El Río

-Vale. Pero luego me compras otra camisa, ¿eh?-digo de broma.
Intento pescar algún pez más. Un par se me escapan, pero el tercero consigo atraparlo. Lo dejo en la orilla y, como hizo Abi con el anterior, le corto la cabeza con el cuchillo.
-Dos...

Me río ante el comentario y sigo a lo mío.
- Bien - digo mientras veo como otro pez cae en nuestras manos.
Me fijo en el lecho del río.
- Oye Aníbal... ¿tú crees que ésa especie de algas que hay en el fondo serán comestibles? - le pregunto - a lo mejor saben a verdura...
En la orilla se ve caminar a un cangrejo corriendo hasta la orilla, tras hablar voy detrás de él y le pego con el palo hasta que se queda patas arriba y deja de moverse. Después lo dejo en el montón y me río ante lo que he hecho.
- No sabía cómo matarlo - comento mientras me llevo una mano a la cabeza y sonrío.

Muevo la cabeza.
-Yo tampoco, pero mientras lo que hagamos funcione...
Miro las algas.
-No sé, no sé...¿y si son venenosas?

- MMMmmmm.... pues si las algas fuesen venenosas los peces se habrían muerto y el agua no sería potable, ¿no? - le digo - no lo sé, pero tengo hambre no puedo evitar pensar en arrasar con todo lo que se pueda comer - digo sonriente.
- De momento tenemos dos peces y un cangrejo... mira haber si pescas algo más - respondo - quizás en éstos árboles de alrededor del río haya algún fruto comestible.

Me encojo de hombros.
-También es verdad...
Me sumerjo y arranco algunas algas. Las dejo junto a los peces.
-Busquemos algún fruto, pero poco más, que si no no podremos cargar con toda la comida que hemos recopilado...

- ¡Es verdad! - le digo asumiendo la realidad - además tenemos que hacer fuego para calentar la comida, pescado crudo no creo que sea de agrado para los demás - añado.
Agarro lo que parecen manzanas de un árbol y cojo hasta cuatro que las guardo debajo de la curva del brazo. El palo lo meto en la cinturilla para poder coger la camiseta de Aníbal y llenarla de agua. Después la anudo por todos sitios cuidadosamente para que no se escape.
- ¿Puedes con el resto? - pregunto.

Cojo los peces y el cangrejo con una mano como puedo. Las algas las cojo con la otra.
-Sí, voy bien. Venga, vamos al torreón.
Nos dirigimos al torreón.

(SIGUE EN EL TORREÓN MACIEL)

- Perfecto - le digo mientras le sigo con cuidado para no derramar el agua.

(SIGUE EN EL TORREÓN MACIEL)

Llegamos al río con los cubos. Limpio los míos. Cuando están limpios, los lleno de agua.

Le sigo y hago lo mismo con mis cubos. Hasta llenarlos del todo. Después los dejo en el suelo bajo la sombra de un árbol y me siento junto a ellos.
- Estoy haciendo el trabajo de mi vida, te lo prometo - le digo mientras me quito la tela de la frente que está empapada.

Me siento junto a ella.
-Uf...con lo que he sudado creo que he adelgazado mucho.-bromeo.

Le sonrío.
- Aprovechemos a descansar - le animo - bueno... ahora que parece que tenemos que sobrevivir todos juntos quizá deberíamos conocernos todos un poco mejor ¿no? Cuéntame algo acerca de ti.

-Tengo 16 años. Vivía en la costa mediterranea de España. He llevado una vida como la de cualquier joven: buenos amigos, familia normal...hasta que llegó el duendecillo gris. Me trajo aquí diciéndome que el reino necesitava mi ayuda...yo, como suelo ayudar a los que lo necesitan, vine para echar una mano...y me encuentro con esto.-esbozo una sonrisa irónica-. ¿Y tú? ¿Qué me puedes decir de ti?

- Bueno... mis abuelos paternos eran israelís, mi padre nació allí. Mi madre en Italia dónde conoció a mi padre... toda ésa loca historia de amor que siempre me cuentan pero nunca les presto atención - dije riéndome - Por eso me pusieron Abigail... es de procedencia israelí... dejando mi nombre a un lado siempre he vivido en Nápoles. Teníamos una casa enorme para nosotros solos, rara vez me encontraba con mis padres estando en casa. En mi habitación encontré un armario muy pequeño que daba a otra habitación, nunca había sabido de ésa habitación. Así que era mi pequeño paraíso, siempre he estado muy sola. Para mis compañeros siempre he sido la rara porque no soy materialista. Y qué quieres que te diga, si ellos únicamente tienen en mente todo aquello que se les pueda regalar, pues no sé que futuro pueden tener, pero bueno.
- En cuánto a cómo llegué a ésta situación y de cómo llegué a Rocavarancolia, éso ya es otra historia.

Suspiro y miro al cielo.
-Me gustaría volver a casa...

- ¿Crees que nuestros padres no estarán buscando? - le pregunto mientras yo también miro al cielo.

-Seguro que sí...vamos, hemos desaparecido de nuestro mundo. Seguro que están removiendo cielo y tierra.
Suspiro.
-Pero no nos encontrarán...