El Río

-Tengo 16 años. Vivía en la costa mediterranea de España. He llevado una vida como la de cualquier joven: buenos amigos, familia normal...hasta que llegó el duendecillo gris. Me trajo aquí diciéndome que el reino necesitava mi ayuda...yo, como suelo ayudar a los que lo necesitan, vine para echar una mano...y me encuentro con esto.-esbozo una sonrisa irónica-. ¿Y tú? ¿Qué me puedes decir de ti?

- Bueno... mis abuelos paternos eran israelís, mi padre nació allí. Mi madre en Italia dónde conoció a mi padre... toda ésa loca historia de amor que siempre me cuentan pero nunca les presto atención - dije riéndome - Por eso me pusieron Abigail... es de procedencia israelí... dejando mi nombre a un lado siempre he vivido en Nápoles. Teníamos una casa enorme para nosotros solos, rara vez me encontraba con mis padres estando en casa. En mi habitación encontré un armario muy pequeño que daba a otra habitación, nunca había sabido de ésa habitación. Así que era mi pequeño paraíso, siempre he estado muy sola. Para mis compañeros siempre he sido la rara porque no soy materialista. Y qué quieres que te diga, si ellos únicamente tienen en mente todo aquello que se les pueda regalar, pues no sé que futuro pueden tener, pero bueno.
- En cuánto a cómo llegué a ésta situación y de cómo llegué a Rocavarancolia, éso ya es otra historia.

Suspiro y miro al cielo.
-Me gustaría volver a casa...

- ¿Crees que nuestros padres no estarán buscando? - le pregunto mientras yo también miro al cielo.

-Seguro que sí...vamos, hemos desaparecido de nuestro mundo. Seguro que están removiendo cielo y tierra.
Suspiro.
-Pero no nos encontrarán...

Me entristezco ante sus palabras.
- Un momento, ¿te acuerdas del contrato? - le digo - ponía algo de volver a casa, aunque no me acuerdo muy bien. Ésa estupida pluma me... ¿mordió? ¡Agh! Ya no me acuerdo ni de lo que me hizo - dije mientras me llevaba una mano a la cara.

Pienso un poco.
-El contrato decía que podíamos volver a casa en un año...-recuerdo.
Un año. 365 dias. Una eternidad.

- ¿Un año? - digo mientras suspiro - es mucho tiempo.
Me levanto del suelo y comienzo a buscar algún palo grande para tener mi mente entretenida y poder alimentar el fuego.
- ¿Cómo se medirá el tiempo aquí? A lo mejor el año aquí pasa antes que un año terrestre - digo intentando animar el asunto.

Me encojo de hombros.
-A saber...
Me levanto yo también y empiezo a coger ramas caidas.

Me ayudo de los pies para partir las ramas grandes después recojo todo lo que he cogido y le ato un trozo de cuerda alrededor para que me sea más fácil transportarlo. Le doy otro trozo a Aníbal para que pueda hacer lo mismo.
- ¿Volvemos y preparamos la comida? - le pregunto.

Ato yo también las ramas y cojo los cubos como puedo.
-Vamos.
Empiezo a andar en dirección al torreón.

(SIGUE EN EL TORREÓN MACIEL)

Meto las ramas debajo de mis brazos y cojo los cubos con las manos.

(SIGUE EN EL TORREÓN MACIEL)

Llego al río... Es un sitio tan tranquilito. Aunque da un poco de grima que los puentes sean negros, pero da igual... Tengo tiempo para pensar en mis cosas.
Me siento a la orilla, y contemplo las aguas con nostalgia. Me recuerda a las costas irlandesas... a mi familia. A mi único amigo: Jacob. Ya no volveré a verlos nunca...
Una lágrima se desliza por mi mejilla, mas no quiero que los pensamientos se alejen de mí ahora. Necesitaba revivirlos en mi mente, sólo por un momento...

Sigo sentada en la orilla del río. Me quedo tan quieta que parezco una estatua.

De pronto, oigo pisadas a lo lejos. Dejo de sollozar, y me levanto, sorprendida de ver a alguien aquí.
Grito de susto cuando veo que no es humano. Tiene el pelo verde, ojos y orejas de gato, pero... parece... algo humanoide.

-AAgh!

De repente ha aparecido una especie de niña sin orejas al otro lado del río y se ha puesto a gritar, lo que me ha pillado por sorpresa y me ha hecho gritar a mi.

Veo que me mira fijamente, y yo no puedo evitar mirar también.

Había visto algunas criaturas salvajes en Rocavarancolia, y esta no parecía agresiva. Era como una chica normal, solo que casi sin orejas, paliducha y con una nariz exrañísima...

Se observaron detenidamente durante un buen rato, ella parecía tan perpleja como yo... así que decidí hablar...

-¿Hola?

-Eh... holaa... ¿qué...? ¿qué...? -Voy diciendo mientras saco el cuchillo que llevo siempre comigo. -¿Qué eres tú?

El gato humanoide parece estar tan sorprendido como yo, lo noto en su mirada, por lo que mi miedo primero pasa a ser una leve sensación de extrañeza mezclada con ganas de ir al baño...