobiante como una tumba real.

No les costó demasiado encontrar a Siloco, su presencia era como una señal luminosa incluso en ese pub. Giz no se sorprendió al verle. De hecho, para que Siloco le sorprendiera, el asreniano debería verlo llevando unos pantalones de pana y una camiseta lisa. Y ni aún así.

—Saludos—. Giz intentó sonar lo más educado posible y se sentó alrededor de la mesa, intentando fingir que se sentía cómodo en ese sitio.

Noel se mesó levemente la barba mientras el fuego fatuo trataba de convencerlo para que entrase. Frunció el ceño ante sus palabras, no porque le molestasen sino porque cuando dijo “no nos dejes solos” no fue capaz de negarse.
—Está bien —accedió con un leve suspiro.
Los tres entraron en el local y el draco dedicó unas cuantas miradas a su alrededor mientras buscaban el paradero de Siloco en el interior del pub. La decoración iba a juego con el nombre del lugar y, aunque su opinión sobre esta era más neutral que la del goliat, no pudo sino estar mentalmente de acuerdo con lo que había dicho hacía horas en el cuchitril sobre la preferencia por la taberna.

Tampoco sería él quien se sorprendería por el atuendo del señor de los asesinos y para cuando alcanzaron su mesa, se limitó a quedarse algo apartado de esta con los brazos cruzados mientras Gael le saludaba.
—Buenas, Siloco —añadió tras Giz.

Después de la Sede me fui a cazar un poco en los Subterráneos y a desquitarme un poco. Luego pasé por la Bodega, me contaron de la visita del helión... Y después volví a casa para descansar, pues pensaba ir al Pub al día siguiente, tanto por negocios como por placer.

Lo que no esperaba era que, tras una... <<¿Cuánto llevo aquí? Más de una hora seguro>> Bueno, eso, lo que no esperaba era que apareciesen Noel, Giz y Gael. Para cuando les vi, hacía ya rato que había terminado el primero de los asuntos. Ahora estaba disfrutando de la compañía de un esclavo humano al que trataba con colmillos expertos para no desangrarle demasiado... o habría poco que hacer luego cuando nos fuésemos. De haber llegado un rato antes, los cuchitrileros habrían visto la carnicería que había hecho con mi primer plato... Pero ya habían recogido los restos.

Yo llevaba un chaleco carmesí de dos botones, sin mangas, unos pantalones de cuero ajustados y la coleta suelta por los hombros. El otro se había deshecho tiempo atrás de su abrigo y la camiseta holgada gris que llevaba tenía mordiscos aquí y allá, con su respectiva sangre seca.

A los cuchitrileros los vi a través de una ligera cortina de opio que nos rodeaba. Despegué los colmillos de la clavícula ajena y apoyé la barbilla en su hombro.
-Vaya, mira quién ha venido.
-¿Hm?
-¿Me disculpas un momentín? Te da tiempo a recuperar energías para el segundo asalto.

Mentira, el opio le llevaba haciendo efecto un buen rato. Tanto que apenas se inmutó cuando me lo quité de mi regazo y lo dejé en el asiento que ocupaba yo. <<Ahora bien, ese segundo asalto podría ser de otro tipo más letal si se le ocurría salir a la calle en ese estado... ¡Cuchitrileros en el Pub! Vamos a ver qué les trae por aquí>> Aunque sólo me acerqué un poco para ver con quién estaban, pues no lo veía.

Siloco. <<¿Quedada de maestro y alumno? Mira el careto de Noel... O a Siloco... comparado con el de antes... Ay... ¡Eh, vuelve al mundo! Están hablando, vamos a esperar un rato mejor>>

Volví a mi mesa para encontrarme al otro semiinconsciente. <<¿Vamos a desperdiciarlo? ¿Pero los cuchitrileros? Noel pasa, pero los otros... Bueno, no tienen por qué verlo todo, todo... Además, el nigromante tiene un cadáver, ¿por qué no puedo tener yo un aspirante a cadáver?>> Volví a sentarme a su lado y, con el movimiento, el humano recuperó la consciencia levemente; joven, nunca lo había visto por aquí, estaba claro que el opio, el vino y la pérdida de sangre habían sido demasiado. Pero él se lo había buscado. Y además, ¡terrícola, humano!. Antes de nada habíamos charlado un rato sobre la Tierra y me había renovado las ganas de ir. Sólo tenía que arreglar la cosecha próxima... <<Eh, eh, vuelve al Pub, que se te enfría la cena>>

«Sí que viven bien los del consejo. Me esperaba que tuviesen más trabajo». Últimamente veía mucho menos a su maestro, especialmente por la taberna, que era donde más solían encontrárselo, pero resultaba que no era precisamente por trabajo «supongo que tendrá que ver con que se abrió este otro antro». No tardó en llegar una camarera a la que sin pensar demasiado pidió una cerveza. Al ver las tapas que acompañaban el pedido empezó a preocuparle si aquello era una birra normal y corriente. Cuando alargó la mano para coger el vaso surgió otra, escamosa, de debajo de la mesa, que del susto le hizo retirar la pinta a bastante velocidad derramando algunas gotas sobre la mesa.
—No pasa nada, puede quedarse mi parte, si quiere. Ya cenamos antes de venir… —decía mientras Siloco devolvía a la quimera a su lugar. Después, este pareció darse cuentas de las caras largas de los cuchitrileros y se cambió enseguida de tema—. ¿Hum? ¿A mí? Nada, creo. Progreso más despacio de lo que me gustaría, pero progreso. Últimamente me lo tomo demasiado en serio y ando un poco zombie. ¿Cuánto tiempo te llevó a ti dar vida a quimeras? —Quería hacerse una idea aproximada del tiempo que tardaría en dominar todo lo que le hacía falta.

Noel se limitó a apoyarse contra la pared más cercana todavía de brazos cruzados hasta que el nigromante les ofreció sentarse y se dejó caer pesadamente en una silla. Cuando llegó la camarera tan solo le comunicó que no quería nada y se limitó a soltar una risa ahogada ante la intervención de Panchito.
—Mi parte también se la puede quedar —afirmó recostándose en el respaldo de la silla mientras se metía las manos en los bolsillos de la gabardina.
Suspiró casi imperceptiblemente mientras Gael le hacía preguntas nigrománticas a Siloco. Desvió su mirada varias veces hacia otros clientes del local, devolviéndoles la misma mala cara que le dedicaban a él y preguntándose cuánto tardaría el señor de los asesinos en perder el conocimiento por coma etílico.
Hubo un momento en el que le pareció escuchar unas leves pero familiares pisadas, pero, al no ver a nadie al darse la vuelta, supuso que había sido su imaginación.

Giz estuvo tentado a probar las lenguas. Había comido cadáveres en peor estado que eso, pero desde que estaba en la ciudad se había acostumbrado a otro tipo de comidas. Si las lenguas hubieran estado dentro de magdalenas, probablemente sí que se habría animado. Escuchó la conversación que se daba entre Gael y el señor de los asesinos y no respondió a la afirmación de Siloco sobre su estancia en el castillo porque, viniendo de él, no sabía si era un cumplido o un insulto. <<Razón no le falta, estoy allí casi todo el día>>. Y fue dandole vueltas a eso y otras cosas hasta que se topó con una idea emergente.

Cogió la copa que habían dejado para él y se la bebió de un trago. No sabía si era alcohol, pero si lo era la vendría bien. En su justa medida, bebiendo se sentía más locuaz.

—Voy a... hacer negocios—dijo a sus amigos. Tragó aire y se dirigió hasta la barra. Percibió un aroma conocido entre la multitud, pero decidió ignorarlo. La barra estaba atendida por una camarera de color verde, morena y con el aspecto de un puzle vivo. Giz le hizo un gesto con la mano para llamarla—. Perdona, ¿no serás tu la jefa del local, no?—. No había nada despectivo en su tono—. Soy Giz, genemago del castillo—se presentó, recalcando su especialidad magica y la ubicación de su laboratorio. Había aprendido un par de cosas sobre la influencia—. Vengo a ofrecer mis servicios al dueño.

Si me había salido caro el esclavo, liquidarlo me costaría mucho más. Pero su sangre valía eso y más, y podía costeármelo, así que me tomé mi tiempo. Aunque eso sí, con pulcritud y una burbuja de silencio a mi alrededor. La pena era que Noel se estaba perdiendo la cancioncilla de gritos del humano... <<Lo cierto es que tenía un careto antes... Eh, ese... ¿Giz en la barra? Vamos a salvar a Noel>> pensé, divertido.

-Te vas a salvar unos minutos... Disfruta de tu efímera libertad, anda.-le susurré, reparándole la oreja recién arrancada. Luego me levanté y busqué a un empleado.-Camarero, por favor... ¿Podría avisar al draco de estínfalo que acompaña a Siloco de que está invitado a una ronda de gritos gratis? De parte de su salvador Jack. Y tome, por las molestias.-acompañé mis palabras de un par de monedas y volví a la mesa.

Allí me senté con normalidad, al lado del humano cuya mirada vagaba en el infinito, los ojos llorosos, y le pasé una mano por los hombros, magullados bajo una destrozada camiseta. Si Noel apareciera en mi radio de visión, le saludaría con la mano, y si no, pues tendría que acercarme a ver qué estaba contando Siloco tan interesante como para que el draco se quedara.

Gael no pudo evitar reír al escuchar el comentario sobre ser un genio del mal de Siloco.
—Ya me gustaría tener todas esas facilidades. —Las únicas que su transformación le había dado eran estar acostumbrado a oler cadáveres y haberlo incitado enseguida a coser carne. Si algo iba a ser una ventaja en lo de dar vida a quimeras, era la destreza que había ganado pegando partes de aquí y de allá—. Ah, conseguí un buen grimorio, aunque a veces explica demasiado poco. No pasa nada, prefiero no molestar por tonterías. Tal vez te llame de nuevo para preguntarte otra tanda de preguntas juntas cuando me ponga en serio con eso. Apenas he perfeccionado lo de hacer “zombies”. —Sin darse cuenta su cabeza acabó paseando por imágenes en que una hueste de auténticos zombies asolaba Rocavarancolia y se le escapó una risa a medias, como si ese hipotético día fuese un “episodio de Halloween” de alguna serie—. La verdad, no he vuelto a ver a Nihil desde que terminamos un negocio con ella. —Francamente, si alguien le preguntase a él, nunca había visto a Nihil de buen humor, ni malo. Simplemente más sobona o menos—. ¿Sabes? Es la primera vez que entro aquí. ¿Tiene algo más de especial aparte de la ambientación? —Al cambiar de tema hablaba desviando la mirada hacia la camarera con la que hablaba a Giz, algún tipo de quimera humana.

Giz sonrió ante la pregunta. Era justo lo que necesitaba.

—Si adquieres mis servicios, puedo garantizarte el abastecimiento ilimitado de practicamente cualquier especie de cosechados, incluídos aquellos que gozan de ciertas protecciones, como los terrícolas—puso énfasis en aquella especie—. Se incluyen en la oferta fetos semiformados y puedes pedirme características concretas si lo necesitas para satisfacer clientes remilgados. Estoy dispuesto a vendertelos a menor precio que quienquiera que te proporciones los... ingredientes en la actualidad—dejó una pequeña pausa para que la mujer se lo pensara y añadió, señalando a la mesa en la que se sentaban sus amigos—. Conmigo tendrías lenguas para saciar a Panchito—bromeó.

Partes del discurso eran cortesía de Miloslava.

<<Yo sé que tiene de especial, que solo te dejan entrar si tienes pase VIP>>, pensó socarronamente cuando Gael le realizó la pregunta al respecto a Siloco. No tuvo mucho más tiempo de pensar en ello cuando se le acercó un extravagante camarero con un mensaje que le hizo arquear una ceja.
—¿Mi salvador? —repitió en tono de burla mirando al fuego fatuo una vez el camarero se hubo marchado—. Sí, eso parece, Siloco —le respondió al nigromante ante su comentario—. Creo que los gritos de los que habla son los suyos cuando lo salude con un amistoso puñetazo —afirmó sonriendo sarcásticamente mientras se levantaba.

El draco se encaminó hacia donde había visto al vampiro tras la mirada que Siloco había dedicado hacia allí, riendo para sus adentros ante la conversación que estaba manteniendo Giz con la horrible dueña del local. Su expresión, en cambio, compuso una mirada fulminante que le dedicó al alemán mientras este le saludaba con la mano.
—Así que no había sido mi imaginación… —dijo por todo saludo ignorando al humano que su amigo estaba desangrando—. ¿Cómo te las apañas para surgir cual seta no importa en qué lugar se encuentre uno? No sabía que frecuentabas lugares tan elitistas. ¿La sangre de los desgraciados a los que pillas desprevenidos ya no te satisface y necesitas pagar por ello para sentirte realizado? —se burló esgrimiendo nuevamente una sonrisa sarcástica mientras se cruzaba de brazos.

Siloco también me vio, por lo que cogí una de las manos del humano y le hice saludarle. Luego me llevé esa mano a los labios, para morderle, mientras le obligaba a tomarse una poción para recuperarse levemente. Mientras le curaba, apareció el draco, al que también saludé, pero esta vez con mi propia mano. Doblé una pierna sobre la otra mientras escuchaba sus pullas y luego chasqueé la lengua.

-¿Así me pagas que te salve de tan tediosa conversación? Va, siéntate, disfruta de la velada.-le dije, dando unos golpecitos en el asiento libre <<¿Y si tiro de él? Creo que perdería la mano...>>.-Vengo aquí porque tienen lo que quiero a un precio decente. Además, conozco a gente decente, clientes de todo tipo...-añadí, pícaro.-Y no, no es lo que dices. No sé qué le dijeron a este, pero lo mejor es que sepa que va a acabar sus días aquí, en esta mesa. Aún tiene fuerzas para gritar y revolverse, aunque sea en vano. ¿No es una delicia escuchar esto en vez de cosas de nigromantes?

Según hablaba, le había arañado, mordido y curado. Eso sí, quitando la cláusula de la anestesia. Y limpiando de vez en cuando.