La Bodega

¡Zanjado! <<A ver cómo sale esto>> Le sorprendía que hubiera aparecido ahora. Hacía tiempo ya de la Luna y no parecía que hubiera tomado almas de ninguna parte <<no creo que sus compañeros le hayan dejado... O a lo mejor sí, o por error al principio>> Pero, claro, podía haber estado luchando contra sí mismo y convencerse de que tenía que cazar... Y cuando lo hiciera, cosa que podría pasar mañana mismo o pasado, quizá se lo tomaría bien, quizá no. Cuanto antes, mejor.

—¿Carga? ¿Retrasar? —hizo un gesto despreocupado con la mano izquierda—. Tardaría lo mismo contigo que en solitario, no te ofendas. Y no creo que tengas que devolverme el favor... Todo este sitio es mío y tengo que estar pendiente todo el tiempo y a veces es un poco estresante... Así que no suelo ir a cazar como hacía antes..., pero me acabas de dar una excusa ideal para salir un rato —sonrió.

Abrió la libreta y empezó a pasar páginas por si tenía algo importante en los días siguientes para buscar un par de huecos al sinhadre... y entonces se le ocurrió algo: sí que podría pagarle el favor. Podrían salir ganando los dos por un tiempo. No perdía nada, aunque tendría que hablarlo con Sepalian.

—Hmm... Quizá sí que podrías pagarme el favor... Podría ofrecerte un trabajillo. Uno de mis socios trabaja de vez en cuando en uno de los mundos vinculados con menos restricciones. Podrías cazar y a lo mejor practicar magia... aunque tiene una fauna... algo grande. Más que en tu mundo, al menos. Y podrías ganarte un dinerillo, también.

>>Esto no quita lo de venir conmigo algún día. Y cuanto antes, mejor. ¿Qué me dices?

Que Jack dijese que ya estaba todo zanjado provocó que Ayne comenzase a sentirse más nervioso, pero no dejó que se hiciera evidente. No podía pensar en qué diría Eara si estuviese allí porque entonces se arrepentía de lo que estaba haciendo. Aunque no del todo.

Al ofrecerle un trabajo remunerado como favor para el propio Jack se preguntó si había alguna trampa en aquel asunto, pero decidió que tal vez estaba dándole demasiadas vueltas. Se trataba de acompañar a otra persona –porque de otro modo no se le permitiría el paso– y por eso no acababa de ver cómo podía resultarle más beneficioso al vampiro que a él mismo. Se quedó pensativo un instante antes de responder.
—Estoy de acuerdo en que cuanto antes mejor. Respecto a lo otro, me gustaría conocer mejor los detalles para poder pensármelo, ¿qué te parece si hablamos de ello la próxima vez que nos veamos? No me gustaría distraerte demasiado tiempo de tu trabajo.
Había escuchado la puerta abrirse al menos una vez mientras conversaban, aunque no se había vuelto siquiera a ver quién entraba. Simplemente le había recordado que no había ido a ver a su cosechador en el mejor momento para explayarse. Cuando entró en el local no esperaba tardar más de unos minutos. Conseguir información e irse. Había tenido bastante suerte.

El chico tenía razón. Se le había pasado el tiempo volando y debía volver a lo suyo. Decidieron la fecha en que irían y ya está.

—Pues nos vemos. Diles a tus compañeros que cuando tengan dinero pueden venir a gastárselo aquí —bromeó como despedida.

Se despidieron, le dio la lista de mundos vinculados donde se podía cazar mejor, y cada uno a de vuelta a sus asuntos.

—La mayoría de comerciantes no tienen paciencia para tolerar a cosechados curiosos y justificadamente cabreados dándoles la lata —le explicaba Shizel al demiurgo según iban caminando, atendiendo ahora en más detalle a su pregunta antes de salir de la biblioteca—. Así que los que se lo pueden permitir instalan protecciones mágicas para evitar que husmeen en sus negocios. Los que no simplemente aprenden a esconderlos bien. Nosotros tampoco llegamos a ver tampoco nada que indicase que la ciudad estaba habitada… salvo a los propios habitantes, claro —se le vinieron a la mente el discurso de bienvenida, el encuentro en un callejón con el mismo dueño del local adonde estaban yendo ahora.

—Si un cosechado intenta colarse en el edificio equivocado, la ley de no intervención no va a mover un dedo si el encargado de la seguridad le hace pedazos —se revolvió el cabello, dejando traslucir cierto conflicto—. Así que es más por su bien que por el nuestro. Ah, aquí estamos —le abrió la puerta al demiurgo para que pasase él primero.

Shizel saludó a las caras conocidas, pero no quiso descuidar a su invitado y enseguida encontraron una mesa.
—Elige lo que quieras —le dijo a Hal en cuanto les trajeron la carta—. Hay también bebidas no alcohólicas, aunque son la especialidad de la casa.

Había acabado encontrando un libro que explicaba bien lo de las manos, amén de ahondar un poco más en manualidades humanoides en general. Se le había ocurrido que quizás, llegado el momento, le interesaría aprender anatomía en mayor profundidad, y adaptar aquellos conocimientos a sus propias necesidades.

—Por qué no me sorprende —masculló ante la explicación sobre las "excepciones" a la ley de no intervención. Le disgustaba profundamente y no hacía nada para ocultarlo.

La sensación que le causaba la bodega no era exactamente desagrado, nerviosismo o intranquilidad, pero se le parecía. Todavía le costaba pensar en sí mismo como parte de Rocavarancolia. Seguía teniendo muy arraigado que era de Carabás, que era un mero cosechado. Aún le quedaba para acostumbrarse a formar parte de aquella ciudad demencial.

Pidió una bebida no alcohólica al azar, sin saber bien a qué sabría. A través de una ventana entraba la luz sanguina de la Luna Roja, y se veía parte del astro. El demiurgo se quedó mirando, embobado. Aquel espectáculo seguía impresionándole como el primer día.

—Viniendo de Carabás hay pocas cosas sobre la magia de aquí que me puedan impresionar, pero eso... —al joven se le rompió la voz, sus ojos quedaron nublados por lágrimas. La emocionabilidad del proceso de la transformación volvía a surgir—. Admito que en mi mundo no hay nada como la Luna Roja. Absolutamente nada.

Aquella frase lo abarcaba todo. Hal no se refería solo al poder transformador de semejante cúmulo de magia.

Observó que Hal pidió algo sin alcohol.
—He estado un poco desconectado del circuito de cosechas desde que empecé a preparar la mudanza. ¿Os han invitado ya a alguna fiesta los veteranos de Serpentaria? —preguntó—. Es un poco una tradición ya, según tengo entendido, y se conoce a mucha gente.

La emotividad del demiurgo le puso incómodo, pero Shizel se conformó con mirar también a través de la ventana al astro rojo hasta que a Hal se le pasara.
—Te entiendo —comentó—. Yo tenía ganas de volar hasta ella mi primera noche de Luna. Me alegro de haber andado bien de magia durante la cosecha, porque si no a lo mejor habría intentado saltar desde alguna parte —se echó a reír para quitarle hierro al asunto—. Notaba la magia dentro de mí: estaba por todas partes esa noche y se me subió la recarga a la cabeza. Fue un subidón.

Aunque había corrido peligro, Shizel sonreía mientras lo recordaba. Lo que había aflorado a la luz ccon el astro rojo había contribuido mucho a su visión de Rocavarancolia.

—Ahora que lo sabes... ¿tuviste algún indicio de en lo que te ibas a convertir? No hubo demiurgos en mi cosecha, así que sólo puedo pensar en los signos que noté yo.

—¿Fiesta? hmm, que yo sepa no nos han invitado a ninguna...

Había varias de capas subyacente ahí abajo. La inseguridad acerca de su respuesta: Hal genuinamente no sabía por qué había pasado. Había estado prácticamente aislado desde que se mudó al refugio, y darse cuenta de aquello lo golpeó como un tsunami, teniendo que recurrir a todo su autocontrol para que no se le humedecieran los ojos. También había un cierto análisis sobre aquel dato. Imaginó que aquello era, en cierto modo, un rito de paso, una bienvenida a formar parte de aquella oscuridad. En el fondo, alivio. Dirigido, naturalmente, a que aquella invitación no se hubiera producido. No se sentía preparado para lidiar con tanta gente.

El demiurgo sonrió ante lo que decía Desidia sobre la noche de su transformación. Él había sentido cosas parecidas, aunque en su caso había tenido que lidiar con ellas en medio de una vorágine emocional como no había sentido nunca. Cayó entonces en la cuenta de que su interlocutor no había mencionado su transformación. Su bufanda estaba en su regazo, comprobando el tacto de la mesa, revelando cuál era la propia naturaleza de Hal. Este no hizo ningún comentario, aunque por dentro bullía de curiosidad.

—Pues... no he notado nada, la verdad —admitió, con el ceño levemente fruncido, intentando hacer memoria. Tras unos momentos negó con la cabeza—. Indicios, indicios... En la criba hay demasiado detalles para pensar, aunque ya digo que en un principio... ¿A qué cosas te refieres?

—Anímate a ir si termináis celebrándola —le recomendó Shizel al captar su inseguridad—. Ayudan mucho a empezar a ver a la gente de la ciudad como ciudadanos, sin más. Además se conoce a gente interesante. Y sigue siendo una fiesta al fin y al cabo, claro —la despreocupación en su risa era la de alguien que nunca había tenido motivo para ver una fiesta como otra cosa como una oportunidad para divertirse.

Le llamó la atención que Hal no hubiera notado nada. ¿Una transformación con el poder de dar vida a los objetos no ofrecía ningún indicio llamativo?
—Por ejemplo yo no tenía problemas para formular hechizos, pero los que me aplicaban a mí en ocasiones no funcionaban —explicó. Frunció el ceño—. A veces era ventajoso, pero en realidad nos dio más bien problemas. No poder hacerte intangible en el momento justo, que una curación no funcionase, cosas así. A ratos también tenía unos arranques de calor espantosos, cada vez más hasta que llegó la Luna —hizo un gesto superfluo de señalarse a sí mismo. Sólo había que mirar las volutas de vapor de agua y la escarcha sobre su piel para hallarle explicación—. También estaba fascindo por la magia incluso antes de venir aquí. Aunque no sé cuánta de esa culpa debería echarle a la Luna —sonrió con humor.

Hal asintió dubitativo al consejo de su interlocutor, sin saber si tomarlo o no. Dejó ese tema en el fondo de su mente, pues ciertamente no quería efrentarse a ello. La socialización no era algo que le fuera fácil, y en este caso se agravava: a las capas y capas de significados en cualquiera sociedad normal, complejidad con la que de por sí le costaba lidiar, se añadían las especiales características de la sociedad rocavarancolesa.

Las siguientes explicaciones del idrino le parecieron más interesantes. Hal se quedó perdido en sus recuerdos, encontrando, quizás, una explicación.

—Creo que me he ido volviendo más empático... No estoy seguro. ¿Puede ser algo así?

El demiurgo sonrió levemente ante lo último que había dicho su interlocutor. Aquello le había traído recuerdos.

—Tuve compañeros a los que también les fascinaba la magia, aunque no sé si antes de llegar. Era difícil explicar bien el tema con tantos mundos con sus propios mitos erroneos, la verdad.

—Sí, pueden ser señales de ese tipo. En ese caso has tenido suerte —comentó, agitando la copa con suavidad para que se removieran los posos—. Algunos de mi torreón escuchaban voces, o se les notaba raros si por ejemplo alguien tocaba sus cosas.

Había estado a punto de encaminar la conversación de nuevo hacia la magia, pero el cambio que había mencionado el carabés le había dejado pensativo, de cierta forma con un deje culpable. A él le había terminado pasando algo inverso: no lo habría reconocido por sí mismo (o más bien lo habría hecho, pero no habría deseado pararse mucho a pensar en ello) pero sí había leído lo suficiente al investigar sobre skrýmir en sus inicios como para identificarlo con el tiempo. Miraba los problemas de forma más distanciada, fría, incluso los que afectaban a su vida personal. Las muertes en su torreón no le habrían afectado igual ahora.

—He pasado estos últimos meses ocupado con unas oposiciones —se justificó. "Oposiciones" era demasiado sofisticado para el sistema que utilizaba Rocavarancolia, pero embellecer a la ciudad nunca sobraba—, así que no he podido estar pendiente de la criba. Las pérdidas debieron ser difíciles para ti si tenías un síntoma similar —el tono se suavizó hasta adoptar un deje de condolencia—. ¿Perdisteis a muchos?

El demiurgo reprimió un escalofrío ante los síntomas descritos por Desidia. Que recordara en su torreón no había habido nada así, lo que le hizo tener una pequeña sonrisa. Todo el drama que había montado acerca de la Luna Roja y al final apenas la habían sentido hasta tenerlas sobre sus cabezas... Le hizo sentirse ridículo.

—Creo que en general tuvimos suerte con eso, entonces —admitió, en voz no muy alta—. Salvo alguna cosa... tuvimos pocos signos inquietantes, al menos en nosotros mismos —reprimió un escalofrío ante su siguiente pregunta, sintiendo aflorar los recuerdos de aquellos meses infernales. Dio un sorbo a su bebida mientras miraba hacia la ventana, hacia aquella luna de tan brutal belleza. A pesar de lo que lo obnubilaba aquel astro se preguntó si había valido la pena... Duda que evidenciaba la otra posibilidad: quizás el sufrimiento no era tan grande en comparación con aquello—. Algunos... Lo paradójico es que solo uno fue asesinado, y por uno de los nuestros, un lobo de la manada. La Luna Roja estaba en el cielo, claro —confesó, con la amargura tiñiendo su voz. Arik podría haber seguido vivo si el astro que era el auténtico monarca de Rocavarancolia no hubiera enloquecido a Lemus tan rápido—. Y uno sigue vivo... en parte, al menos. Transformado en árbol por la trampa de una bruja.

Ni siquiera el demiurgo sabía cómo sentirse ante aquello. Emmit estaría más seguro en aquel invernadero que cualquier cosechado o habitante de Rocavarancolia, pero a la vez... Haber cortado así su vida, sus deseos, sus opiniones, sus sentimientos, emociones, necesidades y relaciones era tan injusto, tan profundamente injusto, que le entristecía profundamente. Pero Rocavarancolia no brillaba por la justicia.

Rocavarancolia le hacía eso a uno, observó Shizel. Sentirse afortunado porque solo una de las muertes que hubiese presenciado hubiese sido a mala fe. Asintió para transmitirle sus condolencias. En su rostro se traslució por un momento un deje de amargura. En su torreón habían hecho piña, pero el desastre se había llevado a más de uno igualmente.
—Es el menor de los males posibles. La criba ya es lo bastante dura como para encima volverse unos contra otros —dio el último sorbo a su bebida. Solía bebérselas más despacio, pero aquélla era su favorita y sabía demasiado dulce para su propio bien—. ¿Seguís juntos los supervivientes entonces, o cada uno se ha ido por su lado?

—¿Habéis pensado en restaurarlo? —propuso, refiriéndose al convertido en árbol—. No sé hasta qué punto le considerarían exento de ley de no intervención, pero... Tal vez valga la pena intentarlo.

Recordó entonces algo trivial que se le había olvidado preguntar.
—¿Dónde conseguisteis refugio? ¿Llegasteis a encontrar un torreón? Son los mejores que hay.

El demiurgo hizo un gesto indeterminado con la cabeza, que venía a significar que ninguna de aquellas posibilidades era exactamente la que había elegido.

—Sigue habiendo mucha piña, pero no todos estamos en el mismo refugio —confesó, un poco incómodo con aquella noción. No era del todo verdad que seguían siendo piña: él casi se había aislado de sus compañeros debido a su estudio.

Las siguientes palabras de Shizel le hicieorn fruncir algo el ceño, pensativo. ¿Restaurarlo? Hal no veía demasiado aquello, en especial por las leyes al respecto. ¿El Consejo lo mataría o lo consideraría un esclavo? No estaba seguro, y para arriesgarse a que decidieran matar a Emmit prefería no hacer nada.

—No sé, imagino que el Consejo podría meterse y... —se refrenó un momento y resopló, mirando a su alrededor con algo de miedo—. No creo que me gustara la decisión que podrían tomar, la verdad.

La última pregunta del idrino recibió una respuesta que, para sorpresa del demiurgo, se volvió recíproca con rapidez. Ambos charlaron un rato más acerca del torreón que habían compartido, pero finalmente separaron sus caminos.

Hal salió algo intranquilo, preguntándose si aquel sería el "idrino helado" que conocía al monstruoso trasgo que se habían encontrado pocos meses antes.

Sigue en la biblioteca.

La Bodega atravesaba una época curiosa pues, a pesar de que las cosechas hubieran decaído en calidad, la cantidad de pedidos había aumentado considerablemente y el bache económico que el vampiro había previsto se había vuelto menos profundo. Al menos, pensaba, sus empleados entendían la situación y la nueva oleada de pedidos los tenía tranquilos. Sus sueldos no habían cambiado tanto. Y por si esto no fuera suficiente para el vampiro, había recibido a varios ciudadanos que optaban al puesto de Sepalian desde que puso los anuncios.

Aquel día, otra candidata apareció por el local. Elunin subió presto a preparar el despacho mientras Jack salía a recibirla en un extremo de la barra, por fuera.

—Bienvenida. Soy Jack —le ofreció la mano derecha— Espero que no te haya sido difícil dar con el sitio. Subiremos en un momen... ¡Anda, mira!

El nublino había vuelto a bajar y les hacía un gesto desde la escalera. Jack le sonrió e invitó a la joven a acompañarle.
—Sígueme, por favor.

La sensación de ansiedad en el pecho, de sobras conocida para ella, resultaba especialmente molesta mientras seguía a Eara y Ayne por las calles de la ciudad, pero al menos se sentía capaz de hacer frente a su primera “entrevista de trabajo” –con un hombre, además- y eso era mucho más de lo que hubiera podido decir hacía unos meses. Cuando la aurva le habló acerca del puesto de trabajo que ofrecía su cosechador, Irianna no se ofreció inmediatamente pero la idea permaneció en su memoria durante un par de días antes de decidirse a preguntar más detalles a su amiga. Aquella era una buena oportunidad: podría comprobar de primera mano cómo funcionaba un negocio en Rocavarancolia, ahorraría algo de dinero y, además, trabajaría junto a Eara. Estaba segura de que difícilmente iba a encontrar mejores condiciones de trabajo dadas sus circunstancias, por lo que genuinamente deseaba que el empleador la considerase apta. Tras un gesto de agradecimiento, entró en la bodega en solitario una vez los sinhadres le confirmaron que se trataba de aquel edificio, el cual tenía un aspecto mucho más elegante que los que había visto hasta ese momento en la ciudad.

Había bastante gente sentada en las mesas bebiendo y, aunque tuvo un flashback al recordar su incursión a la taberna y el encuentro con aquel grupo tan desagradable, el ambiente allí no parecía el mismo. Recibió alguna mirada curiosa mientras caminaba en dirección a la barra, pero nadie la molestó. El humano pálido y alto que salía a su encuentro encajaba con la descripción breve que los sinhadres le habían dado de Jack, tal y como se presentó a continuación. Le llamaron la atención sus ojos, ya que nunca había visto un tono como aquel en un humano. ¿Sería cosa de su transformación? A ella también le había cambiado el color de los ojos a fin de cuentas.
—Encantada, soy Irianna —devolvió la presentación así como el apretón de manos—. Lo cierto es que Eara y Ayne han sido tan amables de acompañarme hasta aquí, así que fue fácil —respondió a su comentario con una leve sonrisa.

Giró la cabeza en la misma dirección que Jack cuando este llamó su atención sobre un chico nublino que había aparecido junto a las escaleras que conducían a la primera planta y que les instaba a subir. Probablemente algún otro empleado de la bodega. Le devolvió la sonrisa a Jack y asintió con la cabeza. El corazón le latía un poco más deprisa mientras seguía al humano escaleras arriba y la sensación de incomodidad que cabría esperar siguiendo a un desconocido de aquella forma estaba patente. Pero estaba allí y el hecho en sí mismo conformaba un gran avance, ¿no?

Una vez arriba, le invitó a tomar asiento. En el escritorio había, por un lado, un grimorio en cuya portada, en la que se podía leer "Vegecencia Básica" escrito en lo que parecían raíces, cerrado pero con una lengüeta lista, y varias macetas alrededor y por el otro, más cercano al vampiro, papeles y material de escritura. No quería tardar demasiado, todo sería una formalidad hasta que llegaran a lo decisivo, a ponerse a prueba.

—Bien, si te han ayudado esos dos, y encima tu nombre me suena... así que te sirve como doble recomendación —bromeó y se sentó—. Al grano, cuanto menos se alargue menos nervios. Veamos... Dos detalles: ¿tienes experiencia en la materia? ¿O serías del caso de aprender el oficio a la vez? Ah, y ¿transformación? Si es una que no tiene relevancia o que prefieras guardar en secreto, lo entenderé, no tienes que decirla en esos casos —pensó en transformaciones como la de Wen... <<Y de hecho... ¿No se conocen las dos, me suena de eso?
Hum...>>

Miró a Irianna mientras cogía una pluma y uno de los papeles, una ficha de empleados.

Tomó asiento mientras echaba un breve vistazo al acogedor despacho pero Jack volvió a hablar enseguida y su atención volvió a sus palabras. Compuso un gesto ligeramente inquisitivo cuándo el humano mencionó que su nombre le sonaba, aunque pensó que lo más probable fuese que Eara o Ayne hubiesen mencionado su nombre en alguna ocasión ya que estaba allí por recomendación suya y no le quiso dar mayor importancia. Tenía que centrarse en la entrevista, al fin y al cabo… Y desde luego la respuesta a la primera pregunta no iba a hacerle ganar puntos respecto a otros posibles candidatos.
—Nunca he trabajado… Todavía tenía varios años de estudio pendiente cuando apareció Miseria Nombre el año pasado —explicó.
No sería la primera vez que alguien creía que era mayor que su edad real, o quizás Jack no había pensado mucho en aquel asunto, pero sintió la necesidad de justificarse a pesar de que para ella era normal que no tuviese ningún tipo de experiencia.

La siguiente pregunta resultaba mucho más sencilla y, aunque la lacustre no estaba segura de si realmente tendría relevancia para su empleador, tampoco tenía nada que ocultar.
—Oh, no hay ningún problema. Soy nebulomante. —Al decirlo dejó salir unos pequeños hilos de niebla como demostración que, durante unos instantes, comenzaron a invadir el cuarto. La bruja los retiró enseguida—. Puedo intuir todo lo que se encuentre en el interior de la niebla y orientarme a través de ella, o absorber bancos de bruma que resulten molestos para trabajar… Supongo que no es lo más útil del mundo para este puesto de trabajo, pero tal vez tenga algún uso…
No estaba segura de si aquella había sido una respuesta muy buena y creía que había sonado más dudosa de lo que debería al elucubrar acerca de cómo podría ayudar su dominio, pero lo hecho, hecho estaba.