El Pub Muerto

El Pub muerto, o como a mi me gusta llamarlo, el Pub de los no tan muertos.
No era la primera vez que estaba allí; Me gustaba bastante la entrada y la iluminación, el decorado ya no tanto. Nunca entendería el amor que algunos profesaban hacia las escenas visuales que mostraban miembros de criaturas variadas a través de un cristal. Era un gusto que de momento superaba mi entendimiento.

Sobre el personal y la clientela: no me llevaba ni bien ni mal, aunque al principio el hecho de que un novato apareciera por un lugar considerado bastante selecto me había costado más de una mala mirada.
En cualquier caso tenía dinero, no mucho ya que el sueldo que me llevaba trabajando en la bodega no me permitía nadar en la abundancia precisamente, pero lo suficiente como para que no me echaran.

Una vez dentro busqué a Nihil. Había indagado un poco sobre la súcubo de las pesadillas. No mucho, pero lo suficiente como para saber que no era alguien a quien conviniese cabrear. 
No costó encontrarla, estaba en una sala privada, esperando. Por un momento tuve la sensación de que llegaba tarde, pero debía ser mi imaginación, por mi bien más que nada.
“Bueno, hora de donar supongo. Vampiros anónimos ha llegado”

-Me gusta hacer las cosas bien- Respondí -Y más cuando no hacerlo puede afectarme de forma negativa. 

Claro que sabía la razón por la que me había hecho llamar. Y cuanto antes terminara mejor. Estaba siendo una noche agitada y no me apetecían más sobresaltos de los que ya me había llevado.

-¿Por qué no?- Respondí a la oferta de la bebida -He estado en una fiesta pero tampoco es que haya bebido demasiado.
Hablando de bebidas miré con curiosidad a la que portaba la súcubo. No es que los ojos me sorprendieran, y más aun teniendo en cuenta la de trozos de seres muertos que había expuestos en el propio Pub, pero de repente me preguntaba si servían solo como decoración o si el líquido violáceo era el fluido de algún ser.

Lo cierto era que nunca había probado la sangre humana, así que no tenía forma de saber que esa era la que me habían servido.
Pero lo sabía. Nihil la había pedido delante de mi después de todo. Por un momento no supe si tomármelo como un broma de mal gusto o como un detalle por la “escasez” que debía haber de la misma. Me decanté por la segunda opción. No había ninguna razón para hacer burla con eso.

-Problemas de novato transformado, supongo que los típicos que tendrá cualquiera con cambios como los míos. Nada que realmente vaya a importarle a nadie- “Salvo a mí, pero ese es mi problema”

La sangre seguía caliente, detalle que no se me pasó pero que tampoco iba a servirme de nada. Traté de prestar atención distraídamente a la música o a los brindis y los vítores, Momento en el que alguien llegó.

Era la persona más extravagante que había visto nunca, y eso que tras todo lo que había visto el listón ya estaba de por si muy alto. Su entrada no iba a ser menos. “¿Nihilita?”

Claramente borracho, el desconocido iba acompañado de un cadáver, uno que no se movía. Por las pocas palabras que compartieron llegue a  la conclusión de que lo habían traído durante la cosecha.

Las presentaciones llegaron y con ellas más sorpresas. “¿Un miembro del consejo? Quien lo diría” Aunque para ser sinceros tampoco había visto a muchos como para saber si era un miembro “normal” o no. Y en cualquier caso, ¿quién es normal en esta ciudad?

-Ehmm ¿no?- fue lo poco que llegué a responder antes de que, sin avisar, me endosaran al niño muerto. “Esto... que por ser vampiro esté técnicamente muerto no me convierte en niñera de cadáveres ¿o si?”
Ya que parecía haber llegado para quedarse descubriría el solo la respuesta a su ultima pregunta. Su aprendiza ya estaba sacando el instrumental, y yo empezaba a querer acabar con todo cuanto antes. Demasiadas emociones por un día. 
"En serio, ¿qué no me ha pasado hoy?”

Los tres llegaron al Pub tras una caminata no demasiado larga durante la cual conversaron acerca de la repentina invitación de Siloco. El sueco no dijo nada sobre sus dudas respecto si realmente entraría hasta que llegaron a su destino, pero había estado dándole vueltas durante el trayecto al asunto.

—Prefiero quedarme fuera —dijo sin más deteniéndose frente a la puerta del local—. Esperaré un rato y si tardáis, que me imagino que sí, vuelvo al cuchitril por mi cuenta.
Una vez frente al lugar en cuestión había terminado por convencerse por completo de que no quería traspasar aquel umbral. Al fin y al cabo si no querían que entrase allí, ¿para que iba a querer entrar él?

Respondió a sus amigos con una sonrisa cansada por los ánimos y volvió a quitarle importancia al asunto después de decidir que irían al Pub aquella noche. Se sentía mucho más cómodo si llevaba compañía, eso era innegable. Cuando por fin cayó la noche se paseó delante de los cuerpos que tenía, pensando cuál llevar. Podía ponerse el que le había dado Siloco, para que viera que lo usaba, pero también podía llevar otro para demostrar que se las apañaba solo. Al final se decantó por el varmano. Esa noche no le apetecía ir desprotegido como el día anterior.

Llegaron al pub caminando a paso tranquilo. Gael era la primera vez que lo veía, si bien algo había escuchado sobre su existencia. Aunque debería sentirse en su salsa en el local, probablemente no sería así, o eso pensaba.
—¡Eh, no! —soltó al decir Noel que no entraba—. Ya que has venido hasta aquí, entra, no te quedes fuera. Ya sabes cómo es Siloco, seguro que tardamos algo en salir… Además ya hemos estado más veces con él. Va, no nos dejes solos, cuantos más es más fácil…
Estaba acostumbrado a tratar con su maestro, pero en un ambiente así era más fácil cuanta más gente hubiese, no se sentía muy confiado. Al final consiguió convencerlo, y no entendía por qué tanta reticencia.
—Bueno, venga, pues a ver cómo es el garito este —dijo mientras empujaba la puerta con aspecto de lápida.
Al otro lado les esperaba un ambiente típico de taberna, había incluso bailes, con la sutil diferencia de que los bailarines estaban muertos, y bien muertos. Gael miró alrededor, fijándose poco tiempo en cualquiera de los presentes, hasta que un poco más allá encontró la mirada de Siloco, sentado bajo un dosel y vestido de la forma extravagante que era habitual en él. Al principio casi llegó a pensar que tenía compañía, pero esa compañía estaba demasiado inerte como para ser tal cosa. Saludó con la mano mientras se acercaban, imaginándose que con el brillo azulado y sus acompañantes había más que suficiente para saber quién era.
—Buenas. —Se había parado delante de la mesa y miraba la bebida extraña que tenía el nigromante en la mano—. Cuánto tiempo.
«No, cuánta elocuencia».

La estética del local no entusiasmó demasiado al goliat. La propia puerta del lugar le echaba para atrás, por lo que pudo entender la reticencia de Noel, independientemente de por qué hubiera sido causada. <<No pensaba meterme en una tumba antes de morirme, como mínimo>> fue lo que pensó al pasar, después de que Gael convenciera al draco. Al menos por dentro no era tan agobiante como una tumba real.

No les costó demasiado encontrar a Siloco, su presencia era como una señal luminosa incluso en ese pub. Giz no se sorprendió al verle. De hecho, para que Siloco le sorprendiera, el asreniano debería verlo llevando unos pantalones de pana y una camiseta lisa. Y ni aún así.

—Saludos—. Giz intentó sonar lo más educado posible y se sentó alrededor de la mesa, intentando fingir que se sentía cómodo en ese sitio.

Noel se mesó levemente la barba mientras el fuego fatuo trataba de convencerlo para que entrase. Frunció el ceño ante sus palabras, no porque le molestasen sino porque cuando dijo “no nos dejes solos” no fue capaz de negarse.
—Está bien —accedió con un leve suspiro.
Los tres entraron en el local y el draco dedicó unas cuantas miradas a su alrededor mientras buscaban el paradero de Siloco en el interior del pub. La decoración iba a juego con el nombre del lugar y, aunque su opinión sobre esta era más neutral que la del goliat, no pudo sino estar mentalmente de acuerdo con lo que había dicho hacía horas en el cuchitril sobre la preferencia por la taberna.

Tampoco sería él quien se sorprendería por el atuendo del señor de los asesinos y para cuando alcanzaron su mesa, se limitó a quedarse algo apartado de esta con los brazos cruzados mientras Gael le saludaba.
—Buenas, Siloco —añadió tras Giz.