Cementerio

Sekk no compartía con sus compañeros las ganas de marcharse de aquel lugar, pues a pesar de lo raro que resultaba que los muertos hablaran no dejaban de ser cadáveres inútiles enterrados bajo tierra.
—No entiendo cómo puede asustarles algo inerte —masculló para sí, aferrando la empuñadura de su sable con firmeza. Estaba obviando muchas fobias sin darse cuenta, pero en aquel momento no le importaba demasiado. Al percatarse de la presencia de la anciana se tensó, pero al comprobar que no actuaba de forma amenazante enfundó su arma y se puso derecho, cruzando las manos a su espalda y asintiendo hacia Irianna. Era buena idea hacerle a aquella mujer algunas preguntas.

No dejó que fuera sola, sin embargo, y se mantuvo a unos dos pasos a su espalda para salir en su defensa si hacía falta. Trataba de no hacer caso a las voces de los muertos mientras esperaban la respuesta de aquella señora, pero muy a su pesar sentía curiosidad. ¿Qué podía contar alguien que llevaba décadas o siglos muerto? ¿Sabían acaso lo que había al otro lado o ni siquiera habían llegado a cruzar la línea? Eran demasiadas preguntas, pero el intara no estaba seguro de que fuera a obtener las respuestas.

Pego un salto enorme al ver que los muertos realmente se han comunicado.
-!Dios santo! ¿Pero qué coño es esto?. Es decir, estáis escuchando a cadáveres bajo tierra hablar...¿Y no os queréis marchar?.- con la mirada intento buscar el apoyo del holandés, y este parece corroborar mi idea, también Kimbra opina que debemos marcharnos. >>Podemos explorar otra zona, Rocavarancolia no es precisamente pequeña.<<

Sin embargo no lo hacemos, los muertos reclaman un nombre. Dama Poda en concreto, a lo lejos, la figura de una mujer encorvada parece moverse. No hay manera de saber si se refieren a ella o no.
Escucho con verdadera atención a Irianna, a ella se le ocurre la idea de investigar, y he de reconocer que lleva parte de razón. De hecho es por lo único que decido quedarme. La palabra “Tarde” no deja de rondar en mi cabeza, debo hacer que se convierta en una idea estúpida de aquella voz, no puede ser verdad.
La Idrina comienza, acercándose temerosamente, y preguntando varias cuestiones que todos habremos pensado alguna vez, varios por qué. >>Y es cierto, nadie ha tenido el detalle de decirnos el motivo por el que nos quieren aquí, somos especiales, pero eso no significa que pudieran engañarnos tan fácilmente.<<

Aprieto los dientes, insegura sobre si la anciana esconde algo, cualquier cosa que pueda matarnos, pero aparentemente es inofensiva, aún así, no guardo las dagas y no bajo la guardia.
Abro los ojos, asombrada por los términos que aquella mujer usa para referirse a nosotros.
Decido hablarle, a una distancia prudencial, y con toda la educación que mi mente rabiosa me permite.
-¿Savia nueva? -pregunto, quizás encajando algunas cosas, está claro que había más gente ante que nosotros, o al menos es lo que se me viene a la mente cuando pienso en los mensajes que encontré escritos en la pared y el hecho de que use la palabra “nueva”, me obligo a seguir preguntando. -¿Cómo que la ciudad no puede subsistir sin nosotros? ¿Y de qué nos diezma?, creame señora -digo suavizando mucho el tono -de momento esta ciudad solo nos ha traído muerte, nada más.

Con una mirada inquieta espero la respuesta, encogida por que los muertos hablen y al ver que la anciana es bastante extraña.
>>De momento no voy a preguntar por Doce, pero no es algo que descarte<<

El parqio había aterriado en cuanto llegaron a aquel lugar, necesitaba descansar las alas u poco. Hasta que llegaron las primeras voces, Rasqa no pudo hacer otra cosa que escudriñar el lugar. Un sitio tan poblado de vegetación en una ciuad tan yerma debía tener su propios habitantes. Lo que no esperaba (y no supo hasta que escuchó a sus compañeros) era que parte de dichos habitantes eran muertos enterrados.

En fue consciente de lo que significaba el estar escuchando muertos, una sensación desagradable le corrió por la espina dorsal. Rasqa enseñó los colmillos al aire y clavó las garras en el suelo blando con más fuerza a cada paso que daba. El dragoncillo se encontraba tenso, a la espera de cualquier cosa que pasara. Deseando para sus adentros que aquel cementerio les brindara algo de acción.

Lo que no esperaba era encontrarse con una bípeda con aspecto de fruta pasada. <<Tiene ya una pata en el mar>> se dijo. <<¿Será una de las ancianas del consejo de la ciudad? ¿Habrá siquiera un consejo en este sitio muerto?>>. Rasqa dio un par de pasos cauteloso hacia la vieja, asegurándose de no acercarse demasiado, y se sentó. Sin duda, encontrarsela había sido una decepción para Rasqa. Escuchar a una señora que chocheaba no era ni una pizca de emocionante.

—Pffff —Rasqa no pudo hacer otra cosa que resoplar disconforme. No les había contado nada que no supieran: habían poblado la ciudad con ellos y ahora las alimañas (Roaxen incluído en esta categoría) les querían matar. <<¿Piensan darle mucho palique??>>, pensó aburrido. Sería un milagro si lograban sacarle nada a aquella bípeda venida a menos.

Rasqa, además, tampoco tenía especial interés en la jardinería.

Las palabras de la anciana la desconcertaron. ¿A qué se refería con que no vería a nadie aunque estuviese rodeada de gente? Por un instante le hizo pensar que las supuestas voces de los muertos no eran tales y observó a su alrededor con expresión desconfiada. Pero la mujer continuó hablando e Irianna le prestó de nuevo su atención, tratando de encontrarle algún sentido a la respuesta que les proporcionaba a la mayor incógnita que albergaban. La anciana utilizó muchas comparaciones y parecía que trataba de hablar sin decir nada, pero algo se podía sacar en claro de su adornado discurso.
—Quiere decir que… ¿Nuestro único propósito es sobrevivir? —inquirió sin alzar demasiado la voz, hablando más bien para sí misma.
Aquello no era algo nuevo. A su llegada les habían dicho esencialmente lo mismo que la anciana. La lacustre comprendió entonces que era muy probable que preguntase a quien preguntase, iba a recibir la misma respuesta. Darse cuenta le hizo sentirse frustrada.

Ruth también se dirigió a la mujer y la lacustre, perdida en sus pensamientos hasta ese momento, se dirigió a ella.
—A eso se refiere, Ruth —le dijo en un tono calmado, sin dejar traslucir ninguna clase de emoción—. Ya la has oído: la debilidad debe ser eliminada de raíz. Si no sobrevivimos, somos débiles. Ese es el mensaje que nos han trasmitido desde que el primer momento que pisamos esta ciudad. Y sospecho que eso es lo único que vamos a saber hasta que veamos esa supuesta Luna Roja. ¿Me equivoco, señora?
Volvió a girarse hacia la anciana, esperando la confirmación a sus sospechas. Una vez le hubiese respondido, la idrina estaría de acuerdo en irse. Había notado la impaciencia por ello no solo en las palabras de algunos de sus compañeros, sino también en su lenguaje corporal.

Sekk asistió a la conversación entre la anciana y sus compañeros en silencio, pero sin dejar de prestar atención al relegar las voces de los muertos a un segundo plano. Le sostuvo la mirada a la mujer cuando esta se centró en él, preguntándose qué le hacía tanta gracia sin que se reflejara en su expresión. No lo entendía pero se mordió la lengua, pues comprendía que había cuestiones más importantes y no tenían demasiado tiempo si dependía de sus compañeros. Se les notaba nerviosos y no había que ser idrino para saber que querían regresar al torreón, idea que el ulterano no compartía pero que tendría que aceptar si esa era la opinión mayoritaria.
—¿Qué ocurrirá cuando la Luna Roja aparezca en el cielo, abuela? —preguntó tras pensárselo unos segundos.

El intara llevaba haciéndose esa pregunta un tiempo, desde que había deducido leyendo el libro de historia que aquel astro llegaba antes del año pactado para su regreso a casa. No había compartido con los demás sus dudas, pues aún no lo consideraba algo relevante, pero si la salida de la Luna no era un indicativo del fin de su contrato, ¿por qué en el discurso les habían dicho que debían sobrevivir hasta ese momento? ¿Qué tenía aquel acontecimiento de especial?

Kimbra frunció el ceño cuando la mujer, a la que las voces llamaban dama Poda, le habló directamente a ella, llamándola “niña”. No obstante, la Hija de Lunas se mantuvo en silencio, con el arma baja, sin apuntar, pero también sin descargar, y esperó a las decisiones y acciones de sus compañeros. Irianna decide hablar con la mujer y esta da una respuesta críptica que Kimbra enseguida asimila como afirmaciones no literales, puesto que es imposible que la mujer los haya confundido con savia o con crías de bestia.

Aun así, la krabelinense se quedó con la última frase, la cual había llamado poderosamente su atención: “la debilidad es una plaga que debe ser eliminada de raíz”. Para Kimbra aquella afirmación era tan obvia como que ella era una engendro por tener un ojo plata y el otro oro. En Krabelin la debilidad era un mal que nadie se molestaba en exterminar, pues él mismo encontraba su fin de forma natural. Si eras débil, no eras capaz de sobrevivir a la infancia; si eras débil, nunca podrías llegar a ser un gran guerrero, un buen herrero, un experimentado cazador, o soportar los venenos a los que debías estar expuesto si querías llegar a ser un herborista profesional. El hecho de que la frase declarara que existía una necesidad de eliminar dicho mal, implicaba que no servía únicamente que la propia debilidad hiciera perecer a su poseedor, sino que también era necesario acabar con los más débiles entre los fuertes, por lo que habría alguien o algo dedicado a ese cometido. Y, por lo que parecía, ellos eran el grupo que necesitaba ser purgado.

Sus compañeros no tardan en confirmar sus pensamientos: la finalidad de todo aquello era sobrevivir más allá de la propia selección natural. “Me lo esperaba.” Pensó en aquel instante la engendro. “No tenía sentido que nos otorgaran todo aquello que dama Diurna prometió sin una prueba por la que ganárselo.”

Fue la respuesta de la mujer a la pregunta de Sekkeh lo que descolocó por completo a Kimbra. Iban a cambiar. Iban a transformarse en seres distintos a los que habían sido hasta el momento. Kimbra podía llegar a entender que su cuerpo requiriera de algún tipo de cambio para asimilar todo aquel conocimiento y sabiduría prometidos por dama Diurna, pero los cambios a los que parecía estar refiriéndose aquella mujer no eran nada parecido a lo que la engendro tenía en mente.

Kimbra quedó quieta ante la petición de la mujer, intentando asimilar lo que esta acababa de desvelarles y todo lo que aquello implicaba.

Tal vez no encontrándose en una ciudad letal y rodeada de muertos que hablan Irianna habría apreciado la forma de expresarse de la anciana, su discurso adornado de metáforas y símiles. Pero en la respuesta que le dio a Sekkeh había un mensaje demasiado impactante y relevante como para detenerse a admirar la retórica. La idrina escuchó a dama Poda tratando de asimilar el significado de lo que les estaba diciendo, como si su cerebro se negase a procesar lo evidente: iban a cambiar. Según la autodenominada bruja, cuando viesen la Luna Roja se convertirían en otra cosa. ¿Cómo era eso siquiera posible? La lacustre tenía una única respuesta en la cabeza: magia. Y en un lugar como aquel, la magia había demostrado proezas imposibles.

Como un resorte, Irianna atendió a la petición de dama Poda lanzándose un hechizo de levitación para ayudarla en lo que les había pedido, como tratando de retrasar el momento de decidir si aceptar o no como cierto lo que la bruja les acababa de revelar.
—¿Y cómo… Cómo se van a producir esos cambios? ¿Es ese motivo por el que nos traen, para hacernos cambiar? —la idrina trató realizar las preguntas con todo el temple que pudo, evitando que se notase que albergaba dudas acerca de la veracidad de la anciana— ¿Por qué nosotros? —Hizo otra pausa para recoger un fruto antes de añadir algo más, ligeramente avergonzada—. Disculpe si le hago demasiadas preguntas de golpe es… Difícil de asimilar.

La respuesta de dama Poda le dejó sin palabras, incapaz de comprender de buenas a primeras la magnitud de lo que implicaba aquella revelación. Sekk se acercó al árbol para alcanzar los frutos más altos a la anciana por puro reflejo, respondiendo sin palabras a su petición y sirviéndose de su altura para asir las manzanas. La tarea le distraía lo suficiente como para no dar demasiadas vueltas a lo que les acababa de contar, pues aquel no era el lugar más adecuado para meditarlo por muy tranquilo que fuera. Siguió prestando atención a la conversación general, sin embargo, y cuando Irianna planteó aquella pregunta el ulterano escrutó el rostro de la bruja expectante.

Sekk no estaba seguro de como se iban a tomar los compañeros que se habían quedado en el torreón aquella noticia, pero por los rostros de algunos de los presentes no iba a ser muy bien. Sobretodo le preocupaba la reacción de Roaxen Tenvrai, y pensar en el capellán le provocó dolor de cabeza. Empezaba a arrepentirse de haber sugerido aquel destino como objetivo de la salida, aunque una parte de si agradecía saber la verdad.

Varsai se mantuvo quieta mientras el resto trataba con la anciana. Lo cierto es que la niña no sabía muy bien que preguntar, pero cuando el resto fue diciendo cosas se sintió un poco tonta. Quitando los malos momentos y la añoranza de sus hermanos en algunas ocasiones, lo cierto es que la varmana se había acostumbrado mucho a sus compañeros y había perdido de vista cosas fundamentales. Cosas como por ejemplo lo de esa luna roja por la que preguntaba Sekk.

La respuesta dejó un poco descolocada a la balera preguntándose de que forma cambiaría, si la mujer se refería tan sólo a un cambio metafórico o hablaba de forma literal. Tampoco tenía muy claro a qué se refería la anciana con que era una bruja, a Varsai no le parecía mala gente con el poco trato que tenían con ella.

Cuando pidió ayuda la niña quiso ayudar, pero ni era tan alta como Sekk ni podía servirse de la magia para levitar como hacía Irianna. Y desde luego no tenía alas como Rasqa para elevarse y coger unas manzanas, se acercó a la anciana sin embargo y le escribió.

"¿Son comestibles? En caso de serlo ¿podría darnos alguna?"

Desde el punto de vista de la niña aquel árbol pertenecía a la bruja.

Irianna se adelanta a la respuesta de Dama Poda sin dejar que se notara ningún sentimiento, totalmente neutra. Asiento mirándola a los ojos, comprendiendo lo que significa todo esto. >>¿Sólo sobrevivir? ¿Para esta mierda hemos venido?.<<
La inquietud que me provoca la anciana es considerable, desconozco por qué quiere plantar árboles en un cementerio, y menos aún por qué tiene esa cara de divertida al mirar a Sekk, es bastante siniestra pero el chico no se acobarda y por fin surge la pregunta del millón. >>¿Qué va a pasar después de la Luna? ¿Por qué tanta demora para que salga? Esto puede acabar con mis dudas sobre lo que dijeron los tipos del discurso.>>

Contemplo horrorizada cuando la mujer responde, con esas frases tan enigmáticas que la caracterizan tanto, nunca vamos a dar con alguien normal.
Deja de hablar y retrocedo dos pasos lentamente, con la mirada perdida en la distancia y la mente puesta en lo que acaba de decir. Intento asimilarlo, entenderlo, pero por más que lo intente es imposible.
>>¿¡Creceremos!? ¿Nuestra verdadera naturaleza? ¿¡Brujos y criaturas grotescas!? ¿Y todo para qué?<<
Me quedo paraliza, asustada para escuchar su petición de los frutos. Así que casi le riño al instante a la Idriana cuando esta se dispone a coger las manzanas más altas del árbol, pero no hago nada al descubrir la mirada complacida de la mujer.
-Nos está decidiendo que vamos a cambiar...y aún así le hacen los recaditos.-susurro para mí misma, surgiendo un sentimiento nuevo, eclipsando el miedo, la furia, estoy empezando a hartarme del comportamiento tan digno de una medalla de la Idrina, me da igual que mantenga esa cordialidad suya para seguir investigando, esto es demasiado, si esa mujer solo respondiera con palabras respetuosas se puede quedar esperando. >>¿Ni siquiera dice un “Lo siento”? ¿Sabe que vamos a cambiar y ni siquiera lo siente?.

Agacho la cabeza para evitar fulminarla con la mirada, casi se me resbalan las dagas del sudor. Miro a Devoss, y él tiene la misma expresión de horror que la mía. >>No nos puede estar pasando esto a nosotros<<.
Pero no es el final. Dama Poda sigue explicando el proceso sin impedimentos algunos.

Me llevo la mano a la cabeza y me doy la vuelta, intentando controlar las emociones, pero no lo consigo y me giro de nuevo hacia ella.
-¿Eso seremos?-empiezo con voz baja, pero esta se levanta a medida que hablo, sin llegar a gritar, pero con evidente decepción y odio.-¿Nos va a crecer extremidades? ¿Vamos a cambiar tanto que podemos morir? ¿Me estás diciendo que un compañero nuestro a muerto hace poco y nos hemos esforzado tanto para mantenerle con vida para nada? ¿Porque podría morir de todas formas al salir esa mierda de Luna? Tú...señora ¡¿No crees que se les olvidaron mencionar cuando nos trajeron aquí que nos convertiríamos en monstruos?. Que va, ¿No tenía importancia verdad? ¿Por qué ibais a decirles a niños inútiles que serían cosas horrendas y que podrían morir?.

Respiro profundamente, con la garganta quebrada y la cabeza martilleándome.
-Tan poco valemos que aunque pudierais ayudarnos no lo haríais, ¿Verdad?. Y no te ha costado decirlo ni una pizca, así sois todos aquí, monstruos...- digo escupiendo con el tono de la voz.- pues tampoco yo voy callarme. ¿Los árboles la forma más hermosa?, sin duda, a mí me gusta verlos arder, ojalá se te quemen todos -termino con la lengua seca, manteniendo una mirada cargada de rabia y sin moverme del sitio.

Se nos acerca una mujer, inmediatamente me pongo alerta, aunque disimulándolo. Le hacen diversas preguntas, yo también las he pensado alguna que otra vez. No dejo de fijarme todo el rato en la mujer. Cada vez que responde me pongo más furioso. ¿Solo somos objetos para ellos?¿ Para ayudar a Rocavarancolia? Hago de todas mis fuerzas para no hablar. Estaría mal, sería peligroso, no sabemos de lo que es capaz. Cierro los ojos de frustración al escuchar el “Disculpe” de Irianna.

Empiezo a encontrar esperanza, quizá dejen de preguntarle cosas y nos vayamos a casa. Pero nada de eso ocurre. La pregunta del millón se había realizado.¿ Qué pasará cuando salga la Luna Roja?
Se había respondido. ¿Qué? ¿Nos transformaremos en monstruos? ¿En cuentos para no dormir?

Observo todo lo que le dice Ruth. Tiene razón. Aprieto fuertemente la lanza. Tanto que los nudillos se vuelven blancos. Finalmente no puedo resistirme.

- ¡De que sirve sobrevivir! ¿ Para transformarnos en alimañas? ! Mentirosos!¡ Soy todos unos mentirosos! ¡Todo esto es una estupidez! ¿ Sobrevivir para que el cambio nos niegue nuestro reflejo?-. Miro con odio a Dama Poda. Pero ella no es mi único objetivo. - ¿Disculpe?¡ Ella y los demás habitantes tendrían que pedir disculpas! ¿¡Nos meten en un mundo lleno de peligros y tu sientes hacerle demasiadas preguntas!? ¡Deberíamos habernos ido en cuanto empezaron a susurrar los muertos!- Le recrimino a la idrina.

Aunque Irianna y Sekkeh ayudaron a la señora con su petición, Kimbra se mantuvo en su lugar, alerta en todo momento, vigilando los alrededores para evitar la aparición de atacantes imprevistos. Aun así, la engendro escuchó atentamente todo lo que la mujer dijo y, aunque no entendía algunas de las palabras o referencias que hacía, pudo captar la esencia final del comunicado: la ciudad se alimentaba de ellos, los necesitaba, los iba a cambiar física y mentalmente, y ella, como ciudadana, no podía darles ninguna ventaja.

La Hija de Lunas había comenzado a reflexionar para sí sobre lo expuesto hasta el momento por la mujer, cuando Ruth y Devoss comenzaron a gritar quejas y reclamaciones. Kimbra se giró en su dirección y les lanzó una mirada fulminante.

- Silencio- advirtió severamente-. No conozco la situación exacta ni los detalles que rodean a vuestra llegada a este mundo, pero en mi caso solo hubo omisión de verdad. La mujer que me trajo aquí no me mintió en ningún momento. No creo que estéis en condiciones de hacer tamañas acusaciones y exigencias. Sobre todo teniendo en cuenta que se las estáis haciendo a Irianna cuando no es ella la culpable de vuestra situación- dijo, molesta con sus palabras-. Además, si deseáis realmente marcharos de este lugar, no entiendo cuales son las condiciones que esperáis que se den para llevar a cabo dicha acción.

Kimbra estaba absolutamente convencida de que el problema recaía en el mal entendimiento de las palabras de la mujer por parte de sus compañeros, por lo que se habían sentido ofendidos por la muestra de educación de la idrina. “También puede deberse a algún tipo de conflicto cultural”. Para la krabelinense estaba claro, por ejemplo, que todo aquello se trataba de algún tipo de prueba que debían llevar a cabo y recibir ayuda de cualquiera de los habitantes del lugar tan solo contaminaría los resultados ocultando su potencial real. A pesar de esto, a la engendro todavía le quedaba por confirmas algunas cuestiones.

- Si nosotros cumplimos con lo que se nos exige, ¿cuál terminará siendo nuestra ganancia? – preguntó directamente a la mujer-. Ha comentado algo relacionado con ser ciudadanos en pleno derecho de la ciudad, ¿pero que implica esa afirmación con exactitud?

Sekk continuó prestando atención a las palabras de la anciana mientras arrancaba frutos del árbol, sumido en una suerte de trance contemplativo que se rompió cuando los dos humanos empezaron a alzar la voz. La pieza de fruta que sujetaba en aquel momento se hizo pulpa entre sus dedos cuando cerró el puño con fuerza, un gesto inconsciente que reflejaba el enfado que sentía.
—Maldita sea… —masculló para sí, dejando caer al suelo los restos y limpiándose la mano con un pañuelo que sacó del bolsillo. Tenía en la punta de la lengua unas cuantas palabras para Ruth y Devoss, pero Kimbra se le adelantó, reprendiendoles en un tono bastante más suave del que iba a emplear él.

Al ulterano también le habían impresionado las palabras de aquella mujer, pero era la primera persona con la que se encontraban que se mostraba clara con ellos, y pagarle de aquel modo su atención se le antojaba una estupidez.
—Prefiero hacerle un “recadito” para agradecerle su sinceridad que patalear como una cría —dijo por fin, taladrando a la israelita con la mirada antes de continuar—. Podíais haberos negado a venir a esta ciudad, estaba estipulado en el contrato que firmasteis y en el que hasta donde yo se no había ninguna mentira, así que pensaoslo mejor antes de acusar a nadie de mentiroso. Lo únicos culpables reales de nuestra situación somos nosotros —añadió, casi escupiendo las palabras—. ¿Y no contentos con faltarle al respeto a alguien que no conocéis de nada también os volvéis contra vuestra compañera? Ser educada no es ningún crimen, por muy frustrado que se esté, y no le podéis reprochar nada a Irianna por serlo.

No entendía aquellos arrebatos que le daban a ambos humanos, pero con cada uno de ellos perdía un poco más la paciencia. Lo único que le impedía echar hiel por la boca era haber mentado las buenas maneras de la idrina.
—Es una anciana recogiendo fruta, por el Emperador, ¿qué es lo que os da tanto miedo? —concluyó, guardando silencio a continuación para escuchar la respuesta de dama Poda a la última pregunta de Kimbra.

La idrina no tuvo mucho tiempo de reflexionar acerca de lo que dama Poda le había respondido, pues de encontrarse perdida en sus pensamientos, buscando cuál sería la siguiente pregunta que debería formular a la anciana, pasó a prácticamente perder el control de la levitación cuando los humanos comenzaron a gritar una sarta de exabruptos dirigidos tanto hacia la bruja, la ciudad y… ella misma. Por suerte, desde el fatídico día de la muerte de Ziack, la lacustre había mejorado notablemente su manejo del sortilegio y pudo aterrizar con suavidad para finalizar el encantamiento ella misma y entregó distraídamente a dama Poda los frutos que había recogido mientras atendía a las intervenciones de Kimbra y Sekkeh.

<<Gracias>> comunicó con la mirada a ambos, pues no solo la habían defendido sino que le habían hecho saber que no era la única que pensaba que la reacción de aquellos dos había sido absolutamente desmedida. A los ojos de la idrina, la pareja de humanos no dejaba de resultarle cada vez más inmadura. Tan solo la presencia de Jace en el torreón, que no reaccionaba de la misma manera que la israelí y el holandés, la prevenían de formarse una idea estereotipada sobre su especie.

—Yo también vine aquí por propia voluntad —constató la idrina respaldando a la hija de lunas y el intara—. Es como ellos dicen: no sé qué creéis que vais a ganar comportándoos así, pero me gustaría que me explicaseis de qué forma va a beneficiarnos y cómo se supone que tenemos que actuar, ya que al parecer yo lo estoy haciendo mal —les retó dedicándoles una mirada severa.
La frustración le había hecho olvidar las preguntas que quería formularle a dama Poda, aunque la krabelinense había planteado una cuestión interesante. No quería irse dejando a la anciana con la palabra en la boca, pero la lacustre abogaría por irse en cuanto la bruja hubiese respondido.